Liu Shaoqi

 

Sobre la lucha interna del Partido

 

 


Redactado:   Discurso pronunciado en la Escuela del Partido Adjunta al Buró del Centro de China del CC del PCCh el 2 de julio de 1941.
Primera vez publicado: Fue publicado el 9 de octubre de 1942 en Jiefang Ribao ("Diario de la Liberación"), de Yan’an. Luego, fue incluido, con algunas enmiendas hechas por el autor, en los Documentos para la campaña de rectificación del estilo de trabajo, publicados por la Casa Editorial “Liberación” en junio de 1943.
Fuente de la traducción al castellano: Obras escogidas de Liu Shaoqi. Tomo I. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Beijing, 1983; págs. 195-236.
Transcripción/HTML: Juan Fajardo, marzo 2018.
Esta Edición digital: Sección en Español del Marxists Internet Archive, marzo de 2018.


 

 

 

I.

INTRODUCCION

 

Camaradas:

En los últimos tiempos hemos planteado en el Partido el problema de redoblar nuestros esfuerzos por forjar el espíritu de partido en los militantes. Estoy enterado de que el Comité Central ha aprobado una decisión al respecto, cuyo texto llegará pronto a nuestro poder. A fin de intensificar nuestros esfuerzos por forjar este espíritu en nuestros militantes, hemos de librar en el seno del Partido una lucha ideológica específica contra todos aquellos fenómenos negativos que estén en contra del espíritu de partido. Pero, ¿cuál es la manera correcta de librar nuestra lucha ideológica en el Partido, y cuál la incorrecta? Precisamente éste es el asunto del cual voy a tratar ahora.

Es sabido de todos que el nuestro es un partido político proletario, un partido que dirige las luchas de las grandes masas. Para cumplir la misión histórica que le corresponde, el Partido debe luchar contra los enemigos de la revolución en los diversos períodos y unirse con los distintos sectores y clases revolucionarios. Desde el día mismo de su nacimiento, nuestro Partido nunca ha dejado de atravesar por circunstancias de luchas serias. Este y el proletariado siempre han vivido rodeados por otras clases no proletarias: la gran burguesía, la pequeña burguesía, el campesinado y hasta los remanentes de las fuerzas feudales. Y estas clases, ya sea que luchen contra el proletariado o cooperen con él, utilizan a los elementos inestables del Partido o del proletariado para hacerse sentir en su seno, ejerciendo sobre ellos una influencia en su ideología, costumbres, teoría y actividades. Este es el origen de todos los errores y tendencias perniciosas existentes en el Partido, la raíz social de los diferentes tipos de oportunismo surgido en este y también el origen de su lucha interna.

La lucha interna del Partido es un reflejo de la lucha de clases que se libra fuera de él.

Desde el mismo día de su nacimiento, nuestro Partido ha venido luchando no solo contra los enemigos fuera de él, sino también contra las diversas influencias no proletarias existentes en su seno. Ambos tipos de lucha, aunque diferentes, son indispensables. Si nuestro Partido no sostuviera el segundo tipo de lucha, si no combatiera constantemente en su seno todas las tendencias perniciosas, si no erradicara sin cesar de su seno toda ideología no proletaria ni superara el oportunismo tanto de izquierda como de derecha, entonces tal ideología y tal oportunismo ganarían terreno en el Partido, lo afectarían, predominarían en él, imposibilitarían su consolidación, su desarrollo y el mantenimiento de su independencia, lo pondrían en peligro y lo conducirían a la degeneración. Tal ideología no proletaria y tal oportunismo tanto de izquierda como de derecha podrían corromper a nuestro Partido o a sectores de él y hacer que ese o estos cambien de naturaleza y degeneren en una organización no proletaria. Pongamos por caso los partidos socialdemócratas de Europa, que precisamente se dejaron corromper de ésta manera por la ideología burguesa y se convirtieron en partidos políticos de tipo burgués, constituyendo así el principal sostén social de la burguesía. De ahí que la lucha interna del Partido sea del todo necesaria c inevitable, y que sean totalmente erróneas tanto la idea de tratar de evitar esta lucha como la de abstenerse de criticar los errores de los demás a cambio de su igual silencio.

La lucha interna del Partido es principalmente una lucha ideológica, siendo su contenido las divergencias y antagonismos que surgen en materia de ideología y principios. Es cierto que las divergencias y antagonismos entre los camaradas respecto a los principios pueden llegar a convertirse en discrepancias políticas y, en algunos casos, hasta en discrepancias organizativas inevitables en el Partido, pero, por su esencia y contenido, no dejan de ser, en lo fundamental, una lucha ideológica. Por lo tanto, toda lucha interna del Partido que no implique divergencias ideológicas y de principio y todo conflicto entre camaradas que no se base en divergencias de principio, es lucha sin principios ni contenido. Tal tipo de luchas son del todo innecesarias en el Partido y solo le acarrean daños en vez de traerle beneficios. De ahí que todo miembro del Partido deba esforzarse scriamcntc por evitarlas.

La lucha interna del Partido es absolutamente imprescindible para mantener la pureza e independencia del Partido, asegurar que sus actividades se desarrollen conforme a los intereses supremos del proletariado y conservar su carácter proletario. En este sentido, también es necesario que tal lucha se lleve a cabo en dos direcciones, en dos frentes. Y la razón de esto es que la ideología no proletaria afecta al Partido en dos direcciones, lo ataca por el flanco derecho o izquierdo y se manifiesta dentro de él en forma de oportunismo de derecha o de izquierda y, por lo tanto, la lucha interna de nuestro Partido debe dirigirse simultáneamente contra ambos oportunismos. Solo luchando en estas dos direcciones es posible mantener el carácter proletario de nuestro Partido. De no obrar así, de no luchar más que en una sola dirección, o en caso de relajar la vigilancia y la lucha en una u otra dirección, la ideología no proletaria puede y no dejara de atacar al Partido por el flanco que hayamos descuidado, en cuyo caso será imposible mantener la pureza y la independencia del Partido y conseguir su consolidación. Así, pues, nuestro Partido se consolida y se desarrolla en el proceso de luchas internas incesantes que se efectúan en los dos frentes.

El camarada Stalin dijo:

“[…] las contradicciones solo pueden ser superadas mediante la lucha por unos u otros principios, por unos u otros objetivos de la lucha, por unos u otros métodos de la lucha que conduce a un determinado objetivo. se puede y se debe llegar a toda clase de acuerdos con los que piensan de otro modo dentro del Partido, cuando se trata de cuestiones de la política diaria, de cuestiones de carácter puramente práctico. Pero si esas cuestiones van liga- das a discrepancias de principio, ningún acuerdo, ninguna línea ‘intermedia’ puede salvar la situación. No hay ni puede haber línea ‘intermedia’ en las cuestiones de principio. El trabajo del Partido debe basarse en unos principios o en otros. La línea ‘intermedia’ en cuestiones de principio es la ‘línea’ de la confusión, la ‘línea’ de velar las discrepancias, la ‘línea’ de la degeneración del Partido, la ‘línea’ de la muerte ideológica del Partido.”

Y añadió:

“[...] su historia [la del PC (b) de la URSS] es la historia de la superación de las contradicciones en su seno y del fortalecimiento constante de sus filas sobre la base de esa superación.”

Esto explica la necesidad de la lucha interna del Partido.

En cuanto a esta necesidad y a lo inadmisible que es el liberalismo y la tendencia conciliadora dentro del Partido, hay muchas referencias a este particular en las obras de Lenin y Stalin. Como ustedes las pueden leer, no hablare más aquí al respecto. El problema que voy a abordar hoy es el de como librar la lucha interna del Partido. Para nosotros, éste es un problema nuevo. Es totalmente necesario que lo estudiemos. Ahora, no me propongo hablar de él en todos sus aspectos, sino que me limitaré a presentar algunas opiniones, para las cuales me baso en mis observaciones personales y en la experiencia histórica del Partido Comunista de China. En cuanto a si son totalmente correctas tales opiniones, hago un llamado a todos los cama- radas para que las discutan.

 

II.

LAS CONDICIONES PARTICULARES EN QUE NACIO EL PCCh Y LAS DESVIACIONES SURGIDAS EN SU LUCHA INTERNA

 

¡Camaradas! ¿Qué hicieron Marx y Engels por el proletariado mundial?

Lo dotaron de un sistema ideológico y teórico completo. Y lo que es más, crearon organizaciones proletarias independientes, dirigieron luchas de masas del proletariado y establecieron la I Internacional. En sus primeros años la II Internacional estuvo bajo la guía e influencia de Engels. Marx y Engels educaron y orientaron a la clase obrera en cuanto a cómo organizarse y a como llevar adelante la lucha.

En la época de la II Internacional (periodo anterior a la Primera Guerra Mundial), los partidos socialdemócratas de diversos países llevaron a cabo entre los obreros un inmenso trabajo organizativo y desarrollaron un amplio movimiento por agrupar a la clase obrera, tarea en la cual lograron enormes éxitos. Pero, como aquel era un periodo de desarrollo “pacifico” del capitalismo y las organizaciones de la clase obrera se formaron en ese periodo de paz, la diferencia entre el Partido y los sindicatos no era muy visible. Después del fallecimiento de Engels, la II Internacional, dirigida por Kautsky y compañía, siguió una línea inadmisible de conciliación con respecto al oportunismo dentro de las filas partidarias, de manera que el oportunismo logró corromper a los partidos de diversos países que conformaban la II Internacional. En la época del imperialismo, la época de la revolución proletaria, los partidos y sindicatos de este tipo demostraron su incapacidad para llevar sobre sus hombros la tarca de la revolución que le correspondía al proletariado en el nuevo periodo y, como consecuencia de ello, cayeron inevitablemente en la bancarrota o entraron en decadencia durante la Primera Guerra Mundial.

La época de Lenin fue distinta a la de Marx y Engels. Era la época del imperialismo, la época del capitalismo encaminado a su ruina, la época de la revolución proletaria. Esta época le exigía al proletariado el establecimiento de un partido político fuerte y combativo, un partido político que estuviera totalmente unido en lo ideológico, político y organizativo y en la acción y que tuviera vínculos estrechos con las masas proletarias. Solo apoyándose en un partido así sería posible librar con éxito las extremadamente serias luchas revolucionarias. Por tanto, además de restaurar y desarrollar la doctrina de Marx y Engels en todos sus aspectos, Lenin creo de modo particular una teoría completa sobre la construcción del Partido político revolucionario del proletariado. La doctrina que seguimos los comunistas chinos en la construcción del Partido es, en lo fundamental, la creada por Lenin. Esta doctrina es absolutamente inseparable de la estrategia y las tácticas que guían la lucha revolucionaria del proletariado.

¿Cuáles fueron las condiciones existentes en el periodo en que fundó Lenin el Partido revolucionario del proletariado?

En aquel tiempo, por un lado, se avecinaba una guerra imperialista de gran envergadura y al proletariado se le planteaba la inminente tarca de derribar a la burguesía, tomar el Poder e implantar la dictadura del proletariado y, por el otro, los partidos socialdemócratas de la II Internacional, que contaban con una amplia red de organizaciones, aun no tenían conciencia de la necesidad de derrocar a la burguesía para implantar la dictadura del proletariado y no estaban dispuestos ni se atrevían a hacer preparativos para lanzar una ofensiva revolucionaria del proletariado. Por eso, los partidos de la II Internacional, que estaban organizados con laxitud y desgarrados por discrepancias fraccionarias, no estaban en condiciones de entablar ninguna lucha más o monos seria y, en consecuencia, no podían responder en absoluto a las necesidades que tenía el proletariado de aquel entonces en el sentido de hacer la revolución. Los partidos socialdemócratas de diversos países en aquel tiempo no solo se hallaban hundidos teórica y políticamente en el lodazal del oportunismo de derecha (tal fue el caso de su teoría de la colaboración entre el trabajo y el capital, su afirmación sobre la evolución pacífica del capitalismo hacia el socialismo, su aseveración de que el proletariado podría tomar el Poder por medio de luchas parlamentarias sin necesidad de una revolución y que, por consiguiente, no cabía trazar la estrategia ni las tácticas de la revolución proletaria, etc.), sino que habían incurrido, de cabo a rabo, en el oportunismo de derecha con relación a la cuestión organizativa del Partido. Los partidos de la II Internacional y los mencheviques de Rusia abogaban por el liberalismo en materia de organización partidaria, por la reducción del partido político del proletariado a la condición de una organización obrera cualquiera, por la renuncia a una estructura orgánica estricta y a una disciplina rigurosa en el Partido, por el mantenimiento de una paz sin principios en el seno de este, por la tolerancia de la existencia en su seno de fracciones (portadoras de distintas ideologías y provistas de diferentes sistemas organizativos), y cosas por el estilo. La unidad y la disciplina del Partido, lo mismo que la autocritica y la lucha interna, eran inconcebibles y absolutamente innecesarias según los partidos de la II Internacional. Estas fueron las principales manifestaciones concretas del oportunismo de derecha de estos partidos en materia de organización.

