OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

   

    

RABINDRANATH TAGORE

 

 

Uno de los aspectos esenciales de la personali­dad del gran poeta hindú Rabindranath Tagore es su generoso internacionalismo. Internacionalismo de poeta; no de político: La poesía de Tagore ignora y condena el odio; no conoce y exalta sino el amor. El sentimiento nacional, en la obra de Tagore, no es nunca una negación; es siempre una afirmación. Tagore piensa que todo lo humano es suyo. Trabaja por consustanciar su alma en el alma universal. Exploremos esta región del pensamiento del poeta, Definamos su posición ante el Occidente y su posición ante Gandhi y su doctrina.

La obra de Tagore contiene varios documentos de su filosofía política y moral. Uno de los más interesantes y nítidos es su novela La Casa y el Mundo. Además de ser una gran novela humana, La Casa y el Mundo es una gran novela hindú. Los personajes —el rajá Nikhil, su esposa Bimala y el agitador nacionalista Sandip— se mueven en el ambiente del movimiento nacionalista, del movimiento swadeshi como se llama en lengua indostana y como se le designa ya en todo el mundo. Las pasiones, las ideas, los hombres, las voces de la política gandhiana de la no cooperación y de la desobediencia pasiva pasan por las escenas del admirable romance. El poeta bengalí, por boca de uno de sus personajes, el dulce rajá Nikhil, polemiza con los fautores y asertores del movimiento swadeshi. Nikhil pregunta a Sandip: "¿Cómo pretendéis adorar a Dios odiando a otras patrias que son, exactamente como la vues­tra, manifestaciones de Dios?" Sandip responde que "el odio es un complemento del culto". Bimala, la mujer de Nikhil, siente como Sandip: "Yo quisiera tratar a mi país como a una persona, lla­marlo madre, diosa, Durga; y por esta persona yo enrojecería la tierra con la sangre de los sacrificios. Yo soy humana, yo no soy divina". San­dip exulta: "¡Mirad, Nikhil, como la verdad se hace carne y sangre en el corazón de una mujer! La mujer sabe ser cruel: su violencia es semejante a la de una tempestad ciega, terrible y bella. La violencia del hombre es fea, porque alimenta en su seno los gusanos roedores de la razón y el pensamiento. Son nuestras mujeres quienes sal­varán a la patria. Debemos ser brutales sin vacilación, sin raciocinio".

El acento de Sandip no es, por cierto, el acento de un verdadero gandhiano. Sobretodo cuando Sandip invocando la violencia, recuerda estos ver­sos exaltados: "¡Ven, Pecado espléndido — que tus rojos besos viertan en nuestra sangre la púr­pura quemante de su flama! — ¡Has sonar la trompeta del mal imperioso — y teje sobre nues­tras frentes la guirnalda de la injusticia exultante!" 

No es este el lenguaje de Gandhi; pero sí puede ser el de sus discípulos: Romain RoIland estudiado la doctrina swadeshi en los discípulos de Gandhi, exclama: "Temibles discípulos! ¡Cuantos más puros, son más funestos! ¡Dios preserve a un gran hombre de estos amigos que no aprehenden sino una parte de su pensamiento! Codificándolo, destruyen su armonía".

El libro de Romain Rolland sobre Gandhi resume el diálogo político entre Rabindranath Tagore y el Mahatma. Tagore explica así su inter­nacionalismo: "Todas las glorias de la humanidad son mías. La Infinita Personalidad del Hombre (como dicen los Upanishads1) no puede ser rea­lizada sino en una grandiosa armonía de to­das las razas humanas. Mi plegaria es porque la India represente la cooperación de todos los pue­blos del mundo. La Unidad es la Verdad. La Unidad es aquello que comprende todo y por consi­guiente no puede ser alcanzada por la vía de la negación. El esfuerzo actual por separar nuestro espíritu del espíritu del Occidente es una tentativa de suicidio espiritual. La edad presente ha estado potentemente poseída por el Occidente. Esto no ha sido posible sino porque al Occidente ha sido encargada alguna gran misión para el hombre. Nosotros, los hombres del Oriente, tenemos aquí algo de que instruirnos. Es un mal sin duda que, desde hace largo tiempo, no hayamos estado en contacto con nuestra propia cultura y que, en consecuencia y la cultura del Occidente no esté colocada en su verdadero plano. Pero decir que ese malo seguir en relaciones con ella significa alentar la peor forma de un provincianismo, que no produce sino indigencia intelectual. El problema de hoy es mundial. Ningún pueblo puede hallar su salud separándose de los otros. O salvarse juntos o  desaparecer juntos".

