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A. Gramsci


El Partido Comunista y la agitación obrera en curso



Escrito: Noviembre de 1921
Primera Edición:En L´Ordine Nuovo, 22 de noviembre de 1921
Digitalización: Aritz
Esta Edición: Marxists Internet Archive, año 2001




Un estremecimiento de lucha recorre las filas del proletariado italiano. La máxima depresión de la actividad del proletariado decisivamente se ha sobrepasado y la lucha de clase va readquiriendo el ritmo imponente que tenía antes de los acontecimientos de finales del año 1920. La ofensiva capitalista, cuyo inicio se puede reconocer en los episodios del 21 de noviembre -hace un año- en Bolonia[1], se ha movido al paso, en sus diversas formas, acelerando solamente después que sobre la moral de las masas había tenido su maléfico influjo la desastrosa política del Partido Socialista y de la Confederación del Trabajo y también aprovechando sobre todo los errores y culpas de los dirigentes proletarios, no perece que haya sido tan perniciosa como éstos, si a su mayor ensañamiento la clase obrera responde levantándose de nuevo al combate.

Entre el periodo de lucha obrera que la táctica equívoca de los socialistas echó a perder entonces y el actual, se dan diferencias profundas de situación y de relaciones de fuerza. Entonces parecía abandonada a los organismos proletarios la iniciativa de los movimientos y la elección del programa de conquista, y el adversario, patronal y Estado, parecía desorientado y casi pasivo. En cambio, hoy está la burguesía con una serie de armas bien templadas que mueve contra el proletariado y lo ataca en el terreno político con la reacción y el fascismo, y en el terreno económico con el cierre de fábricas y las denuncias de los convenios de trabajo antes conquistados.

Según los socialistas de derecha, fue un error proponerse en aquel periodo favorable objetivos revolucionarios demasiado grandiosos e irreales y no asegurarse más limitadas conquistas, en las que todavía el proletariado se habría sólidamente reforzado. Pero aquéllos no aluden a conquistas económicas, puesto que éstas en realidad se verificaron en gran escala y evidentemente hablan de un programa político cuya realización, en el terreno político, se ve impedida por la aclamada aspiración a la conquista de todo el poder por la clase obrera.

Pero estos hombres no dicen ni muestran qué régimen, si no es la posesión íntegra de la fuerza estatal por parte del proletariado, habría librado a éste del contraataque burgués. Es fácil comprender que si no se tenía una sólida organización de lucha, y la ofensiva burguesa se derivó de la reacción ante el peso de la voluntad de los organismos proletarios en la marcha de la vida social, y de la conciencia que corresponde a esta aparente influencia, aquella ofensiva se habrí desencadenado en el caso de que las masas vieran reforzada su influencia social, no sobre su organización, sino sobre ulteriores concesiones obtenidas mediante medios pacíficos de hipotéticos aliados entre la izquierda burguesa en el campo de combinaciones parlamentarias o de cualquier simulacro de crisis del régimen. En realidad, el único medio de impedir hoy la reaparición de la ofensiva burguesa es el desarme del aparato burgués de gobierno y de la propia burguesía y de la acción directa del poder y de la fuerza armada del proletariado; o sea, la dictadura revolucionaria de éste.

En la situación actual, en la que la burguesía tiende a una dictadura económica y política suya, que deje inmutable la forma de su régimen, pero que destruya las fortalezas de las organizaciones obreras y empuje al proletariado a la condición de anteguerra o más atr´s aún, los exponentes de la socialdemocracia, para quienes tampoco puede regir la cómoda coartada con la que respondían hasta ahora, no osan ya formular ningún programa. Sostienen o más bien realizan el repliegue sin lucha para no verse obligados a admitir la necesidad del armamento, no sólo ideal, sino también material, del proletariado para la lucha de clase, con la que consigue necesariamente el programa de consolidación de este aparato de lucha en un aparato de poder revolucionario.

Los comunistas, en cambio, coherentes con las acusaciones que en el "feliz" periodo de los años 1919 y 1920 hacían a la política de los socialistas de derecha, incapaz de utilizar toda etapa recorrida luchando por el proletariado para la organización de su facultad revolucionaria, hacia fuera y contra el Estado burgués, como única garantía de la defensa de aquellas conquistas y de su integración hasta la emancipación proletaria, los comunistas hoy sostienen que el proletariado debe aceptar de la situación las elocuentes enseñanzas de lucha que se derivan, y debe afrontar los conflictos singulares con las fuerzas adversarias con una visión general de sus tareas que preparan el movimiento único de toda la clase trabajadora en el plano revolucionario.

Si el considerar como aislada la acció singular y ensalzar la táctica de ocupar sucesivamente y con poco gasto de energía las posiciones aisladas, podí tener un sentido en el periodo de avance, hoy aquel método equivale evidentemente exponerse a cierta derrota.

