Salvador Allende

Palabras pronunciadas en el Salón Toesca a los compañeros integrantes de las columnas contra el fascismo


Pronunciado: El 6 de julio de 1973.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 10 de febrero de 2016.


Muy queridas compañeras y muy estimados compañeros jóvenes:

Yo he querido, además de las palabras pronunciadas ayer, están algunos minutos con ustedes.

Y digo algunos minutos, porque ustedes comprenden que tengo bastante trabajo. Están allí los jefes de los partidos, reunidos para resolver algunos problemas que requieren pronunciamiento inmediato. Pero es salido de esa reunión para traerles mi palabra de reconocimiento por la actitud de ustedes, que se ha expresado en el esfuerzo físico de caminar kilómetros y kilómetros, venciendo el cansancio, la dureza del clima, las dificultades alimenticias. Viento a compañeros caídos por enfermedades de mediana gravedad, y quizás alguna grave, pero llevando a todos Chile el mensaje de lucha y de combate antifascista.

Yo sé, porque estuve preocupado de como ustedes iban avanzando del norte al centro y del sur al centro, que en todas partes recibieron la comprensión, el apoyo de la comunidad, de los trabajadores, de las ciudadanas y de los ciudadanos; que el pueblo comprendió el gesto de ustedes de alertar a los chilenos contra aquellos que pretenden por la fuerza y la violencia derrocar a este gobierno. Y para ello no trepidan en crear las condiciones que pudieran llevarnos a la guerra civil.

Por eso ustedes han cumplido una gran tarea, una patriótica misión, una noble y patriótica tarea. Además, y esto es muy importante, señala una conciencia política, un nivel político que no es corriente y común en la juventud. Ustedes comprenden perfectamente bien, y así lo han demostrado, que en nuestro país los sectores pro fascistas, los sectores pro guerra civil son la gran minoría. Y hay gente fuera de la unidad popular, especialmente trabajadores, que aun militando en tiendas opositoras a la unidad popular, también repudia las intentonas fascistas y también rechaza la guerra civil.

Y es importante entonces, que será la juventud un vínculo entre nuestros compañeros jóvenes, militantes de los partidos de la unidad popular o simpatizantes de ellos, o de los cuadros juveniles de la central única de trabajadores, los que pueden llevar un mensaje que alcance a aquellos otros, que no estando dentro de las fronteras y las convicciones ideológicas por posición de clase, o por sentido patriótico, por intuición o por nivel político, están también contra la contra la amenaza fascista contra la guerra civil.

Yo pienso que ustedes, no miden en la amplitud que tiene lo que han hecho. Y con la modestia propia de los que hacen las cosas por convicción, ustedes han dado una demostración que es una lección histórica. La juventud se levanta para que se levante la conciencia de los chilenos, que más allá de las fronteras partidarias, sin claudicaciones ideológicas, ni transacciones programáticas, nos unamos en un mínimo, como lo dijera ayer al hablar en el cambio del ministerio, en coincidencia en la defensa de Chile, su presente y su futuro.

Para este gobierno, que es el gobierno ustedes y que es el gobierno los trabajadores, es profundamente alentador contar con el apoyo de una juventud que actúa, se sacrifica y trabaja, como la de ustedes.

Es muy importante señalar cuán satisfactorio es para el gobierno contar con una juventud como ustedes, que en los hechos ha demostrado la firmeza de sus convicciones y la decisión de luchar denodadamente contra la insolencia fascista y la amenaza de las guerra civil.

No es habitual, pero yo expreso mi reconocimiento y aplaudo y congratulo al Comité Coordinador nacional de organizaciones juveniles que integra la acción de la juventud trabajadora campesina, Centros juveniles de la unidad popular, Federación de estudiantes y la Secretaría juvenil.

Sobre todo mi reconocimiento a los jóvenes de provincia, los compañeros más alejados de la capital, al compañero que a lo mejor por vez primera marcho para conocer Santiago, pero que al llegar traía el mejor mensaje que pudiera recibir esta ciudad. El mensaje de paz para aquellos que quieren a Chile y un mensaje de tierra y de lucha contra los enemigos de Chile, contra los fascistas, contra los violentistas.

