Leon Trotsky

INFORME SOBRE LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO

Al 9no congreso del PC (ruso)

¡Camaradas! La guerra civil termina. En el frente oeste la situación sigue siendo incierta. Aún es posible que la burguesía polaca lance un desafio a su propio destino... Pero si esto ocurriera - y nosotros no hacemos nada para provocarlo - la guerra no exigirá de nosotros la abrumadora tensión de fuerzas que la lucha simultánea en cuatro frentes ha requerido. La terrible presión de la guerra se debilita. Las necesidades y labores económicas atraen cada vez más nuestra atención. La Historia nos coloca directamente frente a nuestra obra fundamental: la organización del trabajo sobre nuevas bases sociales. La organización del trabajo constituye en su esencia la organización de la nueva sociedad; toda sociedad histórica es, fundamentalmente, la organización del trabajo que en ella se establece. Si la sociedad vieja estaba basada en una organización del trabajo que beneficiaba a la minoría, la cual disponía del instrumento depresión gubernament al contra la inmensa mayoría de los trabajadores, nosotros realizamos ahora la primera tentativa que la Historia universal registra de organización del trabajo en beneficio de la claselaboriosa. Esto, sin embargo, noexcluyeelinstrumento de presión en todas sus formas, de lasmás suaves a las más rudas. El elemento de presión, de coerción, no sólo no abandona la escena histórica, sino que, por el contrario, desempeñará durante una época bastante considerable un rol importantísimo.

Siguiendo la regla general, el hombre buscará librarse del trabajo. La asiduidad no es una virtud innata en él; se crea por la presión económica y por la educación del medio social. Puede afirmar se que el hombre es un animal bastante perezoso. En el fondo, en estacualidad, principalmente, se ha fundado el progreso humano. Si el hombre no hubiese tratado de ahorrar sus fuerzas, si no se hubiera esforzado por conseguir con el mínimo de energía el máximo deproductos, no habría habido un desarrollo de la técnica ni cultura social. Considerada, pues, desdeeste punto de vista, la pereza del hombre es una fuerza progresiva. El viejo marxista italiano Arturo Labriola ha llegado a imaginar al hombre futuro como un "holgazán genial y feliz". Sin embargo, no hay que deducir de esto que el partido y los sindicatos deban preconizar estacualidad comoundebermoral. Noesnecesario.En Rusia la pereza es excesiva.La obra de organización social consiste precisamente en introducirla "pereza" en cuadros definidos, para disciplinarla, yen estimular al hombre con auxilio de medios y medidas que ha imaginado él mismo.

EL TRABAJO OBLIGATORIO

La clave de la economía es la mano de obra, sea ésta cualificada, semi-cualificada, o sin ninguna cualificación.

Hallar los medios del legar a conocerla con exactitud, demovilizarla, dedistribuirla, deutilizarla en forma productiva, significa resolver en la práctica el problema de nuestra reconstrucción económica. Esta es la obra de toda una época; una obra grandiosa. Su dificultad aumenta porque tenemos que reorganizar el trabajo sobre bases socialistas, en condiciones de una pobreza tal, que nunca se ha visto miseria más espantosa.

Cuanto más se usa la herramienta ymás se deterioran el material móvil y los ferrocarriles, menos posibilidad tenemos de recibir del extranjero en plazo breve una cantidad algo respetable de máquinas, y lacuestión de la mano de obra adquiere más importancia. Al parecer, disponemos de una mano de obra muyconsiderable. Pero ¿cómo reunirla? ¿Cómo llevarla al pie de la obra? ¿Cómo organizarla industrialmente? Cuando este invierno emprendimos la labor de despejar los rieles de la nieve que hacía impracticables las vías férreas, chocamos ya con grandes dificultades, que no pudimos vencer con la compra de mano de obra por la depreciación del dinero y la ausencia casi completa de artículos manufacturados. Las necesidades de combustible no pueden satisfacerse, ni aun parcialmente, sin la utilización de una tal cantidad de fuerza obrera como nunca se ha yaempleado para la tala de árboles y la extracción de la turba y la hulla. La guerra civil hadestruidolasvíasférreas, los puentes, las estaciones.

Para producir a gran escala madera para quemar, turba como para trabajar, se necesitan locales para los trabajadores, aunque sólo sean campamentos provisionales de construcción. También es necesaria una considerable cantidad de mano de obra para la organización del servicio fluvial. Y así sucesivamente.

La industria capitalista se alimentaba en grandes proporciones de mano de obra auxiliar proveniente de los elementos que emigraban del campo. La falta de tierras laborables, que se hacía sentir cruelmente, lanzaba al mercado constantemente cierto excedente de mano de obra. El Estado, mediante los impuestos, la obligaba a venderse. El mercado proveía mercancías al campesino. A la hora presente, esta situación ha desaparecido. El campesino tiene más tierra, pero como le faltan los instrumentos agrícolas, necesita más fuerza obrera. Además, la industria no puede dar casi nada al campo, y el mercado no ofrece ningún atractivo a la mano de obra.

Sin embargo, esta es hoymás necesaria que nunca. No essólo el obrero quientiene que dar su fuerza al poder soviético, para que la Rusia laboriosa y, con ella, los trabajadores mismos no sean aplastados; necesitamos también la fuerza de los campesinos. El único medio para tener la mano de obra que precisamos, ahora, para poner en marcha la economía, es la implantación del trabajo obligatorio.

El principio de la obligación del trabajo es indiscutible para los comunistas: "Quien no trabaja no come". Y como todos tienen que comer, todos están obligados a trabajar. El trabajo obligatorio está fijado en nuestra Constitución y en la Ley del Trabajo.Pero hasta hoy sólo era un principio. Su aplicación no había tenido más que un carácter accidental, parcial, episódico. Sólo ahora, frente a los problemas que origina el resurgimiento económico del país, se ha impuesto ante nosotros de una manera bien concreta la necesidad de la obligación del trabajo.Laúnicasolucióncorrecta alasdificultades económicas, tanto en principio como en la práctica, consiste en considerar a toda la población del país como una reserva necesaria de mano de obra - como una fuente casi inagotable - y en organizar en un orden rigurosamente establecido su recuento, movilización y utilización.

¿Cómo cooptar la mano de obra prácticamente sobre la base del trabajo obligatorio? Hasta hoy, sólo el Ministerio de la Guerra tenía experiencia en lo que se refiere a censo, movilización, formación y traslado de grandes masas. Nuestro Departamento de Guerra ha heredado, en gran parte, del pasado sus métodos y reglas técnicas. No hemos podido conseguir semejanteherencia enel dominio económico, porque aquíregía el principio del derecho privado, y la fuerza de trabajo a fluía hacia las empresas directamente del mercado. Era natural, pues, que utilizáramos en esa época el aparato del departamento de guerra para la movilización, a vasta escala, del trabajo.

