Karl Kautsky

 

 

Los distritos electorales y el partido

 

 

 


Escrito: En idioma aleman, en 1904.
Primera vez publicado:  En 1904, con el titulo "Wahlkreis und Partei", en Die Neue Zeit, no. 28.
Traducción al castellano:  Por revista Sin Permiso -  Karl Kautsky & Mike MacNair,  "Listas electorales y disciplina del partido: los orígenes del centralismo democrático" (22 de noviembre de 2015).
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero 2016. Para esta edición se ha omitido la introduccion de Mike MacNair al artículo, se han renumerado las notas al pie, y una nota editorial aclaratoria sobre Víctor Adler agregada a la segunda nota al pie de Kautsky ha sido extraida y convertida en nota al pie aparte..
Aviso legal: Este texto se publica bajo Licencia Atribución 3.0 España (CC BY 3.0 ES) de Creative Commons, otorgada por revista Sin Permiso (sinpermiso.info). 


 

 

 

 

La derrota en la circunscripción sajona número 20 ha desatado una vez más el antagonismo entre los revisionistas y los anti-revisionistas en nuestro partido. Mientras que estos último culpan de este percance – en la medida en que la culpa se puede buscar dentro de nuestras propias filas - a la falta de organización en el distrito electoral y a la falta de disciplina de unos cuantos camaradas, los revisionistas vuelven a la misma vieja canción sobre la falta de libertad de opinión; en cierto sentido, incluso sobre terrorismo en el partido, que está “paralizando su actividad”.

W Heine[1] defiende con toda firmeza esta orientación en sus “Notas marginales democráticas sobre el caso Göhre', que publicó en la última edición de Sozialistische Monatshefte.[2] Señala que la "persecución" va de la mano con los esfuerzos por imponer disciplina y centralización en la organización y que se expresan agudamente en la tendencia que quiere ‘una gran organización que lo abarque todo, tan centralizada como sea posible en la táctica, en la teoría’. Una "centralización y simplificación de este tipo podría, sin duda, aumentar la energía de acción momentánea, pero sería contraria a los principios de democracia y libertad intelectual y a largo plazo perjudicaría al propio partido".

Hasta ahora, en el partido la unidad de la teoría - es decir, los puntos básicos de vista - era deseable, pero la unidad organizativa y táctica eran indispensables. Ahora nos damos cuenta que para los revisionistas esa unidad es un horror y que consideran la cohesión táctica y organizativa como una amenaza a la ‘independencia intelectual’, la ‘libertad intelectual y la diversidad’ y la 'individualidad' - en resumen, contra todo lo ‘que es el alma de un movimiento democrático’.

Tal vez esto sugiere una respuesta a nivel personal, si se investiga la "individualidad democrática" y los "métodos democráticos" del autor de las “Notas marginales democráticas”. Sin embargo, no me parece que sea el lugar adecuado para responder de esa manera. Me impide además hacerlo el hecho de que Heine no está hablando por si mismo, sino que expresa la línea de pensamiento de toda la tendencia revisionista. De hecho, casi se puede decir que el revisionismo en todos los países, a pesar de su "diversidad" y matices, está más unido en la cuestión de la organización que sobre cualquier otro tema.

Sin embargo, el debate sobre la cuestión de la organización que se plantea aquí no gira en torno a la cuestión de la libertad "personal”, del "individuo" en el partido, sino de la libertad de los representantes del partido: en primer lugar, de sus diputados. ¿Pueden y deben los diputados organizar su actividad política como mejor les parezca, de acuerdo a su propio criterio, o son representantes [Beauftragte], que deben cumplir el mandato de quienes les han escogido y votado? Y, si son representantes, ¿representan a sus votantes o al partido en su conjunto? Estas son las preguntas que nos ocupan y con esta certeza en mente debemos cuidar de que no se difuminen en la niebla de frases generales sobre la 'libertad de opinión', los 'principios democráticos' y la 'libre personalidad’, en las que los revisionistas tan gustosamente intentan envolverlas. No estamos tratando de la libertad de opinión de las masas, sino de la libertad de acción de los dirigentes. La democracia no significa la ausencia de reglas [Herrschaftslosigkeit], no significa anarquía: significa el imperio de las masas sobre sus representantes, a diferencia de otras formas de gobierno, donde los supuestos servidores del pueblo son en realidad sus amos.

Cuando la organización ha crecido más allá de un cierto tamaño, las masas no pueden gestionar sus propios asuntos administrativos; deben mandatar personas para hacerlo. El poder de las masas organizadas se convierte de esta manera indirecta en el poder de sus representantes o dirigentes de confianza. Sin embargo, si las masas -ya sea por motivos económicos o de otro tipo, tales como falta de conocimiento o tiempo-, no tienen la posibilidad de supervisar y controlar [Kontrolle] a los dirigentes, entonces tarde o temprano el poder de estos representantes no sólo será utilizado contra los enemigos de las masas, sino también contra aquellos sectores de esas masas que los dirigentes consideren incómodos, con el resultado de que, finalmente, los dirigentes dejarán de ser sus servidores para convertirse en sus amos.

