N. Ossinski

 

LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO

 


Escrito:10 de abril de 1918
Publicado por primera vez: Kommunist N°1 (20 de abril de 1918).
Fuente digital de la version al español: Saludproletarios.com, [Pdf]
HTML: Rodrigo Cisterna, 2014


 

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Actualmente, en el seno de nuestro partido se desarrolla una "nueva orientación". No nos referimos aquí a la política exterior, sino a la interior, particularmente a la política económica.

Esta orientación, cuyo autor es el camarada Lenin, consiste en lo siguiente. Hasta casi finales de enero de 1918, hemos vivido un periodo de aguda guerra civil, la época del hundimiento del viejo orden político y económico y de las fuerzas que lo defendían. Hoy este periodo ha finalizado y es hora de comenzar un trabajo activo y positivo, la "construcción orgánica" [La expresión es de Lenin.] de una nueva sociedad. Por una parte debemos construir el socialismo. Por otra, debemos instalar en todas partes ese orden que todos reclaman, poner fin al desconcierto, a la desorganización y al caos. Teniendo en cuenta que somos un poder y que nuestros enemigos han sido derrotados, no debemos tener miedo a emplear las fuerzas sociales que antes eran enemigas. Debemos hacer que la intelligentsia trabaje en las causas del sabotaje. Se vendía para servir al capital. Nosotros también debemos comprarla. Dentro de la intelligentsia, necesitamos sobre todo a los organizadores de la producción, a esos "capitanes de la industria" que organizaban la economía para el capital. Así como debemos solicitar la ayuda de los comandantes del ejército zarista para organizar el Ejército Rojo, también debemos atraer a los responsables de los trust para organizar el socialismo, sea cual sea su precio.

"Aprender a organizar el socialismo con la ayuda de los organizadores de los trust", esa es una de las consignas del camarada Lenin, otra es: "acabar con el desorden". De arriba a abajo, en las estructuras que dirigen las diferentes ramas económicas, reina el desorden, la holgazanería y el robo, que prosperan en este terreno podrido. "Ni robos, ni pereza. Que se haga un estricto inventario de todo", estas simples recomendaciones pequeño-burguesas se convierten en las principales consignas [Todas estas consignas, así como el programa en las que se apoyan hay que basarlas en las tesis del camarada Lenin, que durante el encuentro del 4 de abril entre los miembros del Comité Central y el grupo de comunistas de izquierda prometió publicarlas rápidamente. ¿Y por qué aún no se han publicado estas tesis? (Nota del redactor). Finalmente se publicarán en el folleto "Las tareas inmediatas del poder de los soviets", que aparecieron por primera vez en el Pravda nº 83, 28 de abril de 1918.] . Hay que enseñar a todos, a los empleados, a los obreros, a los funcionarios, y no sólo a consumir, sino también a trabajar. Para ello se necesita autodisciplina y los tribunales de personal, reforzar el poder de los comisarios elegidos por los soviets, que deben trabajar y no hacer discursos. Hay que intensificar el trabajo introduciendo el salario por piezas y las primas en las fábricas, en los ferrocarriles, etc. Quizá también haya que introducir el sistema norteamericano de Taylor, que junta a la vez el salario por pieza y por tiempo: se paga no sólo en función de la cantidad de productos, sino también de la rapidez con la que se fabrican.

Los partidarios de la "nueva orientación" afirman que todo esto es necesario para construir el socialismo, que esta nueva visión de las tareas políticas se debe a que ha comenzado un nuevo periodo en el interior del país, un periodo orgánico. Sin embargo, estas nuevas tendencias se originan justo cuando se ha firmado la paz, una paz anexionista que supone de hecho una retirada ante el capital internacional y concesiones al imperialismo extranjero en el interior. En efecto, la guerra no sólo se ha llevado a cabo para apoderarse de territorios, sino también para someterlos a los tentáculos del capital. Los diversos imperialismos han firmado una paz anexionista para poder echar mano a la economía del país vencido. E incluso para el cerebro del camarada Lenin, este nuevo periodo "socialista" orgánico requiere nuevas relaciones con el capital extranjero, del que tanta falta nos hace obtener dinero, ingenieros, armas, instructores militares y hasta apoyo militar. Es esta misma fase cuando se construye también el llamado ejército "rojo", en estrecha colaboración -demasiado estrecha y peligrosa, añadimos- con los oficiales y generales zaristas.