Central y localmente, creamos los órganos especiales para la puesta en vigor del trabajo obligatorio; a este efecto, funcionan ya Comités en las provincias, distritos, cantones. Se apoyan principalmente en los órganos centrales y locales del departamento de la Guerra. Nuestros centros económicos: el Consejo Superior de Economía Nacional,el comisariado Nacionalde la Agricultura, el ComisariadodeAbastecimiento, el Comisariado de Vías y Comunicaciones, el Comisariado de Abastecimientos. El Comité Principal del Trabajo Obligatorio recibe todas estas demandas, las coordina, las pone en relación con las fuentes locales de mano de obra, da las instrucciones correspondientes a sus órganos locales yrealiza por su intermediación la movilización del trabajo. En el interior de las regiones, de los gobiernos y distritos, los órganos locales ejecutan de manera independiente este trabajo, con miras a satisfacer las necesidades económicas locales.

Hastaaquí, toda esta organización no ha sido más que ligeramente esbozada. Dista mucho de ser perfecta. Pero el camino emprendido es el mejor, indiscutiblemente.

Si la organización de la nueva sociedad tiene por base una organización nueva del trabajo, esta organización nueva del trabajo requiere, a su vez, la implantación regular del trabajo obligatorio. Las medidas administrativas y de organización son insuficientes para realizar esta obra que abarca los fundamentos mismos de la economía pública y de vida cotidiana; choca con los prejuicios y hábitos psicológicos bien arraigados. La efectividad y adopción del trabajo obligatorio supone, por una parte, una gigantesca tarea en la educación; y, por la otra, la mayor prudencia en el modo práctico de realizarla.

La utilización de la mano de obra debe ser hecha con el mayor ahorro posible. Cuando hayan de hacerse movilizaciones de fuerza obrera, hayque tomar en consideración, en lo posible, la vida económica de cada región, así como las necesidades que se deriven de la actividad principal de la población, en este caso, la agricultura. Es indispensable tener presente las actividades adicionales que existían antes, los recursos adicionales de las poblaciones locales, etc. Es preciso que los traslados de la mano de obra movilizada se ha gana pequeñas distancias, es decir, que se tome ésta de los sectores más próximos al frente del trabajo. Es menester que el número de los trabajadores movilizados corresponda a la magnitud de la obra económica. Es necesario que los trabajadores movilizados sean provistos, de manera oportuna, de víveres y de instrumentos de trabajo y que tengan al frente a instructores experimentados y serios. Allí, hay que convencer a los trabajadores de que su mano de obra se utiliza con previsión y economía y que se gasta de manera adecuada. Siempre que sea posible, deberá substituirse la movilización directa mediante el trabajo; es decir, imponer a un determinado cantón la obligación de suministrar, en un tiempo dado, tanto de madera, o transportar hasta tal o cual estación tantos quintales de minerales, etc. En este ámbito es preciso el estudio minucioso dela experiencia adquirida, dar al sistema económico la mayor flexibilidad posible, mostrar que se toman muy en serio los intereses y particularidades locales. Pero es igualmente indispensable creer firmemente que el principio mismo del trabajo obligatorio ha sustituido tan radical y victoriosamente al del reclutamiento voluntario, como la socialización de los medios de producción a la propiedad capitalista.

LA MILITARIZACIÓN DEL TRABAJO

El trabajo obligatorio es la imposible en la aplicación-en cierta medida-de los métodos de militarización del trabajo. Esta expresión nos introduce de golpe en eldominio de las mayores supersticiones y los gritos encontra.

ParacomprenderloqueseentiendepormilitarizacióndeltrabajoenelEstadoobreroycuálessonsusmétodos, hay que tener una idea clara del modo como se ha efectuado la militarización del ejército mismo que, si todos recuerdan, estaba muy lejos de poseer en el primer período las cualidades "militares" requeridas. En estos últimos dos años, el número de soldados que hemos movilizado casi alcanzó al número de sindicados en Rusia. Pero los sindicados son obreros y sólo un 15% de ellos forma parte del ejército rojo; el resto de éste está constituido por la masa campesina. No obstante, sabemos, sin que esto deje lugar a dudas, que el verdadero organizador y creador del Ejército rojo es el obrero avanzado, procedente de las organizaciones sindicales o del partido. Cuando la situación en los frentes de combate se hacíadifícil, cuando la masa campesinarecientemente movilizada no daba pruebas de firmeza suficiente, nos dirigimos a la vez al Comité Central del partido comunista y a la Presidencia del Soviet Supremo panruso de los sindicatos. De estos dos organismos salieron los obreros avanzados que marcharonal frente aorganizar el Ejército rojo asuimagen; aeducar, templar, militarizara la masa campesina.

Es este un hecho que debe recordarse con claridad, porque arroja suficiente luz sobre la idea misma de la militarización, tal como se concibe en el Estado obrero y campesino.La militarización del trabajo ha sido proclamada más de una vez como consigna y ha sido realizada tanto en Occidente como en Rusia bajo el zarismo. Pero la nuestra se distingue de esas otras por sus fines y métodos, exactamente como el proletariado consciente y organizado, para lograr su emancipación, se distingue de la burguesía consciente y organizada para la explotación.

De esta confusión, a mediasinconsciente, a medias involuntaria, entre las formas históricas dela militarización proletaria y la militarización burguesa, vienen todos los prejuicios, errores, protestas y gritos provocados por la cuestión. En este modo de interpretar las cosas se ha basado totalmente la actitud de los mencheviques, nuestros kautskistas rusos, tal cual aparece en su declaración de principios, presentada al actual Congreso de Sindicatos.

Los mencheviques no sólo se declaran enemigos de la militarización del trabajo, sino también del trabajo obligatorio. Rechazan estos métodos como "coercitivos". Proclaman que el trabajo obligatorio provocará una baja de productividad. En cuanto a la militarización, no tendrá, según ellos, otro efecto que un gasto inútil de fuerza de trabajo.

