Carta abierta al Partido Comunista Internacionalista

 

Munis, Péret,  Sedova-Trotsky

(México, junio de 1947)

 


Escrito: junio de 1947
Fuente de esta edicion: Tomado de Documentación histórica del trotsquismo español, Ediciones de la Torre, Madrid, 1996, páginas 382-394
Fuente digital de la version al español: Grupo Germinal.
Html: Rodrigo Cisterna, 2014


 

 

Estimados camaradas:

Dos años después de terminada la guerra más devastadora y reaccionaria que la historia recuerda, el partido francés afronta una grave crisis, expresión acendrada de la crisis de la Internacional, ella misma reflejo de la tremenda crisis que el movimiento obrero mundial padece de manera más aguda cada año. En función de sus dos determinantes, la IV Internacional y el movimiento obrero mundial, hay pues que juzgar la situación actual del partido francés y buscarle salida.

"La crisis de la humanidad [repitámoslo mil veces con L.D. Trotsky] es una crisis de dirección revolucionaria". Cuantas explicaciones intenten arrojar la responsabilidad del fracaso de la revolución sobre las condiciones objetivas, el retraso ideológico o las ilusiones de las masas, sobre la potencia del estalinismo o la atracción ilusa del "Estado obrero degenerado", son erróneas y buenas únicamente para exculpar responsables, desviar la atención del verdadero problema y obstruir su solución. Una auténtica dirección revolucionaria, dadas en el grado en que lo están hoy las condiciones objetivas para la toma del poder, debe vencer todos los obstáculos, sobreponerse a todas las dificultades, triunfar contra todos los adversarios. El estado en que se encuentra el partido de Francia, centro de Europa, todavía núcleo irradiador al mundo, no es en manera alguna satisfactoria. [...] [es] un importante fracaso.

[...] El movimiento obrero mundial debió haber triunfado del viejo mundo capitalista y de la contrarrevolución rusa, durante la guerra imperialista o inmediatamente después. La guerra era, al mismo tiempo, resultado de la crisis del movimiento obrero mundial y ocasión para su recuperación y victoria definitivos. Debían ser destruidas las causas ideológicas de la crisis, y con ellas las organizaciones responsables. Pero se ha producido un fenómeno inverso. Las organizaciones causantes y exponentes de la crisis han acrecido su dominio orgánico sobre la clase trabajadora, encadenándola más reciamente que antaño al sistema general de la contrarrevolución mundial. Nosotros, por el contrario, en ninguna parte hemos alcanzado la fuerza orgánica, la autoridad ideológica y el prestigio combativo que dan a un partido revolucionario categoría de tal. Ese resultado no puede ser en manera alguna fortuito y menos todavía producto de las circunstancias objetivas.

La crisis del movimiento obrero mundial adquirió estado público en 1914, al desertar la Segunda Internacional al campo capitalista. La revolución rusa, en 1917, inició vigorosamente la recuperación, pero poco después el termidor estalinista vino a agregar sus propios factores de crisis ideológica al viejo factor reformista. Desde entonces el estalinismo ha ido acentuando continuamente su degeneración, sacando prestigio del país de la revolución, dinero y directivas estrechas de la casta que destruía esa misma revolución. Grave, muy grave y costosa para el proletariado había sido la deserción socialdemócrata, pero la intransigencia de los bolcheviques le restó importancia y el triunfo del proletariado ruso la condenaba a una derrota cierta y próxima. Revolviéndose contra la revolución rusa, encadenando a sí la Tercera Internacional, el termidor estalinista empalmó con la deserción socialdemócrata, obstruyó la recuperación total del movimiento obrero, y enseguida él mismo ahondó la crisis. Desde la revolución china hasta la revolución española, el estalinismo exterior recorre su ciclo degenerativo, que comienza en la complicidad (oportunismo ideológico) con la pequeña-burguesía y la burguesía del Kuo-min-tang y culmina en la destrucción por sus propias manos (reacción capitalista) de una revolución triunfante el 19 de julio de 1936. Hay en ese recorrido un desdoblamiento de la evolución del termidor estalinista en Rusia, que va desde la supresión de la democracia proletaria y de la Oposición de Izquierda, hasta el exterminio de la vieja guardia bolchevique y de decenas de miles de militantes, los procesos de Moscú y el asesinato de Trotsky, efecto retardado de los procesos. El gobierno ruso y su apéndice exterior, el estalinismo mundial, dejaron muy atrás la vieja socialdemocracia, convirtiéndose ambos, estrechamente unidos, en la causa más potente y peligrosa de la crisis del movimiento obrero mundial. ¡Una causa que, además, dispone de la GPU, policía internacionalmente organizada y subvencionada con millones!

