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Leonid Brézhnev

 

Acerca del proyecto de Constitución (Ley Fundamental) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de los resultados del debate de todo el pueblo

 

 


Pronunciado: El 4 de octubre de 1977, en la Séptima Sesión, extraordinaria, del Soviet Supremo de la URSS, novena legislatura.
Fuente para la presente edición: Leonid I. Brezhnev, "Acerca del proyecto de Constitución (Ley Fundamental) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de los resultados del debate de todo el pueblo", en Anuario URSS '78, Agencia de Prensa Novosti, Moscú, 1978, págs. 22-28.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2014.


 

 

 

 

La presente sesión del Soviet Supremo ha de cumplir una misión histórica en todo el sentido de esta palabra: aprobar la nueva Constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Aprobamos la nueva Constitución en vísperas del sexagésimo aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre. No es una mera coincidencia cronológica de dos acontecimientos de extraordinario relieve en la vida de nuestro país. El nexo entre ellos es mucho más profundo. Podríamos decir que la nueva Constitución es la síntesis de todo lo realizado en sesenta años de desarrollo del Estado soviético. Es un esplendoroso testimonio de que las ideas proclamadas por la Revolución de Octubre y los legados de Lenin se encarnan felizmente en la realidad.

El proyecto de Constitución presentado al examen del Soviet Supremo es el fruto de largos años de intenso trabajo de un amplio equipo. La Comisión Constitucional que formó el Soviet Supremo de la URSS quedó integrada por expertos funcionarios del partido y del Estado, por representantes de la clase obrera, del campesinado koljosiano y de la intelectualidad del pueblo, representantes de las numerosas naciones de nuestro país. A la elaboración del proyecto fueron incorporados eminentes científicos, especialistas y funcionarios de los organismos del Estado y de las organizaciones sociales. El proyecto se discutió dos veces en plenos del Comité Central del PCUS.

Creo que podemos considerar con razón que las importantes tareas que nos planteaban la preparación, el debate y la aprobación de la Constitución han sido resueltas de la manera más concienzuda y con la observancia más consecuente de todos los principios de la democracia socialista.

El debate de todo el pueblo en torno al proyecto de Constitución ha sido la comprobación decisiva de la calidad de todo el trabajo preparatorio. Este debate ha durado casi cuatro meses y ha revestido un carácter auténticamente popular. En él participaron más de ciento cuarenta millones de personas, o sea, más de cuatro quintas partes de la población adulta de nuestro país. En la URSS no se había conocido hasta ahora una actividad del pueblo de semejante magnitud.

A la discusión del proyecto se dedicaron aproximadamente millón y medio de asambleas de trabajadores en empresas y koljoses, unidades militares y lugares de residencia. Fue examinado en plenos, reuniones de activistas y asambleas en los sindicatos, en el Komsomol, en las cooperativas y en las asociaciones de creación artística. En su examen ha participado todo nuestro partido. Se celebraron más de cuatrocientas cincuenta mil asambleas del partido a puerta abierta, en las que hicieron uso de la palabra más de tres millones de personas. El proyecto fue sometido a la consideración de todos los Soviets, desde los rurales hasta los Soviets Supremos de las repúblicas federadas, es decir, lo examinaron más de dos millones de diputados, representantes de todo nuestro pueblo. En cada uno de estos foros fue aprobado el proyecto de Constitución.

Citaré, en fin, que las cartas de nuestros ciudadanos afluyeron en raudal interminable.

Recordemos que poco después de la victoria de la Revolución de Octubre, Lenin señaló que el régimen de explotación nos legaba una gran desconfianza de las masas hacia todo lo estatal. "Vencerla —dijo Vladímir Ilich— es una ardua tarea, únicamente al alcance del Poder soviético, pero que también requiere de éste largo tiempo y gran perseverancia". El Poder soviético ha cumplido esta tarea. La prueba más brillante es la inmensa actividad desplegada por los trabajadores en el debate del proyecto de la nueva Constitución. Podemos declarar con seguridad y orgullo: todo el pueblo soviético ha sido precisamente el verdadero artífice de la Ley Fundamental de su Estado.

La Comisión Constitucional int orín a que el debate del pueblo ha permitido mejorar sensiblemente el proyecto de Constitución e introducir en el diversas adiciones, especificaciones y enmiendas provechosas.