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¿Y, entonces?, nos dirán, según vosotros, ¿aún no ha terminado el agudo periodo de derrumbamiento de la sociedad burguesa?, ¿negáis que sea necesario construir activamente y poner en orden nuestra patria "socialista"?

No negamos ni lo uno ni lo otro. Pero para nosotros el final este periodo agudo tiene decididamente otro sentido. Y estimamos que hace falta otra construcción, otra forma de poner orden, distinta a las que defiende la mayoría de nuestro partido.

El periodo crítico de enfrentamiento armado con las fuerzas militares de la burguesía (los Guardias Blancos, las fuerzas de Kaledin 3 , etc.) ha terminado. El del sabotaje de la burguesía y la intelligentsia también. De la misma forma, ha acabado el periodo crítico de la destrucción del orden estatal y económico burgués, de la vieja justicia, los zemstvos 4 y las municipalidades, los bancos, la economía capitalista y los grandes terratenientes, etc. Pero aún no ha terminado el difícil periodo de antagonismo entre la clase burguesa y el proletariado; no puede acabar así. Después de vencer a la burguesía, los obreros no pueden concluir la paz con ella; deben eliminarla completamente como clase; tras haber derrotado a las fuerzas armadas y las propias bases de clase de la burguesía, no podemos pactar con las fuerzas organizadas que le quedan, ni dejar rastro de las relaciones sociales burguesas; no podemos pactar con la burguesía como clase. Debemos emplear los conocimientos y la experiencia de los antiguos mercenarios de la burguesía, de sus organizadores, sus técnicos especialistas, sus expertos, etc. (aunque la propia burguesía y los capitalistas no saben mucho de todo esto). Pero debemos utilizarlos a nuestra manera, rompiendo sus lazos organizativos de clase, sus relaciones con la burguesía y el orden burgués.

Debemos ponerles a trabajar bajo nuevas relaciones sociales, como trabajadores de toda la sociedad sometidos al poder de los obreros y los campesinos; debemos disolverles en las filas de estos. Y nuestro trabajo concreto, así como la "construcción orgánica" del socialismo, debe efectuarse de otra manera. Los gestores de los trust nunca podrán decirnos cómo edificar el socialismo. Este sólo puede surgir de la creación de la propia clase proletaria, mediante esfuerzos enormes y el concurso técnico de la intelligentsia.

No podemos ni pensar en un trabajo orgánico plausible bajo las directrices de los pequeño- burgueses. Para empezar, la situación externa, la enérgica ofensiva imperialista en todas direcciones, lo hace imposible. Si lo que pretendemos es construir el socialismo, está construcción estará inevitablemente ligada 3 General de origen cosaco. En 1917 siguió a Kornilov. Elegido jefe de los cosacos del Don después de Octubre, fue vencido por los bolcheviques comandados por Antonov-Ovséyenko en febrero de 1918 y se suicidó. 4 En el imperio zarista, los zemstvos eran asambleas regionales que datan de 1864, bajo el gobierno de Alejandro II.

Existían zemstvos de distrito y de provincia. a la lucha, a la resistencia frente a las ambiciones del imperialismo extranjero. E incluso para lo que respecta a esta construcción en sí misma, no nos basta con simples directrices pequeño-burguesas y un escrupuloso trabajo mecánico comandado por no importa quién. No son los viejos servidores del capital quienes deben mover como marionetas inanimadas a los obreros; las masas obreras deben desarrollar ellas mismas sus iniciativas y su actividad. En el transcurso de esta construcción, los obreros deben desarrollar y organizar su fuerza. Si el proletariado pone en marcha la economía nueva, si la somete como si fuera su dueño, si la domina y si su organización la asumen los propios obreros, el socialismo tendrá una base firme y no será posible eliminarlo.

No se trata de que desarrollen una actividad pasiva bajo la dirección de los viejos servidores del capital y de que estos instauren el "socialismo" haciendo el mismo trabajo que hacían en los trust, sino de que los obreros construyan voluntariamente el socialismo con la ayuda técnica de la intelligentsia, de que proletariado combata por el socialismo contra los enemigos exteriores e interiores (a veces defendiéndose y otras atacando, dependiendo de la situación). Este es nuestro punto de vista.