"Eltrabajoobligatoriohasidosiempreuntrabajopocoproductivo", tal es la expresiónexacta de la declaración de los mencheviques.Esta afirmación nos traslada al centro mismo de la cuestión. Porque, ennuestra opinión, no se trata absolutamente de saber si es prudente o insensato declarar tal o cual fábrica en estado de guerra; si debe conceder se al tribunal revolucionario militar derecho a castigar a los obreros corrompidos que roban las materias primas ylos herramientas que nos son tan útiles o que sabotean el trabajo. No; la cuestión está planteada por los mencheviques de un modo mucho más profundo. A la firmar que el trabajo obligatorio es siempre poco productivo, se esfuerzan por destruir toda nuestra obra económica en la época actual de transición, y a que no tenemos ninguna intención de pasar de la anarquía burguesa a la economía socialista sin recurrir a la dictadura revolucionaria y a los métodos coercitivos de organización económica.

En el primer punto de la declaración de los mencheviques se afirma que vivimos en una época de transición de las formas de producción capitalista a las formas de producción socialista. ¿Qué quiere decir esto exactamente?

Y, sobre todo, ¿de dónde proceden semejantes axiomas? ¿Desde cuándo creen esto nuestros kautskistas? Nos han acusado (y este fue el motivo de nuestros desacuerdos) de utopismo socialista; afirmaban (y esto constituía el fondo de su doctrina) que no puede realizarse en nuestra época el paso al socialismo, que nuestra revolución no es más que una revolución burguesa, que nosotros, comunistas, no hacemos otra cosa que destruir el sistema económico capitalista, que no hacemos adelantar un paso a la nación, que la hacemos, por el contrario, retroceder.

En esto consistía el desacuerdo fundamental, la divergencia profunda, incompatible, de la que derivaban todas las restantes diferencias. Ahora, los mencheviques nos indicande paso, en las líneas preliminares de su resolución, como algo que no necesita pruebas, que estamos en el período de transición entre el capitalismo y el socialismo; confesión totalmente inesperada, que se parece mucho a una completa capitulación de ideas, y dicha con tanta facilidad y ligereza que, como toda su declaración demuestra, no impone ninguna obligación revolucionaria a los mencheviques. Estos siguen siendo en bloque prisioneros de la ideología burguesa. Después de haber reconocido que caminamos hacia el socialismo, los mencheviques luchan con todo el furor posible contra estos métodos, sin los cuales, en las actuales condiciones graves y penosas, es imposible el paso al socialismo.

"El trabajo obligatorio - nos dicen - es siempre improductivo". Nosotros les preguntamos: ¿Qué entendéis por trabajo obligatorio al hacer esta afirmación? Dicho de otra manera, ¿a qué trabajo es antinómico? Aparentemente al trabajo libre. ¿Qué debe entenderse en este caso por trabajo libre? Esta idea está formulada por los ideólogos progresistas de la burguesía en su lucha contra el trabajo no libre, es decir, contra la servidumbre de los campesinos y contra el trabajo corporativo de los artesanos. Por trabajo librese entendía el que podía comprarse "libremente"en el mercado de trabajo. La libertad se reducía a una ficciónjurídica sobre la base de la esclavitud asalariada. No conocemos en la historia otra forma de trabajo libre. Que los pocos representantes mencheviques que asisten a este Congreso nos expliquen lo que entienden por trabajo libre no coercitivo, si no es otra cosa que la venta libre de la fuerza de trabajo.

La historia ha conocido la esclavitud, la servidumbre, el trabajo reglamentado de las corporaciones de la Edad media. Hoy, en todoel universo, impera el salariado, que los escritorzuelos amarillistas de todos los países oponen como una libertad superior a "la esclavitud" soviética. Nosotros, en cambio, oponemos a la esclavitud capitalista el trabajo social y regular, obligatorio para todos y, por consiguiente, obligatorio para todos los obreros del país.

Sin él es imposible hasta pensar en el advenimiento del socialismo. El elemento de presión material, física, puedeser más o menos grande; esto depende de muchas condiciones: del grado de riqueza o pobreza del país, del nivel cultural, del estado del transporte ydel sistemade dirección, etc., etc.; pero laobligación y, por consiguiente, la coerciones la condición indispensable para contener la anarquía burguesa, para socializar los medios de producción y los instrumentos de trabajo, para la reconstrucción del sistema económico con arreglo a un plan único.

Para un liberal, libertad significa, en último instancia, el mercado. ¿Puedeonocompraruncapitalistaaunprecio aceptable la fuerza obrera? Esta es la única unidad de medida de la libertad de trabajo para un liberal, y esta medida es falsa, no sólo con respecto al futuro, sino también con respecto al pasado.

Sería absurdo creer que cuando existía la servidumbre se efectuaba el trabajo solamente ante la amenaza de la presión física, y que el jefe de galeras estaba, látigo en mano, detrás de cada campesino. Las formas económicas de la Edad media eran el resultado de ciertas condiciones económicas, que creaban ciertas formas de vida social a las que el campesino se había adaptado, que en determinados momentos había creído justas, o cuya perennidad, por lo menos, había sido siempre admitida. Cuando bajo el influjo del cambio de las condiciones materiales, elsiervo adoptó una actitud hostil hacia ellas, el gobierno lo sujetó por la fuerza material, lo que prueba el carácter coercitivo de la organización del trabajo.

Sin las formas de coerción estatal que constituyen el fundamento de la militarización del trabajo, la sustitución de la economía capitalista por la economía socialista no sería más que una palabra falta de sentido. ¿Por qué hablamos de militarización? Avisamos que es sólo poranalogía, pero por una analogía muy significativa.Ninguna organización social, aparte del ejército, se ha creído con derecho a subordinar tan completamente a los ciudadanos, a dominarlos tan totalmente a su voluntad, como el gobierno de la dictadura proletaria. Sólo el ejército - precisamente porque ha zanjado a su manera las cuestiones de vida y muerte de las naciones, de los Estados, de las clases dirigentes - ha adquirido el derecho a exigir de todos y cada uno una sumisión conforme a sus tareas, fines, mandatos y ordenanzas. Y lo ha conseguido sobre todo por que los trabajos de organización militar coincidían con las necesidades del desarrollo social.

Hoy, la cuestión de vida o muerte de la Rusia de los soviets se decide en el frente del trabajo. Nuestras organizaciones económicas con nuestras organizaciones profesionales e industriales, tienen derecho a exigir de sus miembros toda la abnegación, disciplina y seriedad que hasta ahora sólo el ejército ha exigido.

Por otra parte, la actitud delcapitalistaconrespectoalobrero, no se funda sólo enuncontrato"libre"; incluye también poderosos elementos de reglamentación estatal y de presión material.

La competencia entre capitalistas ha prestado un cierto semblante de realidad a la ficción de la libertad del trabajo. Pero esta competencia, reducida al mínimo por los sindicatos y los trusts, ha sido eliminada completamente por nosotros al abolir la propiedad privada sobre los medios de producción. La transición al socialismo, reconocido en palabras por los mencheviques, significa el paso del reparto desordenado de la fuerza de trabajo, a causa del juego de compra y venta, de las oscilaciones de los precios en el mercado y los salarios, a una distribución racional de los trabajadores, hecha por los organismos del distrito, de la provincia, del país entero.

