Volver al Archivo Michel Pablo


Michel Pablo

La liberación de la mujer

(Extracto)

 


Escrito: En 1960.
Traducción: Por Diana Morales.
Fuente: PRT - Izquierda Revolucionaria.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, dic. 2003.


 

  Las mujeres no son iguales a los hombres en todos los aspectos: hombres y mujeres son dos aspectos complementarios del ser humano. La igualdad absoluta es una noción anti-dialéctica. La igualdad absoluta o identidad absoluta es algo que no existe en este mundo, donde cada ser es, por decirlo así, una entidad única. Las mujeres tienen cualidades y posibilidades particulares que los hombres no tienen, y viceversa. Todas las discusiones sobre la inferioridad o superioridad de las mujeres comparándolas con los hombres son, por lo tanto, absurdas. El punto de partida de estas discusiones es erróneo, puesto que el carácter complementario de la mujer y el hombre se olvida usualmente.

Aquí hace falta señalar algo: que en el estado presente de las cosas la mujer empieza con un handicap al ser comparada con el hombre. Siglos de esclavitud, durante los cuales sólo han sido consideradas como objetos sexuales, procreadoras de niños y un instrumento para ocuparse de las tareas de la casa, han atrofiado inevitablemente a las mujeres, física e intelectualmente, agotando su resistencia y deformando profundamente su ser. Requerirá por lo tanto una época completa para que ellas se desarrollen y que su verdadero ser florezca en libertad, para mostrar de lo que realmente son capaces. Nosotros aún no conocemos a la mujer, pues las condiciones son extremadamente desfavorables para su desarrollo, mucho más que para el de los hombres.

La liberación de la mujer comienza, es cierto, por su liberación económica, pero ¿en qué consiste? Vamos a entrar ahora en una cuestión que ha sido despreciada por todo el mundo, incluso por lo mejor del movimiento comunista.

Debemos basar nuestras consideraciones en el hecho de que esta sociedad es siempre una sociedad de hombres que se ha desarrollado a través de muchos siglos desde la remota era del matriarcado. Ello ha creado una mentalidad profundamente arraigada en el hombre y en la mujer. De la misma forma que en una sociedad colonial, en nuestra actual sociedad incluso entre los elementos más civilizados, todos tienen la opinión generalizada de la inferioridad de la mujer. Esta opinión, con la que las mismas mujeres son machacadas constantemente, se expresa de muchas y variadas maneras, más o menos sutiles. Haría falta un largo periodo de sociedad socialista para disipar el hedor de una sociedad dirigida por los hombres y darle a la mujer su verdadero lugar.

La sociedad capitalista moderna, con sus lunática idolatría por el dinero -el supremo valor de toda civilización agonizante- también anima a las mujeres a explotar hasta el límite su disfraz de meros objetos sexuales frívolos y superficiales. La forma en que las mujeres modernas siguen ciegamente los antojos de  modas absurdas es una demostración clara de esta regresión -más que progresión- de las mujeres.

La sociedad masculina ha glorificado la función esencial de la mujer: aquella de tener niños y cuidarlos hasta que crezcan. Pero nadie se atreve a pensar en su vida sexual privada más allá del yugo de la maternidad, pues está considerado como un coto de caza exclusivamente masculino.

Han aparecido teorías absurdas para justificar el mito de que la mujer está orgánicamente desinteresada por la vida sexual completa y libre que el hombre muestra. Pero uno olvida, o pretende olvidar, las condiciones específicamente desfavorables en las que las mujeres están obligadas a desarrollar su vida sexual. Toda la presión social -tradiciones, religión, opinión pública- tienden a oprimir gran parte de la vida sexual de la mujer.

El comportamiento sexual masculino, egoísta y muchas veces corrompido por la prostitución, causa serios traumas en la mujer, además del constante miedo a un embarazo no deseado.

Pero ¿quién podría seriamente defender que las mujeres tienen menos necesidades sexuales que los hombres? Por el contrario, hay factores específicamente femeninos que hacen que las mujeres sean más aptas para ejercitar sus funciones sexuales más frecuentemente y ampliamente que los hombres. Pero estas cuestiones siempre se han puesto bajo un tabú en cuanto a la mujer se refiere.

Siempre se han garantizado las libertades para los hombres gracias a su -así llamado- temperamento específico. Pero la cuestión de la opresión y explotación de las mujeres siempre se ha menospreciado. Aunque una vida sexual libre y completa es una función vital para los seres humanos, y tiene enorme influencia en su desarrollo y en el comportamiento individual de cada día. Esto es una verdad científica que los hombres del siglo XIX prefirieron no admitir. La contribución de Freud en este aspecto fue realmente extraordinaria y marcó un antes y un después.

