La burocracia de Stalin en dificultades[1]

 

 

16 de junio de 1932

 

 

 

Nos acercamos a un vuelco, a gran escala, en el desarrollo de la Comintern y en consecuencia también en el de la Oposición de Izquierda. Una vez más, los grandes acontecimientos revelan que al final se paga muy caro el hecho de imponer por la fuerza una política falsa a la vanguardia proletaria. Literalmente hablando, no hay un solo problema que no descubra, con devastadora claridad, la insuficiencia de la “línea general”. Cuando están en juego grandes intereses, los acreedores aparecen por todas partes y actúan tanto más implacablemente cuanto más se haya postergado la rendición de cuentas.

El peligro de guerra en Oriente es una consecuencia directa e inmediata de la ruinosa política de Stalin respecto de la revolución china. Los militaristas de Japón amenazan a la Unión Soviética porque Stalin ayudó a su aliado Chiang Kai-shek a estrangular la revolución. Después de eso los stalinistas proclamaron la idea de que se podía construir una China soviética en base a la guerrilla campesina, sin acompañarla con la insurrección revolucionaria en las ciudades. Este periodo de aventurerismo debilitó aun más al proletariado chino. Los políticos del “tercer periodo”[2] son responsables por la actual debilidad de la China revolucionaria.

Los últimos dos o tres años, la Oposición advirtió incansablemente que el ritmo galopante de industrialización en la URSS amenazaba con provocar la ruptura con la aldea, que la colectivización “absoluta”, sin una preparación técnica y cultural previa, podía provocar una crisis en la provisión de materias primas. Ahora el pronóstico se convirtió en un hecho. También en este terreno la burocracia stalinista está cercada por complejas dificultades. Presionada por la necesidad, está efectuando un viraje económico de excepcional importancia histórica. Pero desorienta y desarma a la clase obrera de la Unión Soviética, en parte porque ella misma no comprende qué está haciendo y en parte porque engaña conscientemente al partido para preservar su prestigio.

¿Acaso no había condiciones para garantizar a la clase obrera alemana la hegemonía revolucionaria de la nación y al Partido Comunista la hegemonía revolucionaria de la clase obrera? Pero la burocracia stalinista contribuyó a condenar al Partido Comunista a la pasividad fraudulenta y a la impotencia degradante. Desde 1914 la política de la socialdemocracia alemana favoreció incesantemente los intereses del fascismo. A partir de 1923, la política del Partido Comunista Alemán ha trabajado incesantemente por los intereses de la socialdemocracia. Ignorando nuestras advertencias y las lecciones de las trágicas experiencias vividas, la burocracia stalinista arrastra ahora a la clase obrera alemana directamente al abismo.

La crisis sin precedentes del capitalismo desembocó en un colapso social total; los capitalistas lloran su muerte inminente. Pero en todos los países el comunismo oficial sufre derrota tras derrota. ¿Por qué? Se nos responde: “La línea general es correcta, pero los que la aplican son inútiles.” ¡Como silos que la aplican hubieran caído del cielo! ¡Como si la línea general no implicara precisamente formar gente a su imagen y semejanza! ¡Como si los dirigentes no fueran responsables de aquellos a quienes eligen! Esta insensata y deshonesta teoría de la infalibilidad de la dirección dispersa las filas comunistas, provocando la aversión de unos y destruyendo la voluntad de otros.

Estamos frente al reconocimiento de los errores y crímenes acumulados por los epígonos. La burocracia centrista, condenada por la historia, redobla sus esfuerzos en la aplicación de sus métodos. Cercada por sus enemigos de clase y su propia traición, duplica y triplica los golpes contra la Oposición de Izquierda.

Aparentemente, ya se intentó todo: la calumnia, el exilio, la cárcel, el pelotón de fusilamiento. Pero no. Con las heces del odio y la perfidia se preparan nuevos platos en la cocina stalinista. Recientemente, Pravda reprodujo facsímiles fotográficos de artículos de los fascistas polacos haciendo aparecer estas falsificaciones como la más sagrada de las verdades. Luego Izvestia publicó alegremente las canalladas de un pasquín fascista alemán sobre una conspiración de la Oposición de Izquierda con la socialdemocracia. Pero ahí no termina la cosa. Siguiendo las instrucciones del buró stalinista, un tal Buechner[3] está escribiendo un libro en alemán en el que intenta ligar a la Oposición de Izquierda con la policía. Se supera en estupidez y vileza todo lo que escribieron y dijeron en 1917 los mencheviques, los social-revolucionarios y los kadetes.[4]