El primer punto a comprender en la situación mundial, y sin comprender el cual todos los demás se nublan y la acción se esteriliza, es que el actual Estado y gobierno rusos, lejos de tener por base o llevar consigo ningún resto de la revolución bolchevique de 1917, representan frente a ella la más feroz y completa contrarrevolución. Por sí solo, el actual gobierno ruso ha contribuido a la derrota de la revolución mundial y al estado de postración de las masas mucho más que todos los gobiernos capitalistas juntos. [[...]] Sin Moscú y el estalinismo mundial, o la guerra imperialista no hubiese estallado, impedida por la revolución europea, o habría sido rápida y victoriosamente transformada en guerra civil. En este último sentido se encaminaba la acción espontánea de las masas bajo la ocupación nazi, acción que estalinismo y capitalismo mundial, en formidable alarde de unidad, devolvieron al cauce de la guerra imperialista por medio de los movimientos nacionales. Así hemos llegado a encontrarnos hoy ante la más completa y reaccionaria dominación del mundo por los Tres Grandes victoriosos, lo que amenaza continuamente con una nueva guerra imperialista y da a las masas una amarga sensación de frustración, prenda de dominio estaliniano y reformista. La crisis del movimiento obrero mundial se resume, pues, en la capacidad orgánica del estalinismo (la socialdemocracia es un segundón de poca monta) para clavetear la actividad de las masas, durante y después de la guerra, en el sarcófago comúnmente constituido, a despecho de querellas, por los viejos imperialismos y la contrarrevolución rusa.

En su calidad de núcleo regenerador, la IV Internacional debió desarrollarse como partido mundial luchando por transformar la guerra imperialista en guerra civil, y adaptando su táctica, sus lemas generales y sus consignas, a los cambios que se produjeron o se manifestaron claramente durante la guerra. [...]

Sí, la Internacional, o sus principales partidos en la época en que no existía ella como centro orientador, han cometido errores graves y persistido en consignas que debieron ser abandonadas. Pero el principal error es que hoy mismo no parece dispuesta a corregir los errores cometidos y abandonar las consignas periclitadas. Y contra esto todo el mundo debe mantenerse alerta, porque sería funesto.

Tomemos los principales problemas en el orden en que se presentaron cronológicamente.

La lucha contra la guerra imperialista. [...] Ante la guerra el partido americano ha tenido una actitud oportunista asimilable a la del centrismo, no a la que debe ser la nuestra. El mismo la definió como no-apoyo, transformación de la guerra imperialista en verdadera guerra contra el fascismo, oposición política, etc., y en general se abstuvo de agitación y trabajo específico contra la guerra, así en la retaguardia como en el frente. ¡Y la política de este partido apareció ante el mundo, durante años, como la política oficial de la IV Internacional! Por otra parte, lo que entonces existía como centro internacional la aceptó tácitamente como buena. Evidentemente, la política del partido americano indujo hacia el oportunismo a todos los grupos de la IV Internacional en el mundo. [...] Los camaradas que durante la ocupación, en condiciones espantosas, continuaron la lucha general por la revolución en torno a nuestras ideas, se han hecho acreedores a la estima y la admiración de toda la Internacional. A todos ellos, los caídos y los que continúan en pie, va nuestro respeto y amistad más sinceros. Eso mismo nos obliga a señalar errores que hoy dificultan el crecimiento de la organización y la marcha revolucionaria en general. Para resolver positivamente su crisis y ayudar a resolver la de la Internacional, el partido francés debe analizar su conducta y la de la Internacional durante la guerra imperialista, y condenar los oportunismos y vacilaciones. El error más grave en este dominio procede de la nueva dirección elegida en la Preconferencia de abril de 1946. Hasta la fecha, más de un año transcurrido, no ha puesto a discusión la política de los principales partidos durante la guerra imperialista [[...]]. Su error puede ser tanto más fatal para nuestro movimiento cuanto que esta nueva dirección se resiste a poner, como primer punto del orden del día para el Congreso Mundial en preparación, la actitud de los principales partidos ante la guerra imperialista y los movimientos nacionales. Un error puede ser grave o muy grave, pero un partido que sabe corregirlo seguirá marchando hacia la revolución. Un error no corregido produce la tisis teórica, la anquilosis orgánica, la anulación, pronto o tarde. [...]