Asimismo, en ese tiempo, los economistas rusos y los sindicalistas de Europa (de Francia, por ejemplo), quienes sostenían que la clase obrera no necesitaba organizarse en ningún partido político, rehusaban formar el partido de la clase obrera o lo subordinaban a los sindicatos y, abogando por la “independencia sindical”, negaban el papel dirigente del Partido con relación a los sindicatos...

En ese tiempo, por una parte, las tareas de lucha de la revolución proletaria requerían un fuerte partido combativo que condujera a las grandes masas a su cumplimiento; por la otra, los partidos de la II Internacional, con varios millones de miembros o de afiliados sindicales a su disposición, se mostraban flojos e incapaces de combatir. Además, este atraso y laxitud organizativos contaban con el respaldo de las ideas oportunistas de toda índole. Estas eran las circunstancias específicas relevantes que reinaban en los momentos en que Lenin fundó el Partido bolchevique.

En las circunstancias antedichas, a fin de construir un partido capaz de dirigir la revolución proletaria y totalmente unido y fuerte en lo ideológico, político y organizativo, Lenin no pudo sino concentrar sus anergias para oponerse al oportunismo en lo ideológico y político de los partidos de la II Internacional, en particular a su oportunismo en materia de organización del Partido. Fue precisamente en torno a una cuestión organizativa, la de los requisitos para el ingreso en el Partido, que surgieron las primeras discrepancias entre los bolcheviques encabezados por Lenin y los mencheviques. La teoría de Lenin sobre la construcción del Partido bolchevique fue tomando cuerpo en la lucha contra el oportunismo de derecha de los partidos de la II Internacional en materia de organización y en la lucha contra la teoría de los economistas y los sindicalistas, según la cual era innecesaria fundar un partido político de la clase obrera. Por lo tanto, la teoría de Lenin sobre la construcción del Partido estuvo colmada de polémicas contra las diversas manifestaciones del oportunismo de derecha en materia de organización, o sea, contra la teoría del liberalismo y la tendencia conciliadora, contra la teoría que abogaba por la reducción del partido político proletario a la condición de una organización obrera cualquiera, contra la paz sin principios en el Partido, contra las organizaciones y actividades fracciona listas en su seno, etc. En la lucha contra esas manifestaciones del oportunismo de derecha en materia de organización, Lenin definió el Partido como el destacamento más avanzado, mejor organizado y más disciplinado del proletariado, integrado por los elementos más conscientes, valientes y progresistas de sus filas y como la forma suprema de su organización de clase. Esto, porque el proletariado tiene, además del Partido, otras organizaciones como los sindicatos, cooperativas, grupos culturales y educacionales, y hasta el gobierno y el ejército; sin embargo, de todas estas formas de organización del proletariado, el Partido es la suprema, la única que es capaz de dirigir en lo político todas las demás organizaciones. Fue de esta manera como Lenin dejo trazada una clara línea de demarcación entre el Partido y las demás organizaciones de la clase obrera. Estableció, además, que el principio de organización del Partido debe ser el centralismo democrático y que el Partido debe tener una férrea disciplina unificada. Este principio fue formulado por él en el curso de su lucha contra el oportunismo de los partidos de la II Internacional en materia de organización. Todo esto constituye el contenido substancial de la teoría de Lenin sobre la construcción del Partido.

Fue principalmente en la lucha contra el oportunismo de derecha en materia de organización del Partido, y no contra el oportunismo de izquierda, que Lenin llevó adelante la construcción del Partido. Antes de la Revolución de Octubre, el oportunismo de izquierda en materia de organización del Partido aun no había tornado cuerpo, o no había llegado a ser un oportunismo sistemático, razón por la cual la teoría de Lenin sobre la construcción del Partido está llena de pole- micas contra el oportunismo de derecha, es decir, contra la renuncia a una estricta organización y el abandono de una rigurosa disciplina, contra la paz sin principios en el Partido, contra la renuncia a la lucha ideológica en él y el temor a la autocritica, contra el liberalismo y la tendencia conciliadora, contra el independentismo sindical y otras manifestaciones por el estilo en el seno del Partido. Todas estas polémicas surgieron debido a las circunstancias específicas existentes en los momentos en que Lenin se dedicaba a la construcción del Partido.

Sin embargo, si tomamos en cuenta las circunstancias específicas que ha enfrentado el Partido Comunista de China en su construcción, encontraremos que son totalmente diferentes de aquellas en las que se hallaba Lenin antes de la Revolución de Octubre.

Primero. La construcción del Partido chino empezó después de la Revolución de Octubre, cuando la victoria obtenida por los bolcheviques rusos nos brindaba un vivo ejemplo; por eso, desde el comienzo de su construcción, nuestro Partido ha estado siempre bajo la guía de la Internacional Comunista y se ha atenido a los principios de Lenin.

Segundo. Desde su fundación hasta la fecha, el Partido chino nunca se ha dejado influenciar ni en lo ideológico ni en lo organizativo por la II Internacional de los partidos socialdemócratas de Europa.

Tercero. China no ha vivido un periodo de desarrollo “pacifico” del capitalismo como sucedió en Europa, donde era permisible la lucha parlamentaria pacífica de la clase obrera. Tampoco ha habido en China una capa aristocrática obrera como en Europa.

Cuarto. En la composición de clase del Partido chino se advierte un considerable porcentaje de pequeños burgueses y campesinos y algunos lumpemproletarios, que constituyen la base social del oportunismo de izquierda y de derecha en el Partido.

Debido a las cuatro circunstancias antedichas, desde el inicio de la construcción del Partido chino nos hemos guiado por la intención subjetiva de seguir los principios y el camino señalados por Lenin. Es por esto que algunos de los principios de organización del Partido bolchevique son tan familiares para la mayoría de los miembros de nuestro Partido que hasta los saben de memoria. En cambio, nunca han existido en su seno las tradiciones y hábitos de los partidos socialdemócratas. Por tanto, hemos tornado un camino recto a este respecto. Desde los primeros días de su existencia, nuestro Partido ha venido practicando la autocritica y la lucha ideológica, ha establecido el centralismo democrático, ha mantenido una estricta organización y una rigurosa disciplina, no ha permitido la existencia de fracciones y se ha opuesto categóricamente al liberalismo, al independentismo sindical, al economismo, etc. En consecuencia, en nuestro Partido nunca se han dado casos de planteamiento en forma abierta y sistemática de teorías oportunistas de derecha en materia de organización. En el Partido no está permitido difundir públicamente ideas como las de renunciar a la autocritica y a la lucha interna del Partido, abandonar la estricta organización y la rigurosa disciplina, prescindir del Partido político de la clase obrera y procurar una absoluta independencia de los sindicatos. Si bien aun adolecemos de insuficiencias en la lucha ideológica dentro del Partido, esto no se debe a que haya en el una teoría sistemática que se oponga a la lucha interna, sino a que nuestro bajo nivel teórico impide que nos percatamos de las divergencias de principio, o a que alguno que otro responsable del Partido, valiéndose de métodos especiales, ahoga la autocritica.

Sin embargo, las condiciones y circunstancias especificas reinantes en el periodo de la fundación de nuestro Partido ejercieron una doble influencia. Una influencia positiva que nos permitió crear desde el mismo comienzo un partido de tipo leninista, o sea, el Partido Comunista de China, y guiarnos por la intención subjetiva de observar rigurosamente los principios trazados por Lenin. Desde el comienzo, nuestro Partido viene practicando estrictamente la autocritica y la lucha interna, lo cual ha servido como fuerza motriz para el progreso de nuestro Partido y ha hecho posible su rápido desarrollo. Sin embargo, la otra influencia, la negativa, ha conducido a menudo a nuestros camaradas a otro extremo, a cometer un error opuesto, vale decir, a efectuar la lucha interna del Partido de manera excesiva, demasiado severa y sin restricción alguna, hasta el punto de caer en otra desviación, la desviación de izquierda...

Muchos camaradas tienen una comprensión mecánica y errónea de los principios de Lenin y los consideran como dogmas absolutos. Consideran que un alto grado de centralización orgánica del Partido significa negar la democracia en su seno; que la necesidad de la lucha interna del Partido niega la paz en él; que la dirección política del Partido — forma suprema de organización del proletariado — sobre las otras organizaciones de masas del proletariado niega el carácter independiente de los sindicatos y de las demás organizaciones de los obreros y de las masas trabajadoras; que la férrea disciplina única significa la liquidación de la personalidad, de la iniciativa y de la capacidad creadora de los militantes del Partido...

Muchos camaradas mantienen una noción estereotipada de los principios de Lenin y, al considerar que la lucha interna del Partido es indispensable y que para el liberalismo y la tendencia conciliadora no debe haber cabida alguna, aplican esos principios de manera mecánica y rígida. Creen que, en cualquier momento, sean cuales fueren las circunstancias y trátese del problema que se trate, es siempre necesaria e imprescindible una lucha irreconciliable, que cuanto más cruel sea ésta, mejor, que cuanto más enconada y mordaz sea la forma de lucha y de crítica en el Partido, mejor, y que cuanto más agudo sea el antagonismo entre los camaradas en el Partido, mejor, pues de otra manera se cometerán errores de liberalismo y de tendencia conciliadora. Para demostrar que ellos mismos están libres de toda tendencia liberal o conciliadora y que son “bolcheviques de pies a cabeza”, libran luchas sin principios en el Partido pasando por alto las condiciones específicas sin importarles el tiempo o el lugar. Y de este modo, en la lucha interna del Partido, se convierten en “matones” sin position correcta, en “expertos en luchas” sin principios y en “pendencieros” aficionados a la lucha. Se puede decir que luchan por el solo objetivo de luchar. Esto es ignominioso en las filas del proletariado, algo que, lógicamente, se encarga de demostrar que no son “bolcheviques de pies a cabeza”, sino, por el contrario, que están insultando el nombre “bolchevismo” y desarrollando sus actividades de sacar provecho de todo dentro del Partido al socaire del nombre y la imagen de los bolcheviques.

Muchos camaradas ignoran que la lucha interna del Partido es una lucha de principios, una lucha en pro de cal o cual principio, por de- terminar tal o cual meta de lucha y por elegir tal o cual forma de lucha para alcanzar la meta. No entienden que, en los problemas relativos a la política del momento o en los problemas de carácter puramente práctico, con tal que no estén en juego divergencias de principios, es posible y necesario hacer los compromisos que aconseje el caso con aquellos miembros del Partido que sostienen otras opiniones. No comprenden ni saben que, en lo concerniente a los problemas de principios, cuando se trata de la meta de lucha por fijar y de la forma de lucha por elegir para alcanzar esa meta, se debe realizar una lucha intransigente con aquellos que en el Partido tienen otras opiniones, y que, por el contrario, en el caso de problemas relativos a la política del momento o en los problemas de carácter puramente practico, en vez de proceder de aquella manera con quienes en el Partido sostienen otras opiniones, deben hacerse los compromisos que se impongan. Este es, precisamente, el estilo de trabajo propio del Partido de Lenin y Stalin, que, sin embargo, muchos de nuestros camaradas no han asimilado. Ellos persisten en librar luchas intransigentes aun cuando se trate de problemas sobre los cuales convenga hacer los compromisos que se impongan y, en consecuencia, para ellos no queda problema, momento ni persona alguna que escape a su antagonismo. Adoptan una actitud antagónica frente a todo lo que no esté identificado con ellos y tratan de imponer por la fuerza una identidad absoluta, portándose en todo de manera intransigente, y ello siempre en el sentido absoluto. Consideran antagónicas todas las contradicciones y luchan contra todo, lo cual constituye un enfoque absoluto.