Los comunistas tiene esbozado el plan de acción proletaria de la canalización de todas las luchas en una única acción del frente único de los trabajadores, que tiene como base todo el conjunto de las conquistas obreras que la ofensiva burguesa está acechando. Este plan se viene trazando en los mismos acontecimientos, que de manera casi automática conducen a los trabajadores a ampliar la base de los conflictos, fundiéndolos con aquellos a los que se ven provocados otras categorías y reuniendo reivindicaciones políticas y económicas.

Mientras esta síntesis de los esfuerzos se ve programáticamente completa en la consigna del Partido Comunista, que debe servir como guía a la acción proletaria, en la realidad ahí están los factores que se oponen a su realización, y como el principal de estos la actitud de los jefes de derecha. La acción hacia el frente único proletario aparece así como una doble lucha: contra la burguesía en el frente determinado por sus ataques y contra los socialdemócratas que impiden a la organización proletaria responder con la ampliación del frente a la táctica burguesa, que consiste en batir sucesiva y separadamente las fuerzas obreras.

El Partido Comunista comprende en toda su complejidad esta situación y las dificultades que se oponen a la realización de la plataforma de acción única que ha propuesto, que culminaría en la huelga general nacional, poniendo la lucha en una vía decisivamente revolucionaria, no le disuaden de seguir y sostener todas las fases de la lucha defensiva proletaria que, aunque impedida por la dictadura socialdemocrática sobre las organizaciones, contribuye por sucesivas acciones a la extensión del frente.

Por esto, los comunistas tiene una tarea precisa, incluso si no se acepta por sus adversarios la forma de acción que ellos propugnan y que es la única que presenta verdaderas probabilidades de una victoria proletaria. Ellos no se hacen de la menguada realización final del principio, y por parte de todas las masas, de su táctica, una razón de pasividad o una coartada para su responsabilidad; están ante todo por la lucha, la lucha en dos frentes, contra el abierto adversario burgués y contra el derrotismo interno de los oportunistas.

Por consiguiente, el Partido Comunista está en primera línea de los experimentos de acción ampliada que hoy se desarrollan y que indudablemente preludian má,s amplias batallas. Ciertamente que si estas tentativas de la masa fracasaran, sería por efecto de la influencia de los socialdemócratas, que frenan la difusión del movimiento y tratan de explotar las eventuales derrotas proletarias como consecuencia del método de la extensión de la acción, mientras que sería solamente consecuencia de la tardía extensión. Pero esto no quita que haciendo grandes esfuerzos no se pueda obtener que también por esta vía, hecha menos directa por la fuerza de los derrotistas, se pueda aguerrir el proletariado para la lucha revolucionaria suprema. Por consiguiente, nos hallamos, después de haber establecido bien toda la responsabilidad, de lleno en la lucha de la huelga general de Liguria y de Venecia Julia[2]; pedimos la extensión del movimiento de los ferroviarios contra la aplicación del artículo 56. [3]

Hay que luchar contra esta situación para extraer de todo su desarrollo un resultado de experiencia y de alineamiento revolucionario, con la mirada puesta siempre en el objetivo: acción general única de todos los trabajadores.

El nivel de la combatividad proletaria crecerá a través de estos episodios en la medida en que el Partido Comunista esté unido en la lucha contra el derrotismo de los amarillos. Los cuales esperan, no menos acaso que los burgueses auténticos, el revés que hunda al proletariado en la vía muerta de la pasividad y de la consternación.

Pero a los viscosos y más cínicos enemigos del movimiento obrero, parece que les sopla otro viento: el de la gran tempestad revolucionaria.

[1]Se trata de los famosos "hechos del Palacio de Accurzio", una obscura provocación que señaló el inicio del escuadrismo en Emilia. Diez ciudadanos boloñeses fueron asesinados con bombas de mano delante del ayuntamiento.

[2]En Liguria, en apoyo a los metalúrgicos, que estaban en huelga durante semanas contra la amenaza de reducción de salarios, del 17 al 21 de noviembre se ha realizado el paro general. En la Venecia Julia, contra las decisiones de los industriales triestinos de realizar el cierre en los astilleros navales de Trieste y Muggia y de reducir los salarios en el astillero de Monfalcone, se ha declarado la huelga general en toda la región: También en Liorna, los metalúrgicos han entrado en huelga.

[3]En Nápoles, el 6 de noviembre, los ferroviarios habían reanudado la huelga en defensa del principio de la jornada laboral de ocho horas y contra la aplicación del artículo 56, del 7 de julio de 1907, enterrado después de la agitación de 1920, que establecía el despido para los ferroviarios en huelga.



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