Tareas de la Oposición de izquierda en Gran Bretaña y en la India[1]

Observaciones críticas sobre unas tesis lamentables

 

 

7 de noviembre de 1931

 

 

 

Dos camaradas, Ridley y Chandu Ram, elaboraron una tesis sobre la situación en Inglaterra, la Oposición de Izquierda y sus relaciones con la Comintern[2]. Los autores se consideran partidarios de la Oposición de Izquierda, aunque tienen serias diferencias con ella. En su documento defienden repetidas veces la necesidad de una crítica interna abierta y libre. En consecuencia, haremos uso de esa crítica libre y abierta para referirnos a sus tesis.

1. "Gran Bretaña está en este momento en una fase transicional entre la democracia y el fascismo." Se considera aquí a la democracia y al fascismo como dos abstracciones sin determinantes sociales. Evidentemente los autores quieren decir: el imperialismo británico se dispone a librar a su dictadura de la decadente cobertu­ra parlamentaria y a tomar el rumbo de la violencia abierta y desnuda. En general esto es cierto, pero sólo en general. El actual gobierno no es "antiparlamenta­rio": por el contrario, recibió de "la nación" un apoyo parlamentario sin precedentes. Sólo el alza del movi­miento revolucionario de Inglaterra puede obligar al gobierno a tomar el camino de la violencia desnuda, ex­traparlamentaria. Esto ocurrirá sin dudas; pero en la actualidad no es así. No hay motivos aceptables para poner hoy en primer plano la cuestión del fascismo. Aun desde el punto de vista de una perspectiva distan­te no se sabe en qué medida es correcto hablar de "fascismo" para Inglaterra. En nuestra opinión, los marxistas deben partir de la idea de que el fascismo constituye una forma diferente y específica de la dicta­dura del capital financiero, pero no es en absoluto idén­tico a la dictadura imperialista como tal. Si el "partido" de Mosley y la "Corporación de San Miguel"[3] repre­sentan los comienzos del fascismo, como declaran las tesis, precisamente la debilidad total de ambos grupos demuestra lo absurdo de plantear hoy la inminencia del advenimiento del fascismo.

En esta afirmación no hay nada nuevo. Repite planteamientos aclarados y rechazados hace mucho tiempo. Los autores no consideran a los sindicatos como la orga­nización histórica del proletariado británico, que refle­ja su situación, sino como una creación penetrada desde el día en que nació por el pecado de imperialismo. Pero los sindicatos cuentan con una historia rica y alecciona­dora. Libraron una lucha heroica por el derecho a orga­nizarse. Participaron gloriosamente en el movimiento cartista[4]. Condujeron la lucha por la reducción de la jor­nada laboral, lucha a la que Marx y Engels atribuyeron una gran importancia histórica. Muchos sindicatos se unieron a la Primera Internacional. Parece que la histo­ria no existe para nuestros autores. En todas sus opinio­nes no hay el menor indicio de dialéctica. Se limitan a principios metafísicos  "fascismo", "democracia", "organizaciones imperialistas", oponiendo sus descu­brimientos a los procesos vivos y reales.

Nos enteramos por ellos de que los dirigentes sindi­cales no traicionaron la huelga general de 1926; recono­cerlos como "traidores" implica aceptar que antes eran "revolucionarios". Véase hasta dónde llega su metafísica. Los reformistas no siempre traicionaron a los tra­bajadores. En ciertas épocas y bajo determinadas con­diciones los reformistas llevaron a cabo un trabajo progresivo, aunque insuficiente. La etapa de la decadencia imperialista les hace temblar el piso, por eso, en la me­dida en que se ven obligados a adherirse al movimiento de masas, lo traicionan en determinado momento. Aun así, las masas aceptan su conducción. Los autores opo­nen a esta concepción viva de las masas la teoría del pe­cado original de los sindicatos. Lo notable de esta teoría es que no permite que a un traidor se lo llame traidor.