Muchos camaradas no saben que son los principios, que son los problemas de principios y que son los planes estratégicos y la línea táctica del Partido, ni saben tampoco emprender luchas asiendo estos problemas y divergencias. Siendo extremadamente bajo su nivel teórico y limitada su experiencia política, no están en condiciones de percibir esos problemas de importancia ni entablar polémicas sobre ellos. Sin embargo, tienen muy presente la necesidad de la lucha interna del Partido y lo incorrecto que es renunciar a ella. Mantienen un vivo afán de luchar, aunque no sean capaces de captar esos problemas im- portantes ni sepan partir de los principios en sus planteamientos. Entonces, solo pueden percibir unos cuantos fenómenos y problemas aislados para librar luchas y controversias sin principios con aquellos miembros del Partido que sostienen otras opiniones, provocando la desunión y el antagonismo entre camaradas, así como divergencias en materia de organización. En efecto, en nuestro Partido se observan fenómenos tan repugnantes de la lucha interna.

Lo antedicho constituye una desviación en la lucha interna del Partido chino, una desviación sumamente grave en su seno (aunque existe también en los partidos de otros países). Esta desviación ha11a su expresión en el hecho de conducir la lucha interna del Partido de manera excesiva y sin restricción alguna, hasta llegar al otro extremo: el oportunismo de izquierda en la lucha interna y en materia de organización del Partido (negación de la democracia interna del Partido, negación de toda paz interna del Partido aun estando está basada en una conformidad de principios, negación de la independencia relativa de los sindicatos y otras organizaciones de masas, negación de la personalidad, de la iniciativa y del espíritu creador de los miembros del Partido, etc.). Esto se debe a las circunstancias y condiciones específicas en que se mueve el Partido chino.

Aquí, quisiera hacer una referencia al hecho de que muchos camaradas del Partido chino no han tornado nota de la lucha de principios que libró Lenin después de la Revolución de Octubre contra el oportunismo de izquierda. Con posterioridad a esta Revolución, en el Partido ruso tomo cuerpo una fracción de “comunistas de izquierda” que se oponía al Tratado de Brest-Litovsk y más tarde, surgió también una controversia sobre el problema de los sindicatos. Cierto es que antes de la Revolución de Octubre se había conformado en el seno de los bolcheviques la fracción de los “otzovistas”, también con apariencia de “izquierdistas”, pero no tardo en ser vencida sin que el problema adquiriera características tan graves como en el caso de los “comunistas de izquierda” en tiempos del Tratado de Brest-Litovsk. Lenin derroto en poco tiempo a estos “izquierdistas” de Rusia. Sin embargo, en los países de Europa Occidental surgieron luego nuevos “comunistas de izquierda”. Ellos levantaron la consigna de “ningún compromiso” y se opusieron a toda participación en el parlamento, a toda lucha legal y a toda alianza, aunque fuera necesaria, con la izquierda de los partidos socialdemócratas. Fue en estas circunstancias y para rectificar esa tendencia que Lenin escribió en abril de 1920 el libro La enfermedad infantil de “izquierdismo” en e! comunismo. Con la victoria de la Revolución de Octubre, la posibilidad de tomar el Poder por parte del proletariado ya estaba con- vertida en un hecho contundente ante los ojos de quienes habían mantenido una actitud escéptica al respecto y con ello se había dado un golpe mortal al oportunismo de derecha. En esta situación, se engendró el oportunismo de izquierda, que creía que la revolución podría triunfar de la noche a la mañana sin necesidad de recorrer ningún camino sinuoso. Semejante estado de ánimo también se manifestó en el Partido chino y llegó a predominar en ciertos periodos. Los que cayeron en errores de este tipo no le dieron ninguna importancia a ese libro de Lenin, en lo político estuvieron en contra de todo rodeo o espera, abogaron por ofensivas aventureras de una vanguardia minoritaria haciendo caso omiso del hecho de que las amplias masas aun no podían estar a la par con ellos, y, haciendo pagar a justos por pecadoras, motejaron de “oportunistas de derecha” a los demás. Todo oportunismo de derecha o de izquierda en materia de organización proviene de la desviación de derecha o de izquierda en lo político. Como el Partido chino cometió en ciertos periodos errores de derecha o de izquierda en lo político, incurrió también en tales errores en materia de organización, especialmente en el error de aventurerismo de izquierda durante la guerra civil, lo cual provoco una excesiva lucha interna del Partido en materia de organización.

En la lucha interna del Partido chino se advierten tres tendencias erróneas, si cabe semejante clasificación. La primera es el liberalismo y la tendencia conciliadora dentro del Partido; la segunda, la mancera mecánica y excesiva como se conduce la lucha interna del Partido y el oportunismo de izquierda en materia de organización del Partido y en su lucha interna, y la tercera, los conflictos y luchas sin principios que se suceden dentro del Partido.

Esas tres desviaciones no difieren mucho entre sí en lo concerniente a su esencia, pues los conflictos y luchas sin principios, la lucha excesiva y el liberalismo en el Partido están al margen del marxismo-leninismo y son manifestaciones contrarias a éste. He aquí la razón por la cual las tres desviaciones se clasifican solamente por su forma.

Hasta aquí las circunstancias específicas en que nació el Partido Comunista de China y las desviaciones que han surgido en su lucha interna.

 

III.

MANIFESTACIONES DE LA MANERA MECANICA Y EXCESIVA EN LA CONDUCCION DE LA LUCHA INTERNA DEL PARTIDO

 

¡Camaradas! Entre las tres desviaciones de la lucha interna del Partido arriba mencionadas, no voy a detenerme mucho en la primera, el liberalismo. Si bien no menosprecio la gravedad de la desviación de liberalismo existente hoy en el Partido ni quiero restar importancia a la lucha actual contra ella, ni tampoco creo que los camaradas tengan ya una idea completamente clara de lo que es desviación de liberalismo y de sus diversas manifestaciones concretas, problema sobre el cual considero que muchos camaradas todavía carecen de una claridad cabal, no estoy dispuesto, sin embargo, a detenerme en este particular, sino que prefiero dejarlo para otra ocasión. Me limitare a señalar que últimamente la desviación de liberalismo ha ganado algún terreno dentro del Partido, que en muchos lugares ha llegado a ser la desviación principal en la lucha interna del Partido y que no se ha llevado a cabo suficientemente la lucha ideológica dentro del Partido. Como consecuencia de ello, muchas tendencias erróneas y manifestaciones malsanas en el Partido no han sido eliminadas oportuna y resueltamente, y la disciplina del Partido ha venido relajándose, lo que está muy mal. Esto se explica porque recientemente han ingresado en el Partido gran número de intelectuales y otras personas fuertemente imbuidas de ideas liberales de la burguesía, quienes todavía no han pasado por la prueba de la férrea disciplina del proletariado ni en lo ideológico, ni en lo político, ni en lo organizativo. A la vez, muchos de los camaradas que antes cometieron errores de izquierda y se excedieron en la lucha interna del Partido, ahora han pasado al otro extremo, cometiendo errores de derecha, de liberalismo. Además, debido al largo periodo de frente único por el que ha pasado el Partido, también se ha presentado la posibilidad de una creciente influencia de la burguesía sobre el mismo. Los contrarrevolucionarios agazapados en el Partido, por su parte, promueven y favorecen por todos los medios el liberalismo dentro de él. De este modo, se ha desarrollado la tendencia del liberalismo en el Partido, tendencia a la que hemos de oponernos seriamente en la lucha por reforzar y templar el espíritu de partido. Por ejemplo, algunos camaradas guardan silencio ante los errores de otros por temor a posibles represalias; se abstienen de señalar los errores de sus amigos íntimos para disimular mutuamente sus errores; no dicen nada a los demás en su presencia, pero andan con chismes a sus espaldas; hacen críticas a la ligera, dan rienda suelta a sus quejas y difunden rumores, etc. Estos fenómenos están muy generalizados en el Partido. Lo que es más, en el Partido se ha presentado últimamente otro fenómeno de suma gravedad. Se trata de que a algunas personas les espante la idea de que otros informen de sus faltas y errores al Partido o a sus superiores, y se conviertan en blanco de denuncias. De tal modo que, por una parte, al no poder ejercer un control sobre sí mismas, cometen errores deliberadamente y, por la otra, tratan de impedir a los demás militantes del Partido que den in formes al respecto ya sea al Partido o a sus superiores y que los critiquen en las reuniones. Habiendo actuado de un modo indebido y equivocado y habiendo cometido errores, se resisten, sin embargo, a revelarlos para así no tener que enmendarlos ni superar sus defectos. Actúan como quien oculta una enfermedad por temor al tratamiento médico, sin comprender la verdad de que la única manera de poder corregir los errores es ponerlos al descubierto. Tratan de ocultar sus propios errores poniéndolos a buen recaudo, como si fueran algo más precioso que un tesoro, y por eso se las arreglan para intimidar a los demás, disuadirlos de que no fijen la mirada en esos errores y ponerles mordaza, de modo que no se atrevan a informar de ellos al Partido o a sus superiores, privándolos así del derecho de opinar y de hacer críticas en el Partido por los canales totalmente legítimos que ha establecido la organización. Advierten a otros camaradas en tono amenazante: “¡Me las pagaras si te atreves a dar informes a los superiores! ¡Te daré una paliza, canalla, para que dejes la manía de adular a los superiores!” Profesan un odio inveterado a los camaradas que han informado a los superiores de sus errores o que han hablado de estos. Tienen siempre presente la ofensa y se las arreglan para tomar represalias contra ellos. Esta es, pues, una manifestación virulenta de la pérdida total del espíritu por el que se distingue un miembro del Partido. Tales personas tratan de cortar los lazos que unen a los organismos dirigentes del Partido con los militantes de base, de modo que puedan cometer impunemente toda clase de fechorías en el Partido. Tal fenómeno debe ser superado con energía.

Todo militante del Partido que advierta los errores de otro militante o algo que sea desfavorable para el Partido, debe informar de ello al Partido o a sus superiores. Sería erróneo no hacerlo y es enteramente correcto hacerlo. En el Partido es completamente ilícito y absolutamente inadmisible que un militante impida a los demás informar de los defectos y errores de el al Partido o a sus superiores. Desde luego, al recibir tales in formes, los organismos dirigentes del Partido deben esclarecer los hechos mediante investigaciones y tratar el caso con prudencia, en vez de proceder a la ligera basándose en la versión de una sola parte.

Ya hemos decidido que en la actualidad la lucha ideológica en el Partido deberá llevarse a cabo en forma adecuada. En ciertas organizaciones del Partido donde se han cometido errores de liberalismo particularmente graves, hay que realizar, a partir de los hechos, luchas específicas contra el liberalismo a fin de rectificar esos errores. Hace algunos anos el camarada Mao Zedong escribió un artículo titulado “Contra el liberalismo”, en el que enumeró once manifestaciones del liberalismo existentes en el Partido y que sigue manteniendo vigencia. Ustedes deben estudiarlo a conciencia y rectificar y combatir las ideas de liberalismo a la luz de esas enseñanzas. Además, en el cursillo sobre la construcción del Partido, se les expondrá en detalle lo que significa liberalismo. Por eso, no voy a hablar más de ese tema por ahora y, en lugar de ello, me centraré en la segunda y tercera desviaciones, pues ni la una ni la otra han sido nunca objeto de un análisis sistemático en el Partido.

¿Cuales son las manifestaciones de la manera mecánica y excesiva como se conduce la lucha interna del Partido? Estas son las siguientes:

Primero. Con frecuencia se celebra lo que se ha dado en llamar “reuniones de lucha” en organizaciones del Partido de diversas localidades y de fuerzas armadas, práctica que se ha extendido incluso a organizaciones no partidarias tales como organismos gubernamentales y organizaciones de masas. Las “reuniones de lucha”, preparadas de antemano y concebidas principalmente para atacar a tal o cual persona y no para examinar el trabajo, tienen como blanco de su lucha a “alguien” y no “algo”, lo cual quiere decir que, en lugar de luchar contra tal o cual idea o principio incorrecto, su finalidad es principalmente la de atacar a tal o cual persona. Cuando se habla de “luchar contra fulano o mengano”, se persigue el propósito de atacar a una persona, a cierto camarada que ha cometido errores. La “reunión de lucha” es, en esencia, un proceso para juzgar a un camarada y su objetivo principal no es el de resolver los problemas desde el punto de vista ideológico sino desde el punto de vista organizativo, sometiendo a los camaradas que se atrevan a persistir con firmeza en sus opiniones diferentes (opiniones que no necesariamente son incorrectas) y a otros camaradas que no se muestren dóciles y sumisos. Por añadidura, al cabo de cada “reunión de lucha”, en la mayoría de los casos, no dejan de darse apreciaciones definitivas de carácter orgánico respecto a quién ha sido blanco de la lucha. ¡Esta forma de lucha es a todas luces incorrecta!

