OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II

  

P R O L O G O

 

He aquí a un verdadero cronista-soldado de la Revolución Socialista. Estas páginas cruciales son capítulos particularmente memorables de nuestra convulsionada historia contemporánea. Son crónicas guerreras: los conflictos sociales, la lucha por una nueva humanidad se plantea en cada una de las regiones del planeta. Nadie escapa ni se libra de la contienda. Tiene que situarse a un lado o a otro. Con la reacción o con el progreso: no hay más alternativa. Como los viejos cronistas, José Carlos Mariátegui levanta su bandera partidista y la hace flamear al lado de la revolución: esta vez posee la amplitud de una visión orgánica, armoniosa y dialéctica de la historia, no san cuadros estáticos sino escenas de un drama donde la lucha de clases se desarrolla, sin prisa pero sin pausa, en su traína más tensa y apretada: la política. 

Pero Mariátegui no es un espectador a distancia. Es un activo actor protagónico que sabe su papel y lo representa genial y valerosamente. No sólo es el crítico más lúcido y profundo de nuestra historia nacional, sino el narrador más calificado de las figuras y los aspectos de la vida mundial. Cada una de estas crónicas no es un mero relato naturalista de los acontecimientos. Mariátegui ve el porvenir de la noticia como en las entrañas de un ave insólita. Sus vaticinios se han cumplido. son pasmosamente actuales. Ciertos análisis, determinadas opiniones y diagnósticos, aparecen, al cabo de cuatro décadas como realidades incontrovertibles que nos asedian e inquietan. 

De esta manera, el género del comentario político sale de la dota pintoresca y paramental a que nos habían acostumbrado mucho de sus cultores, para elevarse al nivel del análisis responsable y comprometido. El periodismo peruano nunca ha sido más profundo, ni menos fugaz, en su visión panorámica de la actualidad; ni su exposición más meridiana. y persuasiva: ojo de águila y alto vuelo sereno, prosa fluida, acerada y elegante, templada por un pensamiento revolucionario cuya dinámica presenta al mun­do en movimiento. 

Mariátegui no se arrepiente de sus revelacio­nes: el mundo se mueve y no lo niega: marcha hacia mejores y nuevos ámbitos, y lo afirma rei­teradas veces. Por entre la apretada hojarasca del discurso histórico, Mariátegui descubre la rama decisiva. Sus opiniones se desprenden, na­turalmente, como frutos en sazón, grávidos de porvenir. 

Las páginas del año 26 se abren un 16 de Enero en el que Mariátegui ajusta cuentas con el año anterior: "Para los que en 1924 se emborra­charon con exceso de ilusiones reformistas y democráticas, el balance de 1925 no puede ser más desconsolador. El año se ha cerrado con fuertes pérdidas para el reformismo y la demo­cracia. En Francia, el cartel de izquierdas ha entrado, en el curso de 1925, en un período de disolución. En Alemania, la elección de Hindenburg ha marcado un retorno de los principios conservadores y militaristas. En Italia, sobre to­do, el régimen fascista, que en 1924 vacilaba, en 1925 ha contraatacado victoriosamente"1

Descalabro del reformismo y afirmación fas­cista trazan una de las coordenadas de esta fase. La otra: la insurgencia de la internacional revolucionaria, la cimentación del socialismo en la URSS y el desplazamiento del eje de la orga­nización capitalista hacia los Estados Unidos de Norteamérica. "Rusia y Estados Unidos —escribe Mariátegui en 1927— son hoy los dos po­los de la historia del mundo"2

Estamos en la década de "los locos años veinte". Años nodales y graves, duro período de gestación de la crisis contemporánea. Mariátegui nos dejaría al borde del treinta como de un abismo, pero sus palabras adquirirían, con cada acontecimiento posterior, una significación premonitoria: cualidad de profeta que lo convierte en nuestra fuente histórica más notable y cristalina. 

