Indice del Archivo

 

Jorge del Prado

 

Mariátegui — Marxista-Leninista

 

 


Redactado: Por Jorge del Prado en abril de 1943.
Fuente para la presente edición: Jorge del Prado, "Mariátegui — Marxista-Leninista", en Dialéctica — Revista Continental de Teoría y Estudios Marxistas, núm. 8, año II, vol. III, julio-agosto 1943 (La Habana, Cuba), págs. 38-56.
Esta edición: Marxists Internet Archive, setiembre de 2014.  Digitalizado por Juan R. Fajardo.


 

 

 

 

PRIMER DIVULGADOR Y APLICADOR DEL MARXISMO EN EL PERU

En alguna ocasión escribí que "cuando se habla de la figura epónima de José Carlos Mariátegui, no se hace una inconsistente frase literaria, sino que, por el contrario, se expresa —aunque en términos generales— la trascendencia monumental de su vida y de su obra".

La vida y la obra de Mariátegui marcan, en efecto, el comienzo de toda una época —una de las mas interesantes— en la historia social y política del Perú, la que trasciende a otros países del Continente, pasando a ocupar en el mundo un lugar destacado entre los conformadores del pensamiento y de la acción revolucionaria de nuestro tiempo.

Ya se ha dicho que la obra de Mariátegui no tiene precedentes en el Perú, porque, antes de él, ningún político o pensador había enfocado nuestra realidad desde el punto de vista marxista. Es decir: aplicando el análisis de la estructura económica y de la súper-estructura política, cultural, artística, etc., de nuestra sociedad, el instrumento científico del materialismo dialectico creado por Marx y Engels. En diferentes estudios se ha señalado como Mariátegui fue, realmente, el primer divulgador del marxismo, el fundador de esa escuela en nuestro medio. Se ha recordado con cierta frecuencia que en 1923, cuando el joven proletariado peruano conservaba aun muy viva la ideología anarco-sindicalista y la influencia reformista o anarquista de la pequeña burguesía estudiantil y artesanal —inculcada a través de las Universidades Populares "González Prada"— Mariátegui volvió de Europa trayendo la luz del marxismo, tanto al análisis de los acontecimientos mundiales como a la orientación que debería imprimir a su lucha la clase obrera de nuestro país. En sus cuatro conferencias en las UU. PP.", que causaron una gran sensación y que dejaron una huella mas imborrable que todas las lecciones académicas y los discursos, más o menos, demagógicos de los otros "profesores" Mariátegui demostró, marxistamente y a la manera leninista, la estrecha vinculación que existe entre los acontecimientos europeos y la situación política del Perú y de codos los países del mundo. Refiriéndose a la crisis de post-guerra decía: "En esta gran crisis contemporánea el proletariado no es un espectador: es un actor. Se va a resolver en ella la suerte del proletariado mundial". "El proletariado necesita, ahora como nunca, saber lo que pasa en el mundo." "En la crisis europea se están jugando los destinos de todos los trabajadores del mundo. El desarrollo de la crisis debe interesar, pues, por igual, a los trabajadores del Perú que a los trabajadores del extremo oriente" (J. C. M. "La Crisis Mundial y el Proletariado Peruano". "Amauta" N9 30. Abril-Mayo de 1930). Como sucede con toda apreciación realmente marxista, esta previsión de Mariátegui ha tenido una confirmación exacta. Hoy vemos que el Nazi-fascismo, surgido de entre los escombros de la crisis post-bélica y de la derrota sufrida por el proletariado en Italia, Alemania y la mayor parte de los países europeos, amenaza el porvenir de todos los trabajadores y hombres libres del mundo. Vemos también como el Estado Socialista Soviético, surgido del triunfo del proletariado ruso y de la transformación de la crisis en una revolución obrera y campesina victoriosa bajo la dirección del Partido Bolchevique, juega actualmente un rol decisivo en la defensa y salvaguarda de la soberanía nacional de todos los países del mundo, de las libertades humanas y del porvenir venturoso del proletariado y de todos los pueblos libres.

Deduciendo de estos conceptos el camino a seguir contra las corrientes anarquistas y anarco-sindicalistas, Mariátegui señalaba: "Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindicalistas y socialistasclasificación anacrónicasino en colaboracionistas y anti-colaboracionistas, en reformistas y marxistas".

Mas, esta su tarea de divulgador del marxismo, no fue circunscrita a la labor esporádica de charlas y conferencias, sino que la realizó también a través de la prensa. Primero, colaborando en Mundial y Variedades y luego fundando Amauta y Labor. Algunos han intentado explicar la colaboración de Mariátegui en Mundial y Variedades (revistas de innegable filiación leguiísta), como determinada únicamente por sus apremios económicos. Pero en esto, tampoco Mariátegui necesita disculpas. Con una flexibilidad ejemplar —realmente leninista—, nos enseño que había que utilizar cualquier resquicio y hasta la más mínima posibilidad, para divulgar nuestra ideología y nuestra línea política. El mismo lo explica: "En el Perú —dice— falta, por desgracia, una prensa docente que siga con atención, con inteligencia y con filiación ideológica, el desarrollo de esta eran crisis". Y, refiriéndose a la necesidad imperiosa de que nuestro pueblo sepa lo que sucede en todo el mundo, decía: "Y no puede saberlo a través de las informaciones fragmentarias, episódicas en la mayoría de los casos, y proveniente siempre de agendas reaccionarias, encargadas de des-acreditar a los partidos, a las organizaciones y a los hombres de la revolución y desalentar y desorientar al proletariado mundial". (Conferencia citada). Empeñándose desde un principio en la tarea de contrarrestar esta labor nociva de la prensa reaccionaria, publico en Variedades sus solicitados artículos sobre "Figuras y aspectos de la vida mundial", que en 1935 fueron recopilados en el libro intitulado La escena contemporánea, artículos que, no obstante la poca importancia que les diera el mismo Mariátegui, contribuyeron decisivamente a la educación política, no solo de la clase obrera y de los sectores populares, sino también de los elementos más cultos de nuestra sociedad, pues como dice Jorge Basadre, "ellos hicieron que mucha gente encontrara sentido y sabor a los sucesos del mundo", que hasta entonces habían sido anoticiados entre nosotros por "cronistas adocenados e inertemente conservadores".

Esta labor periodística llega a su culminación en Amauta y en el periódico obrero Labor que, como se ha repetido con frecuencia, jugaron un rol decisivo en la conformación de la conciencia de clase de nuestro proletariado. En estos órganos, así como en algunas de sus colaboraciones en Mundial, inicia la publicación de sus estudios marxistas sobre algunos aspectos de nuestra realidad, los que luego forman su famoso libro 7 ensayos de la interpretación de la realidad peruana, obra que ya no es como las anteriores: de mera divulgación e interpretación de los acontecimientos mundiales, sino —y esto es lo más importante— de aplicación del marxismo a nuestra realidad. (Reservándose el estudio correspondiente a nuestra historia política para un nuevo libro que fue escrito en su mayor parte y cuyos originales, inéditos, fueron extraviados en manos de un amigo de Mariátegui, a quien este se los confiara para su publicación en Europa.) "por su contenido, y aparte de sus grandes meritos literarios, estos 7 ensayos que, al iniciar su publicación en forma de artículos sueltos, Mariátegui denominara con toda justeza: Peruanicemos el Perú— constituyen realmente EL VERDADERO DESCUBRIMIENTO del Perú, pues solo a través de ellos, y desde que ellos aparecieron se comenzó a conocer con toda su profundidad, tanto en el extranjero como en nuestro propio país, la situación económica, jurídica y social de nuestras masas indígenas y campesinas, de sus necesidades más torturantes; del estado económico y del desarrollo cultural de nuestro pueblo, etc., etc.