¿Por qué?

En primer lugar, el término “reunión de lucha” es incorrecto e ilógico. La existencia de lo que se ha dado en llamar “reunión de lucha”, eso implicara entonces la existencia de otras “reuniones sin lucha alguna”? Sería una confusión conceptual considerar unas “reuniones” como organizadas exclusivamente para la lucha y otras en las cuales no hay lucha en absoluto. Esto nos demuestra que muchos ca-maradas ignoran el carácter absoluto y universal de la lucha y que hacen una separación mecánica entre la lucha y la educación.

La lucha interna del Partido se realiza con el objeto de educar a la militancia en general y a los camaradas que han incurrido en errores en particular. Por eso, la lucha interna del Partido es en sí misma una forma de educación indispensable dentro de él, educación que, a su vez, es una forma de la lucha interna del Partido, una forma de lucha relativamente moderada. A si, pues, la educación y la lucha no deben considerarse como dos cosas separadas. La lucha es una forma de educación y la educación es una forma de lucha. De ahí que sea incorrecto separarlas mecánicamente.

En segundo lugar, la “reunión de lucha” es una forma concreta de expresión del sectarismo dentro del Partido y de la política errónea de ataque a los cuadros y camaradas. Su objetivo consiste en atacar a los camaradas que han sido convertidos en blanco de la lucha, y no en ayudar, educar o salvar a los camaradas que han incurrido en errores. Su intención principal es la de luchar contra la persona, pasando por alto las divergencias y antagonismos en lo ideológico. Por consiguiente, ocurre a menudo que tales “reuniones de lucha”, lejos de consolidar efectivamente la unidad del Partido en lo ideológico, político y organizativo, así como en la acción, profundizan, en cambio, las discrepancias existentes en estos aspectos dentro del Partido, agudizan la desunión y los conflictos sin principios en sus filas y fomentan el desarrollo del sectarismo en su seno.

Aun mas incorrecto es celebrar tales “reuniones de lucha” en las entidades y organizaciones no pertenecientes al Partido.

Segundo. La lucha mecánica y excesiva dentro del Partido se manifiesta también en el hecho de que algunos camaradas creen que tanto mejor será cuanto mas encarnizada sea esta lucha, cuanto más se exagere la gravedad del error cometido, cuantas más faltas se atribuyan a la persona en cuestión, cuanto más ofensivo sea el sambenito que se 1e ponga a esta, cuanto más hiriente sea el lenguaje de la crítica, cuanto más dura y brutal sean la forma y la actitud para efectuar la crítica y la lucha, o sea, cuanto más fuerte se hable, cuanto más iracunda sea la expresión del rostro, cuanto más se muestren los dientes,... pues así será como uno llegara a ser “más revolucionario que nadie”. En la lucha interna del Partido y en el proceso de la crítica, ellos no se interesan por lo que sea más apropiado, ni por los límites de lo conveniente, ni por una tregua en el momento oportuno, sino que siguen adelante en una lucha sin restricción alguna. Obviamente, esto también es enteramente incorrecto.

Tercero. Algunos camaradas aun ignoran que la lucha interna del Partido es, en lo fundamental, una lucha ideológica, quc solo la unidad ideológica permite mantener y reforzar la unidad del Partido en lo político, lo organizativo y en la acción, y quc se debe dar una solución a los problemas desde el punto de vista ideológico y de principios antes de hacerlo en lo organizativo y en la acción. Sin embargo, alcanzar la unidad y lograr una solución a los problemas en lo ideológico y en los principios, sobreponerse a los principios incorrectos de los de- mas y rectificarlos, transformar la mentalidad y corregir los principios, puntos de vista y prejuicios sostenidos por los demás desde hace mucho tiempo, no es una cosa tan fácil ni puede conseguirse por medios tan simples como el empleo de unas cuantas palabras o la celebración de una “reunión de lucha”, ni con simples medios opresivos y coercitivos, sino mediante un arduo trabajo de persuasión y educación y diversas y complejas luchas, así como a través de un periodo bastante largo de educación, de lucha y de práctica revolucionaria. Algunos camaradas, en lugar de entender de esta manera la esencia de la lucha interna del Partido, hacen de ella algo simplista, mecánico y vulgar, considerándola como un simple antagonismo orgánico y formal, como una simple pelea o diatriba, altercado o refriega y no como un empeño en llegar a una verdadera unidad y resolver los problemas en lo ideológico y en los principios. O creen que es posible allanar las divergencias ideológicas y de principio dentro del Partido recurriendo a semejantes medios simplistas, mecánicos y vulgares. Es evidente que están equivocados de medio a medio.

Estos camaradas, al tratar de mantener o alcanzar la unidad del Partido, no lo hacen allanando las divergencias en lo ideológico y en los principios y rectificando ciertas tendencias y fenómenos incorrectos dentro del Partido, sino apelando a simples recursos organizativos, a medios opresivos, a una política de asestar golpes y a un sistema de sanciones para con los miembros del Partido. Por eso, recurren a toda índole de formas erróneas y excesivas en la lucha interna del Partido y, en vez de persuadir cuidadosa y prudentemente a los camaradas sobre la base de los principios y desde el punto de vista ideológico, buscan reducirlos a la sumisión y amedrentarlos acudiendo a medios puramente organizativos y administrativos, c incluso a métodos que se emplean para tratar al conmigo. Dan a la ligera apreciaciones definitivas de carácter orgánico sobre tal o cual camarada y le imponen una sanción organizativa. Castigan implacablemente a los camaradas del Partido y aplican la misma sanción a todos, trátese de quien se trate, sea cual fuere la magnitud de sus errores e independientemente de que los hayan reconocido y corregido o no. A si, entonces, se ha venido formando un sistema de sanciones dentro del Partido. Suelen desarrollar c impulsar el trabajo desatando luchas: buscan a propósito “blancos de lucha” (camaradas militantes del Partido) y los presentan como exponentes del oportunismo, contra quienes dirigen su punta de lanza, y sacrifican y atacan a alguno o algunos camaradas, “matando el gallo frente al mono para escarmentarlo”, como medio de empujar a los demás cuadros y miembros del Partido a trabajar duro y cumplir las tarcas. Premeditadamente recogen informaciones sobre los defectos y errores de la persona escogida como blanco de su lucha, reúnen de manera formalista y fragmentaria todo lo que no sea muy apropiado en sus palabras y actos y examinan en forma aislada esos defectos, errores, palabras y actos, considerando que todo esto es la expresión del carácter de dicho camarada. Exageran sus pocos defectos y errores y le atribuyen un oportunismo sistemático, produciendo con ello entre los miembros del Partido una pésima impresión sobre la persona en cuestión y atizando dentro del Partido todo el odio que se le tiene al oportunismo con miras a una lucha contra ese ca-marada. Entonces, ocurre eso del refrán: “Del árbol caído todo el mundo hace leña”, y el deseo de venganza comienza a desarrollarse en algunas personas, las cuales denuncian todos los errores y defectos de dicho camarada inflándolos arbitrariamente hasta erigirlos en problemas de principio. Incluso recurren a puras patrañas y, basándose en conjeturas subjetivas y rumores completamente infundados, le imputan a tontas y a locas toda clase de culpas hasta convertirle la cabeza en una olla de grillos. Para colmo, una vez que han hecho esto, le prohíben al camarada que ha sido blanco de los ataques, defenderse en lo más mínimo. Y si el se atreve a hacerlo, lo acusan de tratar intencionadamente de justificar sus errores y resistirse a reconocerlos a fondo, y lo vuelven a convertir en blanco de nuevos ataques. Le niegan el derecho de reservarse sus opiniones, aunque acate la decisión de la organización, así como el derecho de apelar ante los niveles superiores, y le exigen, en cambio, que admita sus errores en el acto. Ahora bien, en caso de que la persona en cuestión reconozca, bajo coacción, toda su culpabilidad, entonces dichos Individuos ya no prestan mucha atención a examinar si quedan resueltos o no los problemas ideológicos y de principio. Por eso, en el Partido se han dado casos de camaradas que, al ser blanco de la lucha, reconocen más errores de los que han cometido y, para mantenerse a salvo de los ataques, han preferido admitir todas las acusaciones que les hacen. Claro está que a pesar de haberlo admitido todo, en el fondo ni ellos mismos comprenden de que se trata. Esto demuestra que semejantes métodos de lucha no permiten cultivar en un comunista la tenacidad necesaria para perseverar en la verdad.

Cuarto. Se confunden los métodos de la lucha interna del Partido con los de la lucha fuera de él. Algunos camaradas aplican mecánicamente los métodos de la lucha interna del Partido a las organizaciones de masas y entidades no pertenecientes al Partido, empleando dichos métodos en luchas contra los cuadros no militantes del Partido y contra las masas, mientras que otros aplican los métodos propios para la lucha contra los enemigos y los elementos ajenos para atacar a los camaradas del Partido, metiendo en el mismo saco a unos y a otros. No titubean en sembrar la discordia y provocar la disensión por medio de intrigas y maquinaciones, y trasladan a la lucha interna del Partido métodos como la vigilancia, el arresto, el encarcelamiento y el enjuiciamiento. Por ejemplo, los errores ultraizquierdistas cometidos por algunos camaradas en el trabajo de contraespionaje se deben en su mayoría a que no hicieron una estricta distinción entre la lucha interna del Partido y la lucha contra el enemigo y a que confundieron la lucha ideológica dentro del Partido con el trabajo de contraespionaje. Son frecuentes los casos en que los espías del enemigo se ocultan en el Partido. Contra estos enemigos ocultos se debe luchar basándose en los hechos, ponerlos al descubierto y expulsarlos del Partido. Sin embargo, es totalmente distinto el caso en que los miembros del Partido han cometido errores, para lo cual se requiere una lucha de carácter educativo y establecer una clara línea de demarcación entre uno y otro caso. Si bien existe una estrecha ligazón entre la lucha dentro del Partido y la lucha fuera de él, es preciso diferenciar sus respectivos métodos y formas.

Hay también algunos camaradas (en rigor, estos ya no pueden ser tratados como camaradas) que se apoyan abiertamente en fuerzas ex- ternas al Partido y las aprovechan en la lucha interna del Partido para extorsionar y amedrentar a este. Por ejemplo, algunas personas, valiéndose de sus éxitos en un trabajo parcial, de las tropas y armas bajo su mando, de su prestigio entre las masas o sus vínculos con alguno quc otro sector del frente único, se lanzan en lucha contra el Partido y los organismos superiores, los conminan a aceptar sus demandas y opiniones, pretenden independizarse del Partido o se declaran independientes de este. O hay quienes utilizan un periódico, revista o reunión fuera del Partido o incluso perteneciente a la burguesía o al enemigo para criticar al Partido y luchar contra sus organismos superiores y ciertos camaradas y cuadros. Este es, evidentemente, un error tan grave como el de quienes, abusando de la influencia que ejerce el Partido, aplican medios coercitivos, dictan órdenes y oprimen a las masas de fuera del Partido y extorsionan a las personalidades no pertenecientes a las filas de este. Tales personas luchan contra el Partido desde afuera, y por eso, aunque todavía ostentan el nombre de militante comunista, han abandonado por entero la posición del Partido y se han convertido en sus adversarios.

Quinto. Es plausible que muchos problemas surgidos en nuestro Partido se solucionen en reuniones o a través de ellas. Sin embargo, en las diversas organizaciones se celebran muchas reuniones sin preparación ni previa investigación y estudio, en el curso de las cuales surgen con frecuencia muchas divergencias y controversias. Por otro lado, debido a que la conclusión de cada reunión esta invariablemente a cargo del participante más responsable y, además, debido a que dicha conclusión tiene categoría de resolución, se presentan muchos inconvenientes. He notado que las controversias en algunas reuniones terminan por obligar a hacer una conclusión al instructor político, al secretario de célula o a algún otro camarada responsable. Pero su- cede que a veces estos no tienen ningún conocimiento de causa ni ninguna idea clara de lo que está en debate. Mas como están apremiados por las circunstancias, tienen que sacar, a pesar de todo, una conclusión, pues de lo contrario no estarán a la altura de su condición de camarada responsable. De suerte que, al no quedarles más remedio que sacarla, algunos de estos camaradas se desconciertan y, bañados en sudor, la hacen atropelladamente. Pero como la conclusión equivale a una resolución, los asuntos quedan decididos de acuerdo con ella, lo que lógicamente dará lugar a numerosos errores. Otros ca-maradas, sin haber reunido elementos de juicio para decidir sobre un problema, no quieren revelar su incertidumbre ni el periodo de tiempo que necesitan para meditar y estudiar o para solicitar instrucciones a los superiores, sino que, intentando salvar su prestigio y mantener su posición, afirman con terquedad que están seguros de sí mismos y toman a la ligera una decisión que con frecuencia resulta incorrecta. Esto también debe ser rectificado.

