Salvador Allende

El partido es hogar, escuela y trinchera. Discurso pronunciado en ocasión de la celebración del 38 aniversario del PS 


Pronunciado: El 19 de abril de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2 de febrero de 2016.


Queridas compañeras, queridos compañeros socialistas:

Ustedes comprenden que es difícil para mí, a pesar de ser un joven de 62 años, hablar esta noche frente a ustedes y sabiendo que a lo largo de la Patria, en sus casas modestas y humildes, en los faldones cordilleranos, del litoral, de la pampa o de la estepa, cientos y miles de socialistas nos escuchan.

Es difícil para mí hacer un discurso que no puede ser esencialmente político, después de las intervenciones profundas, de gran contenido, que tuvieran Rolando Calderón, Carlos Altamirano y Gustavo Ruz. Yo quiero sencillamente hablar como el más viejo de los compañeros que está cumpliendo una tarea que ustedes y la Unidad Popular le han entregado.

Con qué orgullo, puedo recordar, porque el partido me formó y porque la Unidad Popular fortaleció mis principios, puedo recordar, que en una noche de aparente derrota en 1964, dirigiéndome al pueblo, dije que derrotado o triunfante yo sería el mismo: el compañero Allende. Y hoy soy el Compañero Presidente.

Hombre nacido en un sector de la burguesía, por convicción intelectual y por la carrera que eligiera, me fundí con el dolor y el sufrimiento del pueblo y he estado junto a él en todas las batallas, y he sido, por la voluntad del pueblo unido, capitán de su esperanza, hasta el triunfo del 4 de septiembre, que implica hacer posible la revolución chilena en nuestra Patria.

Ha hecho bien el compañero Ruz en recordar que siempre he sostenido que lo mejor que tengo se lo debo al partido, a la Unidad Popular y al pueblo. Al partido que es hogar, escuela y trinchera, donde todos entregamos algo y recibimos mucho, sobre todo. Y aquellos militantes anónimos que nunca tuvieron la posibilidad de destacarse, pero que son las manos anónimas que unidas y entrelazadas dan la fuerza y el vigor al Partido Socialista. Por eso esta noche, mi recuerdo agradecido es para ellos, mi recuerdo emocionado es para los que cayeron, llevando en su retina el recuerdo de las luchas en que participaron. Ellos no están ausentes. Ellos están presentes aquí y en la victoria popular y la obligación suprema que todos tenemos, el compromiso con nuestra conciencia, con el pueblo y la historia, el homenaje a los revolucionarios caídos, es cumplir implacablemente el programa revolucionario de la Unidad Popular.

Por eso quiero decirles a ustedes, a mis compañeros socialistas, reafirmando lo que con elocuencia y claridad dijera el compañero secretario general: el partido, que ha recibido el espaldarazo de la voluntad expresada en las urnas este 4 de abril no podrá jamás sentirse dueño del futuro y tendrá que entender que en la Unidad Popular ha estado la posibilidad de la victoria, que en la Unidad Popular está el instrumento para construir el mañana y que en la Unidad Popular está la barrera infranqueable para defender al Gobierno y al pueblo de Chile en su gran tarea revolucionaria.

Por eso, como militante socialista y Compañero Presidente de Chile, no puedo pedir otra cosa a ustedes, mis hermanos en la idea y en la acción, que hagan del Partido un instrumento duro, firme y acerado, que el partido sea monolítico en cuanto al pensamiento ideológico, pero que haya una auténtica y amplia democracia interna, que permita disentir dentro de la vida partidaria, con respeto a la opinión de cualquier compañero: pero que fuera de la vida del partido no haya más que socialistas defendiendo la línea, la táctica y la estrategia del partido y la Unidad Popular. Tenemos que hacer nuestro el viejo axioma de aquellos anarquistas que decían: “La agresión a uno, es la agresión a todos”. Así quiero al partido, un partido duro, acerado, flexible, combatiente, con centralismo democrático y auténtica conciencia revolucionaria.

Por eso, sí lo necesitamos, sobre todo si medimos la gran responsabilidad que tienen las socialistas por ser el partido del Compañero Presidente y por haber tenido una votación tan significativa en el último acto electoral. Pero el partido tiene que entender que el triunfo lo alcanzamos por la unidad y que con la unidad haremos posibles las grandes, profundas y hondas transformaciones que Chile reclama y necesita. Todos debemos comprender que la tarea histórica en que estamos empeñados traspasa las fronteras de nuestra propia Patria y, como lo he dicho muchas veces, si nos miran agresivamente los sectores reaccionarios desde dentro y desde fuera, hay millones y millones de hombres y mujeres de Latinoamérica y de otros continentes que miran con cariño, con pasión, con fraterna solidaridad, la batalla en que estamos empeñados.