Este género de reparto supone la subordinación de los obreros sobre quienes recae el plan económico del Estado. Y en esto consiste el trabajo obligatorio que, como elemento fundamental, entra inevitablemente en el programa de la organización socialista del trabajo.

Si es imposible una organización sistemática de la economía pública sin el trabajo obligatorio, éste, en cambio, es irrealizables en la abolición de la ficción de la libertad del trabajo y sureemplazoporelprincipiodelaobligación, completada con la coerción.

Ciertoqueeltrabajolibreesmásproductivoqueelobligatorioenloconcernientealpasodelasociedadfeudal a la sociedad burguesa. Pero es preciso ser unliberal, o un kautskista ennuestros días, para eternizar esta verdad y extender la a la época actual de transición del régimen burgués al socialista. Si es cierto, como dice la declaración de los mencheviques, que el trabajo obligatorio, bajo cualquier circunstancia, siempre rinde menos, entonces, nuestra reorganización económica está condenada a la ruina; pues no puede haber en Rusia otro medio para llegar al socialismo que una dirección autoritaria de las fuerzas y los recursos económicos del país y un reparto centralizado de la fuerzaobrera, conformeal plangeneral delEstado. ElEstado obrerose considera con derecho a enviar a todo trabajador adonde su trabajo sea necesario. Y ningún socialista serio negará al Estado obrero el derecho a castigar al trabajador que se obstine en no llevar a cabo la misión que se le encomiende. Mas - y esta es la razón de todo - la vía menchevique de transición al "socialismo"es una vía láctea, sinmonopolio del trigo, sin supresión de los mercados, sin dictadura revolucionaria y sin militarización del trabajo.

Sin trabajo obligatorio, sin derechoa dar órdenesyexigirsucumplimiento, los sindicatospierdensurazónde ser, pues el Estado socialista en formación los necesita, no para luchar por el mejoramiento de las condiciones de trabajo - que es la obra de conjunto de la organización social gubernamental -, sino con el fin de organizar la clase obrera para la producción, con el finde educarla, de establecer ciertas categorías y fijara ciertos obreros en suspuestos por un tiempo de terminado, con el fin, en una palabra, de introducir autoritaria mente a los trabajadores, de pleno acuerdo con el poder, en el plan económico único. Defender, en estas condiciones, la "libertad" de trabajo, equivale a defender la búsqueda inútil, ineficaz e incierta de condiciones mejores, el paso caótico, sin sistema, de una a otra fábrica, en un país hambriento, en medio de la más espantosa desorganización del transporte y el abastecimiento.Apartedeladisgregacióndelaclaseobrerayunacompletaanarquíaeconómica,¿cuálpodríaser el resultadode estainsensata tentativa de combinarla libertad burguesade trabajo conlasocializaciónproletaria de los medios de producción?

La militarización del trabajo no es, pues, camaradas, en el sentido fundamental que he señalado, el invento de algunos políticos u hombres de nuestro departamento de guerra, sino que aparece como un método inevitable de organización y disciplina de la mano de obra en la época de transición del capitalismo al socialismo.Quienespiensen, como se afirma en la declaración de los mencheviques, que todas estas formas (reparto obligatorio de la mano de obra, su empleo pasajero o prolongado en determinadas empresas, su reglamentación conforme al plan económico general del Estado), todo el tiempo y en todas partes, han conducido a una disminución de la productividad, hacen una cruz sobre el socialismo, pues es imposible fundar el socialismo en la baja de la producción, la sociedad socialista que se está formando camina fatalmente, por ese mismo hecho, hacia la ruina, cualquiera que sea nuestra habilidad y cualesquiera que sean las medidas de salvación que imaginemos.

Por estas razones, he dicho desde el principio que los argumentos mencheviques contra la militarización nos trasladan al centro mismo de la cuestión del trabajo obligatorio y de su influencia sobre la producción. ¿Es verdad que el trabajo obligatorio ha sido siempre improductivo? No hay más remedio que responder que es éste el más pobre y liberal de los prejuicios. Todo el problemasereducea saberquiénejerceuna presión, contra quién y porqué: qué Estado, qué clase, en qué circunstancias, porqué métodos. Laorganizacióndelaservidumbrefue, en determinadas condiciones, un progreso y trajo aparejado un aumento de la producción. La producción aumentó también considerablemente bajo el régimen capitalista y, por consiguiente, en la época de la compraventa libre de la mano deobraenelmercadodeltrabajo. Mas el trabajo libre y el capitalismo entero, una vez llegado a su fase imperialista, se han arruinado definitivamente a causa de la guerra. Toda la economía mundial ha entrado en un período de sangrienta anarquía, de terribles sacudimientos, de miseria, de agotamiento, dedestrucción de las masas populares.

En estas condiciones, ¿se puede hablar de la productividad del trabajo libre, cuando los frutos de este trabajo desaparecen diez veces más de prisa que se crean? La guerra imperialista, con sus consecuencias, ha demostrado la imposibilidad de la existencia ulterior de una sociedad basada en el trabajo libre. ¿Acasoposeealguienelsecreto que permita separar el trabajo libre del delirium tremens del imperialismo; dicho en otros términos, de hacer retroceder a la humanidad cincuenta o cien años atrás? Si sucediera que nuestra organización de trabajo planificado, y por consiguiente, de obligación, que va a remplazar al imperialismo, condujera al hundimiento de nuestra economía, ello significaría el fin de toda nuestra cultura, un retroceso de la humanidad hacia la barbarie y el salvajismo.

Por fortuna, no sólo para la Rusia de los Soviets, sino para toda la humanidad, la filosofía de la escasa productividad del trabajo obligatorio "siempre bajo cualquier circunstancia enquese realice"no es más que elrefránestúpido de una vieja melodía liberal. La productividad del trabajo es una cantidad que resulta de la suma del conjunto de las condiciones sociales, y no puede ser medida nunca, ni definida por adelantado como forma jurídica del trabajo.

Todalahistoriadelahumanidadeslahistoriadelaorganizaciónydelaeducacióndelhombresocialmediante el trabajo, con el fin de obtener una mayor productividad. El hombre, como ya me he atrevido a decirlo, esperezoso; se esfuerza instintivamente por obtener, con el menor esfuerzo, un máximo de productos. Sin esta tendencia humana, no habríaprogresoeconómico.Eldesarrollo delacivilizaciónsemideporlaproductividad delhombre, y toda forma nueva de relaciones sociales debe someterse a la prueba de esta verdad fundamental.