Respecto a cualquier problema, todos nuestros camaradas deben “decir solo lo que saben y reconocer la ignorancia de lo que desconocen” y no “fingir saber lo que ignoran”. Los problemas presentados en el Partido no se pueden resolver por medios arbitrarios. Todas las reuniones deben llegar a sus conclusiones; sin embargo, cuando se trata de asuntos sobre los cuales todavía no es dable tomar una decisión o de problemas aun dudosos y que están por esclarecer, no se debe tomar una decisión a la ligera. Los asuntos sobre los que se debe tomar una decisión son aquellos en los cuales uno tenga seguridad. Aquellos en los que uno no esté seguro conviene dejarlos para examinarlos de nuevo o para consultarlos con los organismos superiores. La conclusión de una reunión no corre necesariamente a cargo del camarada más responsable que participa en ella, sino de quien ha rendido el informe sobre el particular. Este hará la conclusión después de la discusión de su informe. Pero la conclusión de este camarada no equivale forzosamente a una resolución, y la decisión de la reunión puede diferir de esta conclusión.

Los fenómenos arriba mencionados son algunas de las manifestaciones más importantes de la lucha mecánica y excesiva que se efectúa dentro del Partido.

Desde luego, lo que aquí he mencionado son los peores ejemplos y no se puede afirmar que esta sea la práctica generalizada que hemos observado y observamos en la lucha interna del Partido. No obstante, esos fenómenos existen realmente en la lucha interna del Partido, fenómenos que incluso prevalecieron durante un periodo determinado, llegando a ser la forma principal de esa lucha.

¿Qué consecuencias ha traído esta forma incorrecta e inadecuada de conducir la lucha interna del Partido? Ha producido en el las siguientes consecuencias desastrosas:

Primero. Ha fomentado el patriarcado dentro del Partido. Valiéndose de esta forma de lucha interna del Partido, alguno que otro dirigente y organismo dirigente ejercen coerción sobre muchos miembros del Partido, a fin de que no se atrevan a hablar ni a criticar, creando así en el Partido un ambiente propicio para la arbitrariedad de uno o unos pocos individuos.

Segundo. Ha dado pábulo, por otra parte, a la tendencia ultra-democrática y al desarrollo del liberalismo en el Partido. En tiempos normales, muchos miembros del Partido no se atreven a hablar ni a criticar, lo que da una impresión aparente de paz y unidad en el Partido. Sin embargo, basta que se torne imposible seguir disimulando las contradicciones y que la situación se agrave y los errores queden a la luz del día, para que se pongan a criticar y a luchar a diestro y siniestro, creándose dentro del Partido antagonismos y divisiones orgánicas muy difíciles de arreglar. Se trata justamente de una reacción al patriarcado en el Partido.

Tercero. Ha impedido la implantación como es debido del centralismo democrático en el Partido y ha condenado la vida democrática en su seno a un estado de inconstancia, anormalidad o extremada insuficiencia.

Cuarto. Ha entorpecido el despliegue del entusiasmo, la iniciativa y la capacidad creadora de los militantes del Partido, ha menoscabado su sentido de responsabilidad respecto al Partido y a su trabajo, y ha quitado a los camaradas su coraje para obrar activamente y con sentido de responsabilidad, trabajar sin preocupación alguna y poner en pleno juego su iniciativa creadora, llevándolos a un estado de apatía en el que no les interesa considerar y estudiar a conciencia los problemas y las circunstancias, acostumbrándolos a la rutina y a ir adonde va la gente.

Quinto. Ha fomentado el sectarismo y la lucha fraccionaria sin principios en el Partido, dando origen al temor a toda crítica y lucha en el Partido y acostumbrando a algunos camaradas a la idea conservadora de “velar cada cual por su propia conducta” y de que “mejor será mientras menos problemas haya”.

Sexto. Les ha brindado a los trotskistas, espías y demás contrarrevolucionarios mayores oportunidades para socavar al Partido y les ha dado a los contrarrevolucionarios mayores pretextos adicionales en sus ataques contra el Partido. Los trotskistas y espías aprovechan especialmente las contradicciones en el seno del Partido y las formas incorrectas de lucha interna de este para llevar a cabo sus actividades subversivas contra el Partido y ganarse a aquellos elementos que están descontentos con el por haber sido objeto de ataques. Los contrarrevolucionarios, a su vez, aprovechando la lucha contra el oportunismo en el Partido, hacen propaganda y agitación y ejercen su influencia sobre los simpatizantes del Partido y los elementos inestables en el seno de este para sembrar disensiones y resquebrajar su unidad y cohesión.

Las nefastas consecuencias antedichas han sido una realidad en el Partido y todavía subsisten algunas de ellas, que aún quedan por eliminar.

Esta forma mecánica y excesiva en la conducción de la lucha interna del Partido creó condiciones anormales en la vida interna del Partido durante un periodo bastante largo y 1c causo grandes perjuicios. Aunque ha sido rectificada en los organismos dirigentes superior de nuestro Partido y ha dejado de ser una forma de lucha predominante en todo el Partido, hasta la fecha todavía no se ha rectificado por entero, sino que persiste y sigue vigente de manera bastante generalizada y en mayor o menor medida en ciertas organización es de niveles intermedios c inferiores o en alguna que otra organización. Por esta razón, la vida de tales organizaciones sigue siendo anormal. Debemos señalar seriamente esta desviación, a fin de eliminarla totalmente de todas nuestras organizaciones, asegurar que nuestros camaradas no vuelvan a repetir semejantes errores, librar de manera acertada y efectiva la lucha ideológica en el Partido c impulsar el progreso de este.

 

IV.

SOBRE LAS LUCHAS SIN PRINCIPIOS DENTRO DEL PARTIDO

 

Camaradas: Me detendré ahora en otra desviación existente en la lucha interna del Partido, o sea, las luchas sin principios dentro del Partido, fenómeno particularmente generalizado y grave en el Partido chino. Cierto es que en partidos del extranjero se asiste a lo que se ha dado en llamar “movimiento de charlatanería”, pero pienso que la situación no es tan grave como la que vivimos en el Partido chino. De modo que debemos esforzarnos por qué los camaradas comprendan bien claro dicho fenómeno y adopten las medidas necesarias para enfrentarlo, pues de otra manera la unidad interna del Partido y su trabajo tropezarían con obstáculos demasiado grandes.

¿Qué se entiende por disputas sin principios y luchas sin principios dentro del Partido?

A mi parecer, las siguientes disputas y luchas dentro del Partido no tienen principios, es decir, están apartadas de la posición y principios comunes que representan los intereses revolucionarios de nuestro Partido y del proletariado.

Primero. Algunos camaradas no plantean los problemas ni libran las luchas contra otros desde la posición del Partido o sobre la base de los intereses de todo el Partido, sino desde la posición de los intereses individuales o fraccionales. Esto significa que es incorrecta la posición que toman ellos al realizar la lucha interna del Partido. Por consiguiente, también son incorrectos los puntos de vista que ellos sostienen al abordar los problemas y las políticas y métodos que adoptan para resolverlos. Favorecen o abogan por toda medida que les sea beneficiosa a ellos o a unas cuantas personas suyas; en cambio, si no les beneficia, se oponen a ella o la desaprueban; en cuanto a si es beneficiosa o no al Partido y a la revolución, no se preocupan por ello o lo relegan a un plano secundario y dependiente. Por tal razón, los pros y los contras que sopesan títulos personas no están regidos por los principios y están apartados de los principios del Partido y la revolución. En otras palabras, los principios a los que se atienen no son los del Partido ni los de la revolución, sino los de sus intereses personales. Si cada uno toma la defensa de los intereses personales como su principio, entonces sus intereses y principios chocaran inevitablemente con los de otros c irremediablemente se producirán luchas entre unos y otros.

Por ejemplo, las querellas y luchas surgidas entre algunos de ustedes por ordenanzas, caballos, alimentos, ropas, tratamiento médico y promoción, entran en la categoría de los problemas personales y sin principios. Estos camaradas no plantean un principio general acerca de cómo distribuir los ordenanzas, caballos, alimentos, ropas así como los servicios médicos en interés del Partido y de todos para que el Partido o el Instituto lo adopte, sino que hacen preguntas como estas: ¿Por qué no me dan un ordenanza y un caballo? ¿Por qué no me dan tratamiento médico? ¿Por qué no me promueven? ¿Por qué no me dan mejores alimentos y ropas? Al hacer cualquier cosa, toman el “yo” como centro y par ten de la posición personal del “yo”, dando así origen a disputas y luchas dentro del Partido. Con tal que ellos mismos queden satisfechos, dejan de preocuparse del problema por más irracionalmente que se haga la distribución. Este es un tipo de lucha sin principios.

Pongamos otro ejemplo: la lucha que están llevando a cabo los camaradas contra el despilfarro. Algunos camaradas luchan contra el despilfarro partiendo de los intereses y la posición del Partido, y por eso enumeran diversos fenómenos de despilfarro, contrarios al principio de austeridad, para criticarlos y, además, formulan sugerencias acerca de la práctica de economías a fin de que el Partido las adopte. Esto es correcto. No obstante, hay camaradas que no lo hacen partiendo de los intereses y la posición del Partido, y por eso hacen preguntas como estas: Ya que fulano ha malgastado tanto dinero, mengano disfruta de tan buena comida, zutano tiene tan buena ropa, y perengano tiene lo otro…, ¿por qué yo no puedo gozar de comida y ropa igual y gastar igual cantidad de dinero? ¿Acaso no tengo una larga trayectoria revolucionaria o no he rendido servicios meritorios al Partido? En consecuencia, se levantan y luchan bajo la consigna de combatir el despilfarro. El motivo de su lucha no es otro que el de no haber tenido ocasión de despilfarrar como lo han hecho otros. Esto también es un tipo de lucha sin principios.

Pongamos otro ejemplo más. En el Este de Anhui, hubo una ocasión en que se estipuló el pago de modestos sueldos a los funcionarios gubernamentales. Entonces, algunos camaradas pidieron pasar a trabajar a los organismos gubernamentales con el fin de ganar también esos sueldos. Al ser rechazada su petición, se levantaron en lucha bajo la consigna de oponerse al pago de sueldos a los funcionarios gubernamentales. Con esto no estaban planteando ni discutiendo en base a los principios el problema de como reglamentar las condiciones de vida de los funcionarios gubernamentales. Este también es un tipo de lucha sin principios.

Segundo. Algunos camaradas provocan disputas y libran luchas dentro del Partido no con el objetivo de manejar bien los asuntos partidarios, sino con el de echarlos a perder, o con otros propósitos. El objetivo que persiguen es incorrecto. Se trata también de un tipo de lucha sin principios. Por ejemplo, algunos camaradas, con el fin de lucirse, lograr mejor posición personal, salvar su prestigio individual o incluso para vengarse desahogando sus rencores personales, provocan en el Partido disputas y libran luchas contra otros trastornándoles su trabajo y sus planes, perturbando el orden del Partido, socavando su unidad interna y echando al olvido las circunstancias y condiciones en que se halla el Partido. Este también es un tipo de lucha sin principios.

Tercero. Algunos camaradas no plantean los problemas sobre la base de los principios para que el Partido adopte o rechace algo, sino que lo hacen y libran luchas partiendo simplemente de sus sentimientos personales, su alegría o su furia. Injurian a la gente y desahogan sus rencores personales, dando libre curso a su satisfacción momentánea. Este también es un tipo de lucha sin principios. Por otra parte, hay camaradas que, por falta de experiencia o por su bajo nivel teórico, no son capaces de plantear y discutir problemas sobre la base de los principios sino que provocan disputas irreconciliables con otros en torno a ciertos problemas aislados, fragmentarios y de carácter puramente practico o en torno a problemas relacionados con la política presente que no atañen a los principios, es decir, en torno a los problemas que no tienen nada que ver con los principios generales. Por tanto, este también es un tipo de lucha sin principios en que no se debe persistir. Por ejemplo, algunos camaradas sostienen opiniones encontradas respecto a determinado combate, acción, forma de lucha o de organización. Se aferran a sus propias opiniones y se enfrascan en discusiones interminables sin tocar para nada los principios tácticos generales, los planes estratégicos, la línea general de acción ni las formas de lucha y de organización en general, etc. Y como plantean los problemas de un modo incorrecto, frecuentemente no llegan a una conclusión correcta, o cualquier conclusión les resulta aceptable. Es por esta razón que sus discusiones suelen desembocar en simple charlatanería sin llegar a ninguna parte.