En el análisis de la situación actual de Inglaterra no debemos ignorar las variantes por las que puede pasar el gobierno conservador: no directamente a la dictadura de la violencia abierta sino, como consecuencia de un brusco vuelco parlamentario hacia la izquierda, a algu­na especie de bloque de Henderson y Lloyd George, un gobierno transitorio de kerenskismo británico. Eviden­temente, Lloyd George cuenta con un inevitable giro a la izquierda de la "opinión pública", y por lo tanto no teme seguir siendo hoy una pequeña minoría[5]. La posi­bilidad de que haya un kerenskismo británico, cuánto tiempo durará, etcétera, depende del desarrollo ulterior de la crisis económica, del ritmo al que se produzca la bancarrota del gobierno "nacional", y fundamental­mente de la rapidez de la radicalización de las masas.

Obviamente, cuando el kerenskismo aparece pone en evidencia su inutilidad, y en consecuencia empuja a la burguesía por el camino de la violencia abierta y des­nuda. En este caso, los trabajadores ingleses tendrán que convencerse de que su monarquía no es meramente una institución inocente y decorativa; el poder del rey se convertirá inevitablemente en el centro de la contra­rrevolución imperialista unificada.

2. Hay un profundo error en el segundo parágrafo dirigido contra la actividad en los sindicatos con el objetivo de llegar a controlarlos, lo que es obligatorio para un marxista y un bolchevique. Según las tesis, desde su origen los sindicatos son "organizaciones imperialis­tas". Solo pueden vivir en la medida en que se benefi­cian de las superganancias del capitalismo británico; ahora, perdida definitivamente su posición privilegia­da, deben desaparecer. No tiene sentido luchar por ga­nar los actuales sindicatos. En el momento adecuado, la dictadura revolucionaria construirá nuevas "organiza­ciones económicas".

Desde 1920 los sindicatos perdieron más del cuaren­ta por ciento de sus afiliados. Por lo tanto, los autores dicen que en el transcurso de los próximos dos años per­derán otro cuarenta por ciento. Cuando este ochenta por ciento de obreros se pase al comunismo, los cama­radas Ridley y Ram podrán decir: el profeta no necesita ir a la montaña porque la montaña fue hacia el profeta. Pero, por lo que sabemos, no sucede así. A Ridley y Ram no los sigue ni una docena de obreros. Los sindica­tos todavía nuclean a millones de trabajadores que en 1926 demostraron que son capaces de llevar adelante una lucha revolucionaria. Debemos buscar a los traba­jadores donde están hoy, no donde pueden estar maña­na, tanto a los que están organizados como a los que no lo están. El problema no son las organizaciones econó­micas que creará la futura dictadura revolucionaria sino el trabajador inglés de hoy; hablar de dictadura del proletariado sin tenerlo en cuenta significa jugar con las palabras.

¿Pueden realmente los trabajadores tomar el cami­no de la insurrección de un salto, sin profundizar en el período previo su lucha contra el capitalismo, sin radi­calizarse, sin radicalizar sus métodos de lucha y sus or­ganizaciones? ¿Cómo puede darse la radicalización de la clase obrera fuera de los sindicatos, sin reflejarse en éstos, sin cambiar sus características, sin provocar el surgimiento de nuevos dirigentes? Sí es cierto que los sindicatos se originaron en base a las superganancias capitalistas de Gran Bretaña -y lo es hasta cierto punto-, la desaparición de las superganancias debe radicalizar los sindicatos; por supuesto, entendiendo la radicalización desde abajo y no desde arriba, en la lu­cha contra los dirigentes y la tradición. Esta lucha tiene más probabilidades de triunfar si los comunistas participan en ella.

Los autores de las tesis van tan lejos que identifican la lucha por ganar los sindicatos con el Comité Anglo-Ruso. ¡Sorprendente argumento! La Oposición de Iz­quierda acusó a Stalin, Tomski y Cía. porque, debido a su amistad política con Citrine[6], Purcell, Cook y demás, los comunistas que militaban en los sindicatos no po­dían desenmascarar a estos traidores. Los camaradas Ridley y Ram hacen un nuevo descubrimiento: unirse con los traidores y desenmascararlos ante las masas... son una y la misma cosa. ¿Podemos tomar en serio ta­les argumentos?

