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SECCION QUINTA

LA PRODUCCION DEL PLUSVALOR ABSOLUTO Y DEL RELATIVO

CAPITULO XIV

PLUSVALOR ABSOLUTO Y RELATIVO

En un principio examinamos el proceso de trabajo (véase el capítulo quinto) de manera abstracta, independientemente de sus formas históricas, como un proceso entre el hombre y la naturaleza [a].

En tanto que el proceso de trabajo es puramente individual, el mismo trabajador reúne todas las funciones que más tarde se escinden. Al apropiarse individualmente, para satisfacer sus finalidades vitales, de objetos que encuentra en la naturaleza, se controla a sí mismo. Más tarde, él estará sujeto a control. El individuo no puede operar sobre la naturaleza sin poner en acción sus propios músculos, bajo el control de su propio cerebro. Así como en el sistema natural la cabeza y la mano forman un conjunto, el proceso laboral unifica el trabajo de la mente y el de la mano. Más tarde uno y otro se separan, hasta conformar una antítesis radical. El producto, antes fruto directo del productor individual, se transforma en general [b] en el producto colectivo [c] de un personal combinado de trabajo, cuyos miembros están más cerca o más lejos del manejo del objeto de trabajo. Al ampliarse el carácter cooperativo del proceso laboral mismo, se amplía necesariamente, por consiguiente, el concepto de trabajo productivo y de su portador, el obrero productivo. Por otra parte, en cambio, ese concepto se vuelve más restringido [d] "Pero, por otra parte, el concepto de trabajo productivo se vuelve más restringido.". La producción capitalista no sólo es producción de mercancía; es, en esencia, producción de plusvalor. El obrero no produce para sí, sino para el capital. Por tanto, ya no basta con que produzca en general. Tiene que producir plusvalor. Sólo es productivo el trabajador que produce plusvalor para el capitalista o que sirve para la autovalorización del capital. Si se nos permite ofrecer un ejemplo al margen de la esfera de la producción material, digamos que un maestro de escuela, por ejemplo, es un trabajador productivo cuando, además de cultivar las cabezas infantiles, se mata trabajando para enriquecer al empresario. Que este último haya invertido su capital en una fábrica de enseñanza en vez de hacerlo en una fábrica de embutidos, no altera en nada la relación. El concepto de trabajador productivo, por ende, en modo alguno implica meramente una relación entre actividad y efecto útil, entre trabajador y producto del trabajo, sino además una relación de producción específicamente social [e], que pone en el trabajador la impronta de medio directo de valorización del capital. De ahí que ser trabajador productivo no constituya ninguna dicha, sino una maldición. En el libro cuarto de esta obra, dedicado a la historia de la teoría, se expondrá más en detalle cómo la economía política clásica consideró [617] siempre que la producción de plusvalor era la característica distintiva del trabajador productivo. Al cambiar su concepción respecto a la naturaleza del plusvalor, cambia también, por consiguiente, su definición de trabajador productivo.

En un primer momento, la producción de plusvalor absoluto y la producción de plusvalor relativo se nos presentaban como dos tipos de producción diferentes, pertenecientes a diferentes épocas de desarrollo del capital. La producción de plusvalor absoluto trae aparejado que las condiciones de trabajo, propias de cosas, se transformen en capital y los trabajadores en obreros asalariados; que los productos sean producidos en cuanto mercancías, esto es, producidos para la venta; que el proceso de producción sea al propio tiempo proceso en que el capital consume la fuerza de trabajo, y por tanto esté sometido al control directo de los capitalistas; finalmente, que se prolongue el proceso de trabajo, y por tanto la jornada laboral, más allá del punto en que el obrero sólo ha producido un equivalente por el valor de su fuerza de trabajo. Una vez supuestas las condiciones generales de la producción de mercancías, la producción del plusvalor absoluto consiste simplemente, por un lado, en la prolongación de la jornada laboral más allá de los límites del tiempo de trabajo necesario para la subsistencia del propio obrero, y por otro en la apropiación del plustrabajo por el capital. Este proceso puede ocurrir, y ocurre, sobre la base de modos de explotación que se conservan históricamente sin la intervención del capital. No se opera entonces más que una metamorfosis formal, o, en otras palabras, el modo capitalista de explotación sólo se distingue de los precedentes, comoel sistema esclavista, etc., por el hecho de que en éstos se arranca el plustrabajo por medio de la coerción directa, y en aquél mediante la venta "voluntaria" de la fuerza de trabajo. Por eso, la producción del plusvalor absoluto únicamentc presupone la subsunción formal del trabajo en el capital.

