Salvador Allende

Sindicalismo, trabajo y conocimiento. Discurso en la ceremonia inaugural de la I Escuela Sindical de Temporada de la Universidad de Chile de Valparaíso 


Pronunciado: El 13 de enero de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2 de febrero de 2016.


Lo que hemos hecho nosotros es algo que tiene una significación histórica y yo digo, compañeras y compañeros, mucho más allá por cierto de lo personal. He tenido siempre la honradez de decir que no soy ni un caudillo, ni un hombre mesiánico, ni un hombre providencial.

Soy un militante del socialismo quien comprendió que en la unidad estaba la posibilidad del triunfo del pueblo y no de un hombre, quien gastó sus energías para hacer posible esta unidad, señalando que ella tendría que realizar la transformación que Chile reclama y necesita dentro de los marcos de una legalidad burguesa, la cual debe cambiar. Y por lo tanto la tarea es extraordinariamente más difícil y no por ello menos atrayente. De allí, entonces, que en este instante hablando aquí, frente a la Universidad yo tenga que insistir en la significación que tiene no ya la preparación técnico-laboral sino el sentido y el contenido socio-laboral, vale decir la toma de conciencia que deben tener los trabajadores para darse cuenta que ellos son protagonistas de ese gran proceso que está viviendo Chile.

Y es útil entonces, aunque sea en forma muy breve, que yo les diga a ustedes la importancia que tiene esto de capacitar a los dirigentes, esta toma de conciencia de las masas populares chilenas, de su responsabilidad histórica. Nos encontraremos, por ejemplo, que en el sector privado están sindicalizados los obreros en 1.380 sindicatos, los empleados en 1.200, los sectores agrícolas en 440. Total, nos encontramos que hay obreros organizados 600.000, y empleados 130.000. En el sector público las organizaciones de base son 55.000 con 400.000 afiliados. Esto comprende ANEF, ANES, Banco del Estado y Organizaciones Autónomas; la ANEF, sola, comprende a 60.000 afiliados. Queremos señalar frente a ustedes que en el agro chileno la situación es la siguiente: ahí trabajan 722.000 trabajadores agrícolas y tenemos que medianos propietarios constituyen el 15 por 100; minifundistas el 16 por 100; comuneros y mapuches el 18 por 100, con una cifra cercana a las 219.000 gentes; inquilinos y afuerinos el 7, 1 por 100; medieros el 3, 9; voluntarios el 4, 2; afuerinos el 32 por 100, con 232.000 trabajadores.

Con esto he querido bosquejar dos cosas: primero, que la organización de los trabajadores en nuestro país ha sido lenta y deficiente. Y al mismo tiempo, hacer resaltar la magnitud de la tarea que tenemos en un doble aspecto: organizar a los compañeros, sobre todo en el campo.

Nosotros hemos planteado la necesidad imperiosa de empujar en forma drástica esta organización y al mismo tiempo estamos planteando frente al país la vinculación estrecha que debe haber entre los trabajadores y el Gobierno Popular. Mejor dicho, evidenciar que los trabajadores integran, forman parte del Gobierno Popular, que tienen que asumir una responsabilidad que les corresponde por ser el pueblo y nosotros haber sostenido y convertido en realidad esto de que en Chile el pueblo es el Gobierno.

De allí entonces que, por ejemplo, y no podía ser de otra manera, que hemos sido los primeros en firmar el acuerdo entre la CUT y el Gobierno. Este acuerdo ha sido con motivo del proyecto de ley de reajuste, que hayan asumido la responsabilidad de fijar los límites de este reajuste sino que además los trabajadores, al firmar un documento trascendente junto con el Gobierno, demuestran su conciencia política, su nivel de capacidad política, para destacar que el proyecto de reajuste es sólo una parte, importante sí, pero una parte del gran proceso de desarrollo económico que implica romper la dependencia de Chile, la dependencia económica, la dependencia política, la dependencia cultural. La clase obrera tiene que ser un motor en este gran proceso revolucionario que está viviendo nuestro país. De allí que vuelva a insistir en la gran importancia que tiene esta toma de conciencia, porque el trabajador es el protagonista de una etapa muy diferente, muy distinta a la que se vivió y a la que se vive en otros países.

