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V. I. Lenin


EL CONTENIDO ECONÓMICO DEL POPULISMO Y SU CRITICA EN EL LIBRO DEL SEÑOR STRUVE

(REFLEJO DEL MARXISMO EN LA LITERATURA BURGUESA)

 

A propósito del libro de P. Struve, Notas críticas acerca del desarrollo económico de Rusia. San Petersburgo, 1894 [1]


 


Escrita:  Entre fines de 1894 y comienzos de 1895.
Primera publicación:  Publicado en 1895 en la recopilación Materiales para la caracterización de nuestro desarrollo económico. San Petersburgo. Firmado: K. Tulin. Se publica de acuerdo con el texto de la recopilación Materiales para la caracterización de nuestro desarrollo económico. Cotejado con el texto de la recopilación: V. Ilin. En doce años, 1907.
Fuente del texto: V. I. Lenin, Obras completas, Editorial Akal.
Preparado para el MIA: Rodrigo Cisterna, enero 2014.


 

 

 

Portada de la recopilación en la que fue publicado el trabajo de V. I. Lenin, El contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor Struve. 1895.

 


 

 

Introducción.

El mencionado libro del señor Struve es una crítica sistemática del populismo, tomada esta palabra en su sentido amplio, como doctrina teórica que resuelve de un modo determinado todos los problemas sociológicos y económicos más importantes, y como "sistema de dogmas de economía política" (pág. VII). El solo planteamiento de esta tarea podría conferir al libro un gran interés; pero en este aspecto es todavía más importante el punto de vista desde el cual se hace la crítica. De ello nos dice el autor en el prefacio:

"Aunque comparte en algunas cuestiones fundamentales los conceptos que han quedado totalmente definidos en la literatura, él [el autor] no se considera en absoluto atado a la letra y al código de doctrina alguna. No se ha contagiado de ortodoxia" (IX).

Todo el contenido del libro evidencia que por esos "conceptos que han quedado totalmente definidos en la literatura", se sobrentiende las concepciones marxistas. Cabe preguntarse: ¿cuáles son las premisas "fundamentales" del marxismo que el autor admite y cuáles las que rechaza? ¿Por qué? ¿En qué medida? El autor no responde de manera directa a la pregunta. Por ello se hace necesario analizar en detalle el libro para establecer qué hay en él de marxista, cuáles tesis de la doctrina acepta el autor y en qué medida las sostiene de modo consecuente, así como cuáles tesis rechaza y qué resulta en estos casos.

El contenido de la obra es extraordinariamente diverso: en primer lugar, el autor expone el "método subjetivo en sociología", admitido por nuestros populistas, lo critica y le opone el "método del materialismo histórico-económico". Después hace la crítica económica del populismo basándose, en primer lugar, en la " experiencia de la humanidad" (pág. IX) y, en segundo lugar, en datos de la historia económica y de la realidad rusas. También se someten a crítica, al mismo tiempo, los dogmas de la economía política populista. Esta diversidad del contenido (completamente inevitable cuando se critica, una de las más importantes tendencias de nuestro pensamiento social) determina la manera en que se efectúa nuestro análisis: seguiremos, paso a paso, la exposición del autor, deteniéndonos en cada uno de sus argumentos.

Pero antes de pasar al análisis del libro, creo necesario detenerme para dar una explicación previa. El objetivo que en el presente artículo se persigue es la crítica del libro del señor Struve desde el punto de vista de un hombre que "comparte" en todas (y no sólo en "algunas") "las cuestiones fundamentales, los conceptos que han quedado totalmente definidos en la literatura".

Esos conceptos fueron expuestos reiteradas veces, para criticarlos, en las páginas de la prensa liberal y populista, embrollándolos de manera monstruosa; es más, desvirtuándolos, adulterándolos con el hegelianismo, con la "creencia de que cada país debe pasar ineludiblemente por la fase del capitalismo" y con otros muchos disparates puramente de Nóvoie Vremia, y que nada tienen que ver con dichos puntos de vista.

Se desvirtuó sobre todo el aspecto práctico de la doctrina, su aplicación a las condiciones de Rusia. Nuestros liberales y nuestros populistas, que no quieren comprender que el punto de partida de la doctrina del marxismo ruso es un enfoque de la realidad rusa completamente distinto del que ellos sustentan, compararon esa doctrina con, su vieja idea de dicha realidad y llegaron a conclusiones que, además de ser completamente incongruentes, constituyen monstruosas acusaciones a los marxistas.

Por ello me parece imposible comenzar el análisis del libro del señor Struve sin fijar antes con toda nitidez mi actitud hacia el populismo. Es más, una comparación previa de los puntos de vista populista y marxista es necesaria para aclarar muchos pasajes del libro que estudiamos, ya que se limita a tratar el lado objetivo de la doctrina y deja casi totalmente a un lado las conclusiones prácticas.

Esa comparación nos permitirá ver qué puntos de partida comunes tienen el populismo y el marxismo, y en qué consiste su diferencia esencial. Para hacer la comparación conviene más tomar el viejo populismo ruso, ya que, en primer lugar, es incomparablemente superior al contemporáneo (representado por publicaciones como Russkoie Bogatbtvo) por su coherencia y claridad, y en segundo lugar porque brinda una imagen más completa de las mejores características del populismo, admitidos en algunos aspectos por el marxismo.

Tomemos una de esas prafession de foi [2] del viejo populismo ruso y sigamos al autor paso a paso.

 

* * *

CAPÍTULO I

COMENTARIOS A LA PROFESSION DE FOI POPULISTA

En el tomo CCXLII de Otiéchestvienne Zapiski [3] apareció, sin firma, el artículo "Nuevos brotes en el campo popular", que destaca con fuerza los aspectos progresistas del populismo, oponiéndolos al liberalismo ruso.

El autor empieza por afirmar que "hoy" se considera "casi como una traición" protestar contra los "hombres que surgen del seno del pueblo y alcanzan una elevada posición social".

Hace poco, un asno literario soltó un par de coces a Otiéchestviennie Zapiski, por su pesimismo respecto del pueblo; así se expresó con motivo de una breve reseña sobre el libro de Zlatovratski, en el cual no hay más pesimismo que el que expresa el autor al referirse a la usura y a la influencia corruptora del dinero; después, cuando G. Uspenski escribió los comentarios a sus últimos ensayos (Otiéch, Zapiski, núm. 11, 1878), la charca liberal se alborotó, lo mismo que en el cuento... y de golpe y porrazo aparecieron tantos defensores del pueblo, que nos asombramos verdaderamente de que nuestro pueblo tuviera tantos amigos [...]. No puedo menos que ver con simpatía [...] ese planteamiento acerca de la bella campiña y de la actitud que hacia ella muestran los mozalbetes de la literatura, o mejor dicho, no los mozalbetes, sino los viejos verdes de la aristocracia y sus lacayos, y esa joven capa de comerciantes [...]. Cantar serenatas al campo y "hacerle caídas de ojos" no significa en absoluto amarlo y respetarlo, del mismo modo que señalar sus defectos no significa tenerle inquina. Si se le pregunta al propio Uspenski [...] qué le es más afín, en qué ve más garantías del futuro, en el campo o en las capas de la antigua nobleza y de la nueva clase media, contestará, sin la menor duda: "En el campo".

Este pasaje es muy característico. Evidencia con toda nitidez, en primer lugar, en qué consiste la esencia del populismo: en la protesta, desde el punto de vista- del campesino, del pequeño productor, contra lo feudal (la capa de la antigua nobleza) y contra el espíritu burgués (la capa de la nueva clase media) en Rusia. Al mismo tiempo, muestra, en segundo lugar, el carácter soñador de esa protesta, su divorcio de la realidad.

¿Acaso el "campo" existe fuera de los regímenes de la "antigua nobleza" o de la "nueva clase media"? ¿Acaso los representantes de la una y de la otra no modelaban y modelan el "campo" a su manera? El campo es precisamente una "capa", en parte formada por la "antigua nobleza" y en parte por la "nueva clase media". Por más vueltas que se le dé-siempre, claro está, que se limite uno a ver la realidad (esto es lo único de que se trata), y no las posibilidades-, no encontrarán en él ninguna tercera "capa". Y si los populistas la encuentran, es porque los árboles les impiden ver el bosque, porque la forma de posesión de la tierra por algunas comunidades campesinas les impide ver la organización económica de toda la economía social rusa. Esa organización, que trasforma al campesino en un productor de mercancías, hace de él un pequeño burgués, un pequeño propietario rural aislado que produce para el mercado; en virtud de ello, esta organización excluye la posibilidad de buscar "garantías para el futuro" detrás y obliga a buscarlas delante, a no buscarlas en el "campo", donde la combinación de las capas constituidas por la "antigua nobleza" y la "nueva clase media" agrava terriblemente la situación del trabajo y lo priva de la oportunidad de luchar contra los jefes cíe la capa de la "nueva clase media", ya que la oposición entre los intereses de éstos y los del trabajo no ha alcanzado suficiente desarrollo; obliga a buscarlas en la capa de la "nueva clase media" enteramente desarrollada y depurada por completo de los encantos de la "antigua nobleza", en esa capa que ha socializado el trabajo, y que ha hecho culminar y esclarecido esa oposición social que en el campo se halla aún en estado embrionario y reprimido.

Ahora conviene señalar las diferencias teóricas que existen entre las doctrinas que llevan al populismo y al marxismo, entre la interpretación de la realidad y la historia de Rusia por uno y por otro.

Sigamos al autor.

Asegura a los "señores anímicamente indignados" que Uspenski comprende la relación que la pobreza del pueblo guarda con su moral mejor que muchos admiradores del campo para los cuales [...] éste es [...] una especie de pasaporte liberal de esos que en épocas semejantes a las que estamos viviendo se agencian, por lo común, todos los burgueses listos y de espíritu práctico.

¿Por qué cree usted, señor populista, que ocurre una cosa tan ofensiva y dolorosa para alguien que desea representar los intereses del trabajo, como es la trasformación en "pasaporte liberal" de aquello que él considera la "garantía para el futuro"? Ese futuro debe excluir a la burguesía, pero la forma que usted propicia para llegar a ese futuro, no sólo no tropieza con la hostilidad de los "burgueses listos y de espíritu práctico", sino que éstos la aceptan complacidos, y la toman como "pasaporte".

¿Cree usted que sería concebible algo tan escandaloso si no señalara las "garantías para el futuro" no allí donde las contradicciones sociales propias del régimen en el que mandan los " burgueses listos y de espíritu práctico", se encuentran poco desarrolladas, en estado embrionario, sino allí donde están desarrolladas al máximo, hasta el nec plus ultra, y, por consiguiente, no es posible limitarse a paliativos y medias tintas, allí donde los desiderata [4] de los trabajadores no pueden ser utilizados en provecho propio, allí donde la cuestión se plantea de manera tajante?

¿No dice usted mismo, más adelante, lo siguiente?:

Los pasivos amigos del pueblo no mueren comprender el hecho tan simple de que en la sociedad todas las fuerzas activas se dividen por lo común en dos de la misma potencia y opuestas la una a la otra, y que las fuerzas pasivas, que en apariencia no participan en la lucha, sirven a la fuerza que en ese momento prevalece (pág. 132).

¿Acaso esta caracterización no es aplicable al campo? ¿Acaso éste es un mundo aparte, en el que no existen esas "fuerzas opuestas la una a la otra" y su lucha, para que se pueda hablar de este mundo en bloque, sin temor a favorecer a la "fuerza que prevalece"? ¿Es razonable, ya que de lucha se trata, comenzar allí donde el contenido de esa lucha se halla colmado de circunstancias ajenas, que impiden separar firme y definitivamente esas fuerzas opuestas, que impiden ver con claridad al enemigo principal? ¿No es evidente que el programa que el autor propugna al final del artículo-instrucción, ampliación de la posesión de la tierra por los campesinos, reducción de los impuestos-, no puede afectar ni un ápice a la fuerza que prevalece, y que el último punto de ese programa-"organización de las industrias populares"-no sólo supone que ya ha habido lucha, sino que ésta terminó victoriosamente:" su programa elude el antagonismo que usted mismo se vio obligado a admitir. Por eso no asusta a los jefes de la "capa de la nueva ciase media. Su programa es una quimera pequeñoburguesa. Por eso no vale más que como "pasaporte liberal".

Los hombres para quienes el campo es una idea abstracta y el mujiks un Narciso abstracto, piensan mal inclusive cuando dicen que el campo sólo puede ser ensalzado y enaltecido, que resistirá perfectamente todas las influencias que lo destruyen. Si el campo se encuentra en condiciones tales que cada día debe luchar por unos kopeks, si lo despluman los usureros, lo engañan los kulaks, lo oprimen los terratenientes, si a veces lo flagelan en la administración del distrito, ¿puede todo eso dejar de influir en su moral?. . . Si el rublo, esa luna capitalista, aparece en primer plano en el paisaje rural, si todas las miradas y todos los pensamientos y fuerzas espirituales a él están dirigidos, si se convierte en el fin de la vida y en el rasero para medir la capacidad del individuo, ¿se puede, acaso, ocultar este hecho y decir que el mujiks es un desinteresado al que no le importa el dinero? Si en el campo se advierten tendencias hacia la pugna de las fuerzas, si florece con opulencia el kulakismo y trata de avasallar a los campesinos pobres y convertirlos en peones, si se trata de destruir la comunidad, etc., ¿se puede acaso, pregunto yo, ocultar estos hechos? Podemos desear que se investiguen con mayor detalle y plenitud, podemos explicárnoslos por las deprimentes condiciones que engendra la pobreza (el hambre empuja a la gente a robar, a matar y, en casos extremos, al canibalismo), pero es imposible ocultarlos. Ocultarlos significa defender el statu quo, significa defender el famosolaissez faire, laissez aller [5], mientras fenómenos lamentables adquieren proporciones aterradoras. De nada vale embellecer la realidad.

¡Qué estupenda descripción del campo, y qué triviales las conclusiones que se extraen! ¡Con qué buen tino se han señalado los hechos y qué lastimosa es la explicación y la comprensión de ellos I De nuevo vemos el gigantesco abismo que media entre los desiderata relativos a la defensa del trabajo y los medios para cumplirlos. Para el autor, el capitalismo en el campo es tan sólo un "triste fenómeno". A pesar de que en las ciudades ve un capitalismo análogo en grandes proporciones, a pesar de que ve que el capitalismo no sólo ha subordinado toda la esfera del trabajo del pueblo, sino también la literatura "progresista", que propone medidas burguesas en nombre y en beneficio del pueblo, no quiere reconocer que el quid del asunto es la particular organización de nuestra economía social, y se consuela soñando con que eso no es más que un triste fenómeno motivado por "condiciones deprimentes". Supone que si no se sustentara la teoría de la no injerencia, se podrían eliminar esas condiciones. ¡Oh, estos si fuera así, estos podría ser...! Pero en Rusia nunca existió la política de no injerencia; siempre tuvimos injerencia... en favor de la burguesía, y sólo los dulces sueños de la "siesta" apacible pueden engendrar la esperanza de que todo cambiará sin una "redistribución de la fuerza social entre las clases", como dice el señor Struve.

Olvidamos que nuestra sociedad necesita ideales-políticos, cívicos, etc.-con el principal fin de no pensar ya en nada una vez que ha hecho acopio de ellos; olvidamos que no los busca con la impaciencia propia de la juventud, sino en la tranquilidad de la siesta; olvidamos que no se desengaña de ellos con dolor de su alma, sino con la ligereza de un príncipe de la Arcadia. Así es, por lo menos, la inmensa mayoría de nuestra sociedad. Hablando en rigor, no necesita ideal alguno, pues se ha saciado y está por completo satisfecha con los procesos digestivos.

Excelente caracterización de nuestra sociedad liberal populista.

Surge la pregunta: ¿quiénes son más consecuentes, los " populistas", que continúan haciendo zalamerías y mimos a esa " sociedad", y la regalan con la pintura de los horrores del "futuro" capitalismo, del "mal amenazante" [6], como lo llama el autor del artículo, y exhortan a sus representantes a abandonar el mal camino por el que "nosotros" nos hemos descarriado, etc., etc., o los marxistas, "tan estrechos de miras", que levantan una valla entre ellos y la sociedad, y consideran necesario dirigirse exclusivamente a quienes no están "satisfechos" ni pueden estarlo, con los " procesos digestivos", a aquellos para quienes los ideales son una necesidad, una cuestión de la vida cotidiana?

Así piensan los colegiales, dice el autor. Eso evidencia una profunda corrupción de las ideas y los sentimientos [...] jamás se ha conocido una corrupción tan decorosa, tan pulida, tan ingenua y al mismo tiempo tan profunda. Esa corrupción es por entero patrimonio de nuestra historia contemporánea, patrimonio de la cultura de la clase media [es decir, para ser más exactos, del sistema burgués, capitalista. K. T. [7], que se ha desarrollado sobre la base del espíritu señorial, del sentimentalismo, de la ignorancia y la indolencia de la nobleza. La clase media ha traído al mundo su ciencia, su código moral y sus sofismas.

Se diría que el autor ha apreciado tan acertadamente la realidad como para comprender cuál es la única salida posible. Si el nudo del asunto es nuestra cultura burguesa, no puede haber " garantías para el futuro" más que en la "antípoda" de esa burguesía, ya que sólo ella "se ha diferenciado" en forma definitiva de esa "cultura de la clase media", sólo ella le es irrevocable y terminantemente hostil, y no es capaz de conciliación alguna, de esas con las que tan fácil resulta confeccionar "pasaportes liberales".

Pero no. Aún se puede soñar. La "cultura" es ciertamente nada más que "clase media", nada más que corrupción. Pero todo eso es tan sólo producto del viejo espíritu señorial (el mismo autor acaba de reconocer que esta cultura ha sido creada por la historia contemporánea, precisamente por esa historia que acabó con el viejo espíritu señorial y de la indolencia, es decir, es algo fortuito y sin firmes raíces, etc., etc. Siguen frases carentes de otro sentido que no sea el de volver la, espalda a los hechos y entregarse a ensoñaciones sentimentales en las cuales se cierra los ojos para no ver la existencia de las "fuerzas mutuamente opuestas". Escuchen ustedes:

Ella (la clase media) necesita entronizarlos (a la ciencia y al código moral) en la cátedra, en la literatura, en la justicia y en otras esferas de la vida. [Antes vimos que ya la entronizó en una "esfera de la vida" tan profunda como es el campo. K. T.] . Para ello no cuenta, ante todo, con bastante gente apta, y se ve en la necesidad de recurrir a personas educadas en otras tradiciones [La burguesía rusa, |¿"no cuenta con gente"?! No merece la pena refutar esta afirmación, pues el propio autor se desmiente más adelante. K.T.]. Esta gente no sabe lo que son los negocios [¿los capitalistas rusos? K. T.], sus pasos son inseguros, sus movimientos torpes [saben "lo que son los negocios" lo bastante bien como para obtener beneficios exorbitantes; son lo bastante "experimentados" como para practicar por doquier el truck-system [8] lo bastante hábiles como para conseguir aranceles preferenciales. Sólo quien no experimenta de manera inmediata y directa la opresión que esa gente ejerce, sólo el pequeño burgués puede alentar esa quimera. K. T.]; tratan de imitar a la burguesía de Europa occidental, encargan libros, estudian [aquí el autor tiene ya que reconocer el carácter fantástico del sueño que acaba de inventar al decir que la "cultura de la clase media" se desarrolló en nuestro país sobre la base de la ignorancia. Eso no es cierto. Precisamente ella aportó a la Rusia posterior a la Reforma su cultura, su "educación". "Embellecer la realidad", pintar al enemigo como algo impotente y sin base "es siempre superfino". K. T.]; a veces añoran el pasado y a veces los inquieta el porvenir, porque se oyen voces que afirman que la clase media es tan sólo un advenedizo insolente, que su ciencia no soporta la crítica y que su código moral no vale absolutamente nada.

¿Que la burguesía rusa "añora el pasado" y "se inquieta por el porvenir"? ¡Pero señores! No se comprende ese afán con que algunos quieren engañarse a sí mismos y calumniar a la pobre burguesía rusa, diciendo que la turban las voces que proclaman la "inutilidad de la clase media". ¿No será al contrario: no serán esas "voces" las que se "turbaron" cuando las llamaron al orden, no será a ellas a quienes "inquieta el porvenir"?...

¡Y esos caballeros se asombran y fingen no entender por qué los llaman románticos!

Sin embargo tenemos que salvarnos. La clase media no ruega, sino que ordena, so pena de exterminio, ir a trabajar [9]. Quien se niegue a ello quedará sin pan y en medio de la calle, pidiendo a los transeúntes: "¡una limosnita para un capitán retirado!"; eso, si no muere de hambre. Y empieza el trabajo, se oyen crujidos, chirridos, el rechinar del hierro, tienen un ajetreo loco. El trabajo es urgente, no admite dilaciones. Por fin, la máquina se pone en marcha. Los chirridos y demás sonidos estridentes parecen disminuir, las piezas parecen funcionar acordes, y sólo se oye el estruendo de algo que se mueve con lentitud y torpeza. Pero todo eso causa cada vez mayor espanto; las tablas se arquean más y más, los tornillos se aflojan, y se tiene la impresión de que todo va a saltar en mil pedazos de un momento a otro.

Este pasaje es muy característico porque en forma viva, lacónica y bella ofrece un esquema de los razonamientos que a los populistas rusos les gusta revestir con ropaje científico. Partiendo de hechos indiscutibles, que no dejan lugar a dudas y demuestran la existencia de contradicciones en el régimen capitalista, la existencia de la opresión, de la depauperación, de la desocupación, etc., etc., se esfuerzan en demostrar que el capitalismo es una cosa muy mala, "pesada y torpe" [compárese con V. V., Kablúkov (Los obreras en la agricultura) y, en fiarte, con el señor Nikolai-on], que "de un momento a otro" va a saltar en mil pedazos.

Hace ya muchos años que venimos observando y vemos que esa fuerza que ordena al pueblo ruso que vaya a trabajar se robustece y desarrolla más y más, se jacta ante toda Europa del poderío de la Rusia creada por ella y, naturalmente, se congratula de que "se oigan voces" que proclaman sólo la necesidad de confiar en que los "tornillos se aflojen".

La gente débil se siente aterrorizada de espanto. "Tanto mejor", dicen los atolondrados. "Tanto mejor-dice también la burguesía-. Mientras más nos apresuremos a encargar nuevas máquinas en el extranjero, a producir plataformas, tablones y otras piezas burdas con materiales nacionales, más pronto contaremos con mecánicos expertos." Mientras tanto, el aspecto moral de la sociedad en todo este período, es pésimo. Algunos le toman gusto a la nueva actividad y realizan esfuerzos sobrehumanos; otros quedan rezagados y se desengañan de la vida.

¡Pobre burguesía rusa! ¡Realiza "esfuerzos sobrehumanos" para apropiarse de la plusvalía y se siente pésimamente en el aspecto moral! (No se olviden que en la página anterior toda esa moral se reducía a los procesos digestivos y a la corrupción.) Por supuesto, ya no hay necesidad alguna de librar una lucha contra ella-y menos esa extraña lucha de clases-, pues basta con reprenderla ligeramente para que deje de extralimitarse.

Mientras tanto, casi nadie piensa en el pueblo; sin embargo, conforme a las reglas de la burguesía, todo se hace para el pueblo, en su beneficio; sin embargo, cada hombre público y cada literato considera su deber divagar acerca de su bien [...] Esa coquetona tendencia liberal ha aplastado a todas las demás y es hoy la dominante. En nuestra época democrática no es sólo el señor Suvorin quien declara en público su amor al pueblo y dice: "mi único amor ha sido siempre el pueblo, hasta la muerte lo amaré; yo mismo he saldo del pueblo" (con lo cual no demuestra nada); pero hasta Moskovskie ViédomoM mantiene hoy hacia él una actitud por completo distinta [...] y, a su manera, claro está, se preocupa de su bienestar. Hoy no quedan Arcanos de prensa que, como el difunto Viest [10], mantengan una actitud abiertamente hostil al pueblo. Pero aquella actitud claramente hostil era preferible, púes el enemigo daba la cara y se lo veía con toda claridad; se veía qué tenía de tonto y qué de pícaro. Hoy todos son amigos v, al mismo tiempo, enemigos; todo se ha mezclado en un caos general. Como dice Uspensky, el pueblo se encuentra envuelto en una niebla que desorienta y despista a la gente inexperta. Antes se enfrentaba con una franca arbitrariedad. Ahora le dicen que es tan libre como el terrateniente, le dicen que él dirige sus propios asuntos, le dicen que lo están sacando de la nada para ponerlo de pie, cuando la realidad es que un fino pero fuerte hilo de falsedad e hipocresía infinitas engarza todas esas muestras de solicitud.

¡La verdad es la verdad!

En ese entonces, no todos, ni mucho menos, se dedicaban a la organización de cooperativas de préstamo v ahorro, que estimulaban a los kulaks y no otorgaban créditos a las campesinos auténticamente pobres.

A primera vista podría suponerse que el autor, comprendiendo el carácter burgués del crédito, iba a desechar por completo esas medidas burguesas. Pero el principal rasgo del pequeño burgués es una lucha contra lo burgués con los medios de la propia sociedad burguesa. De ahí que el autor, como todos los populistas, corregir la actividad burguesa exigiendo un crédito más amplio, ¡un crédito para los pobres auténticos!

...nada dijeron sobre la necesidad de la explotación intensiva de la tierra trabada por la redistribución de los predios y por la comunidad rural (?): nada sobre la carga de la capitación; conservaron silencio a propósito de los impuestos indirectos y sobre el hecho de que el impuesto a la renta suele convertirse en la práctica en un impuesto que pesa sobre los pobres; no mencionaron la necesidad del crédito agrario para que los campesinos pudieran comprar tierras a los terratenientes a precios exageradamente elevados, etc.. etc. [...] Lo mismo ocurre en la sociedad: también allí tiene el pueblo tal cantidad de amigos que uno se asombra [...] Probablemente, pronto los prestamistas y los taberneros se pondrán a hablar de su amor al pueblo.

La protesta contra todo lo burgués es magnífica; pero las conclusiones son ridículas: la burguesía reina soberana en la vida diaria y en la sociedad. Al parecer, habría que volver la espalda a la sociedad y apelar a la antípoda de la burguesía.

¡No, lo que hay que hacer es la propaganda de crédito para los "pobres auténticos"!

Sería difícil y por completo inútil decidir si es a la literatura o la sociedad a quien cabe la mayor culpa de tan confuso estado de cosas. Se dice que el pescado empieza a descomponerse por la cabeza, pero yo no concedo importancia a esta observación puramente culinaria.

La sociedad burguesa se descompone: ese es el pensamiento del autor. Conviene subrayar que de ahí parten los marxistas.

Pero mientras coqueteamos con el campo y le hacemos caídas de ojos, la rueda de la historia gira, actúan fuerzas espontáneas o, hablando más clara y sencillamente, granujas de toda laya que se insinúan en la vida y la reestructuran a su gusto. Mientras la literatura discute acerca del campo, de la bondad del mujiks y de su falta de conocimientos, mientras los periodistas gastan baldes de tinta tratando problemas de la comunidad rural y de las formas de posesión de la tierra, mientras la comisión de impuestos sigue discutiendo la reforma impositiva el campo se verá definitivamente arruinado.

¡Obsérvese! ¡"Mientras nosotros hablamos, la rueda de la historia gira, actúan fuerzas espontáneas"!

¡Menudo barullo armarían ustedes, amigos míos, si eso lo hubiera dicho yo! [11]

Cuando los marxistas hablan de la "rueda de la historia y las fuerzas espontáneas", explicando con toda precisión que esas "fuerzas espontáneas" son las de la burguesía en desarrollo, los señores populistas prefieren no decir nada sobre si es o no verdadero el desarrollo de esas "fuerzas espontáneas" y sobre si este hecho ha sido correctamente valorado, y sueltan espantosas necedades acerca de lo "mística y metafísica" que es la gente capaz de hablar de la "rueda de la historia" y de las "fuerzas espontáneas".

La única y muy esencial diferencia entre la citada confesión del populista y la habitual tesis de los marxistas consiste en que para el populista las "fuerzas espontáneas" quedan reducidas a los "granujas" que se "insinúan en la vida", mientras que para el marxista esas fuerzas espontáneas están encarnadas en la clase burguesa-producto y expresión de la "vida" social, que constituye la formación social capitalista-, y no se "insinúan en la vida" casualmente, ni dondequiera que fuera. Como no ahonda más allá de los créditos, los impuestos, las formas de posesión de tierra, las redistribuciones, las mejoras, etc., etc., el populista no puede ver que la burguesía tiene profundas raíces en las relaciones de producción imperantes en Rusia, y por ello se consuela con la pueril ilusión de que sólo se trata de "granujas". Es natural que con ese punto de vista resulte absolutamente incomprensible qué tiene que ver con todo ello la lucha de clases cuando el nudo del asunto consiste en suprimir a los "granujas". Es natural que a las insistentes y reiteradas referencias de los marxistas a esa lucha respondan los señores populistas con el silencio del hombre que no comprende nada, que no Ve a la clase, sino sólo a unos "granujas".

Contra una clase sólo puede luchar otra clase, y, por cierto, una que ya se "ha diferenciado" por completo de su enemigo, que le es diametralmente opuesta; mientras que para luchar contra los "granujas" bastan, claro está, la policía o, en caso extremo, la "sociedad" y el "Estado".

Pronto veremos, sin embargo, quiénes son esos "granujas" por la caracterización que hace de ellos el mismo populista, veremos cuan profundas son sus raíces y cuan amplias sus funciones sociales.

Después de las palabras antes citadas acerca de los "pasivos amigos del pueblo", el autor dice a renglón seguido:

Esto es algo peor que la neutralidad armada en política, peor porque siempre se presta ayuda activa al más fuerte. Por más sinceros que sean los sentimientos del amigo pasivo, por más modesta y callada que sea la posición que quiera adoptar en la palestra de la vida, siempre perjudicará a sus amigos...

...Para los hombres de mayor o menor integridad y que aman con sinceridad al pueblo [12], ese estado de cosas resulta en fin de cuentas insoportablemente asqueroso. Les causa vergüenza y repulsión escuchar esa interminable y empalagosa declaración de amor, que se repite cada día, año tras año, que se repite en las oficinas y en los salones de la alta sociedad, en los cabarets, entre trago y trago de Cliquot, y que nunca se traduce en obras. Por eso, en fin de cuentas, terminan condenando en bloque toda esa mezcolanza.

Esa caracterización tic la actitud de los antiguos populistas rusos hacia los liberales pudría servir enteramente para definir la actitud de los marxistas hacia los populistas del presente. Para los marxistas también resulta "insoportable" oír hablar de ayuda al "pueblo por medio de créditos, compras de tierra, mejoras técnicas, cooperativas, cultivo en común [13], etc., etc. Ellos también exigen de la gente que desea ponerse al lado... no del "pueblo", ni mucho menos, sino de aquellos a quienes la burguesía ordena ir a trabajar, que "condene en bloque" toda esa ensalada liberal- populista. Estiman que es una hipocresía "insoportable" hablar de la elección de caminos para Rusia, de los horrores del " amenazante" capitalismo y de las "necesidades de las industrias populares", cuando en todas las esferas de estas industrias populares impera el capital y se desarrolla una sorda lucha de intereses que no se debe ocultar, sino poner al desnudo; no se debe soñar con que "sería mejor sin lucha", [14] sino desarrollar esa lucha dándole vigor, continuidad, espíritu de consecuencia y, principalmente, contenido ideológico.

Por eso, en fin de cuentas, surgen ciertos mandamientos cívicos, ciertas exigencias categóricas de que haya honradez, exigencias estrictas y a veces hasta severas por las que sienten especial aversión los liberales de alto vuelo que aman la libertad en las tinieblas y olvidan que estas exigencias tienen un origen lógico.

¡Magnífico deseo! Se imponen, sin duda alguna, exigencias "estrictas" y "severas".

Pero la desgracia es que todas estas excelentes intenciones de los populistas no han pasado de ser "piadosos deseos". A pesar de que han reconocido la necesidad de esas exigencias, a pesar de que tuvieron tiempo de sobra para realizarlas, hasta la fecha no las han elaborado y se fueron fusionando cada vez más, mediante toda una serie de pasos graduales, a la sociedad liberal rusa, y hasta el día de hoy continúan haciéndolo [15] . Por eso no pueden quejarse si los marxistas presentan ahora contra ello exigencias verdaderamente muy "estrictas" y muy " severas", la exigencia de que sirvan exclusivamente a una sola clase (a la que se "ha diferenciado de la vida"), de que contribuyan a su desarrollo y al de su pensamiento independiente, la exigencia de que rompan para siempre con la "probidad cívica" de los "probos" burgueses rusos.

Por severos que en realidad sean esos mandamientos en sus detalles, nada se puede decir contra la siguiente exigencia general: "una de dos: o sean ustedes verdaderos amigos, o conviértanse en francos enemigos".

Asistimos a un proceso histórico de extraordinaria importancia: al proceso de formación de un tercer estado. Ante nuestros ojos se verifica la selección de sus representantes y se organiza la nueva fuerza social que se prepara para dirigir la vida.

¿Sólo "se prepara"? ¿Y quién "dirige", pues? ¿Qué otra "fuerza social"?

¿No será la que se manifestaba en órganos de prensa á la [16]Viest? Imposible. No estamos en 1894, sino en 1879, en vísperas de la "dictadura del corazón" [17], cuando, según el autor del artículo, "a los ultraconservadores los señalan con el dedo en la calle" y de ellos "se ríen a mandíbula batiente".

¿No será el "pueblo", los trabajadores? Todo el artículo de nuestro autor da una respuesta negativa.

¡Y después de eso que se siga diciendo que "se prepara para dirigir"! No, esa fuerza "se preparó" hace ya tiempo, hace ya tiempo que "dirige"; y son únicamente los populistas quienes "se preparan" a buscar mejores caminos para Rusia; pero sin duda seguirán preparándose hasta que el consecuente desarrollo de los antagonismos de clase desaloje, arroje por la borda a todos los que lo rehúyen.

Este proceso, que en Europa comenzó mucho antes que en nuestro país, ha llegado ya a su término [18] en muchos Estados; en otros lo dificultan aún los escombros del feudalismo y la resistencia de las clases trabajadoras, pero también en ellos la rueda de la historia tritura más y más cada año esos escombros y allana el camino para un nuevo orden de cosas.

¡He aquí hasta qué punto no comprenden nuestros populistas el movimiento obrero de Europeo occidental! Resulta que ese movimiento "dificulta" el desarrollo del capitalismo, y, como a un "escombro", lo ponen al lado del feudalismo!

Esta es una evidente prueba de que nuestros populistas son incapaces de comprender, no sólo en lo referente a Rusia, sino también a Europa occidental, cómo se puede luchar contra el capitalismo, no "dificultando" su desarrollo, sino acelerándolo, no haciéndolo retroceder, sino haciéndolo avanzar, no de modo reaccionario, sino progresista.

En términos generales, ese proceso consiste en lo siguiente: entre la aristocracia y el pueblo se forma una nueva capa social constituida por elementos que bajan de arriba y suben de abajo y parecen tener, si se nos permite la expresión, un peso específico similar; esos elementos se agrupan estrechamente, se unen, sufren profundos cambios internos y comienzan a hacer cambiar las capas superior e inferior, adaptándolas a sus necesidades. Ese proceso es extraordinariamente interesante de por sí, y para nosotros tiene una grande y especial importancia. Nos plantea un cúmulo de interrogantes: ¿constituye la dominación del tercer estado un peldaño fatal e inevitable en la civilización de cada pueblo?...

¿Qué necedad es esa? ¿De dónde y a santo de qué viene eso de "fatal e inevitable"? ¿Acaso el autor mismo no describió y describirá más adelante con mayor detalle la dominación del tercer estado en nuestro país, en la santa Rusia, en la década del setenta?

El autor toma, por lo visto, los argumentos teóricos tras los cuales se agazapaban los representantes de nuestra burguesía.

¿Pero qué es, si no una soñadora superficialidad, el tomar por oro de ley tales patrañas, no comprender que tras esos razonamientos "teóricos" se hallan los intereses de esa sociedad que el autor acaba de enjuiciar con tanto acierto, los intereses de la burguesía?

Sólo un romántico puede suponer que es cosible luchar con silogismos contra los intereses.

...¿No podría el país pasar directamente de un peldaño a otro sin dar esos saltos mortales que a nuestros súper-prudentes filisteos se les antoja ver a cada paso, y sin prestar oído a los fatalistas, que sólo ven en la historia un orden fatal por el que la dominación del tercer estado es tan inevitable para el país como lo son para el hombre la vejez o la juventud?...

¡He aquí qué profunda con .prensión de nuestra realidad tienen los populistas! Si el Estarlo contribuye al desarrollo del capitalismo, no es, ni mucho menos, porque la burguesía posee una fuerza material tal que le permite "enviar a trabajar" al pueblo y hacer de la política un instrumento suyo. No, no es por eso. Lo que ocurre es que los Vernadski, los Chicherin, los Mendeléiev y otros profesores sustentan erróneas teorías acerca del orden "fatal" y el Estado "les presta oído".

...¿No se podría por último, atenuar los efectos negativos del orden de cosas que se va imponiendo, modificarlo o reducir el período de su dominación? Acaso el Estado es en realidad algo tan inerte, falto de voluntad e impotente, que no puede influir en su propio destino y hacerlo cambiar? ¿Acaso es en realidad algo así como un trompo lanzado por la providencia y que se mueve siguiendo una trayectoria determinada, por un tiempo determinado, describiendo un número determinado de círculos, o algo como un organismo de voluntad muy limitada? ¿Acaso lo impulsa, en realidad, una especie de gigantesca rueda de hierro que aplasta al osado que se atreve a buscar caminos más cortos hacia la felicidad del hombre?

Este pasaje, extraordinariamente típico, muestra con particular evidencia el carácter reaccionario, pequeñoburgués de las razones con que los populistas rusos han pretendido y pretenden representar los intereses de los productores directos. Hostiles al capitalismo, los pequeños productores son una dase intermedia ligada a la burguesía y por ello incapaz de comprender que el gran capitalismo, para ellos desagradable, no es una casualidad, sino un fruto directo de todo el régimen económico (y social, y político, y jurídico) contemporáneo, que nace de la lucha de fuerzas sociales opuestas. Sólo la incomprensión de esto puede llevar a tan soberano absurdo como ese de apelar al "Estado", como si el sistema político no tuviera sus raíces en el económico, como si no fuera expresión suya, como si no estuviera a su servicio.

¿Acaso el Estado es algo inerte?, pregunta con desesperación el pequeño productor, al ver que, con respecto a sus intereses, es, en efecto, harto inerte.

No, podríamos contestarle, el Estado no es, en modo alguno, inerte, siempre actúa, y actúa con gran energía, con celo y nunca se manifiesta pasivo por cierto. El autor caracterizó en la práctica anterior esa enérgica actividad, su carácter burgués, sus frutos naturales. Lo malo es que no quiere ver la relación entre el carácter de esa actividad y la organización capitalista de la economía social rusa, y por ello es tan superficial.

¿Acaso el Estado es un trompo, una rueda de hierro?, pregunta el Kleinbürger [19], viendo que la "rueda" no gira como él desearía.

¡Oh, no-podríamos contestarle-, no es un trompo ni una rueda, no es una ley fatal, no es la voluntad de la providencia: lo ponen en movimiento "personas vivientes" "a través de una cadena de obstáculos" [20] (por ejemplo, la resistencia de los productores directos o la de los representantes de la capa de la antigua nobleza), precisamente esas "personas vivientes" que pertenecen a la fuerza social predominante. Y para hacer que la rueda gire en dirección contraria hay que apelar, en contra de las "personas vivientes" (es decir, contra los elementos sociales que no pertenecen a las profesiones liberales, pero que expresan directamente intereses económicos vitales), a otras "personas vivientes": apelar a una clase, contra otra clase. Para ello distan mucho de ser suficientes los buenos y piadosos deseos de buscar "caminos más cortos": para ello hay que "redistribuir la fuerza social entre las clases", hay que ser ideólogos, no de ese productor directo que se halla al margen de la lucha, sino del que está en el centro de la lucha más ardiente, del que "se ha diferenciado de la vida" de la sociedad burguesa definitivamente. Ese es el único y por ello el más corto "camino hacia la felicidad del hombre", el camino por el cual puede lograrse, no sólo atenuar los efectos negativos del orden de cosas existente, no sólo abreviar su existencia acelerando su desarrollo, sino terminar con él por completo, obligando a la "rueda" (no ya del Estado, sino de las fuerzas sociales) a girar en dirección opuesta.

...Nos interesa sólo el proceso de la organización del tercer estado, y más concretamente sólo la gente que sale de la entraña del pueblo y se suma a las filas del tercer estado. Esa gente es muy importante: cumple funciones sociales de extraordinaria significación, de ella depende en modo directo el grado de intensidad del orden burgués. Ningún país en el que se haya instaurado este orden de cosas puede pasarse sin ella. Si no la hay o es poca en el país, hay que hacerla surgir del pueblo, hay que crear en la vida del pueblo condiciones que contribuyan a forjarla y hacerla aparecer; por último, hay que protegerla y contribuir a su desarrollo, hasta que se haya fortalecido. Nos encontramos aquí con una injerencia manifiesta en los destinos históricos por parte de las personas más enérgicas, que aprovechan las circunstancias y la ocasión en beneficio propio. Estas circunstancias consisten, principalmente, en la necesidad del progreso industrial (la sustitución de la producción artesanal por la manufactura, y de ésta por la producción fabril; la sustitución de un sistema de cultivos por otro más racional), sin lo cual un país no puede, en realidad, pasarse, si es que tiene cierta densidad de población, si es que mantiene relaciones internacionales y si existen divergencias políticas y morales, ambas determinadas tanto por factores económicos como por el desarrollo de las ideas. La gente sagaz suele vincular estos cambios tan imperiosamente necesarios en la vida de los países con su propio destino y con determinados sistemas, que sin duda podrían ser sustituidos, y siempre pueden serlo, por otros, si otra gente manifiesta mayor inteligencia y más energía que hasta ahora.