La producción del plusvalor relativo presupone la producción del plusvalor absoluto, y por ende también la forma general adecuada de la producción capitalista. Su finalidad es el acrecentamiento del plusvalor por medio de la reducción del tiempo de trabajo necesario, Independientemente de los límites de la jornada laboral. El objetivo se alcanza mediante el desarrollo de las fuerzas [618] productivas del trabajo. Ello trae aparejada, empero, una revolución del proceso laboral mismo. Ya no alcanza con prolongarlo: es necesario darle una nueva configuración [f] "Prolongación de la jornada laboral más allá del punto en que el obrero sólo ha producido un equivalente por el valor de su fuerza de trabajo y apropiación de ese plustrabajo por el capital; en esto consiste la producción del plusvalor absoluto. Constituye la misma el fundamento general del sistema capitalista y el punto de partida para la producción del plusvalor relativo. En esta última, la jornada laboral se divide de antemano en dos fracciones: trabajo necesario y plustrabajo. Con vistas a prolongar el plustrabajo, el trabajo necesario se abrevia mediante diversos métodos, gracias a los cuales se produce en menos tiempo el equivalente del salario. La producción del plusvalor absoluto gira únicamente en torno a la extensión de la jornada laboral; la producción del plusvalor relativo revoluciona cabal y radicalmente los procesos técnicos del trabajo y los agrupamientos sociales.".

La producción del plusvalor relativo, pues, supone un modo de producción específicamente capitalista, que con sus métodos, medios y condiciones sólo surge y se desenvuelve, de manera espontánea, sobre el fundamento de la subsunción formal del trabajo en el capital. En lugar de la subsunción formal, hace su entrada en escena la subsunción real del trabajo en el capital.

Baste aquí con aludir, meramente, a las formas híbridas en las que al productor no se le extrae el plustrabajo mediante la coerción directa ni tampoco se ha verificado la subordinación formal de aquél bajo el capital. Éste aún no se ha apoderado directamente, aquí, del proceso de trabajo. Junto a los productores autónomos, que ejecutan sus trabajos artesanales o cultivan la tierra bajo el modo de explotación tradicional, patriarcal, hace su aparición el usurero o comerciante, el capital usurario o comercial, que succiona parasitariamente a dichos productores. El predominio de esta forma de explotación en una sociedad excluye el modo capitalista de producción, aunque, como en la Baja Edad Media, puede servir de transición hacia el mismo. Por último, tal como lo muestra el ejemplo de la industria domiciliaria moderna, ciertas formas híbridas llegan a reproducirse aquí y allá, aunque con una fisonomía [619] totalmente modificada, en el patio trasero de la gran industria.

Si para la producción de plusvalor absoluto era suficiente la subsunción meramente formal del trabajo en el capital por ejemplo que artesanos que antes trabajaban para sí mismos o también, como oficiales, a las órdenes de un maestro gremial, quedaran ahora sometidos al control directo del capitalista en calidad de obreros asalariados , por otra parte hemos visto que los métodos para la producción del plusvalor relativo son, al propio tiempo, métodos para la producción del plusvalor absoluto. Es más, la prolongación desmesurada de la jornada laboral se presenta como el producto más genuino de la gran industria. En general, no bien se apodera totalmente de un ramode la producción, y aun más cuando se ha adueñado de todos los ramos de producción decisivos, el modo de producción específicamente capitalista deja de ser un simple medio para la producción del plusvalor relativo. Se convierte ahora en la forma general, socialmente dominante del proceso de producción. Como método particular para la producción de plusvalor relativo únicamente opera: primero, en tanto se apodera de industrias que hasta entonces sólo estaban subordinadas formalmente al capital, esto es, en su propagación; segundo, en tanto los cambios en los métodos de producción revolucionan continuamente las industrias que ya habían caído en su órbita.