Cuarto. Hay quienes llevan a cabo la lucha interna del Partido sin reparar en los medios ni acatar los procedimientos legítimos establecidos por la organización. Por ejemplo, desconociendo los principios, engatusan o atacan a camaradas en el seno del Partido, siembran discordias y fraguan intrigas inconfesables, lanzan acusaciones falsas contra ellos, o, mientras no dicen nada a los demás en su presencia, andan sin embargo con chismes a sus espaldas, hacen por todas partes críticas irresponsables y se dedican al cuchicheo contra el Partido, difunden rumores, dicen mentiras y lanzan calumnias contra camaradas.

Todas las luchas arriba mencionadas son luchas sin principios. Además, hay camaradas que mezclan en las luchas de principios algo propio de las luchas sin principios o que llevan a cabo la lucha sin principios bajo la bandera de la lucha de principios. Hay otros camaradas que muestran particular interés por las disputas entre fulano y mengano y por las malas relaciones entre este y aquel, sin prestar atención a la esencia de sus controversias.

Todas estas luchas sin principios que se observan en el Partido son negativas, lo perjudican y no lo benefician en nada.

A lo mejor ustedes preguntan: ¿Qué se entiende por principios?, ¿cuáles son las cuestiones de carácter puramente practico que no atañen a los principios?, ¿cuáles son los problemas relativos a la política presente? y ¿por qué en estos problemas no debe uno persistir en sus propias opiniones sino transigir cuando sea necesario con los que sostienen otras opiniones en el Partido?

Camaradas, estos son problemas que necesitan efectivamente ser puestos en claro.

¿Qué se entiende por principios?

Desde el punto de vista puramente teórico, se entienden por principios las leyes generales que rigen el desarrollo de las cosas. Cada cosa particular está regida por una ley particular de desarrollo. Las cosas similares están regidas por leyes de desarrollo grosso modo similares. Por problemas de principio entendemos aquellos relativos a los métodos que empleamos para observar y abordar las cosas de acuerdo con las leyes generales que rigen su desarrollo. Si entendemos mal las leyes generales que rigen el desarrollo de las cosas que observamos y abordamos, si estamos equivocados en nuestra posición, en nuestro punto de vista y en nuestros métodos, será inevitable que cometamos errores en la observación y solución de los problemas. Si entendemos mal las leyes que rigen el desarrollo de determinada clase de problemas, nuestra manera de abordar todos los problemas de esta misma clase será inevitablemente errónea. Por lo tanto, no debemos tratar con negligencia los problemas de principio. Si nos equivocamos en un problema de principio, cometeremos, no ya errores aislados, sino errores sistemáticos, consecutivos y en toda una serie de problemas prácticos.

Ahora bien, ¿cuáles son los problemas relativos a la política presente y de carácter puramente practico y que no atañen a los principios?

Son, en su mayoría, problemas aislados, surgidos en el trabajo diario y la vida cotidiana. Por ejemplo: debemos movilizar y organizar a las masas; esto constituye un problema de principio, en el que todos estamos de acuerdo. Y el trabajo de movilizarlas y organizarlas debe ser dirigido en forma concentrada por las organizaciones de masas y con el concurso y ayuda del ejército. Todos estos son problemas de principio, en los que todos estamos de acuerdo. O sea, no tenemos opiniones diferentes respecto a los principios. No obstante, unos camaradas opinan que hay que suprimir temporalmente los equipos o departamentos encargados del trabajo relativo al movimiento de masas existentes en el ejército y trasladar su personal a las organizaciones de masas, mientras que otros sostienen que no es necesario suprimir dichos equipos. Unos opinan que una organización de masas debe contar con cuatro departamentos de trabajo, en tanto que otros sostienen que el número debe ser cinco. Todos estos son problemas de carácter puramente práctico y no de principio.

Otro ejemplo es la lucha antijaponesa que sostenemos en la retaguardia enemiga. Hoy, nuestro principio táctico general consiste en realizar una guerra de guerrillas en forma dispersa. Si a este respecto no hay divergencia alguna entre todos nosotros, entonces estamos identificados en los principios tácticos. Si un mando nuestro se ve obligado a realizar una operación propia de la guerra de movimientos y gana la batalla gracias a unas condiciones excepcionalmente favorables o sufre un revés en la misma, entonces, lo que aquí está en juego no es un problema de principio sino un problema aislado y de carácter practico. Siempre que el mando en cuestión no haya erigido en principio la idea de realizar guerra de movimientos en la retaguardia enemiga, entonces, aunque haya librado uno o dos combates en forma equivocada, se tratara, de todos modos, de un simple error aislado. Asimismo, incluso puede ser correcto que libre esos combates porque así lo aconsejan las circunstancias excepcionales. Por consiguiente, no debemos obstinarnos en nuestras propias opiniones ni prolongar indefinidamente las discusiones sobre estos problemas aislados y de carácter puramente practico.

Pongamos otro ejemplo. Nuestro ejército, pertrechado como esta en la actualidad, no debe, en principio, lanzarse a ataques forzados contra las fortificaciones del enemigo ni contra las grandes ciudades que están ocupadas por él. Con tal que no tengamos divergencias respecto a este principio, la toma por asalto de una fortificación o una ciudad gracias a unas condiciones excepcionales o por una necesidad especial, también es un problema aislado y de carácter practico que no atañe a los problemas de principio. No obstante, si por el simple hecho de haber tornado esta fortificación o ciudad uno se pone a afirmar que podemos atacar hoy todas las fortificaciones del enemigo y todas las ciudades por él ocupadas, ya estamos ante un problema de principio. En el periodo de la Guerra Civil, hubo camaradas que fueron partidarios de atacar las grandes ciudades y condujeron de hecho al Ejército Rojo a atacar algunas. Este era un problema práctico que atañe a los principios, porque su acción obedecía a la idea de que el Ejército Rojo debería, en principio, lanzar ofensivas contra las grandes ciudades. En un problema de principio como este, que tiene al mismo tiempo un carácter práctico, no debemos transigir en cuanto a principios, sino seguir abogando por abstenernos de atacar las grandes ciudades.

Para cada uno de los problemas concretos y prácticos suele haber varias soluciones posibles, igual que de un lugar a otro suele haber varios posibles caminos. Cada una de estas soluciones y caminos tiene sus ventajas y a la vez sus desventajas de acuerdo con las circunstancias en que nos encontramos en el momento dado; algunas de esas soluciones o caminos nos ofrecen más ventajas, pero encierran algún riesgo, y para obrar con prudencia, es mejor que adoptemos otros un poco menos ventajosos. Por lo tanto, si tenemos opiniones diferentes en torno a estos problemas concretos y de carácter puramente practico, debemos saber transigir y hacer concesiones y aceptar y compartir las opiniones de otros, o sea, debemos “saber concordar las opiniones” con tal de que no estén en juego los principios. Solo así será posible arreglar las cosas felizmente y tomar la decisión con prontitud en cuanto a los problemas que surjan. No debemos persistir siempre en nuestras propias opiniones y exigir a los demás que abandonen las suyas, nos obedezcan y arreglen las cosas según nuestras opiniones, pues este modo de proceder demoraría la solución de los problemas, obstaculizaría la marcha del trabajo, promovería las disputas y la tendencia a la charlatanería en el Partido y perjudicaría la unidad entre los camaradas. Es esta la razón por la que debemos transigir cuando sea necesario con camaradas del Partido que sostengan otras opiniones en torno a los problemas de carácter puramente práctico.

Ya tenemos entonces claro lo que se entiende por problemas relativos a la política presente y de carácter puramente practico y que no atañen a los principios. Son problemas en los que no están en juego el objetivo de nuestra lucha ni las formas de lucha que hemos de tomar para alcanzarlo, problemas en los que no está de por medio nuestra estrategia y táctica y que no atañen a nuestra posición fundamental y especifica. Los ejemplos arriba citados son problemas de esta índole.

En fin de cuentas, el principio general a que debemos atenernos al abordar cualquier problema lo constituyen los intereses de la lucha del Partido y el proletariado. Todo debe obedecer a este principio general. Debemos oponernos a todos los planteamientos, opiniones y acciones que estén en contra suya. Los principios pueden ser grandes y pequeños. Nuestra pauta es la subordinación de la parte al todo, de lo inmediato a lo de largo alcance y de los pequeños principios a los grandes. En cuanto a las divergencias relativas a los problemas de principio, debemos rechazar toda conciliación o transigencia, discutirlas hasta el fondo para dejarlas en claro y lograr una identidad de opiniones. En cambio, siempre que se trate de un problema que no tenga nada que ver con los principios, no debemos rechazar con terquedad toda transigencia ni acentuar con excesivo rigor la lucha y la polémica, pues esto obstaculizaría la marcha del trabajo y perjudicaría la unidad.

He oído decir a un camarada que siempre que los postulados políticos de uno sean “correctos”, no importa que se equivoque un poco respecto a lo organizativo en la lucha interna del Partido, pues se trata de algo de importancia secundaria. Considera, por tanto, que en la lucha interna del Partido no hay inconveniente en echar mano de diversos medios incompatibles con la disciplina organizativa para luchar contra la otra parte. Su afirmación y sus puntos de vista son evidentemente erróneos. Al considerar como dos cosas opuestas la línea política correcta y la línea organizativa correcta, ignora que perturbar el orden interno del Partido y su organización constituye el más grave de los errores de principio, y que, particularmente en las circunstancias de hoy, el hecho de perjudicar y socavar la cohesión y la unidad del Partido significa prestar la mayor ayuda al enemigo, hacer el mayor daño a los intereses de la lucha del Partido y del proletariado y cometer un error aun más grave que ningún otro error de principio. Aquí, entre muchos problemas de principio, nuestros camaradas deben saber comparar y distinguir la importancia que reviste cada uno de ellos para los intereses del Partido en el momento dado y luego, según la regia de la subordinación de los principios de menor importancia a los de mayor importancia y de los intereses parciales a los generales, decidir cuáles son los problemas de principio en que deben ceder temporalmente en lugar de mantenerse intransigentes y cuáles son los problemas en que deben hacer lo contrario. Para mantener la cohesión y la unidad del Partido, a veces debemos transigir temporalmente con los camaradas del Partido que sostienen otras opiniones incluso en torno a ciertos problemas de principio siempre que no sean de mayor importancia o de imperiosa necesidad, absteniéndonos por el momento de plantear y discutir estos problemas para concentrarnos en los problemas más importantes y más urgentes en un momento dado. No se trata, desde luego, de una conciliación de principio ni de una línea intermedia, sino de una transigencia en las acciones prácticas y de un acatamiento a la decisión de la mayoría.

Hasta aquí el problema sobre las luchas sin principios dentro del Partido.

Ahora bien, ¿de dónde provienen las luchas sin principios y la lucha mecánica y excesiva dentro del Partido? Y ¿dónde está su origen?

Su origen está en lo siguiente:

Primero. El nivel teórico de los camaradas del Partido es en general muy bajo y su experiencia en muchos aspectos es insuficiente. El Partido en su conjunto permaneció durante largo tiempo sin un líder bien formado ni un centro bien articulado, y semejante situación existe hasta hoy a nivel local en muchas partes.

Segundo. En el Partido hay numerosos elementos pequeñoburgueses. Su precipitación y fanatismo así como el espíritu vengativo del campesinado pequeñoburgués dejan frecuentes huellas en la lucha interna del Partido.

Tercero. El Partido carece de una vida democrática normal. No se ha implantado la práctica de discutir objetivamente los problemas entre los camaradas. En cambio, la práctica de juzgar y resolver los problemas de manera subjetiva y arbitraria aun se manifiesta gravemente.

Cuarto. En el Partido se han infiltrado arribistas y una parte de los camaradas del Partido tienen mentalidad oportunista. Para demostrar su condición de “bolcheviques”, suelen mostrarse deliberadamente un poco más “izquierdistas” de lo debido, creyendo que es mejor la “izquierda” que la derecha, o lo hacen para atacar a otros y encumbrarse a sí mismos.

