Indice del Archivo

 

Gus Hall

 

Discurso en la Conferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros

 

 


Pronunciado: En la Conferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros, realizada en Moscú, los días 5 al 17 de junio de 1969.
Fuente para la presente edición: Conferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros. Moscú, 1969.  Editorial Paz y Socialismo, Praga, 1969; págs. 454-474..
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2014. Digitalizado por Juan Fajardo.


 

 

 

Queridos camaradas:

En nombre de nuestro Partido queremos expresar nuestro reconocimiento a nuestro huésped, el Partido Comunista de la Unión Soviética, por las magníficas condiciones que nos proporciona para hacer nuestra estancia aquí agradable y productiva.

La labor preparatoria exigió no poco trabajo y enérgicos esfuerzos de muchos camaradas. Ahora, en cambio, la Conferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Marxistas es un factor importante de la realidad con-temporánea.

Esta Conferencia dejará honda huella en la historia del movimiento revolucionario de nuestro tle'mpo. Lo que acotdemos aquí quedará consignado en ía Historia y lo que hagamos al, regreso de esta Conferencia pasará a los anales revolucionarios de la clase obrera. En ellos se escribirá si esta histórica Conferencia ha alcanzado su fin, si ha sido un estímulo, una catapulta que ha elevado la lucha antiimperialista a nuevas alturas.

No existe ninguna causa objetiva que impida la realización de estas grandes esperanzas. En la Historia no ha sido frecuente que tantísimos factores objetivos se fundan en un todo y reclamen imperiosamente acciones unidas y .concen-tradas. No hay obstáculos que no nos permitan cumplir esta magna tarea de nuestra época.

Nosotros representamos las fuerzas más avanzadas de la clase a la que la Historia confió conducir la sociedad en este viraje tan pronunciado de la vida del género humano.

A algunos les cuesta trabajo habituarse al hecho sin precedente de que el viraje revolucionario más radical en la vida de la sociedad humana no corresponda a la historia antigua ni a la esfera de las suposiciones especulativas de lo que puede ocurrir en un futuro lejano. Está unido íntimamente a los acontecimientos de nuestra época. El tránsito del capitalismo al socialismo es el acontecimiento más grande de la historia humana. Es el salto cualitativo más explosivo en el desarrollo de la sociedad humana. Es un proceso histórico y, al mismo tiempo, un acontecimiento reciente, pues representa un viraje completo en el modo de vida. Tiene el carácter de una explosión, el carácter de una revolución. Es un proceso multilateral: económico, político, militar e ideológico. Tal es la esencia de los acontecimientos que determinan hoy el curso de la Historia.

Este viraje histórico originó (adquiriendo con ello nuevo vigor) los tres torrentes revolucionarios mundiales que hoy se funden en un solo proceso. Hay períodos en que este proceso no lleva en ningún sitio al cambio del poder estatal. Suele haber reveses, decepciones, períodos en que este proceso se detiene tras haber alcanzado un nuevo nivel. A los momentos de explosión siguen períodos de desarrollo evolutivo. En unos casos, se produce la sustitución violenta de las clases en el poder; en otros, tienen lugar una especie de fases de transición que no revisten un carácter turbulento.

Empero, el proceso revolucionario marcha adelante, las fuerzas de la revolución van madurando y uniéndose constantemente. Se acumula experiencia. El capitalismo se pudre, lo que agudiza las relaciones internas de clase en los países capitalistas y también las relaciones entre el imperialismo, por un lado, y los pueblos y países oprimidos, por otro. Crece también el -nivel ideológico y político de las fuerzas revolucionarias. Este proceso objetivo y multilateral se rige por las leyes del desarrollo social. En este sentido, nuestra Conferencia se ha reunido en un momento histórico crucial.

Nuestro Partido se enorgullece sinceramente de participar en este histórico acontecimiento. El carácter universal del movimiento marxista-leninista multiplica nuestras fuerzas. Nosotros concedemos primordial significado a nuestra concepción proletaria del internacionalismo.

No consideramos el internacionalismo como un fardo, como una concesión ó como una cruz que hay que llevar. El internacionalismo no es como la capa de caramelo con que se cubre el pastel para darle mejor gusto y aspecto. Es el ingrediente principal que da a la lucha de clases el necesario contenido revolucionario.

Ahora se habla mucho del reforzamiento del nacionalismo. Pero no siempre se ve con bastante claridad el inusitado aumento de las aspiraciones de las masas al internacionalismo. El mismo carácter del desarrollo mundial ha originado en las masas sentimientos antiimperialistas y voluntad de internacionalismo. El proceso revolucionario mundial triúnico es una fuerza propulsora, una fuente viva de internacionalismo.

Se trata, realmente, de un fenómeno histórico nuevo, característico, sobre todo, de la joven generación.

Por eso, el internacionalismo del movimiento comunista es un nuevo manantial de fuerza. No tenemos que excusarnos por nuestro internacionalismo. Al revés, debemos encontrar procedimientos nuevos y más audaces para acentuar este aspecto de nuestro movimiento.

El XIX Congreso Nacional de nuestro Partido, celebrado hace poco, aprobó unánimemente la línea, el contenido político y el espíritu del proyecto de Documento fundamental, presentado por la Comisión Preparatoria a esta Conferencia. A nuestro entender, el documento refleja acertadamente la comprensión marxista-leninista del momento presente. Teniendo en cuenta todos los problemas con que tropezó la Comisión Preparatoria, puede decirse que se ha hecho un trabajo muy bueno. Es un documento colectivo y por eso es imposible dar cada palabra o frase en la redacción o el estilo de un solo partido. La aprobación del Llamamiento "¡Independencia, libertad y paz para Vietnamí" tiene singular importancia para nuestro Partido. Nosotros aprobamos también por entero el documento sobre la conmemoración del centenario del nacimiento de Lenin.

A juicio de nuestra delegación, la Conferencia ha sido un éxito aun antes de que nos reuniéramos aquí. El año y medio de preparación ha sido un proceso de unificación. El proceso de elaboración del documento nos ha permitido puntualizar las posiciones y reducir la esfera de las discrepancias.

Los hábitos y las enseñanzas del trabajo conjunto son ya de por sí un haber inestimable de nuestro movimiento mundial.

Confiamos en que las enseñanzas del trabajo colectivo hayan echado profundas raíces. Esperamos que esta práctica pase a ser constante para el movimiento comunista internacional.

Aquí están representados 75 partidos, pero es un cálculo mecánico. Si se cuenta políticamente, hay que hablar de más de 80 partidos, pues muchos partidos no están presentes aquí por causas técnicas, pero han expresado su adhesión a la línea política de esta Conferencia.

Este hecho de por sí es memorable.

Estamos de acuerdo con muchas magníficas intervenciones en esta Conferencia, con las intervenciones de los camaradas Brézhnev, Gomulka, Rochet, Arismendi, Corvalán, Ulbricht y otros camaradas. Por eso creemos que huelga examinar detalladamente todos los aspectos o todas las cuestiones.

Permítannos que expresemos de nuevo nuestro profundo sentimiento de ardiente camaradería y solidaridad con aquellos que luchan contra el imperialismo norteamericano en todo el mundo. Nos sentimos en deuda particularmente con el bravo pueblo vietnamita, que, batiéndose con inaudito heroísmo y espíritu de sacrificio, inflige una derrota histórica al imperialismo estadounidense. El pueblo vietnamita patentiza ante el mundo entero que las fuerzas del socialismo y de la liberación nacional son invencibles.

Saludamos a los pueblos y a los comunistas de Latinoamérica, cuyas combativas acciones de masas obligaron recientemente a volver a su cubil nada menos que a míster Imperialismo en persona, a míster Nelson Rockefeller.