Los movimientos de resistencia nacional bajo la ocupación hitleriana. Hay en la Internacional posiciones de todos los matices, desde quienes los han apoyado abiertamente, pidiendo la entrada de nuestros partidos en los Comités de Resistencia, hasta quienes se oponían a ningún compromiso con ellos, pasando por quienes los han favorecido más o menos subrepticiamente. Siendo la ocupación (ayer por las tropas alemanas, hoy por las tropas yankis, rusas e inglesas) un fenómeno nuevo planteado al movimiento obrero por la descomposición del capitalismo, era hasta cierto punto natural que surgiesen en nuestro seno muy variadas posiciones. Seguramente habrían aparecido aún suponiendo que todos nuestros partidos hubiesen mantenido una actitud íntegramente internacionalista. Pero no ha sido ese el caso, sino que han existido tendencias oportunistas, que arrinconaron el derrotismo revolucionario, y tendencias internacionalistas que lo mantuvieron en todo instante. Con arreglo a ellas pueden ser catalogadas todas las posiciones surgidas en torno a los movimientos nacionales. Actuaban y se pronunciaban más o menos en pro las tendencias oportunistas, y decididamente en contra las tendencias internacionalistas. Aquellas consideraban la lucha contra la ocupación en función de "la guerra antifascista"; éstas en función de la guerra imperialista. En consecuencia, aquellas vieron en los movimientos de resistencia un elemento positivo en la lucha contra el fascismo, y esto tras un elemento de retorno a la guerra imperialista que los pueblos habían empezado a transformar en guerra civil. Las unas apoyaron el guerrillerismo y el sabotaje, instrumentos de los movimientos nacionales, mientras las otras los combatieron como métodos nacionalistas incompatibles con el objetivo supremo de transformar la guerra imperialista en guerra civil internacional.

El problema no tiene un valor exclusivamente retrospectivo. La actitud que hoy se tenga ante Rusia y el estalinismo mundial depende en gran medida de la actitud que se haya tenido ante los movimientos nacionales, de los cuales el estalinismo era en todas partes, desde Polonia y Yugoslavia hasta Francia y Bélgica, el principal animador. Hoy mismo Europa se halla totalmente ocupada por los Tres Grandes. [...] porque la ocupación [...] no es un resultado característico de este o aquel imperialismo, sino del imperialismo como factor mundial, en la época presente, [incluyendo] la contrarrevolución rusa bajo la denominación imperialismo. El problema está absolutamente entrelazado con el de la guerra imperialista, y por eso ambos deben ser discutidos en primer término, en cada partido y en el futuro Congreso Mundial. Sin corregir los errores cometidos en esos aspectos no seremos nunca un verdadero partido revolucionario mundial [...].

"Defensa incondicional de la URSS". No es, como desgraciadamente parecen considerar algunas tendencias, absolutamente consustancial con nuestro movimiento. El criterio que ha presidido siempre nuestra actitud frente al problema es éste: ¿La defensa de la URSS en una guerra contra enemigos exteriores, ayuda o perjudica a la revolución mundial? [...] la "defensa incondicional de la URSS" se ha revelado incompatible con la defensa de la revolución mundial. La defensa de Rusia debe ser abandonada muy urgentemente, porque está trabando todos nuestros movimientos, embotando nuestro progreso teórico, y dándonos a los ojos de las masas una fisonomía estalinizante. Es imposible defender Rusia y la revolución mundial al mismo tiempo. O lo uno o lo otro. Nosotros nos pronunciamos por la revolución mundial, en contra de la defensa de Rusia, y en el mismo sentido os invitamos a pronunciaros. [...] para ser fieles a la tradición revolucionaria de la IV Internacional, nosotros debemos abandonar la teoría trotskysta de la defensa de la URSS; produciremos así en la Internacional una revolución ideológica indispensable para el logro de la revolución mundial.

Ésta es, sin duda, la cuestión más importante en litigio dentro de nuestro movimiento, porque de ella dependen, en mayor o menor grado, todas las demás. [...] en efecto, los partidarios de la defensa llegan a la conclusión que la casta contrarrevolucionaria rusa, al entrar en los países de la Europa Occidental y Asia, "se ve obligada" a expropiar el capitalismo y poner la economía en proceso de adaptación a las formas de propiedad existentes en Rusia, formas que ellos mismos siguen considerando socialistas, las surgidas de la revolución. Cuando Thorez, Togliatti, y otros líderes estalinistas se han referido a las "nuevas rutas" ofrecidas para la realización del socialismo sin necesidad de revolución, tenían en la mente, grosso modo, esa misma idea. Pero la sedicente expropiación del capitalismo consiste en la nacionalización [...] de los medios de producción. Por una parte, la nacionalización es un resultado automático de la concentración del capitalismo en su época de involución, es decir, de degeneración y de descomposición. Por otra parte, el proletariado europeo, hace dos años, se apoderó de los medios de producción. Nacionalizándolos, los rusos (como hicieron también los ingleses y los americanos por ese procedimiento o por la devolución a los capitalistas privados) realizaban una operación de expropiación del proletariado. Y es así que los partidarios de la "defensa incondicional" han presentado la expropiación del proletariado practicada por las tropas rusas con auxilio de los partidos estalinianos y reformistas, como un acto progresivo, casi revolucionario, algo que el proletariado debe defender. Ahí está contenida ya en potencia (y es muy poco decir) toda una tendencia reformista.