Desde cierto punto de vista, la diferencia entre el plusvalor absoluto y el relativo parece ser enteramente ilusoria. El plusvalor relativo es absoluto, pues trae aparejada una prolongación absoluta de la jornada laboral, por encima del tiempo de trabajo necesario para la existencia del obrero mismo. El plusvalor absoluto es relativo, pues condiciona un desarrollo de la productividad laboral que permite confinar el tiempo de trabajo necesario a una parte de la jornada laboral. Pero si tenemos en cuenta el movimiento del plusvalor, esa apariencia de identidad se desvanece [g]. [620] Dados la fuerza productiva del trabajo y su grado normal de intensidad, sólo es posible aumentar la tasa del plusvalor por medio de la prolongación absoluta de la jornada laboral; por otra parte, dados los límites de la jornada laboral, sólo es posible aumentar la tasa del plusvalor por medio del cambio relativo de las magnitudes de sus componentes, el trabajo necesario y el plustrabajo, lo que a su vez, si el salario no ha de descender por debajo del valor de la fuerza de trabajo, presupone un cambio en la productividad o intensidad del trabajo.

Si el trabajador necesita todo su tiempo para producir los medios de subsistencia imprescindibles para el sustento de sí mismo y de su prole, no le quedará ningún tiempo para trabajar gratuitamente en beneficio de terceros. Sin que se haya alcanzado cierto grado de productividad en el trabajo no habrá tal tiempo disponible para el trabajador; sin ese tiempo sobrante no habrá plustrabajo ni, por tanto, clase capitalista alguna. Cierto elevado nivel de la productividad del trabajo, pues, es en general una condición para la existencia de la producción capitalista, así como de todos los modos de producción anteriores en los que una parte de la sociedad no trabajaba solamente para sí misma, sino también para los demás [1]. [h] 1 Nota idéntica a la 1 de la 2ª edición.

Puede hablarse, así, de una base natural del plusvalor, pero sólo en el sentido generalísimo de que ningún obstáculo natural absoluto impide que un individuo se quite de encima el trabajo necesario para su propia existencia y lo eche sobre los hombros de otro [i]1bis [Nota 1 bis de la 3ª y 4ª ediciones:] Según un cálculo reciente, sólo en las regiones terrestres ya exploradas viven aún, por lo menos, cuatro millones de caníbales.. De ninguna manera [621] cabe asociar ideas místicas, como ocasionalmente ha sucedido, a esa productividad natural del trabajo. Sólo después que los hombres se han levantado, a fuerza de trabajo, de su primitivo estado animal, sólo cuando su trabajo, pues, se ha socializado hasta cierto punto, aparecen las circunstancias bajo las cuales el plustrabajo del uno se convierte en condición de la existencia del otro [j]. En los albores de la civilización las fuerzas productivas adquiridas por el trabajo son exiguas, pero también lo son las necesidades, que se desarrollan con los medios empleados para su satisfacción y junto a ellos. En esos comienzos, además, la proporción de los sectores de la sociedad que viven de trabajo ajeno es insignificantemente pequeña frente a la masa de los productores directos. Con el progreso de la fuerza productiva social del trabajo, esa proporción aumenta tanto en términos absolutos como relativos [2]. La relación capitalista, por lo demás, brota en un terreno económico que es el producto de un largo proceso de desarrollo. La productividad alcanzada por el trabajo, en la que se funda aquella relación, no es un don de la naturaleza sino de la historia [k].

Prescindiendo de la figura más o menos desarrollada de la producción social, la productividad del trabajo queda ligada a condiciones naturales. En su totalidad, éstas son reducibles a la naturaleza del hombre mismo como raza, etcétera y a la naturaleza que lo rodea. Las condiciones naturales exteriores se dividen, desde el punto de vista económico, en dos grandes clases: riqueza natural en medios de subsistencia, esto es, fertilidad del suelo, aguas con abundancia de peces, etc., y riqueza natural en medios de trabajo, como buenas caídas de agua, ríos navegables, madera, metales, carbón, etc. En los comienzos de la [622] civilización el primer tipo de riqueza es el decisivo; una vez alcanzado un nivel superior de desarrollo, lo es el segundo. Compárese, por ejemplo, a Inglaterra con la India o, en el mundo antiguo, a Atenas y Corinto con los países ribereños del Mar Negro.