Saludamos al pueblo y a los comunistas de la Cuba Socialista, que siguen rechazando las acciones y la política de agresión norteamericana y han encendido el faro del socialismo a noventa millas de las costas de la principal potencia del imperialismo mundial.

Expresamos nuestro ferviente apoyo al movimiento de liberación nacional y a los que luchan contra el imperialismo en el Oriente Medio, así como a los pueblos de África expoliados y oprimidos. Saludamos con alegría la lucha del pueblo sudanés.

Saludamos a nuestros hermanos comunistas y al pueblo de la República Democrática Popular de Corea, que valerosamente han hecho frente a las, provocaciones norteamericanas.

Podemos prometer a estos luchadores de todo el mundo que elevaremos nuestros esfuerzos a un nuevo nivel para no rezagarnos de ellos en la lucha contra el imperialismo norteamericano.

Cuando enjuiciamos los fenómenos del imperialismo, estamos enjuiciando una realidad que cambia constantemente. La lucha contra el imperialismo debe reflejar estos cambios.

La correlación de fuerzas del imperialismo y de las fuerzas antiimperialistas: cambia continua e inexorablemente. Cambian asimismo las relaciones entre1 los países imperialistas, reflejando la ley del desarrollo desigual del capitalismo. Dentro de cada país imperialista se observan también contradicciones, desplazamientos y cambios. Las fuerzas antiimperialistas han de tomar en cuenta estos cambios, ya que se reflejan en los planes de lucha imperialistas modificándolos.

El imperialismo traza una nueva táctica, esgrime nuevos argumentos ideológicos teniendo en cuenta los cambios que se operan en la realidad. No podemos estar satisfechos ni de la amplitud ni de la eficacia de nuestra propaganda antiimperialista.

Los desplazamientos en la realidad objetiva son de alcance universal. Los cambios en la táctica y en las posiciones ideológicas del imperialismo también se producen a escala mundial. Creer que cada destacamento, cada sector de la lucha antiimperialista puede hacer frente por sí solo a este cambiante desafío global es un peligroso error. Tales ilusiones pueden acariciarse solamente cuando se subestima la astucia refinada, la perfidia y el carácter, agresivo en extremo, del imperialismo.

El proyecto de Documento señala con razón: el imperialismo norteamericano continúa siendo la fuerza más belicosa y agresiva del mundo.

Continúa su sangrienta agresión contra el pueblo vietnamita. Continúa la política de agresión contra el pueblo de la Cuba Socialista. Es la fuerza principal de la agresión militar, política y económica en América Latina, Asia y África.

Continúa siendo la base para las acciones de las fuerzas del imperialismo en todas partes, fuerzas que tratan en vano de detener el proceso revolucionario mundial. Representa la mayor amenaza a la paz mundial. Es la espada nuclear de Damocles, que, si no ha caído hasta ahora, ha sido gracias a las fuerzas de nuestra nueva época y, especialmente, gracias a la potente coraza militar y nuclear de la Unión Soviética.

El imperialismo yanqui se debate en una crisis más profunda cada día. Se le puede vencer, pero sería el colmo del desvarío subestimar su agresividad y peligrosidad. Uno de los ases de la baraja del imperialismo en la preparación bélica consiste precisamente en propagar la ilusión de que el imperialismo no representa ningún peligro de guerra. Esta misma semana el Gobierno Nixon anunció que próximamente serán retirados de Vietnam 25.000 hombres de las tropas norteamericanas. Con ello trata de desorientar a la opinión pública y sembrar la ilusión de que los EE.UU. disminuyen su participación en las operaciones militares. Pero, al mismo tiempo, los EE.UU. reanudaron el bombardeo del territorio de la República Democrática de Vietnam.

En esencia, después de la elección de Nixon, las fuerzas de la reacción se han envalentonado. Nixon continúa la política del Gobierno precedente y únicamente renuncia a la táctica anterior de las pequeñas concesiones.

La continuación de la vieja política agresiva sin concesiones tácticas determina el nuevo marco de la política imperialista, tanto interior como exterior. Nixon ha renunciado ya a la Alianza para el Progreso, que daba la apariencia de que los EE.UU. hacían concesiones a su "imperio" latinoamericano y ha organizado, en cambio, el jaleado viaje de Nelson Rockefeller, principal saqueador de América Latina.

Tampoco ha dejado ninguna apariencia de concesiones en los programas de ayuda al extranjero.

En vez de concesiones tácticas, el Gobierno Nixon concederá primordial importancia al uso del terror abierto, al uso de las fuerzas de misión especial, al uso de la CÍA y del FBI. Nixon continuará la política del "látigo y la rosquilla", pero habrá menos rosquillas.

Tal es la tendencia principal. Naturalmente, hay que tener en cuenta que el nuevo Gobierno aún no ha entrado en contacto con el mundo real en el que actúa un factor como la cólera del pueblo norteamericano. Y se sabe que una política menos endulzada puede ser desenmascarada más rápidamente.

Para luchar con eficacia en cualquier terreno hay que conocer al adversario. Como los EE.UU. son el centro del imperialismo mundial, permítannos que hagamos una especie de operación quirúrgica para poner al descubierto sus entrañas. Es un enemigo potente y peligroso, pero que tropieza con serias dificultades. En expresión monetaria, el monto anual de la política norteamericana de agresión asciende a cien mil millones de dólares. Eso significa para el pueblo una inflación incontrolada y una astronómica alza de los precios y alquileres. El 40% del salario de todos los obreros lo devoran los impuestos directos e indirectos. Debido a esto, el salario real disminuye ya tres años seguidos.

Ningún pueblo y ninguna nación contrajeron jamás tales deudas. La deuda total de particulares, corporaciones y del Gobierno a los bancos pasa de un billón y medio de dólares. Nuestro pueblo se encuentra agobiado por la deuda más grande del mundo.

La política de Nixon, política de renuncia a las concesiones tácticas, abona el terreno para nuevos estallidos en los ghettos, para una lucha huelguística más tenaz, para vastas y crecientes conmociones.

El complejo capitalista industrial-financiero norteamericano, imbricado con el poderío del aparato estatal a su servicio, que utiliza los nuevos adelantos de la ciencia, organizado y controlado por los monopolios, entre ellos los monopolios gigantes, los llamados conglomerados, se ha convertido en el explotador más cruel que conoce la historia de la humanidad, en un explotador desalmado, diabólicamente refinado y calculador, dilapidador de recursos tanto humanos como naturales. Se ha convertido en el monstruo más salvaje de la explotación que persigue el máximo beneficio. Encuentra nuevos procedimientos para exprimir cada vez más jugo. En los diez últimos años la norma de explotación del trabajo se ha elevado un 17%.

La singular rapacidad del capitalismo norteamericano se manifiesta en la opresión de las minorías nacionales. Mantiene en el transcurso de 350 años un sistema especial de opresión, sistema que sufren hoy veinticinco millones de ciudadanos afro-norteamericanos. Después dé muchos años de tesonera y heroica lucha ya pesar de haberse alcanzado algunas importantes victorias, el sistema específico de opresión racial continúa, en esencia, invariable. Así, pues, sigue en pie el sistema rapaz de discriminación, desigualdad, segregación y ghettos, con la humillación, el hambre y la miseria engendrados por él. Aquí los ingresos de la población negra representan la mitad del promedio en el país; el nivel del desempleo entre los negros es tres veces más elevado, y la mortalidad, el doble; la mayoría de la población afro-americana vive en tugurios y sufre hambre crónica; no tiene posibilidad de obtener instrucción y se la obliga a trabajar por los salarios más bajos y en las faenas más peligrosas; no tiene ninguna perspectiva de ascenso en el servicio. A pesar de la heroica lucha del pueblo negro y de sus aliados entre la mayoría blanca, este vicioso sistema continúa invariable en todos sus rasgos esenciales.