La vía chilena obedece a las características propias de nuestro país, nuestra historia y nuestra realidad como pueblo. Hace un instante, cuando entregaron a Carlos Altamirano el obsequio de una seccional, que es nada menos que un retrato del inmortal comandante Guevara, yo me recordaba que tuve el privilegio de ser su amigo y que en un libro que me dedicara, Guerra de guerrillas, puso una dedicatoria que señala la claridad, el pensamiento amplio y la visión de Ernesto Che Guevara; en esa dedicatoria decía: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente Che”. Él comprendía perfectamente bien lo que era Chile y las perspectivas que se abrían para nuestro pueblo, de acuerdo a nuestra propia realidad y por eso es bueno recordar que los pensadores revolucionarios, Engels, por ejemplo, han dicho: “La doctrina no es un dogma, es un guía para la acción”, y Lenin, el más señero pensamiento revolucionario del socialismo, afirmó “que la revolución no se exporta, sino que obedece a la realidad y a las condiciones determinadas de la sociedad y que cada pueblo tiene que buscar su propio camino para el socialismo”, lo cual, por cierto, no excluyó jamás del pensamiento de Lenin la solidaridad proletaria que traspasa la frontera y que hace que la lucha de un pueblo que busca el camino de su liberación sea la lucha de todos los pueblos que buscan también liberación. Y si yo tuve la suerte de conversar con Ernesto Che Guevara y si puedo decir que soy amigo de Fidel Castro, con emoción que no olvido aquí, puedo decirles a ustedes que quizás fui el último de los políticos latinoamericanos a quien recibiera ese viejo siempre joven, ese estadista y ese guerrillero, ese poeta y ese filósofo, Ho Chi Minh y brindo un homenaje a él en la presencia aquí de los compañeros que viniendo de tan lejos nos traen el ejemplo de su heroísmo y la fe victoriosa de un pueblo.

Sólo un pueblo disciplinado y consciente, con un alto nivel político, será capaz de hacer lo que anhelamos y necesitamos realizar. Y los socialistas tienen la obligación de hacer de este año, el año de la discusión ideológica, de la elevación del nivel político de todos nuestros cuadros y nuestras militancias, para llevarla junto con los otros partidos a la gran masa chilena; para que nadie quede ausente del diálogo y de la gran tarea colectiva que tenemos. Sólo un pueblo consciente será capaz de ejecutar, de realizar y construir la nueva sociedad; sólo un pueblo movilizado orgánicamente, vigilante, será capaz de atajar la tentativa que en mentes extraviadas pudiera aflorar para intentar barrenar nuestra estabilidad. Sólo un pueblo con un ejemplo de madurez hará también que las Fuerzas Armadas y Carabineros, a plenitud, compartan lo que representa el Chile que anhelamos y del cual ellos no pueden estar ausentes.

Hay que entender perfectamente bien lo que representan esas fuerzas profesionales, que acatan la disciplina de la ley y de la Constitución; y hay que darse cuenta lo que significan en esta etapa de transición, fuerzas organizadas para un estado distinto, que comprenden la necesidad de los cambios, que cumplen ejemplarmente con sus obligaciones profesionales y, más que eso, que se dan cuenta de que el pueblo anhela que ellas estén junto a nosotros, no sólo en la defensa de la independencia y de la soberanía de Chile, sino en la defensa de las fronteras económicas de la Patria.

Por eso, compañeros socialistas y pueblo de Chile, yo los llamo, con pasión de viejo militante de la revolución socialista, a que apretemos las filas, a que tengamos una actitud ejemplar de responsabilidad, a que no perdamos la calma, que no nos dejemos provocar, pero que tampoco retardemos el paso. Tenemos que recuperar el tiempo perdido y restañar muchas heridas y paliar mucho dolor: tenemos que hacer de Chile un crisol de esfuerzo; tenemos que hacer de la Patria un laboratorio de ideas; tenemos que incorporar el proceso del desarrollo nuestro, la técnica y la ciencia, de donde venga; tenemos que tener orgullo de ser chilenos, pero también luchar por la emancipación del continente nuestro; tenemos que ser hombres y mujeres del presente, para ser posible construir con nuestras propias manos el mañana.

Por eso, en esta tarea que es de la Unidad Popular, el Partido Socialista, mi partido, la tienda política que con otros ya formara, tiene la obligación de tener una actitud ejemplar, de ser los primeros en los frentes de lucha y de combate, los primeros en el estudio, los primeros en la solidaridad, los primeros en el trabajo y los primeros en defender la revolución chilena, ¡camaradas!