Pero el freudismo, como una contribución capitalista al estudio del individuo más que como comportamiento social o colectivo, no ha sido muy afortunado con el marxismo. No ha sido entendido, asimilado ni desarrollado como una contribución real e importante al análisis de la vida íntima del hombre. Ni siquiera los hombres más progresistas de la II y III Internacional, incluido Lenin -Trotski fue una excepción- fueron capaces de apreciar el estudio científico y válido del trabajo de Freud. Más tarde, bajo el estalinismo y la degeneración general del movimiento marxista, Freud fue incluso desacreditado. El movimiento comunista prácticamente ignoró la importancia capital de una vida sexual libre y completa, tanto para el desarrollo armonioso como para el comportamiento sano, normal y eufórico de los hombres y las mujeres. Un movimiento comunista real debe luchar por la liberación completa de la mujer y eso implica, entre otras cosas, la lucha por su derecho fundamental a una vida sexual libre y completa.

Prosiguiendo con este punto de vista, una protección real de las mujeres contra el embarazo no deseado es un deber sagrado de las sociedades civilizadas. En las condiciones presentes de desarrollo científico esta protección a veces sólo se puede hacer posible mediante el aborto. Y está garantizado que si esa práctica se repite varias veces en una mujer puede dañarla tanto física como moralmente. Pero ella es la única que debe tener la decisión sobre este punto y la sociedad debe proveerla de las mejores condiciones posibles para su liberación, incluyendo la práctica del aborto en caso de embarazo no deseado. El día de mañana, sin duda, la ciencia proveerá de medios más simples e inocuos para obtener el mismo resultado. Ya hemos hecho progresos en ese campo.

En cualquier caso, la sociedad debería ofrecer acceso gratuito a las mujeres a cualquier medida de control de natalidad, y también instrucciones sobre este tema. Naturalmente esta demanda, de importancia capital para millones de mujeres, debería estar incluida en el programa de cualquier organización comunista digna de su nombre, pues el movimiento comunista es el único movimiento democrático y progresista hoy en día.

Mucho se ha dicho de la principal función de la mujer: la reproductora. La mujer, parece ser, es ante todo una Madre. Por lo tanto, los defensores de la esclavitud de la mujer deliberadamente exaltan esta función. Por supuesto, hablando psicológicamente, la mujer es una madre y el hombre un padre, y esta función reproductora es fundamental en estos términos.

Pero esto no significa en absoluto que esta función deba ser alcanzada poniendo en riesgo la vida completa y libre de la mujer. La mujer a veces se refugia en la maternidad y particularmente en la maternidad repetida, por la falta de participación real en la vida social y a causa de que sus relaciones con el hombre, en los límites actuales de la familia, pronto se convierten en insatisfactorias.

La sociedad y los hombres hacen lo posible para confinar a la mujer a su viejo rol del hogar como esposas y madres. Aún más, como la atracción sexual inicial entre la mujer y el hombre muere y es reemplazada por la vida triste de la mayoría de las parejas casadas del mundo, la maternidad y los niños le dan a la mujer una «solución»: al mismo tiempo una ocupación y una protección. Es absolutamente falso decir que la maternidad por sí sola ayuda a la mujer a florecer y le da el equilibrio que mejor le va por naturaleza. De hecho, la mujer, como el hombre, puede desarrollarse y encontrar el equilibrio sólo en la vida social y sexual. La historia nos aporta ejemplos particularmente elocuentes a este respecto.

Todas las mujeres que se han distinguido social, política o culturalmente y que han tenido una vida sexual relativamente completa y libre, le han dedicado sólo una parte de su atención a los niños y la maternidad, que representaban para ella, como normalmente representa para los hombres, sólo un aspecto entre los muchos de su vida activa e interesante, y no necesariamente el principal. Nada más lejos de la realidad. Además, las mujeres de clase alta o de círculos culturales más avanzados, con una vida social y sexual satisfactoria, reservan para la maternidad y sus hijos un espacio muy limitado, subordinado a su existencia social.

En realidad, la pasión por la maternidad pertenece casi por exclusiva a la infinita masa de mujeres excluidas de la vida social real y decepcionadas de su vida sexual y sus relaciones con los hombres en el tejido de la familia actual.

Tomemos sólo el último aspecto de ese problema: es relativamente sencillo demostrar que una mujer que ha establecido una relación profunda, satisfactoria y rica con un hombre, en pareja, tiene muy poco interés en introducir un tercer elemento en esa relación en forma de hijo. La mujer crea un entorno tradicional -el «hogar» con niños- sólo como un escape y una compensación por sus fracasos sociales, sexuales y amorosos.

