Salvador Allende

Palabras pronunciadas en la sala de plenarios del Edificio de la Cultura Gabriela Mistral, con motivo del plenario de Federaciones, convocado por la Central Única de Trabajadores


Pronunciado: El 25 de julio de 1973.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 10 de febrero de 2016.


Muy estimadas compañeras y compañeros dirigentes nacionales de las Federaciones y dirigentes de los Sindicatos de la Provincia de Santiago:

Estimados compañeros y amigos, Luis Figueroa, Presidente de la Central Única de Trabajadores, Eduardo Rojas, Vicepresidente, Pedro Aravena, Subsecretario Provincial de Santiago, y Compañero Diputado y Presidente de la Federación de Estudiantes se Chile, Alejandro Rojas:

Es para mí extraordinariamente significativo y honroso que, en los duros minutos que vive el país, pueda dirigirme a él desde una reunión integrada por los más representativos dirigentes de la Central Única de Trabajadores. Lo hago en nombre del Gobierno de los Trabajadores.

(Aplausos). Y la Central Única, como lo dijera siempre, en todas las luchas que di en nombre de ustedes y en nombre del pueblo de Chile, tenía que ser uno de los dos sólidos pilares en que se sostuviera un Gobierno representativo de las ansias y anhelos de la mayoría del pueblo. Por eso, como Compañero Presidente, junto a la acción desarrollada por los partidos y movimientos que integran la Unidad Popular, siempre he tenido conciencia de la necesidad de que la Central Única participe en las tareas constructivas de la nueva sociedad; pero, teniendo el más absoluto respeto a su independencia, sabiendo que jamás la Central Única de Trabajadores será un instrumento obsecuente al Gobierno. Yo respeto demasiado a los trabajadores para siquiera aceptar que alguien diga o piense algo semejante.

La colaboración de la Central Única de Trabajadores nace de su obligación revolucionaria y de la conciencia de que este Gobierno interpreta a los trabajadores chilenos. (Aplausos).

De allí, entonces, que sea satisfactorio el pluralismo que tiene la organización de ustedes, estimados compañeros dirigentes.

Es, también, satisfactorio señalar que, en los momentos más graves que ha vivido el país ‐ya sea en el paro de octubre del año pasado o en las horas amargas del 29 de junio de este año- en las empresas, en las industrias, en las fábricas, en los predios agrícolas, en los servicios públicos, no solo estuvieron los trabajadores que son simpatizantes o militantes de los partidos de la Unidad Popular. Estuvieron, también, trabajadores que no comparten nuestros ideales, pero, por conciencia de clase y contenido patriótico en sus convicciones, estuvieron al lado nuestro para defender el Gobierno y el proceso revolucionario de nuestra Patria. (Aplausos).

Deseo darle a mis palabras el contenido de informe ‐por así decirlo‐ y no de un discurso de agitación política.

Lamento haber oído sólo parcialmente los conceptos que emitiera Luis Figueroa, Presidente de la Central Única. Los comparto. ¡Y qué satisfactorio es poder señalar ante el país lo que representan de seriedad y profundidad, los planteamientos del compañero Figueroa y la receptividad y la respuesta de ustedes, queridas compañeras y estimados compañeros! (Aplausos).

No manifestaba tan sólo el aplauso espontáneo, para rubricar la aceptación de ustedes a les párrafos más sobresalientes de la intervención del compañero Figueroa; sino, en lo que más vale, en el silencio, la concentración, la profundidad con que ustedes han seguido su pensamiento, que refleja la alta conciencia que tienen ‐y lo digo con profundo orgullo‐, ustedes, queridos compañeros, militantes de la Central Única, por eso que yo deseo mantener a mis palabras dentro del marco de una serenidad que requiere esta hora dura y de prueba para nuestro país.

Chile está ante dos peligros que vienen arrastrándose y haciéndose sentir. Peligros destinados, a mi juicio, a provocar dos hechos trascendentales: la distorsión de nuestra economía y la crisis político-institucional.

Esto, que observa el país con inquietud, lo he venido anunciando reiteradamente. Lo dije ante la inmensa mayoría de Chile, cuando sostuve, si era difícil ganar la elección, más difícil sería, en los meses entre la Victoria Popular y la ascensión al Gobierno. Y más y más difícil sería el cumplimiento del Programa de la Unidad Popular, porque hería intereses poderosos, foráneos y nacionales. En cada oportunidad he venido anunciando, y desde hace tiempo, lo que estaba pasando en nuestro país. En el Congreso Nacional, en los Mensajes anteriores y en el Mensaje del 21 de Mayo de este año, expresé lo siguiente: “Más que los problemas económicos y sociales por los que atravesamos, el Gobierno atribuye mayor trascendencia a la real y seria amenaza que pesa sobre nuestra democracia. Como pueblo y como Nación yo he sostenido que aparecen más graves, ya que la quiebra de la paz civil supondría el fracaso de nuestra capacidad política colectiva para resolver los problemas de la comunidad por medios distintos de la violencia física que algunos buscan obsesivamente.

Enfrentamiento cuyas trágicas consecuencias acarrearían un profundo drama humano, además de catastróficos efectos económicos, sociales. La reacción, que advierte nítidamente su fracaso político, busca provocar el desorden económico. Sabe que una crisis económica generaría una crisis política, creando condiciones para que el fascismo adquiera dimensiones de masas. Como Presidente impondré el orden económico y el orden político; como revolucionario, combatiré el desarrollo del fascismo en cualquiera de sus formas: económica, política, ideológica o terrorista”. Esto fue lo que expresé una vez más ante, el Congreso de Chile, con profunda inquietud de chileno, de revolucionario, de Presidente del país.

Los trabajadores, con su conciencia de clase, antes que otros, comprendieron la amenaza de la violencia reaccionaria, la denunciaron y se prepararon para derrotarla. De allí nació su actitud en el paro de octubre. De allí nace, también, su decisión expresada el 21 de junio de éste año, cuando más de 1.300.000 trabajadores se movilizaron a lo largo del país. Solo en Santiago, 700.000, como lo comunicó al mundo una agencia extranjera, se congregaron en el centro de la ciudad, expresando, su fuerza, el vigor de sus convicciones, su decisión de luchar, pero, como siempre, con un alto y superior sentido de responsabilidad, dando; una vez más una gran lección. ¡Ni un vidrio roto, ni un auto abollado, ni una sede política adversaria atacada, ni una persona objeto de violencia! Estaba allí la voluntad, la actitud, la decisión consciente de lo mejor que tiene nuestra Patria: ¡Los obreros, los trabajadores chilenos! (Aplausos).

Pero, no sólo ésta, sino que, además las palabras del que en ese entonces era Presidente de la Central Única y hoy Ministro del Trabajo, Jorge Godoy, quien sucediera, a Luis Figueroa en esa cartera, como resultado de la injusta acusación que se le hizo, siendo depuesto por el Congreso, planteó ante el país la posición de los trabajadores a través de su organismo máximo. Estimaban como una plataforma esencial para encarar las horas de tensión, de inquietud y de dolor que vivía y vive nuestro país. Dijeron: “Afianzamiento del mando y la autoridad del Gobierno, programar y controlar el abastecimiento; fortalecer el Área de Propiedad Social y la Reforma Agraria; asegurar el desarrollo económico; efectiva participación de los trabajadores y acción centralizada y operante”.

El Gobierno, a través de sus palabras, reafirmó su decisión de apoyo a los seis puntos expuestos como planteamiento de ustedes por el compañero Godoy. Y agregó que, contemplando esos puntos, el Gobierno impulsaría un plan de emergencia para estos meses del año 73, como la preparación -ya ha dejado constancia de ello Luis Figueroa‐ del plan 1974.