Así, pues, el autor no puede dejar de reconocer que la burguesía cumple "importantes funciones sociales", que, a grandes rasgos, se podrían definir del siguiente modo: someter a su dominio el trabajo del pueblo, dirigir este trabajo y elevar su productividad. Tampoco puede dejar de ver que el "progreso" económico está "vinculado" en realidad con estos elementos, es decir, que nuestra burguesía impulsa realmente el progreso económico, o más exactamente, el tecnológico.

Pero precisamente en este punto empieza la diferencia esencial entre el ideólogo del pequeño productor y el marxista. El populista explica este hecho (la vinculación entre la burguesía y el progreso) diciendo que "gente sagaz" "aprovecha las circunstancias y la ocasión en su beneficio"; en otros términos: considera casual este fenómeno y por ello concluye con ingenua osadía: "Sin duda alguna, esa gente siempre [!] Puede ser sustituida por otra" que también impulsará el progreso, pero un progreso no burgués.

El marxista explica este hecho por las relaciones sociales de los hombres en la producción de valores materiales, relaciones que se gestan en la economía mercantil, que convierten el trabajo en una mercancía, lo subordinan al capital y elevan su productividad. El marxista no ve en ello una casualidad, sino un producto necesario de la estructura capitalista de nuestra economía social. Por ello no ve la salida en esas fábulas acerca de lo que "podrá sin duda", hacer la gente que sustituya a los burgueses (primero hay que "sustituirlos", y para ello no bastan las palabras, ni las apelaciones a la sociedad y al Estado), sino en el desarrollo de las contradicciones de clase del orden económico dado.

Todo el mundo comprende que estas dos explicaciones son diametralmente opuestas y que de ellas se siguen dos sistemas de acción que se excluyen recíprocamente. El populista considera que la burguesía es una casualidad, no ve sus lazos con el Estado, y, con la candidez de un "confiado mujik", pide ayuda precisamente a quien defiende los intereses de la burguesía. Su actividad se reduce a esa moderada, cuidadosa y burocrática actividad liberal que es un exacto equivalente de la filantropía, pues no afecta seriamente los "intereses" ni representa un peligro para ellos. El marxista vuelve la espalda a todo ese enredo y dice que la única "garantía para el futuro" es la "tenaz lucha cíe las clases económicas".

También se comprende que si estas diferencias en los sistemas de acción surgen directa e inevitablemente de las diferencias en la explicación que se da de la dominación de nuestra burguesía, el marxista, al discutir teóricamente, se limita a demostrar la necesidad y la inevitabilidad (dada la presente organización de la economía social) de esta burguesía (como ocurre en el libro del señor Struve), y si el populista elude tratar la cuestión de las diferencias en la explicación y divaga acerca del hegelianismo y de la "crueldad hacia el individuo" [21], no hace más que demostrar palmariamente su impotencia.

La historia del tercer estado en Europa occidental es extraordinariamente larga [...] Nosotros, claro está, no la repetiremos toda, a pesar de la doctrina de los fatalistas; los representantes ilustrados de nuestro tercer estado tampoco emplearán, claro está, para el logro de sus fines todos los medios a los que se recurrió antes, y elegirán entre ellos los más convenientes y adecuados a las condiciones de lugar y tiempo. Para despojar de sus tierras a los campesinos y crear el proletariado fabril no recurrirán, está claro, ni a la fuerza bruta cíe las armas ni a la no menos brutal despoblación de las haciendas...

¡¿"No recurrirán"...?! Sólo en los teóricos de un empalagoso optimismo puede verse tan premeditado olvido de los hechos del pasado y del presente, que ya han pronunciado su "sí", y esa rosada esperanza de que el futuro, claro está, producirá un "no". Naturalmente, eso es falso.

...sino que recurrirán a la abolición de la posesión comunal de la tierra, a la creación de una agricultura capitalista, de una clase, poco numerosa de campesinos acomodados [22] y, en general, a medios que harán que los elementos económicamente débiles perezcan por sí solos. Hoy no formaran gremios, pero sí organizarán asociaciones de crédito, de acopio de materias primas, de consumo y de producción que, prometiendo la dicha general, ayudarán sólo al fuerte a incrementar su fuerza y al débil a aumentar su debilidad. No harán nada por el tribunal patrimonial, pero sí propugnarán una legislación que estimule la diligencia, la sobriedad y la instrucción, patrimonio exclusivo de la joven burguesía, ya que la masa continuará emborrachándose, seguirá siendo ignorante y trabajando para otros.

¡Qué bien descritas están todas esas asociaciones de crédito, de acopio de materias primas, etc., etc., todas esas medidas de estímulo de la diligencia, la sobriedad y la instrucción, hacia las que manifiesta tan conmovedor cariño nuestra actual prensa liberal-populista, comprendida Rússkoie Bogatstvo Al marxista no le queda más que subrayar lo dicho, manifestar su completo acuerdo con que en efecto, todo ello no es más que la representación del tercer estado y, por consiguiente, los hombres que se interesan por ello no son más que pequeños burgueses.

Esa cita basta para responder a los populistas actuales, quienes, viendo el desdén que hacia tales medidas sienten los marxistas, acusan a éstos de querer ser "espectadores", de querer permanecer cruzados de brazos. Sí, naturalmente, los marxistas nunca contribuirán a la actividad burguesa y, respecto de ella, serán siempre "espectadores".

Por desgracia, el papel de esta clase (la gente salida del pueblo, la pequeña burguesía) que forma la avanzada, la línea de tiradores y la vanguardia del ejército de la burguesía, ha interesado muy poco a los historiadores y a los economistas, aunque su papel es, lo repetimos, de una importancia extraordinaria. Cuando se llevaba a cabo la destrucción de la comunidad rural y se enajenaba de la tierra a los campesinos, eso no sólo lo hacían los lores y los caballeros, sino también otros campesinos, es decir, gente salida del pueblo y dotada de sentido práctico y espinazo flexible, gente que contaba con el favor de los señores y que, a río revuelto, pescaba su capitulito o lo robaba, gente a la que tendían la mano los estamentos superiores y la legislación. Se decía de ellos que eran los elementos del pueblo más diligentes, más capaces, más sobrios...

Desde el punto de vista de los hechos esta observación es muy exacta. En efecto, a los campesinos los privaban de la tierra principalmente "otros campesinos", los pequeños burgueses. Pero el populista no acaba de comprender este hecho. No distingue dos clases antagónicas, los señores feudales v la burguesía, los representantes de la "antigua nobleza" y los de la "nueva clase media", no hace distinción entre los diferentes sistemas de organización económica, no ve la significación progresista de la segunda clase respecto de la primera. Eso en primer lugar. En segundo lugar, atribuye el desarrollo de la burguesía al saqueo, al sentido práctico, al servilismo, etc., etc., cuando la realidad es que la agricultura en pequeña escala, basada en la producción de mercancías, convierte en pequeño burgués al campesino más sobrio y laborioso: acumula "ahorros", y, en virtud de las relaciones imperantes, esos "ahorros" se convierten en capital . Léase lo que dicen sobre esto nuestros hombres de letras populistas en sus descripciones de las industrias de kustares y de la agricultura.

...No son ni la línea de tiradores, ni la vanguardia, sino el grueso de las fuerzas del ejército burgués, los soldados rasos agrupados en destacamentos de los que disponen los oficiales de Estado Mayor y los jefes, los mandos de las distintas unidades, y el Cuartel General, compuesto por escritores, oradores y hombres de ciencia [23].

Sin este ejército, la burguesía no podría hacer nada. ¿Acaso los landlords ingleses, que no llegan a 30.000, habrían podido gobernar sin los farmers capitalistas a una masa hambrienta de varias decenas de millones de personas? El farmer es un verdadero combatiente en el sentido político y una pequeña célula expropiadora en el económico [...] En las fábricas, el papel de los -farmers lo desempeñan los capataces y sus ayudantes, que reciben muy buena paga no sólo por su destreza en el trabajo, sino también para que vigilen a los obreros, para ser los últimos en retirarse de las máquinas, para impedir que los obreros presenten reivindicaciones de aumento de salarios o reducción de la jornada de trabajo y para permitir que los patronos puedan decir de ellos, señalándolos: "Fíjense cuánto pagamos a quienes trabajan y nos reportan provecho"; los comerciantes, que mantienen las más estrechas relaciones con los patronos y la administración de las fábricas; los oficinistas e inspectores de toda laya, y demás gentuza por cuyas venas corre aún sangre obrera, pero de cuyas almas es ya señor absoluto el capital. [Muy bien dicho! K. T.] Naturalmente, lo que observamos en Inglaterra podemos verlo también en Francia, en Alemania y en otros países. [Exacto! Y en Rusia también. K. T.] En algunos casos varían sólo los detalles, pero aun éstos son en su mayor parte los mismos. La burguesía francesa, que venció a fines del siglo pasado a la aristocracia, mejor dicho, que se aprovechó de la victoria del pueblo, formó entre éste a la pequeña burguesía, que la ayudó a desplumarlo, lo desplumó ella misma y lo dejó a merced de aventureros [...] Mientras en la literatura se cantaban himnos al pueblo francés, mientras se ensalzaba su grandeza, su magnanimidad y su amor a la libertad, mientras el humo de todo ese incienso flotaba como una niebla sobre Francia, el gato burgués se iba zampando el pollo, y se lo zampó casi entero dejando al pueblo tan sólo los huesos. La decantada posesión popular de la tierra resultó microscópica, podía medirse por metros, y muy a menudo ni siquiera bastaba para pagar los impuestos...

Detengámonos en esto.

En primer lugar, desearíamos preguntar al populista quién en nuestro país "se aprovechó de la victoria sobre el régimen de servidumbre", sobre la "capa de la antigua nobleza". ¿No fue acaso la burguesía? ¿Qué ocurría en nuestro "pueblo" cuando "en la literatura se cantaban himnos", esos himnos de que habla el autor, acerca del pueblo, del amor al pueblo, de la magnanimidad, de las características y virtudes de la comunidad rural, de la "adaptación social recíproca y de la actividad solidaria" dentro de la comunidad; acerca de que toda Rusia era una cooperativa y de que en la comunidad "centra sus pensamientos y acciones toda la población rural", etc., etc., etc.,. . . himnos que se siguen cantando hoy (aunque en tono menor) en las páginas de la prensa liberal populista? ¿A los campesinos, naturalmente, no les quitaron las tierras, el gato burgués no hizo un buen almuerzo con el pollo, no se lo zampó casi todo; la "decantada posesión popular de la tierra" no "ha resultado microscópica", en ella los desembolsos no superan a los ingresos? [24]

No, sólo "místicos y metafísicos" pueden afirmar esto, considerarlo un hecho, tomar este hecho como punto de partida de sus razonamientos acerca de lo que ocurre en el país, como punto de partida de su actividad orientada, no a la búsqueda de "otros caminos para la patria, sino a trabajar siguiendo el camino actual, el camino capitalista, que ya se ha definido por completo.

En segundo lugar, tiene interés comparar el método del autor con el método de los marxistas. Veremos mejor su diferencia si nos basamos en consideraciones concretas y no recurrimos a consideraciones abstractas. ¿Por qué dice el autor que la "burguesía" francesa venció a la aristocracia a fines del pasado siglo? ¿Por qué califica de burguesa una actividad desplegada en su mayor parte y casi exclusivamente por los intelectuales? Además, ¿acaso no actuaba el gobierno, despojando de las tierras a los campesinos, imponiéndoles grandes cargas fiscales, etc., etc.? Por último ¿no hablaban, acaso, aquellos hombres de amor al pueblo, de igualdad, de felicidad general, lo mismo que hablaban y hablan los liberales y los populistas rusos? ¿Es posible ver en todo eso sólo a la " burguesía"? ¿No resulta "estrecha" esa concepción que reduce todos los movimientos políticos e ideológicos a Plusmacherei? [25]

Obsérvese que se trata de las mismas preguntas con que se abruma a los marxistas rusos cuando dicen cosas análogas de nuestra reforma campesina (estimándola diferente sólo en los "detalles") y de la Rusia posterior a la reforma en general. No hablo aquí-lo repito-de la efectiva exactitud de nuestra concepción, sino del método que en el caso dado aplican los populistas. Toman por criterio los resultados ("resulta" que la posesión popular de la tierra es microscópica y que el gato "se iba zampando", "se ha zampado" el pollo), y, por cierto, los resultados económicos exclusivamente.

Surge una pregunta: ¿por qué aplican este método sólo en lo que se refiere a Francia y se niegan a aplicarlo a Rusia? El método debe ser el mismo en todos los casos. Si en Francia buscan ustedes intereses en la actividad del gobierno y de los intelectuales . ¿por qué no los briscan en la santa Rusia? Si allí el criterio de ustedes plantea la cuestión de que "resultó ser" la posesión de la tierra por el pueblo, ¿por qué aquí el criterio es plantear lo que "puede" resultar? Si allí las frases acerca del pueblo y de su magnanimidad -mientras alguien se "está zampando el pollo"-les infunden una justa repugnancia, ¿por qué aquí no dan la espalda, como la darían a los filósofos burgueses, a quienes viendo el hecho indudable, y reconocido por ustedes, de que el gato se "zampa" el pollo, son capaces de hablar de "adaptación social recíproca" "del espíritu comunitario del pueblo", de "necesidades de la industria popular" y demás cosas por el estilo?

La respuesta es una sola: porque son ustedes ideólogos de la pequeña burguesía; porque sus ideas, las ideas populistas en general, y no las de Juan, Pedro o Sídor, son reflejo de los intereses y las concepciones del pequeño productor, y de ningún modo, resultado del pensamiento "puro" [26]

"Más para nosotros es particularmente aleccionadora a este respecto Alemania, que, lo mismo que nuestro país, hizo tarde la reforma burguesa, y por ello aprovechó la experiencia de otros pueblos, no en el sentido positivo, claro está, sino en el negativo." Los campesinos alemanes-dice el autor, repitiendo palabras de Vasílchikov-constituían una masa heterogénea: se dividían por sus derechos y por su propiedad, por las dimensiones de sus parcelas. Todo el proceso llevó a la formación de una "aristocracia campesina", de una "capa de pequeños terratenientes de origen no noble", y a la conversión de la masa "de campesinos en peones". "Por último, se dio el toque final y se cerraron todas las vías legales para que los obreros pudieran mejorar su situación, con la Constitución semi-aristocrática y semi-pequeñoburguesa de 1849, que sólo reconocía el derecho de sufragio a la nobleza y a la clase media pudiente."

¡Original razonamiento! ¡La Constitución "cerró" las vías legales! Esto es un reflejo de la famosa vieja teoría de los populistas rusos, que exhortaba a los "intelectuales" a renunciar a la "libertad", afirmando que ésta sólo a ellos beneficiaría, mientras que abandonaría al pueblo en manos de la "clase media pudiente". No vamos a discutir esta necia y reaccionaria teoría, pues todos los populistas contemporáneos, en general, y nuestros adversarios más inmediatos, los señores colaboradores de Rússkoiv Bogatstvo, en particular, han renunciado a ella. Pero no podemos dejar de señalar que, al renunciar a esta idea, al dar un paso adelante reconociendo abiertamente los caminos concretos que se abren ante Rusia en lugar de discurrir sobre la posibilidad de diferentes caminos, estos populistas muestran definitivamente su espíritu pequeñoburgués; su insistencia en que se realicen reformas mezquinas, pequeñoburguesas, fruto de su absoluta incomprensión de la lucha de clases, los pone al lado de los liberales y en contra de quienes toman partido por el "antípoda", porque ven en él al único creador de los bienes de que venimos hablando.

También en Alemania había entonces mucha gente que durante diez, veinte, treinta y más años se embriagó hablando de la emancipación y maldijo todo escepticismo y todo descontento por la reforma, pues consideraba que con eso se hacía el juego a la reacción. Los ingenuos se imaginaban al pueblo como un caballo puesto en libertad, al que se podía meter de nuevo en la cuadra para engancharlo a las diligencias (cosa no siempre posible). Pero había también granujas que halagaban al pueblo y, bajo cuerda, hacían su juego, granujas que se pegaban a los papanatas que tan sinceramente amaban al pueblo y a los que se podía engañar y explotar. ¡Oh, estos sinceros papanatas! Cuando comienza la guerra civil, no todos están preparados para ella y no todos, ni mucho menos, tienen aptitud para hacerla.

Magníficas palabras que resumen excelentemente las mejores tradiciones del viejo populismo ruso y que nosotros podemos utilizar para definir la actitud de los marxistas rusos hacia el populismo ruso contemporáneo . Para ello no tendremos que cambiar mucho: hasta tal punto es idéntico el proceso del desarrollo capitalista en ambos países; hasta tal punto son idénticas las ideas políticas y sociales que reflejan ese proceso.

En nuestro país también dirigen y gobiernan la literatura "avanzada" hombres que hablan de "diferencias esenciales entre nuestra Reforma y la de Occidente", de la "sanción de la producción popular" (sic) . del gran "reparto de tierra" (¡¡así llaman al rescate de tierras!!), etc., y esperan por ello de los de arriba el milagro llamado "socialización del trabajo", esperan "diez, veinte, treinta y más años", mientras el gato ese del que acabamos de hablar se zampa el pollo mirando con la placidez de un felino ahito y sosegado a los "sinceros papanatas" que hablan de la necesidad de buscar otro camino para la patria, del peligro del "amenazante" capitalismo, de ayuda al pueblo mediante créditos, cooperativas, laboreo en común y demás inofensivos remiendos. "¡Oh, estos sinceros papanatas!"

Ese proceso de formación de un tercer estado es lo que estamos viviendo en la actualidad nosotros, y principalmente nuestros campesinos. En esto, Rusia marcha a la zaga de toda Europa, comprendida Alemania, su compañera de colegio, mejor dicho, su muestra. El semillero principal y el principal fermento del tercer estado fueron en toda Europa las ciudades. En Rusia, sucedió lo contrario [la población urbana es incomparablemente menor...] La causa fundamental de esa, diferencia reside en el sistema de posesión de la tierra por el pueblo, ese fenómeno que se da en nuestro país y que retiene a la población en el campo. En Europa, el aumento de la población urbana está vinculado estrechamente con el despojo de las tierras del pueblo y con la industria fabril, que bajo la producción capitalista necesita trabajo barato y una oferta excesiva de mano de obra. Mientras los campesinos europeos, desalojados del campo, iban a la ciudad a ganarse la vida, los nuestros se aferran a la tierra mientras pueden. La posesión de la tierra por el pueblo, es el principal punto estratégico, la clave principal de la posición de los campesinos, clave cuya importancia comprenden los jefes de la clase media, y por eso dirigen contra ella todo su arte y todas sus fuerzas. Esa es la causa de todos los ataques contra la comunidad rural, y por ello aparecen en tan gran profusión distintos proyectos sobre enajenación de la tierra de los campesinos en nombre de una agricultura racional, en nombre del florecimiento de la industria, ¡en nombre del progreso y la gloria nacionales!

Queda demostrada con claridad la superficialidad de la teoría populista que, como resultado de soñar con "otros caminos", enjuicia erróneamente la realidad, pues ve "el punto principal" en instituciones jurídicas como las formas de posesión de la tierra por los campesinos (comunidad o familia), instituciones que no desempeñan un papel primordial; ve algo particular en nuestra pequeña economía campesina, como si ésta fuera no la habitual economía de los pequeños productores, absolutamente idéntica -por el tipo de su organización político-económica-a la economía de los artesanos y los campesinos de Europa occidental, sino cierta posesión "popular" (!?) de la tierra. Según la terminología establecida en la prensa liberal populista, la palabra "popular" significa algo que excluye la explotación de los trabajadores, y por ello el autor esconde con su definición el hecho indudable de que en nuestra economía campesina existe esa apropiación del sobrevalor, ese mismo trabajo para otros que reina también fuera de la "comunidad" y con ello abre de par en par las puertas a un sentimental y meloso fariseísmo.

Nuestra actual comunidad rural, poseedora de poca tierra y agobiada por las cargas fiscales, no representa una garantía segura. El campesino tenía ya poca tierra, y ahora, debido al aumento de la población y a la disminución de la fertilidad, posee todavía menos; los impuestos, lejos de disminuir, crecen; las industrias artesanales son escasas; la posibilidad de ganar un salario en la localidad, es aun menor; la vida en el campo se hace tan penosa, que los campesinos de aldeas enteras se marchan lejos en busca de trabajo, dejando en casa a sus mujeres e hijos. Así se van quedando despobladas comarcas enteras [...] Bajo la influencia de tan duras condiciones de vida surge entre los campesinos por una parte, una clase especial de gente, la joven burguesía, que tiende a comprar tierras para sí misma, que tiende a buscar otras ocupaciones, como el comercio, la usura, la formación de cooperativas obreras, encabezadas por ella, y a obtener contratos y otros pequeños negocios.

Vale la pena que nos detengamos para analizar con todo detalle este pasaje.

Vemos, en primer lugar, que se registran ciertos hechos que pueden resumirse en dos palabras: los campesinos huyen; en segundo lugar, una apreciación de estos hechos (una apreciación negativa), y en tercer lugar una explicación de ellos, de la que surge directamente todo un programa que aquí no se expone, pero que es harto conocido (dar más tierra, reducir los impuestos, "elevar" y "desarrollar" las industrias campesinas).

Hay que señalar que, desde el punto de vista del marxista, es plena e indudablemente justo lo primero y lo segundo (aunque la exposición resulta en extremo insatisfactoria, como lo veremos enseguida). Pero lo tercero no vale absolutamente nada. [27]

Lo explicaré. Es justo lo primero. Es justo el hecho de que nuestra comunidad rural no es una garantía, el hecho de que los campesinos abandonan la aldea y dejan la tierra; debió decir: están siendo expropiados, pues poseían (en propiedad privada) determinados medios de producción (entre ellos la tierra por un derecho especial, que permitía también la explotación privada de la tierra rescatada por las comunidades) y los están perdiendo. Es cierto que las industrias de kustares "decaen", es decir, que también en este caso se expropia a los campesinos, que se ven privados de sus medios e instrumentos de producción, abandonan sus telares caseros y se van a trabajar como obreros en los ferrocarriles, como albañiles, peones es decir, como asalariados. Los medios de producción de los que han sido despojados los campesinos van a parar a manos de una minoría ínfima, y sirven de fuente de explotación de la fuerza de trabajo, de capital. Por eso tiene razón el autor cuando dice que los poseedores de esos medios de producción se trasforman en "burguesía", es decir, en la clase que, dada la organización capitalista de la economía social, dispone del trabajo "popular". Todos estos hechos han sido registrados acertadamente", y el papel que desempeñan en la explotación, apreciado en lo justo.

Pero por la descripción hecha el lector habrá visto, naturalmente, que el marxista explica estos hechos de modo muy diferente. El populista ve la causa de dichos fenómenos en que "la tierra es poca", en los elevados impuestos, en la disminución de los "ingresos", es decir, la ve en las particularidades de la política agraria, fiscal e industrial, y no en las particularidades de la organización social de la producción, de la que surge inevitablemente esa política.

La tierra es poca-razona el populista-y esta se viene a menos. (No tomo necesariamente esta afirmación del autor del artículo, sino la tesis general de la doctrina populista.) Eso es bien cierto; ¿pero por qué se limita a decir que la tierra es poca y no añade: que hay poca tierra en venta? ¿Es que no sabe que nuestros campesinos rescatan sus nadiel a los terratenientes? ¿Por qué concentra su atención en que es poca, y no en lo que está en venta?

Este mismo hecho de la venta, del rescate, evidencia el dominio de principios (la adquisición por dinero de los medios de producción) que de todos modos dejan a los campesinos sin medios de producción, sean muchos o pocos los que se vendan. Al silenciar este hecho, silencia la existencia del modo capitalista de producción, única base sobre la que pudo surgir esa venta. Y con ello pasa a defender esa sociedad burguesa y se convierte en un simple politicastro que divaga si debe ponerse en venta mucha o poca tierra. No ve que el hecho mismo del rescate demuestra que el "capital se ha enseñoreado va por completo" del "alma" de aquellos en cuyo beneficio se realizó la "gran" reforma, de aquellos que la llevaron a cabo; no ve que para toda esa "sociedad" liberal populista, que se apoya en el orden de cosas creado por la reforma y politiquea en torno de distintas mejoras de ese orden de cosas no hay más que la proyectada por la "luna capitalista". Por ello oí populista arremete con tanto odio contra quienes mantienen consecuentemente otros principios. Clama que no se preocupan del pueblo, ¡¡que quieren privar de tierra a los campesinos!!

El populista se preocupa del pueblo, no quiere privar de tierra a los campesinos, quiere que tengan más tierra (comprada). El populista es un honrado mercader. Por cierto silencia el hecho de que la tierra se vende y no se entrega gratis, ¿pero se dice acaso que en las tiendas hay que pagar las mercancías? Eso lo sabe todo el mundo.

Se comprende que el populista odie a los marxistas, quienes dicen que se debe apelar en forma exclusiva a quienes ya se han "diferenciado" de esa sociedad de mercaderes, se han "desligado" de ella, si podemos permitirnos estas tan típicas expresiones pequeñoburguesas de los señores Mijailovski, luzhakov y sus adláteres [28].

Sigamos. Las "industrias artesanales son pocas": eso es lo que piensa el populista de las industrias de kustares. Pero de nuevo omite decir cómo están éstas organizadas. Cierra plácidamente los ojos para no ver que las industrias artesanales que "decaen" y las que "se desarrollan" están igualmente organizadas a la manera capitalista, con absoluta esclavización del trabajo por el capital de los mayoristas, los comerciantes, etc., etc., y se limita a formular las exigencias pequeñoburguesas de progresos, mejoras, arteles* [* Asociación de trabajadores independientes que realizan trabajos colectivos en Rusia, en el Siglo XIX, repartiendo beneficios. Nota preparada para el MIA.org], etc., etc., como si esas medidas pudieran afectar siquiera en lo mínimo el hecho de la dominación del capital. Tanto en lo que se refiere a la agricultura como a la industria manufacturera, acepta la organización existente, sino contra distintas imperfecciones que en ella observa. En lo que se refiere a las cargas fiscales, el populista se desmiente a sí mismo, poniendo de manifiesto de manera notable el principal rasgo del populismo: su capacidad para contraer compromisos. Antes él mismo afirmaba que todo impuesto (incluido el impuesto a la renta) caerá sobre la espalda de los obreros, allí donde exista el sistema de apropiación del sobrevalor, pero, a pesar de ello, no se niega a debatir con la sociedad liberal si los impuestos son grandes o pequeños, ni a prodigar, con "cívica honradez", los correspondientes consejos al departamento de impuestos y gabelas.

En una palabra: el marxista entiende que la causa no reside en la política, ni en el Estado, ni en la "sociedad", sino en el sistema concreto de organización económica de Rusia; no se trata de que "gente astuta" o "granujas" pesquen en río revuelto, sino de que el "pueblo" está formado por dos clases opuestas, que se excluyen recíprocamente: "en la sociedad, todas las fuerzas activas se suman a dos fuerzas equivalentes, recíprocamente opuestas".

La gente interesada en la instauración del orden burgués, al ver que sus proyectos fracasan [29], no se detiene aquí: asegura constantemente a los campesinos que la culpa de todo la tienen la comunidad, la responsabilidad colectiva. la redistribución de las tierras y el sistema imperante en la comunidad rural, que favorece a los holgazanes y a los borrachos; organiza para los campesinos acomodados asociaciones de ahorro y préstamo, y trata de conseguir pequeños créditos agrícolas para los propietarios de parcelas; monta en las ciudades escuelas técnicas, de oficios y otras, en las que sólo se admite a los hijos de la gente adinerada, mientras que la masa sigue sin escuelas; ayuda a los campesinos ricos a mejorar su ganado organizando exposiciones, otorgando premios, facilitándoles sementales de raza por determinada suma, etc., etc. Todos esos pequeños esfuerzos se suman, formando una fuerza considerable, que descompone la comunidad rural, y hace cada vez mayor la división de los campesinos en dos sectores.

La caracterización de los "pequeños esfuerzos" no está mal. Es muy justa la idea del autor de que todos estos pequeños esfuerzos (que con tanto celo propugnan hoy Russkoye Bogatstvo y toda nuestra prensa liberal populista) expresan, representan, defienden y afirman a la capa "de la nueva clase media", el sistema capitalista.

Esta es precisamente la razón de la actitud negativa de los marxistas hacia esos esfuerzos. Y el hecho de que "dichos esfuerzos" representan sin duda alguna los más inmediatos desiderata de los pequeños productores, demuestra, según los marxistas, que su tesis fundamental es correcta: no se puede ver en el campesino al representante de las ideas del trabajo, pues éste, en virtud de la organización capitalista de la economía, es un pequeño burgués, y adopta el punto de vista de ese sistema y coincide en algunos aspectos de su vida (y de sus ideas) con la burguesía.

También vale la pena aprovechar este pasaje para subrayar lo siguiente. Que la actitud negativa de los marxistas hacia los "pequeños esfuerzos" suscita particularmente las protestas de los señores populistas. Al hablarles de sus antepasados, les demostraremos que hubo un tiempo en que los populistas consideraban todo esto de modo distinto, un tiempo en que no aceptaban tan a gusto y con tanto celo compromisos (aunque, de todos modos, los aceptaban, como lo demuestra este mismo artículo que analizamos); un tiempo en que, no digo que lo comprendieran, pero por lo menos intuían el carácter burgués de todos esos esfuerzos; un tiempo en que sólo los más ingenuos liberales tildaban de "pesimismo respecto del pueblo" la negación de esos esfuerzos.

Por lo visto, el agradable trato entre los señores populistas y los liberales, como representantes de la "sociedad", ha dado buenos frutos.

El hecho de que los marxistas no puedan sentirse satisfechos con los "pequeños esfuerzos" del progreso burgués no equivale, ni mucho menos, al rechazo absoluto de las reformas parciales. Los marxistas no niegan que esas medidas sean de cierto (aunque ínfimo) provecho: pueden mejorar en cierto grado (aunque ínfimo) la situación de los trabajadores; aceleran la extinción de las formas más abstractas del capital, la usura, la servidumbre, etc., y acelerarán su conversión en las formas, más modernas y humanas, del capitalismo europeo. Por eso, si les preguntaran si la adopción de tales medidas es conveniente, los marxistas responderían que sí, pero al decirlo aclararían su actitud general hacia el sistema capitalista, al que se mejora con esas medidas, y argumentarían su asentimiento explicando que obedece a su deseo de acelerar el desarrollo de ese régimen y, por lo tanto, su fin [30]

Si tenemos en cuenta que en nuestro país, lo mismo que en Alemania, los campesinos están divididos según sus derechos y sus posiciones en distintas categorías (campesinos del Estado, de los feudos, ex siervos de terratenientes, y éstos en criados de la casa que recibieron nadiel completo, medio nadiel o un cuarto); si tenemos en cuenta que el régimen de vida en comunidad no es lo habitual en nuestro país; que en la zona suroeste, entre los propietarios de tierra tropezamos con campesinos que poseen animales de tiro, y campesinos "de a pie" [31], hortelanos, peones rurales y chinsh [32], de los cuales unos poseen cien y más desiatinas y otros ni un palmo de tierra; si tenemos en cuenta que el régimen agrario de las provincias del Báltico es un calco perfecto del alemán; etc., etc., veremos entonces que también en nuestro país existe una base para la burguesía.

No podemos dejar de señalar aquí esa fantástica exageración de la importancia de la comunidad en que siempre han incurrido los populistas. El autor se expresa como si el "régimen comunal" excluyera a la burguesía, excluyera la división de los campesinos. ¡Pero si eso es faltar descaradamente a la verdad!

Todo el mundo sabe que entre los campesinos de la comunidad también hay diferencias en cuanto a sus derechos y a las dimensiones de sus nadiel; que en toda aldea de sólido régimen comunal, los campesinos se diferencian, "en cuanto a sus derechos" (campesinos sin tierra, los que poseen nadiel, ex criados, campesinos que rescataron los nadiel pagando cuotas especiales, adscritos, etc., etc.) y "en cuanto a la posesión de tierra", en campesinos que entregaron en arriendo sus nadiel, campesinos que fueron despojados de sus nadiel por no pagar los impuestos o por no trabajarlos y dejarlos abandonados, y campesinos arrendatarios de nadiel ajenos; campesinos que poseen tierra "a perpetuidad" o que " compran por un tiempo" unas cuantas desiatinas; y por último, campesinos sin hogar, sin ganado, sin caballo y otros con varios caballos. Todo el mundo sabe que en cada aldea de sólido régimen comunal, este fraccionamiento económico y la economía mercantil son terreno abonado en el que crecen esplendorosas las flores del capital usurario y de la servidumbre en todas sus formas. ¡Y los populistas aún siguen con sus empalagosos cuentos acerca de algo que ellos llaman "vida comunal"!

En efecto, la joven burguesía se desarrolla en nuestro país no por días sino por horas y no sólo en las zonas limítrofes donde abundan los judíos, sino también en el corazón de Rusia. Por el momento es muy difícil expresar su número en cifras, mas a juzgar por la creciente cantidad de propietarios agrarios, a juzgar por el aumento de patentes de comercio y de las quejas que nos llegan de las aldeas contra los kulaks y los usureros, así como por otros indicios[33], puede suponerse que es ya bastante considerable.

¡Exacto! Precisamente este hecho, cierto ya en 1879 y más cierto aun en 1895, por su inmenso desarrollo, es uno de los puntales de la interpretación marxista de la vida real en Rusia.

Nuestra actitud respecto de este hecho es por igual negativa; ambos estamos de acuerdo en que expresa fenómenos contrarios a los intereses de los productores directos, pero interpretamos de modo completamente distinto esos hechos. Con anterioridad caractericé el aspecto teórico de esa diferencia, y ahora paso al aspecto práctico.

La burguesía, sobre todo la rural, es todavía débil en Rusia, está empezando a surgir, dice el populista. Por lo tanto aún se puede luchar contra ella. La tendencia burguesa no es todavía muy fuerte, y por lo tanto aún se la puede hacer retroceder. Todavía estamos a tiempo.

Sólo un sociólogo metafísico (que se convierte en la práctica en un cobardón y romántico reaccionario) puede razonar así. No hablaré ya, de que la "debilidad" de la burguesía rural es atribuida a que sus elementos más pujantes-su cúspide-fluyen a las ciudades; en las aldeas se encuentran sólo los "soldados de fila" y en las ciudades se ha instalado ya el "Cuartel General"; no hablaré de las tergiversaciones, evidentes a más no poder, a que recurren los populistas al tratar este hecho. Hay otro error en su razonamiento, un error que lo hace metafísico.

Nos hallamos ante una relación social concreta, ante la relación entre el pequeño burgués rural (el campesino rico, el tendero, el kulak, el usurero, etc., etc.) y el campesino "trabajador"; que trabaja, claro está, "para otros".

Esta relación existe, y el populista no puede negar que abarca todo el país. Pero es débil-dice-y por ello todavía se puede corregir.

La historia la hacen "personas vivientes", le decimos a este populista, utilizando sus propias palabras. Naturalmente, es posible corregir, modificar las relaciones sociales, pero sólo en el caso en que ello parte de las propias personas cuyas relaciones sociales se quiere modificar o corregir. Eso es claro corno el agua. Surge la pregunta de si el campesino "trabajador" puede modificar esa relación. ¿En qué consiste la relación mencionada? Pues en que dos pequeños productores operan, dentro del sistema de la producción de mercancías, y en que éste los divide en "dos partes", dando a uno el capital y obligando al segundo a trabajar "para otros".

¿Cómo va a modificar nuestro campesino trabajador esta relación, cuando él mismo está semi-arraigado en lo que hay que modificar? ¿Cómo puede comprender el carácter nocivo del aislamiento y de la economía mercantil, cuando él mismo se halla aislado y trabaja por su cuenta y riesgo, produciendo para el mercado; cuando esas condiciones de vida engendran en él "ideas y sentimientos" propios del hombre que trabaja por cuenta propia para el mercado; cuando se halla aislado por las propias condiciones materiales de vida, así como por las proporciones y el carácter de su hacienda, y cuando, debido a ello, su oposición al capital está tan poco desarrollada, que no puede comprender que se enfrenta precisamente con el capital y no sólo con "granujas" y gente astuta?

¿No es evidente que hay que dirigirse allí donde esa misma (nota bene) relación social ha alcanzado su máximo desarrollo; donde los involucrados, en esta relación social, los productores directos, ya se han "diferenciado" y "desligado" del sistema burgués; donde la contradicción está tan desarrollada que se hace evidente; donde es imposible cualquier planteamiento soñador y ambiguo de la cuestión? Y cuando estos productores directos, que se encuentran en condiciones más avanzadas, estén "diferenciados de la vida" de la sociedad burguesa, no sólo en la práctica, sino también en su conciencia, los campesinos trabajadores, que se encuentran en peores condiciones, de mayor atraso, verán "cómo se hace eso" v se unirán a sus camaradas de trabajo "para otros".

Cuando se habla de la compra de tierras por los campesinos y se explica que la compra se hace a título privado en nombre de la comuna, casi nunca se añade que las compras que hace la comunidad sólo son una rara e insignificante excepción de esa regla general que constituyen las compras particulares.

Al dar a conocer que el número de propietarios privados de la tierra era en 1861 de 103.158, y que según los datos de la década del 60 llegó a 313.529, el autor dice que esta diferencia se debe a que la segunda vez se contaron los pequeños propietarios campesinos, que no fueron tomados en consideración antes de la Reforma, y continúa:

esta es nuestra joven burguesía rural, que está en estrecho contacto con los pequeños terratenientes de la nobleza y se fusiona con ellos.

¡Es verdad-decimos a esto-, es la pura verdad, sobre todo eso de que "está en contacto" y se "fusiona"! Y por eso incluimos nosotros entre los ideólogos de la pequeña burguesía a quienes atribuyen una seria importancia (en el sentido de los intereses de los productores directos) "a la ampliación de la posesión de tierras por los campesinos", o sea, también a nuestro autor, que dice eso en la pág. 152.

Por ello consideramos politicastros a quienes analizan el aspecto de las compras particulares y comunales como si de él dependiera en una u otra medida la "instauración" del régimen burgués. Estimamos que tanto un fenómeno como el otro son de carácter burgués, ya que la compra es compra y el dinero en ambos casos, es decir una mercancía que sólo va a parar a manos de la pequeña burguesía [34], lo mismo si se hallan unidos en la comunidad "para la adaptación social recíproca y la actividad solidaria" que si se hallan aislados por poseer una parcela de tierra propia.

Por cierto, ella [la joven burguesía rural] no está toda, ni mucho menos, comprendida aquí. La palabra "sanguijuela" no es, naturalmente, nueva para Rusia, pero jamás tuvo el significado que tiene hoy, jamás ejerció en los convecinos la presión que hoy ejerce. Comparado con el de hoy, el usurero de antes era el personaje patriarcal; siempre se subordinaba a la comunidad, y a veces se trataba simplemente de un haragán que no ponía de manifiesto un gran afán de lucro. Hoy la palabra usurero tiene otro significado, y en la mayoría de las provincias ha pasado a ser un concepto sólo genérico, que se emplea relativamente poco y es sustituido por los vocablos kulak, parásito, comerciante, tabernero, contratista, prestamista, etc., etc. Este desdoblamiento de una palabra en varios vocablos, en parte poco nuevos y en parte totalmente nuevo o no usado antes por los campesinos, demuestra, ante todo, que en la explotación del pueblo se ha producido la división del trabajo y, además, que se han desarrollado ampliamente la rapacidad y su especialización. Casi en cada aldea hay uno o varios de esos explotadores.

Es indudable que se ha captado bien el desarrollo de la rapacidad. Y hace mal el autor cuando, como todos los populistas, no quiere comprender, a pesar de los hechos, que ese kulakismo sistemático, general, regulado (inclusive con su división del trabajo), es una manifestación del capitalismo en la agricultura, es la dominación del capital en sus formas primarias, de un capital que por una parte engendra constantemente el capitalismo urbano, el bancario, y en general el de tipo europeo-que los populistas consideran algo venido de fuera-y por la otra es apoyado y nutrido por ese mismo capitalismo; en pocas palabras: no quiere comprender que es uno de los elementos de la organización capitalista de la economía nacional de Rusia.

Además, la caracterización de la "evolución" del sanguijuela nos permitirá desmentir una vez más al populista.

En la Reforma de 1861 el populista ve la sanción de la producción popular, y encuentra que se diferencia esencialmente de la reforma occidental.

Las medidas que hoy ansia se reducen, asimismo, a idéntica "sanción" de la comunidad, etc., etc., a idéntica "dotación de un nadiel" y de los medios de producción en general.