A este libro se agregó otro de divulgación y polémica, titulado: La defensa del marxismo, en el que rebate las concepciones reformistas y revisionistas de Henry de Man y de otros dirigentes de la II Internacional.

 

EL DESCONOCIMIENTO DE LA OBRA POLITICA DE MARIÁTEGUI

Basándose en el solo conocimiento de estos trabajos, casi todos los que han estudiado a Mariátegui y su obra, desde los hombres del campo ene-migo (como Víctor Andrés Belaunde) hasta los camaradas que han exaltado su obra (como el cubano Juan Marinello, el camarada Arroyo Posadas y otros) siempre han recordado que Jose Carlos fue un hombre "con una filiación y una fe", y han reconocido unánimemente que fue lo que el siempre proclamara con orgullo: "un marxista convicto y confeso". Algunos de estos estudiosos —especialmente los comunistas y sus simpatizantes— han demostrado la afirmación de la fe de Mariátegui no solo con lo que dijera y escribiera, sino también con algunos hechos muy importantes de su labor orientadora y organizativa entre la clase obrera del Perú. Por ellos se ha llegado a conocer, con cierta amplitud, tanto el contenido de sus cuatro conferencias en la "UU. PP.", como su famoso Mensaje al II Congreso de la Federación Obrera Local de Lima, realizada en 1927, mensaje que lo destaca como el mejor ideólogo que ha tenido hasta ahora nuestro movimiento sindical, ya que su contenido sigue teniendo una sorprendente actualidad.

Nadie ha pretendido, pues, negar la filiación de José Carlos Mariátegui, ni tampoco su rol indiscutido de fundador del marxismo en el Perú. Pero, a excepción de la interesante tesis presentada por nuestro camarada Alfredo Mathews para graduarse de Bachiller en Letras, la mayoría de estos escritores se refieren fundamentalmente a su obra escrita, a su labor en el mero campo de la teoría, y los pocos que tocan su trabajo practice lo han hecho circunscribiéndose a lo que hizo en el campo sindical, que en nuestro concepto y a pesar de la gran importancia que tiene, es solamente un aspecto de su formidable trabajo organizativo.

Algo mas grave aun: entre algunos de los que han escrito o hablado de la personalidad de José Carlos, y especialmente entre los renegados del Partido, ha existido la premeditada intención de presentárnoslo como un simple "teorizante". Con el objeto de satisfacer su propia vanidad de aventureros enfatuados y arribistas, la mayoría de ellos y, en particular, el renegado Ravines, han pretendido arrebatarle ante la historia su verdadero rol, para presentárnoslo como una especie de Plejanov, "introductor y popularizador del marxismo solamente en el campo filosófico y teórico", pero a quien "hacía falta un nuevo Lenin que completara, superara y aplicara esa teoría al trabajo practico". No es de extrañar, por eso, camaradas, que sobre la base del insuficiente conocimiento de su obra escrita y de la falsa información sobre su militancia política, recogida, segura-mente, a través de Ravines cuando este renegado estuvo en la U.R.S.S., el escritor soviético, Miroshevsky, en un interesante estudio que tiene el merito indudable de estudiar la historia social de nuestro país, cogiendo fragmentariamente (como el mismo lo advierte) algunos aspectos de la obra escrita por Mariátegui, señala en ellos una tendencia populista.

 

MARIÁTEGUI, MARXISTA-LENINISTA-STALINISTA

¿Fue en realidad Mariátegui un populista? ¿Fue un simple divulgador que jugó en el Perú un papel semejante al de los "marxistas legales" en Rusia pre-revolucionaria? ¿Fue un simple teorizante que desempeño entre nosotros un rol similar al de Plejanov?

No. Los que actuamos a su lado en los últimos años de su vida, los que, identificados plenamente con su filiación y su fe, conocimos no solamente todo su enorme y trascendental trabajo práctico y organizativo, sino también la parte más valiosa de su obra escrita —consistente, en nuestro concepto, en sus cartas políticas, a través de las cuales guio al proletariado peruano, complete su formación clasista y sentó las bases definitivas para la organización y el desarrollo de su vanguardia política— sabemos que la función de Mariátegui en nuestro país se asemeja más a la de Lenin' y Stalin, aunque —como es natural— debido a su incompleta culturización marxista, al insuficiente desarrollo de nuestra clase y al retraso político en que vivíamos, sin adquirir los contornos, únicos y universales, de estos dos genios de la Revolución Proletaria, de la Construcción y Defensa del Socialismo y de la Unidad Mundial para la victoria sobre el fascismo. De ellos no sólo asimila José Carlos la aplicación del marxismo en esta época y en nuestro país, sino también sus formas y métodos de acción y, que es más admirable, sus principios sobre estrategia y táctica, que le permiten ser el primero en precisar con nitidez el carácter de nuestra Revolución, sus tareas inmediatas, sus fuerzas motrices, sus aliados y sus reservas. En cuanto a la aplicación del marxismo a nuestra época, a la época en que vivió José Carlos, es sorprendente comprobar la similitud de la definición del leninismo que da Mariátegui al formular los principios de nuestro Partido en 1928, con la que da Stalin en sus Cuestiones Fundamentales del Leninismo, en 1925, los que no obstante haberse publicado con cuatro años de anterioridad, Mariátegui seguramente no pudo conocer, pues hasta 1931 no llegaron traducciones de esta obra al castellano o a cualquiera de los idiomas que el conocía. Mientras Stalin dice: “El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la Revolución Proletaria", Mariátegui dice: "El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. (Revista Frente N9 3.)

 

SU FE EN LAS MASAS

En cuanto a los métodos y formas de trabajo es del mismo modo sorprendente comprobar en Mariátegui la exacta aplicación del leninismo-stalinismo. Así como Lenin y Stalin fueron en Rusia los primeros en fundir el marxismo con el movimiento obrero, con la lucha diaria por las reivindicaciones más sentidas del proletariado y de las masas oprimidas; los primeros en desterrar la teorización fría y abstracta y los discursos demagógicos e idealistas, para reemplazarlos por una fusión estrecha entre la teoría y la práctica, entre la teoría y la acción revolucionaria, así también Mariátegui fue en el Peru el primero en dejar de hacer meras declamaciones metafísicas y sentimentales sobre la situación de la clase obrera, el primero en preocuparse seriamente por las reivindicaciones indígenas y campesinas, el primero en reemplazar la labor de "maestros de escuela" y de nodrizas que se empeñan en jugar, frente al proletariado, algunos estudiantes e intelectualitos, por la acción combativa y organizadora, por la lucha activa y constante en pro de sus necesidades inmediatas y finales. Como en la obra de Lenin, las soluciones teóricas que da Mariátegui a los problemas característicos de nuestra realidad social, tienen siempre un mar-cado sentido práctico Ya nos hemos referido a la importancia primordial que dio siempre a la educación política y a la organización de nuestra clase obrera. Luego nos extenderemos en esta materia. Pero, refiriéndonos a lo anterior, veamos, por ejemplo, como abordaba el problema indígena, al que José Carlos consideraba, justamente, uno de nuestros problemas característicos: "la cuestión indígena —dice— arranca de nuestra economía,