Cuanto menor sea el número de necesidades naturales que imperiosamente se deba satisfacer y mayores la fertilidad natural del suelo y la benignidad del clima, tanto menor será el tiempo de trabajo necesario para la conservación y reproducción del productor. Tanto mayor, pues, podrá ser el excedente de su trabajo para otros, por encima de su trabajo para sí mismo. Así, por ejemplo, observa Diodoro respecto a los antiguos egipcios: "Es totalmente increíble cuán poco esfuerzo y gastos les exige la crianza de sus hijos. Les preparan cualquier comida sencilla que tienen a mano, también les dan a comer la parte inferior de la planta del papiro, cuando la pueden tostar, y raíces y tallos de plantas de pantanos, en parte crudas, en parte cocidas y fritas. El aire es tan suave, que la mayor parte de los niños andan descalzos y desnudos. Por eso un niño no les cuesta en total a sus padres, hasta que llega a ser adulto, más de veinte dracmas. Es ésta la razón principal de que en Egipto la población sea tan numerosa, y por eso pudieron construirse tantas grandes obras" [3]. Con todo, las grandes construcciones del Egipto antiguo deben menos al volumen de su población que a la gran proporción en que ésta se hallaba disponible. Así como el trabajador individual puede suministrar tanto más plustrabajo cuanto menor sea su tiempo de trabajo necesario, así, también, cuanto menor sea la parte de la población trabajadora requerida para la producción de los medios de subsistencia necesarios, tanto mayor será la parte disponible para otro tipo de trabajo.

Una vez presupuesta la producción capitalista, y si las demás circunstancias se mantienen iguales y la jornada laboral tiene una extensión dada, la magnitud del plustrabajo variará con las condiciones naturales del trabajo, y en especial con la fertilidad del suelo. Pero de ninguna manera se infiere de ello, a la inversa, que el suelo más fértil sea el más apropiado para el crecimiento del modo capitalista de producción. Éste supone el dominio del hombre sobre la [623] naturaleza. Una naturaleza demasiado pródiga "lo lleva de la mano como a un niño en andadores" [4]. No convierte al desarrollo del hombre mismo en necesidad natural [5]. No es el clima tropical, con su vegetación lujuriante, la patria del capital, sino la zona templada. No es la fertilidad absoluta del suelo, sino su diferenciación, la diversidad de sus productos naturales, lo que constituye el fundamento natural de la división social del trabajo y acicatea al hombre, mediante el cambio de las circunstancias naturales en que vive, para que diversifique sus propias necesidades, facultades, medios de trabajo y modos de trabajar. Es la necesidad de controlar socialmente una fuerza natural, de economizarla, de apropiarse de ella o de dominarla en gran escala mediante obras de la mano humana, lo que desempeña el más decisivo de los papeles en la historia de la industria. Así ha ocurrido, por ejemplo, con la regulación del agua en Egipto [6], Lombardía, Holanda, etcétera. O en la India, Persia, etc., donde el regadío mediante canales artificiales no sólo aporta al suelo el agua indispensable, sino además, con el limo arrastrado por ésta, el abono mineral de las montañas. La clave del florecimiento [624] industrial alcanzado por España y Sicilia bajo la dominación arábiga era la canalización [7].