¿Por qué, pues, señor populista, la Reforma, que "sancionó la producción popular (y no la capitalista)", sólo condujo a que el "holgazán patriarcal" se convirtiera en un buitre bastante enérgico, listo y recubierto de un barniz de civilización? ¿Por qué condujo sólo a cambios en la forma de la rapacidad, lo mismo que las correspondientes grandes reformas en Occidente?

¿Por qué cree que los siguientes pasos de la "sanción" (bien posibles, como lo son la ampliación de la posesión de la tierra por los campesinos, las migraciones, la reglamentación de los arrendamientos rurales y demás medidas indudablemente progresistas, pero burguesas), por qué cree que esos pasos pueden llevar a algo que no sea a nuevos cambios de la forma a una mayor europeización del capital a su trasformación de comercial en productivo, de medieval en moderno?

Y no puede ser de otro modo por la sencilla razón de que semejantes medidas no afectan en absoluto al capital, es decir, a esa relación entre los hombres que hace que en manos de unos se concentre el dinero, producto del trabajo social organizado por la economía mercantil, y que otros no tengan nada que no sea sus "brazos" libres [35], libres precisamente de ese producto concentrado en el bolsillo de la categoría anterior.

...De ellos [de esos kulaks, etc.] la morralla que no tiene capital suele arrimarse a los grandes comerciantes, que les conceden créditos o les encomiendan algunas compras; los más pudientes operan por cuenta propia, se relacionan con las grandes ciudades comerciales y portuarias, envían allí en nombre propio cargamentos, y ellos mismos van en busca de las mercancías que se necesitan en el lugar donde residen. En cualquier tren que se viaje, se verá invariablemente en tercera (rara vez en segunda) a decenas de hombres de esos, que van, de un sitio a otro en viaje de negocios. Se los reconoce por su singular atuendo, por su extrema grosería y por las carcajadas que lanzan cuando alguna señorita ruega que dejen de fumar o cuando se burlan de algún pobre mujik [así dice el autor: "pobre mujik". K. T.] que ha abandonado su hogar para salir en busca de trabajo, y les parece "inculto" porque no entiende nada de comercio y calza rústicos zapatones. Se los reconoce también por su conversación. Hablan habitualmente de "pieles de cordero", "aceites vegetales", cueros, "pescado ahumado", mijo, etc., etc. Y se oirán cínicos relatos de las trampas y adulteraciones que hacen con las mercancías; relatos de cómo se vendieron a una fábrica carne salada "con fuerte tufillo"; de que "cualquiera sabe dar color al té si se le muestra una sola vez cómo hay que hacerlo"; de que "al azúcar se le puede echar agua de modo que un pilón pese unas tres libras más de la cuenta y el comprador no lo advierta", etc., etc. Todo eso lo dicen con tanta franqueza y descaro, que se comprende que si no roban cucharillas en las cantinas y lámparas de gas en las estaciones, es tan sólo porque temen ir a parar a la cárcel. Moralmente estos hombres están por debajo de las normas más elementales; toda su moral se basa en el rublo y se expresa en los siguientes aforismos: "el comerciante es como el pescador; el pez grande se come al chico; no dejes escapar la ocasión; echa el ojo a Jo que el dueño descuida; aprovecha el instante en que nadie mira; no te compadezcas del débil; reverencia y repta cuando sea necesario". Luego se cita un ejemplo tomado de los periódicos, según el cual un tabernero llamado Vólkov, que se dedicaba a la usura, incendió su casa, asegurada en una suma muy alta. "El maestro y el sacerdote del lugar consideran su mejor amigo" a este sujeto; un "maestro le escribe, a cambio de unos vasos de vino, todos los papeles que necesita para sus enredos." "El escribiente de la administración del distrito se le ofrece para ayudarle a embaucar a los mordvines." "Un representante del zemstvo, al mismo tiempo miembro de su Administración general, asegura contra incendios su vieja casa en l.000 rublos", etc., etc. "Vólkov no es un fenómeno único, sino típico. No hay localidad que no tenga sus Vólkov y donde no le cuenten a uno, no sólo idénticos ejemplos de saqueo y avasallamiento de los campesinos, sino también análogos casos de incendios premeditados"...

...¿Pero qué actitud mantienen los campesinos ante tales individuos? Si son tontos, desalmados y mezquinos, como Vólkov, los campesinos no los quieren y les temen, porque son capaces de hacerles cualquier canallada sin que ellos puedan defenderse; esos tipos tienen sus casas aseguradas, poseen buenos caballos, fuertes cerrojos y perros feroces, y mantienen buenas relaciones con las autoridades del lugar. Pero si son más inteligentes y astutos que Vólkov, si revisten de formas decentes el saqueo y el avasallamiento de los campesinos, si cuando les roban un rublo les hacen una ostensible rebaja de kopek, si no mezquinan medio litro de vodka o una medida de mijo para los campesinos de alguna aldea devorada por el fuego, gozan del respeto y la estimación de los campesinos y tienen entre ellos gran prestigio, pues los consideran bienhechores, protectores, sin los cuales los pobres quizá morirían de hambre. Los campesinos los consideran hombres inteligentes, les entregan sus hijos para que los eduquen y consideran un honor que sus muchachos trabajen en la tienda, pues están seguros de que allí se harán hombres de provecho.

He reproducido adrede con el mayor detalle, los razonamientos del autor, para dar una caracterización de nuestra joven burguesía trazada por un opositor de la tesis de que la organización de la economía social rusa es burguesa. El análisis de esta caracterización puede aclarar muchos puntos de la teoría del marxismo ruso y el carácter de los habituales ataques de que es objeto por parte de los populistas contemporáneos.

Desde el comienzo de esta descripción parecería que el autor comprende qué raíces tan profundas tiene esta burguesía y su ligazón con la gran burguesía, a la cual se "arrima" la pequeña burguesía; su ligazón con los campesinos, quienes le "entregan sus hijos para que ella los eduque"; pero los ejemplos que el autor aporta demuestran que está muy lejos de justipreciar la fuerza y la consistencia de este fenómeno.

Sus ejemplos hablan de delitos comunes, estafas, de incendios premeditados, etc., etc. Se tiene la impresión de que "el saqueo y el avasallamiento" de los campesinos son algo casual, un resultado (como dice el autor) de las duras condiciones de vida, de la "rudeza de las ideas morales", de la dificultad de 'lograr que la literatura sea accesible al pueblo" (pág. 152), etc., etc.; en una palabra: según el autor, todo eso no resulta en forma inevitable de la actual organización de nuestra economía social.

El marxista sustenta precisamente esta última opinión, afirma que eso no es en absoluto una casualidad, sino una necesidad, una necesidad condicionada por el modo capitalista de producción dominante en Rusia. Si el campesino se convierte en productor de mercancías (y en ello se han convertido ya todos los campesinos). Su "moral", inevitablemente, se "basará en el rublo", y no se lo puede culpar de ello, pues las propias condiciones de vida lo obligan a cazar ese rublo recurriendo a argucias comerciales [36] de toda suerte. En esas condiciones, sin necesidad de delitos comunes, servilismo o falsificaciones de ningún género, los "campesinos" se van diferenciando en ricos y pobres. La vieja igualdad no puede resistir ante las oscilaciones del mercado. Esto no son meras palabras, es un hecho. Y es también un hecho que en estas condiciones la "riqueza" de unos pocos se convierte en capital y que la "pobreza" de la masa obliga a ésta a vender sus brazos, a trabajar para otros. Así, pues, desde el punto de vista del marxista, el capitalismo ya ha echado firmes raíces, ya ha adquirido formas definidas, no sólo en la industria fabril, sino también en el campo y, en general, en toda Rusia.

Puede verse ahora cuan ingeniosos son los señores populistas cuando, en respuesta a los argumentos del marxista, quien sostiene que la causa de tan "triste fenómeno" en las aldeas no es la política, ni la escasez de tierra, ni los impuestos, ni las malas "personas", sino el capitalismo, ya que todo eso es necesario e inevitable allí donde existe el modo capitalista de producción y la dominación de la burguesía; cuando, en respuesta a todo esto, los populistas vociferan que los marxistas quieren dejar sin tierra al campesino, que "prefieren" el proletario al campesino "independiente", y manifiestan-como dicen las señoritas provincianas y el señor Mijailovski en su respuesta al señor Struve-¡"desdén y crueldad" hacia el "individuo"!

En este cuadro del campo, interesante porque lo ha pintado un opositor, podemos apreciar palmariamente qué absurdas que son las habituales objeciones hechas a los marxistas, su artificialidad, la ignorancia de los hechos y el olvido de declaraciones anteriores, y todo para salvar coute que coate [37] esas teorías soñadoras y preñadas de compromisos a las que, afortunadamente, ya no hay fuerza capaz de salvar.

Al hablar del capitalismo en Rusia, los marxistas hacen suyos -esquemas ya trazados, repiten como dogmas tesis que son el reflejo de otras condiciones, muy distintas. La producción capitalista en Rusia, insignificante por su desarrollo e importancia (en nuestras fabricas sólo trabajan 1.400.000 personas), la hacen extensiva a la masa del campesinado, que todavía posee tierras. Tal es una de las objeciones predilectas del campo liberal populista.

Pues bien, en ese cuadro del campo vemos que el populista, al describir la forma de vida de los campesinos de las "comunidades" e "independientes", no puede con la categoría de burguesía, sacada de esquemas abstractos y dogmas ajenos; no puede eludir de comprobar que la burguesía es un tipo rural, y no un caso aislado; que está vinculada por fuertes lazos a la gran burguesía urbana y que también está vinculada a los campesinos, quienes "le entregan sus hijos para que los eduque", a esos campesinos de los cuales dicho con otras palabras, sale esa joven burguesía. Vemos, por lo tanto, que esa joven burguesía crece en el seno de nuestra "comunidad" y no fuera de ella, vemos que es engendrada por las propias relaciones sociales que existen entre el campesinado, ahora convertido en productor de mercancías: vemos que no sólo "1.400.000 personas", sino toda la masa de los habitantes de las aldeas rusas trabaja para el capital y se halla "gobernada" por él. ¿Quién, pues, extrae conclusiones más correctas de estos hechos, reconocidos no por un "místico y metafísico" marxista que cree en "tríadas", sino por un auténtico populista que sabe apreciar las particularidades de la vida en Rusia? ¿El populista que habla de la elección de un mejor camino, como si el capital no hubiera hecho ya su elección, que habla de un viraje hacia otro régimen, viraje que espera de la "sociedad" y del "Estado", es decir, de elementos surgidos exclusivamente sobre la base de esa elección y para ella? ¿O el marxista, que dice que soñar con otros caminos significa ser un ingenuo romántico, puesto que la realidad muestra con la mayor evidencia que el "camino" ya ha sido elegido y que la dominación del capital es un hecho que no puede ser eludido con reproches ni condenaciones, un hecho con el que sólo tienen que habérselas los productores directos?

Otro reproche muy en boga. Los marxistas estiman que el surgimiento del gran capitalismo en Rusia es un fenómeno progresista. Prefieren, por lo tanto, el proletario al campesino "independiente", ven con buenos ojos que se despoje al pueblo de la tierra, v, desde el punto de vista de la teoría-que presenta como ideal el eme los medios de producción pertenezcan a los obreros- son partidarios de que el obrero se vea desprovisto de medios de producción, es decir, incurren en una contradicción insoluble.

Sí, los marxistas consideran que el gran capitalismo es un fenómeno progresista, pero no, claro está, porque sustituya la "independencia" por la dependencia, sino porque crea condiciones para suprimir la dependencia. En cuanto a la "independencia" del campesino ruso, eso es un meloso cuento de hadas populista y nada más, pues en la realidad no existe. Y la pintura que hemos dado (así como todas las obras e investigaciones acerca de la situación económica del campesino) reconoce también este hecho (que en realidad no hay independencia): tanto los campesinos, como los obreros, trabajan "para otros". Esto lo reconocían los viejos populistas rusos. Pero no comprendían las causas ni el carácter de esa deficiencia no comprendían que era también dependencia capitalista que se distinguía de la urbana únicamente por estar menos desarrollada y por conservar mayores vestigios de las formas medievales y semi-feudales del capital. Comparemos esa aldea que nos ha pintado el populista con una fábrica. Se distinguen (en cuanto a la independencia) únicamente en que en la primera vemos "pequeños" parásitos y en la segunda grandes; en la primera, explotación de individuos aislados y por medios semi-feudales y en la segunda una explotación de las masas ya netamente capitalista. Por supuesto, esta segunda explotación es progresista: el mismo capitalismo poco desarrollado en la aldea, y por ende acompañado de la usura, etc., etc., en la fábrica está desarrollado: el mismo antagonismo que existe en el campo, se manifiesta en la fábrica con toda plenitud; aquí, la división es ya completa, y no existe la posibilidad del planteamiento a medias tintas de la cuestión, que satisface al pequeño productor (así como a su ideólogo), capaz de censurar, criticar y maldecir al capitalismo, pero incapaz de renunciar a la base misma [38] de ese capitalismo, a la confianza en sus servidores, a los rosados sueños respecto de que "sería mejor sin lucha", como dijo el deslumbrante señor Krivenko. Aquí los sueños son ya imposibles, y eso es un gigantesco paso adelante; aquí ya se ve con claridad de qué lado está la fuerza, y no se puede perorar acerca de la elección del camino, pues es evidente que primero hay que "redistribuir" esa fuerza.

"Optimismo meloso": así caracterizó el señor Struve el populismo, y con profunda razón. ¿Cómo no llamarlo optimismo cuando la absoluta dominación del capital en el campo se pasa por alto, se silencia, se presenta como una casualidad; cuando se propone todo tipo de créditos, cooperativas y laboreo en común, como si todos esos "kulaks", vampiros, comerciantes, taberneros, contratistas, prestamistas, etc., etc., como si toda esa "joven burguesía" no tuviera va "en sus manos" "cada aldea"? ¿Cómo no calificarlo de meloso si esa gente sigue hablando "diez, veinte, treinta y más años" de si "sería mejor sin lucha", en el preciso momento en que la lucha va se desarrolla, aunque sorda, inconsciente, no iluminada por las ideas?

Trasladémonos ahora, lector, a la ciudad. Allí encontraremos todavía en mayor profusión y variedad a esa joven burguesía. Todo el que sabe leer y escribir, y se considera apto para una actividad más noble, todo el que se considera digno de mejor suerte que la mísera del campesino del montón, todo el que en esas condiciones, se siente limitado en el campo, afluye hoy a las ciudades...

Y sin embargo, los señores populistas pronuncian melosos discursos acerca del "carácter artificial' del capitalismo urbano, acerca de que es una "flor de invernadero" que morirá si no se la cuida, etc., etc. Basta considerar más sencillamente los hechos para ver con claridad que esa burguesía "artificial" está integrada precisamente por las sanguijuelas de la aldea que se han trasladado a la ciudad, y crecen con toda espontaneidad en ese terreno alumbrado por la "luna capitalista" que obliga a cada campesino del montón a comprar más barato y a vender más caro.

...Veremos aquí: dependientes, oficinistas, comerciantes minoristas, vendedores ambulantes, contratistas de todo tipo (yeseros, carpinteros, alhamíes, etc.), conductores de trenes, porteros, policías, comisionistas de Bolsa, encargados de postas, fondas y posadas, dueños de distintos talleres, capataces de fábricas, etc., etc. Todos ellos constituyen la auténtica joven burguesía, con todos sus rasgos distintivos. Su código moral es también aquí muy reducido: toda su actividad está basada en la explotación del trabajo [39], y el objetivo de su vida consiste en adquirir un capital o un capitalito para pasar el tiempo entregados a estúpidas diversiones...

...Sé que muchos se alegran de verlos, encuentran en ellos inteligencia, energía, iniciativa y los consideran los elementos más progresistas del pueblo, ven en ellos un, paso directo y natural de la civilización de su patria, cuyas asperezas limará el tiempo. ¡Oh, sé desde hace mucho que en el país se ha formado una gran burguesía de gente culta, de comerciantes y de aristócratas que no pudieron soportar la crisis de 1861 y vinieron a menos, o se sintieron dominados por el espíritu de la época; sé que esa burguesía ha formado ya los cuadros del tercer estado y que le faltan precisamente esos elementos salidos del pueblo, que le gustan porque sin ellos no puede hacer nada...

Aquí también se deja abierta una rendija para que pueda penetrar el "meloso optimismo": ¡¡a la gran burguesía "le faltan precisamente" elementos burgueses salidos del pueblo!! ¿Pero de dónde ha salido la gran burguesía misma si no del pueblo? ¿Será capaz el autor de negar los lazos de nuestros "comerciantes" con los campesinos?

Vemos aquí el afán de presentar el desarrollo de la joven burguesía como un fenómeno casual, resultado de la política, etc., etc. Es muy típica del populista esta superficialidad en la comprensión, que no permite ver las raíces de los fenómenos en la propia estructura económica de la sociedad, y que conjuga la capacidad de enumerar con todo detalle a los distintos representantes de la pequeña burguesía con la incapacidad de ver que la misma pequeña empresa independiente del campesino o del kustar constituye ya, dado el sistema económico actual, no una empresa "popular", ni mucho menos, sino pequeñoburguesa.

... Sé que muchos descendientes de antiguos linajes se han dedicado a destilar alcohol y a explotar tabernas, concesiones ferroviarias y empresas de trabado de ferrocarriles; que se han acomodado en los consejos de administración, de los bancos por acciones, se han infiltrado hasta en la literatura y entonan ahora nuevas canciones. Sé que muchas de esas canciones literarias son muy tiernas y sentimentales, que se habla en ellas de las necesidades y de los deseos del pueblo; pero sé también, que la obligación de la literatura decente consiste en desenmascarar la intención de darle al pueblo piedras, en lugar de pan.

¡Qué idilio arcádico! [40] ¿Sólo tienen la "intención" de dar?!

¡Y cómo armoniza eso de que él "sabe", que "desde hace ya mucho", se ha formado la burguesía y con todo considera todavía que su misión consista en "desenmascarar las intenciones" de crear la burguesía!

Eso es precisamente lo que se llama "candidez", cuando frente a un ejército movilizado, frente a "soldados" formados, unidos por un "Cuartel General" constituido "hace mucho", la gente habla todavía de "desenmascarar intenciones", y no de una abierta lucha de intereses.

... La burguesía francesa también se identificaba siempre con el pueblo, y siempre presentaba sus reivindicaciones en nombre del pueblo, pero siempre lo engañaba. Nosotros estimamos que la tendencia burguesa, que sigue nuestra sociedad en los últimos años, es nociva y peligrosa para la moral y el bienestar del pueblo.

Esta frase es quizá la que muestra con mayor evidencia el espíritu pequeñoburgués del autor. ¡Declara que la tendencia burguesa es "nociva y peligrosa" para la moral y el bienestar del pueblo! ¿De qué "pueblo", respetable señor moralista? ¿Del que trabajaba para los terratenientes bajo el régimen de servidumbre, régimen que fomentaba el "hogar familiar", la "vida sedentaria" y el "sagrado deber; de trabajar"? [41]

¿O del que iba después a buscar el rublo para el rescate? Usted sabe perfectamente que el pago de ese rublo era la condición fundamental, primordial, de la "emancipación", y que el campesino sólo podía obtener ese rublo del señor Cupón [42]. Usted mismo describió cómo se las arreglaba ese señor; cómo "la clase media introdujo en la vida su propia ciencia, su propio código moral y sus propios sofismas"; cómo se ha formado ya una literatura que canta loas a "la inteligencia, la iniciativa y la energía" de la burguesía. Está claro que todo se reduce a la sustitución de una forma de organización social por otra: el sistema de apropiación del plustrabajo de los siervos sujetos a la tierra creó la moral feudal; el sistema del "trabajo libre" que se esfuerza "para otros", para los poseedores del dinero, ha creado, en sustitución, la moral burguesa.

Pero el pequeño burgués teme mirar las cosas de frente y llamarlas por su nombre: cierra los ojos ante estos hechos indiscutibles y se pone a soñar. Únicamente considera "moral" la pequeña actividad independiente (para el mercado, cosa que silencia con modestia), mientras estima "inmoral" el trabajo asalariado. No comprende el vínculo entre lo uno y lo otro-vínculo indisoluble-, y considera que la moral burguesa es una enfermedad casual y no un producto directo del sistema burgués, que nace de la economía mercantil (contra la cual, en realidad, nada tiene que objetar).

Y he aquí que comienza su sermón de vieja: "eso es nocivo y peligroso".

No compara la nueva forma de explotación con la anterior, con la feudal, no se fija en los cambios que ha introducido en la relación entre el productor y el propietario de los medios de producción, y la compara con una absurda utopía filistea: con una "pequeña empresa independiente" que, siendo mercantil, no lleve a lo que en realidad lleva (véase antes: "florece opulento el kulakismo y tiende a esclavizar a los más débiles, transformándolos en peones rurales", etc.). Por eso, su protesta contra el capitalismo (protesta muy legítima y justa) se convierte en un lamento reaccionario.

No comprende que, al sustituir la forma de explotación que sujetaba al trabajador a su localidad por una forma que lo desplaza de un sitio a otro por todo el país, la "tendencia burguesa" ha hecho una obra útil; que al sustituir una forma de explotación, en que la apropiación del plusproducto era disimulada por las relaciones personales entre el explotador y el productor, por las obligaciones civiles y políticas mutuas de los ciudadanos, por "el suministro de una parcela de tierra", etc.; al sustituir por una forma que pone en lugar de todo eso el "desalmado pago en contante y sonante" y compara la fuerza de trabajo con cualquier otra mercancía u objeto, no comprende que la "tendencia burguesa" despoja la explotación del velo de la falta de claridad y de las ilusiones, y ponerla al desnudo es ya un gran mérito.

Hay que prestar atención, además, a la afirmación de que la tendencia burguesa ha prendido en nuestra sociedad "en los últimos años". ¿Acaso sólo "en los últimos años"? ¿No se manifestó con toda evidencia también en la década del 60? ¿No dominó asimismo en el trascurso de toda la década del 70?

El pequeño burgués trata otra vez de suavizar las cosas, de presentar el carácter burgués que define a nuestra "sociedad" en el trascurso de toda la época posterior a la Reforma, como un apasionamiento temporal, como una moda. Los árboles impiden ver el bosque: este es el rasgo esencial de la doctrina pequeñoburguesa. Detrás de la protesta contra el régimen de servidumbre y de los furiosos ataques contra éste, el ideólogo de la pequeña burguesía no ve la realidad burguesa porque teme mirar de frente la base económica del sistema que fue instaurado mientras vociferaba contra él. Detrás de la alharaca de toda la literatura avanzada "(liberal coqueta", página 129) acerca de los créditos, de las asociaciones de ahorro y préstamo, del peso de los impuestos, la ampliación de la posesión de la tierra y demás medidas de ayuda al "pueblo", no ve más que las características burguesas de los " últimos años". Por último, detrás de los lamentos acerca de la " reacción" y del lloriqueo por la "década del 60", no ve en absoluto el carácter burgués, que es la, base de todo esto, y por ello se funde cada vez más con esta "sociedad".

En efecto, durante estos tres períodos de la historia posterior a la reforma, nuestro ideólogo de los campesinos siempre estuvo junto a la "sociedad" y marchó con ella, sin comprender que el carácter burgués de esta "sociedad" priva de toda fuerza a su protesta contra ese carácter burgués y condena a nuestro ideólogo, inevitablemente, a soñar o a contraer miserables compromisos propios de un pequeño burgués.

Esta aproximación de nuestro populismo (enemigo "en principio" del liberalismo) a la sociedad liberal enternecía a muchos, y hoy sigue enterneciendo al señor V. V. (véase su artículo en Nedielia, núms. 47-49 de 1894). De ello deducen que la intelectualidad burguesa es: débil y hasta inexistente en Rusia, y relacionan esta suposición con la ausencia de una base para el capitalismo ruso. En realidad ocurre todo lo contrario: esa aproximación es el más fuerte argumento contra el populismo, una prueba directa de su carácter pequeñoburgués. Así como en la vida el pequeño productor se funde con la burguesía debido a la producción aislada de mercancías para el mercado, a sus probabilidades de abrirse paso, de llegar a ser un gran propietario, así el ideólogo del pequeño productor se convierte en un liberal cuando se trata del problema de los créditos, las cooperativas, etc. Del mismo modo que el pequeño productor es incapaz de luchar contra la burguesía y cifra sus esperanzas en medidas de ayuda como la reducción de los impuestos, el aumento de sus tierras, etc., así también el populista cifra sus esperanzas en la "sociedad" liberal y en sus peroratas, envueltas en "una falsedad y una hipocresía infinitas", acerca del "pueblo". Si alguna vez se atreve a injuriar a la "sociedad", añade a continuación que la "sociedad" se ha deteriorado sólo "en los últimos años", pero que, en general, no es mala.

Sovremiennie Izveztia hizo hace poco un estudio de la nueva clase económica surgida en el país después de la Reforma y la caracterizó muy bien con las siguientes palabras: "El millonario de los viejos tiempos, modesto, barbudo, con botas de caña alta bien lustradas, que se inclinaba ante cualquier pequeño funcionario de la policía, se ha trasformado rápidamente en un hombre de negocios de tipo europeo, desenvuelto, inclusive insolente y altivo, galardonado a veces con una condecoración y con un alto cargo. Si se fija uno en esa gente surgida de modo tan inopinado, ve con asombro que la mayoría de esas luminarias eran ayer taberneros, contratistas, dependientes de comercio, etc., etc. Esos advenedizos animaron la vida urbana, pero no la mejoraron. Introdujeron en ella un desordenado ajetreo y una extraordinaria confusión de conceptos. El aumento de las operaciones mercantiles y la demanda de capital desarrollaron la fiebre de las empresas, que se convirtió en el delirio de los juegos de azar. Multitud de fortunas amasadas inesperadamente han llevado al último grado el afán de lucro", etc...

Es indudable que esa gente ejerce la más fatal influencia en la moral del pueblo [¡he aquí en qué consiste la desgracia: en el relajamiento de la moral, y no, en absoluto, en las relaciones de producción capitalistas! K. T.] y si admitimos que los obreros de la ciudad están más pervertidos que los del campo, no queda la menor duda de que ello se debe a que están mucho más rodeados de esa gente, respiran el mismo aire y viven la vida por ella creada.

He ahí una evidente confirmación de lo que dice el señor Struve acerca del carácter reaccionario del populismo. La " perversión" de los obreros urbanos asusta al pequeño burgués, que prefiere el "hogar familiar" (donde los golpes y la cohabitación del suegro con la nuera son hechos comunes) y la "vida sedentaria" (con la ignorancia y la brutalidad), y no comprenden que el despertar del hombre en el "jamelgo" [43] -despertar de una importancia histórica mundial tan grande que justifica todos los sacrificios-no puede dejar de adquirir formas violentas en las condiciones capitalistas en general y en las de Rusia en particular.

Si el terrateniente ruso se distinguía por su brutalidad y bastaba con rascar un poco para que apareciera el tártaro que había en él, al burgués ruso no hay siquiera necesidad de rascarlo. Si los viejos comerciantes rusos crearon el reino de las sombras, ahora, con el surgimiento de la nueva burguesía, crearán unas tinieblas en las que perecerá todo pensamiento, todo sentimiento humano.

El autor no puede estar más equivocado. Debió emplear el tiempo pasado y no el futuro; y debió emplearlo cuando esto fue escrito, en la década del 70.

Bandas de nuevos conquistadores se esparcen por todos los confines, sin que nadie les oponga resistencia en parte alguna. Los terratenientes los protegen y acogen con júbilo, la gente de los zemstvos les da grandes sumas en concepto de primas de seguros, los maestros de escuela les escriben sus enredados papeles, los sacerdotes los visitan y los escribientes de los distritos los ayudan a engañar a los mordvines.

¡Atinada caracterización! "No sólo no encuentran resistencia", sino que cuentan con la corroboración de todos los representantes de la "sociedad" y del "Estado" que acaba de enumerar el autor. Por ello-¡original lógica!-, para hacer cambiar las cosas se debe aconsejar la elección de otro camino, y aconsejar esto, precisamente, a la "sociedad" y al "Estado".

¿Qué se puede hacer, sin embargo, contra esa gente?

[...] Esperar el desarrollo intelectual de los explotadores y que mejore la opinión pública es imposible, tanto desde el punto de vista de la justicia como desde el moral y político que debe adoptar el Estado.

¡Obsérvese: el Estado debe adoptar "un punto de vista moral y político"! ¡Eso no es más que pura chachara! ¿Acaso los enumerados representantes y agentes del "Estado" (comenzando por los escribientes de la administración de los distritos) no tienen ya un punto de vista "político" [compárese con lo que se dice antes: "muchos se alegran... los consideran los elementos más progresistas del pueblo, veri en ellos un paso directo y natural de la civilización de su patria"] y uno "moral" [lugar citado: "inteligencia, energía e iniciativa"]? ¿Por qué oculta la división que existe en las ideas morales y políticas tan hostiles como los "nuevos brotes" son indudablemente [hostiles en la vida para aquellos "a quienes la burguesía ordena ir a trabajar"? ¿Por qué oculta la lucha de estas ideas, que no es sino una superestructura de la lucha de las clases sociales?

Todo eso es un resultado natural e inevitable del punto de vista pequeñoburgués. El pequeño productor sufre mucho por el orden de cosas actual, pero se halla al margen de las contradicciones directa y plenamente descubiertas, las teme y se consuela con ingenuos sueños reaccionarios de que "el Estado debe adoptar un punto de vista moral", y precisamente el punto de vista de esa moral grata al pequeño productor.

No, no tiene usted razón. El Estado a que apela, el Estado actual, el presente, debe adoptar el punto de vista de la moral grata a la gran burguesía, y debe hacerlo porque así lo determina la distribución de las fuerzas entre las clases existentes en la sociedad.

Usted se indigna. Se pone a gritar que al reconocer ese "deber", esa necesidad, el marxista defiende a la burguesía.

Eso no es cierto. Usted se da cuenta de que los hechos están en contra suya, y por eso recurre a dudosos trucos: atribuye el deseo de defender a la burguesía a quienes refutan los sueños pequeñoburgueses de usted acerca de la elección de un camino sin burguesía, señalando que la dominación de esta última es un hecho; a quienes demuestran la inutilidad de las insignificantes y miserables medidas de usted contra la burguesía, señalando que ésta se halla profundamente enraizada en la estructura económica de la sociedad, señalando la existencia de una lucha económica de las clases, base de la "sociedad" y del "Estado"; a quienes exigen de los ideólogos de la clase trabajadora que rompan por completo con esos elementos y se pongan al servicio exclusivo de quienes se han "diferenciado de la vida" de la sociedad burguesa.

Naturalmente, no consideramos que la literatura no ejerza influencia, mas para ello debe, en primer lugar, comprender mejor su misión y no limitarse tan sólo [Sic!!!] a educar a los kulaks, sino despertar también la opinión pública.

¡He aquí al petit bourgeois [44] en su aspecto más puro! ¡¡Si la literatura educa a los kulaks, es porque comprende mal su misión!!

¡Y esos señores se asombran cuando se les dice que son unos ingenuos, unos románticos!

Al contrario, respetable señor populista, los "kulaks"[45] educan a la literatura, le suministran ideas (acerca de la inteligencia, la energía y la iniciativa, acerca del paso natural de la civilización de su patria) y le proporcionan medios. Su referencia a la literatura es tan ridícula como si alguien, al ver enfrentados a dos ejércitos enemigos, se dirigiera al ayudante del mariscal de campo enemigo con el sumiso ruego de "actuar más solidariamente". Sí, es exactamente lo mismo.

Lo mismo puede decirse del deseo de "despertar la opinión pública". ¿La opinión de esa sociedad que "busca ideales en la calma de la siesta"? Habitual ocupación esta de los señores populistas a la que se vienen entregando con tan brillante éxito desde hace "diez, veinte, treinta y más años".

¡Esfuércense, caballeros! La sociedad que se deleita durmiendo la siesta, a veces gruñe: sin duda se dispone a actuar con unanimidad contra los kulaks. Sigan hablando con ella. Allez toufours! [46]

... y en segundo lugar debe gozar de más libertad de palabra y de mayor acceso al pueblo.

Excelente deseo. La "sociedad" ve con buenos ojos ese "ideal". Pero como lo "busca" con la tranquilidad con que duerme la siesta y lo que más teme en el mundo es que se altere esa tranquilidad..., se apresura con gran lentitud, progresa con tanta prudencia, que cada año se encuentra más y más atrás. Los señores populistas creen que eso es una casualidad, que ahora mismo va a terminar la siesta y comenzará el verdadero progreso. ¡Quédense esperando!

Tampoco consideramos que no ejerzan influencia la educación y la instrucción, pero suponemos, ante todo: 1) que, la instrucción debe darse a todos y cada uno, y no sólo a determinados individuos, destacándolos del medio y convirtiéndolos en kulaks...

"A todos y a cada uno"... precisamente eso es lo que quieren los marxistas. Pero estiman que ello es inaccesible mientras existan las condiciones económico-sociales actuales, pues, aunque la enseñanza fuese gratuita y obligatoria, para la "educación" se necesitaría dinero, y sólo lo tienen "los que han salido del pueblo". Los marxistas estiman que, por lo tanto, tampoco en este caso hay otra salida que no sea la "dura lucha de las clases sociales".

...2) que las escuelas públicas deben estar abiertas, no sólo a sacristanes retirados, funcionarios y toda suerte de gente inútil, sino también a hombres verdaderamente honrados y que aman de verdad al pueblo.

¡Muy conmovedor! Pero quienes ven "inteligencia, iniciativa y energía" en la "gente salida del pueblo", aseguran también (y no siempre sin sinceridad) que "aman al pueblo", y muchos de ellos son hombres "verdaderamente honrados". ¿Quién va a hacer aquí de juez? ¿Individuos de pensamiento crítico y de elevadas cualidades morales? ¿Pero no ha dicho el autor que el desprecio no hace mella en esa gente salida del pueblo? [47]

Y de nuevo, al final, nos vemos ante el rasgo fundamental del populismo, que ya tuvimos ocasión de observar al comienzo: el afán de cerrar los ojos a los hechos.

Cuando el populista describe los hechos, se ve siempre obligado a reconocer que la realidad pertenece al capital, que nuestra evolución real es capitalista y que la fuerza la posee la burguesía. Así lo acaba de reconocer, por ejemplo, el autor del artículo comentado, cuando dice que en nuestro país se ha creado una "cultura de clase media"; que es la burguesía quien ordena al pueblo que vaya a trabajar; que a la sociedad burguesa sólo la preocupan sus procesos digestivos y dormir siesta; que la "clase media" ha creado inclusive una ciencia burguesa, una moral burguesa, sofismas políticos burgueses y una literatura burguesa.

Y a pesar de ello, todos los argumentos de los populistas se basan siempre en el supuesto contrario: en que la fuerza no está en manos de la burguesía sino del "pueblo". El populista habla de la elección del camino (al tiempo que reconoce el carácter capitalista del camino real), de la socialización del trabajo (que se halla bajo la "dirección," de la burguesía), de que el Estado debe adoptar un punto de vista moral y político, de que precisamente los populistas deben enseñar al pueblo, etc., etc., como si la fuerza estuviera en manos de los trabajadores o sus ideólogos, y no faltara ya más que indicar los procedimientos "inmediatos, convenientes", etc., de emplear dicha fuerza.

Todo eso es una repugnante mentira, desde el principio hasta el fin. Uno podría imaginarse la raison d'étre [48] de semejantes ilusiones hace medio siglo, cuando en Regirungsrat prusiano [49] descubría en Rusia la "comunidad rural", pero ahora, después de una historia de más de treinta años de trabajo "libre", eso es una burla o fariseísmo y almibarada hipocresía.

La principal tarea teórica del marxismo consiste en destruir esta mentira, por buenas y sinceras que hayan sido las intenciones de su autor. El primer deber de quienes desean buscar "caminos hacia la felicidad humana" es no engañarse a sí mismos y tener el valor de reconocer sinceramente los hechos.

Y cuando los ideólogos de la clase trabajadora comprendan esto y lo sientan, reconocerán que los "ideales" no deben consistir en trazar caminos mejores v más cortos, sino en formular las tareas y los objetivos de la "dura lucha de las clases sociales", que se desarrolla ante nuestros ojos, en nuestra sociedad capitalista; que la medida del éxito de sus aspiraciones no la dará la elaboración de consejos a la "sociedad" y al "Estado", sino el grado de difusión de estos ideales en el seno de determinada clase de la sociedad; que los más elevados ideales no valen un bledo si no se sabe fundirlos indestructiblemente con los intereses de los participantes de la lucha económica, fundirlos con esos problemas cotidianos tan pequeños y "estrechos" de la clase dada como el de la "justa remuneración del trabajo", con esos problemas que nuestro grandilocuente populista mira con tan sublime desdén.

...Pero eso no es todo: el desarrollo intelectual, como desgraciadamente lo vemos a cada paso, no garantiza que en el hombre no despierten ambiciones e instintos rapaces. Y por ello deben tomarse sin dilación las medidas necesarias para proteger el campo contra la rapacidad; deben tomarse, en primer lugar, para proteger la comunidad rural como forma de vida social que contribuye al perfeccionamiento moral del hombre. La comunidad rural debe ser garantizada de una vez y para siempre. Pero tampoco eso es todo: dada su situación económica actual y las cargas fiscales, la comunidad rural no puede existir, y por ello es necesario tomar medidas para ampliar la posesión de la tierra por los campesinos, reducir los impuestos y organizar las industrias populares.

Estas son las medidas contra los kulaks, medidas que debe apoyar y defender toda la literatura honrada. Estas medidas no son, naturalmente, nuevas; pero son las únicas y no todo el mundo, ni mucho menos, está aun convencido de ello (Fin).

¡Ahí tienen ustedes el programa del ampuloso populista! La descripción de los hechos revela que existe por doquier una contradicción absoluta de intereses económicos; "por doquier", no sólo en el sentido de que se observa tanto en la ciudad como en el campo, en la comunidad rural como fuera de ella, en las fábricas y en la industria "popular", sino también al margen de los fenómenos económicos: en la literatura y en la "sociedad", en el dominio de las ideas morales, políticas, jurídicas, etc., etc. Pero nuestro caballero Kleinbürger derrama amargas lágrimas y vocifera: "¡deben tomarse fin dilación medidas para proteger el campo!". La superficialidad pequeñoburguesa de su comprensión y su disposición para aceptar compromisos se manifiestan con toda nitidez. Ese mismo campo de que nos habla se halla, como hemos visto, escindido y en luchar en él chocan intereses antagónicos, pero el populista no ve la raíz del mal en el sistema establecido, sino en defectos parciales de éste, y no basa su programa en la necesidad de imprimir una orientación ideológica a la lucha que se desarrolla, sino en "proteger" el campo contra "aves de rapiña" casuales, fortuitas, aparecidas de fuera. ¿Y quién, respetable señor romántico, debe tomar medidas para protegerlo? ¿Esa "sociedad" que se da por satisfecha con ver cumplidos los procesos digestivos a costa de quienes deben ser protegidos? ¿Los agentes de los Zemstvos, de la administración de los distritos v demás, que viven de migajas de la plusvalía y por ello, como acabamos de ver, ayudan en vez de oponer resistencia?

El populista ve en todo eso una lamentable casualidad y nada más, el resultado de una mala "comprensión de su misión", y cree que basta con "ponerse de acuerdo y actuar unidos" para que todos esos elementos "vuelvan al buen camino". No quiere ver que en las relaciones económicas predomina el sistema de Plusmacherei, sistema bajo el cual sólo dispone de medios y de tiempo para instruirse la "gente salida del pueblo", mientras que la "masa" debe "seguir sumida en la ignorancia y trabajar para otros"; ello trae como consecuencia directa e inmediata que sólo tengan acceso a la "sociedad" representantes de los primeros y que sólo entre esta "sociedad" y entre la "gente salida del pueblo" puedan reclutarse los escribientes para las administraciones de los distritos, los agentes del zemstvo y demás funcionarios, a quienes el ingenuo populista considera gente situada arriba de las relaciones económicas y de las clases, por encima de ellas.

Por eso su llamado a "proteger", no va dirigido a quien corresponde.

El populista, o bien se da por satisfecho con paliativos pequeñoburgueses (lucha contra el kulak: véase más arriba lo de las cooperativas de préstamo y ahorro, lo del crédito, lo de la legislación para estimular la sobriedad, la laboriosidad y la instrucción; ampliación de la posesión de la tierra por los campesinos: véase más arriba lo del crédito agrícola v la compra de tierras; reducción de los impuestos: véase nías arriba lo del impuesto a la venta), o bien con el rosado sueño, propio de una colegiala, de "organizar las industrias populares".

¿Pero acaso esas industrias no están ya organizadas? ¿Acaso toda esa joven burguesía de que hemos hablado antes no organizó ya a su manera, a la manera burguesa, todas esas "industrias populares"? Si no fuera así, ¿cómo podría "ser la dueña de cada aldea"? ¿Cómo podría "ordenar al pueblo que vaya a trabajar" y apropiarse del sobrevalor?

La indignación supermoral del populista llega al paroxismo. Es una inmoralidad-clama-decir que el capitalismo constituye un sistema de "organización", cuando tiene por base la anarquía de la producción, las crisis, el desempleo constante, regular y siempre en aumento de las masas y el incesante empeoramiento de la situación de los trabajadores.