tiene sus raíces en el régimen de la propiedad de la tierra". "El nuevo planteamiento consiste en buscar el problema indígena en el problema de la tierra" (J. C. M., "7 Ensayos", pág. 29. Ed. Minerva.) Esto no quiere decir que Mariátegui desconociera o negara el aspecto de la opresión nacional que contiene el problema del indio (como mas tarde se empeño en demostrarlo al renegado Ravines), sino que, como buen marxista, senalaba en primer término la raíz económico-social, ya que el trataba de dar a este problema una solución marxista-leninista y no servirse de el para hacer inacabables elucubraciones mentales sin trascendencia practica. Una prueba de que Mariátegui justipreciaba el aspecto nacional del problema indigena, esta en su esquema de tesis que presento al Congreso constitutivo de la Confederación Sindical Latino-Americana, en el que afirmaba: "El problema no es racial, sino social j económico; pero la raza (el concepto de raza equivale en este caso al de nacionalidad) tiene su rol en él y en los medios de afrontarlo". (J. C. M., "El problema indígena". Bajo la bandera de la C.S.L.A. Resoluciones y documentos varios del Congreso constitutivo de la C.S.L.A., celebrado en Montevideo en mayo de 1929. Pág. 147.) Es evidente que esta formulación no tuvo la suficiente claridad. Pero fue justa en lo fundamental. Sin embargo, ye recuerdo como la amargura fue introducida en nuestro medio por el estilete venenoso con que Ravines intentaba sostener todo lo contrario y demoler los argumentos esgrimidos por Mariátegui. La divergencia ha continuado ahondándose hasta nuestros días. Los que entonces no tuvimos la suficiente capacidad teórica y decisión para encontrar la línea acertada, hoy constatamos con alegría que la tesis de Mariátegui ha sido finalmente reivindicada en lo que tiene de justa, mientras el renegado Ravines die uno de sus últimos saltos hacia el charco diluyendo una vez mas las soluciones concretas, para sostener en uno de sus artículos de Que Hubo que la cuestión indígena debe ser abordada desde diferentes aspectos a la vez, entre los cuales "los fundamentales son—en su opinión— los siguientes: el aspecto racial, el aspecto educacional, el aspecto económico. No se trata de colocar a uno como ejerciendo primacía sobre el otro, sino al contrario, todos a la vez, en la misma simultaneidad con que se presentan en la vida". . . ¿Qué hay de marxista-leninista en este planteamiento? Nada, absolutamente. Disfrazando jesuítica-mente su cobardía con esa aparente "honrada objetividad" que lo llevó en España a convertirse en un "cronista imparcial" de la guerra civil y en Chile hacer una descarada exaltación de los triunfos nazis, Ravines, vuelto conscientemente al cómodo refugio de la metafísica y colocando al marxismo muy lejos de su vista, no dice ahora por dónde empezar. Y es que, en realidad, el quisiera no haber empezado nunca.

 

ORIENTADOR Y ORGANIZADOR DE LA MASA INDIGENA

Pero las soluciones prácticas, realizables, dadas por Mariátegui al problema indígena y campesino, fueron refrendadas conjuntamente por los hechos. Muy ajeno a la teorización bizantina e inacabable, Mariátegui se dedico a la organización de la masa indígena y a la formación de sólidos cuadros de dirección entre los indios, así como lo hizo entre la clase obrera. Nada o casi nada se ha dicho o escrito al respecto. Pero si preguntamos a los antiguos dirigentes de la vieja Federación Indígena Regional Peruana (la más grande organización de esa índole que ha existido en el Perú) veremos que si Mariátegui no fue su fundador, fue por lo menos uno de sus principals orientadores y animadores. Su amistad estrecha con don Pedro Zulen, comprobada con las multiples citas que hace en sus Siete Ensayos, es una de las muchas pruebas de la actividad desarrollada por Mariátegui en ese frente. Y el más cercano y elocuente testimonio que tenemos al respecto son las cálidas y emocionadas palabras vertidas en Quechua por nuestro camarada Cheque durante el Primer Congreso Nacional de nuestro Partido, en las que dijo que el conoció a Mariátegui en 1924, que a él como a otros caudillos indios, fue Mariátegui quien abrió los ojos, quien revivió la esperanza y la seguridad de un porvenir Hbre, quien ilumino el camino de liberación por donde deberían seguir los indios peruanos al lado de los obreros y quien finalmente les infundió la inquebrantable decisión de no abandonar ese camino ni con la muerte. Cheque, educado políticamente por José Carlos, encaminado por el, desde entonces fue también un hombre con "una filiación y una fe", siempre leal a sus enseñanzas, trabajando cuotidiana-mente y sin desmayos por el advenimiento de una sociedad mejor en el Perú. Como conductor, como propagandista, como reclutador, como organizador, ¿qué otro mejor dirigente indígena hemos formado después de Mariátegui? Ninguno. Tenemos que confesarlo con la vergüenza de no poder sentirnos, en esto, buenos discípulos de Mariátegui. Y Choque, producto del "mariáteguismo", es ahora un dirigente de nuestro Partido, un miembro de nuestro Comité Central.

Mas, el trabajo teórico y práctico de Mariátegui no se limito al campesinado e indignado de la sierra. A su análisis del problema campesino de la Costa, de las condiciones de explotación semifeudal que pesan sobre los asalariados agrícolas y yanaconas de las grandes haciendas azucareras y algodoneras del litoral, análisis hecho en sus Siete Ensayos y profundizado en su tesis al Congreso de la C. S. L. A., se agrega su labor organizativa como gestor y orientador de la Federación de Yanaconas del Perú, la más grande y antigua organización de esta índole en nuestro medio.

He dicho "Mariáteguismo". Y es que uno de los rasgos característicos del trabajo de masas de Mariátegui fue la importancia decisiva que el dio a la conquista de las masas indígenas y campesinas, como aliados funda-mentales del proletariado de nuestros países. Tal fue la importancia que le dio que, hasta el momento de su muerte, venia esforzándose por preparar a algunos compañeros indios y campesinos (entre otros, Guzmán, obrero indio de la fábrica San Jacinto, y Teves, campesino) para enviarlos al extranjero a estudiar y captar experiencias para perfeccionarse como dirigentes de ese frente de nuestro trabajo. Después de su muerte y, precisamente renegando y mofándose del "Mariáteguismo", se sustituyo este trabajo de conquista y capacitación revolucionaria de los indios y campesinos, por la mas pedante y vacua teorización sobre si los indios tenían o no derecho a su autodeterminación, sobre cual seria "el camino de la Revolución en el Perú": si ella vendría de los Andes (como quien dice: "caída del cielo") o si, por el contrario, subiría hacia ellos de la Costa (como el vapor de agua que se transforma en nubes). Era el "ravinismo" trotskizante, charlatanero y pedante, fomentado por los Terreros, Navarro Madrid, etc., queriendo ahogar en palabras y frases vacías el marxismo-leninismo cultivado por Mariátegui entre nosotros.