Que no puede ser tan sólo ‐y no será‐ el pensamiento de técnicos y planificadores, sino que tendrá, para darle la fuerza vital que necesita su realización, la opinión, el apoyo de los trabajadores, nacido este apoyo en la conciencia de la importancia que los trabadores tendrán en la ejecución de ese plan.

Compañeros, en esa oportunidad dije, también, cómo el fascismo había, en los últimos días anteriores al 21 de junio, desatado toda una campaña terrorista de acción directa, de provocaciones, de sabotajes. Di a conocer detalladamente la larga lista de sus atentados, destinados, indiscutiblemente, a crear el clima que condujera a la tentativa subversiva. Señale, sin vacilación, con claridad, que había dos actitudes en la oposición: aquella que se ejercía, aunque fuera apasionada y obstructiva, dentro de los marcos de la legalidad y aquella otra que, utilizando los repliegues de la democracia, les permitía ocultar sus tenebrosas pretensiones de derrocar el Gobierno Popular. También dije que el núcleo aglutinante civil lo constituía la agrupación ilícita mal llamada “Patria y Libertad” y que yo llamé “Antipatria y Cobardía”. Lo dije el 21 de junio; “antipatria y cobardía”. Y mis palabras se comprobaron el 29 de junio, cuando el “Tancazo” y cuando los civiles responsables de la conspiración fascista pretendieron utilizar ‐y lo hicieron- a un sector pequeño del Ejército de Chile. Huyendo ellos, artera y cobardemente, se fueron a refugiar a las Embajadas. Hoy están fuera de Chile, y siguen lanzando su injuria y su calumnia contra Chile y contra su pueblo.

Pero hay algo que ustedes no saben y que yo tengo la obligación de hacer que el país entienda: lo que pudo haber ocurrido el 21 de junio, el día de la magna concentración. Según el testimonio de uno de los detenidos, el propósito de los conspiradores, confabulados y dirigidos por “Patria y Libertad”, era lanzar su ataque el día 21, cuando estaban los trabajadores en el centro de Santiago, cuando el Presidente se iba a dirigir al país, teniendo ante sí la más grande concentración de nuestra historia.

Entonces, según ellos, era el momento de lanzar la violencia, no sólo con los tanques, sino también con los francotiradores, ocultos tiradores, traidores tiradores que, apostados en distintos edificios, estaban dispuestos a acribillar a cientos de nuestros compatriotas. Yo he llegado a dudar de que pudiera aun ese grupo sedicioso de militares se prestarse para un hecho de esta naturaleza; pero no he dudado jamás, de que pudieran los fascistas proceder de esta manera, para crear el terror, para aplastar con la violencia física, la dignidad revolucionaria de los trabajadores. Y esto hay que tomarlo en cuenta. No hay que olvidarlo. El prepósito de esa gente ‐como lo dijera‐ era este: derrocar al Gobierno y establecer una dictadura fascista. Contaban con lo que habían estado sembrando otros. Eso lo exprese de esta manera: “crear las condiciones para el enfrentamiento, o para la guerra civil. La guerra civil no depende solamente de la voluntad de algunos hombres. También importan ‐y mucho‐ las condiciones materiales que arrastran a la propia voluntad de mucha gente que ha estado y estará siempre contra la guerra civil”.

Por eso, denuncié la tentativa de crear en la crisis económica, la parálisis institucional.

Compañeros y compañeras, fue derrotado el intento sedicioso por la lealtad de las Fuerzas armadas, de Orden, de Investigaciones y por la movilización masiva de los trabajadores. No sólo por la ocupación de fábricas, industrias y empresas o predios agrícolas, sino ‐inclusive‐ por su decisión de estar listos para movilizarse.

Yo cumplí ese día, como tenía que hacerlo, cuando le hablé al pueblo, advirtiéndole lo que podía pasar y diciéndole que, confiando en la lealtad de las Fuerzas, armadas, recurriría ‐si era necesario y era sobrepasada parte de ellas‐ a las fuerzas revolucionarias de los trabajadores para defender el destino libre de nuestra Patria. (Aplausos).

¿Qué nos dejó como herencia el 29 de junio? Desde el punto de vista humano, 22 chilenos muertos, la mayoría civiles, hombres y mujeres y alrededor, de 100 o más heridos.

Enviaré un proyecto al Congreso para preocuparme de las viudas y de los huérfanos de los que cayeron inocentemente el 29 de junio. Es una obligación hacerlo. (Aplausos).

No podremos reparar el daño humano, la angustia y el dolor de tanta familia; pero, por lo menos, no vamos a dejar en la indigencia a los familiares de aquellos que perdieron sus vidas.

Es necesario comprender que este golpe ‐repito‐ fue posible, porque antes se había venido creando el clima necesario para ello: prensa, radio, publicaciones, declaraciones, discursos. Y todo se iba sumando, en esfera nacional o internacional, para condicionar psicológicamente a muchos chilenos, a fin de que creyeran que la única posibilidad de salida era el derrocamiento del Gobierno Popular. Y he hablado de la parálisis institucional y la tentativa de crear la crisis económica.

El golpe fascista fue aplastado Uno no se acostumbra a pensar qué habría ocurrido si hubieron triunfado.

Piénsenlo ustedes, compañeros dirigentes sindicales. Asimismo espero que lo piensen los chilenos que a le largo de nuestro territorio, escuchan mis palabras a través de las radios. ¿Qué habría ocurrido? Habría sido la dictadura fascista más sangrienta y oprobiosa; se habría arrancado de raíz los más sólidos principios pluralistas de democracia y libertad. No les habría bastado esto. Habrían recurrido al terror y al asesinato masivo como la Historia enseña que lo hacen.

Hay que medir y pensar y pensar lo que pudo‐ significar para Chile, para el proceso revolucionario, en el cual ustedes son los principales ejecutores y que, siendo auténticamente nuestro, inquieta, interesa y apasiona a millones de seres humanos que miran, como un camino adaptado a su propia realidad, lo que hemos hecho aquí, después de tantos y tantos años de lucha de la clase obrera y de los trabajadores chilenos.

Esto es lo que habría ocurrido si ellos hubiesen triunfados dictadura oprobiosa, sanguinaria, arbitraria, opresiva, masacre implacable, no solo de dirigentes sindicales y políticos, sino también de cientos y miles de trabajadores.

¿Qué ha ocurrido, en cambio con la victoria de Chile y del pueblo? Los conspiradores, procesados ante la Justicia Militar. Ni un hecho de violencia individual o de grupo, atribuible, como represalia vengativa, a los integrantes de los partidos populares o a les organizaciones sindicales de los trabajadores.

Y es cierto que el día 29 de junio los trabajadores ocuparon las industrias, las fábricas y las empresas, las escuelas, los talleres y los predios agrícolas por mandato de su máxima organización y por la propia indicación del Presidente de la República, que asume su responsabilidad de haber indicado ese camino a los trabajadores. (Aplausos).

Seguramente más de 25 mil o 30 mil industrias, servicios públicos, y predios fueron ocupados.