No, señor mío. Lo inmoral es pintar la verdad de color de rosa, presentar como algo casual, fortuito, el orden dé cosas que caracteriza toda la Rusia posterior a la Reforma. Que toda la nación capitalista impulsa el progreso técnico vi lleva a cabo la socialización del trabajo a costa de la mutilación y la deformación del productor, es algo sabido desde hace ya mucho tiempo. Pero tomar este hecho como objeto de pláticas moralistas con la "sociedad" y, cerrando los ojos a la lucha que se desarrolla, balbucear en la quietud de la siesta: "protejan", "garanticen", "organicen", es ser un romántico, un ingenuo, un romántico reaccionario.

 


Al lector podrá parecerle que estos comentarios no tienen relación con el análisis del libro del señor Struve. Yo creo que eso es tan sólo en apariencia.

El libro del señor Struve está muy lejos de haber descubierto el marxismo ruso. No hace más que llevar por vez primera a las páginas de la prensa teorías formuladas y expuestas anteriormente [50]. El paso dado por el señor Struve fue precedido, como señalamos, por una violenta crítica del marxismo en las publicaciones liberal-populistas, crítica que lo embrolló y tergiversó todo.

Sin responder previamente a esa crítica no se podía, primero, emprender el estudio del actual estado de la cuestión ni, segundo, comprender el libro del señor Struve, su carácter y misión.

Se tomó ese viejo artículo populista con el objeto de responder; porque hacía falta un escrito en el que se enunciaran los principios, y que, además, defendiera algunos de los preceptos del viejo populismo ruso, que tienen valor para el marxismo.

Con este comentario hemos querido demostrar el carácter artificial y absurdo de los procedimientos polémicos en boga entre los liberal-populistas. Esos argumentos que atribuyen al marxismo estar ligado al hegelianismo [51], creer en tríadas, en dogmas y esquemas abstractos, que no requieren ser comprobados por los hechos, y afirmar que cada país debe pasar por la fase capitalista, etc., son pura charlatanería.

El marxismo ve su tarea principal en la formulación y en la explicación teórica de la lucha de las clases sociales y de los intereses económicos, de la que somos testigos.

El marxismo sólo se basa en los hechos de la realidad y de la historia rusas; es también la ideología de la clase trabajadora, pero explica de modo muy distinto el desarrollo y las victorias del capitalismo ruso, hechos por todos conocidos, y de modo muy distinto comprende las tareas que la realidad plantea a los ideólogos de los productores directos. Por ello, cuando el marxista habla de la necesidad, de la inevitabilidad y del carácter progresista del capitalismo ruso, parte de hechos bien establecidos que, precisamente por estar bien establecidos, por ser bien conocidos, no siempre se mencionan; explica de modo distinto lo que ha repetido infinidad de veces la literatura populista, y si, en respuesta a ello, el populista vocifera que el marxista no quiere ver los hechos, para desmentirlo basta con hacer referencia a cualquier artículo en el que los populistas exponen sus principios, publicado en la década del 70.

Pasemos ahora a analizar el libro del señor Struve.

 

 

* * *

CAPÍTULO II

CRÍTICA DE LA SOCIOLOGÍA POPULISTA

 

[a]

La "esencia" del populismo, su "idea fundamental", reside, según el autor, en la "teoría sobre la excepcionalidad del desarrollo económico de Rusia". Según dice, esa teoría tiene "dos fuentes principales": 1) una doctrina definida sobre el papel del individuo en el proceso histórico y 2) la convicción de que el pueblo ruso tiene un carácter nacional y un espíritu específicos, y un destino histórico peculiar (2). En su nota a este pasaje, el autor señala que "al populismo lo distinguen ideales sociales totalmente definidos" [53], y dice que expone a continuación las concepciones económicas de los populistas.

Me parece que esta caracterización de la esencia del populismo requiere ciertas enmiendas. Es demasiado abstracta e idealista, pues habla de las ideas teóricas predominantes en el populismo, pero no de su "esencia", ni de su "fuente". Queda absolutamente confuso por qué a los ideales mencionados van unidas la creencia en un desarrollo específico de Rusia y una teoría particular sobre el papel del individuo, y por qué estas teorías han llegado a ser la tendencia "más influyente" de nuestro pensamiento social. Ya que el autor, al hablar de las "ideas sociológicas del populismo" (subtítulo del primer capítulo), no pudo, empero, limitarse a tratar aspectos puramente sociológicos (el método en sociología) y se refirió a las ideas populistas acerca de la realidad económica de Rusia, debió haber señalado cuál es la esencia de esas ideas. Sin embargo, en la nota mencionada sólo lo hizo a medias. La esencia del populismo consiste en que representa los intereses de los productores desde el punto de vista del pequeño productor, del pequeño burgués. En su artículo en alemán a propósito del libro del señor N.-on (Sozialpolitisches Centralblatt, 1893, núm. 1) el señor Struve llamó al populismo "socialismo nacional" (Rússkoie Bogatstvo, 1893, núm. 12, pág. 185). En vez de "nacional" debería haber dicho "campesino" en lo que se refiere al viejo populismo ruso, y en lo que se refiere al contemporáneo, "pequeñoburgués". La "fuente" del populismo es el predominio de la clase de los pequeños productores en la Rusia capitalista posterior a la Reforma.

Esta caracterización requiere una aclaración. El vocablo " pequeñoburgués" no lo empleo aquí en su sentido habitual, sino en el que le da la economía política. Pequeño productor, que opera bajo un sistema de economía mercantil: estos son los dos rasgos que componen el concepto "pequeñoburgués", Kleinbürger. Incluye tanto al campesino como al artesano, a quienes los populistas han considerado siempre iguales, y con mucha razón, pues ambos son, productores, ambos trabajan para el mercado y sólo los diferencia un distinto grado de desarrollo de economía mercantil. Además, yo hago distinción entre el viejo populismo [54] y el contemporáneo, pues el primero era, en cierta medida, una doctrina coherente, una doctrina que cristalizó en una época en que el capitalismo estaba todavía muy poco desarrollado en Rusia, el carácter pequeñoburgués de la economía campesina aún no se había manifestado en absoluto, el lado práctico de la doctrina era pura utopía y los populistas se apartaban decididamente de la "sociedad" liberal e "iban al pueblo". Ahora no ocurre lo mismo: nadie niega ya que Rusia ha emprendido el camino capitalista de desarrollo, y la diferenciación del campo es un hecho indiscutible. De la armónica doctrina del populismo, con su pueril fe en la "comunidad rural", no quedan más que jirones. En cuanto al aspecto práctico, en lugar de la utopía aparece un programa, nada utópico, de medidas "progresistas" pequeñoburguesas, y sólo altisonantes frases recuerdan la histórica vinculación entre estos miserables compromisos y los sueños de mejores y excepcionales caminos para la patria. En vez de una separación respecto de la sociedad liberal, vemos el más conmovedor acercamiento a ella. Y este cambio es precisamente lo que nos obliga a hacer una distinción entre la ideología de los campesinos y la de la pequeña burguesía.

Esta enmienda respecto de la esencia real del populismo nos parecía tanto más necesaria cuanto que el carácter abstracto que reviste la exposición del señor Struve es su principal defecto; eso en primer lugar. Y en segundo lugar "algunas tesis fundamentales" de esa doctrina a K que el señor Struve no adhiere en parte, exigen que las ideas sociales se traduzcan en relaciones económico-sociales.

Y ahora trataremos de demostrar que si ello no se hace es imposible explicar siquiera las ideas puramente teóricas de los populistas, como es la de su método en sociología.

Después de señalar que la doctrina populista acerca de un método particular en sociología es expuesta mejor que nadie por los señores Mírtov [55] y Mijailovski, el señor Struve caracteriza esta doctrina como "idealismo subjetivo", y para confirmarlo cita varios pasajes de las obras de esos señores en los que merece la pena detenerse.

Ambos autores sientan como piedra angular la tesis de que la historia ha sido hecha por "individuos que luchaban aisladamente". "Los individuos hacen la historia" (Mírtov). El señor Mijailovski es aun más explícito: "Las personas vivientes, con todas sus ideas y todos sus sentimientos, se convierten en artífices de la historia por su cuenta y riesgo. Son ellas, y no una fuerza mística, quienes marcan objetivos en la historia e impulsan .hacia ellos los acontecimientos a través de la cadena de obstáculos levantados por las fuerzas elementales de la naturaleza y por las condiciones históricas" (8). Esta tesis de que la historia es forjada por los individuos carece de todo sentido desde el punto de vista teórico. Toda la historia está compuesta por acciones de individuos, y es tarea de las ciencias sociales explicar dichas acciones, de modo que la referencia al "derecho de interferir en el curso de los acontecimientos" (palabras del señor Mijailovski, citadas por el señor Struve, pág. 8) es una tautología sin sentido. Ello se ve con particular raridad en la última retahíla del señor Mijailovski. Las personas vivientes-razona-impulsan los acontecimientos a través de la cadena de obstáculos que les oponen las fuerzas elementales de las condiciones históricas. ¿Pero en qué consisten las "condiciones históricas"? Según la lógica del autor, en acciones de otras "personas vivientes". [Profunda filosofía de la historia!, ¿verdad? ¡Resulta que las personas vivientes impulsan los acontecimientos a través de la cadena de obstáculos que les oponen otras personas vivientes!! ¿Pero por qué las acciones de algunas personas vivientes se califican de elementales, cuando de otros se dice que "impulsan los acontecimientos" hacia objetivos previamente fijados? Está claro que buscar en todo esto un contenido teórico sería empresa poco menos que inútil. El quid de la cuestión está en que esas condiciones históricas que proporcionaron a nuestros subjetivistas material para estructurar sus "teorías" eran (y lo son hoy) relaciones antagónicas y engendraron la expropiación del productor. Incapaces de comprender estas relaciones antagónicas, incapaces de encontrar en ellas mismas elementos sociales a los que pudieran sumarse los "individuos aislados", los subjetivistas se limitaron a confeccionar teorías que consolaban a los individuos " aislados" diciéndoles que la historia era obra de "personas vivientes". El famoso "método subjetivista en sociología" no expresa absolutamente nada que no sean buenos deseos y una comprensión errónea de las cosas. Los razonamientos de Mijailovski que el autor cita a continuación, lo demuestran con toda evidencia.

La vida europea, dice el señor Mijailovski, "se ha formado tan insensata e inmoralmente como fluyen los ríos o crecen los árboles en la naturaleza. El río fluye en la dirección en que encuentra menor resistencia, arrasando todo lo que puede, aunque sea una mina de diamantes, y bordeando todo lo que arrasar no puede, aunque sea un muladar. Las esclusas, las presas y los distintos canales se construyen por iniciativa de la razón v los sentimientos humanos. Puede decirse que esa razón v esos sentimientos estaban ausentes (?-P. S.) cuando surtió el régimen económico de la Europa de nuestros días. Se hallaban en estado embrionario, y su influencia en el curso natural, en el curso espontáneo de las cosas, fue insignificante" (9).

El señor Struve pone un signo de interrogación, pero lo que a nosotros nos asombra es que lo haya puesto a una sola v no a todas las palabras, pues ese pasaje no puede ser más vacío. ¿Qué necedad es esa de que la razón y los sentimientos estuvieron ausentes cuando surgió el capitalismo? ¿En qué consiste el capitalismo, sino en determinadas relaciones entre los hombres? Y todavía no hemos conocido hombres sin razón ni sentimientos. ¿Y qué falsedad es esa de que la razón y los sentimientos de las "personas vivientes" en aquel entonces ejercieron en el "curso de los acontecimientos" una influencia "insignificante"? Todo lo contrario. Los hombres construyeron entonces, en pleno uso de sus facultades mentales, muy ingeniosas esclusas y presas para conducir a los insumisos campesinos al cauce de la explotación capitalista; abrieron con astucia canales de derivación políticos y financieros, y por esos canales fluyeron la acumulación capitalista y la expropiación capitalista, que no se daban por satisfechas con la mera acción de las leyes económicas. En pocas palabras: todas esas declaraciones del señor Mijailovski son tan monstruosamente falsas, que no puede creerse que se deban sólo a errores teóricos. Pero que- dan plenamente explicadas por el criterio pequeñoburgués que sustenta el escritor. El capitalismo ha puesto ya de manifiesto con toda claridad sus tendencias, ha desarrollado hasta su último extremo el antagonismo que le es inherente, la contradicción de intereses empieza a tomar ya formas definidas, reflejándose inclusive en la legislación rusa, pero el pequeño productor sigue al margen de esta lucha. Se halla todavía atado a la vieja sociedad burguesa ñor su diminuta hacienda, y por ello, aunque oprimido por el régimen capitalista, no puede comprender las verdaderas causas de esa opresión y se consuela haciéndose ilusiones de que todo el mal reside en que la razón y los sentimientos de los hombres se encuentran aún en "estado embrionario".

"Naturalmente-continúa el ideólogo de este pequeñoburgués-, los hombres siempre trataron de influir de un modo u otro en el curso de los acontecimientos."

El "curso de los acontecimientos" consiste precisamente en las acciones e "influencias" de los hombres, y en nada más, de modo que nuevamente vemos aquí una frase huera.

"Pero al proceder así lo hacían guiándose por la más pobre experiencia y los más bajos intereses; por ello se comprende que sólo en muy raras ocasiones estos dirigentes lograran hallar, por pura casualidad, el camino que señalan la ciencia contemporánea v las ideas morales de nuestros días" (9).

Eso es moral pequeñoburguesa, que condena la "bajeza de intereses" porque no sabe aproximar sus "ideales" a ningún interés vital; eso es cerrar los ojos, con espíritu pequeñoburgués, a la escisión ya existente y que se refleja con toda claridad tanto en la ciencia como en las ideas morales de nuestros días.

Claro está que los razonamientos del señor Mijailovski no pierden este carácter cuando pasa a ocuparse de Rusia. "Aplaude de todo corazón" las extrañas fábulas de un tal señor Yákovlev, que opina que Rusia es una tabla rasa, que Rusia puede empezar desde el principio mismo, no repetir muchos errores cometidos en otros países, etc., etc. Y todo eso se afirma con plena conciencia de que en esta tabula rasa se sostienen aún muy firmemente los representantes del tipo de economía propio de la "antigua nobleza", con sus grandes propiedades rurales y enormes privilegios políticos; y que proporciona la base para el rápido desarrollo del capitalismo, con todos sus "progresos". El pequeño burgués cierra con cobardía los ojos a estos hechos y se traslada a la esfera de cándidos sueños, tales como que "empezamos a vivir ahora, cuando la ciencia ha dominado ya algunas verdades y ganado cierto prestigio".

Así, pues, los razonamientos del señor Mijailovski citados por el señor Struve evidencian ya el origen de clase de las ideas sociológicas del populismo.

No podemos pasar por alto, sin rebatirla, una observación que el señor Struve hace al señor Mijailovski: "Según él-dice el autor-no existen tendencias históricas insuperables que, como tales, deban servir por un lado como punto de partida y por otro como límite inevitable para la actividad útil de los individuos y de los 'grupos sociales" (11).

Así hablan los objetivistas, y no los marxistas (materialistas). Entre estas concepciones (sistemas de ideas) existe una diferencia que conviene analizar, pues uno de los principales defectos del libro del señor Struve qué se aprecia en la mayoría de sus razonamientos, consiste en una total incomprensión de esa diferencia.

El objetivista habla de la necesidad de un proceso histórico dado; el materialista hace constar con precisión que existen la formación económico-social dada y las relaciones antagónicas engendradas por ella. Al demostrar la necesidad de una serie dada de hechos, el objetivista siempre corre el riesgo de convertirse en un apologista de estos hechos; el materialista pone al desnudo las contradicciones de clase y, al proceder así, fija ya su posición. El objetivista habla de "tendencias históricas insuperables"; el materialista habla de la clase que "dirige" el régimen económico dado creando determinadas formas de reacción de las otras clases. Como vemos, el materialista es, por una parte, más consecuente que el objetivista y aplica su objetivismo con mayor profundidad y plenitud. No se limita a señalar la necesidad del proceso, sino que determina con exactitud qué formación económico-social es precisamente la que da su contenido a ese proceso, qué clase, precisamente, determina esa necesidad. En el caso dado, por ejemplo, el materialista no se limitaría a hacer constar que hay " tendencias históricas insuperables", sino que señalaría la existencia de ciertas clases que determinan el contenido del régimen dado y excluyen cualquier posibilidad de salida que no sea a través de la acción de los productores mismos. Por otra parte, el materialismo presupone el partidismo, por decirlo así, e impone siempre el deber de defender franca y abiertamente el punto de vista de un grupo social concreto [56] siempre que se enjuicie un acontecimiento.

Del señor Mijailovski pasa el autor al señor Yuzhakov, en cuyos escritos nada hay de original ni de interesante. El señor Struve aquilata con toda justicia los razonamientos sociológicos de éste, diciendo que son "palabras ampulosas" "carentes de todo sentido". Merece la pena que nos detengamos en una diferencia muy característica (para el populismo en general) entre los señores Yuzhakov y Mijailovski. El señor Struve señala esta diferencia llamando al señor Yuzhakov "nacionalista" y diciendo que "todo nacionalismo ha sido siempre ajeno" al señor Mijailovski, para quien, según sus propias palabras, "el problema de la verdad del pueblo vale no sólo para el pueblo ruso, sino para toda la gente trabajadora del mundo civilizado". Me parece que tras esta diferencia puede percibirse también un reflejo de la dualidad del pequeño productor, que es a la vez progresista, por cuanto, según la atinada pero inconsciente expresión del señor Yuzhakov, empieza a "diferenciarse de la sociedad", y reaccionario, por cuanto lucha para mantener su situación de pequeño propietario y trata de frenar el desarrollo económico. A ello se debe que también en el populismo ruso veamos conjugados rasgos progresistas y democráticos con rasgos reaccionarios que le ganan las simpatías de Moskóvskie Viédomosti[57]. Creo que sería difícil mostrar esos rasgos reaccionarios con mayor realce que el señor luzhakov en el siguiente pasaje reproducido por el señor Struve:

"Sólo el campesinado ha sido siempre y en todas partes el portador de la idea pura del trabajo. No cabe duda de que esta misma idea la ha sacado a la palestra de la historia contemporánea el llamado cuarto estado, el proletariado urbano, pero las modificaciones que sufrió su esencia son tan considerables que el campesino difícilmente reconocería en ella la base habitual de su régimen de vida. El derecho al trabajo, y no el sagrado deber de trabajar, de ganarse el pan con el sudor de la frente. [¡De modo que era esto lo que ocultaba la "idea pura del trabajo"! ¿La idea puramente feudal del "deber" del campesino de ganarse el pan para... cumplir con sus tributos? ¡¡Ese sagrado "deber" se le predica a la pobre bestia de carga agobiada y aplastada por él!![58]

Después, el carácter independiente del trabajo y su remuneración, toda esa agitación en torno de una justa remuneración del trabajo, como si el trabajo mismo no creara, con su fruto, esa remuneración; ["¿Qué es esto?"-Pregunta el señor Struve-, "¿sancta simplicitas o algo distinto?" Peor: es la apoteosis de la sumisión del labrador sujeto a la tierra y acostumbrado a trabajar casi gratis para otros J; la diferenciación del trabajo respecto de la vida para formar una categoría abstracta (?1P. S.) expresada por tantas o cuantas horas de permanencia en la fábrica y que no guarda ninguna otra (?!-P. S.) relación, que no tiene el menor vínculo con los intereses cotidianos del trabajador [aquí vemos la cobardía puramente pequeñoburguesa del pequeño productor, que a veces las pasa negras por causa de la organización capitalista moderna, pero que teme más que nada en el mundo un movimiento fuerte contra esa organización por parte de los elementos que se han "diferenciado" definitivamente de todo vínculo con ella]; por último, la ausencia de una vida sedentaria, la ausencia de un hogar familiar creado por el trabajo, los cambios de ocupación, todo eso es completamente ajeno a la idea del trabajo campesino. El hogar creado por el trabajo y heredado de los padres y los abuelos, el trabajo que satura con, sus intereses toda su vida y que crea su moral, el amor a la tierra regada por el sudor de muchas generaciones, todo eso constituye un rasgo distintivo inalienable de la existencia del campesino, completamente desconocida por el proletariado obrero, y por ello, aunque la de éste es también una vida de trabajo, se basa en la moral burguesa (individualista y apoyada en el principio del derecho adquirido), y en el mejor de los casos en una moral filosófica abstracta, mientras que la base de la moral campesina es precisamente el trabajo, su lógica y sus exigencias" (la). Aquí vemos ya, bien nítidos, los rasgos reaccionarios del pequeño productor, su ignorancia, que le hace creer que está destinado por los siglos de los siglos al "sagrado deber" de ser una bestia de carga; su servilismo, "heredado de sus padres y abuelos"; el apego a su pequeña hacienda individual-tanto teme perderla que renuncia inclusive a la idea de una "justa remuneración" y se manifiesta contra toda "agitación"-, a esa hacienda que, por su baja productividad y por sujetar al trabajador a un lugar lijo, hace de él un salvaje y, en virtud ya de las condiciones económicas, engendra necesariamente su ignorancia y su servilismo. La destrucción de estos rasgos reaccionarios es un indiscutible mérito que debemos acreditar a nuestra burguesía; su papel progresista consiste precisamente en que ha roto todos los lazos de los trabajadores con el régimen feudal, con las tradiciones feudales. Las formas medievales de explotación, disimuladas por las relaciones personales del señor con sus vasallos y del kulak y el mayorista locales con los campesinos y los kustares, así como por las relaciones del patriarcal "modesto y barbudo millonario" con sus " muchachos", formas que crearon, debido a ello, ideas ultrarreaccionarias, las ha sustituido y las continúa sustituyendo la burguesía por la explotación del "hombre de negocios, desenvuelto, a la europea", por la explotación impersonal, desnuda, sin tapujos, que destruye, por eso mismo, todas las ilusiones y sueños absurdos. La burguesía acabó con el anterior aislamiento del campesino (la "vida sedentaria"), que no quería ni podía saber de nada que no fuera su pedacito de tierra, y, al socializar el trabajo y elevar extraordinariamente su rendimiento, empujó con fuerza al productor a la palestra de la vida social.

El señor Struve dice de este razonamiento de Yuzhakov: "Como vemos, el señor Yuzhakov demuestra con toda evidencia el carácter eslavófilo de las raíces del populismo" (18). Más adelante, al resumir su exposición de las ideas sociológicas del populismo, añade que la creencia en el "desarrollo original de Rusia" constituye el "vínculo histórico entre los eslavófilos y los populistas", y que por ello la discusión entre los marxistas y los populistas es la "continuación natural de las divergencias entre eslavófilos y occidentalistas"(29). Me parece que esta última afirmación requiere algunas reservas. Es indudable que los populistas (Yuzhakov, por ejemplo), son muy culpables de que exista un patrioterismo de la más baja estofa. Es también indudable que el menosprecio por el método sociológico de Marx y por su formulación de los problemas relativos a los productores directos equivale, para esos señores rusos que quieren representar los intereses de estos productores directos, al más absoluto divorcio de la "civilización" occidental. Pero la esencia del populismo es más profunda: no consiste en la doctrina de la originalidad del desarrollo, ni en la eslavofilia, sino en que es la expresión de los intereses y las ideas del pequeño productor ruso. Por ello hubo entre los populistas escritores (y ellos fueron los mejores populistas) que, como lo ha reconocido el señor Struve, nada tenían en común con la eslavofilia y reconocían inclusive que Rusia había emprendido el mismo camino que Europa occidental. Con categorías como la eslavofilia y el occidentalismo no se puede desembrollar en modo alguno los problemas del populismo ruso. El populismo reflejó un hecho de la vida rusa que apenas existía cuando surgieron la eslavofilia y el occidentalismo: concretamente, la contradicción de intereses entre el trabajo y el capital Reflejó este hecho a través del prisma de las condiciones de vida y los intereses del pequeño productor, y por ello lo reflejó deformándolo cobardemente, creando una teoría que no ponía de relieve las contradicciones de los intereses sociales, sino vanas esperanzas en otro camino de desarrollo, y nuestra tarea consiste en corregir esa equivocación del populismo, en mostrar qué grupo social puede ser el verdadero representante de los intereses de los productores directos.

 

* * *

[b]

Pasemos ahora al segundo capítulo del libro del señor Struve.

El plan de exposición del autor es el siguiente: primero señala las razones generales que le hacen considerar el materialismo como el único método acertado en las ciencias sociales; después expone las ideas de Marx y Engels, y por último aplica las conclusiones extraídas a algunos fenómenos de la vida en Rusia. Dada la gran importancia del tema tratado en este capítulo, intentaremos analizar con el mayor detalle su contenido, señalando todos los puntos que suscitan objeciones.

Empieza el autor señalando muy acertadamente que la teoría que reduce el proceso social a las acciones de "personas vivientes" que "se plantean objetivos" e "impulsan los acontecimientos", es resultado de un malentendido. Nadie, claro está, pensó nunca en atribuir "a un grupo social una existencia independiente de los individuos que lo componen" (31), pero el caso es que el " individuo, como personalidad concreta, es un producto de todos los individuos que vivieron antes que él y de todos los individuos contemporáneos suyos, es decir, de un grupo social" (31). Aclaremos la idea del autor. La historia-razona el señor Mijailovski- la hacen las "personas vivientes con todas sus ideas y todos sus sentimientos". Eso es muy cierto. ¿Pero qué determina esas "ideas" y "sentimientos"? ¿Puede sostenerse en serio la opinión de que aparecen por azar, de que no nacen necesariamente de un medio social dado que sirve de material, de objeto de la vida espiritual del individuo, y que se refleja positiva o negativamente en sus "ideas y sentimientos", en la forma en que se representa los intereses de una u otra clase social? Además, ¿qué criterio emplear para juzgar acerca de "las ideas y los sentimientos" reales de individuos reales? Está claro que sólo puede haber un criterio para ello: las acciones de esos individuos, y como aquí sólo hablamos de "ideas y sentimientos" sociales, hay que añadir: las acciones sociales de los individuos, es decir, los hechos sociales. "Al distinguir entre el grupo social y el individuo-dice el señor Struve-, entendemos por el primero las diversas interacciones entre los individuos, que surgen sobre la base de la vida social y toman cuerpo en los hábitos y en el derecho, en las costumbres y en la moral, así como en las creencias religiosas" (32). En otros términos: el sociólogo materialista, al estudiar determinadas relaciones sociales entre los hombres, estudia con ello mismo a los individuos reales, de cuyas acciones se forman las relaciones mencionadas. El sociólogo subjetivista, aunque al parecer comienza sus razonamientos hablando de las "personas vivientes", en la práctica empieza atribuyendo a éstas "ideas y sentimientos" que considera racionales (porque al aislar a sus "individuos" de la situación social concreta, se inhabilita para estudiar los verdaderos sentimientos e ideas de dichos individuos), es decir, "empieza por una utopía", cosa que ha tenido que confesar el señor Míjailovski [59].

Y como, además, la propia idea que dicho sociólogo tiene de lo racional refleja (sin que él se lo proponga) el medio social dado, las conclusiones finales de sus razonamientos, que le parecen un " purísimo" producto de la "ciencia moderna y las ideas morales contemporáneas", sólo expresan, en realidad, las ideas y los intereses... de la pequeña burguesía.

Este último punto, es decir, que una teoría sociológica particular sobre el papel del individuo o del método subjetivista remplace con una utopía toda investigación crítica materialista, es extraordinariamente importante, y como el señor Struve lo ha pasado por alto convendrá que nos detengamos a analizarlo.

Tomemos a título de ilustración ese razonamiento acerca del kustar, en boga entre los populistas. Después de describir la triste situación de aquél, el lastimoso nivel de su producción, la escandalosa explotación de que lo hace objeto el mayorista, que se embolsa la parte del león del producto dejando al productor unos kopeks por una jornada de dieciséis o dieciocho horas de trabajo, el populista concluye: el lastimoso nivel de la producción y la explotación del trabajo del kustar constituyen aspectos negativos del sistema actual. Pero el kustar no es un obrero asalariado, y éste es un aspecto positivo. Hay que conservar el aspecto positivo y suprimir el negativo, y para ello hay que organizar arteles de kustares. He aquí un razonamiento típico de los populistas.

El marxista razona de modo distinto. El estudio de la situación de una actividad industrial le hace preguntarse, además de si ésta es buena o mala, cuál es su organización, es decir, cuáles son las relaciones entre los kustares en la fabricación de un producto dado, y por qué han cristalizado precisamente así, y no de otro modo. Y ve que esa organización es la producción mercantil, es decir, la producción de productores aislados que el mercado vincula entre sí. El producto de cada productor aislado, destinado a ser consumido por otros, puede llegar al consumidor y dar al productor el derecho a percibir otro producto social, sólo después de haber tomado la forma de dinero, es decir, que ha sido sometido previamente al cálculo social, tanto en su aspecto cualitativo como cuantitativo. Pero ese cálculo se efectúa a espaldas del productor, a través de las oscilaciones del mercado. Éstas, desconocidas para el productor e independientes de él, no pueden menos que engendrar la desigualdad entre los productores y acentuarla, arruinando a unos y dando a otros el dinero = producto del trabajo social. Queda claro, por lo tanto, cuál es la causa de la fuerza del poseedor de dinero, del mayorista: consiste en que, entre los kustares, que tienen lo justo para subsistir de un día a otro o de una semana a otra, él es el único que posee dinero, es decir, el producto del trabajo social anterior; que en sus manos se convierte en capital, en instrumento de apropiación del plusproducto de los otros kustares. Por ello, concluye el marxista, bajo ese sistema de economía social, la expropiación del productor y su explotación son por completo inevitables, como lo son también la subordinación de los desposeídos a los pudientes y el antagonismo de sus intereses, que constituye el contenido de la concepción científica de la lucha de clases. Por lo tanto, el productor no puede estar interesado en la conciliación de esos elementos antagónicos sino, por el contrario, en el desarrollo del antagonismo y de la conciencia de éste. Vemos que el crecimiento de la economía mercantil lleva en Rusia a ese desarrollo del antagonismo: a medida que se amplía el mercado y aumenta la producción, el capital comercial se va convirtiendo en industrial. La industria mecanizada, al destruir en forma definitiva la pequeña producción aislada (el mayorista ya la había minado de raíz), socializa el trabajo. El sistema de Plusmacherei, disimulado en la producción artesanal por la aparente independencia del kustar, y la también aparente casualidad del poder del mayorista, se pone de manifiesto con toda nitidez: y sin velo alguno. El "trabajo", que en la industria kustar sólo participaba en la "vida" regalando el plusproducto a los mayoristas, ahora "se diferencia" definitivamente de la "vida" de la sociedad burguesa. Ésta lo arroja a empellones, con todo descaro, proclamando sin rodeos el principio que le sirve de base, y que consiste en que el productor sólo puede procurarse los medios de subsistencia cuando encuentra un poseedor de dinero que condesciende a apropiarse del plusproducto de su trabajo; y para el productor queda claro lo que no podía comprender el kustar [ni su ideólogo, el populista]: el profundo carácter de clase del antagonismo antes mencionado. Por ello los intereses del kustar únicamente puede representarlos este productor de avanzada.

Comparemos ahora estos razonamientos en lo que respecta a su método sociológico.

El populista asegura que él es realista. "La historia la hacen personas vivientes", dice, y yo, por ello, parto de los " sentimientos" del kustar, contrarios al sistema actual, y de sus ideas acerca de la instauración de un sistema mejor, mientras que el marxista habla de no sé qué necesidad e inevitabilidad; el marxista es un místico y un metafísico.

En efecto, responde este místico, la historia la hacen "personas vivientes", y yo, al estudiar por qué las relaciones sociales en la industria kustar cristalizaron precisamente así, y no de otro modo (¡cuestión que ustedes ni siquiera han planteado!), analizo precisamente cómo "las personas vivientes" han hecho su historia y continúan haciéndola. Esgrimo el firme criterio de que estoy tratando con individuos "vivientes", reales, con ideas y sentimientos reales también, y mi criterio es que ellos ya habían expresado en actos "sus ideas y sentimientos", y creado determinadas relaciones sociales. Es cierto que yo nunca digo que "la historia la hacen personas vivientes" (eso me parece una frase huera), pero al investigar las relaciones sociales reales y su desarrollo real, investigo precisamente el producto de la actividad de personas vivientes. Pero usted, aunque habla de "personas vivientes", en realidad toma como punto de partida, no a "personas vivientes", con las "ideas y los sentimientos" que crean sus condiciones de vida, el sistema dado de relaciones de producción, sino muñecos cuya cabeza rellena con sus propios "sentimientos e ideas". Como es natural, ese empeño suyo sólo conduce a concebir piadosos sueños: la vida termina por marginarlo a usted, y usted, por marginar a la vida.[60]

Pero eso no es todo: fíjese con qué rellena usted la cabeza de los muñecos, y qué medidas predica. Al recomendar a los trabajadores el artel como el "camino señalado por la ciencia moderna y las ideas morales contemporáneas", no ha tomado en cuenta una pequeña circunstancia: la organización de nuestra economía social en su conjunto. Por no comprender que ésta es una economía capitalista, no ha advertido usted que sobre tal base cualquier artel no puede ser más que un paliativo insignificante, incapaz de suprimir la concentración de los medios de producción, comprendido el dinero, en manos de una minoría (esta concentración es un hecho indiscutible), ni el total empobrecimiento de la inmensa mayoría de la población; un paliativo que, en el mejor de los casos, sólo puede hacer que un puñado de kustares engrosen las filas de la pequeña burguesía. De ideólogo del trabajador, se torna usted ideólogo del pequeño burgués.

Volvamos, sin embargo, al señor Struve. Después de señalar la falta de contenido de los razonamientos populistas acerca del "individuo", dice: "Todo intento de explicar este o aquel momento importante de la evolución histórica nos demuestra que, en realidad, la sociología siempre trata de reducir los elementos de la individualidad a fuentes sociales. Cuando se trata de una ' personalidad histórica', de un 'gran hombre', siempre aparece la tendencia a presentarlo como el 'portador' del espíritu de una época determinada, como el representante de su tiempo, y a presentar sus acciones, sus éxitos y reveses como resultado necesario de todo el curso de las cosas" (32). Esta tendencia general de todo intento de explicar los fenómenos sociales, es decir, de crear una ciencia social, "se expresa con toda brillantez en la teoría de que la lucha de clases es el proceso básico de la evolución de la sociedad. Una vez descartado el individuo, había que encontrar otro elemento. Ese elemento ha resultado ser el grupo social" (33). El señor Struve tiene mucha razón cuando señala que la teoría de la lucha de clases corona, por así decirlo, la tendencia general de la sociología a reducir "los elementos de individualidad a fuentes sociales". Es más, la teoría de la lucha de clases aplica por primera vez esta tendencia, con tanta plenitud y consecuencia que eleva la sociología a la categoría de ciencia. Esto se ha conseguido con la definición materialista del concepto "grupo". Por sí solo este concepto es aún demasiado impreciso y arbitrario: el criterio de distinción de "grupos" puede aplicarse tanto a los fenómenos religiosos como a los etnográficos, políticos, jurídicos, etc., etc. No 'hay un elemento firme que permita distinguir en uno u otro de dichos dominios estos o aquellos "grupos". La teoría de la lucha de clases es una gran realización de las ciencias sociales precisamente porque establece los procedimientos para reducir lo individual a lo social con toda precisión y exactitud. En primer lugar, esta teoría ha elaborado el concepto de formación económico-social. Tomando como punto de partida el modo de obtención de los medios de subsistencia -hecho básico para toda colectividad humana-, vincula con él las relaciones entre los hombres creadas bajo la influencia de ese modo de obtener medios de subsistencia, y en el sistema de esas relaciones "(Velaciones de producción", según la terminología de Marx) ve la base de la sociedad, base que se reviste de formas políticas y Jurídicas v de determinadas tendencias del pensamiento social. Cada sistema de relaciones de producción es, según la teoría de Marx, un organismo social particular, con sus propias leyes de aparición, funcionamiento y paso a una forma superior, de conversión en otro organismo social. Esta teoría aplicó a las ciencias sociales el criterio objetivo y científico general de la repetición, que los subjetivistas consideran inaplicable a la sociología. Afirmaban los subjetivistas que, debido a la extraordinaria complejidad y a la diversidad de los fenómenos sociales, era imposible estudiarlos sin separar los importantes de los poco importantes y que esa separación sólo podía hacerse desde el punto de vista de los individuos "de pensamiento crítico" y "moralmente desarrollados". Así trasformaron tranquilamente las ciencias sociales en una sarta de sentencias moralistas pequeñoburguesas, muestras de las cuales vemos en los escritos del señor Mijailovski cuando filosofa acerca de las incongruencias de la historia y de un camino iluminado por la "luz de la ciencia". La teoría de Marx cortó la raíz de estos razonamientos.

En lugar de la diferencia entre importante y no importante, estableció la existente entre la estructura económica de la sociedad, como contenido, y la forma política e ideológica: el propio concepto de estructura económica fue explicado con exactitud, refutando las concepciones de los economistas anteriores, que veían leyes de la naturaleza allí donde sólo existían leyes de un particular sistema de relaciones de producción históricamente determinado. Los argumentos de los subjetivistas acerca de la "sociedad" en general, argumentos sin sentido que no iban más allá de utopías pequeñoburguesas (porque no se aclaró siquiera la posibilidad de generalizar los más variados sistemas sociales en tipos especiales de organismos sociales), fueron remplazados por la investigación de determinadas formas de la estructura de la sociedad. En segundo lugar, las acciones de las "personas vivientes" en el seno de cada una de esas formaciones económico-sociales, acciones infinitamente diversas y, al parecer, no susceptibles de sistematización, fueron generalizadas y traducidas en acciones de grupos de individuos, que se distinguían entre sí por el papel que desempeñaban en el sistema de las relaciones de producción, por las condiciones de la producción y, consiguientemente, por las condiciones de vida y por los intereses que esas condiciones determinaban: en una palabra, fueron traducidas a las acciones de las clases, cuya lucha determinaba el desarrollo de la sociedad. De este modo fue refutada la concepción ingenua, pueril y puramente mecánica que tenían de la historia los subjetivistas, quienes se daban por satisfechos con la vacía tesis de que la historia la hacen personas vivientes y que se negaban a analizar qué condiciones sociales determinaban dichas acciones ni en qué forma. El subjetivismo fue remplazado por una concepción que consideraba el proceso social como un proceso histórico-natural; una concepción sin la cual, claro está, no podía haber ciencias sociales. El señor Struve indica con mucho tino que "ignorar al individuo en sociología o, mejor dicho, eliminarlo de ella, es, en esencia, un caso especial de la aspiración al conocimiento científico" (33); que "las individualidades" no sólo existen en el mundo espiritual, sino también en el físico. El centro del problema consiste en que el establecimiento de determinadas leyes generales para las "individualidades" fue hecho hace mucho en lo que respecta al mundo físico, pero en la esfera social sólo lo hizo con toda firmeza la teoría de Marx.

La siguiente objeción del señor Struve a la teoría sociológica de los subjetivistas rusos consiste en que, además de todos los argumentos ya mencionados, "la sociología de ningún modo puede considerar un hecho primario lo que denominamos individualidad, ya que el propio concepto de individualidad (no necesita ser explicado) y el hecho correspondiente son fruto de un largo proceso social" (36). Este pensamiento es muy acertado y merece la pena que nos detengamos en él, tanto más cuanto que la argumentación del autor encierra algunas inexactitudes. El señor Struve habla de las ideas de Simmel, quien en su obra La diferenciación social demuestra la relación directa entre el desarrollo del indiviso y la diferenciación del grupo al que el individuo pertenece. El señor Struve opone esta tesis a la teoría de Mijailovski; sobre la relación inversa entre el desarrollo del individuo y la diferenciación ("heterogeneidad") de la sociedad. "En un medio no diferenciado-objeta el señor Struve-, el individuo será 'armónicamente íntegro' [...] en su homogeneidad e impersonalidad." "El individuo real no puede ser la suma de todos los rasgos propios del organismo humano en general', y no puede serlo sencillamente porque tal plenitud de contenido excede las facultades del individuo real" (38-39). "Para que el individuo pueda diferenciarse, debe vivir en un medio diferenciado" (39).