 

ORGANIZADOR Y CONDUCTOR DEL PROLETARIADO PERUANO

Este rasgo característico del trabajo de Mariátegui ha dado lugar a que, basándose, como hemos visto, en informaciones incompletas y, en algunos casos, maliciosamente deformadoras de la verdad, se diga (hasta por estudiosos series y bien intencionados como Miroshevsky) que el creyó, como los populistas rusos, que la Revolución en el Perú sería casi exclusivamente campesina y que la fuerza principal de esta Revolución seria la masa indígena, aliada a otros sectores, ocupando el proletariado un lugar secundario. Pero esto es completamente falso. Teóricamente, dejemos que él mismo rebata esta falsa afirmación. En una de sus trabajos ha dicho: En nuestra América española, semifeudal aun, la burguesía no ha sabido ni querido cumplir las tareas de la liquidación de la feudalidad. Descendiente próxima de los colonizadores españoles, le ha sido imposible apropiarse de las reivindicaciones de las masas campesinas. Toca al socialismo esta empresa. La doctrina socialista es la única que puede dar un sentido moderno, constructivo, a la causa indígena que, situada en un verdadero terreno social y económico, y elevada al piano de una política creadora y realista, cuenta para la realización de esta empresa, con la ayuda y la disciplina de una clase que hoy hace su aparición en nuestro proceso histórico: EL PROLETARIADO. (Mayúsculas mías.)

^Cabe un reconocimiento y una enunciación más justa, más marxista-leninista-stalinista, sobre el rol dirigente que tiene que jugar el proletariado peruano, no solo en la emancipación de la masa indígena y campesina, sino también en el proceso integral de nuestra Revolución? Frente a esta formulación teórica no hay ninguna otra, de mayor peso, que pueda asemejar la concepción de Mariátegui a la del populismo ruso. Y, en cambio, camaradas, toda su labor propagandística, educacional y organizativa entre la clase obrera de nuestro país, demuestra su neta filiación marxista-leninista. La preocupación fundamental de su vida fue, no sólo la de dotar de teoría propia a nuestra clase, sino darle un máximo de organización y conducirla justamente por el camino de sus luchas.

Ya hemos mencionado su Mensaje al II Congreso de la F. O. L. de Lima. Mucho antes de esto y de su viaje a Europa (donde, como el dice: encuentra y perfecciona su filiación y su fe), aquel muchacho que comenzó su vida como obrero alcanza-rejones en una imprenta, convertido muy pronto en periodista, fue en la prensa el principal animador de las luchas históricas y memorables por las ocho horas de trabajo y de todas las jornadas populares del año 19. En una sintética autobiografía que escribió contestando a la solicitud de un amigo suyo, decía: "Hasta 1919 trabaje en el diarismo, primero en La Prensa, luego en La Razón. En este último diario patrocinamos la reforma universitaria. Desde 1918, nauseado de política criolla, me oriente resueltamente hacia el socialismo'". .. "A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc., explique la situación europea e inicie mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista". Luego de haber pasado una agudísima crisis en su enfermedad, se dedica en forma activísima a organizar a los trabajadores del Perú, interviniendo primero en la F. O. L. de Lima y luego, organizando la Confederación de Trabajadores del Perú que, como lo dice en una de sus cartas circulares sobre lo que incumbe hacer a la vanguardia del proletariado peruano, constituye una de sus principales tareas al lado de la formación de nuestro Partido. Piensa que la enorme e insuperada labor de Mariátegui en el movimiento sindical merece un estudio aparte. Yo solo recordare que él fue quien formo el Comité Organizador de la C. G. T. P., que el fue quien redacto su primer manifiesto publicado el primero de mayo de 1929 y que, bajo su dirección inmediata y constante, se logro constituir esta primera Central Nacional del proletariado peruano, en cuyas filas llegaron a unificarse cerca de cien mil trabaj adores, organizados a lo largo de todo el país. ,;Cuando, antes o después de esta Confederación creada por Mariátegui, se ha logrado agrupar nacionalmente a la mayor parte de nuestras organizaciones obreras? ^Cuando-—antes o después—se ha logrado organizar a los trabajadores mineros, a los petroleros, a los ferroviarios, a los asalariados agrícolas del valle de Chicama, etc.? Y es que este fue también otro de los rasgos característicos del trabajo de masas de Mariátegui. Basta con señalar que todos los discípulos de José Carlos, y en forma muy especial los intelectuales y estudiantes, fuimos sometidos a la primera prueba de nuestra sinceridad revolucionaria haciendo un active trabajo de capacitación y organización sindical. Antes aun de ingresar en el Partido, se nos encomendó la tarea de organizar una especie de "células sindicales" en todos aquellos centres de trabajo donde aún no existía organización o donde la organización estaba mal estructurada. A mi, por ejemplo, se me encomendó esa tarea entre los marítimos y portuarios del Callao. Luego, entusiasmado por los resultados de este primer contacto directo con nuestra clase obrera, decidí, con el total asentimiento de Mariátegui, establecer solidas ligazones entre nuestro grupo y la primera Federación Minera que se organizara en Morococha a raíz de la huelga que estallara en 1928, huelga cuyo justo encauzamiento fue, en gran parte, obra de Mariátegui y sus discípulos. Más tarde fui encomendado por el mismo José Carlos para asegurar la solidaridad de esta organización con un movimiento que se preparaba en Lima por la libertad de un compañero preso. Y cuando a mi vuelta de Morococha corrí al lecho de Mariátegui que había caído enfermo para no levantarse más, no me dejo siquiera hacer la consabida pregunta sobre su salud, sino que, con la misma ansiedad que yo inquiría por ella, me pregunto cómo estaba la organización y los dirigentes, cuál era el resultado de mis gestiones, etc., etc. Comprendiendo que esto podía aliviarle de sus tremendos dolores físicos, aquella noche hable con Mariátegui más que nunca: hable sobre lo que había visto y convenido, sobre la fe inmensa que nacía entre los trabajadores mineros su mayor parte indígenas— sobre su porvenir, sobre su organización sobre la justa orientación que les trazaba nuestro Partido. Mariátegui sus quejidos para opinar y preguntarme. Por eso, en su homenaje, y apenas muerto, volví a las minas del Centro a organizar y a luchar... Se me disculpara que hable de mi mismo; pero con ello lo único que deseo es demostrar la preocupación de Mariátegui por la organización de los trabajadores, y el celo con que controlaba la actividad organizadora de los compañeros. Quiero demostrar, también, cual fue la escuela que el sustento y el fervor revolucionario que supo infundir en aquellos que quisimos ser realmente sus discípulos.

En esta labor de organización de las masas, el "Mariáteguismo" (como se dio en llamarle después), tuvo que enfrentarse a la obra liquidadora de Ravines y demás renegados. En el proceso de expulsión de Eudocio Ravines se ha demostrado como traiciono al movimiento minero del Centro (abandonándolo cobardemente en el momento más álgido de la lucha) y contribuyo, con la desmoralización, a destrozar la obra realizada alii bajo la inspiración de Mariátegui. Pero el empeño de Ravines y sus cómplices por destrozar la obra de Mariátegui empezó antes. Tras la bandera de una pretendida lucha contra el supuesto "anarco-sindicalismo Mariáteguista", Ravines trabajo por desligar al Partido de las masas, por sectarizarlo, por convertirlo en un grupito desvinculado del pueblo.