La benignidad de las condiciones naturales se limita a brindar la posibilidad, nunca la realidad, del plustrabajo, y por tanto del plusvalor o del plusproducto. La diversidad de las condiciones naturales del trabajo surte el efecto de que en países diferentes la misma cantidad de trabajo satisfaga diferentes masas de necesidades [8]; por tanto, de que bajo condiciones en lo demás análogas, el tiempo de trabajo necesario sea diferente. Esas condiciones sólo operan como barrera natural sobre el plustrabajo, esto es, determinando el punto donde puede comenzar el trabajo para otro. En la misma medida en que la industria avanza, esa barrera natural retrocede. En plena sociedad europea occidental, en la cual el obrero sólo puede comprar con plustrabajo el permiso de trabajar por su propia existencia, es fácil imaginar que una cualidad innata del trabajo humano es la de suministrar un plusproducto [9] 10. Pero observemos, por ejemplo, a los habitantes de las islas orientales del archipiélago asiático, donde el sagú crece silvestre, en [625] la selva. "Cuando los habitantes, tras calar el tronco, se han convencido de que el palmito está maduro, derriban el árbol y lo cortan en varios trozos, desprenden el palmito, lo mezclan con agua y lo filtran: se ha obtenido, así, harina de sagú perfectamente lista para el uso. Un árbol rinde comúnmente 300 libras [l], y puede dar hasta 500 y 600 libras [m]. Allí, pues, la gente va a la selva y corta su pan, como entre nosotros va al bosque a cortar leña" [11]. Supongamos, ahora, que uno de esos cortadores asiáticos de pan necesite 12 horas semanales de trabajo para satisfacer todas sus necesidades. Lo que la benignidad de la naturaleza le concede, de manera directa, es mucho tiempo libre. Para que emplee productivamente ese tiempo en beneficio suyo se requiere toda una serie de circunstancias históricas; para que lo gaste en plustrabajo destinado a extraños, es necesaria la coerción exterior. Si se introdujera la producción capitalista, el buen hombre tendría quizás que trabajar 6 días por semana a fin de apropiarse para sí el producto de un día de trabajo. La benignidad de la naturaleza no explica por qué ahora él trabaja 6 días por semana o por qué suministra 5 días de plustrabajo. Explica, solamente, por qué su tiempo de trabajo necesario está limitado a un día por semana. Pero en ningún caso su plusproducto brotaría de una cualidad oculta, innata al trabajo humano.

Así como en el caso de las fuerzas productivas históricamente desarrolladas, sociales, las fuerzas productivas del trabajo condicionadas naturalmente aparecen como fuerzas productivas del capital al que aquél se ha incorporado [n] "Sigue una muestra brillante de cómo Mill trata las diversas formas históricas de la producción social. <<Doy siempre por supuesto el estado actual de cosas, que con pocas excepciones predomina universalmente allí donde obreros y capitalistas se contraponen como clases, esto es, que el capitalista hace todos los adelantos, sin excluir la remuneración del obrero.>> El señor Mill está dispuesto a conceder que no hay una necesidad absoluta de que eso sea así, incluso en el sistema económico donde obreros y capitalistas se contraponen como clases."[[[195]]] 12. [a] a En la 3ª y 4ª ediciones sigue: "Decíamos allí: <<Si se considera el proceso laboral global desde el punto de vista de su resultado, [...] tanto el medio de trabajo como el objeto de trabajo se pondrán de manifiesto como medios de producción, y el trabajo mismo como trabajo productivo>>. Y en la nota 7 complementábamos: <<Esta definición de trabajo productivo, tal como se la infiere desde el punto de vista del proceso laboral simple, de ningún modo es suficiente en el caso del proceso capitalista de producción>>. Es éste el punto que debemos desarrollar aquí".

[b] b En la 3ª y 4ª ediciones, sigue: "en un producto social,".

[c] c En la 3ª y 4ª ediciones, sigue: "de un obrero global, esto es,".

[d] d En la 3ª y 4ª ediciones, en vez de esta última frase, figura el siguiente texto: "Para trabajar productivamente ahora ya no es necesario hacerlo directa y personalmente; basta con ser órgano del obrero global, con ejecutar cualquiera de sus funciones parciales. La definición originaria de trabajo productivo brindada más arriba, derivada de la propia naturaleza de la producción material, sigue siendo válida para el obrero global, considerado como totalidad. Pero ya no es aplicable a cada uno de sus miembros, tomado singularmente.

[e] e En la 3ª y 4ª ediciones sigue: "surgida históricamente".

[f] f En lugar de los dos párrafos precedentes, en la 3ª y 4ª ediciones figura el siguiente texto: "Así, los fisiócratas consideraban que sólo era productivo el trabajo agrícola, porque sólo éste proporcionaría un plusvalor. Pero para los fisiócratas el plusvalor existía exclusivamente bajo la forma de renta de la tierra.

[g] g En la 3ª y 4ª ediciones sigue: "No bien el modo capitalista de producción ha quedado establecido, convirtiéndose en el modo de producción general, la diferencia entre el plusvalor absoluto y el relativo se hace tangible tan pronto como se procura acrecentar la tasa del plusvalor. Si partimos del supuesto de que la fuerza de trabajo se paga a su valor, nos encontramos entonces ante esta alternativa:".

