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León Trotsky


Es necesario un acuerdo honesto en el partido



Escrito: 30 de marzo de 1933
Primera Edición: Biulleten Opositsii #34, mayo de 1933
Fuente: Leon Trotsky, "Oeuvres" (Tomo I). EDI, Paris 1978
Digitalización - Traducción: Germinal
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2001




Como más de una vez hemos indicado a nuestros corresponsales, entre los burócratas del P.C.U.S. existe ahora en abundancia un tipo de gente dispuesta a ceder en cualquier cosa salvo en la cuestión del régimen del partido. Mientras rechazan el estalinismo en las conversaciones privadas, continúan defendiendo a Stalin -¿pero cómo? Apretando los dientes con odio. Veamos dos citas textuales de cartas recientes:

"Todos hablan del aislamiento de Stalin y del odio general contra él ... y al mismo tiempo a menudo añaden: sin éste (omitimos una palabra soez) ... todo se haría pedazos; es el único que mantiene todo".Y más :"Fundamentalmente, dicen que Trotsky tiene razón en casi todo (ponen ahora como ejemplo su propuesta de hacer de 1933 un año fuera de los planes quinquenales), pero que comete un error: ve ante sí al proletariado de 1917-1923. Pero ese proletariado no existe. La mayoría de los obreros actuales dejó el campo ayer mismo. No es posible darles democracia. Hay que controlarlos muy de cerca".

Estas dos citas, que coinciden con otras del mismo tipo, caracterizan muy claramente la situación en el país y particularmente en el seno de la fracción estalinista. La fecha indicada para el final de la vida normal en el partido es en sí misma muy instructiva: 1923, la época de la retirada definitiva de Lenin, el principio de la lucha contra la Oposición, la apertura del periodo de burocratismo puro y del reino de los epígonos. La Oposición de izquierda, en opinión de los burócratas liberales - y hay que decir que la mayoría de los estalinistas han caído en el "liberalismo putrefacto" - tiene razón en todas las cuestiones fundamentales salvo una: tiene confianza en un partido en el que no se puede tener confianza. Diez años de "proletarización" y de "bolchevización" del partido de Lenin han llevado a una situación en la cual los apparatchiki dicen con toda sinceridad y convicción que la composición del partido es tan desdibujada, tan poco digna de confianza, no-partido e incluso anti-partido, que ni siquiera se puede pensar en la democracia en él. Este es el principal resultado del decenio. Nosotros subrayamos: el estalinismo ha liquidado el partido.

Pero, dicen los burócratas liberales con un candor forzado, hay que mirar los hechos de frente. Pero, precisamente, todo reposa en el aparato porque el partido ha sido asfixiado. Y Stalin es quien preserva de la descomposición al aparato. Si algo se moviera, se rompería. Todo caería a pedazos. Tal es la filosofía bonapartista decadente: la política de Stalin es falsa, él mismo es detestado, pero el régimen "resiste" y, en consecuencia, nosotros, los burócratas esclarecidos, continuaremos siendo los instrumentos de una política errónea.¿Qué "régimen" mantiene Stalin? El mismo que ha asfixiado el partido y saboteado la dictadura del proletariado. Que el régimen estalinista es mantenido por Stalin no es discutible. Pero, incluso si se admite que Stalin es capaz de mantenerlo durante un cierto largo tiempo - y pensamos que sobre esto no hay duda - , es de todo punto imposible admitir que Stalin y su régimen puedan aportar al comunismo algo más que derrotas y humillaciones.

El terrible desorden de la economía soviética, la horrible sima entre la ciudad y el campo, la profunda brecha entre el proletariado y el estado creado por él, las derrotas catastróficas en el terreno internacional que culminan con el gigantesco desastre histórico en Alemania, estos son los resultados de la política del estalinismo. La burocracia estalinista no lo niega, ya que admite que la oposición tiene una política justa. Pero añade: "sin embargo, hay que permanecer tras Stalin, porque ni el proletariado ni el partido son dignos de confianza.