Aunque se han adoptado muchas nuevas leyes y pronunciado muchos bellos discursos, el racismo campea en nuestro planeta. Continúa siendo el instrumento más cómodo y más ampliamente utilizado por el capitalismo para obtener superganancias.

Ninguna clase gobernante ha oprimido nunca a una parte tan numerosa de su pueblo dentro de sus propias fronteras nacionales, hecho que desenmascara para siempre el carácter inhumano del capitalismo estadounidense.

Además del sistema especial de opresión de veinticinco millones de afro-norteamericanos, el capitalismo estadounidense ha forjado formas peculiares de opresión para ocho millones de norteamericanos de origen mexicano y dos millones de puertorriqueños y también de segregación de la población aborigen superviviente, de los indios norteamericanos recluidos en reservas, que son cementerios desérticos donde causa estragos el hambre .y reinan restricciones sociales y condiciones de vida infrahumanas. Análoga política se sigue con los esquimales de Alaska. La ecuación racista capitalista "divide + vencerás = superbeneficios" continúa siendo el rasgo principal del capitalismo norteamericano.

Así, pues, el imperialismo ha creado un monstruo. Pero ha hecho surgir también algo distinto. Ha echado al mundo una combativa clase obrera y ha dado impulso a la indignación de las masas. Ha traído a la vida un esforzado y batallador movimiento por la libertad de los norteamericanos de piel negra, el movimiento masivo del pueblo negro. Ha provocado la rebelión de los jóvenes y de los estudiantes. Ha puesto en acción y ha incorporado a la lucha a muchos millones de hombres.

El imperialismo ha infundido vigor a la lucha de masas por la paz y contra el militarismo, lucha que no conoce las fronteras de clase y ha echado hondas raíces en las fuerzas armadas del imperialismo estadounidense.

El imperialismo ha movido a lanzarse a la lucha a millones de mujeres, que muestran en muchos terrenos más actividad y espíritu combativo que los hombres. (Por cierto que nuestra Conferencia debería tener en cuenta este aspecto.) Ha originado una profunda búsqueda, preocupación nacional, insatisfacción, desconfianza y desprecio por las instituciones capitalistas. Ha puesto en acción el proceso de radicalización. En una palabra, ha suscitado una tempestad de protesta y de lucha.

Nos merece particular estima el heroísmo de nuestros soldados y marinos de guerra, que han desafiado al autocrático régimen militar y han enarbolado la bandera de la paz y la igualdad, y de quienes en los cuarteles, en los centros de movilización y reclutamiento y en las bases militares denuncian la esencia agresiva de las guerras del imperialismo norteamericano.

En la historia de nuestro país no se conoció nunca que tan gran número de militares participase directamente en las acciones contra el militarismo. Basta fijarse en los datos oficiales de fuente gubernamental: en un año, hasta el 30 de junio de 1968, se registraron 53.000 casos de deserción. Esto significa que -tomando el plazo corriente de dos años de servicio militar- un soldado de cada treinta, aproximadamente, se decide a correr el riesgo de una prolongada reclusión carcelaria, la pérdida de trabajo y el ostracismo para toda la vida, porque su conciencia no le permite actuar como instrumento de la máquina bélica estadounidense, racista, colonialista y con fines de genocidio.

En la actualidad, más de 23.000 personas se han negado a incorporarse a filas. Millares de norteamericanos abandonan los Estados Unidos y se refugian en Canadá, y son también millares los que buscan asilo en Suecia, Francia y otros muchos países. En las principales bases de guerra, los militares, clan-destinamente o sin disimulo, editan periódicos antibélicos. Por ello no tiene nada de extraño que la clase gobernante estudie la posibilidad de suprimir el servicio militar obligatorio, aumentar la paga a los militares y formar un ejército de mercenarios profesionales del imperialismo.

El rápido ascenso del movimiento de obreros organizados en las empresas y en los sindicatos constituye la expresión más dinámica y potente de la nueva oleada de lucha y del proceso de radicalización que se está operando en los EE.UU. Del vigor de este movimiento puede juzgarse por los resultados de las elecciones en los sindicatos. Está siendo desplazada la vieja y anquilosada burocracia sindical.

El avance político cualitativo que tiene lugar en Norteamérica se ve reflejado en estas acciones de los miembros de base de los sindicatos durante las elecciones. La más dinámica de todas las manifestaciones de este ascenso es la actividad preelectoral de los miembros afro-norteamericanos de los sindicatos. Las ya populares "conferencias preelectorales de negros" son ahora una fuerza activa en centenas de organizaciones sindicales de base y en órganos sindicales locales. Del nivel de este movimiento pueden dar cierta idea los nombres que imponen a sus organizaciones los miembros de ellas. El nombre de "conferencias obreras revolucionarias" se convierte en la forma usual entre capas cada vez más amplias de trabajadores negros.

La fuerza que mueve este ascenso de la lucha de los afiliados de base de los sindicatos son los nuevos problemas de la lucha de clase, los problemas especiales de los obreros negros y, también, el deseo de transformar y rearmar el movimiento sindical, haciendo de él un instrumento de la lucha de clases que corresponda a las tareas del día.

Los obreros que participan en el movimiento de los miembros de base de los sindicatos son activistas sindicales inferiores, radicales y, por supuesto, representantes de la izquierda y comunistas.

Este es el eslabón principal de la lucha de clases que se despliega ahora en nuestro país. Más aún, es el eslabón principal de la batalla por el progreso social.

El ascenso de la lucha de los miembros de base de los sindicatos se ve expresado en la formación de una nueva central sindical nacional: la Alianza Americana del Trabajo. Su fundamento lo han constituido los tres millones de miembros de los sindicatos de camioneros y de obreros de la industria automóvil. La creación de esta central significa un desafío a la vergonzosa dirección reaccionaria de la AFL-CIO, a Meany y Lovestone.

La nueva central se ha planteado la tarea de organizar a los obreros no adheridos a los sindicatos, sobre todo en el Sur racista. Pero lo nías importante es que la nueva central se pronuncia contra la sucesiva militarización del país. Esto es un gran paso en dirección contraria al manifiesto y agresivo apoyo que la dirección de la Federación Americana del Trabajo-Congreso de Sindicatos Industriales presta a la política del imperialismo norteamericano. La recién creada central sindical busca nuevos vínculos con todos los destacamentos del movimiento sindical mundial.

Huelga decir que estos acontecimientos en el frente de la lucha de la clase obrera ejercen enorme influjo sobre todos los sectores de nuestro combate, entre ellos el de la batalla a la política del imperialismo.

La juventud, que es la brigada de choque de las transformaciones revolucionarias, sigue dando ejemplo de espíritu combativo. Las esferas gobernantes elevan preces por el retorno a los buenos tiempos pasados, a los tiempos de las expansiones y las travesuras estudiantiles tempestuosas, pero políticamente ingenuas. Los liberales también se muestran inquietos ahora porque no se trata de una simple "efervescencia de sangre joven" de los estudiantes, sino de toda una serie de exigencias sobre las que no están dispuestos a ceder.

Esas reivindicaciones afectan a diversos problemas cardinales de nuestra sociedad capitalista. Los estudiantes reclaman que la instrucción superior sea reconocida como un derecho inalienable de todos los jóvenes y una posibilidad accesible a ellos. Exigen la desaparición de un sistema en el que la autorización de ingreso en los colegios es concedida benévolamente por los ricos protectores de las universidades. Demandan la supresión de las restricciones racistas y el sistema de aparente integración en todos los centros docentes superiores. Exigen que los establecimientos de enseñanza rompan su nexo con el complejo industrial-militar. Quieren cerrar las puertas de nuestros colegios y universidades a los reclutadores de jóvenes para el ejército y las industrias que producen gases mortíferos y otras armas de exterminio masivo. Reivindican la liquidación del sistema privilegiado de preparación de oficiales de la reserva.