Lo he dicho y lo repito: no hay nada más importante para que un proceso revolucionario avance, que la organización y la conciencia política. Sin organización no es posible que un proceso revolucionario se consolide y avances. Sin conciencia política no se pueden comprender las tácticas o la estrategia que se traza por los responsables de proceso.

La juventud, para nosotros, no es un sector que usemos. La juventud es parte muy importante, importantísima, del proceso. No y ni puede haber lucha de generaciones entre nosotros.

Conozco a jóvenes prematuramente viejos por falta de nivel político. Conozco a viejos que mantienen joven su espíritu y firme sus convicciones revolucionarias. Son un buen ejemplo.

Por eso compañeros, los insto a entender que el proceso revolucionario se afianza trabajando más, produciendo más, estudiando más. No sacamos nada con tomar, por ejemplo empresas si acaso no hay, en las empresas requisadas, intervenidas o tomadas, una dirección que no sólo mantenga, sino que amplíe los niveles de producción. No sacamos nada conseguir pensando en reclamar más “billetes” para incrementar los sueldos y los salarios, en un país en donde hay una alta inflación. Hay que entender que gana sacamos contener más “billetes”, si acaso la producción no satisface la demanda básica; por lo tanto, al seguir fabricando sin respaldo de su billetes, lo único que hacemos es aumentar el costo de la vida y acentuarlo.

Hay que entender que el ingreso individual debe estar vinculado al esfuerzo individual, al caso concreto de la producción y de la productividad.

A los jóvenes hay que recordarles lo que decía Lenin; que un técnico valía más que un comunista. Alguna razón tendría para el padre de la aplicación práctica del marxismo, antes que se llamara “marxismo‐leninismo”, se expresara así. Sobre todo ahora, en el mundo contemporáneo. Claro está que se refiere a técnicos que por lo menos sean lo suficientemente patriotas para aceptar el proceso revolucionario. No estoy hablando de técnicos contrarrevolucionarios, porque son virtualmente peligrosos. Estoy hablando de la necesidad de que se entienda que cada día el proceso técnico avanza de tal manera que nos vamos quedando lejanos y ausentes de concebir, como esto ocurre en el mundo.

Hoy me acaba de llegar una carta de una compañera que está en Europa desde hace pocos meses. Está estudiando. Ella es bioquímica. Me escribe y me dice lo siguiente: “me enteré por casualidad, de unas conversaciones semiprivada sobre problemas del trabajo entre suecos e italianos. Los suecos, en una empresa determinada, y los italianos de otra empresa, están reemplazando la cadena de montaje que embrutecer trabajador, por equipos de obreros relativamente autónomo, que se reparten en forma flexible una determinada fase del proceso”.

“Nuestros sociólogos conocen ‐sin duda‐ la teoría elaborada por los ingleses como técnica social. Es importante estudiar, antes de hacer inversiones en industrias automotrices o de línea blanca, o permitir que otros lo hagan. Porque nuestras instalaciones no se renuevan cada pocos años, como en este país, y Carmen Correa sin fin que se coloque un, tendrá que librarnos hasta fines de siglo. Calcula una de las empresas, que el costo del nuevo sistema es un 10% mayor, que el procedimiento estándar, y la manutención un 2% más cara. Pero les está resultando conveniente, no sólo porque humaniza generosamente la tarea, sino que en cifras crudas, por la impresionante reducción del ausentismo y del recambio de personal”.

Ustedes ven compañeros, como entonces es importante entender lo que representa la información, el conocimiento, el aprovechamiento, venga de donde venga, de la técnica y de la ciencia, pero adecuada a nuestra realidad.

