Salvador Allende

Palabras a través de una cadena de radioemisoras y televisión de Santiago


Pronunciado: El 27 de octubre de 1972.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 4 de febrero de 2016.


Buenas noches estimados compatriotas:

He estimado necesario conversar una vez más con ustedes en torno a los incidentes creados como consecuencia del paro que han decretado algunos gremios, y que no ha tenido el resultado que ellos deseaban.

Deseo insistir con claridad que siempre sostuve que seguramente había un número crecido de hombres y mujeres que actúan en gremios que creyeron que era justo expresar su solidaridad, por falta de antecedentes o por no medir en profundidad lo que ha significado para el país la actitud de un grupo sedicioso que sabe perfectamente bien lo que quería y lo que quiere.

El sabotaje ha continuado en las últimas cuarenta y ocho horas; puedo señalar: atentado en la vía férrea de Talca; en los caminos y en el túnel de Chacabuco; el camino longitudinal, a la altura de Curicó fue obstaculizado durante más de una hora y media, ayer.

Aquí mismo se han podido detectar atentados en Los Ángeles, dos en Temuco, en relación con la vía férrea; en Calama, en Osorno y en San Fernando.

Contra el comercio, en Antofagasta; gente que abrió. El más grave que, por suerte, se frustró y que pudo haber tenido consecuencias muy serias, el que quiso realizarse en el Oleoducto de San Clemente.

Además, desde automóviles en marcha, se ha disparado ayer contra un negocio de repuestos de automóviles que había abierto sus puertas.

Ha habido atentados directos contra las personas. En Concepción, contra un oficial de la Marina Mercante. En Santiago, en contra de un conscripto que estaba de servicio en una bomba bencinera.

En Linares, contra un médico veterinario del Servicio Agrícola y Ganadero.

Quiero decirles a ustedes, estimados conciudadanos, que en la mañana de hoy estuve en el Hospital de Carabineros visitando al Capitán Bustamante, quien sigue grave; hay sí, por suerte, la esperanza de salvarle la pierna izquierda, que sufriera las consecuencias del estallido de la bomba que fue puesta en la Torre de ENTEL. Me reconfortó la tranquilidad de ese joven oficial de Carabineros, quien agradeció mi visita y me reiteró que tan sólo había cumplido con su deber. Le hice presente que esperaba se recuperara totalmente en nuestro país, pero como es muy posible que haya que hacerle injerto de músculo y si es necesario será enviado al país donde haya especialistas que tengan mayor práctica; sea donde fuere.

De igual manera, visité al cabo de Carabineros herido también, cuyo estado es satisfactorio.

A ello hay que agregar el terror que constataron los Ministros que enviara a las provincias de 0´Higgins, Colchagua, Talca y Linares. Fueron el Ministro de Agricultura Jacques Chonchol y el Ministro de la Vivienda Luis Matte. Viajaron con el General Señor Orlando Urbina. Allí, por petición expresa del Presidente que les habla, los Ministros concurrieron para estudiar cómo estaba, sobre todo, el abastecimiento, la alimentación, la locomoción, y qué parte o qué sectores del comercio habían abierto sus puertas. En realidad comprobaron que el abastecimiento, con las dificultades inherentes a los tropiezos que hemos tenido, se puede calificar de normal. Seguía paralizado el servicio de transporte y había dificultades en el transporte colectivo de pasajeros. Pero, además, comprobaron que un grupo de choferes de transportes había creado un clima, difícil, ya que estaban alojándose en una carpa, en número de 200 a 300, a la vera del camino, quizás fueron los mismos que obstaculizaron ayer el tráfico en la Carretera Longitudinal. Fue el propio General Señor Urbina quien dio las órdenes pertinentes. Además, se informaron los Ministros que en las tarde, grupos de automovilistas recorrían las calles de las capitales de esas provincias, lanzando toda clase de improperios, en contra del Gobierno.

