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Leonid Brézhnev

 

La Gran Revolución de Octubre y el progreso de la humanidad

 

 


Pronunciado: El 2 de noviembre de 1977, en la reunión conjunta solemne del Comité Central del PCUS, del Soviet Supremo de la URSS y del Soviet Supremo de la Federación Rusa, dedicada al 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Fuente para la presente edición: Leonid I. Brezhnev, "La Gran Revolución de Octubre y el progreso de la humanidad", en Anuario URSS '78, Agencia de Prensa Novosti, Moscú, 1978, págs. 55-61.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2014.


 

 

 

Extractos del informe en la reunión conjunta solemne del Comité Central del PCUS, del Soviet Supremo de la URSS y del Soviet Supremo de la Federación Rusa, dedicada al 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre 2 de noviembre de 1977.

 

 

Hace sesenta años, los obreros y los campesinos de Rusia, dirigidos por el Partido de Lenin, derrocaron el poder de los capitalistas y los terratenientes. Se realizó la primera revolución socialista victoriosa en la historia mundial.

Los inolvidables días del Octubre estremecieron todo el planeta. Comenzó una nueva época histórica, la época de la renovación revolucionaria del mundo, la época del paso al socialismo y al comunismo. Comenzó el camino por el que marchan hoy cientos de millones de hombres y por el que ha de marchar toda la humanidad.

Nosotros fuimos los primeros. Y no nos fue fácil. Había que resistir en medio del cerco hostil. Había que salir del atraso secular. Había que superar la enorme fuerza de la inercia histórica y aprender a vivir según nuevas leyes: las leyes del colectivismo.

Ahora, al sacar el balance principal y determinante de seis decenios de lucha y trabajo, podemos decir con orgullo: aguantamos, resistimos, vencimos.

Al conmemorar el aniversario de la Revolución, ponderamos cada vez la importancia de Octubre y la fuerza de su influencia sobre el curso de la historia, sobre el destino del mundo.

La Revolución de Octubre resolvía ante todo, naturalmente, los problemas de nuestro país, los problemas que le planteaban su historia y sus condiciones concretas. Sin embargo, esos problemas, por su esencia, no eran locales, sino generales, promovidos ante toda la humanidad por el desarrollo social. Y la importancia histórica mundial de la Revolución de Octubre consiste precisamente en que abrió el camino para resolver esos problemas y, con ello, crear en la Tierra una civilización de nuevo tipo.

Los seis decenios de construcción socialisia son una brillante prueba de lo que pueden hacer los trabajadores que han empuñado el timón político de la sociedad y asumido la responsabilidad por la suerte del país. Estos decenios han evidenciado que sin el poder de los trabajadores, sin la organización estatal socialista, al margen de ella, no ha habido ni hay vías hacia el socialismo.

La victoria de Octubre abrió por primera vez ante los trabajadores la posibilidad de poner fin a la explotación y romper las redes de la anarquía económica. Este problema clave del progreso social fue resuelto sobre la base de la liquidación de la propiedad privada, de su sustitución por la propiedad social. La anarquía de la producción cedió lugar a la dirección científica y planificada de la economía.

En plazos históricos mínimos, el inmenso y atrasado país se convirtió en una potencia de industria altamente desarrollada y de agricultura colectivizada. Nuestra industria necesita tan sólo dos jornadas y media de trabajo para producir tanto como en todo el año 1913. Hoy lanzamos más producción industrial que el mundo entero hace un cuarto de siglo. El gigantesco crecimiento económico del primer país socialista en la historia es fruto de la emancipación del trabajo, fruto del esfuerzo de hombres que comprenden que laboran para sí, para el bien general.

Octubre y el socialismo enriquecieron también la historia de la humanidad con la experiencia de la emancipación espiritual de los trabajadores. Uno de los "secretos" de la dominación de los opresores consistió siempre en complementar con la violencia espiritual la violencia física directa contra las masas. Las clases gobernantes dificultaban por todos los medios a los trabajadores el acceso a la instrucción y la cultura y los mantenían cautivos de ideas y concepciones falsas. Por ello, la revolución cultural fue en nuestro país lógica continuación de la revolución política.