¿Y qué ha ocurrido posteriormente? La casi totalidad de las empresas, industrias y predios han recuperado su normalidad y la Central Única planteo que, en aquellas empresas que tuvieran dificultades para definir de manera concluyente el camino, eso se haría oyendo a la Central y participando con el Gobierno en comisiones responsables, para proceder dentro le les marcos de nuestra propia legalidad. De las pocas industrias que quedaron en situación conflictiva, existen algunas en que hay capital foráneo. Una comisión especial, integrada por funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores, trabajadores y funcionarios del Ministerio de Economía, se han preocupado intensamente para evitar la repercusión que ello pudiera tener en el campo internacional; sobre todo tomando en cuenta que, en esos días, se iba a debatir, en París, la renegociación de la deuda externa de nuestro país. Además, han sido requisadas dos empresas; hay dos en negociación, dentro de las normas de la Central; había un número menor de 20 por resolverse, pero buscando el diálogo, aun con empresarios, y utilizando -repito‐ las disposiciones administrativas y legales vigentes.

Hemos planteado una, lucha ideológica por así decirlo‐ destinada la que los trabajadores comprendan que no es lo mismo una empresa monopólica estratégica que pequeñas empresas que no influyen en el desarrollo económico del país, en las cuales muchas veces una familia, trabaja y vive del esfuerzo de esas empresas. Este Gobierno tiene un programa, en el que el Área de Propiedad Social tiene sus límites; hemos hablado honestamente de organizar esta Área, de establecer también la Mixta y reconocer que tendrán y tienen derecho todavía, y tendrán mucho y mucho tiempo para existir, empresas privadas.

Lo digo claramente, compañeros, porque no soy demagogo y no engaño al pueblo. En esta etapa de Chile, este Gobierno es de transición; este país vive una etapa capitalista, mi Gobierno no es un Gobierno Socialista, es un Gobierno de transición, un Gobierno Popular, nacional, anti‐imperialista y revolucionario, que tiene como tarea abrir camino al socialismo.

Pero el socialismo no se impone por decreto, ni se crea por el golpe demagógico de una palabra, de una consigna o de una frase. (Aplausos).

En cambio ellos han continuado, después del 29, con el terrorismo, el sabotaje. Y ahí está la insolencia provocativa y antichilena de los esmirriados cuadros de la anti‐Patria y cobardía, pues han pasado a la clandestinidad, porque la maquinaria del enfrentamiento está todavía aceitada. Porque algunos que han tenido y tienen influencia, más allá de los prófugos, siguen maniobrando. Por ello, no es de extrañarse el sabotaje realizado, por ejemplo, en un puente importante de Antofagasta, ni la tentativa de volar la torre de transmisión del Canal 9. Y como un hecho aleccionador, el Intendente de Valparaíso, eficiente funcionario militante del Partido Radical, Carlos González Márquez fue suspendido por el Congreso y destituido de su cargo, acusado de haber procedido arbitrariamente, cuando ordenó detener a gentes respecto de las cuales no cabía duda que estaban actuando en el terreno conspirativo. Destituido González Márquez, hoy están presos, confesos y declarados reos los que él mandó a detener y por lo cual lo destituyeron. ¡Qué gran lección para algunos!

Pues bien, además del terrorismo, también en la última semana se levantó un “temporal” organizado, utilizando radio, prensa y televisión, para acusar al Gobierno de fraude en las elecciones parlamentarias del 4 de marzo de este año. Se dijo que este fraude alcanzaba a 300 mil votos y se llegó a señalar que algunos parlamentarios nuestros no habrían triunfado. Esto se ha hecho sin base técnica ni científica, a pesar de invocarse que hiciera el estudio el Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica.

Pero han sido los funcionarios de la Dirección de Registro Electoral, del Servicio de Identificaciones, ha sido el propio Rector de la Universidad Católica, han sido nuestros propios técnicos y ha sido, por cierto, el Gobierno, los que han deshecho esta última tentativa destinada a afianzar más la idea de “ilegitimidad”.

Ya el 21 de junio, en el discurso que pronunciara en esa memorable concentración, señalé cómo el Partido Nacional pretendía declarar ilegítimo e ilegal este Gobierno y, sobre esa base, justificar toda desobediencia a él, colocándose al margen de la Constitución y de la Ley. Hay un solo camino constitucional para cambiar un gobierno, o un gobernante, mejor dicho, que se ha salido de la Constitución y de la Ley: acusarlo ante el Congreso Nacional.

Ya un sujeto, que por aquellas veleidades de la democracia ha llegado a ser parlamentario y tendrán que llamarlo, por el reglamento, “honorable”, se ha atrevido a anunciar una acusación contra, el Presidente de Chile. (Pifias) ¡Que lo haga! ¡Qué lo haga!

Pero es importante destacar esta última tentativa de decir que ha habido un fraude porque después de eso ¿qué queda en pie de la democracia representativa nuestra? Y se ponen dudas y se siembra la zozobra sobre los poderes del Estado.

Después de eso, viene la frase de los fascistas: “sólo la dialéctica del fusil o de los puños podría imperar en este país”. Por eso, hay que meditar, queridos compañeros. De allí que vivamos en este instante, todavía, y con más intensidad, un clima que va penetrando subrepticiamente por los más vastos, sectores, destinados, como siempre, a cerrar el paso al Gobierno de ustedes, o impedir la presencia de los trabajadores en la dirección superior del Gobierno.

De allí entonces, que sea necesario hacer un esfuerzo supremo, y lo haremos, para detener la catástrofe que significaría: un enfrentamiento; para impedir que se nos arrastre a la guerra civil, como han querido algunos obcecados o afiebrados. Sin embargo, y como era lógico, se han levantado voces y podemos haber escuchado y escucharemos las de otras gentes para impedir esto. Y este clima se ha venido creando, esta siembra, se ha venido entregando, en forma artera, solapada o cínicamente.

Los trabajadores deben conocer cómo los plazos, se han ido acortando; y cómo lo hechos se van sucediendo más vertiginosamente, a medida que avanza la presencia de las trabajadores y su participación en la dirección de las empresas y del país.

Compañeros dirigentes: ¿Cuantos años se demoraron los trabajadores para alcanzar el Gobierno?

Podemos decir que la lucha clara por el poder empezó, más o menos, en la década del año 1920, con la obra de Luis Emilio Recabarren. Desde esa época hasta el año 1970, vale decir cincuenta años, los trabajadores sufrieron derrotas y represiones; alargaron la lista de sus mártires y muchos supieron y supimos, de la relegación y de la cárcel: obreros, estudiantes e intelectuales, trabajadores en suma.

Piensen ustedes que el camino de la unidad de los partidos políticos se hizo en 1957. Vale decir que desde hace ya catorce o quince años se logró la unidad. Que se supo de derrotas o de fracasos, que no minaron a los grupos políticos. Primero en el Frente del Pueblo y después en el Frente de Acción Popular y, posteriormente en la Unidad Popular, con la que alcanzamos el Gobierno en 1970. Pero veamos: cincuenta años de lucha. Y en veinticinco meses, la reacción provocó el hecho más significativo, en su primera intentona: el paro insurreccional, patronal, de octubre de 1972. Pero allí nace el primer salto cualitativo en la conciencia de los trabajadores, con la creación de organismos destinados a afianzar el Poder Popular. El salto cuantitativo lo dimos en septiembre de 1970, por los causes electorales; el primer paso cualitativo lo dimos en octubre de 1972, como respuesta a la sedición patronal.

Pero, de octubre a junio de este año, van sólo8 meses y se produce la tentativa insurreccional fascista.

De aquí, también, el segundo paso, que es ampliar la fuerza organizativa de los trabajadores y adecuarse a la nueva realidad. Y, como lo dijera hace un instante, en julio días después de la tentativa sediciosa, la extrema derecha pasa a la clandestinidad y se pretende invalidar las elecciones, con lo que se ha llamado el fraude, el “fraude electoral”.