Aquí, en nuestra Patria y en este instante, de acuerdo con la realidad chilena, la historia, la tradición y la idiosincrasia de nuestro país, estamos haciendo un camino auténticamente nuestro, pero un camino revolucionario y ese camino revolucionario tiene que afianzarse -para hacer posible la independencia económica de Chile y por tanto su plena soberanía- en la gran conciencia multitudinaria de las masas trabajadoras chilenas, disciplinadas, conscientes, con un alto nivel político, con un profundo sentido nacional y patriótico.

Los trabajadores chilenos tienen que entender que ellos forman parte de este Gobierno, que son el Gobierno y que, por lo tanto, ellos tienen la obligación de hacer comprender a los que no han alcanzado un nivel político suficiente, que los pueblos sólo progresan produciendo más y trabajando más. Pero es muy distinto trabajar para unos pocos que producir y trabajar para las grandes necesidades de las masas populares chilenas. Es muy distinto trabajar como se trabaja en el régimen capitalista, a trabajar para una sociedad que comienza abriendo el camino al socialismo y en donde no queremos que el hombre explote al hombre y no queremos que los grandes pueblos exploten a los pueblos pequeños. En donde la dignidad no tiene ingresos per cápita y en donde todos tenemos el derecho a la paz y al trabajo.

Por eso, debemos comprender que existe una doble tarea, la tarea de organización. Mejor dicho una triple tarea: la de organización, pero no sólo la organización de los trabajadores en empresas, industrias, hospitales, sino que en todas las actividades, sean privadas, semifiscales y públicas y en donde el concepto del trabajador no tenga el sentido clasista que tiene hoy día en la etapa social que todavía vive Chile. Yo soy médico y conozco la Ley del Código Médico.

Pero en los hospitales, por ejemplo, la organización hospitalaria separa, segrega a los médicos y a otros profesionales del resto de los trabajadores de la salud.

Nosotros pensamos algo totalmente distinto, pensamos que en un hospital la organización de los trabajadores debe alcanzar desde el más modesto compañero que trabaja en una sala, hasta el señor Director de un hospital, porque no tiene una consagración distinta, ni el Director del Hospital puede hacer nada si acaso no hay una conciencia de responsabilidad común en todos los trabajadores.

El más brillante cirujano, como lo he dicho muchas veces, no podría obtener un rendimiento óptimo, ni la seguridad del resultado de sus intervenciones quirúrgicas, si no contara con una enfermera, la pabellonera, y por último hasta el auxiliar que cuando se va el cirujano, la pabellonera y la enfermera se hace cargo del enfermo. Es decir, vivimos en un mundo donde no hay fronteras rígidas y donde todos, unos y otros, en cualquier actividad o labor, tenemos una interrelación que expresa la necesidad de trabajar más en equipo. Y esto que sucede en un hospital, sucede en el campo laboral en grande. El ingeniero de las minas del cobre nada podrá hacer si acaso no hay una gran conciencia de los trabajadores del cobre para aumentar su rendimiento y su capacidad. Pero de la misma manera, no puede haber en esos trabajadores un concepto estrecho, que porque trabajan en una industria que es vital para el país, esencial para el país, ellos pueden tener sobrederechos y tener sobreventajas al resto de los trabajadores. Porque entonces estaríamos deformando una mentalidad, y un régimen como el nuestro no es La destinado a consagrar ni privilegios a los que tienen títulos universitarios, ni ventajas extraordinarias para los que trabajan en empresas para el país.

De allí la importancia, entonces, que el dirigente sindical y que el trabajador comprenda que el país es un todo. De Arica a Magallanes y de la Cordillera al Mar. Y que lo que hace el trabajador del cobre tiene una respuesta en lo que hace en el fondo del pique de la mina el obrero del carbón, lo que hace la compañera auxiliar del hospital y lo que hacen los trabajadores del campo. Vale decir, más allá de las fronteras de la especialización y del trabajo, está la gran visión que deben tener los trabajadores de lo que es un país y lo que debe ser la economía de este país y lo que debe ser la economía no capitalista. Cuando los trabajadores entiendan, y ya lo están entendiendo, que la victoria obtenida es un paso que señala que esa comprensión ha alcanzado altos niveles -y cuando hablo de trabajadores, no hablo sólo del obrero ni de campesinos, sino que hablo, además, de empleados técnicos y profesionales-. Cuando los trabajadores entiendan perfectamente bien que este país, como cualquier país en vías de desarrollo, no podrá alcanzar niveles superiores en el orden material y espiritual, si acaso no somos capaces de derrotar -como decía hace unos instantes- la dependencia económica. Si acaso nosotros no somos capaces de romper lo que implica hacer un país en vías de desarrollo; si nosotros no somos capaces de entender que el imperialismo, existe dialécticamente, porque existe el subdesarrollo y el subdesarrollo existe porque existe el imperialismo, no podremos encontrar la voluntad que necesitamos para que haya un pueblo unido capaz de respaldar las medidas que los representantes de este pueblo || toman, para hacer posible las transformaciones que hagan de Chile un país dueño de su propio destino. De allí entonces que los dirigentes sindicales tienen que tener esta visión y a ello tiene que contribuir esta escuela de Verano. Esta visión no sólo de su responsabilidad como dirigente en el sitio de su trabajo, sino en la gran responsabilidad como dirigente de la masa, que es el factor esencial en el proceso revolucionario.