Anoche, en Santiago, ha ocurrido un hecho insólito. Después del toque de queda, en largas cuadras de Bilbao, gente levantó barricadas, incendió neumáticos, quemó fardos de pasto y de papeles. Hubo necesidad de cumplir la orden dada por el General Señor Guillermo Pickering Vásquez, y por primera vez, tanques del Ejército tuvieron que salir a restablecer el orden.

Quiero que usted piense, estimado conciudadano, que me escucha, lo que esto significó, ¡después del toque de queda!; después que se han dado ‐a través de las autoridades competentes‐ las órdenes más claras, para evitar dificultades, para impedir que ocurran accidentes.

Deliberadamente, con el propósito de crear dificultades, con el propósito de crear en situación desmedrada a la autoridad militar, ayer se levantaron barricadas en la calle Bilbao. Y hubo ‐como decía hace un instante‐ que hacer salir los tanques del Ejército, ordenado por el General Señor Pickering, para restablecer el orden y la calma.

En el día de ayer, y también anteayer, demostrando comprensión y reiterando mi deseo de buscar una solución a este conflicto ilegal, que como ya dijera en un espacio de televisión y por la radio, anteriormente, ha significado cien millones de dólares de pérdida al país, digo, busqué contacto con dirigentes de los transportistas y del comercio. Era mi propósito, y es mi propósito ver qué sectores son, esencialmente, gremialistas y quienes están actuando de manera de facilitar, inconscientemente o conscientemente, la labor que se han propuesto sectores fascistas en este país.

Es así que ayer se dio término a la redacción del memorándum, que de común acuerdo, funcionarios del Gobierno y representantes del gremio de transportistas, en este caso los señores Quintero y Garafulic, habían acordado. Es decir, prácticamente, los puntos gremiales fueron abordados con un criterio de ecuanimidad y sólo se esperaba la ratificación por parte de la Asamblea de la Confederación Nacional de Transportistas, reunida en su propio local, por autorización del Gobierno, y suspendidas las órdenes de detención contra sus dirigentes, suspendidas también las ordenes de requisamiento de los camiones, digo, esperábamos un pronunciamiento. Lamentablemente, se desfiguro lo acordado y a través de actitudes de tipo político, se envió una carta al Presidente de la República planteando exigencias que, por cierto, jamás un gobernante podría aceptar, no vinculadas con reivindicaciones gremiales sino con atribuciones del Ejecutivo y con derechos otorgados por la Ley al Presidente de la República.

En estas circunstancias, puse término a las conversaciones.

En la tarde de ayer, también, debía reunirme para dar término al memorándum, con los representantes del comercio.

Vinieron a hablar conmigo, dos días consecutivos, el señor Eduardo Kaid, Guy Demoras y Vicente Covacevic que representaban a los sectores del comercio, el artesanado y la pequeña industria. Deberían ‐en la tarde‐ darme la respuesta definitiva sobre un memorándum conversado con el Ministro de Economía, y con el Subsecretario de esa cartera. Llamaron deferentemente, por teléfono, para manifestarme que deseaban venir acompañados de otros dirigentes gremiales que deseaban conversar conmigo. Les dije que no tenía ningún inconveniente, y los recibí.

En esa ocasión, la tarde de ayer, más o menos a las 19 horas, el Presidente del Colegio de Ingenieros, en nombre del grupo que estaba allí me pidió una audiencia para el día de hoy, a fin de que recibiera a lo que él calificó como “Comando Unificado Gremial” para conversar conmigo, y buscar alguna solución a los paros que se ha pretendido realizar, para buscar una solución a los conflictos que artificialmente se han creado, una solución a los conflictos que hay con algunos gremios.

Acepté y fijé como hora, las diez de la mañana de hoy. Lamentablemente, compromisos impostergables me obligaron a postergar para las cinco de la tarde de hoy la reunión que estoy comentando. Debo declarar que, efectivamente, a esa hora se presentaron los representantes gremiales en número cercano a doce; presidía en esta oportunidad la delegación el señor Hugo León, Presidente de la Cámara de la Construcción. De inmediato, y antes que ellos tomaran la palabra, les manifesté que quería anticiparles que yo no discutiría el pliego de reivindicaciones político‐gremiales que se publicó hace algunos días, y que se le dio el nombre de “El Pliego de Chile”; de ninguna manera, puede arrogarse un número de representantes de actividades gremiales o de Colegios, el nombre del país, cuando sabe que hay algo más de un millón seiscientos mil trabajadores que no han tenido nada que ver con ese pliego.