¿Qué queda por delante, compañeros? ¿Qué nuevas amenazas se ciernen sobre el país? ¿Una nueva tentativa, fascista, una nueva tentativa de golpe? ¿Pretenderán quebrar la tradicional disciplina de las instituciones armadas? ¡Sueñan algunos! En los diarios aparecen insinuaciones para que no se repita una tentativa como la del día 29; pero para pretender dar un golpe ‐por así decirlo‐ o una presión institucionalizada, algunos han llegado a pensar qué las Fuerzas Armadas podrían prestarse para un hecho de esta naturaleza. Ello sería negar su dignidad, su lealtad constitucional, su tradición de hombría y de coraje. O pensar que el Presidente de la República sería vacilante para defender su Gobierno, que es el Gobierno de ustedes. (Aplausos). ¡Se equivocan! ¡Eso no va a ocurrir, eso no puede ocurrir ni va a ocurrir, de acuerdo con la tradición de Chile!

Sin embargo, nadie puede negar que vivamos las horas más duras de nuestra historia; quizás tan sólo comparables a las que se vivieran en nuestra tierra en 1891.

Por ello es que nosotros ‐y ha dejado constancia también Luis Figueroa‐ vemos que, en medio de esto, que turba y conturba a millones de chilenos, se levantan voces como las de los rectores las Universidades no estatales, que, plantean la necesidad de un consenso mínimo de entendimiento.

También se levantan voces de sectores no militantes, de hombres de ciencia, escritores y artistas y también de políticos del campo opositor, ubicados en el plano de democracia. Y, sobre todo, se levanta la voz del Cardenal de la Iglesia Chilena, Raúl Silva Henríquez, quien dice, hablando a nombre del Episcopado Nacional: “En nuestra condición de Obispo de la Iglesia Católica, hablamos porque creemos tener la obligación especial de hacer un llamado extremo para evitar una lucha armada entre chilenos”, y agrega, en ese documento cristiano y humano. “La paz en Chile tiene un precio: precisa que todos cambiemos de actitud, faltan hechos de justicia. La injusticia lleva a la violencia. La justicia puesta en práctica produce las condiciones de paz y todos debemos ayudar a crear esas condiciones”. Es decir, no solo es un llamado más allá de los hechos contingentes, es un llamado hecho a Chile, un llamado dejando constancia de las injusticias sociales y señalando la necesidad de adecuarse a cambios que son fundamentalmente necesarios.

Por eso es que, como Presidente de la República, siento que es fundamental en esta hora intentar una salida política. Buscarla sin claudicaciones ni entreguismos y frente al pueblo, recordar hechos y circunstancias. Cuando en 1970, después de la tentativa patrocinada internacionalmente por la ITT, hecha realidad por los grupos más reaccionarios y con la complicidad de unos pocos y aislados Jefes de las Fuerzas Armadas, se intentó detener la Victoria Popular, cuando se llegó, como expresión de la violencia, al asesinato del Comandante, en Jefe del Ejército, General Rene Schneider Cherau; cuando se quiso utilizar el fraude electoral, a través de la posibilidad de elegir al segundo candidato, renunciar este y llamar de nuevo a elecciones y buscar entonces, la agrupación heterogénea de las fuerzas que dieran mayoría electoral a un hombre que no fuera del pueblo.

Cuando esto ocurría, también tuvimos un diálogo; político, porque eran hechos políticos, y lo hicimos con el partido mayoritario de esa época y de hoy: la Democracia Cristiana.

Hoy han pasado tres años. Ya no son sólo problemas económicos s y sociales. Ya no son solo problemas políticos. Son políticos, económicos y sociales. Y es por eso que aquí, frente a ustedes, ante la más clara conciencia de revolucionarios y de clase, con la responsabilidad que tengo y que ustedes me han entregado, hablo claramente frente al país y planteo la necesidad de un diálogo entre aquellos que quieren ordenar el proceso de cambio y continuarlo y no con aquellos que anhelan reconstruir por cierto, un pasado definitivamente superado. Y lo hago sin tapujos, claramente y lo hago porque haré todos los esfuerzos que sean necesarios para impedir la guerra civil. Lo hago como chileno más que nada, como revolucionario consciente, como dirigente de un proceso que perteneciéndole fundamentalmente al pueblo de Chile, también le pertenece a millones y millones de seres humanos que, en otros continentes, luchan por la libertad económica y política de sus Patrias. (Aplausos).

¡Qué fácil sería buscar aplausos, colocándome en una postura de irresponsabilidad y demagogia! Se necesita más valor, camaradas, para enfrentarse con algunos que no piensan con claridad o que se dejan guiar por un afiebramiento que puede conducir a una catástrofe.

Yo he demostrado, por eso puedo hacerlo, que, si tengo coraje físico en los momentos duros, tengo más coraje moral para decirle al pueblo claramente lo que pienso. (Aplausos).

Dice el senador Fuentealba: “No se trata de que los que están en la oposición abandonen su sitio, y que los que están en el Gobierno se conviertan en opositores. Se trata de buscar las coincidencias y convergencias que, indudablemente, existen entre el Gobierno y amplios sectores de la oposición, para seguir haciendo las transformaciones que Chile requiere, pero sin imposiciones y contemplando los puntos de vista del adversario”.

Por eso es que es importante medir lo que esto significa cuando, desde el campo político opositor, se levantan estas voces como la propia declaración que, después del 29 de junio ‐no la primera sino la segunda‐ hiciera el propio Presidente del partido mayoritario, señor Aylwin.

Por eso es que el diálogo es necesario para evitar la guerra civil y lo planteó como un último esfuerzo, como un supremo esfuerzo de lealtad; pero un dialogo frente al pueblo y al país todo y desde una posición de principios, camaradas. No el diálogo soterrado, el compromiso entre pasillos, al margen del pueblo, sin conocimiento de él. El diálogo abierto y claro para que tenga, si fructifica, el vigor nacido de la presencia compartida de los trabajadores. Pienso que no se pueden establecer pre‐requisitos para dialogar; pero también pienso que sí se pueden diseñar las grandes líneas, y aquí lo hago. Conversar o dialogar no significa comprometerse.

Es necesario contemplar en estas grandes líneas, primero, el afianzamiento de la autoridad legítima del Gobierno; segundo, que el país entienda muy claramente, para terminar con las especulaciones tenebrosas e insidiosas: en nuestra tierra, las únicas Fuerzas Armadas son las que contempla la Constitución, lo mismo que las Fuerzas de Orden. ¡Nunca un dirigente responsable ha planteado el ejército popular! ¡Nunca nosotros hemos pensado que eso pudiera hacerse, negando la vigencia y la presencia democrática, y constitucionalista de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas de Orden de Chile! (Aplausos).

Mientras yo sea Presidente de Chile, no habrá Fuerzas Armadas paralelas. ¡Quiero que lo escuche muy bien todo el país!

De la misma manera, sugiero que se elimine a las Fuerzas Armadas de la pugna política.

Todos los días, los titulares de los diarios, los artículos de redacción, los de crónicas están destinados a crear internamente en las Instituciones armadas y aun en las de Orden y Seguridad, las posibilidades de una deliberación y esto no sólo es inconveniente, sino peligroso.

Dejarlas al margen de la pugna política no significa que ellas no estén presentes en el proceso del desarrollo económico nacional o que no puedan tomar parte en las grandes tareas de interés de Chile, fuera del interés partidario.

Asimismo, es justo y conveniente plantear que, frente a la Ley Sobre Control de Armas, se ha buscado, en la denuncia contra determinados sectores, fundamentalmente de izquierda y contra los trabajadores, en el caso de la CUT de Osorno, crear un clima que cierta prensa, ha venido fomentando, sobre la base ‐precisamente‐ de las “Fuerzas Armadas populares”.

