Principios y tácticas en la guerra

Rudolf Klement

 


Escrito: A fines de 1937.
Primera vez publicado:  Distribuido en 1937, y revisado según cambios sugeridos por L. Trotsky.  Traducido al inglés y publicado en The New International, Volumen 4, N°5 mayo de 1938.
Versión al castellano: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky", Buenos Aires - Argentina, en base a la version publicada en  The New International, Volumen 4, N°5 mayo de 1938.
Versión digital: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky", Buenos Aires - Argentina, abril de 2003.
Esta edición: Marxists Internet Archive, agosto 2006.


 

 

La reseña del libro The Case of Leon Trotsky en el primer número del periódico Der Einzige Weg cita la siguiente declaración interesante del camarada Trotsky sobre las diferencias en las tareas del proletariado durante una guerra entre Francia y la Unión Soviética, y Alemania y Japón (reproducido aquí en cierta forma de modo más completo):

STOLBERG: Rusia y Francia ya tienen una alianza militar. Suponga que estalla una guerra internacional. No me interesa lo que usted dice sobre la clase obrera rusa en ese momento. Ya lo sé. ¿Qué le diría a la clase obrera francesa en referencia a la defensa de la Unión Soviética? “Cambien al gobierno burgués francés”, ¿eso les diría?

TROTSKY: Esta pregunta está más o menos respondida en las tesis “La Guerra y la Cuarta Internacional”, en este sentido: en Francia yo permanecería en oposición al gobierno y desarrollaría sistemáticamente esta oposición. En Alemania yo haría todo lo posible para sabotear la maquinaria de guerra. Son dos cosas diferentes. En Alemania y Japón, yo aplicaría métodos militares en la medida en que puede pelear, oponerme, y dañar a la maquinaria, la maquinaria militar de Japón, para desorganizarla, tanto en Alemania como en Japón. En Francia, es la oposición política contra la burguesía, y la preparación de la revolución proletaria. Los dos son métodos revolucionarios. Pero en Alemania y en Japón yo tengo como mi objetivo inmediato la desorganización de la maquinaria completa. En Francia, tengo el objetivo de la revolución proletaria...

GOLDMAN: Suponga que usted tiene la oportunidad de tomar el poder durante la guerra, en Francia, ¿plantearía esto si tuviera la mayoría del proletariado?

TROTSKY: Naturalmente. (páginas 289 en adelante)

Dentro de los límites de una reseña era naturalmente imposible, con esta declaración coloquial especial aislada, medio improvisada y necesariamente incompleta, desarrollar los problemas generales de la lucha revolucionaria durante la guerra o incluso arrojar suficiente luz teórica sobre esa cuestión específica. Como la cita de más arriba llevó desde que fuera publicada a numerosos malentendidos, y peor aún, a maliciosas distorsiones (“se están preparando para la paz civil en Francia”, renuncian al derrotismo revolucionario, etc!), vale la pena reparar el descuido previo.

En cuanto a los principios básicos de la lucha revolucionaria contra la guerra y durante ésta, consideraciones de espacio nos obligan a concentrarnos aquí en nuestras tesis sobre la guerra [La guerra y la Cuarta Internacional, 1934] que fueron aprobadas en mayo de 1934 por el Secretariado Internacional de nuestro movimiento, y que han constituido desde entonces uno de los documentos programáticos más importantes del bolchevismo, adquiriendo más importancia con el correr de los días.

Con respecto a la cuestión específica que nos interesa, el camarada Trotsky, en la declaración mencionada arriba, hace referencia a los siguientes puntos en las tesis sobre la guerra:

44. El proletariado internacional, que en todo momento defenderá resuelta y abnegadamente al estado obrero en lucha contra el imperialismo, no se convertirá sin embargo en aliado de los aliados imperialistas de la URSS. El proletariado de un país capitalista aliado a la URSS debe mantener total y absolutamente su intransigente hostilidad hacia el gobierno imperialista de su propio país. En este sentido su política no será diferente de la del proletariado del país que pelea contra la URSS. Pero en lo que hace a la actividad concreta, pueden surgir diferencias considerables según la situación de la guerra. Por ejemplo, sería absurdo y criminal, en el caso de que se declarase una guerra entre la URSS y Japón, que el proletariado norteamericano saboteara el envío de municiones norteamericanas a la URSS. Pero el proletariado de un país que pelee contra la URSS se vería absolutamente obligado a recurrir a acciones de este tipo:huelgas, sabotaje, etcétera.