Gobiernos estalino-reformistas y frente único con el estalinismo. En Francia esta idea es expresada concretamente por la consigna de gobierno PS-PC-CGT, común a la fracción Craipeau y a la fracción Frank, que además comparten la teoría potencialmente reformista de la defensa de Rusia y la mayoría de las ideas que están perjudicando al partido francés.

[...] No creemos necesario indicar aquí la evolución conservadora seguida en los últimos años por la socialdemocracia; ha sido un simple llover sobre mojado. El estalinismo es hoy mil veces más peligroso para la revolución, porque representa las ideas y los intereses de una contrarrevolución triunfante en Rusia, que ofrece al mundo, y de manera más inmediata a Europa, su experiencia, su potencia y su solución particular contra el proletariado en marcha al socialismo. Los partidos estalinistas son hoy meros representantes y discípulos de la contrarrevolución instalada en el Kremlin. Comparados con ellos, los mencheviques de 1917 eran muy revolucionarios. Las consignas de frente único y de gobierno de los líderes obreros constituían en Rusia un todo a la vez inseparable y deducido de las formas de democracia proletaria existentes en los soviets, los cuales (es importantísimo) fueron creados y mantenidos con la colaboración de mencheviques y socialistas-revolucionarios. El estalinismo es hoy absolutamente incompatible con toda democracia proletaria. Dondequiera que han surgido órganos de poder revolucionario, desde España hasta Varsovia, París y Milán, él se ha dado prisa en destruirlos. El estalinismo no puede permitir que los revolucionarios hablen. El esquema de frente único con él y de gobierno PS-PC-CGT no puede facilitar en manera alguna la creación de los órganos de la democracia y el poder proletarios, y todo gobierno estalinista o bajo la influencia estalinista lleva consigo una imperiosa tendencia a aniquilar físicamente la vanguardia revolucionaria. Es pues urgentemente necesario que el PCI y nuestro movimiento internacional rechacen esas dos consignas hoy periclitadas. ¿El ejemplo de Europa oriental, no es elocuente? Por otra parte, el proletariado no padece hoy verdaderas ilusiones en la democracia burguesa, ni en la socialdemocracia ni en el estalinismo. Lo que padece es el hecho de encontrarse aprisionado en los aparatos orgánicos de ambas tendencias, sobre todo siempre del estalinismo. A ello contribuye no poco la inexistencia de una organización revolucionaria que le inspire confianza y seguridad combativa, es decir, contribuye directa o indirectamente nuestra política. [...] Para inspirar confianza al proletariado e inducirlo a la acción y a la ruptura con las organizaciones que lo aprisionan, lo más indicado sería la creación de un frente único de todas aquellas organizaciones obreras minoritarias que se oponen a la colaboración de clases y son partidarias de la revolución y de la democracia proletaria en general. Así vería el proletariado, un núcleo relativamente sólido que rompería el círculo asfixiante marcado en torno a él por el estalinismo y el reformismo.

En resumen, la consigna de gobierno PS-PC-CGT, tal como ha sido empleada en Francia, de gobierno estalino-reformista en general, es hoy totalmente falsa, y servirá únicamente para retener a las masas donde están, y también (penoso, pero necesario es decirlo) para desarrollar las nuevas tendencias reformistas potencialmente existentes en la IV Internacional. Nos es imposible dejar de deciros, camaradas del Partido Comunista Internacionalista de Francia, que la crítica de vuestro partido en particular y la de la Internacional en general, no se solucionará positivamente apoyando a la fracción Frank contra la fracción Craipeau, sino mas bien apoyando a las dos fracciones que se pronuncian contra la defensa de Rusia y contra la consigna de gobierno PS-PC-CGT. La fidelidad al trotskysmo no es una fidelidad a la palabra escrita, sino al espíritu revolucionario del trotskysmo. [...]

