Volver al Archivo


León Trotsky


Sobre la oposición de Leningrado



Redactado: 22 de diciembre de 1925.
Traducción al castellano: Desde Cahiers Léon Trotsky, número 34, junio de 1988, páginas 117-119, por Grupo Germinal, 2015.
Digitalización: Grupo Germinal, 2015.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, octubre de 2015.


 


 

La Pravda y los oradores de la mayoría del congreso caracterizan a la Oposición de Leningrado como la continuación y el desarrollo de la Oposición de 1923-1924. Tenemos que admitir francamente que esta ecuación no es una simple fórmula polémica sino que contiene un grano de verdad. Únicamente es necesario especificar correctamente qué es ese grano.

El tema central de la Oposición de Leningrado es condenar la política oficial, o su manifestación derechista, por el hecho que el campesinado comienza a empujar al proletariado a un segundo plano y por el hecho que, en las filas del campesinado, el kulak pesa sobre el campesino medio y el campesino medio sobre el campesino pobre.

Actualmente, no puede haber dudas que la pretendida desviación kulak ha recibo un fuerte empujón adelante desde el XII y, sobretodo, el XIII congreso. La línea esencial seguida en la lucha contra el trotskysmo ha sido la acusación de subestimar al campesinado. ¿En qué se basaba? En el hecho que la Oposición considera que la industria y su desarrollo son de una enorme importancia y exige que se acelere el ritmo del desarrollo industrial, es decir que reivindica la recolocación de capital correspondiente, la introducción del principio de planificación en la industria, etc. Esta posición ha sido declarada una revisión del leninismo y se proclama que los principales elementos de este último eran la smychka, la alianza de los obreros y campesinos, etc. En la vieja generación que no ha olvidado la experiencia de las últimas décadas, esas fórmulas simplistas por lo menos vinieron a coronar la experiencia acumulada en la lucha contra el movimiento narodniki y por una política proletaria de clase. Pero, para las amplias capas de jóvenes (que no se han templado en la lucha de clases) la discusión de los últimos años, más todas las intrigas y distorsiones, aparece como sigue: por una parte, reconocimiento de la “dictadura de la industria” y del desarrollo sin interrupción de la revolución internacional, por otra parte la smychka con el campesinado, la alianza con el campesino medio, las cooperativas como curso alternativo de desarrollo, etc.

En el fondo, la joven generación, que no se ha templado en la lucha de clases, ha sido moldeada sobre la base de esta polémica. Se puede asegurar que tal proceso ha creado una base muy amplia y fértil para el desarrollo de una desviación campesina. No puede existir duda alguna que toda la vida pública del país, teniendo en cuenta el retraso de la revolución mundial y la lentitud del desarrollo industrial, ha creado las condiciones materiales de esa desviación. Así, elementos de un movimiento narodniki soviético toman forma, sobretodo en la joven generación del partido y de la Juventud Comunista, bajo la bandera de una lucha contra la Oposición. Ese movimiento elemental no espera más que una expresión teórica oficial. La escuela de Bujarin, aunque de forma tímida y sin entusiasmo, se la ha suministrado.

No es por azar que la organización de Leningrado se ha revelado la más sensible a las voces de advertencia, igual que tampoco es por azar que los dirigentes de esta oposición, en su lucha por su propia preservación, se han visto obligados a apoyarse en la sensibilidad de clase del proletariado de Leningrado. El resultado es un paradoja, casi en apariencia pero al mismo tiempo completamente conforme con fuerzas subyacentes al trabajo: la organización de Leningrado (al haber ido lo más lejos posible en su lucha contra la Oposición, al haber tronado contra la subestimación del campesinado y haber lanzado más alto que nadie la consigna “Frente al campo”) ha sido la primera en dar un paso atrás ante las consecuencias del notable giro que se ha producido en el partido, cuya fuente ideológica era la lucha contra el pretendido trotskysmo.

En cuanto a los incesantes alaridos sobre la subestimación del campesinado, la exigencia de “girarnos hacia el campo”, la idea de una economía nacional aislada y de una construcción aislada del socialismo (desde 1923-1924), la Oposición ha prevenido y alertado contra el hecho que tal orientación en el partido podía poner las bases y facilitar la caída en un Termidor de tipo campesino. Y ahora escuchamos a los dirigentes de Leningrado alertar contra el mismo peligro, aunque ellos hayan jugado un papel clave preparándole el camino en el plano de las ideas.

Que los métodos de dirección del partido y de la economía de Leningrado, el estilo estridente de su agitación, su arrogancia regional, etc., hayan construido una enorme acumulación de descontento frente al grupo dirigente de Leningrado y que el intenso resentimiento contra el régimen de Leningrado, sentido por muchos, con centenares de obreros que, en un momento u otro, han sido expulsados de Leningrado y dispersados por el país, todo esto son hechos incontestables y de los que no se debe subestimar la importancia. En este sentido, el reemplazo de los dirigentes de más alto nivel en Leningrado, y la adopción por la organización de Leningrado de un tono menos arrogante frente al partido en su conjunto, son factores indiscutiblemente positivos.

Pero sería de ciegos pasar por alto el hecho que en XIV congreso, tras la hostilidad frente a rasgos y maneras específicas de los dirigentes de Leningrado, se abrían camino sentimientos de hostilidad hacia la dictadura ideológica de la ciudad sobre el campo. Los centros tienen un gran presupuesto, tienen la industria, la prensa, las organizaciones más fuertes y la supremacía ideológica: no lo abandonan suficientemente en beneficio del campo en lugar de ensordecer con consignas vacías (tales son los temas que, de forma muy, muy debilitada, han encontrado eco en muchos discursos del congreso). Hoy en día es el turno de Leningrado; mañana será el de Moscú. Los ataques de Leningrado y Moscú, uno contra el otro, facilitan esta posibilidad. Las provincias han cogido a Leningrado por el cuello por su oposición a Moscú a fin de preparar un golpe contra las ciudades en general. Por supuesto, todo esto sólo perfila un proceso que al desarrollarse puede devenir fatal para el papel del proletariado.

El hecho que hoy en día Sokolnikov aparezca como uno de los dirigentes de la oposición de Leningrado es política sin principios de tipo puramente personal y, al mismo tiempo, una gran curiosidad. Era y sigue siendo el teórico del desarme económico del proletariado en relación con el campo.

No puede dejarse de tener en cuenta a provincias como Tambov, Voronej o Georgia. La desviación campesina resulta de la necesidad objetiva del partido de prestar atención al campesinado. Pero es integralmente una cuestión de grado o de tener un contrapeso activo. El contrapeso más eficaz en el campo habrían sido enérgicas y potentes organizaciones proletarias en los centros industriales, es decir en Leningrado y Moscú. La democratización de la vida interior de esas organizaciones es una condición necesaria si deben contrarrestar enérgica y victoriosamente la desviación campesina. De hecho, hemos visto producirse lo contrario. El régimen de aparato ha adormecido la conciencia de esas organizaciones. Se denuncia como una capitulación ante el carácter amorfo pequeño burgués, etc., etc., a cualquier exigencia de una atenuación de la regimentación. Severamente administrada en la ocupación del aparato burocrático, Leningrado ha servido al cien por cien a la causa de la lucha contra la Oposición bajo la consigna “Frente al campo” y ha ayudado, así, a las tendencias al desarrollo de una perspectiva nacional y rural y a su expresión suficientemente vivaz en el congreso actual del partido. Aunque formalmente nadie esté de acuerdo con los “extremos” de la escuela de pensamiento de Bujarin, en realidad se dirige todo el fuego hacia otra parte, contra Leningrado.