En el transcurso de la vida de una generación, el País de los Soviets se liberó por completo y para siempre del agobiante yugo del analfabetismo. Los trabajadores pasaron a ser participantes activos de la vida cultural, creadores de bienes espirituales. De la entraña del pueblo surgió una intelectualidad nueva, la intelectualidad socialista, que glorificó a la Patria con notables realizaciones en la ciencia, la técnica, la literatura y las artes. Tuvo lugar la conjunción con que soñaron los mejores cerebros de la humanidad, la conjunción histórica del trabajo y la cultura. Ese fue un viraje de gran importancia en la historia de nuestro país y en la historia de toda la cultura mundial.

Entre las realizaciones de Octubre ocupa un lugar muy importante la solución del problema nacional, uno de los más dolorosos y dramáticos en la historia de la sociedad humana.

La fuerza de la cohesión y de la ayuda mutua de los pueblos aceleró de modo nunca visto el desarrollo de todas las repúblicas. La enemistad y la desconfianza en las relaciones entre las naciones cedieron lugar a la amistad y el respeto mutuo. El internacionalismo arraigó firmemente donde durante siglos rigió la sicología del egoísmo nacional. Brillaron con nuevas facetas las culturas nacionales, mutuamente enriquecidas, formando una cultura socialista soviética única.

Se convirtieron en realidades la igualdad, la fraternidad y la unidad indestructible de los pueblos de la Unión Soviética. Cristalizó una nueva comunidad histórica: el pueblo soviético. El proceso, cada día más intenso, de acercamiento de las naciones penetra todas las esferas de la vida de nuestra sociedad. Tal es, camaradas, el magnífico resultado de la política leninista de las nacionalidades, tal es nuestra experiencia, cuya importancia histórica mundial no puede ponerse en duda.

Una gran conquista de Octubre fue la afirmación de los principios de la igualdad y la justicia sociales. Podemos decir con pleno fundamento: ¡ninguna de las sociedades que existieron en la Tierra hizo para las masas populares, para los trabajadores, tanto como ha hecho el socialismo! ¡Ni lo hizo ni podía hacerlo! Cada soviético posee todos los derechos y libertades, que le permiten participar activamente en la vida política. Cada soviético tiene la posibilidad de elegir su camino en la vida, en correspondencia con su vocación y sus aptitudes, y de ser útil a su Patria, a su pueblo.

Mejoran constantemente las condiciones en que viven y trabajan los soviéticos. El ciudadano soviético no conoce el humillante miedo al mañana, el temor a quedar sin trabajo, sin asistencia médica, sin techo. La sociedad vela por sus derechos e intereses y defiende su dignidad cívica y humana.

El trabajar a conciencia, el elevado espíritu cívico y las altas cualidades morales e ideológicas es lo que determina la situación y el prestigio del hombre en nuestro país. Esa es una fuente inagotable de iniciativa creadora, de desarrollo espiritual del individuo. Es la más convincente manifes tación de la justicia y la igualdad sociales.

Recientemente se ha aprobado la nueva Constitución de la Unión Soviética, nueva confirmación de que todas las transformaciones y todos los cambios que se realizan en nuestro país persiguen en primer lugar el fin de garantizar a cada ciudadano condiciones de vida verdaderamente humanas. La Constitución ha mostrado convincentemente una vez más que los conceptos de libertad, derechos del hombre, democracia y justicia social sólo en el socialismo adquieren un contenido real.

Camaradas, la victoria de la Gran Revolución Socialista de Octubre puso a nuestro país y a nuestro pueblo en la vanguardia del progreso social. Hoy, sesenta años después, ocupamos un digno lugar en sus cotas más avanzadas. Fuimos los primeros en la Tierra que creamos la sociedad socialista desarrollada, somos los primeros que construimos el comunismo.