Esto ha sucedido con bastante frecuencia en la historia y también en el parlamentarismo moderno. Donde hay sufragio universal, el parlamento moderno parece fácilmente como representación de la masa del pueblo. A pesar de ello, cuando no existe una organización independiente política de clase del proletariado, el parlamentarismo burgués, incluso cuando se basa en el sufragio democrático universal, es uno de los medios de dominación de la burguesía.

 

Ilusiones parlamentarias

Para ilustrar esto, vamos a permitirnos un pequeño desvío que puede parecer ser puramente académico, pero que explicará varios de los fenómenos que nos ocupan hoy.

Donde existe el sufragio universal, todo adulto puede votar y ser votado. Sin embargo, se requiere tiempo y habilidades - y donde no hay ninguna remuneración para los representantes, dinero - con el fin de llevar a cabo de manera eficaz el mandato parlamentario. Las clases trabajadoras carecen de todo esto. Es un privilegio de la burguesía: es decir, los capitalistas y los intelectuales, los profesores, abogados, etc., que, aparte de unas pocas excepciones, social y políticamente luchan a favor de la burguesía. Pero aún más difícil que cumplir con eficacia el mandato es ganarlo. Obtenerlo no sólo implica conocimientos y tiempo, sino dinero – y además, un montón de dinero.

Porque en el parlamentarismo moderno los votantes son una masa desarticulada, dispersa que primero hay que reunir, interesar, ilustrar o desarrollar. En todo ello, la persona que tiene tiempo y conocimientos (o al menos experiencia en como funcionan las cosas) posee una gran ventaja sobre el hombre aislado de la calle. Este último no puede competir con la burguesía tampoco en el ámbito parlamentario. Cuando no existe una fuerte organización del partido, que discutiremos más adelante, el concurrir por un escaño parlamentario es un privilegio de los ricos y de los intelectuales que tienen detrás o un mecenas rico o una poderosa camarilla – como la iglesia, o la administración del Estado - a su servicio. Aún hoy, este hecho condiciona la naturaleza de las luchas electorales en Inglaterra[3] A pesar de la ampliación del sufragio, las luchas electorales continúan siendo querellas internas de las clases dominantes, que luchan entre si.

Los electores, sin embargo, sólo son soberanos durante la elección. Después de la elección, todo el poder de las masas se entrega a la persona elegida, que hace con ella lo que gusta. Puede vender y traicionar a sus votantes a su antojo; nada se interpone en el camino del desarrollo "libre" de su "personalidad". Es "libre" hasta la próxima elección y puede llevar el "principio democrático" a la altura de lo absurdo; sus votantes no tienen poder para restringir su "libertad intelectual". No puede, por supuesto, llevar las cosas demasiado lejos, de lo contrario no será reelegido. Pero su sucesor probablemente no sea mejor y, después de todo, el electorado tiene una memoria muy corta. Si se porta bien y es hasta cierto punto amable con la gente, tiene hecho gran parte del trabajo.

Con el fin de que los representantes no consideren que su "libertad intelectual" es restringida indebidamente, las elecciones no deben ser demasiado frecuentes. Los largos períodos entre elecciones son parte de la esencia del parlamentarismo moderno. Sólo encontramos cortos períodos entre elecciones en momentos de ilusiones sobre la democracia burguesa.[4]

Todas estas circunstancias hacen que el parlamentarismo moderno sea la mejor de las herramientas posibles para la dominación de clase de la burguesía, incluso donde existen instituciones democráticas amplias que permiten a la masa del pueblo participar sin restricciones en las elecciones. El hecho de que participen las clases explotadas y dominadas no transforma esa dominación de clase en su contrario. Para poder florecer, todas las formas de dominación de clase más allá de la primitiva esclavitud forzada requieren que las clases dominadas y explotadas vivan en la ilusión de que las condiciones actuales - incluso si no son las más cómodas - son las únicas posibles. Esto, por ejemplo, es la base principal de la dominación de la iglesia. En muchos casos, el parlamentarismo moderno tiene el mismo efecto: despierta en las masas la ilusión de que, simplemente porque han conseguido el sufragio universal, se han convertido en dueños del estado. Y si, a pesar de ello, la burguesía sigue gobernando, es debido al hecho de que no hay otra alternativa porque las masas no están preparadas para gobernar. Incluso en nuestras filas es posible encontrar a personas que luchan con auténtico fanatismo contra quienes creen que la burguesía ya no es imprescindible como clase dominante. De esta manera, el parlamentarismo refuerza la dominación de clase de la burguesía con mucha más eficacia que las políticas represivas más brutales.