El camarada norteamericano Glotzer[7], al referirse a la necesidad de trabajar en las organizaciones sindi­cales para ganarlas, cita muy correctamente el folleto de Lenin El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Los camaradas Ridley y Ram le responden con cuatro objeciones:

a) Ellos piden argumentos y no citas de autorida­des. Esto es cierto. Pero el folleto de Lenin contiene muchos argumentos que ellos no responden en lo más mínimo.

b) Los autores niegan el dogma católico romano de la infalibilidad. Estamos de acuerdo. Pero les aconsejamos comenzar con la crítica a la infalibilidad de su propio evangelio.

c) "¡Lenin no era dios ni un papa infalible!" Esta es una repetición del argumento anterior. Sin ser un papa, Lenin luchó con éxito contra la metafísica y el sec­tarismo.

d) Lenin escribió en 1920; desde entonces la situa­ción cambió considerablemente. Pero los autores no explican en qué consisten realmente estos cambios, salvo su referencia a la disminución del número de afiliados a los sindicatos, que no es de importancia decisiva.

Vemos que los argumentos de los autores son suma­mente abstractos y puramente formales. La referencia a 1920 entra en contradicción directa con las ideas fun­damentales de las tesis. Si los sindicatos fueron desde su origen, y siguen siéndolo, organizaciones imperialis­tas puras, incapaces de acciones revolucionarias, la re­ferencia a 1920 pierde toda significación. Tendríamos que decir simplemente que la posición de Marx, Engels y Lenin fue errónea desde un principio.

3. El tercer parágrafo está dedicado a la Comintern. Los autores están a favor de la creación de una cuarta internacional y, también aquí, manifiestan la característica fundamental de su razonamiento: metafísica absoluta. Respondemos que Engels, después de Hegel, entendía por metafísica la consideración de los fenóme­nos, hechos, fuerzas y tendencias como sustancias in­mutables, y no como procesos en desarrollo, que ade­más avanzan con contradicciones constantes. Así como para nuestros innovadores el sindicato es una viciosa sustancia imperialista de la cabeza a los pies, en todas las épocas y etapas, la Comintern es una viciosa sustancia burocrática. En su análisis dejan totalmente fuera de consideración los procesos internos de la Comintern, la inevitable contradicción entre la masa de afiliados y el aparato burocrático. Los autores nos preguntan: ¿creemos que la burocracia, por influencia de nuestra crítica, renunciará a defender sus intereses? ¿Y hay que describir esta suposición como materialismo o idea­lismo?, preguntan después Ridley y Ram con ironía inimitable, sin advertir que la sola manera en que plan­tean la cuestión es una metafísica inerte.

La burocracia es muy fuerte, pero por cierto no tan omnipotente como creen Ridley y Ram. En la URSS, las crecientes contradicciones del desarrollo económico plantean con urgencia ante los millones de militantes del partido y de la juventud los problemas programáti­cos y tácticos fundamentales. En la medida en que los burócratas no serán capaces de resolver estas contra­dicciones, los millones de comunistas y jóvenes comunistas se verán obligados a buscar una solución por su cuenta. A estas masas les decimos hoy y les diremos mañana: "La burocracia centrista conquistó el aparato del partido, gracias a determinadas condiciones his­tóricas. Pero ustedes, trabajadores comunistas, no se adhieren al partido por los burócratas sino por su gran pasado revolucionario y su posible futuro revoluciona­rio. Los entendemos muy bien. Los obreros revolucio­narios no saltan ciegamente de organización en organi­zación como muchos estudiantes. Nosotros, bolchevi­ques leninistas, estamos muy dispuestos a colaborar con ustedes, trabajadores comunistas, para regenerar el partido."

Hay millones de obreros que apoyan al Partido Co­munista Alemán. La catastrófica crisis alemana deter­mina que los problemas revolucionarios pasen a ser problemas de vida o muerte. Sobre esta base, no cabe duda de que en el partido se desarrollará una lucha ideológica cada vez más profunda. Si los pocos cente­nares de oposicionistas de izquierda se mantienen al margen, se transformarán en una secta impotente y la­mentable. Pero si participan en las luchas ideológicas internas del partido, del que siguen formando parte a pesar de todas las expulsiones, ganarán una enorme in­fluencia en el núcleo proletario de la organización.