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Antes de nada tenemos que hacer algunos comentarios generales sobre la organización de la producción, sobre todo en la sociedad capitalista.

Uno de los rasgos más característicos de la actividad del capitalismo en el plano de la producción, es el hecho de que todos los elementos, todos los aspectos del proceso de producción, adquieren un valor que aumenta al unirse, formando un capital que produce plusvalía.

Esto afecta en primer lugar a la fuerza de trabajo, que se compra como una mercancía más que consume el capital; su explotación crea una nueva plusvalía, mientras que el valor inicial de los medios de producción (máquinas, material, etc.) se conserva y se "transfiere" a la mercancía producida. Esta característica de la fuerza de trabajo es la fuente de la pretendida superioridad económica del capitalismo, de su poder ("comando del capital", Marx).

En la fábrica capitalista no es el obrero el que usa los medios de producción para fabricar productos, sino que son los medios de producción, convertidos en capital, los que explotan y exprimen al obrero, extrayéndole la plusvalía. Por eso, en la gran industria, los agentes del capital, que son sus ojos y sus oídos (los directores, los ingenieros, los jefes de taller, etc.), no sólo organizan el proceso técnico de la producción, sino también el trabajo como actividad "concreta" que produce un valor de uso, así como el empleo de la fuerza de trabajo, la extorsión del trabajo "abstracto" de los obreros, el gasto de energía que crea valor de cambio. Este último aspecto es esencial. En este sentido, para ellos el hombre libre no tiene voluntad propia. No es más que una mercancía singular, una cosa viva, fuente de valor de cambio, este jugo dorado. Si la mercancía se ha vendido por dinero, no debe "dar su opinión". He ahí por qué la principal tarea de todos estos ingenieros, técnicos y vigilantes es emplear al máximo esta mercancía y sacarla todo su precioso jugo. Por ello su poder sobre la fuerza de trabajo debe ser ilimitado.

La gestión de una gran fábrica está siempre centralizada, concentrada en un lugar, sobre todo debido a la concentración técnica que necesita el capitalismo; además es dictatorial, porque lo que le impulsa es producir plusvalía.

Hay otro aspecto que también está ligado a este objetivo principal de la producción capitalista. Para el capitalismo, es desde luego importante utilizar completamente la mercancía que compra: la fuerza de trabajo. También es importante el dominio sobre el propio poseedor de esta mercancía, que es el obrero, quien la posee y decide ponerla en marcha. Por eso el capitalista trata de crear una situación en la que, conservando la dirección del capital y el ilimitado derecho de explotar, se pueda mantener al obrero en un estado de objeto animado y le obligue, como poseedor de la mercancía y de la fuerza de trabajo, a ser él quien se extraiga a sí mismo el máximo jugo para dárselo al capitalista. Según Marx, esto se consigue gracias a la transformación del salario, es decir, la transformación del valor de la mano de obra en valor del trabajo. Al obrero no se le paga por el tiempo que dura su contrato, por ejemplo, un mes o dos semanas. Se le paga por horas, por piezas, empleando primas, etc.

El proletario -como persona que no posee capital y que no está interesada en producir plusvalía (porque no se la arrancan para su provecho)- concibe la producción y su trabajo sobre todo desde el punto de vista social. En tanto que miembro consciente de la clase de los obreros industriales, considera la fábrica como una fuerza social de producción que produce valores de uso y que, un día, terminará no siendo ya útil a la sociedad. Así, considera el trabajo como la función social que produce bienes. Tiene la mala costumbre de considerarse como un hombre vivo y miembro de la sociedad. Incluso como mero propietario de una mercancía, no está interesado en que su fuerza de trabajo se agote demasiado y prematuramente. Pero semejante postura no conviene al capitalismo: para él lo importante es parcelar a los obreros, convertirlos nada más que en los dueños de una mercancía, su fuerza de trabajo, que deben vender por dos duros. Eso refuerza el poder del capital y facilita la extracción de plusvalía a los obreros. Por eso el sistema autoritario y jerárquico de gestión de la empresa capitalista está estrechamente ligado al salario por piezas, a las primas, la "participación en los beneficios" y, en fin, como síntesis de todos estos procedimientos, el sistema "Taylor" (que no es más que trabajo forzado).