Nuestro país jamás había poseído un potencial económico, científico y técnico tan elevado como el que posee hoy. Jamás fue tan fuerte y tan segura su capacidad defensiva. Jamás contamos con posibilidades tan propicias para cumplir las tareas en aras de las cuales, en resumidas cuentas, se llevó a cabo la revolución: elevar el nivel de vida del pueblo, desplegar la democracia socialista y desarrollar integralmente la personalidad.

Puede decirse que la idea central de nuestros días es aprovechar por completo las posibilidades del socialismo desarrollado. Eso es lo que determina la gran responsabilidad que nos impone hoy la historia.

El partido y su Comité Central tienen conciencia de esa responsabilidad. Los congresos XXIV y XXV del PCUS determinaron la estrategia y la táctica de la edificación del comunismo en la etapa contemporánea de nuestra historia, etapa muy importante. En la esfera de la economía se puso rumbo al desarrollo intensivo de la producción social, a la elevación de la eficiencia y la calidad de toda la actividad económica.

Siguiendo esa línea, hemos logrado ya éxitos considerables. Si tomamos como punto de partida 1967, año del cincuentenario del Poder soviético, podemos decir que desde entonces el potencial económico del país casi se ha duplicado. Pero quizás no sean menos importantes los cambios cualitativos. El progreso científico y técnico es un factor cada día más activo del desarrollo de la economía nacional. Se desarrollan a ritmo prioritario las ramas más modernas. Crece incesantemente la productividad del trabajo.

En correspondencia con la línea del Partido, el fomento de la economía se orienta más y más al cumplimiento de diversas tareas vinculadas directamente al mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de los soviéticos.

El cumplimiento de esas tareas lo determina en gran medida el estado del sector agrario de la economía. Se puede afirmar con toda seguridad que nunca en la historia del país se hizo tanto para elevar la agricultura. En plazo breve se han transformado radicalmente la base técnica y material y la economía del campo. Se han desplegado a escala sin precedente los trabajos del mejoramiento del terreno, la mecanización integral y la quimización.

Se ha avanzado mucho en la solución de un problema tan complejo como es el de la vivienda, que exige medios enormes. La tercera parte de la superficie global de las casas residenciales construidas en todo el período del Poder soviético corresponde al último decenio. Ciento diez millones de compatriotas nuestros han experimentado en estos años la alegría que supone estrenar nuevo apartamento.

Se han destinado grandes recursos para ampliar la producción de mercancías de consumo popular. En diez años, nuestra industria ha duplicado prácticamente su producción y la ha renovado y mejorado considerablemente. Se ha duplicado también el comercio al por menor. Se satisface la demanda de los soviéticos de muchas mercancías de uso duradero, que hace todavía poco se consideraban deficitarias.

El desarrollo de la economía ha permitido elevar sustancialmente los salarios y aumentar los fondos sociales de consumo. Los ingresos reales de los soviéticos han aumentado en el 60% los últimos diez años. Querría señalar particularmente que en ese mismo tiempo se han elevado mucho el nivel y las condiciones de vida de los trabajadores del campo.

Vladímir Ilich Lenin decía ya en los albores del Poder soviético que "tenemos los recursos precisos —en riquezas naturales, reservas de fuerzas humanas y el magnífico impulso que la Gran Revolución ha dado a la energía creadora del pueblo—..." para avanzar rápidamente, para que el país sea poderoso y rico. A ello se sumó hoy el enorme poderío económico, científico y técnico y la rica experiencia de edificación de la nueva vida. Contamos, efectivamente, con todo lo necesario para marchar a paso firme hacia la meta anhelada, hacia el comunismo, y conquistar nuevas y nuevas cimas del progreso.

Pero se trata precisamente, camaradas, de cimas. El ascenso a ellas puede ser difícil y fatigoso. Y para efectuarlo en el régimen óptimo, usando el lenguaje técnico, hay que enfilar ya los planes de hoy al cumplimiento de las tareas del mañana. Así procede el partido.