Nuestros amigos, tanto como nuestros enemigos, saben que no tendemos a embellecer la situación tal cual existe, sobre todo ahora, tras el golpe en Alemania. Pero al contrario que los funcionarios liberales, no creemos que no haya esperanza. Los tristes sofismas según los cuales, a despecho del carácter pernicioso del estalinismo, hay que sostener la autocracia de Stalin, no están dictados por la muy alta sabiduría del estado, sino por un miedo mediocre a los cambios que podrían inesperadamente quebrantar .... a la misma burocracia liberal.

Es totalmente exacto que Stalin ha destruido el partido, lo ha troceado, lo ha dispersado en prisión y en el exilio, lo ha hundido en una masa primitiva, lo ha aterrorizado, lo ha desmoralizado. Es totalmente exacto que el partido como tal, ya no existe. Pero , al mismo tiempo, continúa siendo un factor histórico muy real. Lo prueban los arrestos continuados de oposicionistas de izquierda, el miedo que la camarilla estalinista experimenta frente a Rakovsky , enviado al Gran Norte, el regreso hacia la vía de la oposición de los viejos bolcheviques que intentaron colaborar con Stalin. (El arresto y exilio de Zinoviev, Kamenev, I.N. Smirnov, Mratchkovsky, Preobrajensky, Perevertsev y muchos otros). Finalmente, el hecho de que los mismos burócratas reconozcan que la oposición tiene razón respecto a todo es en sí mismo un síntoma extremadamente claro de que el partido existe, se forma su propia opinión, e incluso la impone en parte al aparato. Cuando hablamos de un renacimiento de la democracia en el partido, queremos decir, precisamente, que hay que reunir los elementos dispersos, maniatados, asustados, del auténtico partido bolchevique, volver a darles su trabajo normal, restituirles su influencia decisiva sobre la vida del país. Es impensable llegar a resolver el problema del despertar y del reagrupamiento de otra forma que no sea con los métodos de la democracia en el partido. No es la camarilla de Stalin quien podrá hacer este trabajo, ni la burocracia liberal que apoya a Stalin, que teme a las masas (¡qué típico es esto entre las burocracias liberales en general!). Sólo el partido puede resucitar al partido.

Por supuesto, la plataforma de la Oposición de izquierda no habla de una democracia absoluta que se baste a sí misma, elevándose por encima de las realidades sociales y políticas. Tenemos necesidad de la democracia para la dictadura del proletariado y dentro de su marco. No cerramos los ojos ante el hecho de que, para avanzar hacia la resurrección del partido, que sólo se puede concebir mediante el método de la democracia del partido, habrá que pasar por un periodo de transición durante el cual la libertad de crítica será permitida al conjunto del partido oficial, con toda su mezcolanza y sus contradicciones actuales, y también al Konsomol. Los elementos bolcheviques del partido no podrán encontrarse unos a otros, establecer relaciones, llegar a acuerdos, y manifestarse activamente en tanto no se diferencien de los elementos thermidorianos y de la masa pasiva; y esta diferenciación, a su vez, es impensable sin crítica abierta, sin una plataforma, sin discusiones, sin grupos fraccionales, es decir, sin que todas las enfermedades del actual partido oficial hoy interiorizadas sean puestas de relieve.

El periodo de transición será, sin ninguna duda, muy crítico y peligroso. Pero, si no nos equivocamos, ya dijo Maquiavelo que no se podía evitar un peligro mortal evitando todo peligro. El régimen de Stalin lleva a la destrucción, y a nada más. La resurrección del partido mediante su democratización implica un riesgo innegable, pero abre la única salida todavía imaginable.En el proceso de su renacimiento, el partido estará en condiciones de medir la fuerza de la resistencia de las tendencias thermidorianas. La extensión de la democracia a los sindicatos y a los soviets, en sí misma absolutamente necesaria, revestirá formas determinadas por el contexto político, bajo el control permanente del partido. La democracia soviética es elástica. Si hay auténticos éxitos en el interior y en el exterior, el marco de la democracia se ampliará rápidamente. Únicamente la experiencia establecerá los límites de su expansión en un periodo dado. Sólo un partido vivo con una vida sana podrá evaluar correctamente la experiencia y aplicarla correctamente. No es necesario que cuente con dos millones de afiliados. Podría ser dos, tres o cuatro veces más pequeño, pero deberá ser un partido.