Tales son las exigencias fundamentales de los jóvenes, que trascienden no sólo a los problemas de nuestros centros docentes, sino también a los proble-mas esenciales de nuestra sociedad capitalista, ya que se trata de la realización de reformas sociales interiores como solución de recambio a la política y a los gastos del imperialismo.

El numeroso destacamento de jóvenes obreros incorporados hace poco a las empresas se convierte en brigada de choque de la clase obrera. La juventud obrera está siendo la iniciadora del movimiento de los miembros de base de los sindicatos. Se afana por reanimar el movimiento sindical. Precisamente estos jóvenes obreros, muchos de los cuales eran estudiantes poco tiempo atrás, forman el eslabón de engarce entre el estudiantado y la clase obrera.

Constituyen una poderosa fuerza en la lucha contra el racismo, pues no adolecen de algunos prejuicios que todavía son característicos de los obreros de la vieja generación. La juventud obrera forma parte de la generación de espíritu radical. Es más receptiva a las nuevas ideas socialistas. En nuestra lucha por asegurar la acción unitaria de la clase obrera dedicamos particular atención a los jóvenes obreros.

A las relaciones de clase en los EE.UU. les es extraño en absoluto todo lo que contradiga en cualquier grado las concepciones fundamentales del marxismo.

La circunstancia de que las capas no proletarias actúen aisladamente de la clase obrera o de manera diferente que ella no es nueva o propia únicamente de los Estados Unidos. Este "descubrimiento" no puede utilizarse para plantear teorías no marxistas y rechazar las tesis marxistas acerca del papel de la clase obrera.

Invocando el ascenso de la lucha de las capas no proletarias de la población, muchos teóricos pequeñoburgueses de los EE.UU. propugnan teorías de una revolución que se realiza sin la participación de la clase obrera, de una revolución hecha por personas que no intervienen en la esfera de la producción.

Entre los propagandistas más operantes de tales concepciones figuran los ideólogos que sostiene la CÍA, entre ellos Marcuse.

Lo realmente nuevo e importante en el terreno de la lucha de clases en los EE.UU. es este ascenso histórico de la acción, este proceso de radicalización en el seno de la clase obrera. Hay otra circunstancia que también tiene un inmenso significado. Los movimientos que abarcan a millones de personas hacen llegar a la conclusión de que en los países industriales adelantados existen fronteras objetivas para la rebelión de las capas no proletarias si no actúan en alianza con la clase obrera. Al comprenderlo así, las masas rechazan las teorías del radicalismo pequeñoburgués.

Nuestro Partido presta especial atención al problema de la rebelión de la juventud. Aquí la cosa no estriba simplemente en esa atención, sino en cómo debe ser.

Nos encontramos ante una generación a la que no se puede ganar con, una fraseología patrocinadora sin carácter de clase. Los representantes de la juventud buscan respuesta a sus preguntas. Sólo se les puede ganar en una porfiada lucha ideológica. Y en particular, en la batalla al radicalismo pequeñoburgués. Hay que atraerlos a las ideas proletarias marxistas.

Nuestro Partido es elemento integrante e intérprete de las inquietudes de estas tendencias masivas de la lucha. Hemos logrado salir del período de brutales persecuciones políticas en el oleaje de la lucha de masas. Nuestro Partido se ha cohesionado en el proceso de dirección del ascenso de la acción de las masas. En muchos aspectos, nuestro Partido sigue siendo semilegal y legal. Se registran nuevos actos de terror y medidas jurídicas contra nuestro Partido.

A pesar de las grandes dificultades, ya va a hacer un año que venimos editando de nuevo nuestro diario marxista.

La siguiente etapa en la vía de robustecimiento y reestructuración de nuestro Partido madura al impulso de la nueva oleada de la lucha y del proceso de radicalización que se desarrolla en las filas de la clase obrera. Ahora el Partido dedica especial atención a este sector clave del combate.

*

Debemos señalar y subrayar algunos cambios importantes que. se operan tanto en el seno de los grupos monopolistas estadounidenses como en la esfera internacional, en las relaciones entre los Estados Unidos y otros países imperialistas. En ambos terrenos tienen lugar sustanciales cambios.

En ambos casos se producen ciertas modificaciones estructurales internas, características sobre todo del imperialismo norteamericano. A la vez, son el heraldo de análogos cambios en todos los países imperialistas. Estos nuevos rasgos son la manifestación del sucesivo desarrollo canceroso de la crisis general del capitalismo. Representan un nuevo grado en su crecimiento parasitario.

Dentro del país se ha iniciado una nueva etapa de monopolización de la economía. Los EE.UU., al igual que otros países industriales adelantados, se hallan en la cima de un demencial alud de fusión de corporaciones monopolistas. En el proceso de desarrollo capitalista, los tiburones se zampan siempre a los peces chicos. Sin embargo, en la actual ola de fusión han aparecido tres nuevos factores. El primero de ellos sé expresa en que la fusión se ha convertido en una avalancha incontrolada. El segundo muestra que en este proceso dominan las corporaciones más fuertes. Es una fusión de colosos, que trae como resultado la aparición de supergigantes. Son absorbidos fácilmente monopolios gigantes con activos que llegan a mil millones de dólares. El tercer factor consiste en que surgen agrupaciones monopolistas a las que se llama "conglomerados". Esta nueva estructura imprime una cualidad distinta a la anarquía capitalista.

En el lenguaje comercial de los saqueadores monopolistas, la fusión y la absorción suelen denominarse "horizontales", "verticales" y, como se dice ahora, "conglomeradas".

La fusión horizontal es la que se produce entre las corporaciones de una misma rama de industria. La vertical se realiza entre monopolios que, de hecho o potencialmente, están en relación mutua de comprador y vendedor. La fusión de nuevo tipo -los conglomerados- tiene lugar entre las asociaciones monopolistas para las que no existen necesidades técnicas ni mercantiles. Del mismo modo, no hay motivos técnicos ni mercantiles para la fusión y la absorción que hace surgir los conglomerados. Desde el punto de vista de la producción o de la venta, tales fusiones son irracionales. Significan el límite máximo de la anarquía capitalista.

El proceso de fusión se ha extendido a toda la economía. La conglomeración es una tendencia nueva, predominante frente a la fusión horizontal y vertical.

La demencia alcanza su punto álgido cuando estos conglomerados operan, de hecho, como asociaciones irracionales en la constelación de corporaciones análogas," que son propiedad o se hallan bajo el control de un puñado de bancos gigantescos.

Estas contrahechas formaciones anárquicas derivan del desarrollo de las leyes internas del capitalismo monopolista. Son síntomas de su profunda dolencia interna en la etapa final de su evolución.

El "boom" de la formación de conglomerados irracionales es el resultado del surgimiento de trombosis financieras en las envejecidas arterias del imperialismo. El cambio de la correlación de fuerzas en el mundo influye en los procesos internos que se operan en los principales países imperialistas.

Ante el imperialismo estadounidense se plantea con creciente crudeza el oroblema de la acumulación del Capital inmóvil. Eso está en relación directa con los problemas del capitalismo contemporáneo, surgidos como consecuencia de que el cambio de la correlación mundial de fuerzas crea dificultades para la apertura de nuevas esferas de inversión. Por tanto, las acumulaciones del capital inmóvil forman una trombosis en las arterias del imperialismo y se hacen fuente de tensión e irracionalidad.