Los anarquistas comprenden este aspecto del parlamentarismo muy claramente. Pero, como todo, el parlamentarismo tiene dos lados, y aquellos que sólo ven con claridad uno de ellos pueden malinterpretar el fenómeno tan mal como quienes no entienden correctamente ninguno de los dos.

 

Independencia de clase

Antes hemos puesto de relieve cómo la naturaleza del parlamentarismo puede cambiar por el desarrollo de una organización del partido proletario.

Su organización es el arma que emancipará al proletariado; es el arma de la lucha de clases que es particular al proletariado, al igual que la del señor feudal era la espada y la armadura y la de capital es el dinero. La organización es también el medio de hacer que el parlamentarismo se subordine al proletariado.

En sus organizaciones, el proletariado adquiere capacidades que lo hacen más adecuado a la actividad parlamentaria. Los líderes de estas organizaciones, sin embargo, no solo se convierten en hábiles parlamentarios: también ganan tiempo y la posibilidad de desarrollar una política eficaz en el parlamento. De esta manera, el proletariado produce sus propios parlamentarios.

En sus organizaciones de masas, el proletariado también gana la fuerza para luchar - de forma independiente y sin el apoyo de la burguesía - sus batallas electorales con éxito. Aunque la contribución financiera de la gente sea pequeña, el número total de ellas suma cantidades importantes. Pero mucho más eficaz que las contribuciones financieras es el trabajo voluntario de los camaradas, que nunca puede ser reemplazado de manera efectiva por el de mercenarios.

Sin embargo, el representante electo sigue siendo un simple camarada del partido y, como tal, está sujeto a la disciplina del partido. A diferencia de los representantes de la burguesía, no responde a una masa desorganizada de votantes, que no tienen poder sobre él durante toda la legislatura y que a menudo son fácilmente engañados con palabras bonitas. Por el contrario, depende constantemente de una gran organización de miembros del partido políticamente capaces. Los socialdemócratas son, pues, los únicos votantes que no sólo deciden sobre sus representantes el día de la elección: son los únicos electores que pueden reclamar con razón que sus candidatos realmente representan a los trabajadores y no son representantes de las clases poseedoras y dirigentes elegidos por los trabajadores.

Gracias a la organización del proletariado, allí donde el sufragio universal hace posible que la clase obrera participe activamente en el proceso parlamentario, el parlamentarismo cambia por completo su carácter. Como el programa del Partido Obrero francés establece, el sufragio universal cambia la naturaleza del parlamentarismo de ser un medio para engañar al proletariado a convertirse en un medio para su liberación.[5]

La organización del proletariado tiene un efecto similar en la prensa. Dondequiera que tal organización es deficiente, la prensa es también un medio de dominación de clase de la burguesía y cada vez lo es más. Sólo la organización del proletariado en un partido independiente es capaz de contrarrestar la prensa capitalista con una prensa independiente que realmente sirva a los intereses del pueblo. Sólo los periodistas designados por las organizaciones proletarias pueden justificadamente llamarse a sí mismos representantes de la opinión pública - si no de la sociedad en su conjunto, si, ciertamente, de una capa grande e importante de la población - mientras que los periodistas burgueses aunque en el mejor de los casos se hayan nombrado a sí mismos los representantes de la opinión pública, en la mayoría de los casos no son más que los portavoces de tal o cual empresario capitalista.

Sin embargo, a pesar de la importancia de la organización proletaria y de su control de los periodistas y parlamentarios que defienden al proletariado, a veces, esta misma organización se encuentra con la oposición incluso de miembros de sus círculos socialistas. Antiguamente eran los anarquistas especialmente quienes se resistían al control de la organización del partido en nombre de la "libertad de opinión" y los derechos del "individuo libre". Criticaban el parlamentarismo burgués muy acertadamente, pero trataban de destruir precisamente el medio que podía hacer inofensivo al parlamentarismo, o incluso convertirlo en un arma efectiva del proletariado: a saber, la organización política de los proletarios.

Desde hace algunos años, ha habido intentos en el seno de la socialdemocracia no de destruir la organización política del proletariado, pero si de independizar de ella a los parlamentarios y periodistas del partido. Los parlamentarios sólo deben rendir cuentas a sus electores.