En su campaña por demostrar la depravación interna del bolchevismo, los mencheviques trataban por lo menos de relacionarla con ciertos hechos: insistían con Malinovski, agente policial infiltrado en el Comité Central [bolchevique] que había sido electo para la Duma con ayuda de la policía,[5] Decían que los agentes secretos de la policía impulsaban la orientación hacia la ruptura entre bolcheviques y mencheviques. Y además, agregaban que Ludendorff era el “patrón” de Lenin, porque había arreglado el regreso de Lenin a Rusia en un tren sellado.[6] Los bolcheviques respondían con desprecio a estos canallas que pretendían convertir los complots policiales contra el más revolucionario de los partidos en un arma polémica contra este mismo partido. Hoy Stalin repite la táctica de Miliukov, Kerenski, Seretelli[7] y Dan, con la única diferencia de que, como no tiene hechos a los que aferrarse, los fabrica. El turbio personaje que firma Buechner dice que la policía política de Varsovia está por publicar la autobiografía de Trotsky. Y se difunde esta calumnia en todos los idiomas; así educan a la juventud comunista.

Un fascista húngaro “dedica” su libro a Trotsky y le expresa irónicamente “las gracias”, disfrazando de ingenio su odio. ¿Qué conclusiones se pueden sacar de este episodio? ¿Acaso los revolucionarios no aplicaban el mismo método, aunque con mayor éxito, contra sus enemigos de clase? ¿No agradeció Lenin públicamente al Times inglés por algunos de sus artículos, que él utilizó a su manera? Pero en Pravda no faltó el canalla que habló del acuerdo entre Trotsky y los fascistas.

En un artículo expresé la opinión de que el imperialismo japonés difícilmente se atrevería a atacar abiertamente a la Unión Soviética antes de establecerse en Manchuria. En relación con esto, el periódico central del Partido Comunista (!!!) norteamericano escribe que Trotsky favorece los intereses de Japón. Decir que es simple estupidez sería demasiado superficial; después de todo, la estupidez tiene sus límites. Aquí se trata de un corrupto funcionario que no se detendrá ante nada para ganarse su salario. La intención de mi artículo era demostrar que la lucha con el Ejército Rojo es un hueso demasiado duro de roer para el militarismo japonés. El estado mayor general de Tokio tiene sus razones para creer que soy capaz de evaluar la fuerza del Ejército Rojo mucho mejor que los perros de Nueva York que tienen la orden de morderme las piernas. Por supuesto, es evidente que los grandes problemas mundiales no se resuelven con artículos aislados. Pero si se toma en cuenta la influencia de los artículos, mi caracterización del Ejército Rojo y de las perspectivas de una guerra soviético-japonesa sólo podría servir a los elementos de Japón que desean impedir el conflicto. ¿Es posible que se responda ladrando y aullando argumentos?

Estos señores presentan a Rakovski como un enemigo de la Unión Soviética. El campeón que pretenden para la Unión Soviética es Barbusse, quien a su vez quiere inclinarse ante Vandervelde. Sombrero en mano, la burocracia stalinista ahora les pide limosna a los pacifistas pequeñoburgueses. Y mientras tanto, combatientes aguerridos como Sosnovski, héroes de la Guerra Civil como Muralov[8] y Gruenstein, cientos y miles de bolcheviques leninistas están exiliados y confinados, atados de pies y manos.

A la vez que nos entregan a la policía burguesa, los stalinistas proclaman nuestro frente único con la contrarrevolución burguesa. Pero ante los ojos de la clase obrera los gobiernos capitalistas de todo el mundo están ayudando a Stalin a rodear a la Oposición con un círculo de hierro. Por más que mientan los agentes de Stalin, este solo hecho revela cuál es el verdadero agrupamiento de las fuerzas.

Nos quieren relacionar con los militares japoneses y la policía polaca. Hace mucho Kerenski intentó ligar a los bolcheviques con el estado mayor alemán y la policía zarista. Cuanto más se le movía el piso, más desenfrenado se ponía.

Hoy tiene sus émulos. ¿Y quiénes son? Son los que fusilaron a los Blumkins y pusieron donde están a los Agabekovs. Grabamos en las mentes de ustedes el nombre de Agabekov, y nunca podrán borrarlo.