Ahora bien, cuando los canales para la inversión se contraen, el monstruo empieza a devorarse a sí mismo. Debido a ello, su acción es cada vez más irracional. Recurre a la creación de conglomerados irracionales, lo que ocasiona importantes efectos políticos y sociales.

Este proceso ha acelerado considerablemente la polarización de nuestra sociedad. Acrecienta el sentido de alienación general. Imprime una nueva calidad a las contradicciones internas del capitalismo monopolista.

Origina también nuevos problemas de la lucha de clases. Mas en general y en su conjunto, debilita más aún la estructura del imperialismo norteamericano.

La aparición de los conglomerados irracionales puede servir de vigoroso argumento en favor dé la necesidad del sistema socialista, racionalmente

planificado.

El surgimiento de los conglomerados no está circunscrito a la escala de nuestro país, sino que se hace forma y estructura de los saqueos imperialistas. Poco a poco, los bancos imperialistas se están convirtiendo en instrumento de control imperialista, formando conglomerados extranjeros sometidos a su control. A este fin, los EE.UU. son hoy el mayor exportador mundial de capitales bancarios. Los bancos fundados con capital norteamericano están siendo los centros fundamentales donde se concentran los recursos financieros de los imperialistas. A la vez son centros que supervisan los conglomerados imperialistas estadounidenses. Por ejemplo, el Chase Manhattan Bank, perteneciente a Rockefeller, dispone en la actualidad de más de 1.600 instituciones bancarias propias en el extranjero, sin contar centenares de otros bancos extranjeros que están bajo su control. Cuando el Gobierno del Perú decidió poner fin al dominio del imperialismo norteamericano en su país, nacionalizó la Standard Oil, pero hubo de enfrentarse con el Banco Continental, que tiene 44 sucursales, pues años antes a esto, dicho banco lo compró el Chase Manhattan Bank, el banco de Rockefeller.

También el Chase Manhattan Bank tiene agarrada por el cuello a Venezuela al controlar el Banco Mercantil Agrícola.

Asimismo, el Chase Manhattan Bank está a la cabeza de los conglomerados imperialistas racistas de África del Sur, controlando el Standard Bank of South África, que tiene 900 sucursales en la parte meridional del continente africano. El Chase Manhattan Bank es un imperio imperialista privado. Es uno de los principales accionistas de la industria de guerra norteamericana. Sus planes de extracción de ganancias de la producción de guerra están coordinados con el Pentágono y con la red mundial de bancos filiales. A Vietnam, este imperio ha exportado tanto napalm como capitales bancarios.

Por tanto, el imperialismo norteamericano, con su control bancario sobre los conglomerados industriales, ha añadido un nuevo eslabón a la cadena imperialista. A través de los bancos se controla también la industria y los gobiernos.

Esto eleva en un peldaño más el control imperialista directo. Aprieta más fuertemente el nudo al cuello de las clases capitalistas de los países sojuzgados. Antes vaciaba la bolsa de los oprimidos, pero ahora les arranca la propia bolsa.

En el período actual, cuando se acentúa la crisis general del capitalismo, el antagonismo fundamental es la contradicción entre el socialismo y el imperialismo. Por supuesto, existen y se agravan las contradicciones entre las potencias imperialistas, pero son secundarias con respecto a la contradicción esencial.

Después de la segunda guerra mundial, casi todas las pequeñas guerras se han reñido entre el imperialismo y los movimientos de liberación nacional. Han sido intervenciones imperialistas contra gobiernos progresistas y encabezados por comunistas, así como guerras imperialistas contra Estados socialistas.

Los imperialistas tratan por todos los medios de evitar las guerras entre ellos, ya que no tienen las reservas necesarias para hacer estas guerras y sobre-vivir. Más aún, la suma desigualdad de fuerzas y la superioridad absoluta del poderío bélico de los Estados Unidos en el campo imperialista tienden a reducir considerablemente la probabilidad de guerras entre los imperialistas. Además de otras cosas, los pactos militares, la agrupación de las fuerzas armadas y el establecimiento de bases de guerra norteamericanas hacen más improbable que estallen tales guerras. Sin embargo, los antagonismos entre las potencias imperialistas aumentan, aunque se vean expresados también en otras formas. El desarrollo económico desigual de los países imperialistas engendra mayores contradicciones económicas y financieras. Estos antagonismos se ahondan a consecuencia de la creciente presión de la lucha por la liberación nacional y por reducir el saqueo imperialista y suprimirlo.

El desigual desarrollo económico reproduce el modelo del período comprendido entre las dos guerras mundiales.

No obstante, el grado de esta desigualdad es mayor que en el período interbélico. En realidad, ha alcanzado el nivel más alto de toda la historia del imperialismo. En un polo se halla el imperialismo japonés, que cobra fuerza económica a un ritmo sin precedente. En el otro polo está el imperialismo inglés, que pierde con rapidez sus posiciones.

En las relaciones entre los países imperialistas se observan asimismo nuevos e importantes cambios, que se perciben en toda la pirámide del imperialismo mundial.

En el período actual, cuando el desarrollo histórico trabaja en contra del imperialismo, la economía orientada hacia la guerra, que es la creada por el imperialismo estadounidense después de la segunda guerra mundial, se convierte en uno de los factores de acción de la ley del desarrollo desigual de los países capitalistas.

Precisamente los gastos en el extranjero trastornan el balance comercial de los EE.UU. Esto ejerce un influjo cada vez más negativo en la economía norteamericana. El imperialismo estadounidense ha sido atenazado por sus propios planes de conquista del mundo.

Se ve ante el dilema de retroceder o de continuar gastando miles de millones de dólares para el sostenimiento de las 3.405 bases militares en el extranjero, al tiempo que sus principales rivales imperialistas gastan sumas relativamente pequeñas para fuerzas armadas.

Este factor, en unión de otros, ha hecho cambiar bruscamente el lugar del Japón en la pirámide imperialista.

Por ejemplo, en el último decenio el aumento de la producción industrial en los EE.UU. se cifró en el 5,5% anual. En cambio, el ritmo de crecimiento del Japón en los últimos 15 años ha sido del 13,5%. Y lo más dramático aún es que en los ocho años pasados esta elevación alcanzó en dicho país el 14,7%, y en los últimos tres años, el 16,5%. En 1960, el volumen de la producción industrial en el Japón sólo constituyó el 20% de la norteamericana y el 85% de la germanooccidental. Mas ya en 1968 había ascendido al 36% de la primera y al 157% de la segunda. De este modo, el Japón ha rebasado a Alemania Occidental y es hoy la segunda potencia industrial del mundo capi-talista.

Lo expuesto ha suscitado cambios en muchas esferas de la rivalidad imperialista. Las contradicciones entre el imperialismo norteamericano y el japonés han entrado en áspera colisión. La lucha por Okinawa no es más que la expresión de un antagonismo más hondo. El desarrollo desigual quebranta la hegemonía del imperialismo estadounidense en el mundo capitalista en todos los ámbitos: económico, político y militar. La carrera de las fuerzas imperialistas que se desarrollan más velozmente a la qaza de una mayor parte en las inversiones, en los mercados de venta y en las fuentes de materias primas hace que afloren cada vez más a la superficie los elementos de .rivalidad entre el imperialismo norteamericano y otras potencias imperialistas.

La rivalidad económica propicia la exacerbación de las contradicciones en las esferas política y militar. La OTAN y la SEATO, que son los principales sistemas de bases y alianzas del imperialismo norteamericano, se han debilitado sensiblemente. Incluso el predominio militar estadounidense en América Latina tropieza hoy con resistencia. Un país tras otro, a paso lento, pero con firmeza, van desalojando a las fuerzas armadas y a los consejeros militares norteamericanos de las bases en su territorio.