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Veamos ahora como quieren "construir el socialismo" los camaradas de la mayoría. Proponen una forma de organizar la producción que puede describirse así: organizamos, por ejemplo, la industria de los vagones y los trenes [Las personas "competentes" saben que estos ejemplos no nos los hemos inventado, sino que se basan en los proyectos discutidos por las instituciones responsables. Recientemente (cuando ya se había escrito este artículo) estos proyectos iniciales han sido aplazados. Y así se "marchita" la consigna de aprender socialismo bajo la dirección de los organizadores de los trust. Pero esto no cambia nada, pues nosotros examinamos las expresiones más claras de toda una tendencia política. Estos proyectos pueden resurgir en cualquier momento. Los discursos del "comunista" Goukovski demuestran que en el terreno de la política financiera, las ideas de Smiles continúan triunfando. (Nota del redactor). Smiles era un viejo cartista que se reconvirtió en un defensor del culto al esfuerzo individual. Destacan sus libros Autoayuda o ¿Cómo ayudarse a sí mismo?] ; para ello todas las fábricas que producen vagones y trenes se declaran propiedad del Estado. Se forma así una empresa, un trust estatal. Vista desde fuera, esta fábrica parece una sociedad anónima cuyas acciones pertenecen al Estado, o al menos la gran mayoría. Así pues, para "comprar" la participación de los "capitanes de la industria" y de los directores de los trust, se les vende una parte de las acciones o se emiten obligaciones por las cuales se paga un tipo de interés determinado de una vez por todas (a diferencia de las acciones, donde los dividendos varían según el beneficio anual). Con estas obligaciones, se compra a los gestores capitalistas. Señalemos que no sólo se compra a los capitalistas, sino que se les venden también las fábricas nacionalizadas. No es que se anulen y se liquiden las viejas acciones del capital, sino que se sustituyen las acciones por las obligaciones. Los copropietarios de la empresa, los accionistas, se convierten en sus acreedores. Que les devuelvan todo o parte de su capital, eso ya es otra cuestión. En todo caso, recibirán al menos una parte de su capital; además, sacarán beneficio cambiando las acciones por obligaciones y estas por algún "estraperlo".

¿Cómo dirigir semejante trust? Estará seguramente bastante centralizado. La dirección se concentrará en manos de un núcleo formado por los representantes del Estado, los señores "capitanes de la industria" (que representan al mismo tiempo a los acreedores, los obligacionistas), y los representantes de los sindicatos. Toda iniciativa acerca del plan de organización y de dirección de la empresa correrá a cargo de los "gestores de los trust"; pues no se trata ya de educarles, de convertirles en trabajadores de base, sino que hay que aprender de ellos. Naturalmente, en todas las fábricas la dirección estará centralizada y será autoritaria frente a la base. El centro nombrará a los directores, cerca de los cuales quizá estén los inspectores-comisarios, esos "arcángeles", según dice el camarada Krylenko. Su poder no lo controlarán los obreros fabriles: en el mejor de los casos, los comités obreros tendrán derecho a quejarse de ellos al centro superior. No será necesario que se desarrolle el control obrero; todo lo controlará el centro, pues este se compone de los representantes de las autoridades obreras y campesinas y de directores profesionales. Es cierto que hay que aprender de estos señores capitalistas, pero no hay de qué preocuparse, porque los alumnos controlan a los maestros.

En este ejemplo, la organización del trabajo industrial es así de edificante. ¡Basta con reaccionar y "resolver los conflictos"! Pero, ante todo, ¡a trabajar! El centro se encargará de organizar la producción; el obrero de base no debe olvidar que, ante todo, no es más que fuerza de trabajo que hay que usar intensivamente. Los obreros aún no controlan su madurez social, no garantizan la producción ni supeditan su emancipación del capitalismo al aumento de la productividad del trabajo; por eso hay que desplazarles completamente de la dirección de la producción y obligarles a trabajar por un estímulo material: pagarles por pieza y, probablemente, introducir el taylorismo. Como ya no hay capitalistas, ya no hay riesgo. Además, hay que hacer propaganda entre ellos a favor de la autodisciplina, los tribunales profesionales, las normas de rendimiento, etc. Hay que tirar de las riendas e incitar a los obreros a que se sometan a ellas; y nosotros mismos también debemos someternos a ellas. No hay de qué preocuparse: la clase obrera detenta el poder y los gestores de los trust no serán más que maestros, instructores.