¿Qué quiere Stalin? Quiere utilizar el peligro de guerra para una nueva aniquilación, en lo posible física, de los bolcheviques leninistas. Las cartas que nos llegaron recientemente de la Unión Soviética nos informan que la Oposición de Izquierda está reclutando un segundo contingente en todo el país. En los centros industriales, en las fábricas, los talleres y las minas surgió una nueva generación de bolcheviques leninistas. Las ideas creadoras no mueren; los acontecimientos políticos enseñan. La Oposición de Izquierda demostró que es indoblegable.

Stalin, por el contrario, se comprometió en todos los problemas. Durante la Decimoséptima Conferencia vergonzosamente se calló la boca. ¡Ni una palabra sobre las dificultades de la economía soviética! ¡Ni una palabra sobre la situación de Alemania! “El jefe”, que en los momentos cruciales reconoce que es mejor quedarse quieto, está en bancarrota política. Nos escriben de Moscú que los funcionarios de los círculos más cercanos a Stalin murmuran irónicamente: “¿No sería mejor pedirle instrucciones a Rakovski o a Trotsky?” De esta impotencia burocrática nació la última campaña internacional contra la Oposición de Izquierda.

Los bolcheviques leninistas no trabajaron en vano. Los documentos y escritos fundamentales de la Oposición de Izquierda se difundieron por todo el mundo, con excepción de las zonas más aisladas. En decenas de países hay cuadros Oposicionistas convencidos hasta lo más profundo de su ser de la corrección de su línea y de su derecho histórico al triunfo. ¡Una gran conquista, imposible de erradicar!

Incapaz de responder a nuestras críticas, atrapada en sus propias contradicciones, condenada por los acontecimientos, obligada a guardar silencio sobre los problemas políticos fundamentales, la camarilla stalinista realiza un intento final de aislarnos apelando a una ficción criminológico-político cuya ineficacia de ninguna manera atempera su vileza.

Con su persecución, los stalinistas quisieran empujarnos a adoptar la vía de un segundo partido y una cuarta internacional. Comprenden que un error fatal de este tipo por parte de la Oposición retrasaría en años su desarrollo o anularía por completo todos sus éxitos. Oponerse como enemigos a los partidos comunistas significaría cumplir el programa de la burocracia centrista. ¡No, ése no es nuestro camino! Las intrigas de Stalin, sus Buechners y sus Agabekovs, descubiertos o encubiertos, no nos obligarán a cambiar de orientación. Nos apoyamos en los cuatro Primeros congresos de la Comintern y en las ideas y tradiciones del bolchevismo. Nosotros, y sólo nosotros, aplicamos las enseñanzas de la Revolución de Octubre a todas las tareas del Proletariado mundial. La bandera de la Tercera Internacional es nuestra. Tenemos pleno derecho a su herencia histórica.

La política proletaria no sabe de la desesperación ni de la venganza. Su guía es la eficacia revolucionaria. Hoy, igual que el día en que por primera vez elevamos la voz para advertir contra la burocracia de los epígonos, estamos dispuestos, todos nosotros a ponernos a disposición de la Comintern y del estado soviético para cumplir las tareas más comunes, las más onerosas y las más peligrosas. Nos comprometemos a cumplir lealmente con la disciplina en la acción. Ponemos una sola condición: dentro de los marcos de la Comintern se nos debe garantizar el derecho a defender nuestras ideas, es decir, las ideas del marxismo, en conformidad con los principios más elementales de la democracia partidaria.

Sabemos que los stalinistas no aceptarán nuestra propuesta; son incapaces de hacerlo. Para estar de acuerdo sería indispensable que no nos temieran. Pero es precisamente el temor a la Oposición de Izquierda lo que motiva las importantes actividades del aparato totalmente comprometido.

No buscamos la amistad de la burocracia sino la colaboración en la lucha con la vanguardia proletaria. En respuesta a las provocaciones e intrigas abyectas de los stalinistas, los bolcheviques leninistas nos acercaremos más todavía a las bases comunistas. Ahora, igual que antes, nuestros militantes no se limitarán a denunciar los errores y crímenes políticos de los dirigentes. Hombro a hombro con los militantes del partido, combatirán por la bandera del comunismo en las huelgas, en las demostraciones callejeras, en las campañas electorales y en las batallas más decisivas cuando llegue el momento.