Nuestra política agraria, concretamente, se distingue porque no sólo se orienta a satisfacer las necesidades presentes, también se orienta hacia el futuro. Bregamos por resolver radicalmente el problema de las subsistencias, por satisfacer las crecientes necesidades del país, y lo hacemos en unas condiciones en que aumentan la población y sus demandas, mientras que las superficies de tierra siguen siendo las mismas. Por eso planeamos también para el futuro el fomento acelerado e intensivo de todas las ramas de la agricultura. Por eso destinamos, y seguiremos destinando, a la agricultura grandes inversiones e incrementaremos la potencia de las ramas industriales que trabajan para el campo.

Cuando reflexionamos sobre el porvenir, atribuimos un gran significado a la ciencia, la cual habrá de hacer una contribución inmensa al cumplimiento de las tareas más importantes de la edificación del comunismo, enlre ellas el descubrimiento de nuevas fuentes de energía y de sucedáneos de recursos naturales de muchos tipos, el reequipamiento técnico de la economía nacional, que debe reducir al mínimo el trabajo manual y, con mayor razón, los trabajos físicos más pesados; el auge de la agricultura, la lucha contra las enfermedades y por la longevidad.

El futuro de nuestra economía está en el aumento de la eficiencia. No hay otro camino si se quiere asegurar el buen desarrollo dinámico de la economía nacional. Es por eso por lo que el Partido sigue y seguirá indeclinablemente la línea orientada a acelerar el progreso científico y técnico, perfeccionar la planificación y la gestión, reforzar la organización y el orden en cada puesto de trabajo y en cada eslabón administrativo.

Como ven ustedes, tenemos en perspectiva no pocos problemas, problemas de gran magnitud. Pero la fuerza del socialismo consiste precisamente en que el nuevo régimen social no sólo permite prever tales problemas, sino también planear a tiempo su solución.

La gran obra iniciada en Octubre de 1917 y la gran lucha por el comunismo continúan. Vladímir Ilich Lenin escribió: "... Al ir a la lucha, debemos desear la victoria y saber indicar el verdadero camino que conduce a ella". Queremos la victoria. Conocemos el camino que lleva a ella. ¡Y llegaremos a la victoria, llegaremos al comunismo!

Ningún acontecimiento de la historia mundial ha tenido consecuencias tan profundas y permanentes para la humanidad como la Gran Revolución Socialista de Octubre. Los relámpagos de la tempestad de Octubre alumbraron el camino del porvenir a los pueblos de muchos países. La historia empezó a avanzar a pasos agigantados.

De las consecuencias internacionales de Octubre que han configurado la faz de nuestra época, la principal ha sido el nacimiento y desarrollo del sistema mundial del socialismo. Hubo tiempos en que la burguesía, asustada por el triunfo de Octubre y su formí dable impacto en la mente de millo nes de seres, se afanaba por descubrir la "mano de Moscú" en cada aconte cimiento revolucionario del mundo. Hoy día son pocos los que dan crédito a estos cuentos para niños. Las revoluciones surgen y triunfan por la fuerza del desarrollo interno de cada país, por la voluntad de su pueblo. La serie de victoriosas revoluciones socialistas consumadas en Europa, Asia y América es continuación de las ideas y la causa de Octubre.

En definitiva, se ha ensanchado y enriquecido la práctica del socialismo mundial. Cada uno de los países que emprendieron el camino socialista ha resuelto a su manera, de un modo original, los problemas de la estatalidad socialista, del fomento de la industria socialista, de la cooperación del campesinado y de la reeducación ideológica de las masas populares.

No cabe duda que el paso de otros pueblos y países con diferente nivel de desarrollo, y distintas tradiciones nacionales al socialismo introducirá ¡una diversidad mayor todavía en las formas concretas de construirlo. Eso es muy natural.

Sin embargo, como confirma la vida, perduran y conservan su vigor los rasgos generales radicales, imprescriptibles, de la revolución socialista y la construcción del socialismo.