Las nacionalizaciones. De todo lo anterior se deduce lógicamente nuestra oposición a la consigna de nacionalizaciones. [...] Tanto a la contrarrevolución rusa como a la contrarrevolución del más puro abolengo burgués, las nacionalizaciones les han servido, en momentos revolucionarios, para expropiar el proletariado que entraba en posesión de los medios de producción, y en momentos de pasividad de las masas para concentrar la propiedad en manos del Estado, fetiche religioso y opresor por excelencia, mediante lo cual dificultar las huelgas, restringir la democracia (servicio de policía estaliniano-reformista en las fábricas francesas) y emprender la creación de un orden corporativo. Frente a esa consigna caduca debemos enarbolar la de expropiación del capitalismo y destrucción de su Estado por comités obreros democráticamente elegidos. [...]

 

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La internacional no ha tenido una política revolucionaria durante la guerra, más exactamente no ha tenido ninguna política. Dormitaba mientras sus partidos más visibles, principalmente el SWP, seguían una política enteramente oportunista, de "triunfalismo revolucionario" frente a la guerra, al mismo tiempo que pretendían erigirse en depositarios de la fidelidad al programa (¿qué parte del programa es más importante que la lucha contra la guerra?) tomando por banderín sobre todo la defensa de Rusia. A estas tendencias, no ausentes del partido francés, nosotros les decimos que han quebrantado el programa en lo esencial [...]. Nuestro programa debe ser adaptado a los gigantescos cambios sobrevenidos con la guerra. Es ahí donde está la fidelidad a él, no en la repetición inalterada, y menos todavía en la repetición parcial, dejando aparte el derrotismo revolucionario, e interpretando el resto en forma derechista.

La destrucción criminal de la revolución española a manos del estalinismo principalmente, y el comienzo inmediato de la guerra imperialista, marcan el fin de una etapa, que había sido abierta por el fin de la guerra imperialista anterior y el triunfo de la revolución rusa. Todo ha sufrido cambios importantísimos, el viejo capitalismo y la Rusia estalinista, la actitud general de las masas y sus ideas o creencias respecto a la democracia burguesa y a las organizaciones tradicionales. Europa es una vasta prisión, un campo de tortura cuyos guardianes y torsionarios son unas veces de nacionalidad alemana o italiana, otras de nacionalidad rusa, americana, inglesa y francesa. Ha nacido una nueva etapa en la implacable lucha de nuestra época por encontrar solución revolucionaria a sus conflictos. Nuestro programa no puede ser exactamente el mismo que en la etapa anterior. Si ha de seguir siendo igualmente revolucionario, tiene que modificarse.

No dudamos un solo instante que la causa fundamental de la crisis del partido francés y de la Internacional se resume en los oportunismos de ayer frente a la guerra imperialista y los movimientos de resistencia, más la inercia ideológica para cambiar a tiempo lo que era necesario cambiar. Hoy, esta inercia continúa plenamente por parte de la nueva dirección mundial. La crisis no hará más que agravarse, si no se resuelve adoptando los cambios indicados en esta carta. [...]

El próximo congreso del Partido Comunista Internacionalista tendrá una importancia enorme para el porvenir de nuestro movimiento mundial. Es necesario que los problemas aquí planteados sean debidamente discutidos; para salvar al partido, es necesario que el partido entero, comprendiendo las fracciones Craipeau y Frank, se dé cuenta de la urgencia de cambiar radicalmente sus posiciones en los puntos aquí indicados; es necesario reconsiderar nuestro programa de transición en general, y ponerse en condiciones de ayudar enérgicamente la Internacional a efectuar su propia revolución ideológica. [...]

Una vez más: la fidelidad al trotskysmo no es la repetición literal de lo que el trotskysmo dijo ayer, aun suponiendo que no fuese deformado de manera derechista. La fidelidad al trotskysmo es la rectificación sincera, decidida y valiente, de algunas de las afirmaciones ayer hechas por él. También la revolución es revolucionaria; necesita de saltos, modificaciones y negaciones radicales de sus propias afirmaciones anteriores. ¡Sí, también la revolución es revolucionaria!

¡Abajo el conservadurismo "trotskysta"!

¡Abajo el fetichismo "trotskysta"!

¡Fuera la defensa incondicional de la URSS!

¡Por una Internacional ideológicamente firme y renovada!

¡Viva la revolución proletaria francesa!

¡Viva la revolución mundial!

¡Viva la IV Internacional!

 

México D.F., junio 1947

Natalia Sedova-Trotsky, Benjamín Péret, G. Munis.