Entrevista concedida a Madame Titayna[1]

 

 

11 de febrero de 1937

 

 

 

1. Creo que el público francés tiene la suficiente inteligencia como para percibir el disparate de las acusaciones de Moscú. El objetivo político de los procesos es mostrar a los trotskistas como aliados secretos del fascismo contra la democracia. Para demostrarlo recurren a la técnica psicológica del fascismo: un chorro incesante, monolítico y masivo de mentiras. Creo que los siguientes hechos no carecerán de interés para el público francés.

El 13 de diciembre de 1931, Stalin hizo la siguiente declaración en una conversación con el escritor alemán Emil Ludwig:[2] “Si hablamos de nuestra simpatía hacia alguna nación, nos referimos, naturalmente, a los alemanes.” Luego: “No hay nada en la política de la URSS que permita afirmar que reconocemos el sistema de Versalles.”[3] “Jamás fuimos ni seremos los fiadores de Polonia.” “Nuestras relaciones amistosas con Alemania seguirán siendo iguales.” Para enfatizar sus palabras, Stalin agregó lo siguiente. “Existen políticos que prometen o declaran algo un día, y al día   siguiente olvidan o niegan lo que dijeron sin la menor vergüenza. Nosotros no podemos hacer lo mismo”   (todas las citas provienen de la publicación oficial soviética Lenin i Stalin  o sovetskoi konstitutsii  [Lenin y Stalin acerca de la constitución soviética, pp. 146-47].

Todos saben que los dos participantes de la conversación modificaron posteriormente sus puntos de vista: el alemán Emil Ludwig es hoy un ciudadano suizo; Stalin se ha olvidado de su “simpatía” por los alemanes y de su hostilidad hacia el sistema de Versalles y está totalmente dispuesto a respaldar a Polonia. Dejemos de lado el problema de los políticos que sienten vergüenza y los que no la sienten. Sin embargo, debo recordarle que hasta fines de 1933 la prensa moscovita y su sombra, la prensa de la Comintern, me llamaba exclusivamente “Mister Trotsky” y me calificaba de agente británico o norteamericano.

Poseo citas suficientes como para llenar un libro.   Bastará que usted busque, en el Pravda del 8 de marzo de 1929 (lo tengo en mis manos), una página dedicada a  demostrar que yo era un defensor del imperialismo británico (en esa época no hablaban de la “democracia   británica”) y, sobre todo, a demostrar mi solidaridad   con Winston Churchill, e inclusive con su secretario Boothby... con el fin de salvaguardar la paz de Versalles.[4] El artículo termina con las siguientes palabras: “Es evidente que la burguesía le ha pagado decenas de miles de dólares a cambio de esto”.

El mismo Pravda, en su edición del 2 de julio de 1931, me acusa, con base en un documento falsificado, de aliado de Pilsudski y, digamos, “fiador” extraoficial de Polonia. Pero existe un hecho aún más  notable: gracias a la autorización del entonces presidente del  Consejo, Daladier, llegué a Francia el 24 de  julio de 1933. Le ruego que se tome la molestia de  hojear las ediciones de L'Humanité de aquella época.  ¡No perderá usted su tiempo! Según L'Humanité, soy  nada menos que agente del imperialismo francés y,  particularmente, agente del  radicalfascista Daladier y  del socialfascista León Blum, para la preparación de la  intervención armada de la URSS. ¡Esto parece ilógico  ahora! Pero ya sabemos gracias a Stalin que en este  mundo existen políticos que se olvidan de lo que dijeron el día anterior y, además,...ni siquiera se avergüenzan  de ello.

Por eso, las acusaciones en contra mía y de mis correligionarios no son ni fueron otra cosa que reflejos  contradictorios de los virajes políticos y diplomáticos  de Moscú. Ahora que Stalin busca una alianza con Francia, yo me trasformo inmediatamente en agente  de Alemania y Japón. Yo no tuve la menor participación en estos cambios de rumbo político. Pero siempre los  anticipé y los predije en la prensa.

Los procesos de Moscú constituyen la escenificación dramática de los artículos de Pravda y de la prensa  de la Comintern. Para obligar a la gente a creer en  estos disparates, Stalin fusila a decenas de personas  inocentes, después de degradarlos hasta los últimos  límites mediante los métodos de la Inquisición.

Podría agregar que arrestaron a mi hijo Serguei, joven ingeniero soviético, acusándolo de preparar...  el exterminio masivo de obreros. Esta acusación echa  una luz trágica y a la vez reveladora sobre los procesos de Moscú y sobre la justicia de Stalin.

2. Encontrará una respuesta detallada a su segunda  pregunta en mi libro La revolución traicionada (publicado en francés por Grasset). Tengo entendido que la opinión pública francesa le ha dispensado una acogida  favorable.