A ello contribuye el robustecimiento relativo del poderío económico y militar del campo socialista, en particular, del poder económico, militar y político de la Unión Soviética. Aumentan los riesgos para todo país capitalista que permita se le incluya en los planes bélicos de los estrategas del Pentágono.

Sin embargo, la vida muestra que con tinúan rigiendo las fuerzas centrípetas que empujan a las potencias imperialistas a mantenerse unidas frente a la "amenaza" del comunismo. Por consiguiente, no podemos partir de que es inevitable tal o cual escisión entre los imperialistas. Los imperialistas siempre procuran remendar los desgarrones y restablecer entre ellos una unidad relativa.

Pasar por alto la posibilidad de la agrupación militar de los imperialistas enfilada contra la parte socialista del mundo, o contra las fuerzas de la libera-ción nacional, o contra una y otras, no sólo significa hacerse ilusiones respecto a la naturaleza del imperialismo, sino también comprender erróneamente el problema de la contradicción fundamental de nuestra época.

No se puede perder de vista el elemento de la desesperación y la demencia en la política del imperialismo.

De lo dicho se deduce que sólo la inquebrantable unidad y la permanente movilización general de las fuerzas antiimperialistas pueden conjurar la ame-naza.

Estos son sólo unos ejemplos del cambio de la fisonomía del imperialismo. Debemos hacernos a la idea de que en nuestro tiempo los acontecimientos se suceden con enorme rapidez. Esto se refiere igualmente a los cambios internos en las fuerzas de las clases.

El proyecto que estamos discutiendo plantea con justeza el problema de la lucha contra el racismo, el antisemitismo y todas las formas de chovinismo. Fundándonos en nuestra propia experiencia, quisiéramos recalcar enérgicamente la importancia de este aspecto de la lucha contra el imperialismo.

El racismo ha sido siempre un instrumento del imperialismo. Es su arma ideológica más eficaz. Hace mucho que se utilizan las diferencias en el color de la piel humana, vieja arma de los esclavistas. El imperialismo la ha hecho más refinada, dándole un carácter global.

La influencia del racismo constituye el obstáculo más serio que se alza en el camino del desarrollo de la conciencia antiimperialista en los países imperialistas. Es un obstáculo al desarrollo de la conciencia de clase entre los obreros. Y no se olvide que la conciencia de clase es el mejor antídoto del racismo.

Por doquier se encuentra el virus vivo del racismo. La experiencia y la lucha crean condiciones para destruirlo. Mas, como ocurre con todas las ideologías contrarias, no desaparece sin lucha. Hay que atacarlo de frente. El imperialismo norteamericano es el principal semillero mundial del racismo. Para el imperialismo estadounidense esto significa continuar la política racista aplicada dentro del país. El capitalismo norteamericano explota a sesenta millones de obreros, sacando de esa explotación 250.000 millones de dólares de beneficio al año. Además, extrae alrededor de 30.000 millones de dólares más de superganancias anuales a expensas del particular sistema de opresión racial y nacional de cuarenta millones de ciudadanos de su país. Y puede proseguir esta política y práctica tan sólo por el influjo que tiene el racismo entre los norteamericanos blancos.

Hemos hablado de la elevación del nivel de la lucha antiimperialista. Debemos levantar a mayor altura la lucha contra el racismo en todas sus formas como parte importante de esta batalla general nuestra.

Sería conveniente celebrar una conferencia idelógica mundial encaminada a extirpar la influencia del racismo. Los comunistas deben ser no sólo los más infatigables combatientes contra el racismo, sino también los más hábiles. En esta lucha hay que ver el elemento básico y primordial de la batalla contra la ideología del imperialismo.

 

La lucha contra el oportunismo

Como cosmovisión y concepción de clase del movimiento comunista, el marxismo-leninismo se formó, en lo fundamental, en el transcurso de la lucha contra el influjo del oportunismo.

En los momentos cruciales, el oportunismo fue corroyendo, invisible e imperceptiblemente, al igual que un ácido, los fundamentos ideológicos de los movimientos revolucionarios. En fin de cuentas, el ácido ejerció su acción: el oportunismo demolió poderosos partidos de la clase obrera que luchaban por el socialismo. Importa señalar que la crisis que puso a prueba los partidos surgió en el curso de la lucha contra el imperialismo. Cuando llegó el momento de las pruebas, el internacionalismo que propagaban diversos partidos de la clase obrera se volatilizó. La unidad de los partidos quedó reducida al principio a una unidad formal, pero muy pronto incluso esta unidad formal empezó a ser considerada como un obstáculo. Los vínculos internacionales de clase entre los partidos comenzaron a resultar embarazosos.

Algunos partidos empezaron a afirmar que su internacionalismo encontraría expresión en la eficiente lucha sostenida en el marco nacional.

En esos momentos críticos, los líderes de los partidos socialistas hicieron un nuevo descubrimiento. Llegaron muy pronto a la conclusión de que Marx se había equivocado, de que no existían leyes generales del capitalismo ni concepciones universales de la lucha de clases. En cada país encontraron o inventaron peculiaridades nacionales cardinales que difuminaban los rasgos de la afinidad internacional.

La lucha de clases se convirtió para ellos en una lucha puramente popular, y los conceptos de clase, en conceptos nacionales. Ningún partido condenaba el internacionalismo; simplemente fue puesto debajo del tapete.

Los partidos se hicieron grandes organizaciones de masas. Eso fue un fenómeno positivo. Lo negativo consistió en que quedaron convertidos en partidos amplios, populares, con concepciones de nacionalismo y sin contenido de clase. Llegaron a ser partidos de masas a costa de abandonar las posiciones de vanguardia de la clase obrera.

Lenin fue el único que comprendió la naturaleza de aquella dolencia corrosiva. Lenin fue el único que emprendió la lucha contra ella antes de que llegara a su fase crítica. Lenin fue el único que vio su carácter pérfido y reptante.

Desde entonces es mucho lo que ha ocurrido y mucho lo que ha cambiado, porque el temple leninista de los partidos comunistas es mucho más fuerte que en el pasado. Pero persiste la necesidad de mantenerse vigilantes frente a los peligros del oportunismo. La enfermedad sigue siendo la misma. Continúa corroyendo las bases del internacionalismo, destruye las concepciones de clase. Se nutre del nacionalismo y a la vez lo fomenta. Y sigue suponiendo disposición a ceder a la presión del enemigo.

La correlación de fuerzas es hoy otra, la presión del enemigo ha adquirido nuevas formas, y, por consiguiente, ha cambiado también la influencia del oportunismo. Pero mientras se desarrolle la lucha entre las dos clases contrapuestas, seguirá en pie la necesidad de combatirlo.

Hay dos enfoques contrarios del problema de la correlación entre el internacionalismo y los intereses nacionales. En los casos en que se observa una contradicción temporal entre los deberes internacionales y algunos intereses nacionales concretos, la posición oportunista lleva a la negación del internacionalismo. El oportunismo hace hincapié en las diferencias y en el nacionalismo. La concepción revolucionaria de la clase obrera lleva a la búsqueda de los puntos unitarios. El oportunismo, en cambio, procura inflar las discrepancias. La concepción revolucionaria lleva a la supresión de las divergencias. Por ello la lucha por las concepciones internacionalistas es lucha contra el oportunismo.

Las teorías que justifican la dispersión no son nuevas en el movimiento revolucionario. Se propugnan como contrapeso directo al internacionalismo de la clase obrera.

Los partidos de la II Internacional jamás condenaron el internacionalismo. Simplemente se deshicieron de él so pretexto de que era un obstáculo para la unidad. Su abandono del internacionalismo se argumentaba con multitud de teorías que justificaban la dispersión.