 

Italia y Francia

Estos fenómenos se han manifestado más claramente en Italia y Francia. La organización del Partido en estos países es débil y periodistas y parlamentarios tienen más poder que en Alemania, por ejemplo. Además, en estos países la fracción parlamentaria y la prensa del partido se han expandido rápidamente en los últimos años, con el resultado de que muchos elementos burgueses han llegado a nosotros, que previamente habían trabajado principalmente como lobos solitarios en la prensa y actuado políticamente en el Parlamento por iniciativa propia. Un viejo camarada del partido considera evidente que debe someterse a la disciplina del partido; pero a un recién llegado le resulta difícil aceptarlo, especialmente si gana un escaño antes de haber adoptado los hábitos de trabajo de un camarada del partido, como fue el caso de Jaurès, por ejemplo.[6]

Tales elementos ganaron una posición excepcional en el partido desde el principio. Tan pronto como su tendencia se desvió de la del partido, la disciplina de partido no podía parecerles más que una restricción indecoroso de su personalidad libre. Por otra parte, fueron precisamente estos elementos los que llegaron a una encrucijada que se desvió del curso anterior del partido.

Las elecciones francesas de mayo de 1898 fortalecieron el número de nuestros escaños parlamentarios de 32 a 38 y nuestros votos aumentaron de 400.000 a 800.000. Pero en 1894 los "socialistas independientes" recibieron sólo 87.000 votos, mientras que en 1898 recibieron 350.000[7] En Italia, las elecciones de 1900 aumentaron la fracción socialista de 16 a 32. Pero sólo había dos obreros en este grupo.

Estas dos elecciones fueron el punto de inflexión, después de lo cual la tendencia "autonomista" - autonomía de las circunscripciones electorales, de la fracción parlamentaria y de la prensa - se reforzó. El efecto de esto en Italia ya ha sido demostrado claramente por la camarada Oda Olberg en su artículo en Neue Zeit No. 26, que es tan lúcido como informativo.[8]

Pero el efecto de la nueva tendencia "libertad de opinión" en Francia no ha sido mejor, como lo demuestra el Congreso del Partido Socialista Francés (Jauresistas) y los acontecimientos desde entonces. La "autonomía" de la prensa ha llevado a una situación en la que el liderazgo de esa organización no tiene una publicación a su disposición. La Petite République, el diario socialista que se publica en París, pertenece a la dirección de la tendencia, pero está en manos privadas. Y dado que su editor en jefe, Jaurès, tiene diferencias con el editor, Gérault Richard, ha emprendido la creación de su propio diario – también una empresa privada - que compite con la publicación de Richard, a pesar de que ambos ¡representan la mismo tendencia![9] No podría haber mejor ejemplo de los efectos desorganizadores de la autonomía de la prensa.

¿Y los representantes parlamentarios? No tienen noción de la disciplina de partido: cada representante vota a su antojo, con el resultado de que - como los votos por el 'sí' y el 'no’ se anulan entre sí - en muchos casos la fracción se neutraliza a sí misma como un factor eficaz. Hasta ahora, los diputados también han sido independientes de la dirección del partido. Este último podría decir lo que quisiera: los diputados hacían lo que les parecía. Se consideraban responsables únicamente ante de los votantes, o en el mejor de los casos, ante el congreso del partido - pero no ante el ejecutivo del partido, que, después de todo, es el que debe en primer lugar poner en práctica las decisiones del congreso del partido. Durante todo el período legislativo, por lo tanto, no reconocieron ningún árbitro por encima de ellos, pero durante las elecciones se sentían justificados para pescar votos utilizando todos los medios posibles - incluso negando el carácter socialista de su política. Así, antes de las últimas elecciones en 1902 se decidió que los candidatos socialistas tuvieran que proclamar abiertamente el programa del partido como propio si querían ser seleccionados como candidatos socialistas. Muchos no lo hicieron, sin embargo, lo que no les ha impedido aparecer como diputados del partido y participar como tales en todos y cada uno de los congresos.

Con el tiempo, esta falta de disciplina se hizo insoportable para la mayoría de los camaradas del 'Partido Socialista francés'; en el Congreso de St Etienne exigieron que los diputados estuvieran subordinados a la dirección del partido, el Comité Interfederal. A su vez, exigieron que este comité se convirtiera en algo más que un simple buzón de correos, en el que se acumulaban las cartas exigidas por los participantes en las asambleas. La tendencia hacia el fortalecimiento de la disciplina de partido fue tan fuerte que los diputados tuvieron que someterse a ella. Pero Jaurès, siempre inventivo, no carecía de recursos para hacer frente a ella. En el futuro, los diputados del partidos estarán de hecho sometidos a la dirección por lo que respecta a la orientación general de sus tácticas. Sin embargo, la dirección del partido fue cambiada. Si bien hasta ahora consistía en el Comité Interfederal (los delegados de cada una de las federaciones que componen el partido), ahora la nueva dirección del partido - el Comité Nacional – está compuesto de forma conjunta por el Comité Interfederal y la fracción parlamentaria. Esto significa que la fracción parlamentaria se reserva el derecho de crear una mayoría en la dirección del partido. Hasta ahora, esta última tenía derecho a protestar contra las acciones de una fracción o de miembros individuales dentro de ella; a partir de ahora este derecho también se suprimirá. La organización política del proletariado en Francia – en la medida en que está representada por los socialistas ministeriales - ya no está por encima de los diputados, sino por debajo de ellos. Los diputados han pasado de ser los servidores a ser los amos del Partido.