No surge con claridad de esta exposición, cómo plantea el problema Simmel, ni cómo lo argumenta. Pero tal como lo trascribe el señor Struve, el planteo del problema adolece del mismo defecto que observamos en el señor Mijailovski. El razonamiento abstracto acerca de hasta qué medida el desarrollo (y el bienestar) del individuo dependen de la diferenciación de la sociedad es absolutamente anticientífico, ya que resulta imposible establecer correlación alguna aplicable a todas las formas de la estructura social. El propio concepto de "diferenciación", "heterogeneidad", etc., adquiere distintos significados según el ambiente social a que se aplique. El principal error del señor Mijailovski es el abstracto dogmatismo de sus razonamientos, en los que trata de abarcar el "progreso" en general, en vez de estudiar el "progreso" concreto de una formación social concreta. Cuando Struve opone a Mijailovski sus planteamientos generales más arriba reproducidos, repite su error, pues en lugar de describir y esclarecer un progreso concreto, se adentra en la esfera de nebulosos dogmas y de afirmaciones gratuitas. Por ejemplo, el señor Struve dice, destacando la frase en cursiva: "La integridad armónica del individuo es determinada, en lo que a su contenido se refiere, por el grado de desarrollo, es decir, de diferenciación del grupo a que pertenece". Sin embargo, ¿qué debe entenderse por "diferenciación" del grupo? ¿Acentuó la abolición de la servidumbre esa "diferenciación", o la atenuó? El señor Mijailovski resuelve el problema en el último sentido (¿Qué es el progreso? ); el señor Struve la resolvería, probablemente, en el primero, haciendo referencia a la acentuación de la división social del trabajo. El primero pensaba en la, supresión de las diferencias entre los estamentos; el último pensaba en la creación de diferencias económicas. El término es tan impreciso, que, como se ve, puede aplicarse a las cosas más opuestas. Otro ejemplo. El paso de la manufactura capitalista a la gran industria mecanizada podría considerarse una disminución de la "diferenciación", puesto que cesa la división pormenorizada del trabajo entre los obreros especializados. Sin embargo, no cabe duda de que las condiciones para el desarrollo de la individualidad son mucho más favorables (para el obrero) en el último caso. La conclusión es que el mismo planteamiento del problema es incorrecto. El propio autor admite que también existe antagonismo entre el individuo y el grupo (de ello habla precisamente Mijailovski), "Pero la vida-añade-nunca está compuesta por contradicciones absolutas: en ella todo fluye y es relativo, y, al mismo tiempo, todos los aspectos aislados se encuentran en constante interacción" (39). Si es así, ¿a qué hablar de interrelaciones absolutas entre el grupo y el individuo, de interrelaciones que no se refieren a un momento estrictamente determinado del desarrollo de determinada formación social? ¿Por qué no trasladar toda la argumentación al proceso concreto de la evolución de Rusia? El autor intentó plantear así el problema, y si la argumentación hubiera sido consecuente, habría ganado mucho. "Sólo la división del trabajo-ese pecado original de la humanidad, según la teoría de Mijailovski-creó las condiciones para el desarrollo de ese 'individuo' en cuyo nombre el señor Mijailovski protesta con razón contra las formas contemporáneas de la división del trabajo" (38). Muy bien dicho. Ahora bien, en vez de "división del trabajo" debería haber dicho "capitalismo", o más concretamente, capitalismo ruso. El papel progresista del capitalismo consiste precisamente en que destruyó las anteriores limitadas condiciones de vida del hombre, que engendraban la estrechez mental y no permitían a los productores ser artífices de su propio destino. El enorme desarrollo de las relaciones comerciales y del intercambio mundial, y las incesantes migraciones de enormes masas de la población, rompieron las trabas seculares de la gens, de la familia y de la comunidad territorial y crearon esa diversidad del desarrollo, esa "diversidad de talentos y esa riqueza de relaciones sociales" [61] que desempeñan tan importante papel en la historia contemporánea de Occidente. En Rusia, ese proceso se manifestó con toda su fuerza en la época posterior a la Reforma, cuando las viejas formas de trabajo se desmoronaban con enorme rapidez y el primer puesto fue ocupado por la compraventa de fuerza de trabajo, compraventa que arrancó al campesino de la familia patriarcal, semifeudal y del embolador ambiente del campo, y sustituyó las formas semifeudales de apropiación del sobrevalor por formas puramente capitalistas. Este proceso económico se reflejó, en el ámbito social, en un "auge general del sentimiento de la personalidad", en la ofensiva de los intelectuales de la clase media, que desalojaron de la "sociedad" a la clase de los terratenientes; en una ardiente guerra literaria contra las insensatas restricciones medievales del individuo, etc., etc. Probablemente, los populistas no negarán que fue la Rusia posterior a la Reforma la que trajo este auge del sentimiento de la personalidad, del sentimiento de la dignidad personal. Pero los populistas no se preguntan qué condiciones materiales condujeron a ello. Naturalmente, bajo la servidumbre nada semejante podría haber ocurrido, y el populista aplaude la reforma "liberadora", sin darse cuenta de que incurre en el mismo optimismo miope de aquellos historiadores burgueses de quienes Marx decía que miraban la Reforma campesina a través del clairobscur [62] de la 'emancipación", sin advertir que esa " emancipación" era la sustitución de una forma por otra, la sustitución del plusproducto feudal por la plusvalía burguesa. Lo mismo ocurrió en Rusia. Precisamente el sistema de economía de la "antigua nobleza", que sujetaba a los hombres a una localidad fija y dividía a la población en puñados de subditos de este u otro señor feudal, fue lo que originó la opresión del individuo. Y luego el capitalismo lo liberó de todas las trabas feudales, lo convirtió en un ser independiente con respecto al mercado y lo trasformó en un poseedor de mercancías (y como tal, igual a cualquier otro poseedor de ellas), y elevó así su sentido de la individualidad. Si los señores populistas fingen horror cuando oyen hablar del carácter progresista del capitalismo ruso, lo hacen tan sólo porque no se han detenido a pensar cuáles son las condiciones materiales de esos "beneficios del progreso" que caracterizan a la Rusia posterior a la Reforma. Cuando el señor Mijailovski empieza su "sociología" por el "individuo" que protesta contra él capitalismo ruso, considerándolo una desviación accidental y temporal de Rusia del buen camino, se combate a sí mismo, pues no comprende que sólo el capitalismo creó las condiciones que hicieron posible esa protesta del individuo. En este ejemplo vemos una vez más qué modificaciones necesita la argumentación del señor Struve. La discusión debería hacerse basándose en la realidad rusa, en el esclarecimiento de qué tenemos y por qué es así y rio de otro modo: no es casual que los populistas hayan basado toda su sociología no en el análisis de la realidad, sino en divagaciones acerca de lo que "podría ser"; los populistas no podían dejar de ver que la realidad destruía implacablemente sus ilusiones.

El autor concluye su análisis de la teoría de los "individuos" con la siguiente fórmula: "para la sociología, el individuo es una función del medio", "el individuo es aquí un concepto formal, cuyo contenido lo da el estudio del grupo social" (40). Esta última frase subraya muy bien la diferencia esencial entre el subjetivismo y el materialismo: al hablar del "individuo", los subjetivistas definían el contenido de este concepto (es decir, "las ideas y los sentimientos" de este individuo, sus acciones sociales) a priori, o sea, suplantaban con sus utopías el "estudio del grupo social".

Otro "importante aspecto" del materialismo-continúa el señor Struve-"consiste en que el materialismo económico subordina la idea al hecho, y la conciencia y lo que debe ser, a la existencia" (40). "Subordinar la idea" significa-en el caso dado, naturalmente-reservarle un papel subordinado en la explicación de los fenómenos sociales. Los subjetivistas populistas hacen todo lo contrario: basan sus razonamientos en "ideales", sin reflexionar sobre el hecho de que esos ideales no pueden ser sino cierto reflejo de la realidad y que, por lo tanto, hay que verificarlos con hechos, hay que reducirlos a hechos. Por cierto, el populista no comprenderá, si no se le aclara, esta última tesis. ¡Pero cómo!-dirá-. Los ideales deben enjuiciar los hechos, señalar cómo cambiarlos, comprobarlos, y no ser comprobados por ellos. Esto último le parece al populista, habituado a perderse en las nubes, acomodarse a los hechos. Expliquemos nuestro pensamiento.

"El trabajo para otros" y la explotación engendrarán siempre, tanto en los explotados como en algunos representantes de la "intelectualidad", ideales contrarios a ese sistema.

Esos ideales encierran un gran valor para el marxista; basándose en ellos, y sólo en ellos, polemiza con el populista, y polemiza exclusivamente en torno de la formación de dichos ideales y de su realización.

Al populista le basta con registrar el hecho que da origen a dichos ideales, con indicar después la legitimidad de éstos desde el punto de vista de la "ciencia moderna y de las ideas morales contemporáneas" [sin comprender, por cierto, que esas "ideas contemporáneas" no son sino concesiones de la "opinión pública" de Europa occidental a la nueva fuerza naciente] y con apelar luego a la "sociedad" y al "Estado"' para que los ¡garanticen, protejan, organicen!

El marxista parte del mismo ideal, pero no lo confronta con "la ciencia moderna, ni con las ideas morales contemporáneas" [63], sino con las contradicciones de clase existentes, y por ello no lo formula como una reivindicación de la "ciencia", sino como la reivindicación de determinada clase, engendrada por determinadas relaciones sociales (que deben ser estudiadas objetivamente) y que sólo puede ser alcanzada de un modo determinado, en virtud de determinadas características de esas relaciones. Si no se basan de este modo los ideales en hechos, dichos ideales seguirían siendo piadosos deseos, sin probabilidades de que las masas los acepten y, por lo tanto, de verse realizados.

Después de señalar, como hemos visto, las premisas teóricas generales que obligan a estimar el materialismo como el único método acertado de las ciencias sociales, el señor Struve pasa a exponer las ideas de Marx y Engels, citando de preferencia las obras del último. Esta parte del libro es extraordinariamente interesante e instructiva.

Tiene mucha razón el autor cuando observa que "en ningún sitio se tropieza con tan gran incomprensión de Marx como entre los autores rusos" (44). A guisa de ejemplo nombra en primer lugar al señor Mijailovski, quien ve en la "teoría histórico- filosófica" de Marx una mera explicación de la "génesis del régimen capitalista". El señor Struve protesta con toda razón contra tal aserto. En efecto, es por demás sintomático que Mijailovski haya escrito muchas veces acerca de Marx, pero sin hacer la menor alusión a la relación del método de Marx con el "método subjetivista en sociología". Mijailovski escribió acerca de El capital, y expresó su "solidaridad" (?) con la doctrina económica de Marx, pero silenció con todo empeño el hecho, por ejemplo, de que los subjetivistas rusos no siguen el método de Proudhon, quien deseaba rehacer la economía mercantil según su ideal de la justicia [64]

¿En qué se diferencia este criterio (el de la justicia: justice éternelle) del que sustenta el señor Mijailovski cuando habla de "ciencia moderna e ideas morales modernas"? ¿Y por qué el señor Mijailovski, que tan enérgicamente protestó siempre contra quienes identifican el método de las ciencias naturales con el de las ciencias sociales, no ha objetado la declaración de Marx de que ese método de Proudhon es tan absurdo como lo sería el de un químico que quisiera, en vez de "estudiar las leyes reales del metabolismo", trasformar el metabolismo según las leyes de la "afinidad"? ¿Por qué no ha objetado la concepción de Marx de que el proceso social es un "proceso histórico natural"? Ello no puede explicarse por el desconocimiento de los libros en que se hace tal planteamiento; la explicación está, evidentemente, en una absoluta incapacidad o negativa de comprender nada. El señor Struve es, según parece, el primero que ha declarado esto en nuestras publicaciones, y ello constituye un gran mérito suyo.

Pasemos ahora a las declaraciones del autor acerca del marxismo que suscitan nuestra crítica: "No podemos dejar de reconocer-dice el señor Struve-que aún no se ha dado una fundamentación puramente filosófica de esta doctrina, y que ésta no ha tenido en cuenta todavía el enorme material concreto que ofrece la historia universal. Evidentemente, hay que revisar los hechos desde el punto de vista de la nueva teoría; hay que criticar la teoría basándose en los hechos. Quizá se desechen muchas generalizaciones unilaterales y apresuradas" (46). No está del todo claro qué entiende el autor por eso de "fundamentación puramente filosófica". Según Marx y Engels, la filosofía no tiene ningún derecho a existir independientemente, y su material se halla diseminado en las distintas ramas de las ciencias positivas. Así, pues, por fundamentación filosófica se puede comprender, o bien la confrontación de sus premisas con las leyes, firmemente establecidas, de otras ciencias [y el señor Struve ha reconocido que la psicología ofrece ya tesis que obligan a renunciar al subjetivismo y a aceptar el materialismo], o bien la experiencia en la aplicación de dicha teoría. A este respecto tenemos la declaración del propio señor Struve, de que "corresponderá siempre al materialismo el mérito de haber dado una interpretación profundamente científica, verdaderamente filosófica . [La cursiva es del autor], a toda una serie de [N. B.] de hechos históricos de enorme importancia" (50). Esta última declaración del autor encierra el reconocimiento de que el materialismo es el único método científico en sociología, y por ello, naturalmente, "hay que revisar los hechos" desde ese punto de vista, en particular los hechos de la historia y la realidad de Rusia, con tanto celo tergiversados por los subjetivistas rusos. En cuanto a la última observación acerca de posibles " generalizaciones unilaterales" y "apresuradas" nosotros, sin detenernos en esta observación muy general, y por ello nada clara, pasaremos a una de las enmiendas que el autor, "no contagiado de ortodoxia", hace a las "generalizaciones apresuradas" de Marx.

Se trata del Estado. Al negar el Estado, "Marx y sus adeptos" "fueron demasiado lejos en la crítica del Estado contemporáneo" y pecaron de "unilateralidad". "El Estado-dice Struve corrigiendo esa extravagancia-es ante todo la organización del orden; es, no obstante, la organización de la dominación (dominación de clase) en una sociedad en la cual la subordinación de unos grupos antros está condicionada por su estructura económica" (53). Según el autor, la sociedad gentilicia conocía ya el Estado, que seguirá existiendo cuando se supriman las clases, pues el rasgo distintivo del Estado es el poder coercitivo.

Es sencillamente asombroso que desde su punto de vista académico el autor critique a Marx con tan sorprendente falta de argumentación. Ante todo, se equivoca por completo cuando estima que el poder coercitivo es el rasgo distintivo del Estado: el poder coercitivo existe en toda comunidad humana, tanto en el régimen gentilicio como en la familia, pero en ellos no existía un Estado. "Uno de los rasgos esenciales del Estado-dice Engels en la obra de la que el señor Struve ha tomado su cita acerca del Estado-consiste en ser una fuerza pública separada de la masa del pueblo" [Ursprung der Familie u. s. w., 2-te. Aufl., S. 84 [65]; trad. en ruso, pág. 109], y poco antes dice que la institución de la naucraria [66]"socavaba en dos formas a la gens: en primer término, porque creaba una fuerza pública (üffentliche Gewalt; en la trad. al ruso se dice erróneamente: fuerza social) que va no coincidía con el pueblo armado" (ib.. S. 79: trad. en ruso, pág. 105 ) [67].

Así, pues, el rasgo distintivo del Estado es la existencia de una clase particular de individuos en cuyas manos se haya concentrado el poder. A la comunidad gentilicia, en la que todos sus miembros se encargaban por turno de la "organización del orden", nadie, claro está, podría llamarla Estado. Además, las razones que esgrime el señor Struve en lo que se refiere al Estado contemporáneo son aun más infundadas. Decir eme él que es "ante todo" (sic¡?!) la "organización del orden" significa no comprender uno de los más importantes puntos de la teoría de Marx. En la sociedad moderna es la burocracia la capa particular que tiene el poder en sus manos. La ligazón, muy estrecha y directa, de este organismo con la clase de la burguesía, dominante en la sociedad actual, la evidencian tanto la historia (la burocracia fue el primer instrumento político de la burguesía contra los señores feudales, contra los representantes del sistema de la "antigua nobleza" en general, v señaló la primera aparición en la palestra de la dominación política de personas que no eran terratenientes de abolengo, sino plebeyos, "clase media") como las propias condiciones de formación y desarrollo de esa clase-a la cual sólo tienen acceso burgueses "salidos del pueblo"-vinculados a esa burguesía con miles de fortísimos lazos[68]. El error del señor Struve es tanto más lamentable por cuanto los populistas rusos, contra quienes tuvo la acertada ocurrencia de combatir, no tienen la menor idea de que toda burocracia es, tanto por su origen histórico como por sus fuentes contemporáneas y por su misión, una institución pura y exclusivamente burguesa, a la que sólo pueden apelar, desde el punto de vista de los intereses de los productores, los ideólogos de la pequeña burguesía.

Merece la pena detenerse un poco más para analizar la relación del marxismo con la ética. El autor cita en las págs. 64 y 65 una magnífica aclaración dada por Engels de la relación existente entre la libertad y la necesidad: "La libertad es el conocimiento de la necesidad[69] . Lejos de presuponer el fatalismo, el determinismo da base para la actuación consciente. No se puede dejar de añadir a lo dicho que los subjetivistas rusos ni siquiera supieron ver claro en una cuestión tan elemental como la del libre albedrío. El señor Mijailovski confundió irremediablemente determinismo con fatalismo, y halló una solución... nadando entre dos aguas: como no quería negar la existencia de leyes objetivas, afirmó que el libre albedrío era un hecho de nuestra conciencia (en rigor se trata de una idea de Mírtov, que Mijailovski hace suya) y por ello puede servir de base a la ética. Está claro que, aplicadas a la sociología, estas ideas no podían dar otro fruto que una utopía o una moral huera, que ignora la lucha de clases existente en la sociedad. Por ello es imposible no reconocer como acertada la afirmación de Sombart, de que "en el propio marxismo no hay, del comienzo al fin, ni un ápice de ética": en el aspecto teórico, subordina el "punto de vista ético" al "principio de la causalidad"; en el aspecto práctico, lo reduce a la lucha de clases.

El señor Struve completa su exposición del materialismo con la evaluación desde el punto de vista materialista, de "dos factores que desempeñan un importante papel en todos los planteamientos populistas": la "intelectualidad" y el "Estado" (70). En esta evaluación se refleja de nuevo la "heterodoxia" del autor, señalada antes, cuando hablamos de su objetivismo. "Si [...] todos los grupos sociales representan en general una fuerza real sólo en la medida en que [...] constituyen las clases sociales o adhieren a ellas, entonces es evidente que la 'intelectualidad no estamental' no constituye una fuerza social real" (70). En el sentido teórico abstracto, el autor tiene, naturalmente, razón. Por decirlo así, se fía de la palabra de los populistas. Dicen ustedes que son los intelectuales quienes deben conducir a Rusia por "otros caminos", y no comprenden que por no adherir a ninguna clase, son un cero a la izquierda. Se jactan de que la intelectualidad rusa no estamental se ha distinguido siempre por la "pureza" de sus ideas; pues bien, por ello precisamente ha sido siempre impotente. La crítica del autor se limita a comparar la absurda idea populista acerca de la omnipotencia de los intelectuales, con su idea, completamente justa, de la "impotencia de los intelectuales en el proceso económico" (71). Pero esa comparación es insuficiente. Para juzgar a la "intelectualidad rusa no estamental" como grupo particular de la sociedad rusa, característico de toda la época posterior a la Reforma-época del desplazamiento definitivo del aristócrata por el plebeyo-, para juzgarla como grupo que indudablemente desempeñó y continúa desempeñando determinado papel histórico, hay que confrontar las ideas y, mejor aún, los programas de nuestra "intelectualidad no estamental" con la situación y los intereses de las clases dadas de la sociedad rusa. Para evitar que se nos tache de parcialidad, no efectuaremos nosotros mismos esa confrontación y nos limitaremos a hacer referencia al populista cuyo artículo comentamos en el capítulo I. De sus razonamientos surge con toda claridad que los intelectuales rusos de avanzada, liberales, "democráticos", eran intelectuales burgueses. Su condición "no estamental" no excluye en absoluto el origen de clase de sus ideas. Siempre y en todas partes, la burguesía se levantó contra el feudalismo en nombre de la abolición de los estamentos, y también en Rusia, contra el sistema estamental de la "antigua nobleza" actuó la intelectualidad no estamental. Siempre y en todas partes, la burguesía actuó contra los caducos marcos de los estamentos sociales y otras instituciones medievales en nombre de todo el "pueblo", en cuyo seno las contradicciones de clase aún no se habían desarrollado, y al proceder así, tanto en Occidente como en Rusia, tenía razón, pues las instituciones criticadas oprimían, efectivamente, a todos. En cuanto se asestó en Rusia un golpe decisivo (1861) al régimen estamental, empezó a ponerse de manifiesto el antagonismo en el seno del "pueblo" y, paralelamente y en virtud de ello, el antagonismo en el seno de la intelectualidad no estamental entre los liberales y los populistas, ideólogos éstos de los campesinos (entre los cuales los primeros ideólogos rusos de los productores directos no vieron ni podían ver la formación de clases antagónicas). El desarrollo económico posterior hizo que se revelaran con mayor plenitud las contradicciones sociales en la sociedad rusa, y obligó a reconocer el hecho de que el campesino se estaba diferenciando en burguesía rural y proletariado. El populismo rechazó el marxismo y se convirtió casi totalmente en la ideología de la pequeña burguesía. Por eso la "intelectualidad no estamental" rusa representa una "fuerza social real", por cuanto defiende los intereses generales de la burguesía [70] . Si, a pesar de ello, esta fuerza no pudo crear instituciones que correspondan a los intereses que ella defiende, si no pudo hacer cambiar la "atmósfera de la cultura rusa contemporánea" (señor V. V.), si el espíritu "democrático activo de la época de la lucha política" fue sustituido por el " indiferentismo social" (señor V. V. en Nedielia, núm. 47, 1894), la causa de ello no sólo reside en el carácter soñador de la " intelectualidad rusa" sino, principalmente, en la situación de las clases que le dieron origen y de las que ha sacado fuerzas en su ambigüedad. Es indiscutible que la "atmósfera" rusa tenía para ellos muchos inconvenientes, pero encerraba también algunas ventajas.

En Rusia es particularmente grande el papel histórico de la clase que, en opinión de los populistas, no es la portadora de la "idea pura del trabajo"; la "actividad" de esta clase no puede ser adormecida con promesas tentadoras, y, por lo tanto, los marxistas, al señalar este papel, no sólo no "rompen el hilo democrático", como asegura el señor V. V., que se ha especializado en inventar las más increíbles necedades acerca de los marxistas, sino que, por el contrario, toman ese "hilo", que deja escapar de sus manos una "sociedad" indiferente, y exigen su desarrollo, su fortalecimiento y su aproximación a la vida.

Unida a su apreciación superficial de la intelectualidad tenemos la formulación, no del todo feliz, que hace el señor Struve de la siguiente tesis: "Hay que demostrar-dice-que la descomposición del viejo régimen económico es inevitable" (71). En primer lugar, ¿qué entiende el autor por "viejo régimen económico"? ¿El régimen de servidumbre? Su descomposición no requiere ser demostrada. ¿La "producción popular"? ¡Pero si él mismo dice más adelante, y con mucha razón, que esa combinación de palabras "no responde a ningún sistema histórico real" (177), que, en otras palabras, es un mito, ya que, después de la abolición del "régimen de servidumbre", empezó a desarrollarse aceleradamente en Rusia la economía mercantil! Por lo visto, el autor se refiere a esa etapa del desarrollo del capitalismo en la que éste no se había desprendido aún de las trabas que representan las instituciones medievales, a esa etapa en que era todavía fuerte el capital comercial y la mayoría de los productores aún se dedicaba a la pequeña producción. En segundo lugar, ¿en qué ve el autor el criterio de esa inevitabilidad? ¿En la hegemonía de ciertas clases?, ¿en las características del sistema de relaciones de producción dado? En ambos casos, la cuestión queda reducida a registrar que existen uno u otro sistema (capitalista); queda reducida a registrar el hecho, y por ello no debería trasladarse a la esfera de los razonamientos en torno del porvenir. Esos razonamientos deben ser monopolio de los señores populistas, que buscan "otros caminos para la patria". En la página siguiente, el autor dice que todo Estado es "expresión del dominio de determinadas clases sociales", que "hay que redistribuir la fuerza social entre las distintas clases para que el Estado cambie por completo de rumbo" (72). Todo eso es muy acertado, y va dirigido con gran tino contra los populistas, por lo que la cuestión debió ser planteada en forma distinta, a saber: hay que demostrar la existencia (y no la "inevitabilidad de la descomposición", etc., etc.) de las relaciones de producción capitalista en Rusia; hay que demostrar que los datos referentes a Rusia también prueban la ley de que "la economía mercantil es una economía capitalista", es decir, que también en Rusia la economía mercantil se trasforma por doquier en economía capitalista; hay que demostrar que por doquier impera un sistema que, en esencia, es burgués y que es precisamente el dominio de la burguesía, y no las decantadas " casualidades" o la decantada "política", etc., de los populistas lo que hace que el productor se vea despojado de los medios de producción y tenga, en todas partes, que trabajar para otros.

Con esto daremos por terminado el análisis de la primera parte del libro del señor Struve, que es de carácter general.

 

* * *

 

 

CAPÍTULO III
FORMULACIÓN DE LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS POR LOS POPULISTAS Y POR EL SEÑOR STRUVE

 

[a]

Después cíe terminar con la sociología, el autor pasa a tratar "problemas económicos más concretos" (73). Y al hacerlo considera "natural y legítimo" empezar por "formulaciones generales y referencias históricas", por "premisas indiscutibles, establecidas por la experiencia de toda la humanidad", según dice en el prefacio.

No podemos dejar de observar que tal procedimiento ñeca del mismo carácter abstracto que venimos señalando desde el principio como el defecto principal del libro que analizamos. En los capítulos a que pasamos ahora (tercero, cuarto y quinto), este defecto ha llevado a indeseadas consecuencias de dos tipos. Por una parte debilita los enfoques teóricos concretos que el autor opuso a los populistas. El señor Struve razona en general, describe el paso de la economía natural a la mercantil, señala que en el mundo ello ocurrió, en la mayoría de los casos, así y así, y, presentando unas observaciones sueltas, como de pasada, se traslada a Rusia, haciendo extensivo a ella el proceso general de "desarrollo histórico de la vida económica". Nadie puede discutir que hacerlo extensivo a Rusia es bien legítimo, ni que las "referencias históricas" del autor son imprescindibles para una crítica del populismo, que presenta falsamente la historia, y no sólo la de Rusia. Pero se debió expresar de modo más concreto estas formulaciones, oponerlas de modo más concreto a los argumentos de los populistas, que niegan que el proceso general pueda hacerse extensivo a Rusia: se debió comparar la interpretación que de la realidad rusa hacen los populistas, con la diferente interpretación que hacen los marxistas de esa misma realidad. Por otra parte, el carácter abstracto de los razonamientos del autor hace que sus formulaciones sean incompletas y que, cuando señala correctamente la existencia de tal o cual proceso, no analice qué clases surgían mientras éste se desarrollaba, qué clases fueron vehículo del proceso, eclipsando a otras capas de la población subordinadas a ellas: en una palabra, el objetivismo del autor no alcanza el nivel de materialismo, en el sentido que antes dimos a estos términos. [71]

Fundamentaremos esta apreciación de los capítulos ya mencionados del trabajo del señor Struve al analizar algunas de sus tesis más importantes.

Es muy atinada la observación del autor de que "en la historia rusa encontramos, casi desde las primeras páginas, la dependencia (jurídica y económica) de los productores directos respecto de los señores como satélite histórico del idilio de la 'producción popular' " (81). En la época de la economía natural, el campesino era esclavizado por el terrateniente; no trabajaba para sí, sino para el boyardo, para el monasterio, para el señor feudal, y el señor Struve opone con pleno fundamento este hecho histórico a las fábulas de nuestros sociólogos excepcionalistas, de que "los medios de producción pertenecían al productor" (81). Esas fábulas son una de las muchas tergiversaciones de la historia rusa que con tanta generosidad practicaron siempre los populistas para amañar sus utopías pequeñoburguesas. Temerosos de mirar de frente la realidad, temerosos de llamar a esa opresión por su verdadero nombre, recurrieron a la historia y presentaron las cosas como si la pertenencia de los medios de producción al productor fuera un principio "eterno", la "base secular" del trabajo campesino, y la actual expropiación del campesino no se debiera, en virtud de ello, a la sustitución del plusproducto feudal por la plusvalía burguesa, a la organización capitalista de nuestra economía social, sino a la casualidad de una política desacertada, a una temporal "desviación del camino trazado por toda la vida histórica de la nación" (señor luzhakov, citado por P. Struve en la página 15). Y no les daba vergüenza contar esas fábulas absurdas a propósito de un país en el que hacía muy poco había cebado[72] la explotación feudal del campesino en las formas más brutales, formas asiáticas, en las que no sólo los medios de producción no pertenecían al productor, sino que éste mismo apenas se distinguía de cualquier "medio de producción". El señor Struve opone con mucho tino a este "meloso optimismo" la áspera observación de Saltikov acerca de la vinculación entre la "producción popular" y el régimen de servidumbre, acerca de que la "abundancia" de la época de la "base secular" "únicamente [préstese atención a esto] era para los descendientes de los guardias imperiales y otras milicias" (83).

Señalaremos además la siguiente observación del señor Struve, que se refiere concretamente a determinados hechos de la realidad rusa y contiene una idea muy acertada. "Cuando los productores empiezan a trabajar, no ya para el mercado local, exactamente delimitado, sino para un mercado lejano e indeterminado, y se desarrolla la competencia, la lucha por el mercado, estas condiciones llevan al progreso técnico [...] una vez que la división del trabajo se hace posible, debe aplicarse con la mayor amplitud, pero antes de que la producción se reorganice técnicamente, la influencia de las nuevas condiciones de intercambio (de venta en el mercado) se manifestará en que los productores pasarán a depender económicamente del comerciante (el mayorista), hecho que tiene una importancia decisiva en el aspecto social. Eso lo pierden de vista nuestros 'auténticos marxistas' como el señor V. V., cegados por la importancia del progreso técnico" (98). Esta observación de que la aparición del mayorista tuvo una importancia decisiva es muy atinada. Decisiva en el sentido de que demuestra ya, sin dejar lugar a dudas, la existencia de la organización capitalista de la producción, y prueba que es también aplicable a Rusia la tesis de que la "economía mercantil, la economía monetaria, es una economía capitalista" que origina esa subordinación del productor al capital, de la que no hay otra salida que la actividad independiente del propio productor. "Desde el instante mismo en que entre el consumidor y el productor se interpone el empresario capitalista-cosa inevitable cuando se produce para un mercado amplio e impreciso-, tenemos ante nosotros una de las formas de producción capitalista." Y el autor agrega con razón que, "si se entiende por producción kustar una producción en la que el productor, trabajando para un mercado incierto y lejano, goza de plena independencia económica, resultará, quizá, que en la realidad rusa casi no existe esa verdadera producción kustar". Mal hace el autor en poner ese "quizá" y en emplear el tiempo futuro: el predominio del sistema de la gran producción basada en el trabajo a domicilio y la plena esclavización del kustar por el mayorista es un hecho generalmente difundido y que predomina en la actual organización de nuestras industrias de kustares. Esta organización, además de ser capitalista, resulta, como señala el autor con mucho acierto, "extraordinariamente ventajoso para los capitalistas", pues les asegura enormes ganancias, permite establecer salarios escandalosamente bajos y dificulta en grado sumo la organización y el desarrollo de los obreros (págs. 99-101). No podemos dejar de señalar; que el predominio de la explotación capitalista en nuestras industrias de kustares es conocido de antiguo, pero los populistas, con la mayor desvergüenza, fingen ignorarlo. Puede decirse que en cada número de sus revistas y periódicos en que se habla de este asunto encontramos lamentaciones de que el gobierno apoya "artificialmente" el gran capitalismo [cuya " artificialidad" consiste en que es grande, y no pequeño, en que es fabril y no artesanal, en que es mecánico, y no manual] y no hace nada para satisfacer "las necesidades de la industria popular". Aquí se ve con toda nitidez la estrechez de miras del pequeño burgués, que lucha por el pequeño capital contra el grande y, obstinado, cierra los ojos al hecho, establecido en forma irrefutable, de que en esa industria "popular" existe la misma contradicción de intereses y que, por lo tanto, la salida no está en miserables créditos, etc., etc. Puesto que el pequeño propietario, atado a su empresa y presa del temor constante de perderla, mira todo esto como algo terrible, como una especie de "agitación" "a favor de una justa remuneración del trabajo, como si el propio trabajo no creara con su fruto esa remuneración", se comprende que el representante de la masa trabajadora de los kustares sólo puede ser el productor que se encuentra en las condiciones "artificiales", "de invernáculo", de la industria fabril. [73]

Nos detendremos también a analizar los razonamientos del señor Struve acerca de la agricultura. El trasporte a vapor obliga a pasar a la economía basada en el intercambio y convierte la producción agrícola en mercantil. A su vez, el carácter mercantil de la producción exige necesariamente su "racionalización económica y técnica" (110). El autor considera esta tesis un argumento de particular importancia contra los populistas, que con aire triunfal señalan que no han sido probadas (según ellos) las ventajas de la gran producción en la agricultura. "Quien se basa en la doctrina de Marx-objeta el autor-no debe negar la importancia de las peculiaridades económicas y técnicas de la agricultura, gracias a las cuales las pequeñas haciendas tienen en ciertos casos ventajas económicas sobre las grandes, aunque el propio Marx negaba importancia a estas peculiaridades" (111). Es éste un pasaje muy confuso. ¿De qué peculiaridades habla el autor? ¿Por qué no las enumera con toda precisión? ¿Por qué no indica dónde y cómo expresó Marx su, opinión a este respecto y con qué fundamento se estima necesario enmendarle la plana?

"La pequeña producción agrícola-continúa el autor-debe adquirir un carácter cada vez más mercantil, y para ser empresas viables las pequeñas haciendas agrícolas deben satisfacer las exigencias generales de la racionalización económica y técnica" (111). "Lo que importa no es si las pequeñas empresas agrícolas van a ser o no engullidas por las grandes-difícilmente cabe esperar tal desenlace de la evolución económica-, sino la metamorfosis que está sufriendo toda la economía nacional bajo la influencia del intercambio. Los populistas pierden de vista que el desplazamiento de la economía natural por la basada en el intercambio, debido a esa 'dispersión de la industria", de la que hemos hablado más arriba, modifica completamente toda la estructura de la sociedad. La anterior correlación entre la población agrícola (rural) y no agrícola (urbana), cambia en favor de la última. El propio tipo económico y la psicología de los productores agrícolas cambian radicalmente bajo la influencia de las nuevas condiciones de la vida económica" (114).

El párrafo citado nos aclara lo que el autor ha querido decir en su perorata acerca de Marx, y al mismo tiempo ilustra con toda claridad la observación antes hecha de que el carácter dogmático de la exposición, no basada en una descripción del proceso concreto, resta claridad a los pensamientos del autor y hace que su formulación sea incompleta. Su opinión de que las concepciones de los populistas son erróneas es totalmente exacta, pero incompleta, porque no señala al mismo tiempo las nuevas formas del antagonismo de clases que se desarrollan al ser sustituida la producción irracional por una producción racional. Por ejemplo, el autor se limita a recordar de pasada que la "racionalización económica" significa 'la más alta renta" (110), pero se olvida de agregar que la renta presupone una organización burguesa de la agricultura, es decir, en primer lugar, su completa subordinación al mercado y en segundo término la formación en la agricultura de las mismas clases-burguesía y proletariado-propias de la industria capitalista.

Al decir que nuestra agricultura tiene una organización no capitalista, los populistas plantean el asunto de modo monstruosamente estrecho y erróneo, reduciéndolo todo al desalojo de las pequeñas haciendas por las grandes. El señor Struve les dice con mucha razón que al razonar de esa manera pierden de vista el carácter general de la producción agrícola, que puede ser (y en realidad lo es en Rusia) burgués, aun en el caso de la pequeña "inducción, del mismo modo que es burguesa la agricultura en Europa occidental. Las condiciones en las cuales la pequeña empresa independiente ("popular", según la terminología de los intelectuales rusos) se convierte en burguesa son bien conocidas: se trata, en primer lugar, del dominio de la economía mercantil, la cual, dado el aislamiento [74] de los productores, engendra entre ellos la competencia y al arruinar a la masa enriquece a unos pocos, y, en segundo lugar, de la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía y de los medios de producción en capital, es decir, la separación del productor de los medios de producción y la organización capitalista de las más importantes ramas de la industria. En estas condiciones, el pequeño productor independiente se ve en una situación excepcional en relación con la masa de los productores, así como ahora, en nuestro país, los propietarios realmente independientes son una excepción entre la masa, que trabaja para otros y no sólo no tiene ya una empresa "independiente", sino ni siquiera medios de subsistencia para una semana. La situación y los intereses del propietario independiente lo apartan de la masa de los productores, quienes viven, principalmente, del salario. Mientras estos últimos reivindican una "remuneración justa", prerrequisito necesario del problema, fundamental de dar una estructura diferente a la economía social, el primero se interesa mucho más por otras cosas: el crédito, y sobre todo el pequeño crédito "popular", aperos mejores y más baratos, la "organización de la venta", la "ampliación de la posesión de la tierra", etc., etc.

La propia ley que hace que las grandes empresas tengan ventajas respecto de las pequeñas sólo rige para la economía mercantil y, por lo tanto, no puede ser aplicada a empresas que no han sido incorporadas definitivamente a la órbita de la economía mercantil, que no se hallan subordinadas al mercado. Por eso el argumento (en el que, dicho sea de paso, se ejercitó también el señor V. V.) de que la decadencia de las haciendas de los aristócratas después de la reforma, y el arrendamiento de tierras de propiedad privada por los campesinos refutan la opinión de que nuestra agricultura sufre una evolución capitalista, demuestra únicamente una incomprensión absoluta del asunto por parte de quienes lo esgrimen. Se comprende que la destrucción de las relaciones feudales, bajo las cuales el cultivo corría a cargo de los campesinos, motivara la crisis de los terratenientes. Pero sin hablar ya de que esa crisis únicamente llevó a un empleo cada vez mayor del trabajo de peones y jornaleros, que sustituyó las caducas formas semi-feudales del trabajo (el pago en trabajo), la propia hacienda campesina empezó a cambiar esencialmente de carácter: se vio obligada a producir para el mercado, lo que no tardó en provocar la diferenciación de los campesinos en pequeña burguesía rural v proletariado agrícola. Esta diferenciación resuelve en forma definitiva el problema del capitalismo en Rusia. El señor Struve aclara este proceso en el capítulo V, donde observa: "El pequeño agricultor se diferencia: por una parte, se desarrolla un campesinado 'económicamente fuerte' [habría que decir burgués] y por la otra un campesinado de tipo proletario. Los rasgos de la producción popular se combinan con los de la capitalista en un mismo cuadro, bajo el cual se ve con claridad la inscripción: la chusma avanza" (pág. 177).

A este aspecto de la cuestión, a la organización burguesa de la nueva agricultura, de la agricultura "racional", es al que se debería prestar atención. Habría que mostrar a los populistas que, al soslayar ese proceso, se convierten de ideólogos de los campesinos en ideólogos de la pequeña burguesía. "La elevación de la producción popular"-por ellos ansiada-sólo puede significar, dada esa organización de la economía campesina, "elevación" de la pequeña burguesía. Por el contrario, quienes se refieren al productor que vive bajo las relaciones capitalistas más desarrolladas, expresan con acierto los intereses de dicho productor pero también de toda la gigantesca masa de los campesinos "proletarios".

La exposición poco convincente, incompleta y superficial del señor Struve hace que, al hablar de la agricultura racional, no describa su organización económico-social; que, al mostrar cómo el trasporte a vapor sustituye la producción irracional por la racional, la natural por la mercantil, no describa la nueva forma del antagonismo de clases que surge al mismo tiempo.

Este mismo defecto en la formulación de los problemas se observa en la mayor parte de los razonamientos de los capítulos que analizamos. Corno botón de muestra pondré algunos ejemplos más. La economía mercantil y la amplia división social del trabajo-dice el autor-"se desarrollan apoyándose en la institución de la propiedad privada, en los principios de la libertad económica y en el sentimiento del individualismo" (91). El progreso de la producción nacional está ligado al "grado de dominio de la institución de la propiedad privada sobre la sociedad". "Quizá sea lamentable, pero así ocurre en la realidad; se trata de una coexistencia establecida empírica e históricamente. Hoy en día, cuando se tratan con tanta ligereza las ideas y los principios del siglo XVIII, repitiendo en el fondo los mismos errores de entonces, se olvida con excesiva frecuencia este vínculo cultural histórico del progreso económico con la institución de la propiedad privada, de los principios de la libertad económica con el sentimiento del individualismo. Sólo si se ignora este vínculo se puede confiar en que el progreso económico en una sociedad poco desarrollada económica y culturalmente sea posible sin la realización de tales principios. Nosotros no sentimos gran simpatía por esos principios y comprendemos perfectamente su carácter histórico pasajero, pero al mismo tiempo no podemos dejar de ver su enorme fuerza cultural, de un carácter no sólo negativo sino también positivo. Sólo puede no verla el idealismo, que en sus elucubraciones se cree desvinculado de toda continuidad histórica" (91).

El autor tiene mucha razón cuando registra "objetivamente" las "coexistencias históricas", por eso produce mayor disgusto el hecho de que no acabe de decir las cosas. Siente uno el deseo de acuciarle: ¡dígalo todo, reduzca todas sus formulaciones generales y sus referencias históricas a un período determinado de la historia de Rusia, y preséntelas de modo que demuestren en qué, y por qué, precisamente, se distingue su opinión de la de los populistas, compárelas con la realidad, que debe servir de criterio para el marxista ruso, y muestre las contradicciones entre las clases, veladas por todos esos progresos y todas esas culturas! [75]

El "progreso" y la "cultura" que trajo la Rusia posterior a la Reforma están sin duda alguna vinculados a la "institución de la propiedad privada"; ésta no sólo fue realizada por primera vez, con toda plenitud, gracias al nuevo proceso civil "litigioso", que aseguró ante los tribunales esa misma "igualdad", encarnada en la vida por el "trabajo libre" y su venta al capital; se extendió a las posesiones tanto de los terratenientes, eximidos de toda carga fiscal, como de los campesinos, que se convirtieron en propietarios, e inclusive fue tomado como base de los derechos políticos de los "ciudadanos" en cuanto a su participación en la administración municipal (censo), etc., etc. Más indudable es todavía la "ligazón" de nuestro "progreso" con los "principios de la libertad económica": ya hemos oído decir a nuestro populista en su primer capítulo que esa "libertad" consistió en liberar a los "modestos y barbudos" acaparadores de la tierra rusa de la necesidad de "inclinarse ante cualquier pequeño funcionario de la policía". Ya nos hemos referido a como el "sentimiento del individualismo" fue creado por el desarrollo de la economía mercantil. Si reunimos todos estos rasgos del progreso patrio, no podremos por menos de extraer la conclusión (como lo hizo el populista de la década del 10) de que este progreso y esta cultura fueron enteramente burgueses. La Rusia actual es mucho mejor que la anterior a la reforma, pero como ello se debe por entero a la burguesía y a sus agentes e ideólogos, los productores no han sacado provecho alguno. Para ellos la mejoría sólo significó el cambio de la forma del plusproducto, métodos mejores y más perfectos para separar al productor de los medios de producción. .Por eso los señores populistas revelan la más increíble "ligereza" y falta de memoria cuando dirigen su protesta contra el capitalismo ruso y el sistema burgués a quienes lo introdujeron y lo mantienen. De los señores populistas sólo puede decirse: "¡ni a los suyos reconocen!"