En total, fueron presentadas unas cuatrocientas mil propuestas de enmienda a diferentes artículos, orientadas a precisar, mejorar y complementar las formulaciones del proyecto. Después de un atento estudio de estas enmiendas —muchas de las cuales, naturalmente, se repiten—, la Comisión Constitucional recomienda introducir modificaciones en 110 artículos del proyecto y añadir uno más.

En conjunto, la Comisión Constitucional recomienda al Soviet Supremo que acepte, además de las enmiendas que se refieren exclusivamente a la redacción, unas ciento cincuenta enmiendas y especificaciones al texto de la Constitución. En realidad, de esta manera, serán tomadas en cuenta opiniones análogas expresadas por un número mucho mayor de ciudadanos. Basta decir que sólo sobre una enmienda al artículo que prescribe el deber de trabajar de los ciudadanos hay decenas de millares de propuestas coincidentes en lo esencial.

Permitidme hablar también de las propuestas que la Comisión Constitucional ha considerado fundamentalmente desacertadas.

Algunas propuestas se adelantan evidentemente, olvidan que la nueva Constitución es la Ley Fundamental del Estado del socialismo desarrollado, y no del comunismo. En nuestro país rige el principio socialista: "De cada uno, según su capacidad; a cada uno, según su trabajo". No es posible, dado el nivel actual del desarrollo económico y del grado de conciencia de los hombres, saltar a través de este principio. Por ello, no pueden ser aceptadas las propuestas, por ejemplo, de implantar salarios y pensiones iguales para todos o de fijar su cuantía exclusivamente en base a la antigüedad laboral, sin tener en cuenta la cualificacion de los trabajadores y la calidad de su trabajo.

Como es sabido, en la URSS se ha formado una nueva comunidad histórica: el pueblo soviético. Algunos camaradas, muy pocos en verdad, han hecho de esto deducciones erróneas. Proponen introducir en la Constitución el concepto de nación soviética única, suprimir las repúblicas federadas y autónomas o limitar grandemente la soberanía de las repúblicas federadas, privándolas del derecho a separarse de la URSS y de mantener relaciones con el exterior. En la misma dirección van las propuestas de suprimir el Soviet de las Nacionalidades y formar un Soviet Supremo de una sola cámara. Creo que es evidente el desacierto de tales propuestas. La unidad sociopolítica del pueblo soviético no significa en modo alguno la desaparición de las diferencias nacionales. Merced a la consecuente aplicación de la política nacional leninista, simultáneamente a la construcción del socialismo hemos resuelto con éxito, por primera vez en la historia, el problema nacional. La amistad de los pueblos soviéticos es indestructible. En el curso de la edificación comunista se opera continuamente el acercamiento entre ellos, el enriquecimiento mutuo de su vida espiritual. Mas emprenderíamos un camino peligroso si empezásemos a forzar artificialmente este proceso objetivo de acercamiento entre las naciones. Contra ello previno insistentemente Lenin, y de sus legados no nos apartaremos.

La Comisión Constitucional recibió también cartas en las que se propone transmitir las funciones del Estado directamente a los órganos del partido, investir de poder legislativo al Buró Político del CC del PCUS, etc. Estas propuestas son profundamente erróneas, pues crean confusión en la interpretación del papel del partido en nuestra sociedad y propenden a difuminar el significado y las funciones de los órganos del Poder soviético.

Nuestro partido, después de convertirse en partido gobernante, ya en el VIII Congreso, que todavía dirigió Lenin, declaró firmemente que sus resoluciones las llevaba a la práctica "a través de los órganos de los Soviets, en el marco de la Constitución Soviética", y que, dirigiendo la actividad de los Soviets, el partido no los sustituye, sino delimita las funciones de los órganos del partido y del Estado.

El debate sobre el proyecto de Constitución ha rebasado extensamente el marco del análisis de su propio texto, para convertirse en un diálogo sincero, que ha abarcado verdaderamente a todo el pueblo, sobre las cuestiones más importantes de nuestra vida que preocupan a los soviéticos. Las colectividades de trabajadores y los ciudadanos han hecho observaciones críticas justas, y con frecuencia acerbas, respecto a diversos aspectos del funcionamiento de los órganos estatales y las organizaciones sociales, proponiendo medidas par? mejorar su funcionamiento y subsí nar las deficiencias existentes.