La liquidación del régimen de Stalin, que es desde el punto de vista histórico absolutamente inevitable y que no está muy lejos en el tiempo, puede ocurrir, sin embargo, de diversas formas. La lógica interna del aparato centrista, incluida la burocracia liberal, conducirá inevitablemente al hundimiento del régimen en su conjunto. La línea general está preparando una catástrofe general. Si las cosas pudieran tomar un curso natural, la liquidación de la autocracia de Stalin constituiría el penúltimo episodio de la liquidación de todas las conquistas de Octubre. Pero, felizmente, el derrumbamiento del régimen soviético no es tan simple. En lo más profundo existen y actúan grandes fuerzas creadoras. Su expresión consciente, plenamente elaborada y confirmada, es la Oposición de izquierda, los bolcheviques-leninistas. En el proceso de la lucha contra los grupos thermidorianos, por la depuración del partido de sus materiales brutos, de su lastre, las relaciones entre la fracción de los bolcheviques-leninistas y la fracción centrista, en la medida en que esta última quiere combatir a Thermidor y está dispuesta a hacerlo, pueden revestir formas diferentes. La forma que tomarán no es del todo indiferente al destino de la revolución. Se puede decir que el grado de riesgo en el curso del paso a la democracia depende en amplia medida de la forma que tengan las relaciones entre los estalinistas y semi-estalinistas de un lado y la Oposición de izquierda del otro. En lo que a nosotros concierne, estamos dispuestos, hoy como hace diez años, a hacer todo lo necesario para dar al desarrollo en el interior del partido un carácter tan tranquilo y pacífico como sea posible, para impedirle que vuelva a la guerra civil.

Es evidente que no podemos negarnos a criticar a los centristas como los centristas lo han hecho con la socialdemocracia. Tal negativa sería, en mi opinión, renunciar al objetivo -la salud de la dictadura- a nombre de los medios -el acuerdo con los estalinistas-. Pero la crítica mutua, inevitable y fructífera en sí misma, puede tener un carácter diferente según sea más o menos conscientemente preparada de una parte y de otra y según el marco de organización en el cual tiene lugar. En este dominio, cuya importancia no es necesario demostrar, la Oposición de izquierda está dispuesta en todo momento a concluir un acuerdo en el cual no reclamaría para sí misma más que el restablecimiento de su derecho a combatir en las filas comunes.

La lucha por una política determinada del partido no tiene nada en común con la lucha por la toma del aparato con el objetivo de destruirlo y de excluir la fracción que dirigía ayer. Esta no es nuestra política. Por el contrario, deseamos que el partido le ponga fin. Es un asunto infinitamente más importante que las reivindicaciones de algunas camarillas o individuos. Tenemos necesidad de un régimen leal en el partido. La vía más fácil, la más verdadera y la menos difícil para conseguirlo sería un acuerdo interno en el partido. Teniendo en cuenta los inmensos peligros que se acumulan por encima de la Unión Soviética, los bolcheviques-leninistas proponen una vez más a todos los grupos de la fracción dirigente un acuerdo honorable, a la vista del partido y del proletariado internacional.


Sobre la traducción: León Trotsky. Obras. Marzo 1933 - Julio 1933. Publicadas bajo la dirección de Pierre Broué. Introducción y notas de Pierre Broué y Michel Dreyfus. Publicación del Institut Léon Trotsky. Tomo I. París EDI 1978. Études et documentation internationales. Se traducen exclusivamente los documentos de L. Trotsky y las referencias del editor que contribuyen a su identificación.



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