El trabajo "libre" no nació de un solo golpe con toda su potencia productiva; sólo la ha alcanzado gradualmente, mediante la aplicación prolongada de métodos de organización y educación del trabajo. Esta educación empleó los medios y procedimientos más diversos, que se modificaban además según sus épocas. Al principio, la burguesía expulsaba de su pueblo, a latigazos, al mujik, y lo dejaba en medio del camino, después de haberlo despojado de sus tierras. Y cuando no quería trabajar enla fábrica, lo marcaba a hierro candente, lo ahorcaba, le enviaba a las galeras, y acababa por acostumbrar al desdichado a la manufactura.. En nuestra opinión, esta fase del trabajo "libre" difiere muy poco de los trabajos forzados, tanto desde el punto de vista de las condiciones materiales como desde el punto de vista legal.

Endiversasépocasyenproporcionesdiferentes, la burguesía ha empleado simultáneamente el hierro candente, la represión y los métodos persuasivos, junto a los métodos de dominación de los espíritus, en este caso, los sermones de los pastores. A este efecto, en el sigloXVI, la iglesia reformó la antigua religión católica, que defendía el régimen feudal, y a daptó a sus necesidades una religión nueva - la Reforma -, que combinaba la libertad del alma con la del comercio y el trabajo. Formó nuevos sacerdotes, haciendo de ellos sus guardianes espirituales y servidores devotos.

Adaptó la escuela, la prensa, los municipios y el parlamento con el propósito de modelar las ideas de la clase trabajadora. Las diversas formas de salario (ajornal, a destajo, por contrato colectivo) noconstituíanensusmanos sino medios diversos de sometimiento para conseguir que el proletariado trabajara. Aesto hayque añadir distintas formas de estímulo al trabajo y de incitación al arribismo. En fin, la burguesía ha logrado apoderarse de las trade-unions- organizaciones de la clase obrera - y aprovecharse de ellas, sobre todo en Inglaterra, para disciplinar a los trabajadores. A placó a sus líderes, y, por medio de ellos, persuadió a los obreros de la necesidad de un trabajo orgánico y apacible, que su actividad sea irreprochable, en estricto cumplimiento de las leyes del Estado burgués. El coronamiento de toda esta labor ha sido el taylorismo, en el cual los elementos de organización científica del proceso de producción se combinan con los procedimientos más perfeccionados del sweating system.

De lo dicho se deduce claramente que la productividad del trabajo libre noes algo que ha sido dado, acabado, presentado por la historia en bandeja de plata. No; es el resultado de una política larga y tenaz, represiva, educadora, organizadora, de estimulo de la burguesía hacia a la clase obrera. Poco a poco, aprendió a extraer una cantidad cada vez mayor de productos del trabajo de los obreros, y el reclutamiento voluntario, única forma de trabajo libre, normal, sana, productiva y saludable, fue en sus manos un arma de lo más poderosa.

Una forma jurídica de trabajo que asegure por sí misma la productividad, no ha existido nunca en la historia, ni puede existir. La envoltura jurídica del trabajo corresponde a las relaciones e ideas de la época. La productividad del trabajo se desarrolla sobre la base del desarrollo de lasfuerzastécnicas, de laeducación del trabajo, en virtud de la adaptación progresiva de los trabajadores a los medios de producción, que se modifican constantemente, y a las nuevas formas de relaciones sociales.

El establecimiento de la sociedad socialista significa la organización de los trabajadores sobre nuevas bases, su adaptación a éstas, su re-educación con el fin de aumentar constantemente la productividad. La clase obrera, bajo la dirección de su vanguardia, debe darse a sí misma su re-educación socialista. Quien no comprenda esto, no entiende una palabra del abecé de la realización socialista. ¿Cuales son, pues, nuestros métodos de reeducación de los trabajadores? Desde luego, son más vastos que los de la burguesía, y, además, honrados, directos, francos, limpios de toda hipocresía y de toda mentira. La burguesía tenía que echarmanodelamentira parapresentarsutrabajocomolibre, cuando en realidad no solo era socialmente forzado,sino servil, puesto que era el trabajode la mayoría enbeneficio de una minoría. En cambio, nosotros organizamos el trabajo en interés de los obreros mismos, y por eso no tenemos ninguna razón para enmascarar el carácter socialmente obligatorio de su organización. No tenemos que contar cuentos de sacerdotes, de liberales ni de kautskistas. Decimos francamente y sin ambigüedades a las masas que no pueden salvar, levantar y llevar al país socialista a una situación floreciente sino a costa de un trabajo riguroso, de una severa disciplina y con la mayor conciencia por parte de todos los trabajadores.

El principal recurso que empleamos es la influencia ideológica, la propaganda no de palabra sino de hecho.La obligación de trabajar reviste un carácter coercitivo, pero esto no quiere decir que suponga alguna violencia contra la clase obrera. Si la mayoría de los trabajadores hubiese estado en contra del trabajo obligatorio, el régimen soviético habría quedado herido de muerte. Si los trabajadores se oponen a la militarización del trabajo, es porque estamos ante el método de Araktcheief (63). La militarización deltrabajoporvoluntaddelosmismostrabajadores es la dictadura socialista. Que la obligación y militarización del trabajo no violenten la voluntad de los trabajadores, como ocurría con el trabajo "libre", lo atestigua mejor, que todo cuanto pudiera decirse, la considerable afluencia de obreros voluntarios a los "sábados comunistas", hecho único en los anales de la humanidad. En ninguna parte, el mundo ha presenciado una cosa semejante. Con su trabajo voluntario y desinteresado - una vez por semana y en ocasiones más-los obreros demuestran claramente que están dispuestos no solo a soportar el peso del trabajo "obligatorio", sino a dar al gobierno por añadidura un suplemento de trabajo. Los "sábados comunistas", no son sólo manifestación es espléndidas de solidaridad comunista, sino la garantía más segura del éxito en la implantación del trabajo obligatorio. Es preciso, por medio de una activa propaganda, aclarar, ampliar y fortalecer estas tendencias tan profundamente comunistas.

El arma espiritual más importante que posee la burguesía es la religión, mientras que la nuestra es la explicación clara a las masas del verdadero estado de cosas, la difusión de los conocimientos naturales, históricos ytécnicos, la iniciación en el plan general de la economía gubernamental, sobre cuya base debe utilizarse la mano de obra que tenga a su disposición el poder soviético.