El proyecto de nuestra nueva Cons titución y el debate de todo el pue blo han imantado durante lar, tiempo la atención del mundo entere Cabe incluso decir que la discusión no sólo la ha realizado el pueble soviético, sino que ha sido internacional. En eso vemos un testimonio más del inmenso papel que juega el socialismo en el mundo contemporáneo.

La prensa de los países socialistas ha dedicado extraordinaria atención al proyecto de Constitución. Lo ha calificado de documento que proclama ante el mundo "la verdad sobre el socialismo y el futuro de la humanidad", y "Manifiesto de la época de la construcción del comunismo".

El proyecto de la nueva Constitución soviética ha sido contemplado con vivo interés en los jóvenes Estados recién descolonizados, que trazan ahora el camino a seguir...

La prensa de muchas naciones de África, Asia y América Latina ha comentado vivamente el proyecto. A este propósito, decía, entre otras cosas, que las realizaciones del País de los Soviets reflejadas en él sirven de ejemplo estimulador para todos los pueblos que emprenden el rumbo del socialismo.

Los trabajadores del mundo capitalista y, ante todo, su vanguardia, los partidos comunistas y obreros, han acogido con excepcional atención el proyecto de la nueva Constitución de la URSS. La prensa de los partidos comunistas dio a conocer detalladamente a sus lectores el contenido del proyecto, lo analizó a fondo y emitid un alto juicio de su significación. Al proyecto de Constitución de la URSS han dedicado atención asimismo la prensa burguesa y otros medios de información en el mundo capitalista. Algunos de ellos glosaron más o menos objetivamente su contenido.

Diversos periódicos occidentales señalaron que la nueva Ley Fundamental de la URSS marca el desarrollo ulterior de la democracia en la Unión Soviética, la ampliación de los derechos de los ciudadanos y de las organizaciones sociales y la elevación de su influjo en la política de todo el Estado. El periódico "Baltimore Sun" norteamericano constató hondamente que el proyecto prevé para los ciudadanos soviéticos "derechos más completos que cualquiera de las Constituciones occidentales: el derecho al trabajo, al descanso, a eleígir profesión, a la asistencia social, a la vivienda, a la instrucción y a la asistencia médica gratuitas". Dirigentes estatales y políticos y la prensa de los países capitalistas reconocen la importancia de que en el capítulo de la Constitución sobre la política exterior, la Unión Soviética haya refrendado en términos de Derecho de Estado su adhesión a la causa de la paz y la cooperación entre los pueblos. El "Financial Times" inglés ha calificado de "documento histórico" el proyecto de Constitución. El "Süddeutsche Zeitung" oestealemán constató que el proyecto tiene una "grandiosa significación".

Sin embargo, a los organizadores de la propaganda imperialista les alarmó claramente que el debate sobre nuestra Constitución adquiriese amplitud internacional. Ya el 13 de junio el "General-Anzeiger" oestealemán exteriorizaba su descontento porque "Occidente se ocupa ahora demasiado del proyecto de la nueva institución soviética". Se ha repetido lo que vimos millares de veces en los años de existencia del Estado soviético: expresivo cuadro de los métodos de la propaganda imperialista. ¡Qué puede significar para ella nuestro gran país, de heroica historia, de espléndida y multifacética cultura, que ha alcanzado uno de los niveles de instrucción más altos del mundo y una intensa y amistosa vida creadora de numerosas naciones y nacionalidades! Todo eso les interesa muy poco a los especialistas de la "guerra sicológica". Su único objetivo radica en impedir que ascienda el influjo del socialismo en las mentes de los hombres y sembrar como quiera que sea el recelo y la animadversión hacia él. De ahí los estereotipados infundios, las desvergonzadas falsificaciones y las puras mentiras sobre la Unión Soviética, destinadas a los auditorios apenas informados y crédulos lectores, oyentes y espectadores. De ahí también la tendencia no tanto a informar de la nueva Constitución soviética, como a desfigurar su contenido, empequeñecer su importancia y, en lo posible, silenciar simplemente sus preceptos esenciales.

Han sido singularmente rabiosos los ataques a los preceptos que estipulan los derechos, las libertades y los deberes de los ciudadanos soviéticos.