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¿Es cierto que no hay de qué preocuparse? ¿Y qué ocurre o puede ocurrir durante semejante "construcción del socialismo"? Pensamos que es un camino muy peligroso y que poco tiene que ver con el socialismo.

En primer lugar, si consideramos la construcción del socialismo como nacionalización de las empresas, hay que saber que la nacionalización en sí misma, es decir, la transferencia de la propiedad de las empresas al Estado, no es en absoluto una medida socialista. En Prusia los ferrocarriles están en manos del Estado, pero nadie se atreve a afirmar que esa sea una medida de transición hacia el socialismo. Para que la nacionalización adquiera ese sentido y se convierta en socialización, ante todo es necesario que la organización económica de las empresas nacionalizadas tenga una base socialista, es decir, que se suprima la dirección capitalista y ya no sea posible restaurar este tipo de organización empresarial; en segundo lugar, es necesario que el poder social esté en manos de quienes poseen los medios de producción, que el poder lo tenga el proletariado. ¿En qué situación nos encontramos actualmente?

La segunda condición existe. Hasta ahora existe la dictadura del proletariado y los campesinos pobres. ¿Esta condición se cumplirá siempre? Si esto significa: "¿existe riesgo de que la fracción conciliadora de la intelligentsia y la burguesía constitucional demócrata recupere el poder?" - la respuesta es no. Pero si entendemos la pregunta como si es posible que surja una tendencia degenerativa y que la dictadura semi- proletaria se transforme en el dominio político de una masa mitad proletaria, mitad pequeño-burguesa, la respuesta es que sí. Existe semejante peligro. Como lo demuestran las "Tesis sobre la situación actual" publicadas en este primer número [Primer número de la revista Kommunist.] , las consecuencias económicas e internacionales de la paz permiten que surjan este tipo de tendencias, que sólo se pueden contrarrestar con una resuelta política de clase y con una coherente construcción del socialismo. En el trascurso de esta construcción, la clase obrera deberá reforzar su base social, que actualmente sufre algunas lesiones, organizarse y fortalecerse a sí misma. Si no lo hace, si se ve arrastrada en la dirección opuesta, la degeneración de la fuerza política dominante en Rusia, el poder soviético, será inevitable. Por ello, en gran medida, a la hora de responder a esta pregunta: ¿ejercemos el poder mediante las nacionalizaciones como un paso hacia el socialismo?, habrá que ver cómo se organiza la producción, ¿será sobre bases socialistas?, ¿se invitará al proletariado a organizarse y a encarar la vía del socialismo?