Nosotros nos pronunciamos contra toda dispersión.

Nosotros rechazamos la teoría de que el proceso de constante división es tan natural en las filas del movimiento revolucionario como lo es en la naturaleza. Es una teoría que predica descaradamente la dispersión. Es también una tergiversación de la dialéctica materialista.

Una cosa es tomar en consideración y estudiar las divergencias y contradicciones temporales en el seno del sistema socialista mundial y otra confeccionar sobre esa base k teoría de la dispersión. En esencia, esta teoría afirma: ya que "las cosas están así", quiere decirse que "así estarán". Por lo tanto, se nos exige que aceptemos la situación como un hecho real y consideremos una simple ilusión todo intento de encontrar una vía que lleve a la unidad.

Nosotros rechazamos toda teoría que sustente que los esfuerzos orientados a establecer la unidad de clase únicamente pueden engendrar la dispersión.

Rechazamos también la concepción de que con el silencio se puede poner fin a las divergencias ideológicas y, con ello, crear la base para la unidad. El imperialismo norteamericano no renuncia ni por un instante a su afán de minar la unidad del mundo socialista. Para él, la Unión Soviética es el centro de la lucha de clase del proletariado a escala mundial. Para él, la Unión Soviética es la base política y militar más fuerte de la clase obrera mundial. El imperialismo norteamericano considera la Unión Soviética el obstáculo principal para la realización de sus planes de conquista del mundo. Eso ha sido y sigue siendo el eje de la política imperialista de los Estados Unidos.

Así, pues, la Unión Soviética es el blanco principal de la ofensiva ideológica del imperialismo norteamericano. El capitalismo norteamericano está dispuesto a hacer concesiones temporales esenciales a cualquier grupo, partido o Estado, si esas concesiones son convenientes para los planes tácticos o estratégicos enfilados contra la Unión Soviética o para los planes de desunir a la parte socialista del mundo y a todas las demás fuerzas que luchan contra el imperialismo.

Por ejemplo, en los Estados Unidos ha existido desde hace años un grupo politice influyente y bien organizado compuesto por algunos representantes de las fuerzas políticas más reaccionarias, el llamado "lobby chino". Era el centro ideológico y organizador de la política norteamericana de agresión en el Extremo Oriente. Ahora, esa fuerza reaccionaria extremista ha desplegado abiertamente y entre bastidores una campaña en favor del establecimiento de "relaciones de trabajo" entre los Estados Unidos y la República Popular China. Esa campaña la financian bastante bien y la apoyan algunos de los círculos monopolistas más agresivos en el centro del imperialismo mundial. Huelga decir que esas fuerzas no están interesadas en la amistad entre los EE.UU. y China. Su interés principal no consiste siquiera en comerciar con la China comunista. Su objetivo es sacar provecho de la escisión en el campo socialista. Su objetivo es utilizar a la República- Popular China para el cumplimiento de sus planes antisoviéticos. Quieren sobre todo abrir las puertas de China para la penetración política. No se puede culpar a China de las acciones del imperialismo norteamericano, pero no se debe silenciar una política que permite al imperialismo sacar la conclusión de que puede aprovecharla para sus propios fines.

Para aprovechar esa política negativa no se requieren tratados ni convenios.

El mismo fin persigue el suministro a poderosos centros propagandísticos imperialistas de publicaciones chinas que denigran a la Unión Soviética, al socialismo y a los partidos comunistas de todo el mundo. La red propagandística del imperialismo difunde mucho más a gusto las calumnias salidas de esas fuentes que las que se fabrican en su propia cocina ideológica.

El imperialismo norteamericano ha elaborado un plan concreto de acción respecto a cada país socialista, respecto a cada país liberado hace poco, respecto a cada partido político de cada país.

Todo el mundo debe comprender que ninguna otra potencia mundial ha desplegado nunca una política tan activa de penetración, quebrantamiento, descomposición, soborno, terror y asesinatos masivos como la que aplican los Estados Unidos imperialistas.

Sin embargo, el eje en torno al que giran esos planes es la lucha contra la Unión Soviética.

Toda adaptación a la presión ideológica en las condiciones actuales debilita a las fuerzas antiimperialistas. Y nada se puede hacer con maniobras ideológicas o hurtando el bulto.

Claro que la Unión Soviética no necesita que se la defienda del mismo modo que en los tiempos en que era la joven primera república socialista. Pero incluso entonces la campaña mundial de solidaridad tenía un alcance mayor que la simple defensa de la Unión Soviética como tal. Era una importante campaña ideológica. Precisamente ése era su fin principal.

Por la misma razón, las declaraciones de que la Unión Soviética puede cuidarse de sí misma, pese a ser justas, no pueden justificar la negativa a participar en la lucha contra la campaña antisoviética. El silencio, sean cuales fueren las razones que lo motiven, tiene sus consecuencias políticas e ideológicas, y por cierto no para la Unión Soviética, sino para las masas trabajado-ras del resto del mundo. Por eso es tan importante responder a la calumnia, salga de donde salga.

Nadie se dispone a condenar o "excomulgar" a ningún Partido Comunista. La mejor salida de la situación creada sería la participación de todos los partidos comunistas marxistas en la presente discusión amistosa y democrática. Este es el único camino hacia el fortalecimiento de la unidad. Nadie podrá decir que en este sentido no se hayan hecho todos los esfuerzos posibles. Estoy seguro de que todos coincidimos en que es necesario continuar este diálogo colectivo entre todos los partidos.

Pero no vayamos a olvidar que, durante mucho tiempo, la mayoría de los partidos ha tratado de encontrar una base para el diálogo con la cúspide de la actual dirección del Partido Comunista de China. En la historia de esos intentos ha habido períodos de cambio no público de opiniones, períodos de discusión pública y otros en los que no se respondía en absoluto a los insultos y las calumnias de Pekín. Sin embargo, todos sabemos que allí se mostraron sordos a todo. Por ello, el silencio frente a la injusticia, el silencio en respuesta a las calumnias y las patrañas, el silencio en un período de ataques armados, significaría aquiescencia, apoyo a la calumnia, la falsedad y las agresiones a mano armada. Y no es tan importante si uno está en su fuero interno de acuerdo con eso o no lo está como el efecto que ese silencio produce. Los centros imperialistas de propaganda interpretan ese silencio como acuerdo con la calumnia.

El contenido principal de los ataques ideológicos de los maoístas es el antisovietismo. Van dirigidos asimismo contra otros países socialistas y contra el movimiento comunista mundial; pero están enfilados particularmente contra la Unión Soviética, que, como sabemos, es también el blanco principal de los ataques del imperialismo norteamericano. ¿Podemos hacer diferencia entre esos ataques? Desde el punto de vista de su contenido, y por su furia y obstinación, no se pueden distinguir unos de otros.

¿Cual es, pues, la lógica de la postura del silencio cuando oímos los ultrajes y las calumnias más desenfrenadas, cuando se cuenta con pruebas de agresiones a mano armada provenientes de la otra parte? Vemos, además, que en cuanto se da la respuesta más tranquila y mesurada a las calumnias y los ataques a mano armada, el silencio termina, a la respuesta a la calumnia se la llama también calumnia e insulto, se dice de ella que es un paso que ahonda la división.

Durante la presente Conferencia, el grupo maoísta ha declarado: "La Unión Soviética y sus satélites socialistas son una cárcel fascista de pueblos." ¿Cómo pueden los partidarios del socialismo, los partidarios de la clase obrera, responder a eso con el silencio? ¿No convendría sopesar las consecuencias de tal silencio? ¿No tendrán derecho las masas a sacar la conclusión de que quien calla otorga? ¿Tendrán derecho a ello? Sí, lo tendrán.