 

EL PRIMER ESTRATEGA Y TACT ICO DE NUESTRA EMANCIPACION SOCIAL Y ECONOMICA

Mariátegui no fue un anarco-sindicalista. El comprendió que la organización sindical era indispensable pero no suficiente. El comprendió que hacía falta la vanguardia política del proletariado. El comprendió que el proletariado peruano necesitaba de una organización que es la suma, la más perfecta y la vanguardia consciente de su lucha emancipadora. Es decir, comprendió la necesidad de fundar el Partido Comunista Peruano,

Como Lenin y Stalin, Mariátegui comprendió la estrategia y la táctica de la Revolución en el Perú. La formación del Partido era el primer objetivo estratégico de este movimiento. Pero, además, como buen marxista-leninista, y adelantándose en este terreno a casi todos los demás guías del proletariado en los países coloniales y semi-coloniales, Mariátegui formula, con admirable clarividencia para esa época, que "el socialismo en el Perú no ha de ser calco ni copia, sino creación heroica". "Tenemos —decía—-que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He ahí una misión digna de una generación nueva." Y agregaba: "El marxismo, en coda país, opera j acciona sobre el ambiente, sobre el media, sin, descuidar ninguna de sus modalidades".

Fundándose en este criterio perfectamente marxista-leninista, Mariátegui comprendió que la Revolución tiene diversas etapas y que en el Perú tenía que comenzar por la lucha contra los resabios coloniales y contra las fuerzas imperialistas que obstaculizaban el desarrollo económico y, por consecuencia, político del país.

En esta etapa de la revolución democrático-burguesa, Mariátegui atribuyo al proletariado un rol decisivo. Esta es la raíz de su histórica polémica con el líder del Apra, Haya de la Torre.

Mientras Haya sostenía que la lucha contra el imperialismo tenía que ser obra de un Partido en el que se mezclaran diversas clases sociales bajo la hegemonía y dirección de la pequeña burguesía y de la burguesía liberal, suprimiendo toda forma de lucha de clases y liquidando la independencia política del proletariado, Mariátegui sostenía que la lucha contra el imperialismo por la emancipación económica y política del país debería hacerse dentro de una alianza de clases y partidos, alianza por ese objetivo común e inmediato, pero que no suprimía los antagonismos de clase, y que por consiguiente, el proletariado no debería enajenar su independencia política e ideológica.

Mariátegui apoyo al Apra cuando apareció como un movimiento de frente único anti-imperialista, pero lo combatió desde el momento en que sus lideres demostraron su anhelo de presentarse como un partido político exclusivista. Dejemos que el mismo Mariátegui explique su divergencia con Haya de la Torre sobre la lucha anti-imperialista: "La divergencia fundamental, escribía, entre los elementos que en el Perú aceptaron en principio al "Apra" como un plan de frente único nunca como un partido ni siquiera como organización en marcha efectivay los que fuera del Perú la definieron luego como Kuo-Min-Tang latino-americano, consiste en que los primeros permanecen fieles a la concepción económico-social del imperialismo, mientras que los segundos explican así su posición: "somos de izquierda (o socialistas) porque somos anti-imperialistas". El anti-imperialismo resulta elevado así a la categoría de un programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a si mismo y que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de que proceso, al socialismo, a la revolución social". Frente a esta concepción artificiosa, Mariátegui sostenía: "somos anti-imperialistas, porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa". (J. C. M. Punto de vista anti-imperialista. "Frente" N°l, Lima, octubre de 1931.) Aquí vemos no solamente su justa posición marxista-leninista, sino el afán de estimular la solidaridad del pueblo peruano con las luchas de los pueblos, de todos los pueblos del mundo; solidaridad que hoy reclama el esfuerzo de la Nación entera en la lucha de los pueblos contra la agresión fascista (contra el nazi-fascismo, que es la expresión típica del imperialismo en su forma más esclavizadora y regresiva), solidaridad que, dentro del país debe manifestarse en un amplio frente de Unidad Nacional.

 

LA INDEPENDENCE DE CLASE Y LA NECESIDAD DE LOS ALIADOS

El cuidado por la independencia política del proletariado dentro del Frente Único, Mariátegui lo condensa genialmente en las siguientes palabras: "El frente único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. Es una acción contingente, concreta, práctica. El programa del frente único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción y de toda Utopía. Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el confusionismo ideológico. Cada cual puede trabajar por su propio credo. Pero todos deben sentirse vinculados por la lucha contra el adversario común". (Mensaje al II Congreso de la F. O. L. de Lima.)

Después de librar la lucha victoriosa contra las tendencias confusionistas y oportunistas de Haya de la Torre, Mariátegui tuvo que volver los fuegos contra las tendencias sectarias y liquidadoras de Ravines.

Ravines, a su vuelta de Europa, atribuyéndose algo asi como poderes divinos, se opuso a toda clase de alianzas del Partido con otros sectores políticos. La primera discusión que sostuvo contra Mariátegui en el Comité Organizador del Partido, verso sobre la tesis presentada por José Carlos sobre las bases programáticas del Partido. Mariátegui sostenía en esa tesis lo siguiente: "El Partido es un Partido de clase y, por consiguiente, repu-dia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas y organismos políticos de las otras clases. El Partido reconoce que, dentro de las condiciones nacionales, la realidad nos impondrá la celebración de PACTOS, ALIANZAS, generalmente con la pequeña-burguesía revolucionaria. El Partido podrá formar parte de estas alianzas de carácter revolucionario, pero en todo caso, reivindicará para el proletariado la más amplia libertad de crítica, de acción, de prensa y de organización". (J. C. M. Tomado de Mariátegui, los comunistas y los socialistas. "Frente" N°3, diciembre de 1931.) [Los subrayados son míos para resaltar la clara diferenciación que hacia Mariátegui entre fusión y alianza.] En esta tesis, Mariátegui condensa las necesidades, complementarias, de pactar alianzas y de mantener al mismo tiempo la indispensable independencia política.

No es de extrañar que Ravines se esforzara en llevar al Partido por otro camino. Su actitud de radicalismo infantil, debida en gran parte a su irresponsabilidad de aventurero y a la influencia que sobre é1 ejercía el traidor trotskista Sinani, tenían que llevarlo a oponerse a las alianzas. Un traidor no quiere aliados, porque, como dijo Lenin, "Solo quien no quiere la revolución, menosprecia a los aliados". Así como ahora, solo quien no quiere la derrota de Hitler y su quinta-columna puede menospreciar la gran tarea de forjar la Unidad Nacional y Mundial contra el nazi-fascismo.