El Gobierno, que promulgó esa ley e hizo indicaciones al proyecto inicial, comprende que tiene vacíos.

Como Presidente de la República, le dije al Ministro de Defensa que hablara con los señores Comandantes en Jefes de las Fuerzas Armadas para que se envíen las instrucciones necesarias en cuanto a la forma de proceder; ya que, en realidad, es la Justicia Militar independiente la que ordena los allanamientos. Pero, yo sé perfectamente bien que es justa la protesta cuando se hace un allanamiento sin las consideraciones debidas a la persona humana y eso no puede ser la tradición de los militares chilenos.

Es fundamental en estos puntos considerar el desarrollo del poder popular ‐en el diálogo que digo que hay que hacer‐ pero vinculando este poder popular al Gobierno, sin que sea antagónico con el régimen institucional. Eso lo he dicho y lo he sostenido reiteradamente, compañeros, y lo ha dicho aquí el compañero Figueroa, al referirse a los comités comunales y, sobre todo, a los cordones. Su integración en la Central Única, No puede haber, compañeros, paralelismo sindical, como no puede haber individualidad de mando en la dirección política o económica del país.

Yo he sido suficientemente claro, en reiteradas ocasiones y últimamente en el Congreso del Partido Federado, en la Primera Convención, que terminara hace un mes y plantee lo que, a mi juicio, eran las relaciones entre el Partido Federado y el Gobierno, entre los partidos que integran el Partido Federado y el Gobierno, entre los funcionarlas que pertenecen a las partidos y el Gobierno. Sostuve que los funcionarios públicos tienen la obligación de respetar la verticalidad de la disciplina administrativa.

Porque los funcionarios públicos no son funcionarios de los partidos; sino son militantes de los partidos que tienen la conciencia de sus convicciones, pero que pertenecen a la Administración Pública y responden ante el Presidente de la República. (Aplausos).

Cuando hablo que no puede haber antagonismo con el régimen institucional, tengo que señalar el error en que se ha incurrido muchas veces respecto de tomas innecesarias de predios minúsculos, pequeños, medianos; en tomas de caminos, de oficinas públicas. Y lo hacen a veces, inclusive, gentes de izquierda, instigados por opositores; lo hacen gentes de izquierda que antes nunca utilizaron esos métodos ¿Por qué tienen que usarlos ahora, cuando hay un Gobierno de los Trabajadores? ¿Cómo colocan al Gobierno, para que aparezca con una imagen de desgobierno, do incapacidad e dirigir? ¿Cómo es posible que me pongan a mí en el disparadero de tener que usar la fuerza, cuando he dicho que asumí este cargo confiado en la autoridad moral o intelectual que tendría el movimiento popular?

Pero, piensen, compañeros. Grupos de 50 o 60 pobladores se toman un camino. Hace tiempo fue el de Cerrillos. Había 7 barricadas. Eso significó, por ejemplo, que el Grupo 7 de la FACH no pudiera regresar a sus casas; estuvo esperando 3 horas hasta que fue despejado el camino.

Pero, óiganlo bien: la primera barricada estaba formada por obreros equivocados del Ministerio de Obras Públicas; y las 6 barricadas que seguían de atrás, por opositores al Gobierno, e integradas por trabajadores que dijeron que eran partidarios de Gobierno y los utilizaban opositores del Gobierno que sí sabían muy bien lo que se traían entre manos.

Esta mañana, por ejemplo, un pequeño grupo que ayer actuó, con el cuál se ordenó dialogar, ha ocupado un trozo, del camino al Aeropuerto, en Pudahuel. Y lo digo, compañeros, con una profunda inquietud. No sólo ocuparon el camino esta mañana; detuvieron les automóviles, obligaron a bajarse a los que iban en ellos requisaron tres o cuatro automóviles. Esto es, compañeros, una irresponsabilidad o una provocación. ¿Qué hacen las autoridades? ¿Qué hago yo, compañeros? Había ahí, inclusive, detenidos representantes del Cuerpo Diplomático.

Y, óiganlo mejor todavía: de todos los sectores del cuerpo diplomático y, fundamentalmente, de los países socialistas, porque habían ido a dejar al magnífico Embajador de la República Democrática Alemana, Harry Spindler, que se fue, luego de cumplir su misión en nuestro país.

¡Qué espectáculo de esta revolución! ¡Cómo se aprovecharían o aprovecharan de este hecho!

¿Y qué hago, yo cuando se me informa de lo que está ocurriendo? Mando para que se hable.

¿Y si la gente no entiende? ¿Y si hay allí obcecados, afiebrados, pseudo revolucionarios? ¿Y por qué no también pensar que pueda haber provocadores? ¿Será acaso este el primer país donde la provocación nazca marcada per el dinero y la intención de derrocar al Gobierno? La historia enseña que algunos que aparecen como ultra‐revolucionarios, no tienen sino de revolucionario la plata que le entregan instituciones conspirativas internacionales. (Ovación).

Yo sé distinguir perfectamente bien entre el modesto poblador o trabajador equivocado, entre los grupos revolucionarios que están más allá de la izquierda y de la Unidad Popular, que son honestos, pero que están equivocados y cuya actitud tiene caracteres, a veces, de una provocación. Yo sé muy bien que es el diálogo en el nivel superior de revolucionarios lo que puede impedir que esto siga aconteciendo; pero, mientras tanto, yo tengo una obligación y la debo cumplir: soy Presidente de este país, y por lo tanto, el que garantiza la tranquilidad y el orden social.

Compañeros, hay algunos que hablan de la insurrección. Pocos, muy pocos, pero son voces que nacen inclusive de la misma izquierda a veces, en un número muy insignificante pero que son explotados, ampliados, magnificados por la oposición nacional y por las agencias extranjeras. ¿Pero de que insurrección puede hablarse, si éste es un Gobierno de Trabajadores? La que está en insurrección, y lo estará, es la alta burguesía de los monopolios, de los terratenientes y de la banca, en la labor tenebrosa de las empresas transnacionales; pero, que haya hombres de izquierda que piensen en une etapa insurreccional, cuando hay un Gobierno que ellos eligieron o del que forman parte, es una obcecación que no puede continuar y que hay que esclarecer, y la mejor manera de hacerlo es frente al pueblo.

Pienso que en el diálogo hay que contemplar la definición y articulación de las competencias de los poderos del Estado, y pienso que hay que reafirmar la plena vigencia del Estado de Derecho, lo que exige acabar con el bloqueo legislativo y desarrollar el régimen legal. Es indispensable la definición del régimen de propiedad de las empresas, delimitando legalmente el Área Social, la Mixta y la Privada. Hay que hacer entender, como línea central, que este proceso, en ese aspecto, es y será irreversible. Junto con organizar el Área de Propiedad Social hay que intensificar y estructurar definitivamente la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas, las industrias y las fábricas y también de los campesinos en el proceso de producción. Es fundamental dialogar sobre medidas económicas concretas para detener la inflación. El proceso inflacionista, no se detiene, va a ahogar a este país. Habrá errores que ha cometido este Gobierno, pero las raíces de la inflación son más que centenarias y, en el caso nuestro, han proliferado por las dificultades internacionales que se nos han puesto, por el cerco tendido contra Chile, por la resistencia interna.