Está más allá de la capacidad del populista contemporáneo coincidir con esta apreciación de la Rusia y la "sociedad" posteriores a la Reforma. Mas para discutirla tendría que negar el carácter burgués de la Rusia posterior a la Reforma, negar aquello contra lo que protestaba su antepasado lejano, el populista de la década del 70, que "iba al pueblo" a buscar entre los productores directos "garantías para el futuro". Naturalmente, el populista contemporáneo no sólo puede negar esto, sino que, además, quizá afirme que en este aspecto se ha producido un cambio favorable; pero si obrara así demostraría a quienes aún no lo ven que sólo es un burguesito común.

Como podrá) ver el lector, sólo debo redondear el planteamiento del señor Struve, formularlo de modo distinto: "decir lo mismo en forma diferente". Surge la pregunta: ¿hay necesidad de ello? ¿Vale la pena detenerse con tanto detalle en estas adiciones y conclusiones? ¿No se desprenden de por sí?

Me parece que sí vale la pena, por dos razones. Primero porque el estrecho objetivismo del autor es en extremo peligroso, ya que llega hasta olvidar la línea de demarcación entre los viejos razonamientos profesorales acerca de las vías y los destinos de la patria, tan enraizados en nuestra literatura, y la caracterización exacta del proceso real, impulsado por clases determinadas. Su objetivismo estrecho, su marxismo inconsecuente, es el principal detecto del libro del señor Struve, y habrá que detenerse en él con detalle para demostrar que no proviene del marxismo, sino de una aplicación inadecuada de él; para demostrar que no proviene de que el autor haya visto otros criterios de su teoría que la realidad, ni de que haya extraído de la doctrina otras conclusiones prácticas (otras no pueden extraerse, repito, sin tergiversar todas sus tesis principales), sino de que se limito a exponer un aspecto, el más general de la teoría, y no lo aplicó en forma plenamente consecuente. En segundo lugar, no se puede dejar de estar de acuerdo con el pensamiento expresado por el autor en el prefacio, cuando dice que antes de criticar a los populistas en cuestiones secundarias es necesario "exponer los propios fundamentos de las divergencias" (VII) mediante una "polémica basada en principios". Pero precisamente para que ese ^objetivo no quede sin alcanzar, hay que concretar el sentido de casi todas sus formulaciones, hay que aplicar sus indicaciones demasiado generales, a problemas concretos de la historia y la realidad de Rusia. En estos problemas los marxistas rusos tienen aún que desplegar una gran labor de "revisión de hechos" desde el punto de vista materialista-revelar las contradicciones de clase en la actividad de la "sociedad" y del "Estado", veladas por las teorías de la "intelectualidad"-y por último establecer la vinculación que existe entre las infinitas y diversas formas de apropiación del plusproducto en las empresas "populares" rusas y la más avanzada y desarrollada forma capitalista de esa misma apropiación, que encierra las "garantías para el futuro" y pone hoy; en primer plano la idea y la misión histórica del "productor". Por ello, por más audaz que pueda aparecer el intento de resolver estos problemas, por numerosas que sean las enmiendas que aporte un estudio detallado, merece la pena señalar aspectos concretos para suscitar una discusión lo más general y amplia posible sobre ellos.

El punto culminante del estrecho objetivismo del señor Struve, que da origen a su planteamiento erróneo de los problemas, es el constituido por sus razonamientos en torno de List y de su "notable doctrina" acerca de una "confederación de fuerzas productivas nacionales", acerca de la importancia del desarrollo de la industria fabril para la agricultura, y acerca de la superioridad de los países industriales y agrarios sobre los exclusivamente agrarios, etc., etc. El autor estima que esa "doctrina" "habla muy convincentemente de la inevitabilidad histórica y de la legitimidad del capitalismo en el amplio sentido de la palabra" (123), y del " poderío histórico-cultural de la triunfante producción de mercancías" (124).

Aquí puede apreciarse con singular claridad el carácter profesoral de los razonamientos del autor, que parece situarse por encima de todos los países concretos, de los períodos concretos de la historia, de clases concretas. Esta apreciación nuestra es igualmente cierto tanto si la consideramos desde el punto de vista teórico o del práctico. Empecemos por el primero. ¿No es, acaso, extraño pensar que se puede "convencer" a alguien de la " inevitabilidad histórica y de la legitimidad del capitalismo" para un determinado país si se recurre a formulaciones abstractas, dogmáticas, acerca de la importancia de la industria fabril? ¿No es un error plantear el problema en ese terreno tan del agrado de los profesores liberales de Rússkoie Bogatstvo? ¿No debe obligatoriamente el marxista reducir el problema a descubrir qué es lo que existe y por qué es así y no de otro modo?

Los populistas consideran que nuestro capitalismo es artificial, una flor de invernáculo, y lo estiman así porque no pueden comprender su relación con toda la organización mercantil de nuestra economía social y no ven sus raíces en nuestra "producción popular". Si se les muestra esa relación y esas raíces, si se les muestra que el capitalismo domina en su forma menos desarrollada, y por consiguiente; la peor, también en la producción popular, se les habrá probado la "inevitabilidad" del capitalismo ruso. Si se les hace ver que este capitalismo, al elevar la productividad del trabajo y socializarlo, desarrolla y revela el antagonismo social, de clases, que ha surgido por doquier en la "producción popular", se les habrá probado la "legitimidad" del gran capitalismo ruso. En cuanto al lado práctico de este razonamiento, que se vincula con el problema de la política comercial, puede decirse lo siguiente. Los marxistas rusos, si bien subrayan ante todo y sobre todo que el problema de la libertad de comercio y del proteccionismo es un problema capitalista, un problema de la política burguesa, deben ser partidarios de la libertad de comercio, ya que en .Rusia se manifiesta con fuerza particular el carácter reaccionario del proteccionismo, que frena el desarrollo económico del país y beneficia, no a toda la clase burguesa, sino a un puñado de magnates todopoderosos, y ya que la libertad de comercio significa la aceleración del proceso que proporciona los medios para liberarse del capitalismo.

* * *

 

[b]

El último § (XI) del capítulo III está dedicado al análisis del concepto de "capitalismo". El autor señala con mucho tino que esta palabra se emplea "muy libremente" y cita ejemplos de una manera "muy estrecha" o "muy amplia" de interpretarla, pero no establece rasgos concretos y precisos; el concepto "capitalismo", a pesar del análisis del autor, ha quedado sin analizar. Sin embargo, se diría que ello no debe presentar gran dificultad, puesto que ese concepto fue introducido por Marx en la ciencia y fundamentado con hechos. Pero tampoco en este caso ha querido el señor Struve contagiarse de "ortodoxia". "El propio Marx-dice-se imaginaba el proceso de conversión de la producción mercantil en mercantil capitalista quizá más impetuoso y rectilíneo de lo que es en realidad" (pág. 127, nota). Es posible. Pero como ésta es la única concepción fundamentada científicamente y confirmada por la historia del capital y, como además, nosotros no conocemos otras "quizá" menos "impetuosas" y "rectilíneas", invocaremos precisamente a Marx. Los rasgos esenciales del capitalismo son, según su doctrina: (1) la producción de mercancías como forma general de la producción. El producto adquiere la forma de mercancía en los más diversos organismos de la producción social, pero sólo en la producción capitalista esa forma del producto del trabajo es general y no constituye una excepción, un caso aislado, fortuito. El segundo rasgo del capitalismo (2) es que no sólo el producto del trabajo, sino el trabajo mismo, es decir, la fuerza de trabajo del hombre, adquiere la forma de mercancía. El grado de desarrollo de la forma mercantil de la fuerza de trabajo caracteriza el grado de desarrollo del capitalismo [76] .

Con la ayuda de esta caracterización nos resultará) fácil orientarnos entre los ejemplos de comprensión errónea del término que aparecen en la obra de Struve. Es indudable que contraponer el sistema vigente en Rusia al capitalismo, basándose en el atraso técnico de nuestra economía nacional, en el predominio del trabajo manual, etc., etc., cosa que los populistas hacen con harta frecuencia, no puede ser más absurdo, pues el capitalismo existe tanto donde el nivel técnico es bajo como donde está muy desarrollado, y Marx subraya reiteradas veces en El capital que el capital empieza subordinando a sí mismo la producción tal como la encuentra v sólo más tarde la trasforma técnicamente. Es indudable que la Hausindustrie alemana y el "sistema de la gran producción basada en el trabajo a domicilio" en Rusia constituyen una organización capitalista de la industria, pues en ellos no sólo predomina la producción de mercancías, sino eme, además, el dueño del dinero domina al productor y se apropia del sobrevalor. Es indudable que oponer el capitalismo de Europa occidental a los campesinos rusos "poseedores de tierra", como gustan de hacerlo los populistas, tampoco demuestra otra cosa que la incomprensión de lo que es el capitalismo. También en Occidente, como señala muy justamente el autor, existe en algunos lugares una "economía campesina seminatural" (124), pero este hecho no elimina, ni en Occidente, ni en Rusia, el predominio de la producción de mercancías, ni la subordinación de la inmensa mayoría de los productores al capital, esa subordinación que antes de alcanzar su desarrollo superior, máximo, pasa por muchas etapas que los populistas prefieren no ver, a pesar de que Marx explicó esto con toda precisión. Esa subordinación empieza con el capital comercial y con él usurario, y después pasa al capitalismo industrial, que a su vez es al principio muy primitivo desde el punto de vista técnico y no se distingue en nada de los viejos sistemas de producción, organiza luego la manufactura-ésta sigue basada en el trabajo manual, en las pequeñas industrias artesanales, que son las dominantes, y no corta los lazos del obrero asalariado con la tierra-, y termina su desarrollo con la gran industria mecanizada. Sólo esta última fase, la superior, punto culminante del desarrollo del capitalismo, crea un obrero completamente expropiado y libre como un pájaro.[77]

sólo ella engendra (tanto en el aspecto material como en el social) la "significación unificadora" del capitalismo, que los populistas atribuyen al capitalismo en general; sólo ella contrapone al capitalismo con su "propio hijo".

El cuarto capítulo de la obra, titulado Progreso económico y progreso social, es la continuación directa del tercero y pertenece a la parte del libro que esgrime contra los populistas datos de la "experiencia de la humanidad". Tendremos que detenernos aquí, en primer lugar, en una equivocada concepción del autor [o en una expresión poco afortunada acerca de los partidarios de Marx, y en segundo lugar, en la formulación de los objetivos de la crítica económica del populismo.

El señor Struve dice que Marx concebía el paso del capitalismo a un nuevo régimen social como una brusca caída, como el derrumbe del capitalismo (el señor Struve cree que permiten suponerlo así "algunos pasajes" de Marx, cuando en realidad esa opinión puede hallarse en todas sus obras). Los partidarios de Marx luchan por reformas. En el punto de vista que Marx sustentaba en la década del 40 se "introdujo una importante rectificación": en lugar de un "abismo" entre el capitalismo y el nuevo régimen, se reconoció que debía haber "toda una serie de transiciones".

No podemos admitir que eso sea correcto. Los "partidarios de Marx" no introdujeron "rectificación" alguna, ni importante ni poco importante, en las concepciones de Marx. La lucha por las reformas no implica una "rectificación", no corrige la teoría acerca del abismo v de la caída brusca, ya que esa lucha se despliega con un fin reconocido abierta y claramente: llegar a esa "caída". Y el hecho que ello requiere "toda una serie de transiciones" de una fase de la lucha a otra, de un peldaño, al siguiente, es cosa que Marx admitía ya en la década del 40, cuando dijo en el Manifiesto que no se podía separar del movimiento obrero (y, por lo tanto, de la lucha por las reformas), el movimiento hacia un nuevo régimen social, y él mismo propuso en conclusión varias medidas prácticas. [78]

Si el señor Struve quiso señalar el desarrollo del punto de vista de Marx, tiene razón, claro está. Pero en tal caso, no vemos ahí una "rectificación" a sus concepciones, sino todo lo contrario: su aplicación, su realización.

Tampoco estamos de acuerdo con la actitud del autor hacia el populismo.

"Nuestra literatura populista-dice-hizo suya la oposición existente entre la riqueza nacional y el bienestar del pueblo, entre el progreso social y el progreso de la distribución" (131).

El populismo no "hizo suya" esa oposición; sólo se limitó a comprobar que en la Rusia posterior a la Reforma existía la misma contradicción entre el progreso, la cultura y la riqueza, por una parte, y por la otra la separación del productor de los medios de producción, la disminución de la parte del productor en el producto del trabajo popular y el aumento de la miseria y el desempleo, contradicción que también en Occidente ha creado la oposición de que hablamos.

"... En virtud de su carácter humanista, de su amor por el pueblo, esa literatura resolvió inmediatamente el problema en favor del bienestar popular, y como algunas formas de la economía popular (la comunidad rural, los arteles) encarnaban al parecer los ideales de igualdad económica, y por lo tanto aseguraban el bienestar del pueblo, y como el progreso de la producción bajo la influencia de un mayor intercambio no prometía, ni mucho menos, favorecer esas formas, cuyas bases económicas y psíquicas eliminaba, los populistas señalaron la triste experiencia del progreso de la producción en Occidente, basado en la propiedad privada y en la libertad económica, y opusieron a la economía mercantil, al capitalismo, una llamada "producción popular", que garantiza el bienestar del pueblo como ideal económico-social por cuya conservación y desarrollo deben luchar en Rusia los intelectuales y el pueblo."

Este razonamiento revela con toda nitidez la falla en la tesis del señor Struve. Presenta al populismo como una teoría " humanista" que "hizo suya" la oposición entre la riqueza nacional y la pobreza del pueblo y "resolvió el problema," en favor de la distribución porque la "experiencia de Occidente" "no prometía" el bienestar del pueblo. Y el autor se pone a discutir esa "solución" del problema, perdiendo de vista que lucha contra el manto idealista y, además, soñador e ingenuo del populismo, y no contra su contenido; perdiendo de vista que él mismo, al plantear el caso al estilo profesoral, como lo hacen los populistas, comete un grave error. Como ya hemos señalado, el contenido del populismo refleja los puntos de vista y los intereses del pequeño productor ruso. "El humanitarismo y el amor al pueblo" de la teoría eran consecuencia de la opresión, a que se veía sometido el pequeño productor, que sufría cruelmente tanto a causa del sistema y las tradiciones "de la antigua nobleza" como del yugo del gran capital. La actitud del populismo hacia "Occidente" y hacia su influencia en Rusia no se debió, claro está, a que "hiciese suya" tal o cual idea, que provenía de Occidente, sino a las condiciones de vida del pequeño productor: éste estimaba en contra suya al gran capitalismo, que asimilaba la técnica de Europa occidental[79] , y al verse oprimido por él, ideó ingenuas teorías que no explicaban la política capitalista por la economía capitalista, sino a la inversa, el capitalismo por la política, y declaraban que el gran capitalismo era algo ajeno a la vida rusa, algo traído de fuera. La sujeción a su pequeña empresa aislada impedía al pequeño productor comprender el verdadero carácter del Estado, y apelaba a él para que lo ayudara a desarrollar la pequeña producción (la "producción popular"). El exiguo desarrollo de las contradicciones de clase, propio de la sociedad capitalista rusa, hizo que la teoría de estos ideólogos de la pequeña burguesía apareciera como defensa de los intereses del trabajo en general.

En vez de demostrar lo absurdo del enfoque del problema por los populistas, y de atribuir la "solución" que éstos le dan a las condiciones materiales de vida del pequeño productor, el propio señor Struve incurre, al plantear la cuestión, en un dogmatismo que recuerda la "elección" de los populistas entre el progreso económico y el social.

"El objetivo de la crítica de las bases económicas del populismo [...] es [...] demostrar lo siguiente:

1) El progreso económico es una condición necesaria del progreso social; este último nace históricamente del primero, y cuando se alcanza determinado grado de desarrollo debe surgir y surge efectivamente una interacción orgánica, un condicionamiento recíproco de los dos procesos" (133). En términos generales, este planteamiento es, claro está, completamente acertado. Pero más bien traza los objetivos de la crítica de las bases sociológicas del populismo que de las económicas: en el fondo es una formulación diferente de la doctrina según la cual el desarrollo de la sociedad está determinado por el de las fuerzas productivas, teoría a la que nos referimos en los capítulos I y II. Para hacer la crítica de las "bases económicas del populismo", eso no basta. Hay que formular de modo más concreto el problema, hay que pasar del progreso en general al "progreso" capitalista de la sociedad rusa, a los errores en la comprensión de este proceso que dieron origen a las ridículas fábulas populistas de la tabula rasa, de la "producción popular", de la falta de base del capitalismo ruso, etc., etc. En vez de hablar de la interacción que surge entre el progreso económico y el social, hay que señalar (o esbozar, por lo menos) los fenómenos definidos del progreso social en Rusia en los que los populistas no ven tales y tales raíces económicas[80].

"2) Por ello, el problema de la organización de la producción) y del grado de productividad del trabajo es más importante que el de la distribución; bajo ciertas condiciones históricas concretas en las que la productividad del trabajo del pueblo es absoluta y relativamente muy baja, la importancia primordial del factor producción se manifiesta con particular fuerza."

El autor se basa, al decir eso, en la teoría de Marx acerca de la importancia secundaria de la distribución. Sirve de epígrafe al capítulo IV un pasaje de la crítica de Marx al Programa de Gotha [81] [82] en la que Marx opone al socialismo vulgar el socialismo científico, que no concede una importancia esencial a la distribución y estima que el régimen social se debe a la organización de las relaciones de producción, y que dicha organización lleva implícito determinado sistema de distribución. Esta idea, como el autor observa con gran acierto, impregna toda la doctrina de Marx y tiene una importancia extraordinaria para esclarecer el contenido pequeñoburgués del populismo. Pero la segunda mitad de la frase del señor Struve la vela considerablemente, sobre todo debido al oscuro término "factor producción". Es posible que surja cierta confusión en cuanto al sentido en que este término debe ser comprendido. El populista sustenta el punto de vista del pequeño productor, quien se explica sus desgracias de modo harto superficial, diciendo que "es pobre" y su vecino el mayorista "es rico"; que las "autoridades" ayudan sólo al gran capital, etc., etc.; en una palabra: lo explica todo alegando peculiaridades de la distribución, errores de la política, etc. ¿Qué punto de vista le opone el autor? ¿El del gran capital-que contempla con desprecio la miserable pequeña empresa del campesino-artesano y se enorgullece del alto nivel de desarrollo de su propia industria, de los "servicios" que ha prestado al elevar la baja productividad absoluta y relativa del trabajo popular-o el punto de vista de su antípoda, que vive va en relaciones tan desarrolladas que no puede darse por satisfecho con referencias a la política y a la distribución v empieza a comprender que la causa es más profunda y reside en la organización (social) de la producción, en el propio sistema de la economía social, basada en la propiedad individual, v controlada y dirigido por el mercado? Esa pregunta puede muy bien hacérsela el lector, v con tanto mayor razón cuanto que el autor emplea a veces la expresión "factor producción" junto a las palabras "sistema de economía" (véase pág. 171: los populistas "ignoran el factor producción hasta un grado que equivale a negar la existencia de cualquier sistema de economía") v en especial porque al hacer una comparación entre la producción "irracional" y la "racional" vela la relación entre el pequeño productor y el que ha perdido ya definitivamente, sus medios de producción. Es indudable que, desde el punto de vista objetivo, la exposición del autor no es por ello menos correcta, y que a quienquiera comprenda el antagonismo inherente al sistema capitalista, le resultará fácil imaginar la situación desde el ángulo de la correlación mencionada. Pero como todo el mundo sabe bien es eso precisamente lo que no comprenden los señores populistas rusos, sería de desear que la polémica con ellos fuese más concreta y explícita, y que encerrase la menor cantidad posible de premisas demasiado generales y abstractas.

Como hemos tratado de demostrar con un ejemplo concreto en el capítulo I, toda la diferencia entre el populismo y el marxismo consiste en el carácter de la crítica del capitalismo ruso. Para criticar el capitalismo, al populista le parece suficiente comprobar que existe la explotación y la interdependencia entre ésta y la política, etc., etc. El marxista, por su parte, considera necesario explicar y ligar todos esos fenómenos de explotación y presentarlos como un sistema de determinadas relaciones de producción, romo una formación económico-social particular, cuyas leyes de funcionamiento y desarrollo deben ser estudiadas objetivamente. El populista estima que para criticar el capitalismo basta con condenarlo desde el punto de vista de los ideales populistas, desde el punto de vista de la "ciencia moderna y las ideas morales contemporáneas". El marxista considera necesario estudiar con todo detalle las clases que se forman en la sociedad capitalista, y estima fundada sólo la crítica hecha desde el punto de vista de una clase determinada, una crítica que no se base en el juicio ético del "individuo", sino en la formulación exacta del proceso que se produce efectivamente en la sociedad.

Si tratamos de formular, partiendo de esto, los objetivos de la crítica de los principios económicos del populismo, resultará, poco más o menos, lo siguiente:

Hay que demostrar que la relación entre el gran capitalismo ruso v la "producción popular" es la existente entre un fenómeno que ha alcanzado su pleno desarrollo y un fenómeno sin desarrollar, la relación entre la fase superior del desarrollo de la formación social capitalista v su etapa inferior [83] que la separación del productor de los medios de producción y la apropiación del producto de su trabajo por el poseedor de dinero debe explicarse, tanto en la fábrica como en la comunidad rural, no invocando la política o la distribución, sino basándose en las relaciones de producción que cristalizan necesariamente en la economía mercantil, en la formación de clases cuyos intereses son antagónicos, cosa que caracteriza a la sociedad capitalista [84] que la realidad (la pequeña producción) que los populistas quieren elevar a un peldaño superior, evitando el capitalismo, entraña ya el capitalismo con el antagonismo de clases a él inherente y el choque de dichas clases, pero en su peor forma, que dificulta la actividad independiente del productor; eme por ello los populistas, al cerrar los ojos a los antagonismos sociales va surgidos y al soñar con "otros caminos para la patria", se convierten en unos utopistas reaccionarios, pues el gran capitalino no hace sino desarrollar, desenmarañar y aclarar el contenido de dichos antagonismos, existentes por doquier en Rusia.

Muy directamente vinculados a la formulación demasiado abstracta de los objetivos de la crítica económica del populismo se hallan los razonamientos que hace luego el autor para demostrar la "necesidad" v el carácter "progresista", no del capitalismo ruso, sino del de Europa occidental. Aunque no tocan directamente el contenido económico de la doctrina populista, esos razonamientos son muy interesantes e instructivos. En nuestra literatura populista se han oído en muchas ocasiones voces de desconfianza hacia el movimiento obrero de Europa occidental. Ello se puso de manifiesto con particular claridad en la última polémica de los señores Mijailovski y Cía. (Rússkoie Bosatstvo, 1893-1894) contra los marxistas. Aún no hemos visto del capitalismo nada bueno, decía entonces el señor Mijailovski [85] .

Esos necios puntos de vista pequeñoburgueses son refutados brillantemente por los; datos que proporciona el señor Struve, con tanta mayor razón cuanto que han sido tomados de la literatura burguesa de nuestros días, a la que no se puede sospechar de exagerada. Las citas aportadas por el autor demuestran que todos en Occidente, hasta los burgueses, ven que el paso del capitalismo a una nueva formación económico-social es inevitable.

La socialización del trabajo por el capitalismo ha avanzado tanto, que inclusive la literatura burguesa habla abiertamente de la necesidad de una "organización planificada de la economía nacional". El autor tiene mucha razón cuando dice que eso es "un signo de la época", un síntoma de la descomposición absoluta del sistema capitalista. Encierran sumo interés las declaraciones, citadas por el autor, no sólo profesores burgueses, sino hasta de los conservadores, que se ven obligados a reconocer lo que aun hoy quieren negar los radicales rusos: que el movimiento obrero ha sido creado por las condiciones materiales engendradas por el capitalismo, y no "simplemente" por la cultura o por otras condiciones políticas.

No creo que después de todo lo expuesto tengamos gran necesidad de detenernos en los razonamientos del autor, de que la distribución sólo puede progresar basándose en una producción racional. Está claro que ello significa que sólo el gran capitalismo, basado en la producción racional, crea las condiciones que permitan al productor levantar cabeza, pensar y ocuparse de sí mismo y de quienes, debido al atraso de la producción, no se encuentran en las mismas condiciones.

Nos limitaremos a decir dos palabras acerca de la siguiente frase del señor Struve: "La distribución extremadamente desigual, que frena el progreso económico, no fue creada por el capitalismo: la heredó" de aquella época que los románticos consideran el reino de la abundancia (159). Eso es cierto siempre que el autor sólo quiera decir que antes del capitalismo existía también una distribución desigual, cosa que acostumbran olvidar los señores populistas. Pero no es cierto si niega que el capitalismo haya acentuado esa desigualdad. Bajo el feudalismo no hubo ni podía haber una desigualdad tan acusada como la que existe entre el campesino arruinado o el paria y el magnate bancario, ferroviario o industrial, desigualdad creada por la Rusia capitalista posterior a la Reforma.

 

[c]

Pasemos al capítulo V. El autor ofrece en él una semblanza general del "populismo como una filosofía económica". Según el señor Struve, "los populistas son los ideólogos de la economía natural y de la igualdad primitiva" (167).

No podemos estar de acuerdo con esa caracterización. No vamos a repetir aquí los argumentos aportados en el capítulo I, cuando demostramos que los populistas son los ideólogos del pequeño productor. Ya señalamos allí que precisamente las condiciones materiales de vida del pequeño productor, su situación de transición, intermedia entre los "propietarios" y los "obreros", llevaron a que los populistas no comprendieran las contradicciones de clase y a esa peregrina mezcolanza de puntos progresistas y reaccionarios en su programa.

Aquí nos limitaremos a agregar que su primer aspecto, es decir, su aspecto progresista, acerca al populismo ruso a la democracia de Europa occidental, y por ello se le puede aplicar enteramente esta genial caracterización de la democracia, hecha hace más de cuarenta años, a propósito de acontecimientos de la historia de Francia:

"Como el demócrata representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se neutralizan mutuamente, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación, forman el pueblo. Ellos representan los derechos del pueblo; a ellos les preocupan los intereses del pueblo. Por ello, no tienen necesidad de investigar los intereses y la situación de las distintas clases. No necesitan sopesar con demasiado rigor sus propios medios [86]

[...] Si resulta que sus intereses no interesan y su fuerza es debilidad, la culpa la tienen los malvados sofistas, que dividen al pueblo indivisible en varios campos enemigos[87]

[...] o bien todo se ha derrumbado por un detalle de ejecución, o ha surgido un accidente imprevisto que todo lo hizo fracasar por esta vez. En cualquier caso, el demócrata sale de la derrota más ignominiosa tan inmaculado como inocente entró en ella, con la convicción reforzada de que tiene necesariamente que vencer, no de que él mismo y su partido deben abandonar la vieja posición, sino de que, por el contrario, son las circunstancias las que tienen que madurar para ponerse a la altura de él" (ihn entgegenzureifen haben. Der achtzehnte Brumaire u. s. w., S. 39).[88]

Ejemplos aportados por el mismo autor evidencian que es erróneo caracterizar a los populistas como ideólogos de la economía natural y de la igualdad primitiva. "Señalaremos como un caso curioso-dice el señor Struve-que hasta hoy el señor N.-on sigue llamando a Vasílchikov economista liberal" (169). Si tomamos la esencia de esa denominación, veremos que no es un caso curioso. Vasílchikov propugna en su programa un crédito barato y ampliamente difundido. El señor Nikolai-on no puede dejar de ver que en una sociedad capitalista, como es la rusa, el crédito fortalece sólo a la burguesía y llevará al "desarrollo y consolidación de las relaciones capitalistas" (Ensayos, pág. 77). Por las medidas prácticas que propone, Vasílchikov, como todos los populistas, representa únicamente los intereses de la pequeña burguesía. Lo único que hay en todo ello de curioso es que el señor N.-on, que se codea con los escritores de Rússkoie Bogatstvo, no haya visto "hasta hoy" que son exactamente el mismo tipo de pequeños "economistas liberales" que el príncipe Vasílchikov. Las teorías utópicas se avienen con facilidad, en la práctica, a los progresos pequeñoburgueses. Esta caracterización del populismo es confirmada todavía con mayor fuerza por Golovachov, quien reconoce la insensatez de la distribución de tierras de nadiel por cabeza y propone "créditos baratos para la gente trabajadora". Al criticar esta "asombrosa" teoría, el señor Struve presta atención a su necedad teórica, pero parece no advertir su contenido pequeñoburgués.

Al analizar el capítulo V, no podemos dejar de detenernos también en la "ley de las necesidades promedio", del señor Scherbina. Ello es necesario para apreciar el malthusianismo del señor Struve, que aparece con relieve en el capítulo VI. La "ley" consiste en que al clasificar a los campesinos según el nadiel que poseen obtenemos un promedio de necesidades de la familia campesina (es decir, de gastos para la satisfacción de distintas necesidades) que apenas si oscila (de grupo en grupo); además, el señor Scherbina calcula los gastos por habitante.

El señor Struve señala con satisfacción que esa "ley" "tiene una importancia enorme", ya que, según él, confirma la ley de Malthus, "universalmente conocida,", de que "el nivel de vida y la multiplicación de la población dependen de los medios de subsistencia que tiene a su alcance".

No comprendemos por qué esta ley llena de júbilo al señor Struve. No comprendemos cómo pueden considerarse una "ley", y por añadidura de "enorme importancia", los cálculos del señor Scherbina. Es muy lógico que allí donde el modo de vida de distintas familias campesinas no difiere en grado considerable, obtengamos, al dividir a los campesinos en grupos, promedios que apenas oscilen; sobre todo si tomamos como base de la división la dimensión del nadiel, que no determina directamente el nivel de vida de la familia (ya que la parcela puede haber sido dada en arriendo o la familia en cuestión haber tomado tierra arrendada) y es igual para el campesino rico que para el pobre con el mismo número de familiares sujetos al pago de tributos. Los cálculos del señor Scherbina sólo demuestran que escogió un método erróneo de clasificación. Nos parece muy extraño que el señor Scherbina haya creído descubrir en ello una ley. No menos extraño es ver en esos cálculos una afirmación de la ley de Malthus, como si por las proporciones del nadiel se pudieran juzgar los "medios de subsistencia al alcance del campesino", sin prestar atención a la entrega de tierra en arriendo, ni a los "trabajos adicionales", ni a la dependencia económica del campesino respecto del terrateniente y del mayorista. Con motivo de esta "ley" del señor Scherbina (la forma en que el mencionado caballero expone esta "ley" evidencia que él mismo concede una importancia increíblemente grande a sus cifras promedio, que no demuestran nada), el señor Struve dice: "En el caso dado, 'producción popular' significa simplemente producción sin el empleo de trabajo asalariado.

Y es indiscutible que, allí donde la producción está de este modo organizada, la 'plusvalía' queda en poder del productor" (176). El autor señala a continuación que, cuando la productividad del trabajo es baja, ello no impide que el representante de esa " producción popular" viva peor que el obrero. Su entusiasmo por el malthusianismo ha hecho que el autor haya formulado con inexactitud la tesis citada. El capital comercial y usurario subordina a sí mismo el trabajo en cada aldea rusa y, sin convertir al productor en obrero asalariado, le extrae no menos plusvalía que el capital industrial al obrero. El señor Struve ha señalado muy justamente ron anterioridad que la producción capitalista empieza en cuanto al capitalista se interpone entre el productor y el consumidor aunque sólo compre a productores independientes (en apariencia) productos terminados (pág. 99 v nota 2), y que sería difícil encontrar entre los productores "independientes" rusos alguno que no trabaje para un capitalista (para el comerciante, el mayorista, el kulak, etc.). Uno de los mayores errores de los populistas consiste en que no ven la estrecha e indisoluble relación que existe entre la organización capitalista de la economía social rusa y el dominio absoluto del capital comercial en el campo. Por ello dice con muy buen tino el autor que "la propia denominación de 'producción popular' no responde, en el sentido en que los populistas la emplean, a ningún orden de cosas histórico real. Hasta 1861, la 'producción popular' estaba en Rusia estrechamente vinculada con el régimen de servidumbre, pero después de dicho año se desarrolló con rapidez la economía mercantil, que no podía dejar de enturbiar la pureza de la producción popular" (177). Cuando el populista dice que la pertenencia de los medios de producción al productor es un principio secular de la vida rusa, tergiversa simplemente la historia para amoldarla a su utopía, y la tergiversa recurriendo a juegos de palabras: en el régimen de servidumbre, los medios de producción le eran proporcionados al productor por el terrateniente para que aquél pudiera cumplir la prestación personal: el nadiel era algo así como un salario en especie, un medio "secular" de apropiación del plusproducto. La abolición de la servidumbre no significó, ni mucho menos, la "emancipación" del productor; sólo significó un cambio en la forma del plusproducto. Si en Inglaterra, por ejemplo, la caída del feudalismo creó efectivamente campesinos independientes v libres, nuestra Reforma realizó de un solo golpe el paso del "ignominioso" plusproducto feudal al "libre" sobrevalor burgués.

 

* * *

 

 

CAPÍTULO IV

CÓMO EXPLICA EL SEÑOR STRUVE ALGUNOS RASGOS DE LA ECONOMÍA DE LA RUSIA POSTERIOR A LA REFORMA

 

[Introducción.]

El último (sexto) capítulo del libro del señor Struve está dedicado al problema más importante: al desarrollo económico de Rusia. Su contenido teórico se divide en las siguientes partes: 1) superpoblación en la Rusia agraria, su carácter y causas; 2) diferenciación del campesinado, su significación y causas; 3) papel del capitalismo industrial en la ruina de los campesinos; 4) las explotaciones agrícolas privadas y el carácter de su desarrollo y 5) problema de los mercados para el capitalismo ruso. Antes de ponernos a analizar los argumentos del señor Struve en cada uno d" los cinco puntos, nos detendremos en sus observaciones acerca de la Reforma campesina.

El autor protesta contra la interpretación "idealista" que de ella se hace y señala las necesidades del país, que exigían la elevación de la productividad del trabajo; asimismo señala el rescate de tierras y la presión "desde abajo". Es una lástima que no haya expresado con plenitud su legítima protesta. Los populistas dicen que la Reforma se debió al desarrollo de las ideas "humanistas" y "emancipadoras" en "la sociedad". Este hecho es indudable, pero explicar por él la Reforma equivale a caer en una redundancia incoherente y a reducir la "emancipación" a las "ideas emancipadoras". El materialista estima necesario someter a un análisis especial el contenido de las medidas realizadas para llevar esas ideas a la práctica. No ha habido en la historia ni una sola "reforma" importante, aunque haya tenido un carácter de clase, por la que no se haya abogado pronunciando elevadas palabras y hablando de nobles ideales. Lo mismo puede decirse de la Reforma campesina. Si prestamos atención al contenido real de los cambios que originó, veremos que su carácter es el siguiente: parte de los campesinos fueron privados de tierra, y los demás-esto es lo principal-, que conservaron parte de su tierra, tuvieron que rescatarla de los terratenientes, como si no les perteneciera en absoluto, y además rescatarla a un precio artificialmente elevado. Tales reformas, no sólo en Rusia, sino también en Occidente, fueron revestidas con teorías de "libertad" y de "igualdad" y en El capital se demostró ya que el terreno en el que germinaron esas ideas de libertad y de igualdad fue precisamente la producción de mercancías. En todo caso, por complejo que fuera el mecanismo burocrático que realizó la reforma en Rusia, por más lejos que estuviera, en apariencia [89], de la propia burguesía, es indiscutible que sobre la base de tal reforma sólo podía surgir el sistema burgués. El señor Struve señala con todo acierto que la forma, tan en boga, de contraponer la reforma campesina en Rusia a las reformas de Europa occidental es errónea: "Es completamente desacertado afirmar (en forma tan general) que en Europa occidental los campesinos fueron emancipados sin que se les diera tierra, o, en otras palabras, que fueron despojados de la tierra por vía legislativa" (196). Subrayo las palabras "en forma tan general", ya que el privar a los campesinos de la tierra por vía legislativa es un hecho histórico indudable, que se ha producido en todas partes donde se llevaron a cabo reformas campesinas, pero no es un hecho general, pues en Occidente parte de los campesinos, al ser emancipados de la servidumbre, rescataron tierra de los terratenientes, e igual cosa están haciendo en Rusia. Sólo los burgueses pueden ocultar este hecho del rescate de las tierras y decir que "la liberación de los campesinos dándoles tierra [90] ha hecho de Rusia una tabula rasa" (palabras de un tal señor Yákovlev, "aplaudidas de todo corazón" por el señor Mijailovski; véase pág. 10 del libro de P. Struve).

 

* * *

 

I

Pasemos a la teoría del señor Struve acerca del "carácter de la superpoblación en la Rusia agraria". Este es uno de los puntos más importantes en los que el señor Struve se aparta de la " doctrina" del marxismo para abrazar el malthusianismo. La esencia de su punto de vista, que expone en la polémica con el señor N.-on, es que la superpoblación en la Rusia agraria [91] no es capitalista, sino, por así decirlo, superpoblación simple que acompaña a la economía natural".

Puesto que el señor Struve dice que su objeción al señor N.-on "coincide plenamente con la objeción general de F. A. Lange a la teoría de la superpoblación relativa enunciada por Marx" (183, nota), veamos primero esta "objeción general" de Lange para aquilatarla debidamente.

En su obra El problema obrero, capítulo V (trad. al ruso págs. 142-178) Lange se ocupa de la ley de la población enunciada por Marx. Empieza por la tesis principal de Marx de que, "en general, a cada modo de producción históricamente particular le corresponde su propia ley de crecimiento de la población, que sólo tiene una significación histórica. La ley abstracta de la reproducción rige únicamente para las plantas y los animales" [92]. Lange objeta:

"Permítasenos señalar que, hablando en rigor, para las plantas y los animales tampoco rige ninguna ley 'abstracta' de reproducción, ya que, en general, la abstracción es hallar lo común en toda una serie de fenómenos homogéneos" (143). A continuación, Lange explica en detalle a Marx qué es abstracción. Es evidente que no comprendió el sentido de las palabras de Marx. Éste opone en este aspecto el hombre a las plantas y los animales basándose en que el primero vive en distintos organismos sociales, que se suceden históricamente y son determinados por el sistema de producción social y, por consiguiente, de distribución. Las condiciones de multiplicación del hombre dependen en forma directa de la estructura de los distintos organismos sociales, y por lo tanto la ley de la población debe ser estudiada en cada uno de esos organismos por separado, y no "en abstracto", sin tomar en consideración las distintas formas históricas de organización de la sociedad. La explicación que Lange da al decir que la abstracción es destacar lo común en una serie de fenómenos homogéneos se vuelve contra sí mismo: sólo podemos considerar homogéneas las condiciones de vida de los animales y las plantas, pero en modo alguno las del hombre, pues sabemos que ha vivido en organizaciones sociales de distintos tipos.

Después de exponer la teoría de Marx acerca de la superpoblación relativa en los países capitalistas, Lange dice: "A puniera vista puede parecer que esta teoría rompe el largo hilo que engarza toda la naturaleza orgánica hasta llegar al hombre; puede parecer que explica la base del problema obrero como si para nuestro fin, es decir, para comprender dicho problema, fueran por completo superfluas todas las investigaciones de carácter general relativas a la existencia, la multiplicación y el perfeccionamiento del género humano" (154). [93]

La teoría de Marx no corta, ni mucho menos, el hilo que engarza toda la naturaleza orgánica hasta llegar al hombre: sólo exige que el "problema obrero"-que como tal existe sólo en la sociedad capitalista-no se resuelva basándose en "investigaciones de carácter general" relativas a la multiplicación del hombre, sino tomando como base investigaciones específicas de las leyes que rigen las relaciones capitalistas. Pero Lange sustenta una opinión distinta: "En realidad-dice-no es así. Está claro, en primer lugar, que el trabajo fabril presupone ya en su estado embrionario la miseria" (154). Y dedica página y media a demostrar esta proposición, que es evidente y no nos hace avanzar ni un paso: en primer lugar, sabemos que la miseria es engendrada por el propio capitalismo antes de llegar éste a la fase de su desarrollo en que la producción adquiere la forma fabril, antes de que las máquinas creen una superpoblación; en segundo lugar, también la forma feudal de estructura social, anterior al capitalismo, engendró su propia miseria, que legó al capitalismo.