Esto, por supuesto, tiene su lógica: precisamente el tema de la "solicitud" por los derechos humanos fue elegido en el último tiempo por conspicuos exponentes del mundo capitalista como orientación principal de su campaña ideológica contra los países socialistas. Empero, los críticos de la Constitución soviética se ven en una situación nada envidiable. No tienen más remedio que admitir que en nuestro proyecto de Constitución han sido proclamados más ampliamente y con mayor claridad y plenitud que en ninguna parte y en ningún otro tiempo los derechos y libertades socio-económicos y políticos de los ciudadanos, y las garantías concretas para su realización.

Verdaderamente, ¿qué pueden oponer los apologistas del régimen capitalista a estas realizaciones efectivas del socialismo desarrollado? ¿Cuáles son los derechos y las libertades reales que la sociedad imperialista contemporánea asegura a las amplias masas trabajadoras?

¿El "derecho" de decenas de millones de seres humanos a la desocupación? ¿El "derecho" de los enfermos a carecer de asistencia médica, que cuesta un dineral? ¿El "derecho" de las minorías nacionales a una humillante discriminación en el trabajo y en la instrucción, en la existencia cotidiana y en la vida política? ¿O, quizá, el "derecho" a vivir con eterno temor a la omnipotencia del mundo del crimen organizado, viendo cómo la prensa, el cine, la televisión y la radio hacen todo cuanto pueden para educar a la joven generación en el espíritu del egoísmo, de la crueldad y de la violencia?

Los propagandistas e ideólogos del capitalismo no pueden negar que el socialismo suprimió hace mucho estas lacras sociales. Por eso han recurrido a otra maniobra. Han concentrado el fuego sobre los preceptos del proyecto de nuestra Constitución en los que se dice que el ejercicio de los derechos y las libertades por los ciudadanos no debe ir en menoscabo de los intereses de la sociedad y del Estado, de los derechos de los demás ciudadanos, y de que el ejercicio de los derechos y el disfrute de las libertades es inseparable del cumplimiento de los deberes ciudadanos.

Según el proyecto de Constitución de la URSS, los derechos de los ciudadanos no deben ser utilizados contra la sociedad y el Estado socialistas, "lo cual significa —como declara, por ejemplo, el periódico austríaco "Salzburger Volksblatt"— que los ciudadanos soviéticos no gozan de .ningún derecho". ¡Vean con lo que se sale!

Por su parte, al "Corriere della Sera" italiano no le hace gracia que el proyecto declare el deber de los ciudadanos soviéticos de cumplir la Constitución de la URSS, las leyes soviéticas y las normas de la convivencia socialista. "Todas estas restricciones —expresa el órgano de los monopolios italianos— anulan de hecho el ejercicio de los derechos civiles, al menos en el sentido en que se comprenden entre nosotros. . ." ¡Resulta que el ejercicio de los derechos civiles en la URSS debe consistir en infringir las leyes!

En general, desde el punto de vista de nuestros enemigos de clase, a los ciudadanos de la URSS se les debía conceder, por lo visto, un solo "derecho": el de luchar, para gozo del imperialismo, contra el Estado soviético, contra el régimen socialista. Pero nos vemos obligados a desilusionar a estos "críticos" de nuestra Constitución: ¡el pueblo soviético jamás aceptará cumplir sus deseos!

Nuestros "críticos" fingen ignorar que los preceptos que motivan su descontento están en plena consonancia con los documentos internacionales más importantes. Recordémoslos: en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la ONU, se dice claramente que "toda persona tiene deberes respecto a la sociedad puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad", y que el ejercicio de los derechos y el disfrute de las libertades por toda persona exige "el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás y satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática".

Este es un principio umversalmente reconocido de la vida socialdemocrática. Ninguna otra, señores críticos, contienen los preceptos de la nueva Constitución de la URSS que provocan su hipócrita indignación.

A la mayoría de los comentaristas burgueses tampoco les gustan nada las normas del proyecto que definen la función del PCUS en la sociedad soviética. Gritan a voz en cuello que eso es "proclamar la dictadura del Partido Comunista", "la primacía del partido sobre el Estado", "un peligroso entrelazamiento de los órganos del partido y del Estado", "la destrucción de las diferencias entre el partido y el Estado".