Este proceso nuestro, que ha despertado una verdadera moción de sacrificio, se expresa más que nada en la actitud de los compañeros y de los compañeros jóvenes, dispuestos a dar su vida para afianzar el proceso y transformarlo en una revolución. Pero yo pienso que ya es tiempo que paralelamente a la organización, a las grandes manifestaciones, a la movilización, a la vigilancia revolucionaria del grupo juveniles, en ellos haya también una conciencia de estudio, de discusión, el conocimiento de la teoría revolucionaria, compañeros; desconocimiento de los documentos esenciales que el gobierno popular entrega; del análisis de los discursos de los dirigentes adultos juveniles; de la discusión en común de los discursos del Compañero Presidente, que es el que más se dirige al país, porque es el que tiene más responsabilidad.

Y al mismo tiempo hay que destacar la pasión por el estudio y la lectura, compañeros. No sólo de los libros de tesis o doctrina, sino además de aquellos que contribuyen a mejorar la preparación de ustedes en las distintas actividades en que laboran.

Por ello, compañeros conociendo, sabiendo que existe una calidad humana como la que se tienen, lo que falta es la perseverancia y la acción permanente, no esporádica. Yo sé perfectamente bien el gran significado que tiene la presencia del pueblo en las calles, y con mayor razón la presencia de la juventud en los caminos. Pero no podemos estar siempre así. El país tiene que producir. Para ese que trabajar. El país tiene que progresar. Para eso hay que estudiar.

Debemos hacer que los trabajadores estudien y que los estudiantes trabajen.

Sobre estas normas, y sobre todo manteniendo la unidad, siendo ustedes los que pueden darles lecciones a los adultos, que a veces no entienden que la unidad es y será el único instrumento efectivo y real para que no nos puedan agrietar o derribar. La unidad, más allá de las fronteras partidarias, del grupo partidario. La unidad, sabiendo que valemos porque estamos unidos. Separados, disgregados, por muy fuerte que sea una juventud, por mucho más poderosa que sea esa juventud sobre las otras juventudes, siempre esa juventud poderosa será mucho más, si está en un entendimiento unitario con el resto de la juventud.

En el campo político sucede lo mismo. En la unidad popular dos partidos son más poderosos: socialistas y comunistas.

Pero yo no sería Presidente sin el aporte de los votos de los otros partidos, en esa época me apoyaron: radical, socialdemócrata, API, MAPU, porque aportaron, seguramente, 300.000 votos.

De la misma manera, que ahora es muy importante que se mantenga esa unidad, no sólo por que sacamos un 44% de votos, sino porque además, cada uno de los partidos también tiene zonas y fuertes influencias en el campo sindical o en el campo gremialista.

Y hay que acostumbrarse, compañeros, a la autocrítica, al diálogo honesto, agresividad compañeros socialista o a cualquier otro compañero: “usted está en un error, por esto, por esto, por esto…” o decírselo al comunista, o al radical, o al hombre del MAPU.

Toda discusión interna puede tener la dureza que se quiera, pero terminada esa discusión, ¡hacia afuera unidad! Y la agresión hecha a uno, es agresión hecha a todos.

Compañeros jóvenes, no caer en el afiebramiento. El proceso revolucionario es algo muy serio, muy profundo y muy hondo. No son muchas las revoluciones que han alcanzado en el mundo la victoria de la consolidación.

Hay que pensar, por ejemplo, cuántos años estuvo sólo la Unión Soviética. Y como los países de Europa, que hoy están dentro de la línea del campo socialista, llegaron a él. Es cierto que se luchaba, pero no por sus luchas, sino porque la guerra hizo posible con la derrota del nazismo, que el ejército soviético facilitara el proceso revolucionario al pasar por distintos países, antes de llegar a Berlín.

Hay que ver cuántas han sido las tentativas revolucionarias. Hay que pensar cuántos han sido los sacrificados y caídos en el camino. No bastan las consignas, compañeros. Hay muchas consignas que a veces a mí me dan deseos de rebatir públicamente; y no lo hago para no crear confusión. Pero recuerden ustedes que gente que tenía una experiencia, algún coraje y que por último hizo posible la revolución socialista, hablaba, por ejemplo, de dar un paso atrás para dar dos pasos adelante. Hay momentos, compañeros, en que se puede detener un proceso sin claudicar; hay momentos en que se puede ceder, para alcanzar horas o días después un objetivo más importante. Entonces hay que tener confianza en ustedes y en sus dirigentes. Si no hay esa lealtad para discutir y lealtad para cumplir lo que democráticamente se ha resuelto, no hay proceso revolucionario. Hay que terminar con la suspicacia, con el comentario hecho por la espalda, con la chismografía que a veces también circula en los medios revolucionarios.