La respuesta de los representantes del Comando Único fue muy clara: que ellos no venían a discutir el pliego sino que traían ellos las bases posibles de un arreglo para poner término al conflicto.

Como ya era un poco tarde, como tenía un compromiso para ir a la sesión de clausura del Seminario que estudia la realidad de la Mujer Latinoamericana, les expresé que no podría pronunciarme ni aceptaba el entrar a analizar el documento de nueve páginas que se me había entregado. Les dije que lo estudiaría y que los llamaría el lunes, para conversar sobre ese documento; aún más, les dije: para discutir sobre ese documento.

Aceptaron, por cierto, este planteamiento; fui a cumplir mi compromiso, regresé de la UNCTAD y estudié el documento.

Lamento, profundamente, por desgracia, se me informó de una manera no correcta. Ese documento, llamado Bases para un posible arreglo de los problemas suscitados con los gremios, no puedo entrar a discutirlo. Él contiene apreciaciones de orden político.

Pretensiones de cercenamiento de los derechos que la Constitución me otorga. Limitación de las facultades presidenciales. Exigencias para no presentar veto en determinadas leyes.

En resumen, es un documento de contenido gremial y político que no acepto.

He tratado de ubicar telefónicamente al señor Hugo León; lamentablemente, no lo he encontrado. Le pido excusas por ello, pero, públicamente, debo decir que doy por cancelada la entrevista para el día lunes. Sobre esas bases, yo no puedo conversar con los dirigentes gremiales.

¿Qué es lo que se pretende? ¿Hacer creer que este Gobierno está en interdicción? ¿Se pretende obtener ventajas sobre la base de que el Gobierno renuncia a sus prerrogativas?

¿Quieren establecerse condiciones que harían casi que los gremios fueran colegisladores?

Yo estoy dispuesto ‐y lo he estado‐ a buscar una solución. No para aplastar a los gremios. No para negar a los colegios sino para encontrar en el camino justo el respeto a la autoridad del Gobierno y, al mismo tiempo, la seguridad de actividades gremiales o de los Colegios, que nunca he negado. Pero ¡jamás toleraré que se pretenda que el Presidente de la República renuncie a las facultades que le otorgan la Constitución Política y las Leyes de la República!

Con serenidad, con excesiva calma, como les consta a ustedes que me oyen, he estado informando al país, he dicho que he utilizado y utilizaré los resortes que la Constitución le otorga al Jefe del Estado, para que a través de las Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones se restablezca el orden.

He sostenido que esa es mi obligación, que soy yo quien está defendiendo la democracia y la estabilidad institucional.

He hecho presente que creo que hay sectores que están equivocados y errados. Y quiero darles los antecedentes para que salgan de su equivocación o de su error.

He dicho que hay otros grupos que tienen una intención política. Ayer quedó de manifiesto cuando un grupo de políticos utilizaron la Radio “Minería”; pocas veces este país ha oído expresiones más duras en contra del Gobierno, en contra de las Fuerzas Armadas. Fue un General de la República, el General Señor Pickering quien dispuso y, personalmente, realizó la clausura de esa Radio.

Hoy, frente a lo que supuse era una actitud de comprensión, y para evitar malas interpretaciones dispuse que terminara la Cadena Nacional de Radios. Ha quedado vigente la determinación del Jefe de Plaza y se han leído los Bandos del General Don Héctor Bravo, para que las radioemisoras regulen sus informaciones dentro de normas muy claras, a fin de impedir que se pretenda hacer una campaña sediciosa y crear condiciones de inquietud y desasosiego en el país.

Lamentablemente, desde el momento en que se levantó la Cadena Nacional de Radios, algunas emisoras han empezado la campaña que antes hicieran, sin respetar los Bandos del Jefe de Zona de Emergencia, y atacando en forma enconada, virulenta e innoble a las Fuerzas Armadas y al Gobierno.