En las condiciones presentes de la sociedad de clases y en las sociedades transicionales del capitalismo al socialismo, la familia monógama actual está centrada en la mujer -y esto es necesario porque tiene ventajas obvias para hombres y mujeres. Es, para empezar, la forma más económica de organización para la vida materna. Segundo, normalmente lleva la idea -falsa- de un futuro próspero de paz y protección. Así llegamos a la cuestión misma de la familia.

La sociedad de clases ha encontrado en la familia, como ya he mencionado, su celda más conservadora.

La familia mantiene a la mujer apartada de la vida social, y las tareas derivadas del cuidado de la casa y de los niños les priva de un desarrollo libre y amplio como seres humanos. Aún más, le desarrolla las características conservadoras, egoístas y antisociales de los hombres. Por último, la familia cría a sus hijos en un ambiente que es fundamentalmente desfavorable para su desarrollo como seres humanos libres y equilibrados. Los niños generalmente son criados por mujeres ignorantes e histéricas que ahogan -desde el crucial periodo de la infancia- el natural impulso de los seres humanos por la belleza, el heroísmo y la fraternidad.

Las madres asimismo se vuelven ignorantes e histéricas, no por su culpa, si no por la posición inferior que ocupan en la sociedad masculina y de clases actual, por culpa de su alejamiento de la vida activa y social, y por la frecuente decepción de su vida sexual y amorosa, y también por el atontamiento y estupidificación de las tareas domésticas y de las cargas de la maternidad. Las presentes condiciones materiales, especialmente las relacionadas con las tareas domésticas, agravan la posición en que se encuentran las mujeres, por decirlo así, como educadoras de la humanidad.

Un recién nacido tiene la potencialidad de un inmenso futuro. La influencia del ambiente familiar en el cual un ser humano comienza su vida es determinante en su formación.

En esta etapa, la madre cumple un papel decisivo. Toda la degradación que la sociedad infringe a la mujer se vuelve contra la sociedad bajo la forma de madres acomplejadas. Uno podría casi afirmar: como son las madres, así serán los hijos. De ahí la terrible importancia de la cuestión de las mujeres, la cual concierne no sólo a la mitad, si no a la totalidad de la humanidad. Realmente liberar a las mujeres, mejorar sus cualidades, significa también liberar y mejorar la calidad de la humanidad.

¿Puede serle confiada a la familia actual la educación de los hijos?

En comparación con el constante trauma que los seres humanos sufrimos en la sociedad actual por el hecho de que todas las relaciones entre los seres humanos son antagonistas, basadas en el poder, la economía, la explotación sexual, donde cada parte intenta usar a la otra para su provecho, la familia, con su afectividad especial, puede ser un ambiente más reconfortante. Pero incluso la «mejor» familia, la más afectuosa, está lejos de poder impartir una educación social a sus hijos. El ambiente preciso para la creación de una humanidad renovada sería el de la belleza, el sacrificio y el amor por los otros.

La atmósfera familiar, al contrario, está impregnada de mezquindad moral y material, cobardía, y egoísmo individual y familiar. En lugar de niños criados en una atmósfera de tristeza, exasperación, histeria, intimidación, cobardía, ignorancia y egoísmo, a ellos se les debería permitir florecer en el esplendor de las verdaderas virtudes del ser humano.

En una nueva sociedad socialista mundial, la primera sociedad humana verdaderamente civilizada, habrá una ciencia eugénica y una educación social de los niños. Por ciencia eugénica entiendo esto: Los hombres aprenderán a dejar la reproducción de la humanidad a aquellos que están física e intelectualmente preparados y que no necesariamente tengan hijos propios.

Se acostumbrarán a dejar de ver a los hijos como una propiedad privada y aprenderán a amar a los hijos de los demás como si fueran suyos.

Un número limitado de grupos civilizados han tenido éxito al entender la necesidad de la planificación familiar y del control de la natalidad. ¿Por qué no debería entonces una sociedad civilizada entender y aplicar voluntariamente un cierto grado de ciencia eugénica?

Por educación social de los niños, quiero decir:

Los niños serán de alguna forma dejados bajo el cuidado de una educación organizada por especialistas. Estoy completamente seguro de que los niños se pueden desarrollar en una sociedad de niños, sutilmente controlada y flexiblemente guiada por especialistas realmente competentes, en una manera infinitamente mejor que las familias agradables y cariñosas, pero histéricas y frustradas de la sociedad actual. ¿Deberían ser los niños completamente separados de sus padres? No soy capaz de dar una respuesta a esta cuestión, ya que depende del desarrollo futuro de la ciencia pedagógica en ese campo. Me parece a mí que algún lazo de unión debería haber, aunque no tan fuerte que afecte o destruya la educación social.