[1] 1 "La mera existencia de los patrones capitalistas, como clase separada, depende de la productividad de la industria." (Ramsay, An Essay...", p. 206.) "Si el trabajo de cada hombre no bastara sino para producir su propio alimento, no podría existir propiedad alguna." (Ravenstone, "Thoughts on...", p. 14.)

[h] h En la 3ª y 4ª ediciones esta última frase desaparece, y la anterior, a partir de "ni, por tanto", finaliza así: "capitalistas, pero tampoco esclavistas, ni barones feudales; en una palabra, no habrá clase alguna de grandes propietarios (1)".

[i] i En la 3ª y 4ª ediciones sigue: "de la misma manera, por ejemplo, que no hay obstáculos naturales absolutos que impidan a un individuo utilizar la carne de otro como alimento (1)bis"

[j] j En la versión francesa, a partir de "se ha socializado hasta cierto punto", esta frase continúa así: "entonces, y sólo entonces, se producen condiciones bajo las cuales el plustrabajo del uno puede convertirse en fuente de vida para el otro, y ello nunca ocurre sin la ayuda de la fuerza que somete el uno al otro".

[2] 2 Entre los indios salvajes de América casi todo corresponde al trabajador, 99 partes de cada ciento han de ponerse en la cuenta del trabajo. En Inglaterra, talvez el trabajador no tenga 2/3." ("The Advantages...", pp. 72, 73.)

[k] k En la 3ª y 4ª ediciones la frase termina así: "sino de una historia que abarca miles de siglos".

[3] 3 Diodorus Siculus, "Historische Bibliothek", lib. I, cap. 80.

[4] [193] La naturaleza excesivamente pródiga "lo lleva de la mano como a un niño en andadores". --Cita, ligeramente modificada, del poema "A la naturaleza" (1775) de Friedrich Leopold, conde de Stolberg (1750-1819), hermano del Stolberg cuya traducción de Antípatro menciona Marx en el vol. II, p. 498: "Dulce y sagrada naturaleza, / déjame seguir tus huellas. / Cuíame de la mano, / como a un niño en andadores".-- 623.

[5] 4 "Como la primera" (la riqueza natural) "es muy espléndida y rendidora, hace que el pueblo caiga en la incuria, la altanería y todos los excesos, mientras que la segunda impone la diligencia, la cultura, el conocimiento de los oficios y el arte de conducir el estado." ("England's Treasure by Foreign Trade. Or the Balance of our Foreign Trade is the Rule of our Treasure. Written by Thomas Mun, of London, Merchant, and Now Published for the Common Good by his Son John Mun, Londres, 1669, pp. 181, 182.) "Ni tampoco puedo concebir peor maldición contra el conjunto de un pueblo, que la de ser lanzado en una comarca donde la producción de artículos de subsistencia y alimentos sea en gran parte espontánea, y el clima requiera o admita pocos cuidados por la vestimenta y el techo... Puede darse el extremo contrario. Un suelo que no dé fruto aunque se lo trabaje, es tan malo como un suelo que produce abundantemente sin trabajo alguno " ("An Enquiry into the Causes of the Present High Price of Provisions, Londres, 1767, p. 10.)

[6] 5 La necesidad de calcular las crecidas periódicas del Nilo creó la astronomía egipcia, y con ella la dominación de la casta sacerdotal como directora de la agricultura. "El solsticio es el momento del año en que comienza la creciente del Nilo, y por tanto el que los egipcios deben de haber observado con la máxima atención... Para organizar sus tareas agrícolas, era ese año trópico el que les interesaba fijar. Tuvieron, entonces, que buscar en el cielo un signo manifiesto de su retorno." (Cuvier, "Discours sur les révolutions du globe", ed. por Hoefer, París, 1863, p. 141.)

[7] 6 Una de las bases materiales del poder estatal sobre los pequeños e inconexos organismos de producción de la India, era la regulación del suministro de agua. Los dominadores mahometanos de la India comprendieron esto mejor que sus sucesores ingleses. Recordemos solamente la hambruna de 1866, que costó la vida a más de un millón de hindúes en el distrito de Orisa, presidencia de Bengala.