Jaurès espera justificadamente que la nueva institución aumente la independencia - o, como él dice, "la fuerza moral" - de "los diputados ... puesto que ya no están expuestos al peligro de ser repudiado por sus propios amigos. Por familiarizar al Comité Interfederal con las dificultades y embrollos, con las intrigas parlamentarias y los trucos de la reacción, se acostumbrarán a votar cosas que en ocasiones despiertan la ira de una sección del proletariado porque estos votos son la consecuencia necesaria de la lucha "(dont parfois une portion du prolétariat se scandalise).[10]

En el futuro, entonces, el Comité Interfederal también verá las maquinaciones políticas de pasillo del parlamento como la culminación de la lucha de clases y ¡defenderá votos que a los ojos del proletariado son un escándalo en relación con las necesidades de la lucha! La disolución del partido probablemente no será frenada así. Desde el Congreso de Burdeos, que se celebró hace un año, el número de afiliados se ha reducido de 11.000 a 8.500. También es característico que Millerand, a quien se adoraba, haya cortado a sangre fría los lazos con sus amigos con su más reciente ataque insidioso contra el ministerio socialista.[11] No lo habría hecho si pensase que la organización de ministerialismo socialista fuese a experimentar un repunte.

 

La individualidad de los diputados

Las cosas están mucho mejor en Alemania que en Francia e Italia. Hasta ahora, en Alemania los efectos desorganizadores de la lucha por la "liberación de la personalidad” han sido poca cosa.

Esto es gracias a la fortaleza de la organización del partido y al hecho de que los antiguos camaradas del partido dominan en gran medida la fracción parlamentaria - incluso a los compañeros recién elegidos. Para estos viejos camaradas, la disciplina de partido se ha convertido en parte de su carne y su sangre. Las personas que vienen al mundo del socialismo como candidatos y que no llegan a un acuerdo con el partido, viendo su disciplina como una restricción externa sobre su ser, no como parte de él, siguen siendo la excepción. Las tendencias autonomistas en nuestras filas no han sido capaces de nada más que:

- declamaciones más o menos patéticas sobre dictadores y grandes inquisidores, anatemas y herejías;

- quejidos incesantes, que provocarían disputas sin fin si esas quejas fueran respondidas por la parte opuesta;

- glorificar la prensa independiente de la disciplina del partido, en la que sólo puede discurrir una vida intelectual supuestamente libre.

La mezquindad y definitiva impotencia de tal comportamiento hace que sea aún más desagradable. Pero no obstante es preferible a las divisiones y la desorganización que la autonomía de las personas y las organizaciones locales ha provocado en Francia e Italia. En cualquier caso, estos fenómenos no nos tientan en Alemania para emular su ejemplo. Nos muestra claramente que la "libertad de opinión" de los diputados, su independencia de la organización política del proletariado - incluso cuando se trata de diputados socialistas – devuelve al parlamentarismo su carácter original, como un medio de dominación de la burguesía y de sus intelectuales sobre la masa del pueblo. Si la socialdemocracia aceptara este comportamiento entonces el sufragio universal se transformaría de nuevo de un medio de emancipación en un medio de engaño.

Pero ¿no es correcto señalar que la disciplina del partido tiene un efecto paralizante sobre el diputado cuando sus opiniones difieren de los que le han mandatado, es decir, el partido? Que su personalidad queda limitada y se le impide hacer su trabajo lo mejor posible?

No cabe duda que un diputado sólo hará su trabajo a medias si representa una política que condena en su fuero interno. Su personalidad no sólo se verá mermada: se degradará directamente y a largo plazo se corromperá, reducida a la falsedad y la duplicidad.

Pero ¿cómo es posible salir de esta situación? ¿Cómo combinar la necesidad de disciplina de partido con la necesidad de poder defender libremente sus convicciones?

Ese es el problema. A primera vista parece ser muy difícil, pero es sólo insoluble si consideramos auto-evidente que cualquier Tom, Dick o Harry puedan convertirse en diputado. En realidad, el problema se resuelve solo si, al momento de elegir candidatos, se toman las precauciones que corresponden a la importancia de las funciones de un diputado - si sólo seleccionamos a aquellas personas de probada eficacia como camaradas de partido y cuyo historial proporciona la garantía de que sus convicciones se corresponden con las del partido.

Por supuesto, esto no excluye que se produzcan conflictos entre las propias convicciones y la disciplina del partido, y estos conflictos serán aún más dolorosos cuanto más profundas sean las convicciones y más se respete voluntariamente la disciplina. Es imposible acabar con este tipo de conflictos: son el precio que pagamos por el mayor poder que el individuo y la clase adquieren gracias a la organización del partido. Ninguno de nosotros - ni siquiera el camarada más brillante - significaría una centésima parte de lo que representamos si hablábase meramente de forma individual y no como representante del mayor partido en el imperio alemán.