Nuestra responsabilidad es examinar la forma de organizar la producción que propone la mayoría. Su apariencia externa, jurídica, es la nacionalización. Ya hemos explicado que ésta, en sí misma, no es una medida socialista. Es más, la propuesta de que los trust estatales se conviertan en sociedades anónimas es algo típico del capital financiero y del capitalismo de Estado. La sociedad anónima es la forma que mejor se adapta al capital financiero, facilitándole la unión de los bancos con la industria. Quizá esto sea algo accidental (aunque para nosotros no es el caso). Pero lo que no es casualidad es que se conceda este "estraperlo" a los gestores de los trust, bajo la forma de emisión de obligaciones [El resultado es el mismo si se transfiere a los banqueros una parte de las acciones, u otras cosas por el estilo. (Nota del redactor)] . Una buena retribución individual habría bastado si lo que se pretendía era comprarlos como simples instructores- organizadores. Pero el hecho es que se les ha comprado como representantes de una clase, y hay "estraperlo" para todos (más concretamente, reembolso). Así, por una parte, se hace una concesión a esta clase y se refuerza su poder social, y por la otra, se consolidan los lazos entre estos instructores con su clase, la burguesía. No sólo juegan el papel de empleados de la República Soviética, sino también el de representantes del capital financiero. A esto hay que añadir su más que posible participación en los futuros trust como representantes oficiales de los obligacionistas. Y como estos obligacionistas son, de hecho, los banqueros internacionales, que han conseguido ya acciones de las fábricas y que harán negocios con el aval del señor Mechtcherski [Heredero de una gran familia principesca, magnate del hierro y del acero, el príncipe V. Mechtcherski era propietario de una de las principales fábricas de construcción de locomotoras y vagones. Como representante de un importante grupo de capitalistas de la industria metalúrgica y maquinista, propuso en marzo de 1918 al gobierno soviético la constitución de un original trust. El grupo detentaría la mitad de las acciones del trust metalúrgico y el Estado la otra mitad. El grupo se encargaría de la gestión en nombre de esta asociación. El gobierno decidió por una débil mayoría negociar sobre esta base, pero finalmente rechazó la propuesta el 14 de abril y se decidió por la completa nacionalización de este sector industrial. El gobierno suponía que el capital alemán estaba tras esta propuesta de Mechtcherski.] y compañía ("los gestores de los trust"), es evidente que habrá lazos reales, "lazos de sangre" con el capital financiero extranjero. He aquí por qué el sistema de préstamos obligacionistas y de las sociedades anónimas no es algo casual: para los señores "gestores de los trust" el sistema es una parte necesaria de ese engranaje que les une al capital extranjero, que podría entrar a través de este puente en la industria "socialista". Desde este punto de vista, ya existe el riesgo de que nuestros "maestros" no nos ayuden a construir el socialismo, de que creen subrepticiamente verdaderos trust capitalistas y desplieguen su actividad de clase.

Pero por el momento esto es algo secundario que afecta a las relaciones con el "mundo" capitalista "exterior". Sin embargo, todos los empujes en este sentido son extremadamente peligrosos, sobre todo hoy, cuando los tentáculos de los banqueros extranjeros y las bayonetas de las coaliciones imperialistas (que ellos mismos dirigen) se ciernen sobre nosotros, y teniendo en cuenta que todo trato con ellos puede transformarse rápidamente en sumisión. Este aspecto externo, así como la conservación de la dictadura y la orientación del poder por parte del proletariado y no de los capitalistas, el más importante para la organización interna de la producción.

¿Cuál es la situación actual? Bastante triste. Se propone a las masas proletarias que se consideren únicamente como obreros en el sentido profesional y técnico de la palabra. Preocuparos ante todo de trabajar. Penetraos de los mandatos pequeño-burgueses; estas son ahora las principales consignas. No tendréis que molestaros en dirigir las empresas y su actividad. Estos señores organizadores de la producción os "enseñarán". El centro decidirá todo. Vuestra tarea social se reducirá a participar en las elecciones de los dirigentes que defenderán vuestros intereses, y a auxiliar pasivamente a que se introduzca la "disciplina del trabajo" y reine el orden sobre el terreno. Así, desde luego, lo que se pone en evidencia es que incluso la centralización de la producción tiene su carácter autocrático. Los directores enviados a las fábricas tienen plenos poderes y el derecho a exigir obediencia absoluta: así es como hay que lograr que reine la disciplina y el orden (ver el decreto sobre la dirección de los ferrocarriles).

¿Acaso participarán los dirigentes obreros en la dirección de las empresas junto a los hombres de negocios? ¿Dejarán los capitalistas que al proletariado le quede algo de poder real sobre la producción? Tenemos derecho a dudarlo, sobre todo si el proletariado como clase se transforma en un elemento pasivo, en objeto y no sujeto de la organización del trabajo de cara a la producción. Los jefes obreros no sacan su fuerza más que se su relación directa con las masas activas. Así, esta burocracia obrera desempeñará el papel de un alumno pasivo ante estos señores representantes del capital, y será la más solícita ante los requerimientos "empresariales" de los Smiles. De esta forma, se allana el camino para que el capital financiero recupere las posiciones perdidas (tanto más cuando existe una fuerte presión exterior).