Muy diferente la actitud de Mariátegui, en este aspecto también se manifestó su sentido leninista, al no conformarse con hacer una justa formulación teórica sobre la necesidad de los aliados, sino que, al mismo tiempo, la llevo a la práctica en una forma amplia. La revista Amauta sirvió, en efecto, para realizar un vasto frente único de elementos revolucionarios, anti-imperialistas y progresistas de diversas filiaciones y tendencias. No obstante sus duras polémicas con Luis Alberto Sánchez (el hoy líder aprista), Mariátegui le brindaba cordialmente las páginas de su revista para que contribuyera en alguna forma a la tarea común de culturización efectiva de nuestro pueblo. Lo mismo hacia con Magda Portal, Serafín del Mar, etc., a quienes además ofrecía la oportunidad de colaborar en las luchas contra el imperialismo y por la democracia interna. En Amauta escribían también los leguiístas mas democráticos y progresistas, tales como Enrique Bustamante y Ballivian; colaboraban estudiosos de nuestro pasado histórico como Jorge Basadre, profesores universitarios que entonces ocupaban una posición avanzada o que, en algo, contribuían a enriquecer nuestra cultura y nuestras ciencias, tales como Ibérico Rodríguez y otros. Preferente lugar tenían en Amauta aquellos que contribuían en alguna forma a encontrar una solución al problema indígena, tales como Castro Pozo. Los intelectuales y artistas, siempre que no fueran retrogrades o reaccionarios, eran acogidos con el objeto de que participaran en la tarea conjunta de hacer avanzar nuestro nivel cultural y político. Las grandes divergencias políticas, no opacaban la cordialidad y el buen trato, si es que entre lo que perseguía esa gente y lo que perseguíamos nosotros, había un punto de contacto que nos hiciera coincidir en el objeto estratégico inmediato.

No se puede afirmar que Mariátegui fuera "precursor" de la Unidad Nacional, ni otras cosas por el estilo, ya que entonces nuestra Patria (comprendiendo en ella a todos los peruanos sin excepción de clases o partidos) no se encontraba como ahora, amenazada de muerte por el fascismo. No existiendo en forma tan amenazante como ahora este peligro nacional y mundial, las relaciones entre los gobiernos y los pueblos eran muy distintas. Entonces no se ejercía por parte de Estados Unidos la política de buena vecindad, ni luchábamos por la misma causa y contra el mismo peligro pueblos y gobiernos del Continente, inclusive EE.UU. Por lo tanto, si Mariátegui hubiera planteado en alguna forma la Unidad Nacional en esos momentos, ello hubiera equivalido a la colaboración de clases más infundada, a la unidad con partidos y sectores que, en mayor o menor grado, representaban los intereses de uno y otro sector imperialista o feudal burgués. No hubiera sido, pues, un marxista. Pero así como ahora el enemigo de la Patria es el fascismo y contra él y sus quinta-columnas estamos unidos todos los peruanos de verdad, así también, entonces, el enemigo fundamental de nuestros pueblos lo constituían los diferentes imperialismos y los sectores feudales y burgueses que obstaculizando la industrialización, el progreso económico y el desarrollo de la democracia interna, colaboraban con los imperialismos a nuestro endeudamiento, a la perdida de nuestra soberanía y al retraso social y nacional del pueblo peruano. Esta situación no solo afectaba al proletariado y a las masas indígenas y campesinas, sino también a vastos sectores de la nacionalidad. De ahí que Mariátegui planteara y realizara la alianza con todos los elementos que quisieran luchar contra el imperialismo, contra los rezagos feudales y colonialistas y por el progreso y la democratización de nuestro suelo.

Desgraciadamente, cuando murió Mariátegui, Ravines, medrando con la escasez de elementos suficientemente capacitados o autorizados, logro imponer su criterio. Los resultados son perfectamente conocidos: el movimiento sindical fue barrido, el Partido se aisló de las masas obreras, indígenas, campesinas, intelectuales, etc. Cuando en una ocasión (elecciones de 1931) se le llamara a formar un frente único de izquierda para oponerse a Sánchez Cerro, candidato de la reacción fascistizante, Ravines contesto con un manifiesto furibundo en que, cerrando los ojos ante ese peligro que luego trajo desastrosas consecuencias en nuestra política, califico al Apra como al enemigo fundamental, rechazando de piano tal alianza. Lejos de ampliar el círculo de sus aliados en la lucha por objetivos inmediatos, no hizo sino aumentar el número de sus enemigos. Se convirtió en un grupito de "selectos" y "escogidos", de discutidores bizantinos. Entretanto, dejando al aprismo marchar por su cuenta, una ideología pequeño-burguesa se apode-raba de las masas, a las que la traición, enteramente trabajada por Ravines, privo de la dirección de nuestro Partido.

En el trabajo de masas, en la necesidad histórica de pactar alianzas, tenemos, pues, que reivindicar al "Mariáteguismo", que no es sino la justa aplicación del marxismo-leninismo-stalinismo en este terreno. Por eso, desde hace algunos pocos anos, y especialmente desde nuestro histórico Primer Congreso, no hacemos sino volver a las huellas de Mariátegui, a reemprender la orientación que su muerte trunco.

Hay quienes han dicho que el Partido que fundó Mariátegui no fue un Partido Comunista. Eso es falso.

Mariátegui se preocupo de fundar el Partido desde 1928. En una época en que la clase obrera del Perú ya estaba madura para la plena adquisición de su conciencia de clase y en que la inquietud de nuestra intelectualidad se caracterizaba por la búsqueda ansiosa de un camino, Mariátegui se presenta entre nosotros como Lenin en Rusia a fines del siglo pasado y primeros del presente, planteando esta tarea histórica, que fue el instrumento decisivo para el desarrollo de la conciencia clasista de nuestro proletariado y marco los rumbos más acertados a nuestro movimiento intelectual; tarea histórica que, por su trascendencia, es tal vez tan grande en nuestra historia como la gesta emancipadora.