No, la Oposición de Izquierda no tienen ningún mo­tivo para transitar el camino que le señalan Ridley y Ram. Aun sin contar a la URSS, dentro de la Comintern hay decenas de miles de trabajadores que vivieron profundas experiencias, numerosas decepciones, y se ven obligados a buscar respuestas correctas para todos los problemas políticos fundamentales. Tenemos que acer­carnos a estos trabajadores, no darles la espalda. Sería muy triste que los militantes con sentido crítico del Par­tido Comunista británico oficial se imaginen que las opiniones de Ridley y Ram son las de la Oposición de Izquierda.

4. Los autores de estas tesis acusan a la Oposición de Izquierda, especialmente a la Liga norteamericana, de "sobrestimar absurdamente" la importancia del Partido Comunista británico. De ninguna manera sobrestimamos esa importancia. Las últimas elecciones demostraron suficiente, clara y abiertamente la debili­dad del Partido Comunista británico[8]. Pero hoy la Opo­sición de Izquierda es en Gran Bretaña varios cientos de veces más débil que ese débil partido. Ram y Ridley no tienen nada todavía. Sólo los apoyan individuos que no están ligados a la lucha del proletariado. ¿Trataron realmente de hacer una crítica honesta al partido? ¿Cuál es su actividad? ¿Dónde están sus tesis progra­máticas? ¿Discutieron con la base del partido? ¿Trataron de ganarse su apoyo? El partido oficial tuvo setenta mil votantes. ¿Cuentan Ram y Ridley con setecientos, o aun con setenta militantes? Pero a pesar de eso están dispuestos a organizar una cuarta internacional. El pro­letariado tiene que aceptar implícitamente -por ade­lantado- que son capaces de construir una internacio­nal y de dirigirla.

Todo el método con que se plantea el problema es absolutamente incorrecto. A esto tenemos que añadir que si la Oposición de Izquierda albergara esta perni­ciosa idea y decidiera crear hoy una cuarta internacio­nal, los camaradas Ridley y Ram, que tienen diferen­cias con nosotros en todas las cuestiones fundamenta­les, tendrían que construir inmediatamente una quinta internacional.

5. El parágrafo que se refiere a la India también se caracteriza por su carácter extraordinariamente abs­tracto. Es indiscutible que la India sólo podrá lograr su independencia nacional total a través de una revolución verdaderamente grande que lleve al poder al proletariado indio. Sólo es posible imaginar un proceso diferente si la revolución proletaria triunfa en Inglaterra antes que en la India. En ese caso, la liberación nacional de la India precedería -hay que suponer que por un lapso breve- a la dictadura del proletariado, el que nuclearía a su alrededor al campesinado pobre. Pero media un gran trecho entre estas perspectivas, absolutamente correctas, y la afirmación de que la India ya está madu­ra para la dictadura del proletariado, de que los obreros indios han superado sus ilusiones conciliadoras, etcétera. No, ante los comunistas indios se plantea una tarea apenas comenzada. Allí los bolcheviques le­ninistas deben realizar un trabajo inmenso, tenaz, coti­diano y difícil. Hay que penetrar en todas las organiza­ciones de la clase obrera; es preciso educar a los primeros cuadros comunistas obreros y participar de la "pro­saica" vida cotidiana de los obreros y de sus organiza­ciones; hay que estudiar las relaciones existentes entre las ciudades y los distritos rurales.

Naturalmente, para cumplir esa tarea hace falta contar con tesis programáticas y tácticas. Pero sería incorrecto comenzar con la convocatoria a una conferen­cia internacional sobre la cuestión de la India, como proponen nuestros autores. Con una conferencia insu­ficientemente preparada no se logrará nada. Si los oposicionistas de izquierda hindúes se dedican a seleccio­nar material reciente y elaborarlo, o por lo menos a traducirlo a alguna lengua europea (huelgas, manifes­taciones, núcleos del movimiento campesino, los partidos y los grupos políticos de las distintas clases, la ac­tividad de la Comintern, sus manifiestos y consignas), con esta importante tarea facilitarán en gran medida la posibilidad de una elaboración colectiva del programa y la táctica para la vanguardia proletaria de la India.