Propugna Rahindranath Tagore la colaboración entre el Oriente y el Occidente. Reprueba el boycot a las mercaderías occidentales. No espera un taumatúrgico resultado del retorno a la rueca. "Si las grandes máquinas son un peligro para el espíritu del Occidente, ¿las pequeñas máquinas no son para nosotros un peligró peor?" En estas opiniones, Rabindranath Tagore, no obstante su acendrado idealismo, aparece, en verdad, más realista que Gandhi. La India, en efecto, no puede reconquistar su libertad, aislándose místicamente de la ciencia y las máquinas occidentales. La experiencia política de la no cooperación ha sido adversa a las previsiones de Gandhi. Pero, en cambio, Rabindranath Tagore parece extraviarse en la abstracción cuando reprocha a Gandhi su actividad, de jefe político. ¿Previene este reproche de la convicción de que Gandhi tiene un temperamento de reformador religioso y no de jefe político, o más bien de un simple desdén ético y estético por la política? En el primer caso, Tagore tendrá razón. En mi estudio sobre Gandhi he tenido ya ocasión de sostener la tesis de que la obra del Mahatma, más que política, es moral y religiosa, mientras que su fuerza ha dependido no tanto de su predicación religiosa, como de que ésta ha ofrecido a los hindúes una solución para su esclavitud y para su hambre o mejor dicho, se ha apoyado en un interés político y económico.

Pero, probablemente, Tagore se inspira sólo en consideraciones de poeta y de filósofo. Tago­re siente menos aún que Gandhi el problema po­lítico y social de la India. El mismo Swaraj (home rule2) no le preocupa demasiado. Una revolución política y social no le apasiona. Tagore no es un realizador. Es un poeta y un ideólogo. Gandhi, en esta cuestión, acusa una intuición más profunda de la verdad. "¡Es la guerra! —dice— ¡Que el poeta deponga su lira¡ Cantará después". En este pasaje de su polémica con Tagore, la voz del Ma­hatma tiene un acento profético: "El poeta vive para el mañana y querría que nosotros hiciése­mos lo mismo..., ¡Hay que tejer! ¡Que cada uno teja! ¡Que Tagore teja como los demás! ¡Que queme sus vestidos extranjeros! Es el deber de hoy. Dios se ocupará del mañana. Como dice la Gita:3 ¡Cumplid la acción justa!" Tagore en ver­dad, parece un poco ausente del alma de su pue­blo. No siente su drama. No comparte su pasión y su violencia. Este hombre tiene una gran sensibilizad intelectual y moral; pero, nieto de un príncipe, han heredado una noción un poco sola­riega y aristocrática de la vida: Conserva dema­siado arraigado, en su carne y en su ánimo, el sentimiento de su jerarquía. Para sentir y com­prender plenamente la revolución hindú, el movi­miento swadeshi le falta estar un poco más cer­ca del pueblo, un poco más cerca de la historia.

Tagore no mira la civilización occidental con la misma ojeriza, con el mismo enojo que el Ma­hatma: No la califica, como el Mahatma, de "sa­tánica". Pero presiente su fin y denuncia sus pe­cados. Piensa que Europa está roída por su materialismo. Repudia al hombre de la urbe. La hipertrofia; urbana le parece uno de los agentes o uno de lose signos de la decadencia occidental. Las babilonias modernas no lo atraen; lo contristan. Las juzga espiritualmente estériles. Ama la vida campesina que mantiene al hombre en contacto con "la naturaleza fuente de la vida".

Se advierte aquí que, en el fondo, Tagore es un hombre de gustos patriarcalmente rurales. Su impresión de la crisis capitalista, impregnada de su ética y de su metafísica, es, sin embargo, pe­netrante y concreta. La riqueza occidental, según Tagore, es una riqueza voraz. Los ricos de Occi­dente desvían la riqueza de sus fines sociales. Su codicia, su lujo, violan los límites morales del uso de los bienes que administran. El espectácu­lo de los placeres de los ricos engendra el odio de clases. El amor al dinero pierde al Occidente. Tagore tiene, en suma, un concepto patriarcal y aristocrático de la riqueza.

El poeta supera, ciertamente, en Rabindranath Tagore, al pensador. Tagore es, ante todo y so­bre todo, un gran poeta, un genial artista. En ningún libro contemporáneo hay tanto perfume poético, tanta hondura lírica, como en Gitangali. La poesía de Gitangali es tersa, sencilla, campe­sina. Y, como dice André Gide tiene el mérito de no estar embarazada por ninguna mitología. En La Luna Nueva y en El Jardinero se encuen­tra la misma pureza, la misma sencillez, la misma gracia divina. Poesía profundamente lírica. Siem­pre voz del hombre. Nunca voz de la multitud. Y, sin embargo, perennemente grávida, eternamen­te henchida de emoción cósmica.


NOTAS:

1 Libros Sagrado hindúes (siglo VI a. de J.C.).

2 Gobierno propio.

3 Canción literaria hindú.