[8] 7 "No hay dos países que suministren igual número de medios de subsistencia necesarios, con la misma abundancia y con la misma cantidad de trabajo. Las necesidades del hombre aumentan o disminuyen con lo riguroso o benigno del clima en que vive; en consecuencia, proporción de actividad industriosa que se ven obligados a desplegar los habitantes de los diferentes países, es forzoso que no sea la misma, ni es posible determinar el grado de variación de otra manera que por los grados de calor y de frío; de lo cual puede extraerse esta conclusión general: que la cantidad de trabajo requerida para el sustento de cierta cantidad de gente es mayor en los climas fríos, y menor en los cálidos; ya que en los primeros los hombres no sólo precisan más vestimenta, sino que hay que cultivar la tierra más que en los últimos." ("An Essay of the Governing Causes of the Natural Rate of Interest", Londres, 1750, p. 59.) El autor de esta obra memorable, publicada anónimamente, es Joseph Massie. Hume tomó de ella su teoría del interés.

[9] 8 "Todo trabajo debe" (esto parece pertenecer también a los droits et devoirs du citoyen [derechos y deberes del ciudadano]) "dejar un excedente." (Proudhon.)[[[194]]]

10 [194] P. J. Proudhon, "Système des contradictions économiques, etcétera, t. I, París, 1846, p. 73. Este mismo postulado prudoniano se discute, mucho más detalladamente, en "Misère de la philosophie", I, 3, b.-- 624.

[l] l Unos 150 kg (no sabemos a qué tipo de "libras" se refería Schouw).

[m] m De 250 a 300 kg, aproximadamente.

[11] 9 F. Schouw, "Die Erde, die Pflanze und der Mensch", 2ª ed., Leipzig, 1854, p. 148.

[n] n En la 3ª y 4ª ediciones figura a continuación el siguiente texto:

"Ricardo nunca se interesa por el origen del plusvalor. Lo trata como cosa inherente al modo capitalista de producción, el cual es a sus ojos la forma natural de la producción social. Cuando se refiere a la productividad, del trabajo, no busca en ella la causa de que exista el plusvalor, sino únicamente la causa que determina la magnitud de éste. Por el contrario, su escuela ha proclamado claramente que la causa de que surja la ganancia (léase: el plusvalor) es la fuerza productiva del trabajo. En todo caso, ello significa un progreso con respecto a los mercantilistas, quienes, por su parte, al excedente del precio de los productos por encima de sus costos de producción lo hacían derivar del intercambio, de la venta de aquéllos por encima de su valor. Pero también la escuela ricardiana se limitó, no obstante, a eludir el problema en lugar de resolverlo. En realidad, estos economistas burgueses advertían instintiva y certeramente que era muy peligroso investigar con excesiva profundidad el problema candente del origen del plusvalor. ¿Pero qué decir cuando medio siglo después de Ricardo, el señor John Stuart Mill comprueba solemnemente su superioridad con respecto a los mercantilistas, mientras repite mal los confusos subterfugios de los primeros vulgarizadores de Ricardo?

Dice Mill: <<La causa de la ganancia es que el trabajo produce más de lo que hace falta para su sustento>>. Hasta aquí, nada más que la vieja cantilena, pero nuestro autor quiere añadir también algo de su cosecha: <<Para variar la forma del teorema: la razón por la cual el capital rinde una ganancia, es que el alimento, la vestimenta, las materias primas e instrumentos de trabajo duran más tiempo del que se requiere para producirlos>>. Mill confunde aquí la duración del tiempo de trabajo con la duración de sus productos. Conforme a esta doctrina, un panadero, cuyos productos duran sólo un día, nunca podría extraer de sus asalariados la misma ganancia que un consructor de máquinas, cuyos productos duran una veintena de años y más. Por otra parte, es muy cierto que si un nido no durara más tiempo que el necesario para su construcción, los pájaros tendrían que arreglárselas sin nidos.

Una vez establecida esta verdad fundamental, Mill comprueba su superioridad sobre los mercantilistas: <<Vemos, así, que la ganancia no proviene del incidente de los intercambios, sino de la fuerza productiva del trabajo, y la ganancia general de un país es siempre lo que la fuerza productiva del trabajo hace de ella, exista o no intercambio. Si las ocupaciones no estuvieran divididas, no habría ni compra ni venta, pero siempre habría ganancia>>. [exclamdown]Aquí, pues, el intercambio, la compra y la venta, condiciones generales de la producción capitalista, no son más que un simple incidente, y sigue habiendo ganancia aunque no haya compra ni venta de la fuerza de trabajo!