45. La intransigente oposición proletaria al aliado imperialista de la URSS debe basarse en la política clasista internacional y en los objetivos imperialistas de ese gobierno, en el carácter traicionero de la “alianza”, en su especulación con un retorno de la URSS al capitalismo, etcétera. Por lo tanto, la política de un partido proletario tanto en un país imperialista “aliado” como en uno enemigo debe orientarse hacia el derrocamiento revolucionario de la burguesía y la conquista del poder. Sólo de esa manera se creará una verdadera alianza con la URSS y se salvará del desastre al primer estado obrero.

Las guerras de años recientes no representaron una lucha directa entre potencias imperialistas, sino expediciones coloniales (Italia-Abisinia, Japón-China) y conflictos acerca de esferas de influencia (China, Chaco, y en cierto sentido también España), y en consecuencia no degeneraron, en el interín, en un conflicto mundial. Hitler abriga la esperanza de atacar a la URSS mañana tal como Japón ataca a China hoy, esto es, espera alterar la relación de fuerzas imperialista sin violar directamente los intereses esenciales de los otros imperialismos, manteniendo en consecuencia al conflicto como un choque de carácter local. Estos eventos, que han estado ocurriendo desde 1934, han mostrado claramente que las tesis arriba mencionadas sobre la actitud del proletariado de los países imperialistas son válidas no sólo en una guerra anti-soviética, sino en todas las guerras en las cuales éste deba alinearse con uno de los bandos en pugna; y esto se aplica precisamente a las guerras que hemos presenciado en años recientes.

*********

La guerra no es más que la continuación de la política por otros medios. De aquí que el proletariado debe continuar su lucha de clases en tiempos de guerra, entre otras cosas con los nuevos medios que la burguesía pone a su disposición. Este puede y debe utilizar el debilitamiento de su “propia” burguesía en los países imperialistas para preparar y para llevar adelante de modo implacable su revolución social en conexión con la derrota militar engendrada por la guerra, y tomar el poder. Esta táctica, conocida como derrotismo revolucionario y realizable internacionalmente, es una de las palancas más fuertes de la revolución proletaria mundial en nuestra época, y en consecuencia del progreso histórico.

Sólo cuando la lucha es imperialista en un solo bando, y es una guerra de liberación de naciones no imperialistas, o de un país socialista contra la amenaza de la opresión imperialista –o la opresión real- en el otro bando, así como en las guerras civiles entre las clases o entre la democracia y el fascismo; el proletariado internacional no puede y no debe aplicar la misma táctica haica los dos bandos. Reconociendo el carácter progresivo de esta guerra de liberación, éste debe luchar decisivamente contra el enemigo principal, el imperialismo reaccionario (o bien contra el campo reaccionario, en el caso de una guerra civil), esto es, debe pelear por la victoria de los (política) o socialmente oprimidos, o que están a punto de ser oprimidos: la URSS, los países coloniales y semi-coloniales como Abisinia o China, o la España republicana, etc.

Aquí también, no obstante, éste tiene viva conciencia de su oposición irreconciliable de clase hacia su “propia” burguesía -o su oposición política a la burocracia soviética- y no entrega sin resistencia ninguna de sus posiciones independientes. Como en los países imperialistas, éste pugna con todas sus fuerzas por la revolución social y la toma del poder, el establecimiento de su dictadura, sólo la cual, además, hace posible una victoria segura y duradera sobre los imperialistas. Pero en tales casos, éste no puede –y de hecho no busca- como en el campo imperialista, la victoria revolucionaria a costa de una derrota militar, sino más bien en la perspectiva de la victoria militar de su país. 1

La lucha de clases y la guerra son fenómenos internacionales, que se deciden internacionalmente. Pero como toda lucha no permite que haya más que dos campos (bloque contra bloque) y como las luchas imperialistas se entrelazan con la guerra de clase (imperialismo mundial-proletariado mundial), surgen muchos casos complejos y con múltiples aristas. La burguesía de los países semi-coloniales o la burguesía liberal amenazada por su “propio” fascismo, apela a la ayuda de los imperialismos “amigos”; la Unión Soviética, por ejemplo, intenta utilizar los antagonismos entre los imperialismos cerrando alianzas con un grupo contra otro, etc. El proletariado de todos los países, la única clase solidaria internacionalmente –y por ello la única clase progresiva entre otras cosas-, se encuentra en la complicada situación en tiempos de guerra, especialmente en la nueva guerra mundial, de combinar el derrotismo revolucionario hacia su propia burguesía con el apoyo a las guerras progresivas.