¿Qué cabe decir a esto? Es fácil de comprender lo que motiva estos ataques. El Partido Comunista es la vanguardia del pueblo soviético, su parte más consciente y avanzada, inseparable del pueblo en conjunto. Para el partido no hay más intereses que los del pueblo. Intentar contraponer partido y pueblo y divagar sobre "la dictadura del partido" equivale, diríamos, a contraponer el corazón al resto del organismo humano.

Ya he recordado que el Partido Comunista actúa en el marco de la Constitución de la URSS. Mas esto les tiene sin cuidado a los críticos burgueses. Quisieran disminuir el papel del partido en la sociedad soviética, del mismo modo que ansian, en general, debilitar a nuestro país, a nuestro régimen socialista, y apagar nuestros ideales comunistas. Por fortuna, esto es superior a sus fuerzas. A medida que los soviéticos vayan abordando tareas cada vez más complejas y responsables en la construccóin del comunismo, irá elevándose la función del Partido Comunista. Y esto no conduce a la restricción de la democracia socialista, sino a su desarrollo más y más profundo, en plena consonancia con el Programa de nuestro partido.

Veamos otro aspecto. Algunos de los críticos occidentales de nuestra nueva Constitución tratan de atacarla, digámoslo así, "desde la izquierda" y se lanzan a especulaciones teóricas según las cuales los autores del proyecto no se atienen con suficiente consecuencia a la doctrina marxista sobre la extinción del Estado en el comunismo. "II Messaggero" italiano se lamenta de que la Constitución soviética "ha desechado sin reservas el principio comunista de la "extinción del Estado", cuya función deberían asumirla las organizaciones sociales". "El Estado soviético no puede ni desea extinguirse", se queja "The New York Times". "No hay síntoma alguno de extinción del Estado", repite "The Times" londinense.

Es conmovedor, naturalmente, este desvelo de los ideólogos del capitalismo por que nuestro Estado socialista se desarrolle de conformidad con la doctrina marxista-leninista. Mas, a decir verdad, se inquietan en vano. El desarrollo se produce precisamente en la dirección que previeron los clásicos del marxismo y que nuestro partido fijó en sus documentos fundamentales.

Nuestros críticos del campo burgués (y junto con ellos, hablando francamente, alguno que otro camarada en las filas del movimiento obrero internacional) no ven o no quieren ver lo principal: la dialéctica de nuestro desarrollo estatal y social. Esta dialéctica consiste en que a la vez que se desarrolla y perfecciona el Estado socialista, millones de ciudadanos participan cada vez más activamente en la labor de los órganos del poder, del control popular, en la dirección de la producción y la distribución, en la política social y cultural y en la administración de justicia. En una palabra, al mismo tiempo que se desarrolla la democracia socialista tiene lugar la transformación de nuestro Estado en sistema de autogestión social comunista. Por supuesto, este proceso es prolongado, pero avanza inmutablemente. Estamos seguros de que la nueva Constitución de la Unión Soviética hará un buen aporte a la consecución de este importante objetivo de la construcción comunista.

A la nueva Constitución se la denomina justamente la ley de la vida de la sociedad socialista desarrollada. Tal es cabalmente la sociedad creada en la Unión Soviética. Tal es cabalmente una sociedad socialista desarrollada, madura, la que se está erigiendo en otros países de la comunidad socialista.

Algunas cifras significativas dan idea de la distancia que separa a la etapa actual de desarrollo del socialismo en nuestro país de su fase inicial.

Para alcanzar el volumen global del producto social obtenido en todo el año 1936, ahora, en las condiciones de 1977, se necesita menos de un mes. En el tiempo transcurrido desde entonces el monto de inversiones por trabajador en las ramas de la producción material aumentó en 14 veces; la dotación energética del trabajo en la industria, casi en 8 veces, y en la agricultura, en más de 15 veces.

Han cambiado radicalmente no sólo la técnica, sino también los hombres que la emplean. Ahora, el 73,2% de los obreros posee instrucción superior o media (completa o incompleta), pero hace cuarenta años, no llegaban al 8%. Durante este período el número de técnicos con instrucción superior o media especializada ha aumentado en la industria en 34 veces, y en la agricultura, en 47 veces.