En un estadio más avanzado de la infancia, los niños educados y sus padres podrían tener relaciones afectivas como amigos, compañeros, y camaradas, pero sin tener que llevar una carga de peso a sus vidas respectivas. La tendencia general para todas las relaciones humanas, además, tenderá hacia el amor por los semejantes.

Hoy en día, cada uno de nosotros ha sido molestado, incluso herido, por otros, tan complejas y antagonistas son las relaciones humanas actuales. La liberación en este campo consistirá en la eliminación de estos antagonismos, complejos y desequilibrios entre los seres humanos, y en el descubrimiento de que en cada persona puede haber una fuente de posible alegría, de forma única y diferente en cada uno.

Pero retornemos al tema de los niños, la mujer y la familia. Los niños debería nacer y existir por sí solos, no como objeto para la ocupación , protección, consuelo o venganza de sus padres, frustrados o decepcionados.

La mujer desde luego no puede encontrar la solución de sus problemas en el cuidado de los niños, de la casa o de la familia. Como en el caso del hombre, la solución reside en una vida social interesante y activa y en una vida amorosa y sexual satisfactoria y plena. ¿Pero en qué debe estar basada?

En la sociedad de hoy en día las relaciones entre los sexos están deformadas. No puede haber una unión feliz en pareja a menos que sea de naturaleza complementaria desde cualquier punto de vista.

Naturalmente debe haber, desde el principio, una fuerte atracción sexual. Pero este elemento es el resultado de un gran número de factores orgánicos, físicos y culturales. Su duración depende de la afinidad real que el hombre y la mujer puedan alcanzar a través del mutuo descubrimiento y entendimiento de la personalidad del otro.

Las relaciones más duraderas son aquellas que se establece entre los seres humanos que tienen cada uno su propia vida rica e interesante, y que crean y desarrollan múltiples y profundas afinidades en su forma de entender y de relacionarse con la naturaleza y la sociedad.

El atractivo sexual inicial es la base de todas las relaciones entre una pareja, pero es de por sí de naturaleza compleja y sólo puede durar si está acompañado de otros factores. ¿Cómo se forma la pareja?

En la juventud, la atracción sexual es muy fuerte y casi ciega. Debe ser aceptada y disfrutada, como así ocurre. Pero esto no debe llevar automáticamente al «matrimonio», la familia o los hijos, o sea, a una relación más duradera que no puede ser rota en esta sociedad sin dañar al más débil: la mujer y los hijos. Un lazo más duradero, en forma de familia, debería ser establecido sólo después de una vida sexual y amorosa libre y completa, llena de experiencias, durante la juventud, y no hasta que el hombre y la mujer hayan madurado como seres humanos.

Una relación amorosa o sexual no debería convertirse en un «matrimonio», familia y niños hasta que la validez de la pareja se haya establecido tras un primer periodo de experiencia.

Por el contrario, generalmente la gente se casa bastante joven, sin experiencia de ninguna clase, ciegamente, por así decirlo, bajo el impulso de la atracción sexual, o, peor aún, para «sentar la cabeza» y entrar en la rutina de una falsa seguridad y estabilidad. Realmente suele ser la mujer la que lleva al hombre al matrimonio, la familia y los hijos. Ella lo hace para encontrar protección contra su estatus social inferior y para compensar sus decepciones amorosas y sexuales. Sólo cuando es joven y bella puede la mujer reinar en una ilusión de aprecio y libertad. Ella ve entonces que es admirada y deseada, no por su personalidad, si no por el impulso sexual que el hombre siente hacia ella. Pero en nuestra sociedad actual esto puede ser un terrible handicap, especialmente para las mujeres, que pronto son despreciadas al pasar su juventud o belleza.

Eso explica su ansia de «casarse» y fortalecer su lazo con el hombre por medio de los hijos, y eso explica también su resignación a ese papel.

En una futura sociedad civilizada los derechos de los jóvenes a una vida sexual y amorosa completa y libre serán completamente asegurados, creando una base real para parejas sólidas y duraderas. Este estadio sería por supuesto dentro de mucho tiempo, pues presupone una sociedad que está muy altamente desarrollada desde el punto de vista material y cultural, una sociedad que ha borrado las clases, la propiedad, el dinero, las diferencias entre trabajo manual e intelectual y todo tipo de prejuicios con respecto a las mujeres, los países, las razas, religiones, etc. Una sociedad en la que los seres humanos sean libres y capaces de desarrollar una vida sana, completa e interesante sin necesidad de dañarse los unos a los otros.