Salvador Allende

Discurso pronunciado en Punta Arenas 


Pronunciado: El 27 de febrero de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2 de febrero de 2016.


Por eso, quiero desde aquí y midiendo la dimensión justa de lo que representa ser Presidente de un país pequeño, pero señalando que la grandeza de los pueblos, no se mide tan sólo por el número de sus habitantes, ni por su riqueza o su desarrollo industrial, quiero decir que es conveniente señalar los párrafos fundamentales de una comunicación muy vasta, que el Presidente de los Estados Unidos hiciera en relación con Chile. El destaca algunas reflexiones, que yo quiero comentar. Dice así, fundamentalmente: Nos entendemos con los Gobiernos como ellos son. Estas relaciones no dependen de sus estructuras internas o sistemas sociales, sino de las acciones que nos afectan a nosotros y al Sistema Interamericano. El nuevo Gobierno de Chile es un caso específico. La elección de 1970 de un Presidente socialista puede tener profundas implicancias, no sólo para su pueblo, sino también para el Sistema Interamericano. La legitimidad de este Gobierno, no está cuestionada, pero su ideología puede influir en sus acciones. La decisión de Chile de establecer lazos con Cuba comunista, contrariando la política colectiva de la OEA, es un desafío al sistema interamericano. Nosotros y nuestros socios en la OEA, por consiguiente, observaremos cuidadosamente la evolución exterior chilena. Nuestra política bilateral es mantener las líneas de comunicación abiertas. No seremos nosotros quienes alteremos las relaciones tradicionales. Presumimos que los derechos y obligaciones serán respetados. También reconocemos que las acciones del Gobierno de Chile, estarán determinadas fundamentalmente, por sus propios propósitos y que ellos no serán desviados, simplemente por el tono de nuestra política.

“En suma, estamos preparados para tener la clase de relación con el Gobierno de Chile que ellos estén dispuestos a tener con nosotros.”

Indiscutiblemente, y el pueblo debe saberlo, hay aspectos positivos en esas declaraciones del Presidente de los Estados Unidos. El reconocimiento explícito de la legitimidad del actual Gobierno chileno por su origen democrático y legal; los propósitos de promover la cooperación con todos los países de América Latina, cualesquiera que sean sus ideologías, y de respetar decisiones soberanas; el compromiso expreso de atender el plano económico y de algunas aspiraciones latinoamericanas y reiteradamente expuestas, reconociendo la influencia del Consenso de Viña del Mar, en la formulación de su política respecto a América Latina.

Estos aspectos positivos podrían ser la base para una política de comprensión y colaboración recíproca con los Estados Unidos, ya que nuestra política se basa en el respeto por la autodeterminación de los pueblos, la no intervención y el cumplimiento de los compromisos libremente contraídos, como ya lo he dicho. Sin embargo, debo destacar que, a nuestro juicio, hay también algunos aspectos que no estimamos positivos en la intervención del Presidente de Estados Unidos.

En su discurso insiste en señalar la significación del actual sistema interamericano, identificándolo con los intereses de los Estados Unidos. Esto implica desconocer un hecho básico de la realidad política del continente. Ya el Canciller Valdés, Ministro del Gobierno de Frei, sostuvo en 1969 -cuando expuso en nombre de América Latina el contenido del llamado Consenso de Viña del Mar al propio Presidente Nixon-, que hay “una profunda crisis en los conceptos, los hechos y en las instituciones del sistema interamericano, que afectan las realizaciones hemisféricas”. Esta crisis se ha vuelto a manifestar en la pasada Asamblea de Washington, reunida para analizar el carácter represivo sobre el problema del terrorismo.

Nadie puede negar que la OEA y el sistema interamericano atraviesan por una etapa que puede conducir a una crisis. Estimamos que no es justo, que es casi una ficción la igualdad de Estados Unidos con el resto de los miembros de la OEA. Que no hay ni puede haber una pretendida identidad de intereses, incluyendo a los Estados Unidos, y una comunidad de ideologías y propósitos.

La desigualdad de hechos entre los integrantes del sistema y el desequilibrio del poder, en favor de Estados Unidos, han significado ventajas para el más poderoso en desmedro de los más débiles.

No hay identidad fundamental, reitero, entre los intereses de Estados Unidos y América Latina.

Ya el Consenso de Viña del Mar, reunión de Ministros de Relaciones de América Latina, aclaró que América Latina y Estados Unidos tenían intereses divergentes, como resultado de la dependencia de la primera en relación a la segunda. Dice así: “La brecha económica y científico-tecnológica, entre el mundo en desarrollo y las naciones desarrolladas, ha crecido y sigue creciendo y los obstáculos internos, que frenan el rápido crecimiento económico de los países latinoamericanos, no sólo han sido removidos sino que tienden a aumentar. Una manifestación de esta situación es el desequilibrio entre lo que América Latina recibe de los Estados Unidos y lo que entrega.”