Es verdad que por consideraciones tácticas (que más tarde fue Mariátegui el primero en reconocer y enmendar como un error), se le dio en un principio el nombre de Partido Socialista. En medio de un ambiente anti-democrático, distinto en este aspecto al que se vivía en ese entonces en otros países sudamericanos, con nuestro pueblo sin una suficiente cultura política y asediado por la propaganda anti-comunista, considero José Carlos que así era más factible atraer al seno del Partido a todos los revolucionarios y hacer de él un verdadero y gran partido de masas. Pero en las cartas polémicas y orientadoras que hizo circular entre los grupos que en esa época se constituyeron a lo largo del país, no dejaba ningún lugar a dudas su neta filiación marxista-leninista y su programa de acción, correspondiente a un verdadero partido comunista. Además, dentro del Comité Organizador del Partido, constituido en 1928, el se preocupo en organizar una "célula" (o fracción) comunista, encargada de garantizar en forma permanente la justa línea política del Partido. Algo más: en ningún momento Mariátegui dejo de pensar que dicho Partido debería adherirse a los principios marxistas-leninistas de la III Internacional, no para subordinar nuestros actos a un partido extranjero (como maliciosamente afirman los reaccionarios pro-nazis), ni para perder en ningún sentido nuestro carácter de Partido Nacional, netamente peruano, sino para estrechar vínculos fraternales con los otros partidos comunistas, representativos del proletariado revolucionario de los demás países. En aquellos años se encontraba en su punto álgido la lucha ideológica entre el reformismo, representado mundialmente por la II Internacional, y el marxismo-leninismo, representado por la Internacional Comunista. De ahí que, para diferenciar precisamente a nuestro partido de los de la II Internacional, llamados igualmente "socialistas", Mariátegui considero que entonces era necesaria y oportuna tal adhesión, luchando con toda su fuerza y su vehemencia contra los que se oponían a ella. En la tesis de afiliación —tesis histórica— redactada por Mariátegui, se decía: "El C. C. del Partido se adhiere a la III Internacional y acuerda trabajar por obtener esta misma adhesión de los demos grupos que integran el Partido". ("Frente"). Entre estos se encontraba el del Cuzco que ya había adoptado el nombre de comunista. Junto con esta moción, Mariátegui redacto la declaración de principios del Partido que rezaba así: "La ideología que adoptamos es la del marxismo-leninismo militante y revolucionario, doctrina que aceptamos en todos sus aspectos: filosófico, político y económico-social. Los métodos que sostenemos y propugnamos son los del socialismo revolucionario ortodoxo. No solo rechazamos sino que combatimos en todas sus formas, los métodos y las tendencias de la social-democracia y de la II Internacional". \ en las bases que redacto para el Partido, escribía: "La praxis del socialismo marxista en este periodo es la del mar-xismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú lo adopta como su método de lucha". ("Frente" N9 3.) Naturalmente, como vemos, en este caso, el nombre no quitaba en nada el carácter revolucionario, de nuestro Partido creado por Mariátegui. Tenemos que recordar, al respecto, que el propio Lenin no dio el nombre de comunista a su Partido Bolchevique, sino después de la revolución, cuando se fundó la Tercera Internacional. Sin embargo, cuando los argumentos esgrimidos en contrario y la propia experiencia le demostraron que el nombre de socialista podía dar lugar a que algunos de sus afiliados confundieran también su ideología con el reformismo de la II Internacional y que se introdujeron en nuestro seno contrabandos peligrosos, José Carlos se apresuro a corregir rápida, enérgica-mente ese error. A su dolor físico, que en esos momentos llegaba a su culminación —porque el proceso de su enfermedad lo colocaba ya en los linderos de la vida—, agrego la angustia de haber cometido una equivocación y puso todas sus últimas energías en salvarla. Yo recuerdo que, después de haber leído las tesis y resoluciones del Primer Congreso de los Partidos Comunistas latino-americanos, que me proporcionara Mariátegui contra la voluntad de algunos de los que le rodeaban, llegamos con Pompeyo Herrera y Arroyo Posadas (si mal no recuerdo) a la conclusión de que era justo cambiar el nombre del Partido por el de Comunista. Ravines, siempre con sus torcidas intenciones, nos había dado a entender que el principal sostenedor del nombre de socialista era Mariátegui. Nosotros no creímos del todo esta versión y, más que todo, pensábamos que nos era muy necesario conocer las razones de José Carlos que, en todos los problemas, eran las que resultaban más validas para nosotros. Corrimos, pues, a entrevistarlo. Pero provocando nuestra sorpresa, que luego se transformo en un verdadero alborozo, Mariátegui nos dijo que si, que el pensaba lo mismo, ya que se había dado cuenta, por lo que nosotros le decíamos y por el ambiente que se respiraba en su torno, que su propaganda y su labor ideológica y organizativa habían cumplido, finalmente, su gran cometido. Que ya estaban dadas las condiciones para que en el Perú apareciera a toda luz, y con una fisonomía perfectamente definida, el Partido por el que había trabajado siempre. Que él consideraba en cierta medida, nuestra opinión y la opinión de la mayoría de los obreros que lo acompañaban, como la verdadera opinión de nuestro pueblo. Y que por todo ello se sentía sumamente satisfecho y dispuesto a sostener el nuevo nombre contra viento y marea.

Recuerdo el contenido de estas frases, aunque naturalmente no podría transcribirlas en forma literal, con la claridad y elegancia que caracterizaban el lenguaje escrito y hablado de José Carlos. Recuerdo también la gran emoción que puso en ellas. Y entonces, como obrero, recordé lo que alguna vez dijera José Carlos: "Soy una saeta que no puede morir antes de llegar al blanco". Con esa ingenuidad propia de los discípulos de todo gran Maestro, encontré el sentido profético de sus palabras, y, a la alegría de sentirnos apoyados por su opinión, se unió el pensamiento angustioso de que tal vez ahora sí, moriría Mariátegui. . .

 

LA INTRANSIGENCIA DE MARIÁTEGUI EN LA LUCHA CONTRA EL OPORTUNISMO

Como sucedió con Lenin, el cambio de nombre agudizo la lucha contra los oportunistas y reformistas que medraban en el seno del Partido. Mariátegui tuvo en un principio fe en que todos los que formaban el Partido Socia-lista siguieran militando en el Partido Comunista. Los reformistas —Luciano Castillo, Chávez León, Alcides Spelucín y Teodomiro Sánchez— habían manifestado anteriormente que si el Partido se adhería a la I. C., debería también cambiar de nombre. Mariátegui entendió que esta sería una declaración sincera. Pero se acordó la adhesión, cuya primera consecuencia fue el cambio de nombre, y estos caballeros acordaron retirarse del Partido.

Esos señores también se oponían a que el Partido aprobara las tesis del Congreso anti-imperialista de Fráncfort, en que se atacaba al Apra como partido pequeño-burgués. Por consiguiente, también se oponían a que el Partido se afiliara a la Liga de las Américas, organización anti-imperialista continental surgida de ese Congreso y dirigida por nuestro gran camarada cubano Julio Antonio Mella. Los reformistas habían sido los mas entusiastas propugnadores de la lucha de Mariátegui contra Haya de la Torre, pero cuando tuvieron que comprometerse en esa lucha, desertaron cobardemente.

Vale recordar un hecho muy significativo: cuando Mariátegui rompió definitivamente con los reformistas, no quiso verlos más. Estando postrado con su enfermedad, se negó a recibirlos, dando un ejemplo de lo que debe ser la intransigencia revolucionaria con los desertores y tránsfugas del Partido. Su actitud con los que dejaban el Partido fue semejante a la que tuvo con Trotski, a quien en un tiempo admiro sinceramente. Cuando Mariátegui conoció la expulsión de Trotski, no vacilo en condenarlo públicamente, declarando que "las ideas valen más que los hombres".

Mariátegui fue también un luchador infatigable por la unidad del Partido, por la creación de un Partido Nacional. Mientras los "socialistas", al ver perdida su causa, pretendieron que solamente el Comité Central y el Comité que funcionaba en el Cuzco se adhirieron a la I. C., Mariátegui luchaba por que se produjera la adhesión de todo el Partido. Por eso la proposición presentada por Mariátegui decía: "El C.C. del Partido se adhiere a la III Internacional y acuerda trabajar por la adhesión de los demás grupos que integran el Partido".

Otro aspecto de su lucha por unificar nacionalmente al Partido fue su desvelo por sentar las bases para el Primer Congreso Nacional del Partido. Mariátegui no entendía la unidad como una simple declaración formal, sino como la entendía Lenin: la unidad en el pensamiento y en la acción, sobre la base de un programa único, con una estrategia y una táctica general para todo el país.

 

NO UN PARTIDO DE "CUADROS SELECTOS", SINO UN PARTIDO DE MASAS.

