Delfín Lévano

 

¿LUCHA DE CLASES O “ACUERDO NACIONAL”?

 


Escrito: 1923.
Publicado por vez primera: En septiembre de 1923.
Versión digital: La Protesta, no. 2, primer trimestre de 2004, http://www.laprotesta.freeservers.com/no2/index.htm.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2010.


 

 

Es innegable el antagonismo económico-social entre capitalistas y obreros, antagonismo cada vez mas acentuado por cuanto son dos fuerzas diametralmente opuestas en su funcionamiento, en sus propósitos, en su desenvolvimiento y aspiraciones.

Los capitalistas, por formar una casta dominante, son forzosamente conservadores, pues no de otra manera podrían perpetuar su régimen social que les favorece con honores, riquezas y poderío.
Los obreros, por el contrario, constituye una clase subyugada que sufre todo genero de exacciones. Por estar ineludiblemente sujetos al trabajo, vegetan en la servidumbre y carecen de libertad de acción, de independencia, de dignidad social, toda vez que la pobreza en que viven significa la esclavitud mas abaldonante.

Siendo el capitalismo una fuerza conservadora, sus componentes son parásitos sociales que succionan, que extorsionan y humillan a los obreros. Acostumbrados los capitalistas a las comodidades, al lujo, al derroche y al disfrute de todos los placeres, cometen el horrendo crimen del despojo social, acaparando el producto del trabajo ajeno y acumulando riquezas a fin de asegurar su propia dicha y la dicha de sus descendientes. Como es lógico, este despojo y codicia capitalista se fundan, primero, en la inveterada [vieja, arraigada] inmoralidad transmitida por los primeros hombres que usurparon la tierra y los productos labrados por otros hombres más débiles e ignorantes, inmoralidad que hoy la ley consagra como el derecho de la propiedad privada; y, segundo, por la fuerza brutal de que dispone el Estado, fruto y sostén del poderoso –despojo y codicia que siembran las privaciones y angustias que sufre la inmensa familia proletaria que, pese a mucho trabajar durante su vida, apenas alcanza para ganar el suficiente salario que le condena a vivir miserablemente-. ¡Contraste inaudito que nos llena de indignación!.

Colocadas frente a frente hay, pues, dos clases marcadamente distintas, producto del antagonismo del que hablamos arriba: de un lado los que holgan y nadan en la opulencia con su vida fastuosa y cómoda; del otro, los que nada tienen y carecen hasta del necesario alimento para alimentar su cuerpo desfalleciente y que, sin embargo, desgastan sus energías trabajando rudamente toda su existencia.
¡Contradicción flagrante! ¡Realidad pavorosa, que desmiente categóricamente [los supuestos] principios básicos de la democracia actual: libertad, igualdad, fraternidad!.

No cabe duda que el capitalismo, después de la Revolución Francesa, una vez destruido el feudalismo y la “aristocracia de sangre”, ha contribuido al progreso de las industrias y al desarrollo de la civilización, provocando el acercamiento comercial de todos los países. Pero ,¡a costa de cuantas lagrimas y hambres, de cuanta sangre, de cuantas vidas de proletariados sacrificadas en bien del triunfo de la pluto-autocracia de todas las naciones!. Sin embargo, los economistas y plumíferos defensores de la burguesía, y hasta ciertos “científicos” que teorizan desde sus poltronas sin hacer una disección investigadora de la estructura social presente a fin de aplicarle una critica justiciera, proclaman que el adelanto de la ciencia y el perfeccionamiento del maquinismo, así como el progreso de la química y el aprovechamiento de las fuerza o agentes naturales, producen un mayor bienestar social, pues arguyen que a mayor producción en menos cantidad de tiempo y energía humana corresponde mayor riqueza y, por ende, menos miseria.

Garrafal impostura puede tener visos de verdad para mentalidades rudimentarias o rutinarias, pero no ante los hechos que vemos, que palpamos, que sentimos; no ante las tremendas y oprobiosas injusticias y los contrastes sociales de este orden burgués, donde el progreso de las artes, de las industrias y hasta de las ciencias es en provecho de las clases acomodadas y en detrimento moral y físico de los trabajadores.

Siendo, pues, una verdad demostrable e indiscutible el antagonismo de las clases capitalistas y obrera; siendo otro hecho real que los capitalistas tienden a conservar sus privilegios y a perpetuar las actuales condiciones de vida; siendo también otro hecho histórico el que los obreros, hoy podemos decir parias, siervos, asalariados de quienes los explotan, tienden a libertarse de esa esclavitud, no comprendemos en que razones se fundan ciertos elementos tildados de “revolucionarios sociales” para pregonar la “armonía” entre el Capital y el Trabajo, entre los amos y los esclavos, entre el que despoja y el despojado.

¡No!; no puede haber tal armonía: esta alianza o colaboración con los que gobiernan y los que explotan con el objeto de “mejorar la triste condición de los desheredados” solo puede fundamentarse en un errado concepto de lucha de clases y de la misión histórica del proletariado organizado sindicalmente.
No se alegue que aquí los trabajadores todavía no están organizados ni, mucho menos, preparados para llevar a la practica una marcada tendencia sindicalista separadas de las demás clases opresoras económica y políticamente; no se alegue que hay que hacer algo mientras los obreros, con el tiempo, comprenden su misión eminentemente revolucionaria y libertaria; no se alegue que los obreros todavía son incapaces de recibir y comprender la generosa ideas libertarias. ¡Sofismas, nada mas que sofismas o medios de bastardear el legitimo obrerismo son todos esos alegatos!.

Precisamente por estar en su comienzo la organización obrera, por estar en gestión la tendencia sindicalista y las ideas anarquistas, conviene no comenzar mal ni dar una falsa orientación al movimiento obrero ni sembrar el confusionismo con ideas retrogradas o retardatarias,cuando la enseñanza de la historia, con claridad meridiana, con afirmaciones rotundas, con postulados incontrovertibles nos señala la verdadera senda que tenemos que seguir para conquistar lo que tanta falta nos hace: la libertad política, la independencia económica, la superación intelectual y moral.

Terminamos diciendo: entre la extrema e insulsa opulencia y holgazanería de los de arriba y la extrema miseria y servidumbre de los de abajo hay antagonismos irreconciliables; los primeros son dominadores, los segundos son esclavos hoy, libertadores mañana; los primeros representan una fuerza de opresión, de sujeción; los segundos son una fuerza de avance revolucionario, de irrupción libertaria. Por lo tanto, son fuerzas antitéticas.