Tenemos que movilizar las masas populares chilenas. Tenemos que movilizar a la mayoría del país. Pero no movilizarla tan sólo en actos públicos de apoyo al Gobierno o de rechazo a determinadas reacciones, o actitudes, de sectores que se sienten heridos por las medidas que tenemos que tomar para defender a los más, sino movilizar a la masa en actitud de entrega de esfuerzo, de sacrificio, de comprensión. Chile tiene que ser un país con una economía planificada, donde el factor esencial descansa en el rendimiento, en el trabajo, en el esfuerzo de cada uno de los compañeros, y este esfuerzo se expresa en el caso de los estudiantes, en ser buenos estudiantes, estudiar más, en aprender más, para poder enseñar más, y no puede haber justificación porque un estudiante hace acción política para que deje de ser un buen estudiante. Yo no entiendo al dirigente estudiantil y político que no cumple primero con su obligación de tener autoridad moral, porque tiene que distinguirse como un buen alumno para ser también un buen dirigente político.

De la misma manera que no entiendo al dirigente sindical burocratizado al margen de la bullente actividad de trabajar también. Siempre habrá compatibilidad entre la acción de trabajo que debe hacer junto a sus compañeros ese dirigente sindical, y el tiempo necesario para defender a sus compañeros en el campo de su responsabilidad, como dirigente sindical y, en el campo de su responsabilidad como trabajador en escala nacional. Por eso es que vivimos entonces una etapa distinta, necesitamos que la gente entienda que este proceso de Chile es un hondo y profundo proceso revolucionario y, como lo decía al comenzar mi conversación con ustedes, un proceso revolucionario que tiene las características esenciales de ser hecho dentro de la realidad chilena. Siempre lo dije y lo sostuve, y me congratulo de ello, que la revolución no es sólo un foco revolucionario, la revolución no es sólo el brazo armado del pueblo en insurgencias, ni es sólo el campo electoral. Cualquiera de estos caminos en función de la realidad de cada país, lo decía un compañero, me parece que el compañero Almonacid, no tiene recetas.

Cada pueblo tiene sus propias características y de él, dentro de esas características, tenemos que desarrollar la acción para alcanzar que la mayoría logren el Gobierno y a través del Gobierno el poder. Porque también es fundamental que se entienda que en nuestros pueblos ha habido muchos lugares que han alcanzado el gobierno; pero no el poder. El poder no se alcanza en los países dependientes como el nuestro, en los países que siendo pobres, somos exportadores de capitales, cuando se recuperan para el país las riquezas fundamentales, que están en roanos del capital extranjero; cuando se realiza una seria y profunda, ágil y drástica Reforma Agraria; cuando se controla el comercio de importación y exportación; cuando se estatiza la banca. En resumen, cuando las palancas del poder económico y financiero que han estado en manos de una clase minoritaria se entregan para que el pueblo las use en función de la comunidad, y no en función de unos pocos privilegiados. Y esta es la tarea en que estamos empeñados, y que vamos a cumplir porque ello está en el programa de la Unidad Popular, que será realidad pase lo que pase y le pese a quién le pese.

Por eso, en este gran proceso de Chile, es muy útil comprender que estamos aquí viviendo una etapa que podríamos decir que es un laboratorio social. Yo también advertí en la campaña presidencial que lo que iba a pasar en este país con nuestra victoria no sólo iba a tener trascendencia interna, sino que iba a proyectar su importancia más allá de las fronteras de nuestra Patria e inclusive sin petulancias, más allá de las fronteras de nuestro propio continente.

Y esta es una verdad.

