Archivo Marx/Engels | Indice de la Correspondencia



F. Engels


Carta a
FRIEDRICH ADOLPH SORGE

En Hoboken



Londres, 12[-17] de septiembre de 1874

...Con tu salida[1], la vieja Internacional dejó de existir definitivamente. Y eso está bien, pues la Internacional pertenecía a la época del Segundo Imperio, en que la opresión reinante en toda Europa prescribía al movimiento obrero, que acababa de renacer, unidad y abstención de toda polémica interior. Era un momento en que los intereses cosmopolitas generales del proletariado podían pasar a primer plano, un momento en que Alemania, España, Italia y Dinamarca acababan de incorporarse al movimiento o se estaban incorporando a él. En 1864, el carácter teórico del propio movimiento era todavía muy confuso en toda Europa, es decir, en las masas; el comunismo alemán no existía aún como partido obrero; el proudhonismo era demasiado débil para cabalgar sobre sus tópicos favoritos, y el nuevo galimatías de Bakunin aún ni existía siquiera en su propia cabeza. Hasta los líderes de las tradeuniones inglesas estimaban que el programa expuesto en los considerandos de los Estatutos[*] les ofrecía una base para ingresar en el movimiento. El primer éxito importante tenía que romper esta candorosa colaboración de todas las fracciones. Ese éxito fue la Comuna, hija espiritual de la Internacional, indudablemente, aunque ésta no había movido un dedo para darle vida. De este modo, y hasta cierto punto, se consideraba con toda razón a la Internacional responsable de la Comuna. Pero cuando la Internacional se convirtió en Europa, gracias a la Comuna, en una fuerza moral, inmediatamente empezó la discordia. Cada tendencia quería explotar el éxito en favor suyo. Sobrevino la disgregación, que era inevitable. La envidia a la fuerza creciente de los únicos que estaban realmente dispuestos a seguir trabajando en el amplio marco del viejo programa --los comunistas alemanes--, lanzó a los proudhonistas belgas en brazos de los aventureros bakuninistas. El Congreso de la Haya[2] representó en realidad el fin, y, además, para las dos partes. Los Estados Unidos eran el único país donde aún se podía hacer algo con el nombre de la Internacional, y un afortunado instinto sugirió la necesidad de trasladar allí la dirección suprema. Ahora, también allí se ha agotado su prestigio; cualquier intento de darle nueva vida sería una necedad y un esfuerzo inútil. La Internacional, que durante diez años ha dominado una parte de la historia europea --precisamente aquella parte en la que reside el futuro--, puede contemplar orgullosa la labor realizada. Pero la Internacional ha caducado en su vieja forma. Para crear la nueva Internacional a semejanza de la vieja, para crear una alianza de todos los partidos proletarios de todos los países, sería necesario que se produjese una represión general del movimiento obrero análoga a la de los años 1849-1864. Pero el mundo proletario es ahora demasiado grande, demasiado extenso para que eso sea posible. Estimo que la nueva Internacional será --después de que las obras de Marx hayan ejercido su influencia durante una serie de años-- una Internacional netamente comunista y proclamará unos principios que serán precisamente los nuestros....

 

Publicado por vez primera en
forma abreviada en el libro: Briefe und Auszüge aus Briefen
von Joh. Pil. Becker, Jos. Dietzgen,
Friedrich Engels, Karl Marx, und
A. an F. A. Sorge und Andere
, Stuttgart, 1906;
en forma completa, en ruso, en las
Obras de C. Marx y F. Engels, 1ra. ed., t. XXVI, 1935.
Se publica de acuerdo con el
manuscrito.
Traducido del alemán.


NOTAS

[*] Véase el presente tomo, págs. 14-15. (N. de la Edit.)

 

[1] 308. Sorge salió del Consejo General en agosto de 1874, comunicándolo a Engels el 14 de agosto del mismo año; la dimisión oficial tuvo lugar el 25 de septiembre de 1874.- 458.

[2] 242. El Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores celebrado en La Haya tuvo lugar del 2 al 7 de septiembre de 1872. Asistieron a sus labores 65 delegados de 15 organizaciones nacionales. En el Congreso dirigido personalmente por Marx y Engels, se dio cima a la lucha de los fundadores del socialismo científico y de sus adeptos contra toda clase de sectarismo pequeñoburgués en el movimiento obrero. La actividad escisionista de los anarquistas fue condenada y sus líderes fueron expulsados de la Internacional. Los acuerdos del Conereso de La Haya colocaron los cimientos para la creación de partidos políticos de la clase obrera independientes en los diversos países.- 309, 457, 459.



Fuente: C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. II.
Digitalización y Edición Electrónica: Marxists Internet Archive, abril de 2003.