En estas condiciones, los que guardan silencio y los que escarban en el montón de calumnias y falsedades en busca de una o dos palabras para sacar una conclusión positiva traída de los pelos, pueden obrar como quieran. Pero deben también asumir la responsabilidad por las conclusiones que millones de personas saquen de la posición ocupada por ellos.

Claro que deben inquietarnos más que nada las calumnias y las agresiones armadas, pero debe alarmarnos, todavía más, la persistente orientación de la política maoísta.

No se trata, ni mucho menos, de una política de oposición a las fuerzas del imperialismo dondequiera que sea. Esa política adquiere el carácter de un enfrentamiento cada día más activo a las fuerzas del socialismo y a las fuerzas antiimperialistas de todos los países. La contraacción ideológica y militar no se desarrolla en el sentido de dar una réplica al imperialismo.

Por eso el quid de la cuestión no consiste en "excomulgar" al Partido Comunista de China. En realidad, consiste en cómo hacer cambiar la orientación de la política maoísta, en cómo volver al pueblo chino al torrente general antiimperialista, al cauce del movimiento comunista y del socialismo mundial.

Estamos completamente de acuerdo con que el proyecto de Documento fundamental haga hincapié en que la lucha contra el imperialismo norteamericano es la tarea central. Se trata de una lucha universal.

Sin embargo, suponemos que en los otros países imperialistas esa lucha será más efectiva si está vinculada con la lucha contra el imperialismo de cada país dado. Los comunistas jamás apoyarán la sustitución del dominio de una potencia imperialista por el de otra, sobre todo si se trata del imperialismo del país dado. Toda otra posición es una variante del oportunismo.

*

Las fuerzas aéreas y navales norteamericanas han destruido casi todos los grandes edificios y puentes de Vietnam del Norte y, además, según fuentes estadounidenses, decenas de miles de camiones, miles de vagones y locomotoras, gran número de medios flotantes y la inmensa mayoría de las empresas industriales. Han destruido también la mayoría de las escuelas y los hospitales e incontables casas y han causado daños a presas y sistemas de riego de valor inestimable.

Las fuerzas armadas norteamericanas han destruido con sus bombardeos aéreos y la artillería la mayor parte de la ciudad de Hué, parte considerable de Saigón, Kantho y otras ciudades de Vietnam del Sur e infinidad de aldeas y caseríos.

Con la defoliación, el empleo de bulldozers y la creación de extensas bases militares, las fuerzas armadas norteamericanas han inutilizado millones de acres de tierra labrantía. Han destruido inmensas plantaciones de caucho y arrozales, así como comercios y pequeñas empresas industriales sudvietnamitas. Han destruido o se han apoderado de cientos de miles de toneladas de arroz y decenas de miles de cabezas de ganado.

El Gobierno norteamericano procura abiertamente exterminar al mayor número posible de vietnamitas y se jacta a diario del número de muertos, de la "razón de muertos" en uno y otro campo. De hecho, los norteamericanos han aniquilado en Vietnam a más de un millón de hombres, mujeres y niños.

En esta guerra de exterminio, el Gobierno norteamericano se ha superado a sí mismo. Los norteamericanos han arrojado en esta guerra más bombas que en cualquier otra. Por lo tanto, los daños han sido colosales.

Toda la responsabilidad por el desencadenamiento de esta guerra recae sobre los Estados Unidos. Ellos son los únicos culpables de la agresión no provocada contra el pueblo vietnamita, tanto en el Norte como en el Sur de este país. Destrucciones masivas idénticas llevan a cabo en Laos; además, han causado grandes daños a Camboya.

La opinión pública mundial debe obligar al imperialismo norteamericano a pagar plenamente las reparaciones por los daños que ha inferido a Vietnam.

Nadie espera mercedes del imperialismo norteamericano, que presta tan sólo su mal llamada ayuda a sus clientes y fantoches.

De lo que se trata aquí es de las reparaciones que, según las normas internacionales, el agresor paga al país agredido. Nuestro deber supremo es asegurar la derrota del imperialismo norteamericano en sus criminales intentos de convertir de hecho a Vietnam del Sur en una colonia suya.

¿Cuál debe ser la cuantía de las reparaciones? No hay pago lo bastante alto para resarcir las pérdidas de vidas humanas.

Los daños materiales que se han ocasionado a Vietnam, si se miden con el standard norteamericano, basándose en los precios que el Gobierno estado-unidense paga a los proveedores de material de guerra y tomando en consideración el valor real de las obras dé restauración expresado en precios mundiales, es de decenas de miles de millones de dólares.

Es indudable que el pueblo vietnamita sabrá sacar la cuenta detallada que hay que presentar al imperialismo norteamericano. Pero yo creo que para resarcir los daños económicos, para pagar tan sólo su deuda material a Vietnam, los Estados Unidos deberán pagar, por lo menos, una suma igual a la que gastaban en un año con el fin de conquistar y destruir Vietnam, es decir, 30 mil millones de dólares.

Que los obreros norteamericanos que producen actualmente material bélico emprendan la producción de una parte de las mercancías cuyo valor representa esa cuenta de treinta mil millones, que puede ser presentada por Vietnam. Esto debe servir de base para movimientos y acciones antiimperialistas.

*

Los Estados Unidos no sólo son el bastión económico y militar del imperialismo mundial, sino también su centro político e ideológico. Disponen del mayor aparato de propaganda que haya tenido en la historia cualquier otra potencia. Tienen a su servicio a decenas de miles de bien preparados especialistas en la esfera de la ideología y la política. Son los cuadros del imperialismo con mayor conciencia de clase. Este sistema imperialista de instituciones propagandísticas dirige el filo de su actividad contra nuestra Conferencia. A los empleados de esas instituciones se les dan instrucciones constantemente. Disponen de expedientes especiales de los dirigentes de los partidos comunistas, reúnen información política y también datos acerca de las opiniones, el estado de salud y el ánimo de estas personas. No les preocupa que nuestra Conferencia pueda tomar decisiones secretas. Lo que más les inquieta es la influencia de nuestra Conferencia sobre millones de seres. Todo el sistema del servicio propagandístico de los Estados Unidos se utiliza para debilitar el influjo de nuestra Conferencia. Pero sólo podrán lograr sus propósitos si consiguen crear la impresión de que no hay unidad entre nosotros. Cada elemento de divergencia lo exageran mil veces. Por ello tiene gran importancia la declaración hecha por el camarada Rodríguez, en nombre del Partido Comunista de Cuba, acerca de que éste no consentiría que la ausencia de una delegación suya en la Conferencia fuese utilizada por los imperialistas en sus propios intereses.

No proporcionemos material al servicio propagandístico imperialista.

Contribuyamos al fortalecimiento de la combatividad, a la nueva seguridad en las propias fuerzas, que aumentará en las masas populares gracias al nuevo nivel de la unidad alcanzado en esta histórica Conferencia de los partidos comunistas y obreros marxistas.

En el movimiento comunista hay quien considera que el proyecto de Documento fundamental es demasiado positivo por su tono. Nosotros no pensamos así. El análisis hecho por los comunistas debe ser profundo y multifacético.

Pero las apreciaciones de los comunistas deben tener una cualidad .particular. Analizamos procesos en desarrollo y tendencias que comienzan a perfilarse. Y debemos destacar lo positivo, lo que nace. Estudiar las debilidades es necesario, pero debemos apoyarnos en lo que tiene un carácter positivo.

Los comunistas tratan con tendencias y fuerzas que encierran en sí las semillas del futuro. Nuestras apreciaciones reflejan la profunda fe en las perspec-tivas de esas fuerzas. Nuestro enfoque es positivo porque no sólo representamos el presente, sino también el futuro.