Se nos mira de dos maneras. Algunos, los menos, con la intención de contribuir a que internamente, también los menos pudieran resistir la voluntad de los demás. Y nos miran desde afuera los más, que comprenden qué es lo que queremos, por qué luchamos y a dónde vamos, y que saben que para alcanzar las metas que nos hemos trazado tenemos, indiscutiblemente que herir poderosos intereses que están en manos del capital foráneo y de los grupos oligárquicos de nuestra Patria. De aquí entonces que esta etapa de Chile tiene que ser comprendida y entendida.

Esta etapa que vivimos tiene que ser analizada con la seriedad y el contenido que pueden hacerse y deben hacerse en las Escuelas Universitarias en donde no es posible caer ni en el oportunismo ni en la demagogia, ni en el aventurerismo ni tampoco en la cachazuda paciencia de los que dicen que hay que esperar y esperar. ¡No! tenemos que tener el paso acelerado de los que saben dónde quieren llegar, pero sabiendo que es justa aquella frase de Julio César cuando decía “apresúrate lentamente”. Yo he destacado también, que cada proceso revolucionario involucra también como verdad aquello que escribió un estudiante en las murallas de la Universidad de París: “la revolución antes que en las cosas comienza en las personas”. Todos nosotros tenemos que cambiar. Todos nosotros tenemos que analizarnos íntimamente, todos nosotros tenemos que comprender que pesan más sobre los que tenemos más años, y calculen que a mí me pesan las cosas, que hacer un esfuerzo superior por ser distinto, por comprender el lenguaje que se expresa en los hechos de la solidaridad, de la fraternidad, de la comprensión. Y, por lo tanto, cuando nosotros hablamos del hombre nuevo no estamos hablando al hombre que queremos reformar en esta sociedad, sino que hay que pensar en el hombre que podremos construir cuando seamos capaces de construir la nueva sociedad lo que implica una nueva moral y una nueva concepción de las relaciones humanas.

Por eso compañeras y compañeros de la comunidad universitaria, estamos aquí para entender, por ejemplo, la significación que tiene en nuestra Patria la presencia de los Cuerpos Armados y del propio Cuerpo de Carabineros. Y lo digo a propósito de la buena canción de los compañeros y porque creo que un dirigente que es Presidente de Chile tiene la obligación de plantearlo.

Tenemos la satisfacción profunda de que las Fuerzas Armadas chilenas sean Fuerzas Armadas profesionales al servicio no de un hombre, sino al servicio de Chile; que tiene la gloria de la guerra y la responsabilidad del trabajo en la paz, y que tienen que ser incorporadas, respetando su especialización profesional, a la gran tarea de hacer posible la transformación acelerada del proceso económico de Chile. Si antes a las Fuerzas de Carabineros -y a veces- y por su suerte a veces, ocasionalmente, se empleó a las Fuerzas Armadas en actitudes de represión, yo creo que ellas tienen que comprender que hoy día tienen que estar junto al pueblo para defender las fronteras económicas de Chile.

Por eso que este Gobierno, por ejemplo, ha nombrado y nombrará, a miembros de las FF.AA. y Carabineros a los organismos, entidades y empresas, para que estén presentes frente a ustedes, en la disciplina creadora, junto al pueblo. Por eso hemos nombrado representantes de las FF. AA., por ejemplo, en las empresas del cobre. Porque si antes fueron en una actitud distinta, hoy están allí para defender, junto a los trabajadores, las fronteras económicas de Chile.

Por eso… (por suerte no dije que iba a ser breve, porque mi dilatada experiencia me señala que cuando dice un orador “voy a ser muy corto”, “pum” se alarga. Yo prefiero decir “voy a hablar largo” y será más corto). Bueno, por eso compañeras y compañeros, yo he querido conversar con ustedes frente a esta etapa que estamos viviendo, para señalar la importancia trascendente y significativa que tiene cada mujer, cada joven, cada adulto y cada anciano en este grande y magnífico laborar por una Patria distinta y mejor. Queremos hacer un Chile industrial, queremos hacer un Chile donde la tierra, produciendo los alimentos, sea también un factor para el progreso y proceso del desarrollo empresarial. Tenemos que crear los complejos agrícolas-industriales.