He explicado muchas veces cuales son los factores fundamentales de la inflación en el mundo, que está demostrando la fragilidad de las concepciones monetarias en donde los precios suben vertiginosamente ‐sobre todos los alimentos‐ en donde los fletes también lo hacen. El proceso inflacionario castiga más fuertemente a los países en vías de desarrollo como el nuestro, donde la infraestructura no permite la satisfacción de las necesidades fundamentales. Y en Chile todo está por hacerse. Si miramos los puertos, estamos limitados por el número de barcos, que pueden traer alimentos o materias primas, o insumos, camaradas; si sabemos que el transporte es deficiente, que Ferrocarriles del Estado, no alcanza a cumplir su alta misión, si tenemos conciencia que en la gran minería hay que remozar instalaciones e instalaciones. Que nada se ha hecho en la pequeña y mediana minería en el aspecto fundamental; que este país tiene una infraestructura que falla, en los servicios fundamentales, en el campo educacional, sin negar lo que otros Gobiernos han hecho, porque nos faltan escuelas y maestros; en el campo de la salud porque nos faltan consultorios, sobre todo para las poblaciones, porque nos falta el material humano, porque Chile necesita 4.000 médicos, 2.000 o más enfermeras universitarias y 3.000 o más odontólogos. Y eso no se puede hacer de la noche a la mañana.

Por eso, compañeros, los revolucionarios tienen que entender sobre qué realidad operan y qué es posible, compañeros, realizar. Y en el caso nuestro, con mayor razón. Piensen ustedes que los pueblos que llegan a construir el socialismo pasaron por años de lucha, que empezó en la epopeya de la Unión Soviética, la que tuvo que aceptar la paz y que trajo sacrificios incruentos a una generación para afianzar a otra que le sucedía.

Piensen ustedes la larga marcha del pueblo chino; piensen ustedes en Cuba acribillada y cercada. Yo que estuve allá diez veces, supe como el pueblo comía malanga, como decían los cubanos. Y todavía persiste el racionamiento. Cuando yo estuve ahí, por ejemplo, el año 1967, un cubano podía tomarse una taza de café, a la semana y a veces dos cervezas al mes. En cambio nosotros, hemos avanzado por un camino que no ha significado gran sacrificio, por suerte, de vidas. Y aun, compañeros, muy poco sacrificio de orden material; hay colas, es cierto, pero derivadas de que el capital se ha transformado en inversiones especulativas y, además, en la falla de la producción básica y elemental, porque hemos aumentado el poder de compra, porque hay más gente que consume, porque hay más gente que demanda, porque si, faltan escuelas, hay más chilenos que reclaman ‐y con razón‐ el derecho de sus hijos a educarse y hay más madres que reclaman el derecho de salud.

Pero, ¿qué sacrificio fundamental ha hecho el pueblo? Algunos, y muy pocos, no participaron, siendo trabajadores, en la batalla del 70 y son los que más reclaman y otros nos han hecho otra cosa que echar un sobrecito dónde decía Allende, pero sin medir lo que significaba la lucha popular. Pero Uds. echaron ese voto sabiendo que reemplazaban con ese voto el fusil, pero que asumían una gran responsabilidad revolucionario, y tendrán que cumplirla para defender el proceso y la lucha de Chile. (Aplausos).

Por eso, hay que asegurar la distribución y no tengo nada más que agregar a los sólidos conceptos expuestos por Luis Figueroa.

Sin producción, sin aumento de la productividad no hay revolución que se mantenga, compañeros o ¡Cuántas veces, con que amargura, con que infinita amargura, camaradas, he golpeado la mesa a ver si siquiera el golpe material, hacía entender a algunos lo que significan los paros parciales, por ejemplo, en el cobre! 60 y tantos paros, el año pasado, en Chuquicamata: 37 millones de dólares menos de producción.

¿Cuánto ha significado la huelga de El Temiente? Huelga afianzada en el espejismo de obtener ventajas, reajustes sobre reajustes. ¿Cuánto significa, compañeros, el hecho de que no se aumente la producción agrícola, que no se ponga pasión enfermiza en sembrar la tierra?

¿Cuánto significa, compañeros, cuando en las empresas estatizadas, no hay ese fervor increíblemente revolucionario que lleva a trabajar más, a sacrificarse más, no sólo en el trabajo voluntario, sino en la responsabilidad, en el cuidado de las máquinas, en la economía en el detalle, en el pequeño y en lo grande, camaradas, de economizar el gasto de luz, del agua, hasta por cierto, en los repuestos?

Los pueblos pasan por esa experiencia.

Yo oí en Santiago de Cuba, en un día de calor increíble, en que me ahogaba, por ser un clima tan distinto al nuestro, una de las lecciones más magistrales que le diera a su pueblo, Fidel Castro. Les hablaba de los tractores destruidos, de los camiones inutilizados, de las máquinas, de fábricas que no podrían andar; y golpeaba y golpeaba e insistía en la obligación de entender que esos son bienes comunes colectivos, esenciales para la revolución.

De la misma manera, que todos los teóricos revolucionarios del mundo han planteado, compañeros, la necesidad de la presencia de los técnicos y los profesionales especializados junto a los obreros. No hay que dar una lucha artificial y estéril; claro está que se trata de técnicos o profesionales que, sin tener una ubicación política, comprenden y lealmente sirven al proceso.

Por eso, compañeros, tiene razón Luis Figueroa cuando plantea la importancia de la distribución, cuando pone, por ejemplo el caso del pan, hecho increíble, camaradas. Cuando uno ha visitado otros países, cuando yo he estado en una panadería en Moscú, que mecánicamente produce 3 millones de panes, al día; cuando he estado en la propia Cuba, donde también hay panaderías mecanizadas, por cierto más pequeñas. Cuando los propios trabajadores de la Federación de Panificadores conversando conmigo, me han dicho que entienden la necesidad de la mecanización y que oponerse a ella es negativo, que fácil es un entendimiento, compañeros.

Y aquí estamos nosotros atascados, porque los dueños o porque los dueños de los molinos o porque los trabajadores molineros o porque los panificadores, no se ponen de acuerdo en un diálogo al servicio del país.

¡Qué buena es la iniciativa de la Central Única de Trabajadores! Porque lo que puede dolerle más a un Gobernante Revolucionario es ver que hay colas y colas para el pan, carneradas. Y esto podemos solucionarlo, organizando al pueblo, concientizando al pueblo, diciéndole al pueblo cómo y porqué hay que superar estas dificultadas que emergen desde las raíces mismas de nuestra propia existencia como país en vías de desarrollo.

De allí, entonces, la importancia que tiene él que cada uno de ustedes se convierta en un orientador, en un organizador, en un divulgador de la realidad, de la dificultad de los problemas que hay que enfrentar, camaradas.

La distribución, forma parte del desarrollo humano y social que este país quiere alcanzar para darle, por lo menos, lo mínimo, no en función de lo que tenga sino que necesite una familia, por modesta que sea.

Y, por último, planificar la economía, y he hablado de un plan de emergencia para atajar fundamentalmente a la inflación, terminar con un economicismo absurdo, camaradas, con una mentalidad añeja frente a una realidad distinta y un Gobierno diferente. Y ello tiene que nacer de la conciencia de los propios trabajadores. Sin eso no habrá desarrollo económico, y este país se quebrara en su economía, y la crisis facilitará, será la levadura, para el golpe a la subversión.

Este país no puede llegar a un 300 o 400% en la inflación. Y todos, absolutamente todos, tenemos que entenderlo. Y si mañana es necesario que los trabajadores comprendan que debemos tener reajustes, inclusive, por debajo del alza del ciento por ciento del costo de la vida, yo les diré por qué, yo se los pediré; pero les entregaré razones, cifras y antecedentes. De la misma manera les diré si ustedes se sacrifican, pues bien, nosotros apretaremos, camaradas, los torniquetes para arrancarles a los que nunca se sacrificaron lo que tienen de más para entregarlo efectivamente a la defensa de la economía nacional. (Aplausos).