Esta situación es utilizada al máximo en este momento y ciertamente lo será mañana, por los social-patriotas de tipo socialdemócrata, estalinista o anarquista, para hacer que los proletarios se dejen masacrar por las ganancias del capital bajo la ilusión de ayudar a sus hermanos de la URSS, China y del resto del mundo. Esto le sirve a los social traidores, además, para retratar a los revolucionarios no sólo como “traidores a la patria”, sino también como “traidores a la patria socialista” (así como ahora son denunciados a gritos como agentes de Franco). Esta es una razón fundamental por la cual el proletariado, especialmente en los países imperialistas, necesita tener, en esta situación claramente contradictoria, una comprensión particularmente clara de estas tareas combinadas y de los métodos para llevarlas a cabo.

En la aplicación del derrotismo revolucionario contra la burguesía imperialista y su estado, no puede haber ninguna diferencia fundamental, más allá de si éste último es “amigable” u hostil hacia la causa apoyada por el proletariado, ya sea que aquel se halle en una alianza –traicionera- con los aliados del proletariado (Stalin, la burguesía de los países semi-coloniales, los pueblos coloniales, el liberalismo anti-fascista), o que esté librando una guerra contra ellos. Los métodos del derrotismo revolucionario no cambian en absoluto: la propaganda revolucionaria, la oposición irreconciliable al régimen, la lucha de clases desde su forma puramente económica hasta su forma política más elevada (la insurrección armada), la confraternización de las tropas, la transformación de la guerra en guerra civil.

La defensa internacional de los estados proletarios, de los pueblos oprimidos que luchan por su libertad, y el apoyo internacional a la guerra civil armada antifascista, debe, no obstante, tomar naturalmente diferentes formas según sea que la “propia” burguesía se ponga de su lado o los combata a éstos. Aparte de la preparación política de la revolución social, cuyos ritmos y métodos no son de ninguna manera idénticos a los de la guerra, esta defensa debe naturalmente tomar formas militares. Además del apoyo revolucionario, ésta consiste, en consecuencia, en el apoyo militar hacia la causa progresiva, así como también en el daño militar inflingido contra su oponente imperialista.

El apoyo militar puede naturalmente adquirir un alcance decisivo sólo donde el proletariado mismo tiene las palancas del poder y de la economía en sus manos (la URSS, y en cierta medida, España en el verano de 1936). En los países imperialistas, que están aliados con los países que están librando guerras progresivas y revolucionarias, todo se reduce a esto: que el proletariado luche con medios revolucionarios por un apoyo militar directo, efectivo, controlado por éste, hacia la causa progresiva (“¡Aviones para España!” gritaban los obreros franceses). En todo caso, éste debe promover y controlar un apoyo militar directo realmente garantizado (el envío de armas, municiones, alimentos, especialistas, etc), incluso al costo de una “excepción” de la lucha de clases directa. 2 Deberá quedar librado a la perspicacia y el instinto revolucionario del proletariado, que es bien conciente de sus tareas, el hacer la distinción correcta en cada situación concreta, para evitar perjudicar los intereses militares del lejano aliado del proletariado por causa de estrechas consideraciones de la lucha de clases nacional, no importan qué tan revolucionarias parezcan éstas, así como también evitar hacer el trabajo sucio para su “propio” imperialismo con el pretexto de darle ayuda indirecta a sus aliados. La única ayuda real y decisiva que los trabajadores pueden aportarle a estos últimos es tomar el poder y mantenerlo en sus manos.

Sucede lo contrario –en lo que concierne a la forma exterior de su lucha- con el proletariado de los imperialismos involucrados en una lucha directa contra la causa progresiva. Además de su lucha por la revolución, es su deber realizar sabotaje militar para beneficio del “enemigo” –el enemigo de su burguesía pero su propio aliado. Como medio de derrotismo revolucionario en la lucha entre los países imperialistas, el sabotaje militar, como el terror individual, es completamente inútil. No reemplaza a la revolución social, e incluso no la hace avanzar ni un centímetro, y no hace más que ayudar a un imperialismo contra otro, engañando a la vanguardia, sembrando ilusiones entre las masas y facilitando así el juego de los imperialistas.3 Por otra parte, el sabotaje militar se impone imperiosamente como una medida inmediata en defensa del campo que está luchando contra el imperialismo y que es en consecuencia progresivo. En cuanto tal, esto lo entienden las masas, dándole la bienvenida e impulsándolo. La derrota del “propio” país se transforma aquí no en un mal menor que viene por añadidura (un mal menor que la “victoria” comprada con la paz civil y el abandono de la revolución), sino en el objetivo inmediato, la tarea de la lucha proletaria. La derrota del “propio” país no sería, en este caso, un mal en absoluto, o un mal que se acepta mucho más fácilmente como algo que viene por añadidura, ya que significaría la simple victoria del pueblo liberado del yugo imperialista existente o potencial, así como la del proletariado sobre su enemigo, sobre el amo común, el capital imperialista. Una victoria así sería un poderoso punto de partida para la revolución proletaria internacional, los países imperialistas “amigos” entre ellos. 4