La economía política fue, en otro tiempo, el principal motivo de nuestra agitación: el régimen social capitalista era un enigma, y este enigma lo hemos descifrado ante las masas. Ahora, el mismo mecanismo del régimen soviético, que llama a los trabajadores a los puestos más diversos, ha revelado a las masas los enigmas sociales. A medida que avancemos, la economía política adquirirá una importancia puramente histórica, y las ciencias, que sirven para escrutar la naturaleza y buscar los medios de someterla al hombre, ocuparán el primer plano.

Los sindicatos deben emprender, a la más vasta escala, una acción de educación científica y técnica que permita a todo obrero, a partir de su propio trabajo, desarrollar el trabajo teórico del pensamiento que, a su vez, perfeccione y haga más productivo el primero. Toda la prensa debe ponerse a la altura de la misión del país, no solo como hoy hace, es decir, en el sentido de una agitación general a favor deunaumentodelentusiasmoeneltrabajo, sino también en la discusión y examen de los problemas y planes económicos concretos, de los métodos y medios para resolverlos y, sobre todo, de comprobar y apreciar los resultados adquiridos. Los periódicos deben seguir día a día la producción de las fábricas más importantes, registrando los éxitos y fracasos, ensalzando los unos y denunciando los otros.

El capitalismo ruso, por su retardo histórico, su dependencia y los rasgos parasitarios quede ello han resultado, había conseguido, con mucho menos esfuerzo que el capitalismo de Europa, instruir, educar técnicamente y disciplinar industrialmente a las masas obreras. Esta tarea incumbe hoy por completo a las organizaciones sindicales del proletariado. Un buen ingeniero, un buen mecánico, un buen ajustador deben gozar de tanta celebridad y tanta gloria como antes los militantes revolucionarios, los agitadores más conocidos, y en nuestros día los comandantes y comisarios del pueblo mejores y más capaces. Los grandes y pequeños dirigentes de la técnica deben ocupar un puesto de honor en el sentimiento de las masas y hay que obligar a los malos obreros a que se avergüencen de no estar a la altura de su función.

ElpagodelossalariosobrerosenRusiasehacetodavíaendineroyesdepresumirqueasíocurradurantemucho tiempo. Pero cuanto más progresemos, más importante resultará el asegurar la satisfacciónde las necesidades de todos los miembros de la sociedad. Entonces, los salarios perderán su razón de ser. Hoy no somos lo bastante ricos para hacer una cosa semejante. El aumento de la cantidad de artículos manufacturados es la obra principal a que todas las demás se subordinan. En el momento actual tan sumamente difícil, los salarios no son para nosotros un medio de hacer más grata la existencia personal de cada obrero, sino un medio para estimar lo que cada obrero aporta con su trabajo a la República proletaria.

Por estarazón, los salarios, tanto endinerocomo enespecie, deben corresponder lo más exactamente posible con la productividad del trabajo individual. En el régimen capitalista, el trabajo a destajo, por obra y servicio, a producción, la implantación del taylorismo, etc., tenían por objeto aumentar la explotación de los obreros y usurparles la plusvalía. Una vez socializada la producción, el trabajo a destajo, las primas, tienen por objeto el incremento de la masa del producto social y, por consiguiente, el aumento del bienestar común. Los trabajadores que aportan más al bienestar común adquieren el derecho a recibir una parte mayor del producto social que los perezosos, indolentes y desorganizadores.

El Estado obrero, en fin, al recompensar a los unos, no puede menos que castigar a los otros, es decir, a los que con todo conocimiento de causa quebrantan la solidaridad obrera, destruyen el trabajo común y causan un daño considerable a la reorganización socialista del país. La represión, que tiene por objeto realizar las labores económicas, es un arma necesaria de la dictadura socialista.

Todas las medidas enumeradas, así como algunas otras, deben asegurar el desarrollo de la emulación eneldominio de la producción. Sin esto, jamás será posible elevarnos por encima de un nivel medio totalmente insuficiente para nuestras miras. La emulación se basa en un instinto vital-la lucha por la existencia-que en el régimen burgués toma el carácter de competencia. La emulación no desaparecerá en la sociedad socialista perfeccionada, pero revestirá, a medida que esté más asegurado el bienestar necesario a todos, un carácter cada vez más desinteresado y puramente ideológico. Se traducirá por una tendencia a prestar los mayores servicios a la población, al distrito, a la ciudad y a toda la sociedad, y será recompensada con la popularidad, con el reconocimiento público, con la simpatía, o, tal vez, simplemente, con la satisfacción interna que resulta del sentimiento del buen cumplimiento del trabajo bien hecho.

Pero en el período de transición, lleno de dificultades, en condiciones de extrema pobreza material y escaso desarrollo del sentimiento de solidaridad social, laemulación ha de ir fatalmente ligada en cierto modo al deseo de asegurarse objetos de consumo personal.

Tal es, camaradas, el conjunto de medios a disposición del gobierno proletario para aumentar la productividad del trabajo. Como vemos, no hay solución al alcance de la mano. La solución no figura en ningún libro. Tal libro, además, no puede existir. Nosotros no hacemos más que empezar a escribirlo con ustedes, con el sudor y la sangre de los trabajadores. Simplemente decimos: obreros yobreras, han entrado en lavía del trabajo reglamentado. Sólo perseverando en ella llegaréis a construir la sociedad socialista. Os encontráis frente a un problema que nadie resolverá por vosotros: el aumento de la productividad sobre nuevas bases sociales. No resolverlo es perecer. Resolverlo, es hacer progresar a la humanidad considerablemente.

LOS EJÉRCITOS DEL TRABAJO

Es empíricamente, sin basarnos para nada en consideraciónes teóricas, que hemos llegado a plantear la cuestión de la utilización del ejército en el trabajo - cuestión que ha adquirido entre nosotros una gran importancia de principio. Por la fuerza de las circunstancias, en algunos lugares apartados de la Rusia soviética habían permanecido cierto tiempo grandes contingentes militares sin participar enninguna operación militar. Llevarlos a otros frentes donde se combatía, era, sobre todo en invierno, muydifícil, dada la desorganización del transporte.

Este fue el caso, por ejemplo, del III° ejército, que se encontraba enla región del Ural. Los dirigentes obreros de este ejército, comprendiendo que no nos era posible desmovilizarlo todavía, plantearonellos mismos la cuestión de su pase a la actividad laboral y enviaron un proyecto más o menos elaborado de ejército del trabajo.