Por eso le damos gran importancia, y suma, al plan de 1974. Por la perspectiva que tiene, por el futuro que señala; si este pueblo tiene que entender qué hay una salida, una posibilidad, un camino para la solución económica, de la misma manera que un camino de solución política.

Compañeros, he reseñado en las grandes líneas… Perdón por lo avanzado de la hora; no sólo de pan vive el hombre. (Aplausos).

Gracias, compañeros, sabía la respuesta de ustedes.

El objetivo del diálogo es para mí asegurar que nuestro sistema económico supere las dificultades presentes. Asegurar que nuestras instituciones políticas no entren en colapso y ello nos lleve a la anarquía. Asegurar que la revolución chilena avance en la consecución de sus grandes ideales, pero superando las condiciones que nos llevan a la guerra civil. Compañeros, mediten ustedes acerca de quienes se oponen al diálogo: la ultraderecha, la derecha reaccionaria y también sectores de la ultraizquierda. Desde de sectores de la propia izquierda salen declaraciones, afirmaciones o dan motivos para creer que corresponden a acuerdos de los partidos. Ayer, por ejemplo, en el diario “El Mercurio” venía una declaración, atribuida a la Comisión Política del Partido Socialista, diciendo que se había acordado que no se devolvería ninguna empresa.

Esa declaración no puede ser de la Comisión Política del Partido, porque el Partido Socialista tuvo representantes de alta responsabilidad en la Comisión del Gobierno y de la Central Única de Trabajadores, y estuvimos de acuerdo respecto de las empresas que había que devolver y se devolvieron, compañeros. Y ya lo he indicado: se tomaron 25 a 30.000 empresas. ¿Cuántos miles, cientos y cientos de miles de empresas se han devuelto? Y ya he señalado que acerca de aquellas que están en conflicto, se está estudiando con seriedad, con responsabilidad, su paso al Área Social, al Área Mixta o si han de ser devueltas. Por lo tanto, esa declaración tiene que ser falsa, compañeros. Pero hay más: hoy en la mañana, en el edificio Carlos V, en el piso décimo cuarto, estalló una bomba que, prácticamente, por su potencia, pudo destruir todas las instalaciones del sector comercial de la Embajada de Checoslovaquia y la oficina del Senador Hugo Miranda, militante del Partido Radical.

Yo creo que no hay que ser muy sutil para pensar que se equivocaron de piso. Esa bomba seguramente estaba destinada a colocarse en el piso décimo segundo, donde están las oficinas de los senadores democratacristianos; ahí estaba seguramente destinada la bomba, para achacársela a la izquierda, para manifestar el repudio a la posibilidad de diálogo, para hacer imposible el diálogo, esa es la provocación.

Se equivocaron de piso, lo siento por Miranda y por la sección comercial de la Embajada de Checoslovaquia, pero, por lo menos, quedan en claro los métodos y los procedimientos a los que están dispuestos a llegar. Y hay que estar preparado para ello. Ya en Chile hubo un hecho de provocación inaudita y dramáticamente injusta: el asesinato de Edmundo Pérez, cometido por pseudo revolucionarios. También se andará buscando, compañeros, la posibilidad de un atentado directo contra un dirigente de la oposición o contra un dirigente de los partidos de Gobierno.

Hace pocas horas, estalló una bomba en un local comercial que pertenece a varias señoras que se ganan la vida trabajando; entre ellas, la esposa del Compañero Secretario General del Partido Socialista, Carlos Altamirano. Ustedes ven: estamos viviendo todavía, y seguiremos viviendo, esta etapa de la mentira, de la especulación, del gran titular. Los que ayer combatían la posibilidad de la presencia de las Fuerzas Armadas, ahora la estimulan y la gritan. Los que nunca antes se atrevieron, hoy día se atreven. Ayer, por ejemplo, la radio lanzó un “flash”, que esta mañana se volvió a repetir, y además un diario trae la noticia a tres columnas y en la primera página: “Esta semana vuelven los uniformados” ‐dice el diario de ayer. “Fuerzas Armadas al Gabinete”‐ ¿Qué ocultan detrás de esto? ¿Qué pretenden, los que siempre antes se opusieron? En la mañana de hoy dice un diario, que yo verbalmente le he pedido la renuncia al Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea; que me ha contestado que se la pida por escrito y que él aceptará. El señor Comandante del Ejército y de la Marina saben que es atribución constitucional, absolutamente fija como atribución del Presidente, su nombramiento, y por lo tanto su presencia como Comandantes o la posibilidad que dejen de serlo. Pero que yo, Presidente de la República, tuviera tan poco sentido de responsabilidad de permitir que se especulara con una noticia, el día que en el ejercicio de mis funciones yo estimara que un Señor Comandante debía dejar el cargo, la primera y única persona que lo sabría sería ese señor Comandante, porque yo no uso la gente ni dejo de respetar la legítima carrera de los que han hecho a través de esfuerzo y sacrificio. (Aplausos).

Esto no significa otra cosa que la lealtad en el trato con hombres e instituciones, y nada significa que yo vaya a renunciar a mis atribuciones constitucionales; pero sé ejercerlas, respetando ‐repito‐ a hombres e instituciones y no serán mercenarios periodistas los que pretendan meter la insidia para todavía acentuar más la intención dolosa que tienen de pretender separar a las Fuerzas Armadas del pueblo de Chile. Yo sé perfectamente bien desde donde vienen y para donde van las turbias maniobras con que se pretende debilitar la base esencial de la doctrina y la disciplina de las instituciones armadas de este país, el Cuerpo de Carabineros e Investigaciones. (Aplausos).

Compañeros, quiero hacer referencia a que de nuevo están activos los grupos de octubre. Ya tenemos un paro parcial de los transportistas; tengo aquí el detalle de lo que primero pretendió cierto señor ‐me duele tener que llamarlo así, por el cargo que tengo no le doy otro calificativo‐ que pretendió ser Presidente de la Confederación del Rodado, manejar no sólo el transporte de camiones, sino manejar también la locomoción colectiva, buses, taxis: hacer un paro más en grande. En octubre les falló la locomoción colectiva. Sin embargo, anoche ya empezó el paro y el paro va ir aumentando y tienen determinados sitios donde han acumulado ya sus camiones y están sacando un porcentaje, de acuerdo con la tonelada de carga, a cada patrón de estos camiones. Ya quieren formar sus fondos, ‐los tienen‐ y los podrán incrementar fácilmente y ustedes suponen por qué: para traer de nuevo la inquietud y la desarticulación de nuestra economía. Cerca de 200 millones de dólares significó el paro de octubre del año pasado. Ahora lo quieren hacer más violento. En esta oportunidad saben que hay sectores de transportistas que no van a estar, con el paro; los han amenazado directamente, violentamente, están dispuestos a volar puentes.

Yo, desde aquí, con calma, llamo a los dirigentes de esos sectores y les digo: el Gobierno no va a tolerar un paro sedicioso como el de octubre del año pasado. Sabemos dónde quieren ir y adonde quieren llegar. Dentro del marco legal, seremos implacables e inflexibles, castigaremos y aplastaremos toda tentativa de paro sedicioso. (Aplausos).