La experiencia conjunta del desarrollo del socialismo mundial convence, lentre otras cosas, de lo siguiente:

— El problema cardinal de la revolución continúa siendo el problema del poder. O poder de la clase obrera, que actúe en alianza con todo el pueblo trabajador, o poder de la burguesía. No hay otra opción.

— El paso al socialismo es posible solamente si la clase obrera y sus aliados, una vez dueños del poder político real, lo utilizan para suprimir la lominación socio-económica de los capitalistas y otros explotadores.

— El triunfo del socialismo es posible si la clase obrera y su vanguardia, los comunistas, logran alentar y cohesionar a las masas trabajadoras en la lucha por la edificación de la nieva sociedad, por la transformación le la economía y de todas las relaciones sociales sobre los principios socialistas.

— El socialismo sólo puede arraigar siempre que el poder de los trabajadores sepa defender la revolución frente a cualquier ataque del enemigo de clase (y tales ataques son inevitables tanto dentro del país como —lo más probable— desde fuera).

 Estas no son más que algunas de las enseñanzas del desarrollo contemporáneo del socialismo, que corroboran la trascendencia internacional de experiencia de Octubre aun con toda la peculiaridad de las condiciones de nuestra Revolución. Corroboran la profunda razón de Lenin cuando decía: ".. .El ejemplo ruso muestra a todos los países algo, y algo muy sustancial, de su futuro próximo e ineluctable".

 

Camaradas, el Poder soviético nació bajo el signo del Decreto leninista de a Paz y, desde entonces, toda la política exterior de nuestro país está impregnada de amor a la paz. Las condicíones históricas objetivas dictaron contenido concreto: el rumbo a la coexistencia pacífica de los Estados con regímenes sociales diferentes.

En nuestros días, los principios de la coexistencia pacífica han arraigado bastante en la vida internacional, como los únicos realistas y sensatos. Esto es resultado del cambio de la correlación de fuerzas en el mundo y, ante todo, del aumento del poderío y el prestigio internacional del País de los Soviets y de toda la comunidad socialista. Esto es resultado también de los éxitos obtenidos por el movimiento obrero internacional y por las fuerzas de liberación nacional. Y, finalmente, es resultado de que cierta parte de los círculos gobernantes del mundo capitalista ha llegado a comprender las nuevas realidades.

Al mismo tiempo, en ello se resume la inmensa labor realizada los últimos años por la Unión Soviética y otros países de la comunidad socialista, encaminada a lograr que las relaciones internacionales sean reestructuradas en el espíritu de la paz.

Los cambios positivos acontecidos en el mundo, particularmente sensibles en la presente década del siglo, fueron llamados distensión internacional. Esos cambios son tangibles y concretos. Radican en que ha sido reconocido y refrendado por documentos internacionales un código de normas para unas relaciones honradas y justas entre los países, lo que levanta una barrera jurídica y político-moral ante los aficionados a las aventuras bélicas; en el logro de los primeros acuerdos —modestos por ahora— que cierran algunos canales de la carrera de los armamentos; en una ramificada red de convenios que abarcan muchas esferas de la colaboración pacífica entre los Estados de distinto régimen social.

Los cambios para mejor se ven con la mayor nitidez en Europa, donde se refuerzan las relaciones de buena vecindad, la comprensión mutua, el interés y el respeto recíprocos de los pueblos. Valoramos altamente este logro y nos consideramos en el deber de salvaguardarlo y afianzarlo por todos los medios. Por eso conferimos gran importancia a la colaboración con países como Francia, la RFA, Inglaterra e Italia, con todos los Estados grandes y pequeños de Europa pertenecientes al otro sistema social.