Por cierto, lo que la organización del partido implica en cuanto a las restricciones a la 'personalidad libre' está más que compensado por el apoyo que se proporciona a tanta "personalidad libre", que sin el respaldo moral garantizado por el partido se perdería en el más extraño callejón sin salida. ¿Quién sabe si el modelo de ministro socialista, Millerand, habría caído tan bajo si una organización de partido fuerte le hubiera impedido un poco más vivir su "personalidad libre".

 

Candidatos responsables

Sea como fuere, es sin duda una gran ventaja para todos los involucrados si, por lo que se refiere a nuestros diputados, los conflictos entre convicciones y disciplina se reducen al mínimo. Esto puede ser así si los candidatos se eligen cuidadosamente.

Pero en ocasiones nos faltan candidatos. El número de distritos que prometen éxito electoral está creciendo a una velocidad mayor que el número de camaradas probados, con capacidad oratoria que poseen el tiempo libre necesario y la independencia económica. Especialmente en zonas fuera de los centros industriales, el partido no puede encontrar los candidatos que necesita en el seno de las organizaciones locales; los tiene que conseguir fuera y, por lo tanto, dada la falta de familiaridad del partido local con el partido en su conjunto, puede optar fácilmente por un candidato que, a pesar de haberse hecho un nombre en la literatura del partido o incluso tener un título académico , todavía carece de gran parte de lo que se requiere si ha de tener un comportamiento en la fracción parlamentaria que sea satisfactorio para todos.

Cuanto más crece nuestro voto, mayor es nuestra necesidad de candidatos, más alejadas están los distritos electorales con una mayoría socialdemócrata de los grandes centros de la vida económica, política y social, y más necesario se hace que las organizaciones locales no gocen de soberanía absoluta la hora de elegir los candidatos y que esta cuestión se convierte en una cuestión del partido en su conjunto. La manera más fácil de que esto suceda es si el partido en las circunscripciones tiene que ponerse de acuerdo sobre sus candidatos a los parlamentos de los estados (lander) con el conjunto de la dirección del estado o la asamblea estatal, y con la dirección del partido a nivel estatal y la dirección nacional del partido para sus candidatos al Reichstag. En 1876, la propia conferencia del partido decidió sus candidatos para las elecciones al Reichstag, en la medida en que tenía tiempo suficiente para hacerlo. Dado a que la conferencia se adelantó, la selección de un gran número de candidaturas se hizo imposible y tuvo que ser delegado a un comité central electoral designado por la conferencia del partido.

Podemos ver que hay diferentes formas de influencia que el partido en su conjunto puede ejercer sobre la selección de los candidatos. Cual es la más práctica es un problema en sí mismo y no se discute aquí con más detalle. Por el momento, lo que nos preocupa es el reconocimiento del principio de que la nominación de un candidato para el Reichstag es un asunto que concierne al partido en su conjunto, tanto como le concierne a la organización del partido en el distrito electoral.

Este principio no debe, por supuesto, implicar la violación más despreciable del principio democrático que establece que todos los asuntos políticos se deben tratar desde abajo, a partir de la independencia de las masas, no desde arriba de una manera burocrática. De hecho, en varias publicaciones del partido el reciente asunto del vigésimo distrito electoral de Sajonia ha desatado una verdadera tormenta de indignación por la violación de la democracia de los votantes por parte de una autoridad del partido.

Sin embargo, si hay un principio democrático, entonces es e siguiente: la mayoría debe imponerse a la minoría y no al revés. En nuestro caso, la mayoría es el partido en su conjunto y la minoría es la organización del partido en el distrito electoral. No olvidemos que hemos ido más allá del sistema representativo feudal, donde el delegado individual actuaba como representante de una determinada localidad. El diputado del Reichstag es el representante del pueblo alemán, no de un distrito electoral. Y, como un hombre de partido, es el representante del partido en su conjunto, de tres millones de personas, no de los 10.000 o así que han votado por él. Se le da una plataforma desde la que no sólo habla a su distrito electoral, sino a Alemania en su conjunto. Y lo que hace y deja de hacer en el Reichstag no solo tiene consecuencias en su distrito electoral, sino en el partido en su conjunto. Todos sus aciertos tendrán un impacto positivo en toda la organización; todos sus errores avergüenzan o perjudican al partido. La selección de cada candidato al Reichstag es, pues, una cuestión importante para el partido en su conjunto.