El Señor General Héctor Bravo puede solicitar ‐está en su derecho‐ la clausura de cualquiera de estas emisoras. Y yo haré que el organismo pertinente, que tiene atribuciones para ello, lo haga.

De la misma manera, se me ha informado que en el barrio alto, ya ha empezado la movilización de automóviles, el toque de bocinas, el tintinear de las cacerolas, y ya, nuevamente, se está levantando barricadas.

La actitud que he tenido no es de debilidad. Esperaba que hubiera comprensión a un gesto que merecía respeto. Pero, hay gente que cree que puede seguir abusando. ¡Se equivocan! No es debilidad del Gobierno. Sobre la base de las atribuciones de que dispone el Ejecutivo y utilizando los resortes constitucionales, con la calma y la serenidad necesarias, se impondrá el orden en este país.

Este país no va a ser precipitado al caos ni a la anarquía. Este país no va a ser llevado al enfrentamiento ni a la guerra civil. Mientras esté aquí, haré todo lo que esté de mi parte para impedirlo.

Pero, también, que asuman su responsabilidad los obcecados. Los filos fascistas o fascistas que sepan que para ellos no habrá tolerancia. Caerá, implacable, el peso de la Ley y las disposiciones que permiten sancionarlos.

Por ello, quiero también dirigirme al vasto y amplio sector de chilenos cuya actitud ha sido ejemplar. Me dirijo a los jóvenes, a los que han creado el Movimiento Voluntarios de la Patria.

A ellos, y especialmente, a siete de sus compañeros que, fueron agredidos en forma brutal.

Dos de ellos tienen fracturado, cada uno, un brazo, y un tercero, puede perder un ojo.

Me dirijo a esos muchachos que han creado los Voluntarios de la Patria, y que en número de quince mil, diariamente, han trabajado en Santiago, y en número de cuarenta mil a lo largo del país. Quiero decirles que su ejemplo es dignificador. Han descargado en nuestra ciudad veintidós millones quinientos cincuenta y dos mil kilogramos de alimentos para ser llevados a los comerciantes de esta materia y aun a las poblaciones. Han envasado y distribuido un millón de litros de leche, en Santiago.

Los estudiantes secundarios han ido a sus clases y después de cumplir con sus obligaciones de estudiantes se han volcado a este trabajo voluntario.

A los que cayeron alevosamente atacados por adultos irresponsables, mi saludo fraternal y mi reconocimiento.

De la misma manera, me dirijo a los cientos de miles de chilenos que han seguido laborando en las empresas en las industrias, en los hospitales, en los ferrocarriles y en los puertos, en los campos, en las universidades. Me refiero a los chilenos que quieren a Chile y creen en Chile, para expresarles, con profunda satisfacción, cómo los he visto movilizados por un gran sentimiento patriótico, auténticamente patriótico. A ellos esta noche les digo que tengan -como siempre‐ la calma y la tranquilidad necesarias; que su acción hará que este país no se pare; que fracasarán los que pretenden atentar contra Chile, en su economía y en la vida de su gente.

Usted que me escucha, compatriota, no olvide esta cifra: ¡cien mil litros diarios de leche, hace quince días que se pierden! en un país que tiene que comprar, por valor de cincuenta millones de dólares, la leche en polvo necesaria, para cumplir con lo que dijéramos, de darle “medio litro de leche, siquiera, a los niños de Chile.

A todos aquellos, entonces, que han tenido la entereza y la decisión de trabajar más y producir más: mi palabra de agradecimiento. Y al mismo tiempo, mi palabra de orientación: no harán que perdamos la calma. No se dejen ustedes provocar. El Gobierno tiene la firmeza necesaria para no dejarse arrastrar a situaciones que no quiere ‐de ninguna manera‐ que se produzcan; pero que nuestra actitud no se tome como debilidad. Para defender a Chile, para defender la Patria no voy a claudicar, no voy a transar ni voy a olvidar que es mi primer deber como el Presidente de Chile.