Hay que comenzar por la construcción de un núcleo serio de la Oposición de Izquierda con camaradas indios que realmente apoyan las posiciones bolcheviques leninistas.



[1] Tareas de la Oposición de Izquierda en Gran Bretaña y en la India. The Militant, 12 de diciembre de 1931. El segundo gobierno laborista británico, encabezado por Ramsay Macdonald, fue derrocado en agosto de 1931, en una crisis iniciada por los intentos del gobierno para "equilibrar el presupuesto" a costa de los trabajadores y de los desocupados. Macdonald rompió con el Partido Laborista y, conjuntamente con los tories y un ala de los liberales, estableció un gabinete de coalición "nacional". Desde ese momento hasta que se celebraron nuevas elecciones parlamentarias en octubre, se plantearon muchas teorías acerca del futuro de Gran Bretaña.

[2] F.A. Ridley (n. 1897) y Chandu Ram (n. 1932): trataban de formar un grupo de la Oposición de Izquierda con los adherentes británicos e indios. En ese momento, habiéndose separado del Partido Laborista Independiente a causa del apoyo que éste le había dado a Macdonald, Ridley era un socialista independiente: más adelante volvió a la Oposición de Izquierda Internacional y trabajó en su Comité Ejecutivo durante una década. Chandu Ram era el seudónimo de un estudiante de derecho indio y miembro de la rama londi­nense del Congreso Nacional Indio. No se ha podido localizar una copia del borrador de sus tesis, pero las opiniones de Ridley fueron publicadas también en The Militant del 31 de octubre de 1931; allí escribió que el gobierno "nacional" representaba la primera etapa del fascismo británico, que sólo necesitaba tiempo para cristalizar completamente.

[3] Oswald Mosley (n. 1896): se inició en la política británica como tory. Se pasó al bando laborista en 1924, y en 1929 desempeñó el cargo de ministro en el gobierno de Macdonald. En 1930 renunció y en la primavera de 1931 formó el "Nuevo Partido". En 1932 lo transformó en la Unión Fascista Británica. La Corporación de San Miguel: movimiento de la derecha londi­nense, de corta duración, que se separó al poco tiempo de crear Mosley su grupo abiertamente fascista.

[4] El movimiento cartista: se desarrolló en 1838 y siguió funcionando hasta los principios de la década de 1850, luchaba por la democracia política y la igualdad social y logró proporciones cuasi revolucionarias. Se nucleó en torno a la "Carta del Pueblo", un programa elaborado por la Asociación de Trabajadores de Londres.

[5] Acabo de recibir la "carta de dimisión" de Lloyd George dirigida a su partido parlamentario* que confirma totalmente esta suposición. (Nota de León Trotsky)

* Lloyd George estuvo en total desacuerdo con las tendencias del Partido Liberal que apoyaron el gobierno de coalición nacional, política que consideró "un error calamitoso". Después de las elecciones parlamentarias recibió una invitación para asistir a una reunión de miembros liberales del parla­mento: en respuesta envió su carta de dimisión del 3 de noviembre, en la que se negaba, por motivos políticos, a asistir o aceptar cualquier puesto en el grupo liberal.

[6] Walter Citrine (n. 1887): secretario general del Congreso Sindical Britá­nico (1926-1946). En 1946, por los servicios prestados al capitalismo británico, fue elevado al rango de caballero y recibió el título de baronet.

[7] Albert Glotzer (n. 1905): uno de los dirigentes de la Oposición de Izquierda en Estados Unidos, íntimamente ligado a Shachtman. En 1940 se separó con él del SWP. Cinco semanas en Kadikoy, publicado en The Militant del 2 de enero de 1932, es un informe de su visita a Trotsky a fines de 1931.

[8] Sobra repetir que las elecciones no son la única medida de la influencia de un grupo, ni la más precisa. Un verdadero partido revolucionario siempre demuestra más fuerza en la lucha que en las elecciones parlamentarias. No obstante, las estadísticas electorales son un índice muy valioso de la fuerza o la debilidad de los partidos políticos. Sólo los anarquistas pueden dejar de tenerlas en cuenta. (Nota de León Trotsky)