Pero, ya que el partido no puede hacer frente por si mismo a este problema, tienen que hacerlo sus representantes. Aquellos que consideran esto demasiado "burocrático" o "centralista" podrán proponer que los candidatos sean seleccionados en un referéndum por todos los camaradas del partido. Pero quienes consideran que esta última sugerencia es inviable no deben quejarse de la falta de democracia, cuando esta tarea, como muchas otras que corresponden al partido, es atendida por una o varias instancias del partido.

Por supuesto, esto no va a suceder solo en el caso de una autoridad superior, como la dirección del partido o el comité central. A los camaradas del partido en el distrito electoral corresponde el peso principal de la campaña electoral - el éxito de los candidatos depende sobre todo de ellos. Pero no deben tener el derecho de imponer al partido un candidato sobre quien la mayoría del partido tiene fuertes reservas.[12] Deben seleccionar a sus propios candidatos, pero este candidato sólo debe ser confirmado después de que los representantes elegidos por el partido en su conjunto hayan aprobado su elección. Por regla general, esto es lo que va a pasar y en los antiguos distritos electorales con camaradas capacitados será una mera formalidad. Sin embargo, cuando sea necesario objetar el candidato, es mejor para todos los involucrados que se resuelva de manera tácita entre los grupos [Faktoren] mencionados antes. Si se hubiera preguntado a la dirigencia estatal y a la dirección del partido antes de proceder en la 20ª circunscripción a proclamar candidato a Göhre se hubieran evitado escenas embarazosas, que sin duda han dañado a nuestra eventual candidato, pero que tampoco contribuyeron a acrecentar la reputación de Göhre.

De hecho, no se trata de algo nuevo o algo inaudito. Es una cuestión práctica establecida. Siempre era habitual en el partido que las circunscripciones individuales llegaran a un entendimiento amistoso con la dirección del partido o del estado con respecto a un nuevo candidato. Pero el partido se ha vuelto demasiado grande para que esta práctica establecida sea suficiente. La práctica establecida deja de respetarse cuando deja de ser considerada evidente por sí misma y cuando sus disposiciones, incluso su existencia, se convierte en polémica. En este punto, la práctica debe ser concretada y codificado de forma explícita, porque de lo contrario su aplicación en casos particulares representaría una pérdida de energía excesiva y causaría demasiados conflictos innecesarios.

 

¡Cerrar las filas!

Se ha vuelto tan grande, nuestro aparato del partido y chirría tanto que corre el riesgo de perder todo su poder. Se ha hacho necesario determinar con mayor precisión lo que ha sido habitual hasta ahora -, así como buscar varias mejoras organizativas, si queremos que la fricción se reduzca al mínimo y el aparato del partido vuelva a funcionar suavemente. Sería, sin embargo, un servicio altamente involuntaria por parte de Heine si su intento de disolver la práctica establecida de la organización del partido llevase finalmente a su implementación estatutaria precisa y con ello a una mayor rigidez en la organización.

En primera instancia, se trata de determinar las competencias de las organizaciones locales del partido en los distritos electorales vis-à-vis el partido en su conjunto. Esto no sólo es cierto cuando se trata de la selección de candidatos. Hemos visto cómo los diputados que creen que la disciplina de partido es una carga demasiado onerosa a menudo tratan de zafarse de ella afirmando que son responsables no ante el partido, sino ante su electorado. Esta es una práctica extendida entre los socialistas ministeriales en Francia, pero también se ha practicado en nuestras propias filas. Suena muy "democrático", pero en realidad no son más que residuos de tendencias feudales, que pretenden enfrentar lo partícula a lo general y a la uniformidad [Einheitlichkeit] que debe ser inherente a un partido político moderno. Si un socialdemócrata apela a sus votantes contra el partido, se trata de un truco reaccionario no muy diferente de cuando Bülow[13] reclama del parlamento del estado prusiano un voto de confianza que le niega el Reichstag.

No nos dejemos por lo tanto confundir por "notas marginales democráticas" y lugares comunes en relación con lo que es necesario para una verdadera democracia - es decir, el control de las masas sobre sus delegados - cuando se trata de fortalecer y reforzar nuestra organización.

En política, como en la guerra, no siempre mismas tácticas son eficaces. En las batallas modernas, es necesario diseñar nuevas estrategias de combate y desplegar nuestras fuerzas. En política, sin embargo, se siguen aplicando las tácticas de guerra de los siglos XVII y XVIII: triunfan las columnas compactas que se mueven sobre el terreno de manera coordinada y unidas.

Cuando estamos ante una batalla, no hay que dispersar las fuerzas a fin de "desarrollar libremente" nuestra "individualidad". Nuestro lema debe ser: "¡Cerrar las filas!".

 

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Notas:

[1] Wolfgang Heine (1861-1944): un experto legal del grupo parlamentario del SDP que pertenecía al ala derecha del partido y contribuyó regularmente a la publicación de esa tendencia, Sozialistische Monatshefte.