Es natural también que atribuyamos gran significado a las relaciones con los Estados Unidos. Nuestros países están separados por muchas cosas, desde el régimen socio-económico hasta la ideología. No a todos en los EE.UU. les place nuestro orden, y nosotros también podríamos decir mucho sobre lo que ocurre en Norteamérica. Pero si hacemos hincapié en las divergencias y tratamos de aleccionarnos unos a otros, el único resultado será el fomento de la desconfianza y la hostilidad, inútil para nuestros dos países y peligroso para el mundo entero. En los albores del Estado soviético, Lenin previno a los dirigentes norteamericanos de entonces que "gústeles o no, la Rusia Soviética es una gran potencia" y que "a América no le dará nada la política, aplicada por Wilson, de pía renuncia a tratar con nosotros porque no les gusta nviestro gobierno". Esto fue justo hace medio siglo, y con mayor razón lo es ahora.

La propia vida exige que en las relaciones soviético-norteamericanas desempeñen el papel decisivo consideraciones de orden duradero, dictadas por los imperativos de la paz. Esta es la línea que seguimos nosotros, y esperamos lo mismo en respuesta. No nos falta disposición para proseguir el desarrollo iniciado en las relaciones con los EE.UU. sobre la base de la igualdad y el respeto mutuo.

Cabe decir que las relaciones internacionales se encuentran ahora en una especie de encrucijada que conduce bien al desarrollo de la confianza y de la colaboración, bien al aumento de los temores y recelos recíprocos y la acumulación de armas: en una encrucijada que lleva, en fin de cuentas, a una paz firme, o, en el mejor de los casos, hacia el equilibrio al borde de la guerra. La distensión ofrece la posibilidad de elegir el camino de la paz. Desaprovechar esa posibilidad sería un crimen. Y la tarea más importante y más urgente del momento actual es poner fin a la carrera armamentista, que abarca al mundo entero.

Lamentablemente, la proliferación de los armamentos continúa y adquiere formas cada vez más peligrosas. Se crean —y se sabe bien de quiénes proviene la iniciativa— nuevas variedades y tipos de armas de exterminio en masa. Y el caso es que cada variedad nueva de esas armas supone una ecuación con varias incógnitas, no sólo en el plano de las consecuencias técnico-militares o estratégicas, sino también de las políticas. Los saltos de un tipo de armas a otro, basados probablemente en la ingenua esperanza de conservar el monopolio sobre ellas, no hacen más que espolear la carrera de los armamentos, aumentar la desconfianza recíproca y dificultar la realización de las medidas encaminadas al desarme.

A ese respecto quisiera confirmar de la manera más inequívoca una idea que expuse ya reiteradas veces. La Unión Soviética se preocupa eficazmente de su defensa, pero no busca ni buscará la superioridad militar sobre la otra parte. No queremos alterar el equilibrio aproximado de las fuerzas militares que ahora existe, digamos, entre el Este y el Oeste en Europa Central, o entre la URSS y los EE.UU. Pero exigimos, a cambio, que nadie aspire tampoco a romperlo a su favor.

Por supuesto que el mantenimiento del equilibrio existente no es un fin en sí. Somos partidarios de empezar a inclinar hacia abajo la línea de la carrera armamentista, de reducir paso a paso el nivel de la contraposición militar. Queremos aminorar sustancialmente y, después, eliminar la amenaza de guerra nuclear, el peligro más terrible para la humanidad. A ello tienden, precisamente, las propuestas bien notorias de la Unión Soviética y de otros países socialistas.

Hoy proponemos dar un paso radical: ponerse de acuerdo sobre el cese simultáneo, por todos los Estados, de la producción de armas nucleares. De cualquiera de estas armas, sean bombas o proyectiles atómicos, de hidrógeno o neutrónicos. Al mismo tiempo, las potencias nucleares podrían asumir el compromiso de iniciar la reducción gradual de los stocks acumulados de dichas armas, avanzando hacia su liquidación completa, "al cien por ciento". En la fecha de su sesenta aniversario, el Estado soviético llama a los gobiernos y a los pueblos: que la energía o átomo se emplee exclusivamente con fines pacíficos.