"Pero aun contando con un ayudante tan poderoso [es decir, la necesidad], el primer empresario raras veces logra atraer una considerable cantidad de trabajadores a la nueva actividad. Por lo común, las cosas ocurren como sigue. El empresario saca un contingente de obreros de lugares donde la industria fabril tiene ya carta de ciudadanía; a ese contingente le suma campesinos solos y sin tierra [94] que están en ese momento sin trabajo; luego ese contingente se completa con adolescentes" (156). Lange escribe con cursiva esta última palabra. Sin duda, las "investigaciones de carácter general relativas a la existencia, la multiplicación y el perfeccionamiento del género humano" quedan expresadas en la formulación de que el dueño de la fábrica elige sus nuevos obreros entre los "adolescentes", y no entre viejos decrépitos. El bueno de Lange dedica toda una página más (157) a esas " investigaciones de carácter general" y cuenta al lector que los padres tratan de asegurar la existencia de sus hijos, que los ociosos moralistas hacen mal en condenar a aquellos que tratan de salir de la condición en que nacieron y que el deseo de que los hijos trabajen y se ganen ellos mismos la vida es completamente natural. Sólo después de tragarnos todos estos razonamientos, únicamente admisibles en los cuadernos de caligrafía, llegamos a lo principal:

"En los países agrarios en los que la tierra pertenece a grandes y pequeños propietarios surge inevitablemente-siempre que en la moral del pueblo no haya echado raíces la tendencia al control voluntario de la natalidad-un exceso permanente de brazos y de consumidores que desean existir con lo que produce el territorio dado" (157-158). Sin aportar demostración alguna Lange expone esta tesis puramente malthusiana. Y la repite una y otra vez, diciendo que "en todo caso, la población de esos países, aunque en términos absolutos sea poco densa, ofrece, por lo común, síntomas de una superpoblación relativa" y que "en el mercado predomina constantemente la oferta de trabajo, mientras que la demanda es ínfima" (158), pero todo eso se afirma gratuitamente. ¿De dónde se saca eso de que el "exceso de obreros" sea en efecto " inevitable"? ¿De dónde surge la relación entre ese exceso de obreros con el hecho de que en la moral del pueblo no haya echado raíces la tendencia al control voluntario de la natalidad? ¿No sería preferible que, en vez de divagar acerca de la "moral del pueblo", se examinaran las relaciones de producción en que ese pueblo vive? Imaginemos, por ejemplo, que esos pequeños y grandes propietarios de que habla Lange estuvieran relacionados del siguiente modo para producir bienes materiales: los pequeños propietarios recibieron de los grandes tierras de nadiel para su sustento, y en pago les trabajaban sus tierras en concepto de prestación personal. Imaginemos también que esas relaciones han sido abolidas, que las ideas humanistas han embriagado hasta tal punto a los grandes propietarios que éstos "han liberado a sus campesinos dándoles tierra", es decir, que les han entregado, aproximadamente, un 20 por ciento de los nadiel y por el restante 80 por ciento les han hecho pagar el doble de lo que valen. Naturalmente, con semejante remedio contra la "plaga del proletariado", los campesinos deben continuar trabajando para los grandes propietarios para poder subsistir, aunque ya no trabajan bajo las órdenes del administrador feudal, como antes, sino sobre la base de un contrato libre, por lo que se quitan unos a otros el trabajo, pues ahora ya no están ligados entre sí y cada uno de ellos trabaja la tierra por cuenta propia. Este sistema, en el que la gente se disputa el trabajo, hace que algunos campesinos se vean inevitablemente desplazados: dado que, como consecuencia de la reducción de los nadiel y del aumento de las cuotas de pago de la tierra, son cada vez más débiles frente al terrateniente, la competencia que entre ellos tiene lugar aumenta la norma del plusproducto, y el terrateniente se las arregla con menor número de campesinos. Por más raíces que eche en la moral del pueblo la tendencia al control voluntario de la natalidad, ese "exceso" surgirá inevitablemente. La argumentación de Lange, que ignora las relaciones económico-sociales, es tan sólo una prueba evidente de la inutilidad de sus métodos. Pero fuera cíe dichos argumentos, Lange no nos ofrece nada nuevo. Dice que los fabricantes trasladan gustosos las industrias a aldeas perdidas, porque allí siempre tienen a su disposición la necesaria cantidad de trabajo infantil para cualquier empresa (161), sin investigar qué proceso histórico, qué modo de producción social ha engendrado la "disposición" de los padres a dejar que se esclavice a sus hijos. El siguiente razonamiento muestra con gran claridad cuáles son los métodos que Lange emplea: cita a Marx, quien dice que la industria mecanizada, al permitir al capital que compre el trabajo de la mujer y de los niños, hace del obrero un "traficante de esclavos".

"¡Así que de eso se trataba!", exclama triunfante Lange. "¿Pero acaso se puede creer que el obrero, a quien la necesidad obliga a vender su propia fuerza de trabajo, vendería tan fácilmente a su mujer y a sus hijos si no lo impulsaran a dar ese paso la necesidad, por una parte, y la tentación por la otra?" (163).

El bueno de Lange lleva su celo al extremo de defender al obrero contra Marx, esforzándose por demostrar a éste que el obrero es "impulsado por la necesidad".

... Sí, ¿qué es en el fondo esa necesidad, siempre en aumento, sino la metamorfosis de la lucha por la existencia?" (163).

¡He ahí a qué descubrimientos llevan las "investigaciones de carácter general relativas a la existencia, la multiplicación y el perfeccionamiento del género humano"! ¿Podremos saber algo acerca de las causas de la "necesidad", de su contenido político-económico v de su desarrollo, si se nos dice que todo es la metamorfosis de la lucha por la existencia? Eso se puede decir a propósito de cualquier cosa, por ejemplo de las relaciones entre el obrero v el capitalista, o de las del terrateniente con el propietario de la fábrica, o ron el campesino siervo, etc., etc. El intento de Lange, de enmendar la plana a Marx, no produce más que trivialidades hueras o ingenuidades. Veamos ahora qué nos ofrece para apoyar este intento el señor Struve, discípulo de Lange, cuando se ocupa del problema concreto de la superpoblación en la Rusia agraria.

La producción de mercancías-empieza diciendo el señor Struve-aumenta la capacidad del mercado interno del país. "El intercambio ejerce esa acción, no sólo mediante la completa reorganización técnica y económica de la producción, sino, asimismo, en los casos en que la técnica de la producción se mantiene en el nivel anterior y la economía natural conserva su papel dominante en la economía general de la población. Pero en este caso, después de una breve animación, sobreviene inevitablemente la 'superpoblación'; sin embargo, si la producción mercantil tiene la culpa de ello, es tan sólo: 1) como estimulante, 2) como factor que la complica" (182). La superpoblación se produciría también si no existiera la economía mercantil: tiene un carácter no capitalista.

Tales son las tesis que formula el autor. Desde el comienzo nos asombran por su inconsistencia, similar a la de Lange: se afirma que la superpoblación en las condiciones de la economía natural es inevitable, pero no se explica qué proceso es el que la crea. Analicemos los hechos en los que el autor ve la confirmación de sus opiniones.

Los datos de 1762-1846 muestran que, en general, la población no se multiplicó rápidamente, ni mucho menos: el aumento anual fue de 1,07-1,5 por ciento. Por cierto que, según Arséniev, se multiplicó con más rapidez en las provincias "cerealeras". Este " hecho"-concluye el señor Struve-es muy característico de las formas primitivas de la economía del país, en las que la reproducción depende directamente de la fertilidad natural, dependencia esta que, por así decirlo, puede palparse". Esta es la acción de la "ley de correspondencia entre la multiplicación de la población y los medios de subsistencia" (185). "Cuanta más tierra hay, y cuanto más elevada es la fertilidad natural del suelo, tanto mayor es el aumento natural de la población" (186). Esta es una conclusión harto inconsistente: basándose en el solo hecho de que el aumento de la población de 1790 a 1846 en las provincias centrales de la Rusia europea fue menor en las provincias de Vladímir y Kaluga, se deduce, ni más ni menos, toda una ley de correspondencia entre la multiplicación de la población y los medios de subsistencia. ¿Pero acaso se puede juzgar los medios de subsistencia de la población por la "superficie de tierra laborable"? (Aun si se admite que tan exiguos datos permiten extraer conclusiones generales.) Hay que tener en cuenta que la "población" no destinaba directamente a sí misma los productos de la "fertilidad natural" por ella obtenidos: los compartía con el terrateniente y con el Estado. ¿Acaso no está claro que uno u otro sistema de agricultura terrateniente-gabela o prestación personal-, así como la magnitud de los tributos y los medios para recaudarlos, etc., etc., ejercían una influencia mucho mayor en la proporción de "los medios de subsistencia" de que podía disponer la población que la superficie de tierra laborable, que no se encontraba en posesión exclusiva y libre de los productores? Pero eso no es todo. Independientemente de las relaciones sociales de las que eran expresión el régimen de servidumbre, la población estaba también entonces ligada por el intercambio: "la separación de la industria manufacturera y Ja agricultura-señala justamente el autor-, es decir, la división social, nacional, del trabajo, existía ya en la época anterior a la reforma" (189). Surge entonces la pregunta: ¿por qué, en tal caso, debemos creer que los "medios de subsistencia" del kustar o de un comerciante de ganado de Vladímir, que vivían en tierras pantanosas, eran menores que los del atrasado campesino de Tambov, con toda su "fertilidad natural de la tierra,"?

A continuación el señor Struve cita datos de la disminución de la población de siervos antes de la emancipación. Los economistas cuyas opiniones nos da a conocer, atribuyen este fenómeno a la "disminución del nivel de vida" (189). El autor concluye:

"Nos hemos detenido en el hecho de la disminución de la población de siervos antes de la emancipación porque, a nuestro parecer, aclara la situación económica de la Rusia de entonces. Parte considerable del país estaba [...] saturada de población en relación con las condiciones técnico-económicas y jurídico-sociales imperantes: estas últimas eran francamente desfavorables para una multiplicación más o menos rápida de casi el 40 por ciento de la población" (189). ¿Qué tiene que ver con todo eso la "ley" de Malthus relativa a la correspondencia de la multiplicación de la población y los medios de subsistencia, cuando el sistema social feudal ponía dichos medios en manos de un puñado de grandes terratenientes y dejaba sin ellos a la masa de la población, cuya multiplicación se somete a estudio? ¿Se puede atribuir valor alguno al razonamiento del autor de que el aumento de la población que se registró fue menor en las provincias poco fértiles y de industria débilmente desarrollada, y en las puramente agrarias y densamente pobladas? El señor Struve quiere ver en ello una manifestación de "superpoblación no capitalista", que debía producirse aun sin la economía mercantil y que "corresponde a la economía natural". Pero con el mismo, si no con mayor fundamento, podría decirse que esa superpoblación corresponde a la economía feudal y que el débil incremento de la población se debía ante todo al aumento de la explotación del trabajo de los campesinos, fruto del desarrollo de la producción de mercancías en las haciendas de los terratenientes, en virtud de que en ellas se empezó a emplear la prestación personal con el fin de producir trigo para la venta, y no sólo para la satisfacción de las propias necesidades. Los ejemplos que el autor aporta hablan contra él: evidencian la imposibilidad de inferir una ley abstracta de la población basándose en la fórmula de la correspondencia de la multiplicación con los medios de subsistencia e ignorando los distintos sistemas históricos de relaciones sociales y las fases de su desarrollo.

Pasando a la época posterior a la Reforma, el señor Struve dice: "en la historia de la población después de la caída del régimen de servidumbre vemos el mismo rasgo esencial que antes de la emancipación. La dinámica del aumento de la población está en relación directa con la superficie de las tierras y de los nadiel en posesión de los campesinos" (198). Eso se pretende demostrar con un cuadro que agrupa a los campesinos según las dimensiones de sus nadiel y que muestra que el incremento de la población es tanto mayor cuanto más grandes son los nadiel. "Y no puede ser de otro modo dadas las condiciones de la economía natural, 'de autoconsumo' [...], que sirve ante todo para satisfacer las necesidades inmediatas del propio productor" (199).

En efecto, si así fuera, si los nadiel sirvieran ante todo para satisfacer las necesidades inmediatas del productor, si fueran la única fuente de satisfacción de dichas necesidades, en este caso, y sólo en él se podría inferir de semejantes datos una ley general del aumento de la población. Pero sabemos que no es así. Los nadiel sirven "ante todo" para satisfacer las necesidades de los terratenientes y del Estado: se despoja de ellos a sus poseedores si esas "necesidades" no son satisfechas en el plazo fijado; se los carga de impuestos que superan su rentabilidad. Además, los nadiel no son el único recurso del campesino. El déficit de la hacienda-dice el autor-debe reflejarse preventiva y represivamente en la población. Además, las ocupaciones adicionales que apartan a la población masculina adulta, frenan también la procreación (199). Pero si el déficit de la agricultura basada en el nadiel se cubre tomando tierra en arriendo o con trabajos adicionales, los medios de subsistencia del campesino pueden resultar suficientes para una "procreación intensa". Es indudable que las circunstancias sólo pueden ser favorables para la minoría de los campesinos, pero como no se hace un análisis especial de las relaciones de producción en el seno del campesinado, nada demuestra que ese incremento sea regular, ni que no se deba principalmente a la prosperidad de la minoría. Por último, el propio autor hace de la economía natural la condición que demostraría su tesis, pero después de la Reforma, como él mismo reconoce, la producción de mercancías irrumpió en pujante oleaje en la vida hasta entonces existente. Es evidente que los datos del autor son absolutamente insuficientes para que se pueda inferir de ellos una ley general de reproducción. Es más, la abstracta "simplicidad" de esa ley, que presupone que los medios de producción en la sociedad analizada "sirven, ante todo, para satisfacer las necesidades inmediatas del propio productor", plantea de manera desacertada, y sin aportar prueba alguna, hechos sumamente complejos. Por ejemplo: después de la emancipación-dice el señor Struve-fue más ventajoso para los terratenientes entregar su tierra en arriendo a los campesinos. "Así, aumentó el área alimentaria accesible al campesino, es decir, sus medios de subsistencia" (200). Adjudicar así, en forma directa, toda la tierra arrendada en el "área alimentaria" es algo infundado y erróneo. El propio autor señala que los terratenientes se quedaban con la parte del león del producto obtenido en sus tierras (200), por lo que no se sabe si semejante arriendo (pagado en trabajo, por ejemplo) no empeoraba la situación de los arrendatarios, si no les imponía obligaciones que llevaban, en fin de cuentas, a la disminución del área alimentaria. Más adelante el autor señala que tomar tierra en arriendo era algo que sólo podían hacer los campesinos acomodados (216), en cuyas manos debía ser más bien un medio para ampliar la agricultura mercantil que para reforzar la destinada al "consumo propio". Inclusive si se demostrara que el arriendo mejoraba en general la situación del "campesinado", ¿qué valor podría tener esta circunstancia, cuando según el propio autor, los campesinos pobres se veían arruinados por el arriendo (216), de modo que lo que mejoraba la situación de unos empeoraba la de otros? Es evidente que en el arriendo campesino se entrelazan las viejas relaciones feudales y las nuevas relaciones capitalistas; los abstractos razonamientos del autor, que pasa por alto tanto unas como otras, no sólo no ayudan a esclarecerlas, sino que, por el contrario, embrollan todavía más el problema.

Queda por citar una referencia más del autor a datos que supuestamente confirman sus ideas. Se trata de cuando dice que "la vieja frase escasez de tierra es un término vulgar, en general admitido para designar el fenómeno que la ciencia denomina superpoblación" (186). Parece como si el autor se apoyase, al hablar así, en toda nuestra literatura populista, que ha establecido indiscutiblemente el hecho de que las tierras de nadiel de los campesinos son "insuficientes" y "confirmado" miles de veces sus deseos de que "se amplíe la posesión de tierra por los campesinos" con el "sencillo" argumento: la población ha aumentado, y los nadiel han sido divididos, y como es natural los campesinos se arruinan. Sin embargo, no creo que este repetido razonamiento populista acerca de la "escasez de tierra" tenga algún valor científico [95], no creo que sirva más que para pronunciar "bienintencionados discursos" en la comisión que se ocupa de la marcha indolora de la patria por el camino acertado. En ese razonamiento, los árboles no dejan ver el bosque, tras los contornos externos del fenómeno no se percibe el fondo económico-social principal del cuadro. El hecho de que enormes extensiones de tierra pertenezcan a los representantes del sistema de la "antigua nobleza", por una parte, y la adquisición de tierra mediante compra, por la otra, constituyen el fondo principal, dado el cual toda "ampliación de la posesión de la tierra" es un miserable paliativo. Tanto los razonamientos populistas acerca de la escasez de tierra como las "leves" malthusianas de la correspondencia del crecimiento de la población con los medios de subsistencia pecan de "simpleza" abstracta, que ignora las relaciones económico-sociales dadas, concretas.

Este análisis de los argumentos del señor Struve nos lleva a la conclusión de que su tesis de que la superpoblación en la Rusia agraria se debe a la falta de correspondencia entre la procreación v los medios de subsistencia, no demuestra nada. El señor Struve termina su argumentación diciendo: "Así, pues, tenemos ante nosotros un cuadro de superpoblación en las condiciones de la economía natural, agravada por elementos de economía mercantil y por otros importantes factores heredados de la estructura social de la época del feudalismo" (200). Naturalmente, de todo hecho económico que se produzca en un país que esté pasando de la economía "natural" a la "mercantil" podrá decirse que se trata de un fenómeno de la "economía natural agravado por elementos de economía mercantil". Pero también podrá decirse lo contrario: "es un fenómeno de la economía mercantil, agravado por elementos de economía natural", pero esto no puede ofrecernos, no ya un "cuadro", sino, siquiera, la menor idea de cómo, precisamente, surge la superpoblación sobre la base de las relaciones económico-sociales dadas. La conclusión final del autor contra el señor N.-on y su teoría de la superpoblación capitalista en Rusia dice así: " nuestros campesinos no producen bastantes alimentos" (237).

El trabajo agrícola de los campesinos proporciona hasta hoy productos que van a parar a manos de los terratenientes, quienes, por intermedio del Estado, reciben las cuotas de rescate; la producción campesina es objeto constante de las operaciones del capital comercial y usurario, que despoja a la inmensa mayoría de los campesinos de una enorme parte de sus productos agrícolas; por último, entre el propio "campesinado" esa producción se halla distribuida de un modo tan complejo, que el índice promedio general positivo (el arriendo) resulta ser negativo para la masa. Y toda esa red de relaciones sociales es cortada por el señor Struve, como un nudo gordiano con su abstracta y gratuita afirmación: "se produce poco". Esta teoría es completamente ilógica; lo único que hace es embrollar lo que debe ser investigado: las relaciones de producción en la economía agrícola de los campesinos. La teoría malthusiana presenta las cosas como si tuviéramos ante nosotros una tabula rasa, y no relaciones feudales y burguesas, entrelazadas en la actual organización de la economía campesina rusa.

Como es lógico, no podemos darnos por satisfechos con limitarnos a criticar las concepciones del señor Struve. Debemos, además, preguntarnos: ¿cuál es la base de sus errores? ¿Cuál de los adversarios (el señor N.-on o el señor Struve) está en lo justo al explicar la superpoblación?

El señor N.-on se basa, para explicar la superpoblación, en que la capitalización de las industrias campesinas "libera" masas de obreros. Al hacer esta afirmación, sólo aporta datos del desarrollo de la gran industria fabril y desconoce el hecho, paralelo, del desarrollo de las industrias de kustares que expresa la profundización de la división social del trabajo [96]

. Luego trasplanta su explicación a la agricultura, sin intentar siquiera describir con exactitud su organización económico-social ni su grado de desarrollo.

En respuesta, el señor Struve señala que "la superpoblación capitalista, en el sentido que Marx le da, está estrechamente vinculada ron el progreso de la técnica" (183), pero como, lo mismo que el señor N.-on, estima que la "técnica" agrícola "casi no ha progresado" (200), se niega a reconocer que la superpoblación de la Rusia agraria tenga un carácter capitalista y busca otras explicaciones al fenómeno.

Las observaciones del señor Struve en respuesta al señor N.-on son correeras. La superpoblación capitalista se debe a que el capital se adueña de la producción y, al disminuir el número de obreros necesarios (necesarios para la obtención de determinada cantidad de productos), crea una población excedente. Marx dice lo siguiente de la superpoblación capitalista en la agricultura:

"No bien la producción capitalista se apodera de la agricultura, y en la medida en que se va apoderando de ésta, con la acumulación del capital que funciona en ella, se hará una disminución absoluta de la demanda de trabajadores agrícolas, sin que su paulatina exclusión sea compensada por una atracción mayor, como sucede en la industria agrícola. Una parte de la población campesina se encuentra, pues, siempre a punto de convertirse en profanado urbano o manufacturero [97]. (Manufactura, significa aquí toda industria no agrícola.) Esta fuente de superpoblación relativa mana, pues, constantemente. Pero su fluir constante hacia las ciudades presupone en el campo una constante superpoblación latente, cuya magnitud sólo puede verse cuando los canales de derivación adquieren nn ancho excepcional. El trabajador agrícola se ve reducido así al mínimo del salario, y está siempre con un pie en el pantano del pauperismo" (Das Kapital. 2 Aufl S. 668). [98]

El señor N.-on no demostró el carácter capitalista de la superpoblación en la Rusia agraria porque no la relacionó con el capitalismo en la agricultura: se limitó a hacer una rápida e incompleta referencia a la evolución capitalista de las haciendas privadas, y perdió de vista por completo los rasgos burgueses de la organización de la agricultura. El señor Struve habría debido subsanar esta insuficiencia de la exposición del señor N.-on, que tiene gran importancia, ya que ignorar el capitalismo en la agricultura, su dominio y, al mismo tiempo, su débil desarrollo, ha llevado, inevitablemente, a la teoría de la ausencia o reducción del mercado interno. En vez de relacionar la teoría del señor N.-on con datos concretos de nuestro capitalismo agrario, el señor Struve comete otro error al negar en redondo que la superpoblación tenga un carácter capitalista.

Toda la historia del período posterior a la Reforma se caracteriza por la irrupción del capital en la agricultura. Los terratenientes fueron pasando (lenta o rápidamente, eso es un asunto distinto) a la explotación del trabajo asalariado-lo que adquirió gran difusión e inclusive determinó el carácter de la parte principal de los ingresos de los campesinos-, introdujeron adelantos técnicos y recurrieron al empleo de máquinas. Aun el agonizante sistema feudal de economía-la entrega de tierra a los campesinos a cambio de pago en trabajo-se vio sometido a trasformación burguesa, debido a la competencia de los campesinos, lo que empeoró la situación de los arrendatarios y trajo condiciones más difíciles, [99] reduciendo, por consiguiente, el número de obreros. En la economía campesina se puso de manifiesto con toda claridad la diferenciación del campesinado en burguesía rural y proletariado. Los "ricachones" ampliaban sus cultivos, mejoraban sus haciendas [véase V. V., Tendencias progresistas en la explotación agrícola] y se veían obligados a recurrir al trabajo asalariado. Estos son hechos hace tiempo establecidos y reconocidos por todo el mundo, a los que también alude (como veremos a continuación) el propio señor Struve. Tomemos, a título de ilustración, un caso por demás corriente en el campo ruso: el "kulak" consigue arrebatar a la " comunidad rural", mejor dicho, a los componentes proletarios de ésta, el mejor pedazo de tierra comunal y la labora con el trabajo y los aperos de campesinos "dotados de nadiel", a los que ha envuelto en una red de deudas y compromisos, y que se hallan atados a su bienhechor-para la adaptación social mutua y la actividad solidaria-en virtud de los principios comunales, tan caros a los populistas. Como es natural, ese kulak explota su hacienda mejor que los campesinos arruinados las suyas, y para ello se necesitan muchos menos trabajadores que cuando aquel pedazo de tierra se hallaba en manos de varios pequeños campesinos. Que estos hechos no son raros, sino algo general, es cosa que ningún populista puede negar. Lo original de su teoría sólo consiste en que no quieren llamar los hechos por su verdadero nombre, en que no quieren ver que significan el dominio del capital en La agricultura. Olvidan que la forma primaria del capital ha sido siempre y en todas partes el capital comercial, monetario; que el capital siempre toma el proceso técnico de la producción tal como lo encuentra, y sólo posteriormente lo somete a trasformación técnica. No ven, por ello, que al "defender" (con palabras nada más, claro está) el orden imperante hoy en el campo contra el "futuro" (?!) capitalismo, no hacen sino defender las formas medievales del capital contra el embate de sus formas más modernas, puramente burguesas.

Así, pues, no se puede negar el carácter capitalista de la superpoblación en Rusia, del mismo modo que no es posible negar el dominio del capital en la agricultura. Pero es completamente absurdo, claro está, desconocer el grado de desarrollo del capital, como lo hace el señor N.-on, quien, llevado por su apasionamiento, lo presenta como casi culminado y por ello urde la teoría de la reducción o la ausencia del mercado interior, cuando en realidad el capital, si bien domina, lo hace en una forma relativamente muy poco desarrollada; hasta el pleno desarrollo, hasta la separación plena del productor respecto de los medios de producción, hay muchos peldaños intermedios y cada paso adelante del capitalismo agrario significa desarrollo del mercado interno, que, según la teoría de Marx, es creado precisamente por el capitalismo agrario, que en Rusia no se contrae, sino que, por el contrario, se forma y desarrolla.

Además, por esta descripción de nuestro capitalismo agrario, [100] pese a que no puede ser más general, vemos que éste no abarca todas las relaciones económico-sociales del campo. A su lado encontramos todavía relaciones feudales, tanto en la esfera económica (por ejemplo, en la entrega de los recortes a cambio de pago en trabajo y en especie, caso en que hayamos todos los rasgos de la economía feudal: el "trueque de servicios", propio de la economía natural, entre el productor y el propietario de medios de producción, la explotación del productor mediante su sujeción a la tierra, y no separándolo de los medios de producción) como, en mayor medida aun, en el plano social y jurídico-político (la obligatoria "dotación de nadiel", la sujeción a la tierra, es decir, la ausencia de libertad de desplazamiento, el pago de las cuotas de rescate, es decir, del tributo que antes se pagaba al terrateniente, la subordinación a los propietarios privilegiados en lo que respecta a la justicia y a la administración, etc., etc.); estas relaciones también llevan, sin duda, a la ruina de los campesinos y a la desocupación, a una "superpoblación" de trabajadores agrícolas sujetos a la tierra. La base capitalista de las actuales relaciones no puede ocultar todos estos vestigios, aún fuertes, de la capa de la "antigua nobleza", vestigios que todavía no han sido suprimidos por el capitalismo, debido precisamente a su escaso desarrollo. El insuficiente desarrollo del capitalismo, el "atraso de Rusia", que los populistas consideran una "suerte", [101] sólo es una "suerte" para los explotadores con título de nobleza. En la actual " superpoblación" hay, por lo tanto, además de los principales rasgos capitalistas, rasgos feudales.

Si comparamos esta última tesis con la del señor Struve cuando dice que en la "superpoblación" hay rasgos de la economía natural y de la mercantil, veremos que la primera no excluye a la segunda, sino que, por el contrario, se integra en ella: la servidumbre es un fenómeno de la "economía natural", y el capitalismo lo es de la "economía mercantil". Por una parte, la tesis del señor Struve no señala con precisión cuáles relaciones son propias de la economía natural y cuáles de la economía mercantil, y por otra nos hace retroceder a las infundadas y vacías "leyes" de Malthus. De estos errores surge de modo natural la insuficiencia de la siguiente afirmación: "¿Cómo-pregunta el autor-, sobre qué base puede ser reorganizada nuestra economía nacional?" (202). Extraña pregunta, también formulada de modo puramente profesoral, del mismo modo que acostumbran a hacerlo los señores populistas cuando señalan el carácter insatisfactorio de la situación actual y eligen mejores caminos para la patria. "Nuestra economía nacional" es una economía capitalista, cuya organización y " reorganización" son determinadas por la burguesía, que la "dirige". En vez de hablar de una posible reorganización, habría que plantear el problema de los grados sucesivos de desarrollo de esa economía burguesa, y hacerlo precisamente desde el punto de vista de esa teoría en nombre de la cual el autor responde tan magníficamente al señor V. V.-quien dice que el señor N.-on es un "marxista indudable"-; el señor Struve contesta que este " marxista indudable" no tiene ni idea de la lucha de clases, ni del origen de clase del Estado. Si planteara de este modo el asunto, el autor se vería a salvo de razonamientos tan confusos acerca del " campesinado" como los que leemos en las págs. 202-204.

El autor comienza afirmando que al campesinado no le basta el nadiel y que, si bien es verdad que cubre esa insuficiencia recurriendo al arriendo, "gran parte del campesinado" está siempre en déficit; no se puede hablar de él como de un todo único, ya que sería hablar de una ficción [102] (pág. 203). Y de ello concluye directamente:

"En todo caso, una producción insuficiente es el hecho principal y dominante de nuestra economía nacional" (pág. 204). Es ésta una afirmación completamente gratuita y sin relación alguna con lo dicho antes: porque el "hecho principal y dominante" ¿no es acaso que el campesinado como un todo único es una ficción, ya que en su interior se forman clases antagónicas? El autor saca su conclusión sin apoyarse en datos, sin el menor análisis de hechos relacionados con la "insuficiente producción" [lo que no impide a la minoría vivir holgadamente a costa de la mayoría] o con la división del campesinado; la saca en virtud de su apego al malthusianismo. "Por ello-continúa-el aumento de la productividad del trabajo agrícola es ventajoso y beneficioso para el campesinado ruso" (204). Estamos desconcertados: el autor acaba de hacer a los populistas una acusación seria (y en grado sumo justa) por sus razonamientos en torno de la "ficción" que supone considerar al "campesinado" como un todo único, ¡pero él mismo utiliza en su análisis esa ficción! Si las relaciones en el seno de ese " campesinado" son tales que la minoría se hace "fuerte económicamente" y la mayoría se proletariza, si la minoría aumenta sus propiedades agrarias y se enriquece, y la mayoría siempre está en déficit y se arruina, ¿cómo se puede hablar de que el proceso en general sea "ventajoso y beneficioso"? Quizás el autor haya querido decir que este proceso es ventajoso para una y otra parte del campesinado. Pero en tal caso habría debido, en primer lugar, estudiar la situación de cada uno de los grupos y analizarla por separado y, en segundo término, dado el antagonismo existente entre ellos, establecer con toda precisión desde el punto de vista de qué grupo se dice que eso es "ventajoso y beneficioso". Las fallas y la inconsecuencia del objetivismo del señor Struve se ponen de manifiesto una vez más en este ejemplo concreto.

Como el señor N.-on mantiene en este problema una opinión contraria y afirma que "el aumento de la productividad del trabajo agrícola, [103] si los productos se producen como mercancías, no puede llevar a la elevación del bienestar del pueblo" (Ensayos, pág. 266), el señor Struve pasa a refutar esta opinión.

En primer lugar, dice, los campesinos sobre los cuales la crisis actual ha descargado todo su peso producen trigo para su propio consumo; en vez de venderlo, compran más. Para esos campesinos-para un 50 por ciento (los que poseen un caballo o no tienen ninguno), en todo caso para no menos del 25 por ciento (los que no tienen caballo) -el aumento de la productividad del trabajo será siempre ventajoso, a pesar de la baja del precio del trigo.

En efecto, el aumento de la productividad del trabajo sería, por supuesto, ventajoso para, esos campesinos si pudieran conservar su hacienda y elevarla a un nivel superior. Pero los campesinos con un caballo o sin caballo no están en esas condiciones. No pueden conservar su hacienda con sus primitivos aperos de labor, con su descuidado cultivo de la tierra, etc., sin hablar va de elevar su técnica agrícola. La elevación de la técnica es resultado del desarrollo de la economía mercantil. Y si en el presente grado de desarrollo de la producción de mercancías la venta del trigo constituye una necesidad aun para los campesinos que se ven obligados a comprar pan, en el grado siguiente esa venta será todavía más necesaria (el propio autor reconoce la necesidad de pasar de la economía natural a la mercantil), y la competencia de los campesinos que han mejorado sus métodos de cultivo expropiará inevitablemente y sin demora a los proletarios sujetos a la tierra, convirtiéndolos en proletarios libres como los pájaros. No quiero decir, de ningún modo, que ese cambio sea para ellos desfavorable. Al contrario, cuando el productor ha caído en las parras del capital-cosa que es un hecho consumado en lo que respecta a ese grupo de campesinos-, le es muy "ventajosa y beneficiosa" la plena libertad que le permite cambiar de patrono y cortar sus ligaduras. Pero la polémica entre los señores Struve y N.-on no gira en torno de tales consideraciones.

En segundo lugar, continúa Struve, el señor N.-on "olvida que la elevación de la productividad del trabajo agrícola sólo es posible mediante cambios en la técnica y en el sistema de laboreo o de cultivo" (206). En efecto, el señor N.-on olvida eso, pero el razonamiento no hace sino reforzar la tesis de que la expropiación total de los campesinos económicamente débiles, de los campesinos "de tipo proletario", es inevitable. Para mejorar la técnica es preciso disponer de dinero, y esos campesinos ni siquiera tienen suficientes reservas alimenticias.

En tercer lugar, concluye el autor, el señor N.-on no tiene razón cuando afirma que el aumento de la productividad del trabajo agrícola obligará a los competidores a bajar los precios. Para esa reducción de precios -dice muy justamente el señor Struve- es necesario que la productividad de nuestro trabajo agrícola no sólo alcance a la de Europa occidental [en tal caso podríamos vender el producto partiendo del trabajo socialmente necesario], sino que la supero. Esta objeción es muy fundada, pero no nos dice en absoluto qué parte concreta del "campesinado" se beneficiaría con la mejora de la técnica y por qué.

"En general, el señor N.-on no tiene por qué temer un aumento de la productividad del trabajo agrario" (207). Según Struve, el temor del señor N.-on se debe a que no puede imaginar el progreso de la agricultura si no como progreso de la agricultura extensiva, que va acompañado de un desplazamiento cada vez mayor de los obreros por las máquinas.

El autor caracteriza con mucho tino la actitud del señor N.-on hacia el desarrollo de la técnica agrícola empleando la palabra "temor"; y tiene razón cuando dice que ese temor es absurdo. Pero creemos que sus argumentos no rozan el error principal del señor N.-on.

Aunque aparentemente se atiene con todo rigor a la doctrina del marxismo, el señor N.-on establece una marcada diferencia entre la evolución capitalista de la agricultura v la evolución de la industria manufacturera en la sociedad capitalista, ya que para esta última reconoce el papel progresista del capitalismo, la socialización del trabajo, y para la primera no. Por ello "no teme" el aumento de la productividad del trabajo en lo que se refiere a la industria manufacturera y sí lo "teme" en lo que respecta a la agricultura, aunque el aspecto económico-social de la cuestión u el reflejo de dicho proceso en las distintas clases de la sociedad son absolutamente iguales en ambos casos... Marx expresó ron particular realce esta tesis en la siguiente observación suya: "Los economistas filantrópicos ingleses, como Mili, Rogers, Goldwin, Smith, Fawcett, etc., y los fabricantes liberales, como John Bright y compañía, preguntan a los aristócratas terratenientes ingleses, como Dios a Caín por su hermano Abel, ¿qué sé ha hecho de nuestros miles de campesinos? ¿Pero de dónde habéis salido vosotros? Del aniquilamiento de esos campesinos. ¿Por qué no preguntáis que se ha hecho de los tejedores, hilanderos v artesanos independientes?" (Das Kapital, I, S. 780, Anm. 237 [104] .) La última frase identifica evidentemente la suerte de los pequeños agricultores con la de los pequeños productores en la industria manufacturera y subraya la formación de las clases de la sociedad burguesa en ambos casos [105]. El principal error del señor N.-on consiste en que no tiene en cuenta estas clases, su formación en el seno de nuestro campesinado, y no se plantea el objetivo cíe estudiar con toda exactitud cada una de las etapas sucesivas del desarrollo del antagonismo de estas clases.

Pero es así corno el señor Struve formula el problema. No sólo no corrige el mencionado error del señor N.-on, sino que, por el contrario, él mismo lo repite, y habla, desde el punto de vista de un profesor situado por encima de las clases, de las "ventajas" del progreso para el "campesinado". Este intento de situarse por encima de las clases hace que las afirmaciones del autor sean tan nebulosas que de ellas se pueda extraer las siguientes conclusiones burguesas: a la afirmación, indiscutiblemente justa, de que el capitalismo en la agricultura (lo mismo que el capitalismo en la industria) empeora la situación de los productores, opone la tesis de que esos cambios son en general "ventajosos". Es lo mismo que si alguien, al hablar de las máquinas en la sociedad burguesa, refutase la teoría de que empeoran la situación de los trabajadores, sostenida por un economista romántico, diciendo que el progreso es en general "ventajoso y beneficioso".

En respuesta al señor Struve, un populista probablemente diría: lo que el señor N.-on teme no es el aumento de la productividad del trabajo, sino el predominio de la burguesía.

Es indudable que el progreso de la técnica en la agricultura, en el sistema capitalista existente en nuestro país, está vinculado al dominio de la burguesía, pero el "temor" que ponen de manifiesto los populistas resulta, claro está, completamente absurdo. El dominio de la burguesía es un hecho de la vida real, el trabajo se halla subordinado al capital también en la agricultura, y lo que hay que '"temer" no es el dominio de la burguesía, sino la falta de conciencia de este dominio por parte del productor, su falta de capacidad para defender frente a él sus intereses. Por ello no hay que desear que sea frenado el desarrollo del capitalismo, sino, por el contrario, hay que desear que se desarrolle plena y totalmente.

Para señalar con el mayor detalle y exactitud posibles el fundamento del error cometido por el señor Struve al tratar sobre la agricultura en la sociedad capitalista, intentaremos describir (del modo más general) el proceso de formación de las clases, paralelamente a los cambios en la técnica, que han dado pie a este razonamiento. El señor Struve establece una rigurosa diferencia entre la agricultura extensiva y la intensiva, y ve la raíz de los errores del señor N.-on en que éste no quiere reconocer nada más que la agricultura extensiva. Nosotros trataremos de demostrar que el principal error del señor N.-on no consiste en eso y que, al tras formarse la agricultura en intensiva, la formación de las clases de la sociedad burguesa es por su esencia idéntica a la que se produce cuando se desarrolla la agricultura extensiva.

No tenemos necesidad de hablar mucho de la agricultura extensiva, pues también el señor Struve reconoce que en ella el " campesinado" es desplazado por la burguesía. Señalaremos tan sólo dos puntos. Primero: el progreso de la técnica es estimulado por la economía mercantil; para su realización es necesario que el propietario disponga de un excedente de recursos monetarios [en relación con su consumo y con la reproducción de sus medios de producción]. ¿De dónde pueden salir dichos recursos? Es evidente que sólo pueden obtenerse cuando la circulación mercancíadinero-mercancía se convierte en la circulación dinero- mercancíadinero más un excedente. En otros términos, esos medios sólo pueden salir del capital, del capital comercial y usurario, de los " estafadores, kulaks y comerciantes", etc., etc., a quienes los ingenuos populistas rusos no consideran capitalistas, sino "aves de rapiña" (¡como si el capitalismo no fuera rapiña!, ¡como si la realidad de Rusia no nos mostrara la relación de todas las formas posibles de dicha "rapiña", desde el más primitivo y burdo kulakismo hasta la más moderna y racional explotación capitalista!). [106]

En segundo lugar, señalaremos la extraña actitud del señor N.-on hacia este problema. En la nota 2 de la pág. 233 objeta a Póstnikov, autor de La explotación agrícola en el sur de Rusia, quien dice que las máquinas han elevado la superficie trabajada de la familia campesina exactamente en el doble, de 10 a 20 desiatinas por obrero, y que por ello la causa de la "pobreza de Rusia" reside en las "pequeñas dimensiones de la hacienda campesina". En otras palabras, el desarrollo de la técnica en la sociedad burguesa lleva a la expropiación de las haciendas pequeñas y atrasadas. El señor N.-on objeta: mañana, la técnica puede triplicar el área de cultivo. Entonces habrá que trasformar las haciendas que hoy tienen sesenta desiatinas en explotaciones de doscientas o trescientas. Ese argumento contra la tesis del carácter burgués de nuestra agricultura es tan ridículo romo si alguien quisiera demostrar que el capitalismo fabril es débil e impotente, sosteniendo que "mañana" habrá que sustituir la máquina de vapor por el motor eléctrico. "Tampoco se sabe qué sucede con los millones de brazos que quedan disponibles", añade el señor N.-on, erigiéndose en juez de la burguesía, olvidando que sólo el propio productor puede juzgarla. La formación de un ejército de reserva de desocupados: tal es el resultado inevitable del empleo de las máquinas, tanto en la agricultura burguesa como en la industria burguesa.

Así, pues, en cuanto al desarrollo de la agricultura extensiva no cabe duda de que el progreso de la técnica en la economía mercantil lleva a la trasformación del "campesino" en farmer capitalista, por un lado (entendiendo por farmer al empresario, al agricultor capitalista), v por otro en peón, en jornalero. Veamos ahora qué ocurre cuando la agricultura extensiva se trasforma en intensiva. Precisamente de este proceso espera el señor Struve "ventajas" para el "campesino". A fin de evitar discusiones acerca de la validez de los; datos en que nos basamos para describir esta trasformación, utilizaremos la obraInfluencia del trasporte a vapor en la agricultura, del señor A. Skvortsov[107], a quien Struve pone por las nubes.