Quinto. En el Partido se han infiltrado trotskistas, espías y demás contrarrevolucionarios, quienes aprovechan la lucha interna del Partido para socavarlo. Los agentes trotskistas suelen atacar deliberadamente a ciertos camaradas al abrigo de la bandera del Partido. Luego, uno de ellos se presenta a reclutar a estos camaradas atacados, incorporándolos a la organización trotskista.

Tales son los origines de las antedichas desviaciones que se advierten en la lucha interna del Partido.

A partir de su fundación, nuestro Partido ha venido practicando rigurosamente la autocritica y la lucha interna, lo que es totalmente necesario y muy conveniente. Muchas de las luchas libradas en el seno del Partido han sido correctas y adecuadas. Es por esto que, en numerosas ocasiones de su lucha interna, nuestro Partido ha logrado éxitos y ha elevado en cierta medida su nivel teórico. Es innegable que esta crítica y esta lucha interna constituyen la fuerza motriz que promueve el progreso de nuestro Partido. Sin ellas, este no puede arreglárselas. No obstante, es igualmente innegable que en el prolongado curso de su desarrollo histórico y en sus luchas internas del pasado se han observado diversas desviaciones y errores típicos como los que hemos mencionado, y muchas de las luchas internas del Partido han sido realizadas de manera incorrecta. Esto nos ha costado caro en la lucha interna del Partido. Hoy debemos prestar seria atención a cómo sacar las debidas lecciones de los errores pasados para evitar su repetición en el futuro, a como velar por que el alto precio del pasa- do no lo hayamos pagado en vano y a como estudiar las lecciones históricas de la lucha interna del Partido para que este haga grandes progresos.

El obtener mayores éxitos en la lucha interna del Partido y un mayor progreso de este a un precio más bajo y a costa de menos sufrimientos será de aquí en adelante nuestra línea de conducta en la lucha interna del Partido, línea que debemos fijar hoy en el curso del estudio de las lecciones históricas de la lucha interna del Partido chino. Esto nos impone la necesidad de rectificar cabalmente las diversas desviaciones y errores que han existido hasta la fecha en la lucha interna del Partido y llevar adelante esta lucha de manera efectiva y apropiada.

 

V.

¿COMO SOSTENER LA LUCHA INTERNA DEL PARTIDO?

 

Camaradas: Ahora está muy claro el problema que se nos presenta: se trata de como sostener de manera acertada y apropiada la lucha interna del Partido.

En lo que atañe a este problema, el Partido Comunista de la Unión Soviética y los Partidos de otros países han acumulado una rica experiencia y lo mismo puede decirse del Partido chino. A este respecto, Lenin y Stalin impartieron numerosas instrucciones y lo ha hecho también el Comité Central de nuestro Partido. Los camaradas deben estudiar minuciosamente estas experiencias e instrucciones. Como se hablara de esto en las clases sobre la construcción del Partido, hoy no voy a abordar el tema y solo me limitare a dar las siguientes opiniones respecto de las experiencias del Partido chino en su lucha interna, para que los camaradas las tomen como punto de referencia.

Primero. Antes que nada, los camaradas deben comprender que la lucha interna del Partido constituye una tarca que no debemos ejecutar en forma atropellada, sino con la actitud más seria y más responsable, una tarca que debemos ejecutar partiendo, primero que todo, de la correcta posición del Partido, de la desinteresada posición de quien trabaja por los intereses del Partido y los progresos del trabajo y trata de ayudar a otros camaradas a corregir sus errores y esclarecer los problemas, una tarca que debemos ejecutar comenzando por poner en claro las cosas nosotros mismos, esclarecer los problemas y realizar investigaciones y estudios sistemáticos, y todo ello de manera bien organizada, dirigida y preparada.

Los camaradas deben comprender que solo el que este en una posición justa podrá rectificar la posición incorrecta de otra gente y que solo el que se conduzca con toda rectitud podrá rectificar la práctica malsana de otra gente. Esto es como reza un antiguo proverbio: “‘Rectifícate tu mismo antes de rectificar a los demás.”

Solo quien permanezca libre de vacilaciones podrá ayudar a superar la vacilación de los otros.

Solo quien posea principios y teorías correctos podrá vencer los incorrectos de otra gente.

Solo quien tenga claridad sobre los problemas de principio podrá sacar a los demás de la confusión. Antes de poder ofrecer una mayor ayuda a otros camaradas y al Partido, uno debe disponer de gran cantidad de datos de la realidad y estudiar sistemáticamente los problemas relacionados con la misma.

El camarada que no proceda de este modo, que no parta primeramente de una posición correcta, que no domine los principios correctos, que no observe las circunstancias objetivas a la luz de los principios ni estudie los problemas sistemáticamente, o que adolezca aunque sea de algunos defectos aislados y no tenga en claro los problemas aunque sea en algunos aspectos, no podrá vencer lo incorrecto de los demás en la lucha interna del Partido. Si, a pesar de todo, el insiste temeraria- mente en llevar adelante la lucha, será posible que se deslice por un camino erróneo.

Únicamente los hechos fehacientes y objetivos, la experiencia confirmada en la práctica y la verdad son capaces de vencerlo todo.

Al practicar la autocritica y la lucha interna del Partido, nuestro deseo no es debilitar la organización y la unidad del Partido, relajar su disciplina, socavar su prestigio y obstaculizar la marcha de su trabajo, sino, al contrario, con la finalidad de fortalecer la organización y la unidad del Partido, reforzar su disciplina, elevar su prestigio e impulsar la marcha de su trabajo. Por consiguiente, no es admisible que la lucha interna del Partido se desarrolle a la deriva y desemboque en el ultrademocratismo. No se puede permitir en el Partido ni la subsistencia del patriarcalismo ni el surgimiento del ultrademocratismo, pues el uno y el otro son los dos extremos de una vida anormal en el seno del Partido.

Debemos sostener la lucha interna del Partido con una actitud de máxima responsabilidad ante este y la revolución.

Segundo. Los camaradas deben comprender que la lucha interna del Partido es, en lo fundamental, una lucha y un antagonismo entre diferentes ideologías y principios. Es del todo indispensable trazar una clara línea entre las distintas ideologías y principios. No obstante, en lo organizativo, en lo que se refiere a las formas de lucha y a la manera de hablar y criticar, se debe evitar, hasta donde sea posible, el antagonismo y adoptar formas moderadas, consultando y discutiendo. Hay que abstenerse dentro de lo posible de recurrir a medidas organizativas y dar apreciaciones definitivas de carácter orgánico. Siempre que se pueda, es necesario tomar una actitud franca y sincera y dedicar los máximos esfuerzos a la educación mediante ejemplos positivos para llegar a una identidad en lo ideológico y en los principios. No se puede adoptar formas de lucha antagónicas y medidas organizativas sino cuando no haya otra alternativa y en casos de ultima necesidad. Las organizaciones del Partido a todos los niveles tienen, dentro de los límites de lo conveniente, la atribución de dar apreciaciones definitivas de carácter orgánico sobre cualquier militante que insista en sus errores, y es del todo necesaria, bajo determinadas circunstancias, la aplicación de la disciplina del Partido y la adopción de las medidas organizativas. No obstante, tales medidas no se deben tomar a la ligera ni de manera abusiva. No es aplicando simplemente muchas sanciones organizativas contra camaradas como se podrá fortalecer la disciplina del Partido. El mantenimiento de la disciplina y la unidad del Partido no depende de las sanciones como medio principal (si ese fuera el caso, el Partido se hallaría en crisis), sino de una verdadera unanimidad del Partido en lo ideológico y en los principios y de la conciencia política de la gran mayoría de sus militantes. Con tal que llaguemos a esclarecer los problemas en lo ideológico y en los principios, será muy fácil, en caso necesario, dar una apreciación definitiva de carácter orgánico. Apenas nos hará falta un minuto para tomar la decisión de expulsar del Partido a ciertos camaradas o para que ellos anuncien su retiro voluntario de las filas del Partido.

El aferramiento de los camaradas a sus ideas y principios, el antagonismo y la controversia entre ellos a este respecto, no deben ser motivo para que no se subordinen a la organización del Partido, a la mayoría y a las instancias superiores; de otra manera, no habría unidad en el Partido ni identidad en la acción. Los camaradas, aunque persistan en opiniones propias en torno a los principios, de ningún modo deben contraponerse al Partido, desobedecer a la mayoría o a las instancias superiores en lo organizativo y actuar a su libre albedrío, pues estarían infringiendo la disciplina fundamental del Partido.

Antagonismo en los principios y en lo ideológico y máximo esfuerzo por evitar el antagonismo en lo organizativo y en lo que se refiere a las formas de trabajo: tal es el método correcto que debemos adoptar en la lucha interna del Partido. Muchos camaradas cometen errores precisamente porque, por una parte, no tienen una clara idea del antagonismo y la divergencia que existen entre ellos respecto a lo ideológico y a los principios y, por la otra, en lo organizativo y en lo que se refiere a las formas de lucha, se enfrentan unos a otros como si los separara un acérrimo antagonismo y luchan entre sí creando un alboroto de todos los diablos, riñendo con el rostro encendido, insultándose los unos a los otros y llegando hasta tal punto que no pueden verse ni en pintura y entonces entre ellos se desarrolla un profundo odio, todo ello sin que mantengan ninguna clara divergencia en los principios y en lo ideológico.

Tercero. Las críticas dirigidas a la organización del Partido, a los camaradas y al trabajo deben ser apropiadas y mesuradas. A la crítica bolchevique le corresponde un rasero bolchevique. Es incorrecta toda crítica excesiva, toda exageración de los errores ajenos y toda práctica de colocar abusivamente etiquetas. No es que cuanto más enconada sea la lucha interna del Partido tanto mejor sea, sino que es preciso someterla a los límites de lo conveniente y procurar que todo se haga con propiedad. Son inadmisibles tanto el “exceso” como la “insuficiencia”.

Al señalar y criticar los errores ajenos, hay que aprehender lo que haya de esencial y dar una explicación clara y sistemática a los problemas más importantes; solo así será posible resolver los problemas. No deben reunirse al azar numerosas minucias para demostrar los errores de otra gente ni juntarse elementos de juicio inseguros para una simple denuncia, y así asunto concluido, pues este modo de proceder llevaría a pensar a otros que deliberadamente les están buscando errores, que los están atacando y perjudicando.

Al apreciar o criticar a un camarada, ustedes no deben señalar solo sus defectos y errores considerando a estos como elementos que configuran toda su persona, sino que deben señalar también sus éxitos, sus meritos, sus puntos fuertes y sus opiniones correctas. Aun en el supuesto de que sus opiniones no sean correctas más que en un solo punto o en una sola parte, lo que tiene de correcto deben señalarlo en vez de pasarlo por alto. Solo así podrán dar al camarada en cuestión una apreciación y una crítica equilibradas, ayudarlo a progresar y hacerle reconocer sinceramente la razón que les asista.

Crítica apropiada, actitud apropiada y formas de trabajo apropiadas así como oposición tanto al “exceso” como a la “insuficiencia”: tal es el método que debemos adoptar en la lucha interna del Partido.

Cuarto. Por regla general, es necesario dejar de efectuar reuniones de lucha tanto dentro como fuera del Partido. Hay que señalar los diversos defectos y errores a través de la síntesis de las experiencias y el examen del trabajo realizado. Es imperativo comenzar por el “asunto” y solo después pasar a la “persona”. Hay que empezar poniendo en claro los hechos, los problemas y el carácter, el grado de gravedad y las causas de los errores y defectos antes de pasar a señalar sus responsables, distinguiendo entre los principales y los secundarios, en lugar de exigir responsabilidades de buenas a primeras. Siempre que un camarada que ha cometido un error no lo haya hecho deliberadamente y este cayendo de veras en la cuenta de su error y corrigiéndolo, debemos recibirlo con los brazos abiertos en vez de ser demasiado exigentes con él. Nuestra política en la lucha interna del Partido no es la de atacar a los cuadros y camaradas ni la de asestarles golpes o perjudicarlos. Esta seria, en esencia, igual a la política de látigo y a la de opresión que adoptan las clases explotadoras para con los trabajadores. La nuestra es la política de ayuda y critica mutuas entre los camaradas.

En cuanto a los camaradas que son particularmente revoltosos e infringen con frecuencia las decisiones, la disciplina y la moral comunista y que no se dejan convencer en los problemas de principio, no es del todo inadmisible, e incluso es a veces indispensable, efectuar una vista de causa contra ellos con un espíritu de camaradería. Pero no está bien generalizarla.

