Salvador Allende

En la perspectiva del 2000. Fragmentos del discurso en la Conferencia de la UNESCO sobre Ciencia, Tecnología y Desarrollo 


Pronunciado: El 7 de abril de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2 de febrero de 2016.


Latinoamérica conoce su dependencia cultural. Pocos se atreven ya a cuestionarla. Pero estamos lejos todavía de comprender su profundidad y sutileza; particularmente en el campo de la ciencia y de la técnica, que al presentar formulaciones de valor universal o abstracto, de hecho encierran a menudo elementos contingentes que es difícil percibir.

La investigación, los conocimientos científicos, las técnicas que de ellos se elaboran, son una de las claves esenciales para el desarrollo de los pueblos. En el sacrificado esfuerzo que viene realizando el hombre para poner la naturaleza a su servicio, hemos llegado a un punto de horizonte asombroso. A un nivel de conocimientos que, aplicado a fines prácticos, puede dar resultados extraordinarios y cuyos efectos multiplicadores podrían dar a los que bordearán el año 2000, dominio sobre la naturaleza terrestre y la primera aproximación del cosmos a nuestro planeta.

Pero el progreso científico-técnico no ha reconocido en el hombre su principal razón de ser; el concepto de humanidad encubre las más trágicas e intolerables desigualdades entre los pueblos. Éstos, lejos de aunarse para obtener el bienestar de todos, sufren una sorda, cuando no violenta, lucha por hegemonías y privilegios. La ciencia y la tecnología, dimensión fundamental que determina tan directamente la modalidad y el ritmo de desarrollo de los pueblos, es una manifestación más de la inferior potencia de los países subdesarrollados con relación a los desarrollados.

No se ha dado debida importancia en nuestros países a la introducción y desarrollo de las actividades científicas, de las investigaciones y aplicaciones técnicas que mejor convienen a nuestra específica realidad social, a la explotación racional de nuestros recursos naturales y al crecimiento rápido de nuestra economía interna.

En primer lugar, los países en posesión técnica y ciencia de vanguardia, deben ponerlas al alcance de los países en desarrollo. Este llamado al gesto solidario se convierte en reivindicación cuando afecta directamente a la explotación de nuestras riquezas básicas por empresas extranjeras.

En segundo lugar, la transmisión de la ciencia y la tecnología moderna a los países dependientes, debe hacerse en términos generosos y no egoístamente interesados. En las circunstancias de hoy, ante los problemas vitales que agobian a la mayor parte de nuestros habitantes, no se concibe obligarnos a recorrer de nuevo el largo y costoso camino que condujo a la ciencia actual.

En tercer lugar, hay que tomar medidas para limitar el continuo drenaje de técnicos y especialistas. Entre 1962 y 1968, hemos perdido temporal o definitivamente más de dos mil profesionales chilenos. Mil de ellos fueron a los Estados Unidos.

En 1962, 6.000 profesionales latinoamericanos entregaron su capacidad creadora a Norteamérica; en 1968, el doble: 13.300, durante esos seis años se acumuló un total estremecedor de más de 60.000 profesionales perdidos para América Latina. Ello nos priva de capacidad e inteligencia insustituible para nuestro progreso, y permite el absurdo de que nuestras inversiones en la formación de esta gente se aproveche, sin ningún costo previo, para los países desarrollados.

Es imperioso relacionar directamente la ciencia y la tecnología con las necesidades prioritarias del país. Y es igualmente urgente crear una conciencia cívica entre científicos y técnicos, y la realidad social donde nacieron, gracias a cuyo esfuerzo colectivo han alcanzado sus grados de especialización individual.