Es decir, compañeros y compañeras, el ser revolucionario implica una moral distinta. Un joven escribió, en los aciagos días de marzo, en París, en la muralla de la Universidad, una frase que decía: “la revolución se hace primero en las personas que en las cosas” cierto. Pesen lo que eso significa, y comprenderán por qué se lo planteo. La revolución primero en las personas. El que se siente y se dice revolucionario, lo es en su actitud y en sus costumbres, en sus relaciones. Si hay algo que es emocionantemente dignificante es el contenido de las relaciones entre las muchachas y los muchachos revolucionarios, en el respeto a la compañera ‐lo cual no excluye el amor‐ en la convicción de que la mujer, muchacha o adulta, pero fundamentalmente muchacha, es esencial para el proceso revolucionario. No hay revolución que se afiance si no participa la mujer, compañeros. Y en el mundo capitalista, lógico es comprender que la mujer ha estado menos proclive, menos cerca, menos próxima a entender por qué debe haber cambios y por qué debe haber transformaciones, a pesar de que la mujer en el régimen capitalista es más explotada que el hombre.

Por lo tanto es importante el lenguaje del compañero con la compañera, con su hermana, con su amiga, con su madre.

El muchacho revolucionario tiene que tener como punto de partida esta concepción real.

Yo quisiera terminar leyéndoles ‐creo que la tengo aquí ‐una carta que es sencilla y extraordinariamente bella.

Y las cosas humanas tienen un valor, compañeros. Esta compañera que me escribió, me acompaña una fotocopia de una carta que le enviara una persona que no me nombra, pero que me dice no es partidaria mía, al contrario. Y esa persona le dice: “te mando un pensamiento que me persigue. Cada vez que puedas, envíale una nota alegre gente al Allende de acá (se refiere a mí). Me maravilla que aún esté vivo y afanado. Me parte el alma, a veces, pensar como lo estará pasando en su calidad de ser humano. El otro, el político, está más allá de nuestras fronteras, y creo que a veces más allá del amor o de la amistad. Es bueno no olvidarse que los revolucionarios son también seres humanos”.

Y esta carta, con la cual termino, dice así: “Compañero Presidente. Es preciso que nos entendamos. Yo hablo de algo seguro, de algo posible. Seguro de que todos aman, aman y viven dignamente; y es posible saber algún día muchas cosas que hoy ignoramos. Así comienza un poema de Raúl González Quiñones. Así comienza la historia de una fiesta, enarbolando esta afirmación, ensanchando esta búsqueda, desde el pueblo a la canción, de la canción al pueblo. Siempre con esa preocupación casi rítmica. Es preciso que nos entendamos. Una fiesta no duró siete días, tres recitales, dos conferencias de prensa, dos visitas al parque, a las fábricas, una a la moneda, a su Compañero Presidente. Varios paseos por Santiago, con su gente amable; mil recuerdos imborrables. Una intentona sediciosa, un pueblo en la calle con y sin uniforme y un solo estandarte ¡Chile! ¡Chile! ¡Chile!. Por el cobre, contra el hambre. Una fiesta festival del canto con lucha. Argentina, Uruguay, Chile, Colombia y Finlandia, vuelcan la copla que voló tan alto”.

“Nunca en una semana aprendimos tanto. Por un segundo festival de la canción. Yo hablo de algo seguro, de algo posible. Es preciso que nos entendamos”.

“Un abrazo argentino. El quinteto tiempo.”

Ellos vinieron con nosotros. Conocieron el pueblo, cantaron por el pueblo, y entendieron el canto revolucionario de nuestro pueblo.

Gracias compañeros. (Aplausos).