Quinto. Hay que brindar toda oportunidad posible de apelación a los camaradas que hayan sido criticados o hayan sido objeto de sanciones. Antes de hacer una apreciación o dar una conclusión definitiva de carácter orgánico acerca de la línea de conducta de un camarada, generalmente hay que avisarlo a fin de que la conclusión se dé en su presencia. Si no está de acuerdo con la conclusión, puede apelar a los organismos superiores después de un debate (aun en el caso de que el camarada en cuestión no este de acuerdo con la sanción y no quiera apelar a los organismos superiores, la organización del Partido debe hacerlo en su lugar). Ninguna organización puede prohibir a ningún camarada que haya sido objeto de sanciones presentar apelación. No se puede privar a ningún miembro del Partido de su derecho de apelación. Ninguna organización del Partido tiene derecho a detener cartas de apelación. En cuanto a los problemas ideológicos o de principio, los militantes pueden apelar directamente, por encima de las instancias intermedias, a un comité superior o al Comité Central del Partido. Desde luego, los camaradas apelantes deben exponer exhaustivamente en la base sus opiniones y razones, señalar en que consisten las objeciones, y apelar después de dejar en claro todo esto. No deben permanecer callados en la base pero hablar a diestro y siniestro ante la dirección de los niveles supriores en un intento de engañarla y sacar provecho con cada oportunidad que se les presente. Una vez presentada la apelación, la decisión ya es incumbencia de la dirección del nivel superior. Los comités supriores pueden anular, atenuar o aumentar la sanción impuesta a un camarada por un comité del Partido del nivel inferior.

En los problemas ideológicos y de principio, si no se puede llegar a un acuerdo final en el seno del Partido aun después de discutirlos, se puede tomar una decisión con la aprobación de la mayoría. Hecho esto, si los camaradas de la minoría tienen todavía opiniones divergentes, les asiste el derecho de reservárselas, pero sin perjuicio de su sometimiento absoluto a la mayoría en lo organizativo y en la acción.

Cuando un determinado número de comités del Partido de niveles inferiores o de camaradas de base pidan a un comité del Partido u organismo dirigente de nivel superior que celebre reuniones oportunas para revisar el trabajo, este debe hacerlo, siempre que sea posible.

Sexto. Debe haber una clara línea de demarcación y a la vez una determinada ligazón entre la lucha interna del Partido y la que se libra fuera de él. No deben aplicarse fuera del Partido las formas propias de la lucha interna de este ni tampoco proceder a la inversa, y aun menos aprovechar fuerzas y condiciones existentes fuera del Partido para luchar contra este o intimidarlo. Todos los militantes deben tener gran cuidado y mantenerse altamente vigilantes para impedir que los trotskistas, espías y demás contrarrevolucionarios camuflados aprovechen las contradicciones existentes dentro del Partido y su lucha interna para llevar a cabo su labor de zapa contra el mismo. En la lucha interna del Partido, todos los militantes deben guardarse de sur utilizados por estos elementos. Y esto solo es posible si observan rigurosamente la disciplina y efectúan de manera acertada la lucha interna del Partido.

En el seno del Partido, solo se permiten la lucha dentro de los límites reglamentarios y la lucha ideológica. Es inadmisible toda forma de lucha que infrinja los Estatutos y la disciplina del Partido.

Séptimo. Hay que prohibir toda disputa sin principios en el Partido. Para tal efecto es necesario adoptar las siguientes medidas:

1) Todo militante que tenga quejas contra tal o cual organismo dirigente y organización del Partido, solo podrá plantearlas o hacer sus criticas ante las organizaciones del Partido que tengan la incumbencia correspondiente, sin que se 1c permita andar con chismes entre las masas.

2) Todo militante que tenga quejas contra otro militante o contra algún dirigente del Partido, solo podrá hacer criticas cara a cara o dentro de los marcos de determinadas organizaciones, sin que se le permita murmurar a su albedrio.

3) Todo militante o comité del Partido de nivel inferior que tenga quejas contra algún comité del Partido de nivel superior, solo podrá plantárselas a él, o pedirle que celebre reuniones para examinar el problema o denunciarlo ante un comité del Partido de un nivel aun más alto, sin que se 1c permita andar con murmuraciones ni poner estas quejas en el conocimiento de las organizaciones de nivel aun más bajo.

4) Todo militante que haya descubierto en otro militante algún comportamiento indigno o perjudicial para los intereses del Partido debe informar de ello a las correspondientes organizaciones del Partido en vez de ocultar la verdad o amparar a la persona en cuestión a cambio de igual trato.

5) Todo militante debe promover el espíritu de rectitud y la práctica honrada y combatir las tendencias malsanas y toda palabra o acción indigna. Debe reprochar severamente a aquellos militantes que gustan de andar con chismes, difundir noticias infundadas, indagar sobre secretos ajenos e hilvanar patrañas. Los organismos dirigentes del Partido deben prohibir en cualquier momento la discusión de determinados problemas entre los militantes.

6) Los organismos dirigentes de los distintos niveles deben 11amar la atención, cuando sea necesario, a los camaradas aficionados a los chismes y a las disputas sin principios a fin de rectificar su errónea conducta, darles advertencias o imponerles sanciones.

7) Los comités del Partido de todas las instancias deben respetar las opiniones de todos los militantes y convocar con frecuencia reuniones para discutir los problemas y examinar el trabajo, brindando así a los militares oportunidades para dar a conocer plenamente sus ideas.

En cuanto a las disputas sin principios, deben sur prohibidas en términos generales. No hay que tratar de distinguir quienes tienen razón y quienes no, pues siendo disputas sin principios, es imposible hacerlo.

A1 resolver las disputas sin principios existentes entre los camaradas, de ningún modo debemos hacerlo atacando simplemente el problema en sí mismo, sino examinando y sintetizando el trabajo del lugar dado y formular, desde el punto de vista de los principios y en términos positivos, nuestras tareas, la orientación de nuestro trabajo, nuestra línea y nuestros planes para el período venidero. Es en el curso de sintetizar el trabajo, plantear las tareas y trazar la orientación, la línea y los planes, cuando nos conviene criticar las opiniones incorrectas de ciertos camaradas y luego pedir a todos los camaradas que den sus ideas al respecto. Si los camaradas mantienen todavía opiniones diferentes, entonces la controversia habrá pasado ya al plano de los principios, es decir, habrá sido sacada del plano de una disputa sin principios entre camaradas para pasar al plano de una controversia sobre un problema de principio. En cambio, si ellos ya no tienen opiniones diferentes en materia de principios, se puede exigir que, en torno a esas tareas y esa orientación ya establecidas de común acuerdo, se unan todos los camaradas para luchar de consuno por el cumplimiento de las mismas. En cuanto a los demás problemas, que son problemas sin principios, podemos exigir a los camaradas que los dejen de lado. En fin de cuentas, debemos resolver las disputas sin principios a través de la síntesis de las experiencias del trabajo anterior, del cumplimiento de las tareas presentes y de la promoción del trabajo actual; de otra manera, serla imposible darles solución. De ningún modo debemos resolver las disputas sin principios adoptando una actitud de juez, pues procediendo así serla imposible juzgar y resolverlas. Un juicio inapropiado le valdría a quien juzgue el resentimiento de ambas partes, y las disputas quedarían en pie como antes.

En general, no se deben plantear para la discusión problemas teles como la falta de confianza que tiene fulano en mengano y cierta sospecha que inspira todavía este camarada a aquel otro, pues semejante discusión no traerla ningún provecho. Solo en medio del trabajo, la lucha y la práctica será posible resolver estos problemas y demostrar quién es confiable y de quien no se debe sospechar.

En caso de que tal o cual camarada libre una lucha de principio en la que estén mezclados algunos elementos de lucha sin principios, debemos poner énfasis en discutir con el solamente los problemas de principio, en vez de hacerlo con los problemas sin principios, pues de otra manera se verían eclipsados los problemas de principio.

Si un camarada lleva a cabo una lucha sin principios al socaire de una lucha de principios, debemos, por una parte, señalar lo que tiene de correcto en materia de principios, en lugar de “descalificar una opinión simplemente porque la sostiene fulano”, pero, al mismo tiempo, debemos indicar en forma adecuada lo incorrecto de su posición y de los medios a que recurre, a fin de evitar que una lucha de principios sea llevada al terreno de una lucha sin principios.

En resumen, la lucha interna del Partido supone, en lo fundamental, divergencias y luchas en lo ideológico y en materia de principios. Dentro del Partido, todo debe someterse a la razón, todo debe razonarse con claridad y todo debe tener explicaciones razonables; cualquier otra cosa es inadmisible. Una vez aclaradas las razones, todo será posible y fácil de hacer. Debemos generalizar en el Partido la práctica de razonar. El criterio para juzgar si es correcto o erróneo un argumento lo constituyen los intereses de la lucha del Partido y del proletariado, la subordinación de los intereses de la parte a los del todo y la de los intereses temporales a los de largo alcance. Sera correcto todo argumento u opinión que favorezca a la lucha del Partido y del proletariado y a los intereses de largo alcance de la lucha de todo el Partido y del proletariado, y será incorrecto todo lo contrario. Toda lucha que no pueda razonarse o que no se pueda explicar con razones es una lucha sin principios. Es incorrecto el rechazo al razonamiento o la ambigüedad en el razonamiento, pues semejante actitud no contribuye a sacar una conclusión correcta ni a resolver definitivamente los problemas. Si aun después de haberse aclarado las razones no se logra la unanimidad, se verá claramente quien está actuando en contra de los intereses de la lucha del Partido y del proletariado y entonces se presentara la necesidad de dar una apreciación definitiva de carácter orgánico sobre la línea de conducta de los camaradas que se obstinen en sus errores y será fácil resolver los problemas. Para esclarecer las razones, y para que esto sea posible, es indispensable la democracia interna del Partido y la discusión serena entre camaradas. Y es indispensable, con mayor razón, que los camaradas estudien con espíritu abierto, eleven su nivel teórico, estén al tanto de las circunstancias, realicen investigaciones para aclarar los hechos y examinen minuciosamente los problemas. De ningún modo contribuyen al esclarecimiento de las razones la negligencia, el subjetivismo, el hablar como un papagayo, el estar divorciado de la realidad y la renuncia a realizar investigaciones para tener en claro los hechos. El que no entra en razones o no las esclarece no puede recurrir a otro medio que a la arbitrariedad, a los medios coercitivos y al poder encomendado por la organización c incluso al engaño. De este modo, la democracia interna del Partido aun menos sería necesaria, pues ella sirve precisamente para que todos actúen al unísono después de haber esclarecido las razones.

Aquí, cuando hablamos de razones, no nos referimos, desde luego, a argumentos vacuos, verídicos en apariencia pero falsos en el fondo, sino a argumentos efectivos y veraces, confirmados en la práctica. A ciertos intelectuales les gusta andar con argumentos vacuos y forzados. Pueden pronunciar, sin basarse en los hechos, un prolijo discurso comentando desde lo que está en la tierra hasta lo que está en el cielo. Se trata de palabrerías y un cliché del Partido, que solo acarrean danos y no traen provecho al Partido ni a la revolución. Por lo tanto, al promover la práctica de razonar, se debe combatir la palabrería y el cliché del Partido y abrir camino a las razones objetivas y materialistas que parten de la realidad y sirven a la práctica. He aquí el carácter materialista de nuestra teoría.

Todo debe someterse a razones. Es inadmisible no hacerlo, y lo es también razonar de manera errónea y lo es aun mas entregarse a la palabrería. Por supuesto, esto ofrece cierta dificultad; no obstante, solo procediendo de este modo puede uno estar a la altura de un bolchevique.

Los bolcheviques entienden de razones y se someten a ellas; son defensores de la verdad, hombres dispuestos a dialogar razonando con los demás en una actitud serena, y no camorristas que actúan con arbitrariedad y rechazan todo razonamiento.

Camaradas: hasta aquí lo que quería decir acerca de algunos métodos de la realización de la lucha interna del Partido.

Nuestros camaradas deben emplear estos métodos para llevar a cabo la lucha interna en el Partido, combatir las diversas tendencias erróneas dentro de él y comprobar el espíritu de partido de cada miembro y, particularmente, de cada cuadro. Debemos esforzarnos porque nuestro Partido se fortalezca aun más en lo ideológico y en lo organizativo: he aquí nuestro objetivo.