La tarea era nueva y poco fácil. ¿Estaban dispuestos a trabajar los soldados rojos? ¿Sería su trabajo harto productivo? ¿Económicamente se justificaría? Incluso a nosotros nos asaltaban las dudas al respecto. No hay necesidad de decir que los mencheviques abundaban en el sentido de su negación. En el Congreso de los Soviets de Economía nacional, celebrado, sino me equivoco, en enero o aprincipios de febrero, es decir cuando la cuestión no pasaba de ser un proyecto, Abramovitch predecía que nos íbamos a llevar irremisiblemente un fiasco, que esta empresa insensata era una utopía digna de Arakcheief, y a sísucesivamente. Nosotros debíamos considerarlas cosas de otra manera. Las dificultades eran grandes, cierto; pero esto se veía por todas partes en la obra soviética.

VeamosrealmenteloquerepresentabaelorganismodelIII°ejército.Quedabanenélmuypocastropas: sumado todo, no pasaba de una división de cazadores y otra de caballería; quince regimientos, entre los dos), más los cuerpos especiales. El resto de las unidades había sido distribuido mucho antes entre los demás ejércitos en los frentes de combate. Pero el organismo de dirección del ejército seguía intacto y nosotros creíamos muy probable que necesitáramos enviarlo en la primavera, por el Volga, hasta el frente del Cáucaso, contra Denikine, que por aquel entonces no había sido todavía derrotado por completo. El contingente total de este III° ejército ascendía a uno 120.000 hombres. En esta masa, donde predominaba el elemento campesino, había cerca de 16.000 comunistas y simpatizantes, obreros del Ural en su mayoría. Era, pues, por su composición, una masa campesina convertida en organización militar y dirigida por obreros de vanguardia. Trabajaban allí numerosos especialistas militares, que ocupaban importantes puestos y estaban bajo el control político general de los comunistas. Si se echa una ojeada de conjunto sobre el III° ejército, se verá que es el reflejo de toda la Rusia soviética. Lo mismo si consideramos el ejército rojo en su totalidad, que la organización del poder soviético en un distrito, en una provincia o en toda la República, hallaremos siempre el mismo esquema de organización: miles de campesinos a daptados a nuevas formas de vida política, económica y social por el esfuerzo de los trabajadores organizados que llevan la dirección en todos los campos de la edificación soviética. A los especialistas de la escuela burguesa se les coloca en puestos que requieren de conocimientos especiales, se les concede la autonomía necesaria; pero su trabajo queda bajo el control de la claseobrera, personificada en el partido comunista. Desde nuestro punto de vista, sólo es posible la implantación del trabajo obligatorio, a condición de que se haga un reclutamiento entre el proletariado del campo bajo la dirección de los obreros avanzados. Por esto no hubo ni pudo haber ningún obstáculo de principio en la implicación del ejército en el trabajo. En otros términos, las objeciones de principio de los mencheviques contra los ejércitos del trabajo, no eran en el fondo más que objeciones contra el trabajo "obligatorio" en general y contra los métodos soviéticos de edificación socialista. Y este es el motivo por el cual no nos ha costado refutarlas.

Entiéndase que no es que el organismo militar esté adaptado a la dirección del trabajo. Por otra parte, nunca hemos hecho nada en ese sentido. La dirección debía continuar en manos de los órganos económicos correspondientes. El ejército suministraba la manode obra necesaria enforma de unidades compactasyorganizadas, aptas para la ejecución de los trabajos homogéneos más sencillos: escombramiento de la nieve, tala de árboles, obras de construcción, organización de los camiones, etc.

Hoy tenemos ya una experiencia considerable en lo que se refiere a la utilizacióndel ejército del trabajo y en losucesivo podemos hacer más que previsiones o hipótesis. ¿Qué conclusiones sacar de esta experiencia? Los mencheviques se han apresurado a sacarlas por nosotros. El mismo Abramovitch, su orador, declaraba en el Congresodeminerosquenoshabíamosllevadounfiasco, que el ejército del trabajo no es más que unaorganización parasitaria en que 100 hombres no valen lo que diez trabajadores. ¿Es esto cierto? No. Es exclusivamente una crítica irresponsable formulada a laligera por ajenos a los hechos, que no hacenmás que recoger desperdiciosybasuras de aquí y de allá, que se pasan todo el tiempo constatando nuestra bancarrota o prediciéndola. En realidad, no sólo no han fracasado los ejércitos del trabajo, sino que por el contrario han hecho importantes progresos, han demostrado su vitalidad, y se expanden fortaleciéndose cada día más. Quienes han fracasado son precisamente los profetas que pronosticaban la inutilidad de esta empresa, que nos anunciaban que nadie trabajaría, que los soldados rojos no irían al frente del trabajo, sino que regresarían simplemente a sus casas.

Estas objeciones estaban dictadas por el escepticismo pequeño-burgués, por la falta de confianza en las masas y su audaz iniciativa organizadora. Pero, en el fondo, ¿acaso no eran las mismas objeción es que tuvimos que refutar cuando iniciábamos las grandes movilizaciones para las tareas exclusivamente militares? También entonces se trataba de espantarnos agitando el espectro de una deserción unánime-inevitable, se decía, después de la guerra imperialista. Sobra decir que hubo deserciones. Pero la experiencia ha demostrado que ellas no hanrevestido, ni de lejos, el carácter endémico ni la importancia que nos habían anunciado. No han destruido al ejército. El lazo espiritual y organizador, el voluntariado comunista y la presión gubernamental han hecho posible movilizar a millones de hombres, constituir numerosas unidades y realizar las tareas militares más complejas. En último análisis, el ejército ha vencido. Por lo que toca al trabajo, en base a nuestra experiencia militar, esperábamos idénticos resultados. Y no hemos sufrido desilusiones.Los soldados rojos no han desertado cuando hemos pasado del frente bélico al frente deltrabajo, como nos pronosticaban algunos escépticos. Gracias auna agitación bien encauzada, esta transición se realizó con gran entusiasmo. No negamos que algunos soldados hayan querido abandonar el ejército, pero esto ocurre siempre que se trasladan grandes unidades militares de un frente a otro o desde la retaguardia a la vanguardia y, en general, cuando se las pone en movimiento y la deserción potencial se transforma en deserción activa. Mas cuando sucedían hechos semejantes, inmediatamente intervenían las secciones políticas, la prensa, los órganos especiales de lucha contra la deserción, y el porcentaje actual de la deserción en los ejércitos del trabajo no es mayor que el de los ejércitos combatientes.