Entre 1925 y 1928, Mussolini condensaba el programa fascista en dos palabras: "silencio y trabajo"3. En España, el conflicto entre la in­teligencia y la dictadura (conflicto caracterís­tico de nuestra época) se exasperaba. La apari­ción de los nacionalismos reaccionarios, racis­tas e imperialistas, junto con el "terror blanco". convulsionaban la Europa postbélica; mientras en Asia adquirían, con la doctrina del doctor Sun-Yat-Sen, un cariz revolucionario que alimen­taba el triunfo de la guerra civil china. En la esfera de las materias primas, la electricidad y el petróleo triunfaban sobre el carbón y acele­raban la destrucción del imperio británico, del liberalismo, del parlamentarismo y el evolucionismo. "Del tramonto de Inglaterra tenemos mil pruebas concretas. Las dos últimas más irrecu­sables y fehacientes son: Primera, la pérdida de la concesión de Han Kow, ocupada militarmente por los revolucionarios chinos con grave ofensa para la majestad británica. Segunda, el allanamiento de las oficinas de la Arcos Compa­ny y da la delegación comercial soviética en Londres. El primer hecho señala una gran derrota material y moral del imperio colonial británico en Asia. El segando evidencia la quiebra de la corrección y del faire play en la conducta ofi­cial británica en Europa. Los dos hechos constituyen dos síntomas diferentes, interno una externo el otro, de la decadencia de la Gran Bretaña"4

Esta es, pues, sin hipérbole, una época de crisis total: la democracia y el reformismo fracasan. El irracionalismo empieza su ascenso en la filosofía, en la política y en el arte delira con el surrealismo. La camisa negra quiere ser la camisa del hombre feliz, pero termina convertida en la túnica de Neso: quienes quieren despojársela se arrancarán la piel viva junto con ella. Millones caerán fascinados por la furia verborreica y aparatosa de los condottieri. Quien no cede ante la retórica, cede ante la cachiporra, y el suave argumento del aceite de ricino resulta igualmente eficaz y feroz. El fascismo se ha instalado en Roma, sacando las uñas y los dientes de la loba. 

Por otra parte, la Revolución China no tiene corte inglés. Las grandes revoluciones nacionales de Oriente rugen más temiblemente que el achacoso león británico. El progreso y la reacción trazan sus líneas de fuego en Europa y Asia. En la URSS, José Stalin ha derrotado a la "oposición trotskista". Para Mariátegui, la URSS prefiere "hombres más simple y puramente rusos"5, y Stalin es el hombre requerido por las circunstancias: "Es lógico que en esta etapa, la revolución rusa esté representada por hombres que más hondamente sienten su ca­rácter y sus problemas nacionales"6. Trotsky aparece demasiado errátil y cosmopolita para una situación en la que "No se trata por el mo­mento, de establecer el socialismo en el mundo, sino de realizarlo modestamente en una nación..."7. Poco tiempo después, la perversión dogmática y chauvinista, el denunciado nacionalismo staliniano, al grito de "¡Hay que acabar con el amautismo!", haría sufrir a José Carlos Mariátegui y al movimiento revolucionario peruano, tratando de minimizar su obra y su significación histórica. Mariátegui fue silenciado (como César Vallejo) y criticado como "populista". Las proyecciones nacionales de su pensa­miento universal fueron Mediatizadas por la oscura corriente de la mediocridad triunfante. 

Una de las observaciones de mayor actualidad que Mariátegui hizo por estos años, fue la de advertir ya que los Estados Unidos se habían convertido en el empresario de la civilización europea. Las otras sonde una dolorosa vigencia: "toda la esperanza del capitalismo occidental está en la posibilidad de un cisma del bolchevismo"8 y "los grandes estados capitalistas han entrado, fatal e inevitablemente, en la fase del imperialismo. La lucha por los mercados y las materias primas no les permite fraternizar cristianamente. De modo inexorable, los empuja hacia la expansión"9. La teoría del, "espacio vital" es incubada como argumento de las invasiones nazistas, tal como hoy se levantan las "fronteras ideológicas" trazadas por el Pentágono y vigiladas por un antimarxismo patológico. Todos sabemos que los sueños anacrónicos de Mussolini y Hitler, de restaurar el Imperio Romano o colocar a Alemania sobre el mundo, desembocaron, más tarde,, en la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial, que Mariátegui previó con singular agudeza. Junto a esos delirios chauvinistas, cuyas monstruosidades y aberraciones aún padecemos bajo los estandartes de una civilización en crisis, que proclama como otro de sus monopolios una concepción abstracta de la libertad y del humanismo, vemos hoy la libertad de arrojar víveres a los damnificados por las catástrofes geológicas, al mismo tiempo que el humanismo de arrojar bombas creando los damnificados. Libertad y humanismo de doble rostro. Biafra y Vietnam. Cambodia y Huaraz. 