Nosotros hemos ido al carbón y le hemos dicho a los trabajadores del carbón: hemos tomado esta empresa con las deudas, esta empresa ha vivido con el apoyo del Estado, le hemos dejado a esta empresa una parte de su activo, determinados bienes que además van a ser base de una empresa turística en que también va a participar el Estado. Pero le hemos dicho a los trabajadores del carbón: “ustedes están produciendo 3.800 toneladas de carbón al día, no podremos defender esta empresa si siguen produciendo así. Hay que aumentar la productividad por hombre, hay que trabajar más, hay que economizar, hay que demostrar que se tiene conciencia de que debemos elevar la producción a 4.700 toneladas al día. En esa cifra descansa la posibilidad financiera de la empresa y será un aporte importante para el proceso energético de Chile, frente a la disminución del petróleo”.

Hemos ido a los trabajadores del acero y les hemos dicho que los planes de expansión significan aumentar de 600.000 a 700.000 toneladas de acero a 1.200.000, y mañana a 2.000.000 de toneladas. Porque el acero es un factor de la economía, es una necesidad, como lo es el petróleo.

Tenemos que hacerle entender a la gente que el ingreso per cápita, el ingreso individual debe aumentarse; como se mide en dólares, a una cifra cercana a los 1.000 dólares anuales por persona. El proceso, el desarrollo de la economía general del país, tiene que tener un crecimiento extraordinario, y eso sólo se puede hacer produciendo más, trabajando más y capacitándose más.

Hay que convertir a Chile en un laboratorio, en una Universidad. El concepto de Universidad ya rompe los moldes de la Casa Universitaria, para transformarse en una Universidad donde están los técnicos y los obreros con determinado nivel.

Siendo maestros y siendo aprendices para entregar lo que entendieron y para aprender de la experiencia que nace de la vida y que está presente en todos los niveles sociales. Sin que sea necesario haber pasado por la Universidad o tener un título para poder enseñar muchas cosas.

Eso es lo que anhelamos y soñamos un país convertido en Universidad; un oasis donde se aprenda en las distintas facetas de la existencia del hombre; un país en donde se dé cuenta que estamos viviendo el siglo de la ciencia y de la técnica, en donde los pueblos en vías de desarrollo no serán jamás capaces de alcanzar los niveles de capitalismo industrial, aunque se quedara estático el proceso del capitalismo industrial.

Un economista americano señalaba, por ejemplo, que América Latina para alcanzar los niveles de EE.UU., con las contradicciones socioeconómicas e internas que tiene, necesitaba quinientos años. Siempre que América Latina fuera capaz de acelerar su paso y que quedara estático EE.UU. Esto no puede ser así, y ustedes comprenden que no estamos dispuestos a esperar quinientos años.

De ahí que entonces la necesidad de entender esto que está viviendo el mundo y esto que estamos viviendo nosotros. De allí que, además de agradecer la presencia de los compañeros profesores, que vienen de países extraños, que vienen de otros países, hermanos en la tarea común, yo pienso que ellos también, que han venido aquí a enseñarnos, cuando se vayan de aquí, también levantarán sus voces para enseñar a sus pueblos qué estamos haciendo nosotros. Qué queremos hacer nosotros. Para que contribuyan a derrotar la maraña que internacionalmente, con tejido de intereses y poderosos, se quiere hacer para deformar la actitud de Chile y del camino de Chile. Que nosotros nos encargaremos también de hacer luz internacional y fuerte luz interna. Y eso sólo lo podremos hacer sobre la base de elevar el nivel político y la capacidad de los trabajadores.

La sociedad que queremos y anhelamos establecer descansa precisamente en la conciencia común y colectiva. La tarea en que estamos empeñados, no tiene otra posibilidad de realización que el esfuerzo común. La actitud de todos debe llevar el sello individual de cada uno. Y cada uno tener la generosidad de renunciar para comprender que tenemos la obligación de ser nosotros los primeros en dar el ejemplo: obrero, empleado, técnico, profesional y, sobre todo, estudiante. Porque ustedes, compañeros jóvenes, son lo más claro y lo más transparente. Y son por lo tanto, los menos comprometidos con el presente o con el pasado. Pero al mismo tiempo los más comprometidos para hacer la sociedad del futuro.

Agradezco la oportunidad de haber podido conversar con ustedes. Seguramente es tradicional que los Presidentes lleguen con discursos. Yo prefiero conversar en voz alta porque así lo que digo tiene el sello no de la improvisación irresponsable, sino de la verdad que nace de la experiencia vivida y del esfuerzo común. Tengo fe no sólo en la Universidad, tengo fe en el pueblo y, por lo tanto, tengo confianza en el futuro de la Patria.