Compañeros, hay que estar alertas, vigilantes, como lo decía Luis Figueroa, sabiendo lo que el enemigo pretende. Si la maquinaria fascista está todavía aceitada, si ayer se rumoreaba, y no lo creo, que había vuelto Pablo “H” Rodríguez. No creo que vuelva, porque arrancó tan asustado que, a no ser que le hayan hecho un tratamiento médico de virilidad automática, cosa que es difícil para el caso típico de él, no creo que vuelva. Iba demasiado asustado, así son los bravucones detrás del micrófono; los que hablan de la violencia y de la guerra civil, cuando suenan los disparos, arrancan como ratas asustadas.

Por eso es que quiero decir finalmente, compañeros: los peligros persisten, tenemos que tener una actitud serena, no dejarnos provocar, pero tampoco bajar la guardia y disminuir la vigilancia, entender el por qué y para qué puede ser el diálogo que encuentre una salida política cuando la inmensa mayoría de los chilenos, no diría el 99% pero sí el 96%, están contra la guerra civil. Compañeros, la guerra civil no pueden desearla los trabajadores, serán ellos siempre los que más paguen, aun ganándola. Serán muchas y muchas vidas de trabajadores las que tendrán que sacrificarse para ganar una guerra civil; serán más y más las que tendrán también que apagarse si se pierde una guerra civil.

Pero, al mismo tiempo, la catástrofe económica para el país pesará durante muchas y muchas generaciones. A la reacción no le inquieta la guerra civil, sino en cuanto al peligro que pudieran tener si la pierden, porque siempre ella ha pensado utilizar a un sector de las Fuerzas Armadas.

Quieren ganarla por la acción de otros. Ya lo probaron el día 29, cuando los civiles desaparecieron, estando comprometidos. Y de ganarla, aplastarían cruelmente los derechos conquistados en tantos y tantos años de lucha. Suprimirían las garantías sindicales y las políticas. Ellos aplastarían a los trabajadores para imponer el manoseado lema de “orden y abundancia”. Abundancia para ellos, para la minoría; y orden, afianzado en el terror, en la prisión, en el crimen o el destierro para la mayoría: el orden de les cementerios, camaradas.

La guerra civil es para mí la negación de la seguridad nacional. Un país no está en condiciones de defender su soberanía plenamente, no está en condiciones de defender su historia y su tradición, el acervo de su vida espiritual e histórica, si está quebrado, desunido, destrozado.

¡Cuánto desearían algunos que hubiera, una guerra civil en Chile para pretender empujar determinado tipo de reivindicaciones o influencias políticas!

Hay gentes, más allá de nuestra frontera, que buscan una hegemonía, hay otros que se mueven por otros intereses. Una guerra civil sería la quiebra de la seguridad interna nuestra, como país, como colectividad, camaradas, y esto tiene que preocuparnos extraordinariamente, como revolucionarios y como chilenos. Hay algunos ignorantes y zaños y que no quieren entender que la gran fuerza espiritual que tiene la revolución y que amamanta el socialismo es, precisamente, un sentir nacional y patriótico, no chauvinista, profundo, hondo, ligado a la historia de los pueblos, de sus luchas, para encontrar no la Patria de unos pocos, sino la gran Patria de todos.

Si no fuera así el socialismo, no habrían muerto 20 millones de soviéticos que salvaron al mundo cristiano y occidental. Cuando caían y caían los países del capitalismo industrial avasallados por la insolencia fascista, la Unión Soviética defendió su país y su tierra y 20 millones de soviéticos no sólo demostraron la capacidad constructiva del socialismo, sino la pasión y la fe de los socialistas por su Patria y su tierra, y no sólo salvaron a la Unión Soviética, atajaron la insolencia fascista sino que permitieron que el mundo occidental siguiera su marcha.

Aquellos que creen que pueden hablar despectivamente de la pasión patriótica del socialismo, de su sentido humanista, tienen la lección que emana de la historia y que nosotros vamos a dar aquí en cualquier momento que la tierra y la Patria chilena estén amenazadas. (Aplausos).

Por eso, la guerra civil ‐y la guerra‐ hacen que los pueblos que tienen fe en su propio destino, a pesar de su pequeñez material, saquen la gran fuerza moral que los hace triunfar.

¿Tendré yo que usar más argumentos? Basta la palabra que encierra toda una lección que nunca olvidarán los pueblos, y esa simple palabra es: Vietnam, camaradas. (Aplausos).

Por eso, la revolución significa, entre otras cosas, crear esas condiciones humanas cuando el hombre se siente incorporado plenamente al trabajo, a lo tierra, a la cultura y a la historia de su Patria.

Los campesinos y los obreros hoy lo vivirán, los estudiantes tienen que sentirlo, las madres chilenas tienen que comprenderlo y ayudar con la firme ternura y su clara condición de mujer.

Por eso, compañeros, estoy y estaré, contra la guerra civil. Porque además, la convivencia ciudadana y la democracia estallaran y el país perderá su organización y las libertades pluralistas desaparecerán.

Cada revolucionario debe entender lo que representa serlo. Hace tiempo, yo leí las palabras de un latinoamericano, revolucionario de Colombia, asesinado por la reacción. Él decía -es Jorge Eliecer Gaitán quien hablaba así‐: “Ser revolucionario es ir contra el eje mismo de lo que se juzga absurdo y perjudicial; pero seriamente, metódicamente, centralmente. Los revolucionarios saben que la labor es ardua, dura, difícil, y, por lo tanto, consideran que la realización plena no es para hoy y que las pirámides no se comienzan por el vértice. El revolucionario de ideas no comprende la revolución sino como la culminación de una evolución, antecedente, orgánica y formal. Nada hay más difícil que ser revolucionario. Un revolucionario no es siempre un rebelde. El rebelde es una negación temperamental frente a los acontecimientos. El revolucionario es una afirmación. En el uno, la posición es expectante; en el otro, es actuante”. Es así como hay que entender la visión, la condición, la calidad del revolucionario.

Por eso compañeros, es que esta mañana me dirijo a Chile desde aquí, mirando el rostro al minero, al agricultor, al campesino, al obrero de la fábrica o de la industria, a la compañera del hospital, al joven estudiante, al camarada del Canal 9. Los miro a ustedes y veo a Chile.

(Aplausos). Los miro a ustedes y sé que interpreto el sentimiento de la mayoría del país. Desde aquí, con el respaldo de lo que representan la conciencia de los trabajadores, yo llamo a la meditación a los chilenos, a la inmensa mayoría del país. Desde aquí, con el respaldo de lo que representa la conciencia de los trabajadores, yo llamo a la meditación a los chilenos, a la inmensa mayoría de ellos. Todos tenemos que impedir, los que somos auténticamente revolucionarios, y los que son demócratas dentro del régimen demócrata burgués, tenemos que impedir, compañeros, el enfrentamiento y la guerra civil. Y poder hacerlo frente a un inmenso sector que representa la vastedad enorme de la clase obrera, es un privilegio que no tuvieron otros hombres. Aquí están ustedes, herederos de la tradición que emana de Recabarren y los cientos de mártires anónimos que cayeron a lo largo de tantos años, regando con su sangre la esperanza de la revolución que no vamos a traicionar.

Es por eso, compañeros, que yo lo hago, como revolucionario, como chileno, como Presidente, y lo hago frente a ustedes como Compañero Presidente. A veces, no pocas, la duda, la duda y la amargura aprietan mi garganta, pero que templa la lucha de ustedes, el coraje de ustedes, la decisión de ustedes. Yo podría irme, compañeros; pero no lo hago por la modesta mujer que creyó en mí, por el niño de mi Patria, por los obreros chilenos. ¡Seguiré luchando con el apoyo, de ustedes, camaradas! (Ovación).