Así vemos cómo diferentes situaciones de guerra requieren que el proletariado revolucionario de los diferentes países imperialistas, si desea permanecer fiel a sí mismo y a su meta, implemente diferente formas de lucha, las que pueden parecer a los espíritus esquemáticos “desviaciones” del principio básico del derrotismo revolucionario, pero que en realidad resultan de la combinación del derrotismo revolucionario con la defensa de ciertos campos progresivos.

Todavía más, desde un punto de vista histórico más elevado estas dos tareas coinciden: en nuestra época imperialista, la burguesía nacional de los países no imperialistas –así como la burocracia soviética- a causa de su temor hacia la clase obrera que ha madurado a nivel internacional para la revolución socialista y la dictadura, no está en posición de llevar adelante una lucha enérgica contra el imperialismo. No se atreven a apelar a las fuerzas del proletariado y en una etapa particular de la lucha inevitablemente convocarán al imperialismo para que los ayude contra su “propio” proletariado. La completa liberación nacional de los países coloniales y semi-coloniales de la esclavitud imperialista, y de la Unión Soviética de la destrucción y la anarquía capitalista externa e interna, la revolución democrático burguesa, la defensa del fascismo; todas estas tareas pueden ser resueltas, nacional e internacionalmente, sólo por el proletariado. Su realización efectiva conduce naturalmente a la revolución proletaria. La guerra mundial venidera será la explosión más titánica y asesina de la historia, pero a causa de ello también hará explotar todas las barreras tradicionales, y en sus llamas los movimientos de liberación y revolucionarios de todo el mundo se fundirán en un solo torrente centelleante.

Presentar claramente, incluso ahora, al proletariado los problemas de la guerra venidera y sus tareas combinadas; esta tarea seria y dificultosa es una de las más urgentes de nuestro tiempo. Sólo los bolcheviques leninistas han tomado sobre sí mismos la responsabilidad de armar al proletariado para su lucha y de crear el instrumento con el cual éste ganará sus futuras victorias: el programa, los métodos y la organización de la Cuarta Internacional.

 

W. ST.

NOTAS

1 Dejamos a un lado el caso donde las guerras entre dos países no imperialistas no son nada más, o predominantemente, que el combate enmascarado entre dos imperialismos extranjeros –Inglaterra y Estados Unidos en la guerra del Chaco- o el caso donde la guerra de liberación de una nación oprimida es sólo un peón en la mano de un bando imperialista y nada más que una parte de un conflicto imperialista generalizado –Serbia desde 1914 hasta 1918.

2 Se puede suponer con toda confianza que para la burguesía francesa durante la guerra, una huelga de los obreros portuarios de Marsella, que haga una excepción con los envíos de guerra hacia Rusia, en los cuales no tiene el más mínimo interés, resultaría particularmente humillante! También sería un sin sentido que, por ejemplo, en el curso de una huelga de obreros gráficos, no se permitiera la aparición de los periódicos obreros que son necesarios para la lucha huelguística misma.

3 Lenin escribió el 26 de julio de 1915 (ver Gegen den Strom) contra la falsa consigna de Trotsky de “Ni victoria ni derrota” y dijo en forma polémica: “Y las acciones revolucionarias durante la guerra significan, sin lugar a duda alguna, no sólo el deseo de su derrota sino también el genuino impulso en pos de una derrota semejante (para el lector ‘que puede discernir’: esto no significa en absoluto que ‘hay que volar los puentes’, que haya que organizar golpes militares abortados, y que en general los revolucionarios deban ayudar a provocar una derrota del gobierno).” (El subrayado es mío-W.S.)

4 Naturalmente, el sabotaje militar a favor del oponente no imperialista de la propia burguesía no debe ser extendido a favor de su aliado imperialista. Los proletarios alemanes, por ejemplo, tratarán de desorganizar militarmente el frente oriental para ayudar a la Rusia soviética; para el frente occidental, donde se estaría librando una guerra puramente interimperialista entre Alemania y la Francia aliada a la URSS, “sólo” la regla del derrotismo sería válida, tanto para el proletariado francés como para el alemán.