Por último, hay que añadir un tercer elemento a esta descripción. Para animar el celo de los obreros por el trabajo, parece ser que hay que introducir el salario por piezas y el cronometraje (el cálculo del trabajo por hora [Es este aspecto del sistema Taylor lo que interesa a los partidarios de esta "nueva orientación" y no su aspecto positivo y organizativo. (Nota del redactor)], el sistema Taylor). Ya hemos hablado de esta forma de salario sobre la unidad de clase y la conciencia de los obreros. Estas formas las ha inventado el capital para romper la solidaridad proletaria. Fomentan la competencia y la división entre los obreros. Hacen que imperen los intereses individuales egoístas sobre los intereses comunes de clase. Transforman a los obreros en pequeños hombres de negocios que comercian con su fuerza de trabajo, son el mejor medio para implantar la psicología y la influencia pequeño-burguesa en las masas obreras y también para transformar a los obreros más experimentados en simples pequeños propietarios. Nos obligan a prestar atención al trabajo profesional en los talleres y nos desvían de nuestras tareas sociales. El obrero tratará de "recibir" el máximo por jornada y ya no tendrá ni tiempo ni interés en pensar en otra cosa. Dada la fatiga y el agotamiento general de los obreros actualmente, hay que decir que la puesta en marcha de todos estos incentivos capitalistas podría aumentar enormemente la pasividad de la clase, la inacción del proletariado ruso. ¡Y todo esto ocurre, por una parte, justo cuando se desarrolla la ofensiva resuelta del imperialismo mundial y, por otra, en la víspera del combate decisivo para el que hay que estar siempre dispuestos!

No hablaremos de cómo influye todo esto en la situación de los parados y en las relaciones entre los proletarios con trabajo y los parados. Las perspectivas son dolorosas allá donde se mire: las diferencias en el proletariado, la aparición de una aristocracia obrera indiferente a la política, los desafortunados, los ansiosos y, en fin, la pasividad general. En semejantes condiciones, la participación de los capitalistas en la organización de la producción no promete nada bueno.

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En cambio, ¿qué nos garantiza, en general? Supongamos que los obreros aceptan este nuevo sistema (aunque la instauración de los viejos directores, antiguos degolladores y saboteadores en las fábricas, sea poco probable bajo el poder soviético). Ante todo, nos asegura un fortalecimiento de las posiciones capitalistas. El fin del "periodo crítico" de la destrucción del orden burgués significará, en el fondo, el inicio de las concesiones a los restos de la burguesía vencida. Si no supone el fortalecimiento de la burguesía rusa, al menos supondrá la entrada del capital internacional. Actualmente, el imperialismo alemán sin duda está muy preocupado buscando una salida semejante, y para ello emplea centenares de funcionarios y "expertos". Nos dirigimos al encuentro de estas previsiones. Una vez colocados en esta vía, que utiliza la pasividad de la clase obrera y que se desarrolla a través del "trabajo orgánico" típico del bolchevique de derecha, el capital extranjero irá más allá y empezará a restaurar poco a poco su poder de dirección.

La forma de organizar las empresas estatales (la formación de trust, la emisión de obligaciones, la centralización burocrática, la forma accionarial) facilita que el capital financiero extranjero se introduzca, ya sea el "malvado" capital alemán o el "amable" capital norteamericano. El poder absoluto de dirección, la mitad del cual estará en manos de conocidos hombres de negocios, evolucionará hacia el poder del capital. Resumiendo, todo el sistema (considerando el resto de circunstancias que conlleva dicha línea política) supondrá una etapa hacia el surgimiento del capitalismo de Estado en Rusia, que no p udiend o emerger en el terreno podrido de la autocracia zarista ahora puede hacerlo ahora en un terreno ya libre de servidumbre, si la revolución rusa se deja dominar por est a tendencia decadente (dejando de lado la perspectiva de la revolución internacional).

El proletariado debe elegir otro camino, un camino que refuerce su activa energía de clase, su capacidad de resistencia a los saqueadores extranjeros, su influencia sobre el desarrollo y el éxito de la revolución internacional, que supondrá la gran y definitiva liberación del yugo del capital. El camino de la construcción del verdadero socialismo con las propias fuerzas proletarias, sin la tutela de maestros capitalistas.

Hablaremos de ello en un próximo artículo.

N. Ossinski

 


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