¿Cómo entendía Mariátegui que debería ser el Partido: un "Partido de cuadros" o un Partido de masas? Mariátegui propugnaba la necesidad de construir un partido de masas. Mientras Ravines y sus satélites pensaban que el Partido debería estar formado por un grupito de iniciados, Mariátegui propiciaba el reclutamiento y daba el ejemplo de reclutar. Ravines en los cursos de capacitación que dictaba, sostenía que los estudiantes, los empleados y en general todos los elementos de origen no proletario, tenían fatalmente que traicionar al Partido. Seguramente que Ravines, desde entonces, buscaba explicar "científicamente" su inevitable traición. Entonces, algunos que éramos simpatizantes del Partido, rebatimos ese punto de vista mecánico y fatalista de Ravines. La respuesta que dio Mariátegui a la "doctrina" de Ravines fue proponer que esos simpatizantes fuéramos admitidos inmediatamente como miembros del Partido. Así ingresamos Pompeyo Herrera (estudiante de Derecho, muerto después como consecuencia de su fidelidad a la causa del comunismo), José D. Montesinos, estudiante de Medicina; Moisés Arroyo Posadas (maestro y actual dirigente destacado del Partido), Julio del Prado y yo.

En la misma forma audaz fueron reclutados por Mariátegui los obreros Eliseo García, Francisco Pérez y otros muchos. Desde el principio Mariátegui demostró su preocupación por reclutar trabajadores para el Partido, ganándose para sus filas (mucho antes que a nosotros) a Avelino Navarro, José Bracamonte y numerosos dirigentes sindicales de esa época. Pero tampoco menosprecio a los elementos procedentes de otras clases, que se decidían a adoptar la ideología y la disciplina del proletariado y a luchar por su causa.

Es que Mariátegui, desde aquella época, sostenía la necesidad de reclutar en masa y de formar a los militantes dentro del Partido y no esperar a que se "formaran" fuera de él.

Mariátegui consideraba que la lucha contra todas las tendencias equivocadas —sectarias u oportunistas— servía para engrandecer al Partido. A cada batalla que libraba contra los apristas, contra los reformistas, contra los liquidadores (que ya entonces sacaban sus garras), Mariátegui constataba con júbilo que nuevos militantes ingresaban a las filas del Partido. Recuerdo que cuando llegaron algunos documentos en que se fustigaba el error del nombre y algunos otros errores de nuestro Partido, Castillo y sus reformistas, Ravines y demás "selectos", se opusieron a que fueran conocidos por los elementos jóvenes, "todavía no formados". Mariátegui no compartía esa opinión y entregaba dichas revistas y documentos, aun a algunos de nosotros que recién nos iniciábamos, con el objeto de que todos conociéramos los errores que había que enmendar. Evidentemente que Mariátegui, como Lenin, consideraba que "la actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más fieles de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores —sigue diciendo Lenin—, poner al descubierto sus causas, analizar minuciosamente las situaciones que los han engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio". (Historia del P. C. (b) de la U.R.S.S. Ed. Lenguas extranjeras).

 

SU PREOCUPACION POR LA JUVENTUD Y EL FUTURO DE LA MUJER PERUANA

Después de fundado el Partido, Mariátegui puso especial empeño en asegurar su futuro. Por eso dio una gran importancia a la juventud. Yo recuerdo que se me encomendó el trabajo entre los jóvenes, simplemente atendiendo a la edad que tenía entonces. No me gustó el cargo porque lo subestimaba y se lo manifeste a Mariátegui, quien con su tono de alegre y cordial burla, me dijo que yo pensaba al modo de Gonzáles Prada ("los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra"), pero al revés y, agregó, que si en las edades había algo de ventajoso, eso lo tenía la juventud a quien pertenecía el porvenir.

Otra diferencia entre el criterio estrecho, sectario y reaccionario de Ravines (que en todas sus manifestaciones prácticas hacia resaltar su concepto sobre la mujer como un ser inferior) y el concepto amplio y revolucionario de Mariátegui, se manifiesta en su posición frente al problema femenino. Mariátegui siempre exalto los valores femeninos para demostrar las enormes posibilidades de la mujer en la lucha revolucionaria. Antes de él, las mujeres peruanas participaban solo en forma muy limitada en la literatura, en el arte y en la política. Amauta abrió sus páginas para todas las mujeres y Mariátegui descubrió una serie de valores femeninos en la literatura y en el arte y formó varias dirigentes políticas y militantes de nuestro Partido. El descubrió y popularizó el valor real de Julia Codesido, la gran artista peruana; el valor literario de Magda Portal, a quien por otro lado combatió como política; las dotes de escultora de Carmen Saco, a quien también gano para nuestra causa, junto a Alicia del Prado, Norma Milstein, etc.

 

SIN TEMORES NI VACILACIONES

Mariátegui no se contento con fundar el Partido, con dotarlo de una estrategia y una táctica; no se contento con pensar en su porvenir y darle justos métodos de acción. También se preocupo por formarlo como un Partido combativo, que no tuviera miedo a los embates de la reacción. En este aspecto Mariátegui nos dio el ejemplo con su vida. Para él la prisión de los revolucionarios es "un accidente del trabajo". Con un valor ejemplar, luchaba contra los embates de la reacción y en cada lucha ganaba una victoria, dándonos también ejemplo de audacia bolchevique. Por eso, Amauta fue perfeccionándose y su clausura sirvió, como el mismo lo declaraba, para iniciar una segunda etapa de su vida, que se distinguía de la anterior por poseer una mejor definición política, una más clara orientación socialista. Cuando se producían prisiones, su principal preocupación consistía en averiguar como se habían comportado los compañeros frente a la policía y cual había sido su estado de ánimo mientras duro su detención.

 

JUREMOS CONSERVAR LA HERENCIA DE MARIÁTEGUI

Mariátegui decía que Carlos Marx estaba vivo en los millones de proletarios que, a través de todo el mundo, luchaban por el socialismo orientados por su doctrina. Nosotros también podemos decir que Mariátegui está vivo en nuestro Partido, en nuestras luchas. Mariátegui vive en nuestro Partido. No es por casualidad que con motive de su entierro, nuestro Partido saliera Por primera vez a la calle, y tras de él desfilaran los miles y miles de trabajadores, intelectuales, estudiantes, a quienes el había despertado y había mostrado el camino de su liberación. Mientras nosotros sentíamos un enorme vacío con su desaparición (un vacio más grande del que se siente al perder al padre), parecía como si el, desde su ataúd, cubierto con la bandera roja, nos mostrara la enorme multitud que venía a llenar el claro inmenso que dejaba. Por eso, en la misma semana de su muerte, quedaba definitivamente constituido el Primer Comité Central del Partido Comunista Peruano y al poco tiempo aparecía publicado su primer manifiesto.

Mariátegui está vivo y de pie, vigilando como cumplimos las tareas que nos lego. Mariátegui armo al Partido de la ideología marxista-leninista. Mariátegui preconizo que fuera un partido de masas y estrechamente vinculado a las masas. Mariátegui realizó un formidable trabajo de organización sindical, así como de organización y orientación de las masas indígenas y campesinas. Mariátegui lucho intransigentemente contra las tendencias oportunistas y sectarias de dentro y de fuera del Partido. Mariátegui, explicando el carácter de la Revolución en el Perú, nos señaló la obligación de mantener alianzas con los sectores burgueses. Mariátegui dio una gran importancia al trabajo entre las mujeres y los jóvenes. Mariátegui nos enseno a ser luchadores fervorosos, ajenos a todo sentimiento de temor, más alegres mientras más luchadores.

 

Lima, abril 16 de 1943.