Uno de los capítulos más interesantes de estas crónicas es el de las relaciones del fascismo con la religión, del Vaticano con el Quirinale. Mariátegui analiza con extraordinaria sagacidad este controversial asunto: el cristianismo es incompatible con el nacionalismo; la doctrina de Jesús no tiene fronteras. "Nadie puede tomar en serio el sofístico esfuerzo —escribe Mariátegui— de los que pretenden probar que, en el fondo, el fascismo no reniega ni contrasta de ningún modo al cristianismo. El conflicto espiritual y filosófico entre el nacionalismo fascista y el universalismo cristiano es demasiado patente"10, y añade: "El hecho es, sin embargo, que, —doctrina y praxis aparte—, el Estado fascista trata de apoyarse en el catolicismo"11, y "En estos tiempos de fascismo, el Vaticano, en flirt diplomático con el fascio littorio no se aventuraría a romper, imprudentemente, una lanza por el carácter ecuménico, universal —ergo, antinacionalista—, de la catolicidad, a menos que muy fuertes y concretas razones se lo aconsejaran"12

La Revolución China fue valorada en toda su trascendental significación por Mariátegui. La toma de Shanghai abría una nueva etapa en ese gran proceso revolucionario: "La razón es que esta victoria no aparece ganada por la revolución sólo contra sus enemigos de la China sino, sobre todo, contra sus enemigos de Occidente"13; "La China monárquica y conservadora de los emperadores manchúes no era capaz de otra cosa que de capitular ante los cañones occidentales. Las grandes potencias la obligaron hace un cuarto de siglo a pagar los gastos de la invasión de su propio territorio con el pretexto del restablecimiento del orden y de la protección de las vidas y propiedades de los occidentales. No había humillación que rechazase por excesiva. La China revolucionaria, en cambio, se declara dueña de sus destinos. Al lenguaje insolente de los imperialismos occidentales responde con un lenguaje digno y firme. Su programa repudia todo los tratados que someten al pueblo chino al poder extranjero"14. Al mismo tiempo, Mariátegui advirtió las intenciones imperialistas de "tentar a Chiang-Kai-Shek"15. Hoy resulta para todos claro que el jefe nacionalista chino cedió ante la tentación de esos demonios cuyo anticomunismo lo llevó a proclamar, en la isla de Formosa, una China Nacionalista, reconocida por las Naciones Unidas. Hecho tan absurdo como si la isla de San Lorenzo usurpara, con la bendición norteamericana, nuestra representación universal. 

Todo esto hace de estas crónicas nuevos comentarios reales que terminan, agudamente, en un diagnóstico sin reservas: la convicción de que la historia avanza, inexorablemente, hacia el socialismo. 

En su vasto tablero, José Carlos Mariátegui ejerció la justicia de la historia, en sus jugadas más insólitas tuvo siempre la respuesta precisa para el desenlace de cada uno de sus movimientos. Por eso, gracias a él, sabemos de donde venimos y adonde vamos.

 

Lima, 19 de diciembre de 1970.

ALEJANDRO ROMUALDO

 


NOTAS: 

1.   Cf. en este volumen: "Política italiana".

2.   Cf. en este volumen: ''La ruptura anglo-rusa".

3.   Cf. en este volumen: "Farinacci".

4.   Cf. en este volumen: "La decadencia de Inglaterra”.

5.   Cf. en este volumen: "Trotsky y la oposición comu­nista".

6.   Loc. cit. (p. 216).

7.   Loc. cit. (p. 216).

8.   Cf. en este volumen: "Después de la muerte de Dzerjinsky".

9.  Cf. en este volumen: "El problema del desarme".

10.  Cf. en este volumen: "El Vaticano y el Quirina".

11.  Loc. cit. (p. 27).

12.  Cf. en este volumen: "La es-comunión de "L'Action Francaise".

13.  Cf. en este volumen: "La toma de Shanghai".

14.  Loc. cit.

15.  Loc. cit.