3. El pacto franco-ruso: ¿es “favorable” o “desfavorable” para el pueblo francés?[5] Considero que  no es favorable ni desfavorable, sino simplemente  inevitable. Permítaseme agregar al pasar que, durante  mi estadía en Francia, escribí una serie de artículos  para L'Intransigeant, L'Oeuvre y Les Annales, donde desarrollé la tesis de que Alemania y Japón constituyen  una amenaza creciente para la paz, y que Francia y la  Unión Soviética debían buscar un acuerdo. Como ve,  oculté mi alianza con Hitler y el Mikado con todo cuidado.

4. La causa de la guerra no radica en el conflicto  entre la “democracia” y el “fascismo”, sino en factores sociales más profundos. Cuando estalle la guerra, es posible que Italia se encuentro en el mismo bando que Francia. Lo propio puede ocurrir con Polonia. La Unión Soviética actual no tiene nada que ver con la  democracia, ni burguesa, ni proletaria. Son los intereses económicos, no las banderas políticas, las que  determinan las alianzas internacionales. ¿Creo yo que  Europa se encamina a la guerra? Sí, eso creo.  Sólo la  movilización del pueblo salvará al pueblo y a la civilización.

5. He estado en Francia en distintas épocas de mi  vida, y fuera de Francia sigo leyendo la literatura francesa. En este terreno Francia ejerce una hegemonía  indudable. Durante mi arresto en Noruega, mi esposa  y yo leímos a Jules Romains, un artista inigualado, y  a otros escritores franceses. La notable obra Retour de  l'URSS  [Retorno de la URSS], de André Gide, me proporcionó una gran satisfacción moral.[6]

6. ¿La evolución de la política francesa? Publiqué  en París una colección de artículos sobre el tema bajo  el título de Où va la France? [¿Adónde va Francia?].[7] Reafirmo plenamente todo lo que dije allí. No fui partidario de León Blum en la época en que los stalinistas  lo tachaban de “socialfascista”, ni lo soy ahora, cuando  los stalinistas, fieles a su característica, se han convertido en partidarios de Blum.

7. ¿Cuántos partidarios tengo en el mundo? Me  resulta difícil darle una cifra exacta, tanto más cuanto  que la clase obrera atraviesa un período de cambios continuos, y además existen partidarios a medias, a  cuartas, etcétera, etcétera. Creo que en este momento serán algunas decenas de miles. Es indudable que los  procesos significarán un golpe de muerte para la  Comintern y provocarán el crecimiento de la tendencia  marxista en el movimiento obrero. Yo me ubico bajo la  bandera de esa tendencia.

8. ¿Mis planes? Cuando llegué a México tenía la  esperanza de que los calumniadores y falsarios me  dejaran en paz. Esta esperanza no se materializó. En  lugar de dedicarme a mi trabajo científico y literario,  especialmente a mi biografía de Lenin, me veo obligado  a desenmascarar las falsificaciones de Moscú. Publicaré en breve un libro sobre los dos juicios y mi arresto en  Noruega con mi esposa. Espero poder volver a mi libro sobre Lenin. Al mismo tiempo, deseo estudiar español,  así como la historia y la economía de México. Pensamos  permanecer en este magnífico país durante todo el  tiempo que el pueblo mexicano desee brindarnos su  hospitalidad.



[1] Entrevista concedida a Madame Titayna. Quatrième Internationale, marzo-abril de 1937. Traducido del francés [al inglés] para esta obra por Russel Block. Quatriéme Internationale, revista teórica de la sección francesa del movimiento pro Cuarta Internacional.

[2] Emil Ludwig (1881-1948): periodista alemán, escribió biografías de estadistas contemporáneos y personalidades históricas.

[3] Sistema de Versalles: basado en el tratado del mismo nombre, impuesto por los vencedores de la Primera Guerra Mundial, exigía el pago de fuertes indemnizaciones de guerra por parte de los vencidos.

[4] Winston Churchill (1874-1965): Dirigente conservador inglés, fue canciller del tesoro en 1929 y luego primer ministro en 1940-45 y 1951-55.

[5] En mayo de 1935 Stalin firmó un pacto de no agresión con el ministro francés de Relaciones Exteriores, Laval.

[6] Jules Romains (1886-1972): novelista, poeta y dramaturgo francés,  firmó un manifiesto exigiendo la investigación de los Juicios de Moscú. André Gide (1869-1951), novelista, crítico literario y ensayista francés,  fue compañero de ruta de los stalinistas a principios de la década del treinta, pero rompió con ellos a fines de 1936. Su libro Retour de l’URSS  (Retorno de la URSS), escrito después del proceso de Moscú, criticaba  el régimen de Stalin.

[7] Véase ¿Adónde va Francia?, Buenos Aires: Editorial Pluma, 1974.