Se había afirmado que a consecuencia de su estructura interna, los ejércitos del trabajo no podrían dar más que un débil porcentaje de trabajadores. Esto es una verdad a medias. El III°ejército haconservado, como ya he dicho, su aparato administrativo con un número muy pequeño de unidades militares. Tanto que, empujados por consideraciones de orden militar y no económico, hemos conservado intacto el Estado Mayor del ejército y su dirección, aunque el porcentaje de los trabajadores que suministraba era excesivamente bajo. De los 110.000 soldados rojos ocupados en las labores administrativas y económicas, sólo un 21% eran trabajadores; los servicios diarios de guardia (facción,etc.), a pesar del gran número de instituciones y depósitos militares, no ocupaban más que el16%;elnúmerodeenfermos,atacadosdetifussobretodo,juntoconelpersonalmédicoysanitarionopasaba del 13%; el de ausentes por diversas razones (misiones, permisos, ausencia ilegal) se elevaba al 25%. Así pues, la mano de obra disponible no era más que del 23%. Este era el máximo de las fuerzas que el III° ejército podía suministrar al frente del trabajo. Enrealidad, al principio, no dio más que el 14% de trabajadores, tomados sobre todo de las divisiones de cazadores y caballería, que eran las dos divisiones que quedaban.

Pero tan pronto como se supo que Denikine estaba derrotado y que, en la primavera, no necesitaríamos enviar el III°ejército al frente del Cáucaso, empezamos en seguida a liquidar los aparatosos servicios del ejército y a adaptar de modo más racional sus instituciones a los nuevos trabajos. Aun cuando todavía no hayamos acabado esta transformación, los resultados dados ya por ella no son menos considerables. Hoy (marzo de 1920), el antiguo III° ejército suministra un38% de trabajadores con relación a sus efectivos. En cuanto a las unidades militares que trabajan a su lado en la región del Ural, dan ya un 49%. Estos resultados no son tan malos si se comparancon lo que ocurre en las fábricas, en muchas de las cuales las ausencias, justificadas o no, pasan todavía del 50% (*) [Notade Trotsky]Después de que loescribimos,este porcentajeha disminuido considerablemente (junio de1920). Agreguemosque, los trabajadores fabriles se han hecho asistir en el funcionamiento de las fábricas por miembros adultos de su familia, mientras que los soldados del ejército rojo no pueden contar sino consigo mismos.

Si enviamos a estos jóvenes de diez y nueve años, movilizados por el ejército en el Ural, a talar árboles, veremos que de unos 30.000, más del 75% van al trabajo. Esto es y aun enorme progreso, ya demás la prueba de que utilizando el instrumento militar para su movilización y formación podemos introducir en las unidades de trabajo modificaciones que aseguren un alza considerable del porcentaje de los participantes directos en el proceso material de la producción.

Finalmente, hoy podemos hablar de la productividad de los ejércitos del trabajo basándonos en la experiencia adquirida. Al principio, la productividad en los distintos sectores del trabajo, a pesar del enorme entusiasmo, era, a decir verdad, demasiado baja. Y la lectura de los primeros comunicados del ejército del trabajo podía parecer claramente desalentadora. En los primeros tiempos, se necesitaban de trece a quince jornadas de trabajo para la preparación de unas agéne cúbica [alrededorde10m³] de madera, cuando la media fijada, que aun hoy sólo se alcanza raramente, es de tres días. Hay que agregar que los especialistas en la materia son capaces, en condiciones favorables, de preparar una sagéne cúbica por día. ¿Qué ha sucedido en efecto? Las unidades militares estaban destacadas lejos de los bosques en que se efectuaba la tala.Ocurría a menudo que para ir al trabajo y volver a casa había que recorrer de 6 a 8 verstas [6a8km], lo que absorbía una parte importante de la jornada de trabajo. Llegado al bosque, faltaban las hachas y sierras. Muchos soldados rojos originarios de la estepa no conocían el bosque, no habían abatido árboles nunca ni estaban familiarizados con la sierra y el hacha. Los Comités forestales de las provincias y distritos distaban muchode haber aprendido, desde uncomienzo, autilizar las unidades militares, a dirigirlas donde fuese necesario, a equiparlas convenientemente. En estascircunstancias, nada tiene de sorprendente que estotraiga como resultado la poca productividad del trabajo. Pero una vez fueron corregidos estos defectos principales, los resultados fueron mucho más satisfactorios. Con arreglo a los últimos datos, las agéne cúbica enestemismoIII°ejércitorequierecuatro días y medio de trabajo, lo que no se aleja mucho de la norma actual. El hecho de que la productividad aumente sistemáticamente a medida que se mejora el trabajo, es altamente reconfortante.

Los resultados a que puede llegarse en este sentido han sido demostrados por la experiencia breve, pero rica, del batallón de ingenieros de Moscú. La dirección general de Ingeniería militar que conducía las operaciones comenzó por fijar una norma de tres días de trabajo por sagéne cúbica de madera. Esta norma fue pronto superada.

En el mes de enero unas agéne cúbica no necesitaba más de2, 3 jornadas de trabajo; en febrero, 2, 1; en marzo, 1, 5; lo que representaba una productividad particularmente elevada. Semejante resultado se ha obtenido gracias a una acción moral, a la especificación exacta del trabajo de cada uno, a haberse despertado el amor propio del trabajador, a la concesión de primas a los obreros que producen más allá del número exigido, o, para emplear el lenguaje de los sindicatos, a una tarifa móvil adaptada a todas las fluctuaciones individuales de la productividad. Esta experiencia casi científica nos señala el camino que debemos seguir en adelante.

En el momento actual poseemos muchos ejércitos del trabajo en acción: elI°ejército, los ejércitos de Petrogrado, de Ukrania, del Cáucaso, del Volga, el ejército de reserva. Este último, como se sabe, ha contribuido a aumentar la capacidad de transporte del ferrocarril de Kazan-Ekaterinenburgo. Y en todas partes en donde, con cierta inteligencia, se ha hecho la experiencia de la utilización de las unidades militares, los resultados se han encargado de demostrar que semejante método es indiscutiblemente practicable y óptimo.

En cuanto al prejuicio sobre el inevitable parasitismo de las organizaciones militares, cualesquiera que sean las condiciones en que se encuentren, ha quedado definitivamente deshecho. El ejército rojo encarna las tendencias del régimen soviético gubernamental. No hay que pensar ya más ayudados por estas ideas muertas de la época desaparecida: "militarismo", "organización militar", "improductividad del trabajo obligatorio", sino considerar sin prejuicios las manifestaciones de la nueva época y no olvidar que el sábado existe para el hombre, no el hombre para el sábado; que todas las formas de organización, incluso la militar, no son más que armas en manos de la clase obrera ahora en el poder, que tiene derecho y puede adaptar, modificar, rehacer sus armas, mientras no haya obtenido los resultados deseados.

Abril de 1920.