[2] Paul Göhre (1864-1928): activo inicialmente en el movimiento social cristiano, trabajó junto a Max Weber en el estudio de las condiciones de vida de los trabajadores rurales en el este de Alemania. Entre 1894 y 1897 trabajó como sacerdote. En 1900 se incorporó al SDP y un año después renunció a sus derechos y deberes clericales. Partidario del ala revisionista de la socialdemocracia, en 1903 fue elegido diputado al Reichstag, pero renunció a su cargo después de entrar en conflicto con la dirección del partido ('el caso Göhre'). Volvió al Reichstag en 1910. Se ofreció como voluntario al ejército con 50 años en 1914, y se convirtió en subsecretario en el Ministerio de la Guerra de Prusia en 1918.

[3] Para un resumen de los argumentos de Kautsky sobre el sistema parlamentario inglés (es decir, británico), ver B Lewis, 'Los referendums y la democracia directa' (www.sinpermiso.info/sites/default/files/textos/6kautsky_y_la_democracia.pdf).

[4] La “democracia burguesa" en los escritos marxistas de este período significa el partido o tendencia de los liberales de izquierda y radicales. La referencia de Kautsky es probablemente a las reivindicaciones de los cartistas y la revolución francesa de 1848-1850.

[5] Programa elaborado en la habitación de delante de Friedrich Engels en el norte de Londres por Engels, Marx y Paul Lafargue. El proyecto fue aprobado en el congreso del Partido Obrero en noviembre de 1880. El texto completo del programa está disponible en www.marxists.org/archive/marx/works/1880/05/parti-ouvrier.htm.

[6] Jean Jaurès (1.859-1914): socialista francés, fundador del diario socialista L'Humanité y líder de la sección francesa de la Segunda Internacional. Gradualista, que creía que el marxismo daba excesiva importancia al papel de los intereses materiales en la historia. Fue asesinado por el nacionalista de extrema derecha, Raoul Villain, en 1914.

[7] Los socialistas independientes franceses (Socialistes indépendants) eran una agrupación política y fracción parlamentaria en la Tercera República, que se negó a unirse a los diversos partidos políticos organizados del socialismo francés. Su nombre llegó a ser usado - como es evidente en el uso de Kautsky - para referirse a los políticos que pretendían que su legitimidad surgía de sus votantes y por lo tanto se negaban a someterse a cualquier disciplina parlamentaria.

[8] Oda Olberg (1872-1955): corresponsal de Die Neue Zeit – semanario marxista de Karl Kautsky - para los movimientos obreros italianos y franceses. Defensora del derecho al aborto y del suicidio asistido, trabajó junto con Benito Mussolini en la publicación italiana Avanti!

[9] Alfred Léon Gérault-Richard (1860-1911): editor socialista y diputado del Partido Socialista.

[10] Nota original de Kautsky: Dépêche de Toulouse 22 de febrero de 1904. Citado de E Lafont en su artículo sobre el Congreso de St Etienne, "Mouvement Socialiste ", 15 de marzo 1904.

[11] Alexandre Millerand (1.859 a 1.943): socialista francés cuya decisión de convertirse en ministro del gabinete en el gobierno Waldeck-Rousseau en 1899 condujo a su expulsión de la Segunda Internacional y dio el lugar a la palabra, 'millerandismo', como termino despectivo referido al socialismo reformista. Kautsky dirigió la acusación contra Millerand y sus partidarios en la Segunda Internacional.

[12] Nota original de Kautsky: Si es necesario, también podría llegar a ser conveniente para el partido en su conjunto, o sus representantes, nominar directamente a los candidatos. Especialmente en los estados donde el número de escaños seguros es tremendamente pequeño. No hay que dejar por completo la selección de los candidatos a la contingencia de las influencias locales; el partido tiene derecho a exigir que, para los escaños seguros se seleccione a los representantes más adecuados que necesita en el Parlamento a toda costa. En Austria, gracias a la autonomía irrestricta de los distritos electorales, un hombre como Víctor Adler[14] se mantuvo alejado de la Cámara de Representantes durante dos períodos legislativos consecutivos y es cuestionable si en las próximas elecciones será elegido. Pero esta cuestión no afecta al imperio alemán, donde hay una gran cantidad de escaños seguros.

[13] Bernhard Heinrich Martin Karl von Bülow (1849-1929): político y estadistas alemán. Uno de los favoritos del kaiser Guillermo II, en 1900 von Bülow se convirtió en canciller de Alemania y en ministro presidente de Prusia. Guillermo II esperaba que, con el apoyo de von Bülow, la democracia y la política parlamentaria podrían ser eliminadas. En el Reichstag, Bülow se refirió una vez al libro de Kautsky La revolución social, publicado en 1902, como la "Guía para el Estado del futuro".

[14] Victor Adler (1852-1.918): miembro fundador de la socialdemocracia austriaca.