“Las inversiones privadas -dice el Canciller Valdés- han significado y significan para América Latina que los montos que se retiran de nuestro continente son varias veces superiores a los que invierten.” No hay identidad ideológica. Estados Unidos se interesa por mantener el actual status en el mundo, que le ha permitido alcanzar y afianzar su hegemonía. América Latina, como región dependiente y subdesarrollada, debe romper ese status para terminar con esta condición. La ideología de los pueblos latinoamericanos, expresada recientemente, busca romper la dependencia y debe, esta ideología, ser progresista, reformista o revolucionaria, favorable en todo caso a los cambios y de acuerdo con la realidad expresada de cada país, de acuerdo con su historia y su idiosincrasia. Chile desea mantener relaciones cordiales y de cooperación con todos los países del mundo y fundamentalmente, lo expreso aquí, con los Estados Unidos, pero sobre la base de la diferencia de intereses entre ambos, de la comunidad de intereses que debe unir a América Latina, en general, y en particular, de sus agrupaciones sub-regionales.

Esta nueva política, esta nueva manera de concebir las relaciones interamericanas, fueron enunciadas en el Consenso de Viña del Mar y continuadas por CECLA. Y serían promovidas por el Gobierno nuestro, como una manera de sanear y de llevar a un nivel equitativo y realista, las vinculaciones entre nuestros países y Estados Unidos.

Estas ideas no son nuevas en Chile y en América Latina, ya el Canciller Valdés, en su discurso del 11 de junio de 1969, ante el Presidente Nixon expresó: “Tanto la cooperación internacional, como en particular, la cooperación interamericana, han sido definidas en innumerables foros y documentos a los más altos niveles; sin embargo, no sólo no hemos podido acercar los resultados a los objetivos, sino que la distancia va en aumento. Esto tiene una explicación, que los intereses actuales de los gobiernos de América Latina no son idénticos a los de Estados Unidos, incluso tienden a ser contradictorios en muchos aspectos”.

Por su parte, el Canciller brasileño, Magalahes Pinto, dijo al inaugurar la Conferencia de CECLA en Viña del Mar. “Estamos conscientes de que nuestra unidad, deriva de características latinoamericanas y de fisonomía nacional, cuyos rasgos comunes de país a país componen una personalidad continental”.

La conciencia de nuestra identificación, debe ser la fuente inspiradora de nuestra solidaridad.

Nuestra diferencia de intereses, reitero, no significa que no podamos resolver, y debemos hacerlo, amistosamente, nuestras diferencias. Queremos llegar a acuerdos, en lo que intentamos a propósito de nuestra decisión soberana de nacionalizar el cobre, el hierro y el salitre. Esta acción no debería, pensamos, interferir en el plano de las relaciones positivas entre Chile y Estados Unidos.

Que nuestra actitud en esta materia no es conflictiva, se demuestra, en que no obstante nuestra crítica al sistema de la OEA, permanecemos en ese organismo para plantear allí, nuestros puntos de vista. En la esperanza de que se imponga un diálogo, que vaya abriendo paso a un nuevo concepto de las relaciones interamericanas.

Quiero, por último, decir algunas palabras en relación con los conceptos emitidos por el Sr. Presidente de Estados Unidos en cuanto a la determinación de Chile, de restablecer relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con Cuba. Chile, en la oportunidad en que la OEA, tomó la medida de romper en Cuba, no compartió sus fundamentos. Ahora, con un Gobierno Popular, tenía la obligación moral y política de reparar una injusticia cometida en nombre de intereses e ideologías que no eran las suyas ni las de su pueblo. Por eso establecimos nuevamente relaciones con Cuba.

No se puede, por lo tanto, interpretar esta actitud chilena como un desafío al sistema interamericano, tal como nosotros lo concebimos, basta recordar también que México no rompió con Cuba. Queremos que nuestra actitud se valorice como un serio y reflexivo intento de corregir una política y procedimientos que han conducido a la crisis del sistema. Que debe basarse en la convivencia pacífica y en el respeto mutuo de todos sus integrantes y en la libertad de cada uno de mantener relaciones soberanas con todos los países del mundo y particularmente con un gobierno latinoamericano.

El Presidente Nixon ha dicho que Estados Unidos tendrá con Chile la clase de relaciones que Chile quiera tener con ellos. El Gobierno de Chile quiere relaciones amistosas, con el país más poderoso del hemisferio, siempre que se admita discrepar, disentir y negociar desde distintos puntos de vista. Y hemos demostrado nuestra actitud. Y no ha salido del Gobierno de Chile una sola expresión, nada que implique una crítica desorbitada. Por el contrario, hemos buscado la posibilidad del diálogo que tuviéramos con el delegado del Gobierno americano, Charles Meyer, que vino a la transmisión del mando. Hemos conversado con el Almirante Sr. Zumwait, y él me planteó en el transcurso de esta conversación si acaso veríamos nosotros con agrado, la presencia del barco de guerra Enterprise en nuestro puerto. Yo le dije, que con sumo agrado y que lo invitaba como Presidente de Chile, porque quería, que los 3.600 tripulantes de este barco, conocieran la realidad auténtica y democrática que vive nuestra Patria, donde se respetan todas las ideas, todos los principios y pensamientos.