Hay un problema más, que tiene lación directa con la tarea de disminuir la amenaza de guerra nuclear. Me refiero a la necesidad de llevar hasta el fin la prohibición de las pruebas de armas nucleares, para que cesen no sólo en la atmósfera, en el cosmos y bajo el agua, sino también bajo tierra. Queremos dar un impulso a las negociaciones sobre este particular, llevarlas a feliz término. Por ello anunciamos que estamos dispuestos a ponernos de acuerdo para que, además de prohibir por un período determinado todas las pruebas de armas nucleares, se declare una moratoria en las explosiones nucleares con fines pacíficos. Confiamos en que este paso importante de la URSS será apreciado en su justo valor por nuestros partenaires en las negociaciones y, de este modo, se desbrozará el camino para la firma de un tratado que los pueblos esperan desde hace mucho tiempo.

La Unión Soviética avanza con paso firme por la senda de la paz. Propugnamos activa e insistentemente que el contencioso del socialismo y el capitalismo no se resuelva en el campo de batalla ni en las cadenas de producción de armamento, sino en la esfera del trabajo pacífico. Queremos que las fronteras que separan estos dos mundos no las crucen cohetes con cargas nucleares, sino los hilos de una colaboración amplia y multiforme en bien de toda la humanidad. Al aplicar de manera consecuente esa política, cumplimos una de las más importantes consignas de la Revolución de Octubre, uno de los legados de Lenin: ¡paz a los pueblos!

Si se logra cumplir la tarea principal — conjurar una nueva guerra mundial, asegurar una paz duradera — , se abrirán ante los habitantes de la Tierra nuevas y excelentes perspectivas. Surgirán premisas para dar solución a otros muchos problemas de vital importancia, que se plantean en nuestro tiempo ante la humanidad en su conjunto.

¿Cuáles son esos problemas?

Por ejemplo, la necesidad de abastecer de comestibles, materias primas y fuentes de energía a ingentes masas humanas. Porque, según los cálculos existentes, la población de la Tierra, ahora de cuatro mil millones, habrá ascendido para fines de siglo a seis mil millones. Otro problema es el de superar el atraso económico de los países de Asia, África y América Latina, originado por el colonialismo, lo que es indispensable para el desarrollo normal de las relaciones entre los Estados en el futuro y, en general, para el progreso de todo el género humano. Es, por último, el de defender al hombre frente a los numerosos peligros con que le amenaza la continuación del progreso técnico no controlado, o, dicho de otro modo, conservar la naturaleza para el hombre.

Son problemas absolutamente vivos y muy serios. Su virulencia irá creciendo con cada nuevo decenio, si no se consigue encontrar colectivamente una solución sensata por la vía de una colaboración internacional sistemática.

En nuestro tiempo, el mundo es socialmente heterogéneo, está formado por Estados de distinto régimen social. Esto es un hecho objetivo. La parte socialista del mundo, con su desarrollo interno y su modo de enfocar las relaciones internacionales, ofrece un buen ejemplo de cuáles son las vías más adecuadas para resolver los grandes problemas que se plantean ante la humanidad. Pero no puede, claro está, resolverlos por toda la humanidad. Para ello se requieren los esfuerzos perseverantes de todos los pueblos, una colaboración amplia y constructiva de todas las naciones y pueblos. La Unión Soviética se pronuncia sin reservas por esa colaboración. En ello radica, si calamos hasta el fondo en las cosas, el contenido de la política exterior a la que llamamos línea de la coexistencia pacífica.

iVamos al encuentro de la época en que el socialismo, en una u otra forma concreta, determinada por la historia, será el sistema social predominante en la Tierra, llevando consigo la paz, la libertad, la igualdad y el bienestar a toda la humanidad trabajadora.

Esto no es una utopía, un bello sueño, sino una perspectiva real. Todos nosotros, camaradas, la aproximamos de día en día con nuestro trabajo y nuestra lucha, y la aproximan también con su trabajo y su lucha millones de contemporáneos nuestros. Esto es, precisamente, la continuación de la obra iniciada por la Revolución de Octubre.