El nivel de vida de los soviéticos es completamente distinto. He aquí sólo dos ejemplos. En 1936 fueron entregados en nuestro país 14,9 millones de metros cuadrados de superficie total de casas de vivienda, y en 1977 entrarán en explotación más de 110 millones. En 1936 los pagos y subsidios per capita de los fondos sociales de consumo sumaron 21 rublos, y este año suman 382 rublos.

El resultado de estos procesos nos da derecho a decir que en la URSS hoy está construido el socialismo desarrollado, fase de madurez de la nueva sociedad en la que se da cima a la reestructuración de todo el conjunto de relaciones sociales basadas en los principios colectivistas inherentes al socialismo. De ahí, el ancho campo para la acción de las leyes del socialismo, para que se revelen sus ventajas en todas las esferas de la vida social. De ahí, la integridad orgánica y el dinamismo del sistema social, su estabilidad política y su indestructible unidad interna. De ahí, el creciente acercamiento de todas las clases y grupos sociales, de todas las naciones y nacionalidades, y la formación en nuestro país de una nueva comunidad histórica, social e internacional: el pueblo soviético. De ahí, también, la creación de una cultura nueva, socialista, y el arraigo del modo de vida nuevo, socialista.

Está claro que sólo puede llamarse desarrollada a la sociedad socialista que cuenta con una potente y avanzada industria, con una gran agricultura altamente tecnificada, lo que permite en la práctica hacer que el objetivo principal y directo del desarrollo social sea satisfacer cada vez más plenamente las múltiples necesidades de los ciudadanos. En las condiciones de nuestro país la tarea de formar esta base material y técnica, indispensable para el socialismo maduro, hubo que cumplirla después de que ya se habían creado las bases del nuevo régimen. Por lo visto, esto mismo habrán de hacer otros países que han entrado en la vía del socialismo con una economía débil o medianamente desarrollada.

En los países donde en el momento de la victoria de la revolución socialista existan ya fuerzas productivas altamente desarrolladas, la situación será distinta. Mas también allí habrá que cumplir las complejas tareas de la construcción del socialismo maduro, tales como la de dominar la difícil ciencia de organización de toda la vida social sobre principios socialistas, incluida la ciencia de planificación y dirección de la economía, así como la de inculcar la conciencia socialista en los ciudadanos.

En una palabra, cualesquiera que sean las condiciones específicas de los países que construyen el socialismo, la etapa de su perfeccionamiento sobre una base propia, la etapa de la sociedad socialista madura, desarrollada, aparece como un eslabón necesario de las transformaciones sociales, como un período relativamente prolongado del avance por la vía del capitalismo al comunismo. Siendo de notar que el conocimiento y la utilización de todas las posibilidades del socialismo desarrollado significa, a la vez, el paso a la construcción del comunismo. El futuro no se halla tras los límites del presente. El futuro está contenido en el presente. Y al cumplir las tareas del día de hoy, el día socialista, paulatinamente entramos en el día de mañana, el día comunista.

Una de las consecuencias del pleno triunfo de las relaciones sociales socialistas es, como muestra nuestra experiencia, la transformación gradual del Estado de la dictadura del proletariado en Estado de todo el pueblo. La Unión Soviética de hoy es una etapa lógica del desarrollo del Estado que nació de la Revolución de Octubre, la etapa propia del socialismo maduro. Por consiguiente, las tareas de los órganos del Estado y su estructura, funciones y modo de actividad deben corresponder a la fase alcanzada en el desarrollo de la sociedad.

Esta correspondencia es la que asegura precisamente la nueva Constitución de la URSS. Al aprobarla, podemos decir con todo fundamento: se ha hecho otra obra importante más, que aproxima el país al logro de los grandes objetivos de nuestro partido y de todo el pueblo.

Hace justamente 20 años, en este día, el 4 de octubre, la humanidad dio su primer paso en el Cosmos. Esto lo anunció el satélite artificial de la Tierra creado por la inteligencia y las manos de hombres soviéticos. Todo el mundo vio de lo que era capaz la "alianza de los representantes de la ciencia, del proletariado y de la técnica", anhelada por Lenin en la aurora del Poder soviético. Esta alianza ha tenido encarnación en la práctica de la construcción socialista de nuestro país, se ha convertido en la fuente más importante de las notables realizaciones del socialismo desarrollado.