Y prosigue: <<Si los obreros de un país producen colectivamente un 20 % más que la suma de sus salarios, las ganancias serán de 20 %, sean cuales fueren los precios de las mercancías>>. Es esto, por una parte, una tautología de las más logradas, puesto que si los obreros producen para sus capitalistas un plusvalor de 20 %, es obvio que las ganancias serán al salario total de los obreros como 20 : 100. Por otra parte, es absolutamente falso que <<las ganancias serán de 20 %>>. Serán menores, siempre, porque las ganancias se calculan sobre la suma total del capital adelantado. Si el capitalista, por ejemplo, adelantó [sterling] 500, 400 de las cuales se han gastado en medios de producción y 100 en salarios, y la tasa del plusvalor es, como más arriba, de 20 %, la tasa de la ganancia será como 20 : 500, esto es, del 4 %, no del 20 %.

Sigue una muestra brillante de cómo Mill trata las diversas formas históricas de la producción social. <<Doy siempre por supuesto el estado actual de cosas, que con pocas excepciones predomina universalmente, esto es, que el capitalista hace todos los adelantos, sin excluir la remuneración del obrero>>. [exclamdown]Exraña ilusión óptica esta de ver por todas partes un estado de cosas que sólo como excepción predomina en la Tierra! Pero prosigamos. Mill, bondadosamente, concede <<que no existe la necesidad absoluta de que eso sea así>> (a). Por el contrario, <<hasta la terminación perfecta y cabal de la obra, el obrero podría esperar... incluso el pago entero de su salario, siempre que dispusiera de los medios necesarios para subsistir en el ínterin. Pero en este último caso el obrero sería realmente, en cierta medida, un capitalista que colocaría capital en la empresa, aportando una parte de los fondos necesarios para llevarla a buen puerto>>. Con el mismo derecho podría decir Mill que el trabajador que se adelanta a sí mismo no sólo los medios de subsistencia sino también los medios de trabajo, en realidad es su propio asalariado. O que el campesino norteamericano que se hace una prestación personal a sí mismo en vez de hacérsela a un propietario, es el esclavo de sí mismo.

Después de habernos demostrado con tanta claridad que la producción capitalista, aunque no existiera, siempre existiría, Mill es ahora bastante consecuente para demostrar que esa producción capitalista no existe aunque exista. <<E incluso en el caso anterior>> (cuando el capitalista adelanta al obrero la totalidad de sus medios de subsistencia), <<no se puede considerar al obrero desde el mismo punto de vista>> (esto es, como capitalista), <<pues al entregar su trabajo por debajo del precio de mercado (!), puede considerarse como si adelantara la diferencia (?) a su empresario, etc.>> (9bis). En la realidad de los hechos, el obrero adelanta gratuitamente su trabajo al capitalista durante una semana, etc., para recibir al término de la semana, etc., el precio de mercado de dicho trabajo; [exclamdown]y esto lo convierte, según Mill, en capitalista! En el terreno llano los montones de tierra parecen cerros; mídase la chatura de nuestra burguesía actual por el calibre de sus <<grandes ingenios>>."

9bis J. St. Mill, "Principles of Political Economy", Londres, 1868,pp. 252-253 y pássim. {F. E. Los pasajes citados más arriba han sido traducidos de la edición francesa de "El capital".)

a En carta del 28 de noviembre de 1878 a Nikolái Frántsevich Danielson, Marx dispuso que en la edición rusa el párrafo quedara redactado hasta aquí da la siguiente manera:

12 [195] En su carta a Danielson del 28/XI/1878 Marx restaura con bastante aproximación el texto original de esta cita de Mill y modifica, consecuentemente, la redacción de su propio comentario a ese pasaje. Engels, que probablemente no conociera la carta al traductor ruso, al incorporar a la tercera y cuarta ediciones alemanas este extenso agregado de Marx a la versión francesa mantuvo tanto la primera presentación de la cita de Mill como el comentario original de Marx a la misma. En la versión inglesa (TI 517), en cambio, se restauró el texto de Mill pero se mantuvo sin cambios la primera exégesis de Marx, con el resultado de que la última no guarda mucha relación con aquél.-- 627.