Stalin puede acabar con muchos bolcheviques, pero nunca estrangulará al bolchevismo. La victoria de éste está garantizada por la historia.



[1] La burocracia de Stalin en dificultades. The Militant, 9 de julio de 1932.

[2] El tercer período, según el esquema proclamado por los stalinistas en 1928, era la etapa final al del capitalismo. La táctica de la Comintern durante los seis años siguientes estuvo marcada por el ultraizquierdismo, el aventurerismo, los sectarios sindicatos “rojos” y la oposición al frente único. En 1934 se descartó oficialmente la teoría y la practica del tercer período y se les remplazó por las del frente popular (1935-1939), pero este período no fue numerado. El “primer período” abarcaba de 1917 a 1924 (crisis capitalista e insurrección revolucionaria) el “segundo período” de 1925 a 1928 (estabilización capitalista).

[3] Johannes Buechner: autor de un folleto titulado El agente provocador en el movimiento obrero; se lo tradujo y distribuyó en Estados Unidos, sin fecha ni información sobre el autor. El siguiente es un extracto del folleto: “A menudo, los grupos que se separaron del Partido Comunista son los que proporcionan a la policía un contingente determinado de informantes y agents provocateurs, que tienen como objetivo la desintegración política del Partido Comunista [...] Es significativo que la autobiografía de Trotsky Mi vida, haya sido publicada en polaco por la policía política de Varsovia, en un intento de minar la moral del movimiento comunista. los órganos de prensa de los renegados de ‘derecha’ y de ‘izquierda’ -Contre le Courant, Die Rote Fahne y similares- se caracterizan en todas partes no sólo por sus calumnia contra los comunistas sino también por sus denuncias directas o indirectas. La policía de todos los países se mueve alrededor de los grupos de renegados como los gusanos en un cadáver.”

[4] El Partido Social Revolucionario (SR) pronto se convirtió en la expresión política de todas las corrientes populistas existentes en Rusia y era el que más influencia tenía en el campesinado antes de la Revolución de Octubre. Su ala derecha estaba dirigida por Kerenski, los kadetes (Partido Democrático Constitucional, partido liberal-burgués), que planteaban la monarquía constitucional para Rusia, eran representantes de los terratenientes progresistas, la burguesía y la intelectualidad. Su dirigente era Miliukov.

[5] Roman Malinovski (1878-1918): agente policial zarista que actuó durante años en el Partido Bolchevique e incluso fue electo para el primer Comité Central independiente después de la ruptura definitiva entre mencheviques y bolcheviques, ocurrida en 1912. Ese mismo año logró ser designado candidato a la Duma por los bolcheviques con la colaboración de la policía, que arrestó a los que se le oponían. En 1914, cuando abandonó sorpresivamente su cargo en la Duma, fue expulsado del partido. Aunque se sospechaba de él, sólo se probó su conexión con la policía después de la Revolución de Octubre, cuando se abrieron los archivos policiales. Fue juzgado y ejecutado.

[6] Erich Ludendorff (1865-1937): general alemán, jefe del estado mayor del ejército durante la Primera Guerra Mundial, negoció con Lenin permitiéndole volver a su país a través de Alemania, que entonces estaba en guerra con Rusia. En el tren sellado viajaron en marzo de 1917 Lenin y otros emigrados rusos de vuelta a Rusia, desde Suiza, pasando por Alemania. Los emigrados habían tratado antes de hacer otros acuerdos, pero cuando sus esfuerzos resultaron inútiles negociaron la. condiciones para pasar por Alemania. En julio de 1917, este hecho, junto con la acusación de que recibían oro alemán, fue utilizado en una campaña de calumnias y represión contra el Partido Bolchevique, y posteriormente los contrarrevolucionarios lo señalaban como evidencia de la colaboración de los bolcheviques con el reaccionario régimen de Alemania.

[7] Irakli Seretelli (1882-1959): dirigente menchevique que apoyó la guerra y ejerció cargos ministeriales en el Gobierno Provisional burgués (marzo-agosto de 1917).

[8] Lev Sosnovski (1886-1937): destacado periodista soviético, fue, como Rakovski, uno de los primeros partidarios de la Oposición de Izquierda y uno de los últimos en capitular; lo mataron sin juicio ni confesión. Nikolai Muralov (1877-1937): viejo bolchevique, fue comandante en la Guerra Civil. Exiliado en1927, fue posteriormente víctima del segundo Juicio de Moscú.