En el capítulo tercero de la sección IV de su libro, el señor Skvortsov analiza "los cambios en la técnica agrícola bajo la influencia del trasporte a vapor" en los países de agricultura extensiva e intensiva. Tomemos la descripción de dichos cambios en los países densamente poblados de agricultura extensiva. Podría considerarse que este es el caso de la Rusia europea central. El señor Skvortsov predice para esos países cambios que, según el señor Struve, se producirán indefectiblemente también en Rusia, a saber: su trasformación en un país de agricultura intensiva con una producción fabril desarrollada.

Sigamos al señor Skvortsov (§ § 4-7, págs. 440-451).

Tomemos un país de agricultura extensiva. [108]

Una parte muy considerable de la población se dedica a la agricultura. La uniformidad de las ocupaciones determina la ausencia de mercado. La población vive pobremente debido al exiguo tamaño de las haciendas, en primer lugar, y, en segundo, a la falta de intercambio: "la satisfacción de todas las necesidades, excepto los alimentos, producidos por el propio agricultor, se efectúa, puede decirse que exclusivamente, por medio de los artículos producidos por una Artesanía primitiva, por lo que en Rusia llamamos industrias de kustares".

El tendido de un ferrocarril eleva los precios de los productos agrícolas v, por consiguiente, el poder adquisitivo de la población. "Con el ferrocarril, el país se ve inundado de artículos baratos, producidos en manufacturas y fábricas", y esos artículos arruinan a los kustares locales. Esta es la primera causa de la "ruina de muchas haciendas".

La segunda causa de la ruina son las malas cosechas. "También la agricultura ha tenido hasta ahora un carácter primitivo, es decir, siempre irracional, y por ello las malas cosechas constituyen un fenómeno bastante frecuente. Al ser tendido el ferrocarril, el encarecimiento de los productos agrícolas, antes siempre consecuencia de las malas cosechas, no se produce ya, o si se produce, es en proporción mucho menor. Por ello, la consecuencia natural de la primera mala cosecha es en este caso, por lo común, la ruina de muchas haciendas. Mientras menos excedente deje una cosecha normal, v más la población dependa de los ingresos que obtiene de las industrias artesanales, más rápida es la ruina.

A fin de prescindir de las industrias de kustares y ponerse a salvo de las malas cosechas mediante el paso a la agricultura intensiva (racional), se precisa, en primer lugar, mayores excedentes de dinero (obtenido con la venta de los productos agrícolas a pronos más altos), v, en segundo lugar, gente instruida entre la población, sin la cual es imposible hacer más racional e intensiva de la agricultura. La inmensa mayoría de la población no reúne estas condiciones, que se dan tan sólo en una minoría. [109]

"La población excedente que se forma de este modo [es decir, debido a la "liquidación" de muchas haciendas arruinadas por el hundimiento de las industrias de kustares y por las mayores exigencias de la agricultura] es absorbida en algunos casos por las haciendas que salvan mejor esta situación y tienen la posibilidad de intensificar la producción" (es decir, serán, naturalmente, "absorbidos" como obreros asalariados, como peones, como jornaleros. El señor Skvortsov no lo dice; quizá lo considere demasiado obvio). Se requerirá un gran gasto de energía humana, ya que la cercanía del mercado, lograda gracias a mejores vías de comunicación, permite cultivar productos agrícolas perecederos, "cuya obtención exige, en la mayoría de los casos, considerables gastos de fuerza de trabajo". "Sin embargo-continúa Skvortsov- el proceso de destrucción procede, por lo común, con mayor rapidez que el mejoramiento de las haciendas que sobrevivieron, y parte de los campesinos arruinados debe marcharse, si no del país, por lo menos a las ciudades. Esa parte constituye el principal contingente de aumento de la población de las ciudades europeas desde que se construyeron los ferrocarriles."

Sigamos. "Exceso de población quiere decir mano de obra barata." "Si el suelo es fértil (y el clima favorable...) tendremos todas las condiciones para cultivos y en general para obtener productos agrícolas que requieren un gran gasto de fuerza de trabajo por unidad de superficie" (443), con tanta mayor razón cuanto que las reducidas dimensiones de las haciendas "(aunque quizás aumenten en comparación con lo que eran") dificultan el empleo de máquinas. "Al mismo tiempo sufre también cambios el capital fijo, y ante todo debe cambiar el carácter de los aperos." Además de máquinas, "la necesidad de un mejor cultivo de la tierra llevará a la sustitución de los primitivos aperos anteriores por otros más perfectos, a que se sustituya la madera por el hierro y el acero. Esta trasformación obligará a que se modifiquen allí las empresas dedicadas a la producción, de dichos aperos, ya que no pueden ser fabricados satisfactoriamente por medios artesanales". El desarrollo de esa rama de la industria se ve favorecido por las siguientes condiciones: 1) la necesidad de recibir una máquina o una pieza de ella en un plazo breve; 2) "la abundancia de mano de obra y su baratura"; 3) el combustible, la construcción y la tierra son baratos; 4) "las pequeñas dimensiones de las unidades económicas hacen que la demanda de los aperos aumente, pues, como es sabido, las pequeñas haciendas requieren, relativamente, más añeros". Se desarrollan también otras industrias. "En general, se desarrolla la vida urbana." Se desarrolla asimismo, por necesidad, la industria minera, "ya que por una parte queda disponible una masa de brazos libres y por otra, gracias a los ferrocarriles y al desarrollo de la industria manufacturera mecanizada v de otras industrias, aumenta la demanda de producción minera."

"Así, pues, la región que antes del tendido del ferrocarril era una zona de agricultura extensiva densamente poblada se convierte con mayor o menor rapidez en una zona de agricultura muy intensiva y con una producción fabril más o menos desarrollada." La acentuación del carácter intensivo de la agricultura se manifiesta en los cambios del sistema de cultivo. El sistema de tres campos se hace imposible debido a las oscilaciones de las cosechas. Se impone pasar al "sistema de rotación de cultivos", que elimina dichas oscilaciones. Naturalmente, la rotación completa de cultivos , [110] que requiere una agricultura muy intensiva, no puede ser aplicada de golpe. Por ello se introduce primero la rotación de cereales [una regular alternación de cultivos] y luego se desarrolla la ganadería y la siembra de plantas forrajeras.

"En fin de cuentas, nuestra zona de agricultura extensiva densamente poblada se convierte, con mayor o menor rapidez, a medida que se desarrolla el ferrocarril, en una zona agrícola de carácter muy intensivo, que se acentuará ante todo, como hemos dicho, gracias al aumento del capital variable."

Esta detallada descripción del proceso de desarrollo de la agricultura intensiva demuestra, evidentemente, que también en este caso el progreso de la técnica, bajo el sistema de producción de mercancías, lleva a la economía burguesa, escindiendo a los productores directos en farmers, quienes gozan de todas las ventajas de la agricultura intensiva, del mejoramiento de los aperos, etc., etc., y obreros, que con su "libertad" y su "baratura" crean "condiciones favorables" para el "desarrollo progresista de toda la economía nacional".

El principal error del señor N.-on no consiste en que pasa por alto la agricultura intensiva y se limita a estudiar la extensiva, sino en que, en vez de analizar las contradicciones de clase en la producción agrícola rusa, ofrece al lector vacías lamentaciones y dice que "nosotros" marchamos por un mal camino. El señor Struve repite ese error, disimula las contradicciones entre las clases con razonamientos "objetivos" y se limita a enmendar los errores secundarios del señor N.-on. Ello es tanto más extraño cuanto que él mismo reprocha con toda razón a ese "marxista indudable" no comprender la teoría de la lucha de clases. Y es tanto más lamentable cuanto que ese error debilita la importancia polémica del muy acertado pensamiento del señor Struve, de que es absurdo "temer" el progreso técnico de la agricultura.

Para terminar con el problema del capitalismo en la agricultura haremos un resumen de todo lo dicho. ¿Cómo plantea la cuestión el señor Struve? Parte de la explicación gratuita y apriorística de que la superpoblación se debe a la falta de correspondencia entre la reproducción y los medios de subsistencia, señala luego que nuestro campesino produce "insuficientes" alimentos, y resuelve el asunto asegurando que el proceso de la técnica es ventajoso para el "campesinado" y que la "productividad del trabajo agrícola debe ser elevada" (211). ¿Cómo debería haber planteado el problema, si "se hubiera ceñido a la doctrina" del marxismo? Debería haber comenzado con un análisis de las relaciones de producción existentes en la agricultura rusa y-después de demostrar que la opresión del productor no obedece a una casualidad, ni a la política, sino al dominio del capital, que nace necesariamente sobre la base de la economía mercantil-estudiar de qué modo el capital destruye la pequeña producción y qué formas adquieren las contradicciones entre las clases. Debería haber demostrado a continuación cómo el desarrollo posterior hace que el capital comercial se convierta en capital industrial (adquiriendo tales y cuales formas en la economía extensiva y tales y cuales en la intensiva), desarrollando y acentuando las contradicciones de clase, cuya base había sido establecida ya plenamente cuando tenía aún su vieja forma, y oponiendo definitivamente el trabajo "libre" a la producción "racional". Entonces bastaría con una simple comparación de estas dos formas consecutivas de la producción y de la explotación burguesas para que se vieran con toda claridad el carácter "progresista" del cambio y sus "ventajas" para el productor; en el primer caso, la subordinación del trabajo al capital es disimulada por miles de supervivencias de las relaciones medievales, que impiden al productor ver la esencia de las cosas y engendran en sus ideólogos la idea, absurda y reaccionaria, de que es posible esperar ayuda de la "sociedad" y etc., etc.; en el segundo caso, esa subordinación está libre de toda traba medieval, y el productor comprende que puede y debe desplegar una actividad independiente y consiente contra su "antípoda". En lugar de frases acerca del "difícil y doloroso paso" al capitalismo surgiría una teoría que no sólo hablaría de las contradicciones de clase, sino que pondría al desnudo dichas contradicciones en cada forma de producción "irracional" y "racional", de economía "extensiva" e "intensiva".

Las conclusiones a que hemos llegado después del análisis de la primera parte del VI capítulo de la obra del señor Struve, dedicado al "carácter de la superpoblación en la Rusia agraria", podrían formularse como sigue: 1) el malthusianismo del señor Struve, lejos de basarse en datos reales, se apoya sólo en premisas metodológicas y dogmáticas erróneas; 2) la superpoblación en la Rusia agraria se debe al dominio del capital, y no a la falta de correspondencia entre el crecimiento de la población y los medios de subsistencia de la población; 3) la tesis del señor Struve acerca de que la superpoblación es fruto de la economía natural, sólo es acertada en el sentido de que el capital agrario, debido a los vestigios de las relaciones feudales, tiene formas poco desarrolladas, y por ello particularmente dolorosas para el productor; 4) el señor N.-on no ha logrado demostrar que la superpoblación tenga en Rusia un carácter capitalista, y no lo ha logrado porque no efectuó un análisis de la dominación del capital en la agricultura; 5) el principal error del señor N.-on, repetido por el señor Struve, consiste en que no ofrece un análisis de las clases que se forman al desarrollarse la agricultura burguesa; 6) este desconocimiento de las contradicciones de clase llevó al señor Struve, como era de suponer, a expresar en forma en extremo desacertada y nebulosa su tesis, completamente justa, sobre el carácter progresista y sobre la conveniencia de las mejoras técnicas.

 

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II

Pasemos ahora a analizar la segunda parte del capítulo VI, dedicada a la diferenciación del campesinado. Esta parte tiene relación directa e inmediata con la anterior y sirve de complemento al problema del capitalismo en la agricultura.

Después de señalar que los precios de los productos agrícolas aumentaron en el trascurso de los primeros veinte años posteriores a la Reforma y que la producción de mercancías se desarrolló en la agricultura, el señor Struve observa con mucha razón que con ello "se beneficiaron, sobre todo, los terratenientes y los campesinos acomodados" (214). "La diferenciación en el seno de la población rural debía aumentar, y a esa época corresponden sus primeros éxitos." El autor cita observaciones de investigadores locales, según los cuales el tendido de los ferrocarriles sólo elevó el nivel de vida de los campesinos acomodados y el arriendo de tierras origina entre los campesinos un "verdadero combate", que termina siempre con la victoria de los elementos económicamente fuertes (216-217). Cita también la investigación de V. Póstnikov, según la cual las haciendas de los campesinos acomodados están ya tan subordinadas al mercado, que los productos del 40 por ciento de su superficie sembrada están destinados a la venta, y después de añadir que en el polo opuesto los campesinos "pierden su independencia económica y, al vender su fuerza de trabajo, son ya casi peones", concluye muy acertadamente:

"Sólo a la penetración de la economía cambiaría se debe el que las haciendas campesinas económicamente fuertes puedan sacar provecho de la ruina de las débiles" (223). "El desarrollo de la economía monetaria y el aumento de la población-dice el autor-hace que el campesinado se divida en dos partes: una económicamente fuerte, compuesta por representantes de la nueva fuerza, del capital en todas sus formas y grados, y otra integrada por agricultores semindependientes y por auténticos peones" (239).

Por breves que sean las observaciones del autor acerca de esta "diferenciación", nos permiten señalar los siguientes rasgos importantes del proceso que examinamos: 1) No se limita a la creación de una desigualdad de bienes: se crea, además, una "nueva fuerza", el capital. 2) La creación de esa nueva fuerza va acompañada por la de nuevos tipos de haciendas campesinas: en primer lugar, haciendas florecientes, económicamente fuertes, desarrolladas, que producen de preferencia para el mercado, quitan a los campesinos pobres la posibilidad de arrendar tierra y recurren a la explotación de trabajo ajeno [111] en segundo lugar, el campesinado "proletario" que vende al capital su fuerza de trabajo. 3) Todos estos fenómenos han surgido de modo directo e inmediato sobre la base de la economía mercantil. El mismo señor Struve ha señalado que sin la producción de mercancías serían imposibles y que con su penetración en el campo se hicieron necesarios. 4) Estos fenómenos (la "nueva fuerza", los nuevos tipos de campesinos) pertenecen al dominio de la producción y no quedan limitados al del intercambio, al de la circulación de mercancías: el capital se manifiesta en la producción agrícola; lo mismo puede decirse de la venta de la fuerza de trabajo.

Se diría que estos rasgos del proceso demuestran que se trata de un fenómeno puramente capitalista, que en el seno del campesinado se forman las clases propias de la sociedad capitalista: la burguesía y el proletariado. Es más, estos hechos no sólo evidencian el dominio del capital en la agricultura, sino también que el capital ha dado ya, si se permite la expresión, un segundo paso. De comercial se ha convertido en capital industrial; de fuerza dominante en el mercado, en fuerza dominante en la producción; el antagonismo de clases entre el mayorista rico y el campesino pobre se convierte en antagonismo entre el patrono burgués con sus métodos racionales y el libre vendedor de brazos libres.

Pero tampoco en este caso pudo prescindir el señor Struve de su malthusianismo; según su opinión, en el proceso señalado sólo se manifiesta un aspecto "(sólo el aspecto progresista"), al lado del cual ve otro: "la irracionalidad técnica de toda la economía campesina". "En ella se manifiesta el aspecto regresivo, por decirlo así, de todo el proceso", ella "nivela" al campesinado y borra la desigualdad, actuando "en vinculación con el crecimiento de la población" (223-224).

En ese razonamiento, bastante nebuloso, sólo se ve que el autor prefiere las formulaciones extremadamente abstractas a las observaciones concretas, y que a todo endosa la "ley" de correspondencia entre el crecimiento de la población y los medios de subsistencia. Digo endosa, porque inclusive si nos ceñimos rigurosamente a los datos que él mismo aporta, es imposible ver en ellos rasgos concretos del proceso que no correspondan a la "doctrina" del marxismo y que exijan la admisión del malthusianismo. Repasemos una vez más ese proceso: primero tenemos productores naturales, campesinos relativamente homogéneos [112]

La penetración de la producción mercantil en el campo hace que la riqueza de cada familia campesina dependa del mercado, creando, mediante las oscilaciones de éste, una desigualdad que se acentúa al concentrar el dinero libre en manos de unos y arruinar a otros. Ese dinero sirve, naturalmente, para explotar a los desposeídos y se convierte en capital. El capital puede explotar a los campesinos que, estando al borde de la ruina, aún conservan sus haciendas, y al dejarlos que sigan trabajando la tierra con los viejos métodos técnicamente irracionales, puede explotarlos comprándoles el producto de su trabajo. Pero la ruina del campesino alcanza por fin tal grado, que éste se ve obligado a abandonar por completo su hacienda: ya no puede vender el producto de su trabajo, no le queda más remedio que vender su trabajo. El capital se hace cargo entonces de la hacienda, con la particularidad de que, debido a la competencia, se ve obligado a organizaría racionalmente; puede hacerlo gracias al dinero libre que "ahorró" antes, y ya no explota a un agricultor, sino a un peón, a un jornalero. Surge la pregunta: ¿qué son esos dos aspectos que el autor ve en este proceso? Cómo puede llegar a esa monstruosa conclusión malthusiana: "La irracionalidad técnica de la hacienda, y no el capitalismo [tómese buena nota de "y no"], es el enemigo que priva del pan de cada día, a nuestro campesino"? (224). Como si ese pan de cada día alguna vez hubiera ido a parar íntegro a manos del productor, y no se hubiera dividido en producto necesario y plusproducto, adquirido este último por el terrateniente, el kulak, el campesino "fuerte", el capitalista!

Debemos añadir, sin embargo, que el autor explica más adelante lo de la "nivelación". Dice que "resultado de la nivelación de que se ha hablado antes es que disminuye o inclusive desaparece la capa media de la población campesina, fenómeno este registrado en muchos lugares" (225). Después de citar una publicación de los zemstvos en la que se dice que "aumenta todavía más la distancia entre los agricultores ricos v el proletariado sin tierra ni caballo", el señor Struve concluye: "En el caso dado, la nivelación es, sin duda, al mismo tiempo, diferenciación, pero sobre la base de esta diferenciación sólo se desarrolla el sojuzgamiento que no puede ser sino un freno para el progreso económico" (226). Así, pues, ahora resulta va que la diferenciación creada por la economía mercantil no debe contraponerse a la "nivelación", sino también a h diferenciación, pero a una diferenciación de otro género: o más concretamente, al sojuzgamiento. Y como el sojuzgamiento "frena" el "progreso económico", el autor califica este "aspecto" de "regresivo".

Es esta una forma de razonar por demás extraña, que nada tiene de marxista. Se comparan el "sojuzgamiento" y la "diferenciación", como si fuesen "sistemas" independientes, aislados; uno es ensalzado porque contribuye al "progreso"; el otro condenado porque lo frena. ¿Qué fue de la exigencia del señor Struve de analizar las contradicciones de clase, por faltar a la cual atacó tan justamente al señor N.-on? qué se hizo de la teoría del "proceso espontaneo", de la que tan bien habló? Ese sojuzgamiento al que acaba de fulminar por su carácter regresivo no es sino la manifestación inicial del capitalismo en la agricultura, de ese mismo capitalismo que lleva al ascenso progresista de la técnica. En efecto, ¿qué es el sojuzgamiento? Es la dependencia del campesino propietario de sus medios de producción v obligado a trabajar para el mercado, con respecto al poseedor del dinero, dependencia que, cualquiera sea el modo en que se exprese (en forma de capital usurario o de capital del mayorista que ha monopolizado la venta), siempre conduce a que una parte enorme del producto del trabajo no vaya a parar al productor, sino al poseedor de dinero. Por lo tanto, su esencia es puramente capitalista [113] , y toda su peculiaridad consiste en que esta forma primaria, embrionaria, de las relaciones capitalistas está totalmente enmarañada con las anteriores relaciones feudales: no hay libre contratación sino convenios forzados (unas veces por orden de "los de arriba" y otras por el deseo de no perder sus empresas, o por viejas deudas, etc.); el productor se ve sujeto a un lugar determinado v a determinado explotador: en oposición al carácter impersonal del convenio comercial, propio de las relaciones puramente capitalistas, el convenio tiene siempre aquí un carácter personal de "ayuda", de "favor", lo que pone inevitablemente al productor en una situación de dependencia personal, semifeudal. Las expresiones del autor tales como "nivelación", "freno del progreso" y "carácter regresivo" sólo significan que el capital se adueña primero de la producción en su vieja base y subordina al productor técnicamente atrasado. La observación del autor, de que la existencia del capitalismo no da todavía derecho a "culparlo de todos los males", es acertada en el sentido de que nuestro campesino que trabaja para otros no sólo sufre por causa del capitalismo, sino también debido al insuficiente desarrollo del capitalismo. En otras palabras, entre la inmensa masa de campesinos, prácticamente no existe ahora ninguno que produzca en forma independiente para su propio consumo; fuera del trabajo para agricultores burgueses " racionales", sólo vemos trabajo para los poseedores del dinero = capital, es decir, también explotación capitalista, sólo que no desarrollada, primitiva, por lo que, en primer lugar, hace diez veces peor la situación del trabajador, envolviéndolo en una red de opresiones particulares, complementarias, y en segundo término lo priva (lo mismo que a su ideólogo, el populista) de la posibilidad de comprender el carácter de clase de los "disgustos" que le proporcionan y de adaptar su actividad a dicho carácter. Por lo tanto, "el aspecto progresista" de la "diferenciación" (expresándonos en el lenguaje del señor Struve) consiste en que pone al desnudo la contradicción que se oculta en el sojuzgamiento y lo priva de los rasgos típicos de la "antigua nobleza". El "carácter regresivo" del populismo, que defiende la nivelación de los campesinos (frente... al kulak), consiste en que dicha ideología desea retener el capital en sus formas medievales, que combinan la explotación con una producción dispersa y técnicamente atrasada, y con la coacción personal sobre el productor. En ambos casos (en el de " sojuzgamiento" y en el de "diferenciación"), la causa de la opresión es el capitalismo, y las afirmaciones contrarias del autor, cuando dice que "no se trata del capitalismo", sino de que "la técnica es irracional" y que "no se puede culpar al capitalismo de la pobreza de los campesinos", etc., etc., sólo demuestran que el señor Struve se ha entusiasmado en exceso, al defender la acertada idea de que el capitalismo desarrollado es preferible al no desarrollado y, debido al carácter abstracto de sus planteamientos, ha contrapuesto el primero al segundo como si fueran dos cosas distintas [114] , y no dos fases consecutivas de un mismo fenómeno.

 

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III

El autor se entusiasma también en exceso en el razonamiento, expuesto a continuación, de que no es el gran capitalismo industrial el causante de la ruina de los campesinos. Struve polemiza con el señor N.-on.

La producción barata de artículos fabriles-dice el señor N.-on, hablando de la producción fabril de ropa-ha hecho que se reduzca su confección a domicilio (pág. 227 del libro del señor Struve).

"Aquí las cosas se presentan al revés-observa el señor Struve-, y no será difícil demostrarlo. La reducción de la producción de hilados por los campesinos ha hecho que aumente la producción y el consumo de artículos de la industria capitalista de tejidos de algodón, y no al contrario" (227).

El autor no acierta a presentar bien el asunto ocultando detrás de consideraciones secundarias la esencia de la cuestión. Si partimos del hecho del desarrollo de la industria fabril (y el señor N.-on parte precisamente de ello), es imposible negar que también la baratura de los artículos fabriles acelera el desenvolvimiento de la economía mercantil y acelera el desalojo del mercado de los artículos de fabricación doméstica. Al objetar esta declaración del señor N.-on, el señor Struve no hace más que debilitar sus argumentos contra dicho autor, cuyo error principal consiste en que trata de presentar la "fábrica" como algo separado del "campesinado", como un fenómeno casual que ha caído de afuera sobre los campesinos, cuando es en realidad (tanto según la teoría a la que el señor N.-on quiere atenerse rigurosamente, como según los datos de la historia de Rusia) la culminación del desarrollo de la organización mercantil de toda la economía social, y por lo tanto de la campesina. La gran producción burguesa en la "fábrica" es la continuación directa e inmediata de la producción pequeñoburguesa en la aldea, en la decantada " comunidad rural" o en las industrias de kustares. "Para que la 'forma fabril' llegue a ser 'más barata'-dice con mucha razón el señor Struve-, el campesino debe adoptar el punto de vista de la racionalidad económica, dado que existe la economía monetaria." "Si todo el campesinado se aferrara [...] a la economía natural, no habría percales [...] que pudieran seducirlo."

En otras palabras, la "forma fabril" no es sino la producción de mercancías desarrolladas, y ésta ha surgido de la producción de mercancías no desarrollada de la economía campesina y de los kustares. El autor desea hacer ver al señor N.-on que la "fábrica" y el "campesinado" están relacionados entre sí; que los "principios" económicos de su organización no son antagónicos, [115] sino idénticos. Para ello habría debido limitarse a hablar de la organización económica campesina, y oponer al señor N.-on la tesis de que nuestro pequeño productor (el campesino agricultor y el kustar) es un pequeño burgués. Si hubiera planteado el problema así, lo habría sacado del ámbito de los razonamientos en cuanto a lo que "debe" ser, lo que "puede" ser, etc., etc., para llevarlo al de la explicación de qué es y por qué es así y no de otro modo. Para refutar esta tesis, los populistas tendrían que negar hechos notorios e indiscutibles sobre el crecimiento de la economía mercantil y la diferenciación del campesinado [y estos hechos demuestran el carácter pequeñoburgués del campesinado], o bien negar las verdades elementales de la economía política. Aceptar esta tesis significaría admitir el absurdo de contraponer el "capitalismo" al "régimen popular", admitir el carácter reaccionario de los proyectos de "buscar otros caminos para la patria" y de apelar a la " sociedad burguesa" o a un "Estado" que todavía es a medias el régimen de la "antigua nobleza", solicitando de ellos la "socialización".

En vez de comenzar por el principio [116] , el señor Struve lo hace por el final: "rechazamos-dice-una de las tesis esenciales de la teoría populista del desarrollo económico de Rusia, la de que el desarrollo de la gran industria de trasformación arruina al campesino agricultor" (246). Eso es, como dicen los alemanes, tirar al niño junto con el agua de la bañera "El desarrollo de la gran industria de trasformación" significa y expresa el desarrollo del capitalismo. Y que precisamente es el capitalismo el que arruina al campesinado, es la tesis esencial, no del populismo, sino del marxismo. Los populistas no vieron ni ven las causas de la separación del productor de sus medios de producción en la organización específica de la economía social rusa! que lleva el nombre de capitalismo, sino en la política del gobierno, según ellos desacertada ("nosotros" seguimos un camino equivocado, etc., etc.), en el estancamiento de la sociedad, que no se unió lo suficiente para luchar contra los buitres y los granujas, etc., etc. Por eso las "medidas" por ellos propuestas se referían exclusivamente a la acción de la "sociedad" y del "Estado". Por el contrario, cuando se señala eme lis causas de la expropiación residente en la organización capitalista de la economía social, ello lleva inevitablemente a la teoría de la lucha de clases (págs. 101, 288 y muchas otras del libro de Struve). El autor no se expresa con precisión al hablar del "agricultor" en general, y no de clases antagónicas en la agricultura burguesa. Los populistas dicen que el capitalismo arruina la agricultura, y por ello no puede abarcar toda la producción del país y lleva a ésta por un nial camino; los marxistas dicen que el capitalismo, tanto en la industria manufacturera como en la agricultura, oprime al productor, pero al elevar la producción a un peldaño superior, crea condiciones y fuerza para la "socialización". [117] La conclusión del señor Struve en este problema es la siguiente: "Uno de los errores fundamentales del señor N.-on consiste en que trasplantó íntegramente ideas y categorías del régimen capitalista, ya plasmado, a la actual economía campesina, que hasta hoy sigue siendo más natural que monetaria" ('237). Hemos visto más arriba que sólo el total desconocimiento de los datos concretos del capitalismo agrario ruso pudo llevar al señor N.-on a su ridículo error de hablar de la "reducción" del mercado interior. No incurrió sin embargo en ese error porque aplicó al campesinado todas las categorías del capitalismo, sino porque no aplicó a los datos de la agricultura ninguna categoría del capitalismo. Las clases de la burguesía y el proletariado son, naturalmente, la "categoría" más importante del capitalismo. El señor N.-on, además de no haberlas "trasferido" al "campesinado" (es decir, además de no haber analizado a qué grupos o capas del campesinado pueden aplicarse esas categorías, y hasta qué grado están desarrolladas), razonó de modo puramente populista, ignorando los elementos antagónicos que existen en el seno de la " comunidad rural" y hablando del "campesinado en general". Ello hizo que su tesis acerca del carácter capitalista de la superpoblación y acerca del capitalismo como causa de la expropiación del agricultor haya quedado sin demostrar y servido sólo para crear una utopía reaccionaria.

 

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IV

En el § VIII del sexto capítulo, el señor Struve expone sus ideas acerca de la agricultura basada en la propiedad privada. Señala con toda razón que las formas que adopta dicha agricultura dependen estrecha y directamente de la ruina de los campesinos. El campesino arruinado ya no "seduce" al terrateniente ofreciéndole "precios fabulosos por el arriendo", y el terrateniente prefiere contratar peones. Para demostrarlo reproduce un pasaje de un artículo de Raspopin, quien analiza datos de la economía de los terratenientes, recogidos por la estadística de los zemstvos, y de una publicación de estadística actualizada de los zemstvos que señala el carácter "forzado" del aumento de los cultivos. En respuesta a los señores populistas, que tan gustosamente ocultan el hecho del actual dominio del capitalismo en la agricultura con razonamientos acerca de su "porvenir" y de sus "posibilidades", el autor se refiere con toda precisión a la situación real.

Aquí debemos detenernos sólo para ocuparnos de la apreciación de este fenómeno por el autor, quien dice que se trata de "tendencias progresistas en la agricultura basada en la propiedad privada" (224) v que dichas tendencias surgen por la "lógica implacable de la evolución económica" (240). Tememos que, debido a su carácter abstracto, estas dos formulaciones, absolutamente acertadas, no sean, comprendidas por el lector no familiarizado con el marxismo; tememos que el lector no comprenda-si no se explica la sucesión de determinados sistemas económicos v de determinadas formas de antagonismos de clase-por qué dicha tendencia es " progresista" (desde el único punto de vista, claro está., desde el que puede plantear el asunto un marxista: desde el punto de vista de una clase determinada), ni en qué consiste precisamente la " implacabilidad" de la evolución que tiene lugar.

Por ello trataremos de esbozar esa sucesión (aunque sea a grandes rasgos), paralelamente a la descripción que hacen los populistas de la cuestión.

El populista pinta el proceso de desarrollo de la economía basada en el trabajo de peones como el paso de la agricultura " independiente" a la dependiente, y, naturalmente, estima que se trata de regresión, de decadencia, etc., etc. Tal pintura del proceso es absolutamente falsa desde el punto de vista de los hechos y en nada corresponde a la realidad, y por lo tanto las conclusiones que de ella se extraen son también absurdas. Al presentar las cosas con tanto optimismo (respecto del pasado y del presente), el populista sencillamente vuelve la espalda a los hechos registrados por la propia literatura populista, y se entrega a utopías y a la ponderación de posibilidades.

Tomemos como punto de partida la economía feudal anterior a la Reforma.

El contenido principal de las relaciones de producción era entonces el siguiente: el señor feudal entregaba tierra al campesino, madera para construcción y, en general, medios de producción (a veces inclusive medios de vida) para cada familia y, al mismo tiempo que dejaba al campesino que él mismo obtuviera su sustento, lo obligaba a trabajar todo el tiempo suplementario en la prestación personal. Subrayo "todo el tiempo suplementario" para señalar que en dicho sistema ni se puede hablar de "independencia" del campesino [118] .

El "nadiel" que el señor feudal "proporcionaba" al campesino no era sino salario en especie y servía única y exclusivamente para la explotación del campesino por el señor feudal, para "proporcionar" a éste mano de obra, y nunca para mantener efectivamente al campesino.[119]

Pero he aquí que irrumpe la economía mercantil. El señor feudal empieza a producir cereal para venderlo, y no para sí. Ello intensifica la explotación del trabajo del campesino; además, se hace poco ventajoso el sistema de los nadiel, pues al señor feudal no le conviene proporcionar tierra a las nuevas generaciones de campesinos, y aparece la posibilidad de pagar en dinero. Resulta más conveniente deslindar de una vez para siempre la tierra de los campesinos y la de los señores feudales (sobre todo si al hacerlo se recorta parte de las parcelas y se recibe un precio "justo" por el rescate), y aprovechar el trabajo de los propios campesinos, colocados en peores condiciones materiales y obligados a competir tanto con los antiguos sirvientes del palacio como con los dárstvenniki [120] con los antiguos campesinos de las tierras del Estado y de la familia imperial, etc., más acomodados.

El régimen de servidumbre se derrumba.

El sistema de economía-ahora orientada al mercado (esto es particularmente importante)-cambia, pero no en forma repentina. A los viejos rasgos y "principios" se suman otros nuevos. Estos nuevos rasgos consisten en que la base del Plusmacherei ya no es proporcionar medios de producción al campesino, sino, por el contrario, su "separación," de ellos, su necesidad de dinero; la base ya no la constituye la economía natural, el intercambio natural de "servicios" (el señor feudal proporciona tierra al campesino y éste entrega a aquél los productos del plustrabajo, trigo, lienzo, etc., etc.), sino un "libre" acuerdo comercial, monetario. Esta forma de economía, que combinaba viejos y nuevos rasgos, fue precisamente la que predominó en Rusia después de la Reforma. Los antiguos métodos de prestar tierra a cambio de trabajo (por ejemplo, laboreo de la tierra a cambio de los recortes) fueron complementados con la "contratación invernal", el préstamo de dinero a cambio de trabajo, cuando el campesino está más necesitado de dinero y por ello vende su trabajo por una bicoca, el préstamo de cereal a cambio de trabajo en los campos del terrateniente, etc. Como se ve, las relaciones económico-sociales, en las antiguas "heredades patriarcales" quedaron reducidas a una vulgar transacción usuraria: consistían en operaciones análogas a las que realizaba el mayorista con los kustares.

Es indudable que esa era la economía típica después de la Reforma, y nuestra literatura populista ha producido insuperables descripciones de esa forma, especialmente desagradable, de Plusmacherei, combinada con las tradiciones y relaciones feudales y con el total desamparo del campesino, atado de pies y manos a su "nadiel".

Pero los populistas no querían y no quieren ver en qué consiste la base, económica de esas relaciones.

Aquí la base de la dominación ya no es sólo la posesión de la tierra, como en los viejos tiempos, sino también la posesión de dinero, que el campesino necesita (y el dinero es un producto del trabajo social organizado por la economía mercantil), y la " separación" del campesino de los medios de vida. Es evidente que se trata de una relación capitalista, burguesa. Los "nuevos" rasgos no son sino la forma primaria de dominio del capital en la agricultura, forma que aún no se liberó de las trabas del régimen de la "antigua nobleza" y que ha creado la contradicción de ciases propia de la sociedad capitalista, pero que aún no la ha fijado.

Pero he aquí que, con el desarrollo de la economía mercantil, esta forma primaria de dominio del capital se ve privada de su base: el empobrecimiento del campesinado, que ha llegado a la ruina total, significa que los campesinos han perdido sus aperos, soporte de la forma feudal y expoliadora del trabajo, obligando al terrateniente a explotar su hacienda con aperos propios y al campesino a convertirse en, peón.

Es también indiscutible que ese proceso comenzó en la Rusia posterior a la Reforma. Ese hecho muestra la tendencia de esa forma expoliadora que los populistas consideran de un modo puramente metafísico, sin relación con el pasado y al margen de la tendencia al desarrollo; este hecho muestra el desarrollo posterior del capitalismo, el desarrollo de la contradicción de clases propio de nuestra sociedad capitalista, y que en la época anterior se expresaba en la relación entre el kulak y el campesino y que ahora empieza a expresarse en la relación entre el agricultor racional y el peón, y jornalero.

Este último cambio es el que desespera y horroriza a los populistas, que vociferan acerca de la "privación de tierra", de la "pérdida de independencia", de la "instauración del capitalismo", de las "amenazantes" calamidades que éste acarrea, etc., etc.

Préstese atención imparcialmente a esos razonamientos y se verá, en primer lugar, que son mentira , aunque una mentira bien intencionada, pues la economía basada en el trabajo de los peones no fue precedida por la "independencia" del campesino, sino por otras formas de entrega del plusproducto a quien no participaba en su creación. En segundo lugar verán hasta qué punto es superficial y mezquina la protesta de los populistas, que hace que su doctrina, según la atinada expresión del señor Struve, sea socialismo vulgar. ¿Por qué esa "instauración" sólo se ve en su segunda forma y no en ambas? ¿por qué la protesta no va dirigida contra el hecho histórico esencial que concentró en manos de quienes poseen la tierra en propiedad privada" los medios de producción, sino sólo contra uno de los métodos de utilización de ese monopolio?; ¿por qué la raíz del mal no se ve en las relaciones de producción que someten por doquier el trabajo al poseedor de dinero, sino sólo en la desigualdad de la distribución, que aparece con particular relieve en la última forma de dichas relaciones? Precisamente esta circunstancia principal-una protesta contra el capitalismo basada en esas mismas relaciones capitalistas-es lo que hace de los populistas ideólogos de la pequeña burguesía, la cual no teme la realidad burguesa, sino su acentuación, que es lo que lleva a cambios radicales.

 

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V

Pasemos al último punto de las consideraciones teóricas del señor Struve, al "problema de los mercados para el capitalismo ruso" (245).

El autor comienza el análisis de la teoría de la falta de mercados en Rusia, elaborada por los populistas, preguntando: "¿Qué entiende el señor V. V. por capitalismo?" La pregunta es muy oportuna, pues el señor V. V. (como, en general, todos los populistas) siempre comparó el orden imperante en Rusia con cierta "forma inglesa" (247) del capitalismo, y no con los rasgos esenciales de éste, que cambian de fisonomía en cada país. Es una lástima que el señor Struve no dé una definición acabada del capitalismo y se limite a señalar, en general, el "predominio de la economía cambiaría" [esto es un rasgo; el segundo es la apropiación de sobrevalor por el poseedor de dinero, el dominio de este último sobre el trabajo], el "sistema que observamos en Europa occidental" (247), "con todas sus consecuencias", con la "concentración de la producción industrial, capitalismo en el sentido más restringido de la palabra" (247).

"El señor V. V.-dice el autor-no se molestó en analizar el concepto 'capitalismo' y ha tomado dicho análisis de Marx, quien se refería, en la mayoría de los casos, al capitalismo en el sentido estricto, como a un producto, plenamente cristalizado, de las relaciones que se desarrollan sobre la base de la subordinación de la producción al cambio" (247). Es imposible estar de acuerdo con esto. En primer lugar, si el señor V. V. hubiera tomado efectivamente de Marx la concepción del capitalismo, tendría de éste una idea exacta y no habría podido confundir la "forma inglesa" con capitalismo. En segundo lugar, es absolutamente inexacto que Marx se refiriera, en la mayoría de los casos, a la "centralización o concentración de la producción industrial" [eso es lo que el señor Struve entiende por capitalismo en el sentido estricto de la palabra]. Marx, por el contrario, estudió el desarrollo de la economía mercantil desde sus primeros pasos, analizó el capitalismo en sus formas primitivas de cooperación simple y manufactura-formas separadas por siglos de la concentración de la producción debida a las máquinas-y mostró la relación del capitalismo en la industria y en el agro. El propio señor Struve restringe el concepto de capitalismo, cuando dice: "...el objeto del estudio del señor V. V. fueron los primeros pasos de la economía nacional en su tránsito de la organización natural a la mercantil". Debió decir los últimos pasos. Que nosotros sepamos, el señor V. V. sólo ha estudiado la economía de la Rusia posterior a la Reforma. El comienzo de la producción mercantil data de la época anterior a la Reforma, como observa el propio señor Struve (189-190), e inclusive la organización capitalista de la industria de tejidos de algodón se formó antes de la liberación de los campesinos. La Reforma dio un impulso al desarrollo definitivo en ese sentido; puso en primer plano, no la forma mercantil del producto del trabajo, sino la forma mercantil de la fuerza de trabajo; sancionó el predominio, no de la producción mercantil, sino de la capitalista. La confusa diferencia que establece entre el sentido amplio y el estricto [121] del concepto capitalismo, hace sin duda que el señor Struve considere el capitalismo ruso como algo futuro y no presente, y no corno algo ya cristalizado completa y definitivamente. Dice, por ejemplo:

"Antes de plantear el problema de si es inevitable para Rusia el capitalismo en su forma inglesa, el señor V. V. debió plantear y resolver otro más general, v por ello de mayor importancia: ¿es inevitable para Rusia el paso de la economía natural a la monetaria y qué relación tiene la producción capitalista sensu stricto [122] con la producción mercantil en general?" (247). No creo que se pueda formular así la pregunta. Si se pone en claro qué sistema de relaciones de producción es el que existe en Rusia actualmente, la cuestión de la "inevitabilidad" de tal o cual desarrollo se resolverá eo ipso [123] . Si no se esclarece, resultará insoluble. En vez de razonar acerca del futuro (cosa, a la que son muy afectos los señores populistas), hay que explicar el presente. En la Rusia posterior a la Reforma apareció como un factor de grandísima importancia la manifestación externa, si puede decirse así, del capitalismo, es decir, la manifestación de sus "cumbres" (la producción fabril, los ferrocarriles, los bancos, etc., etc.), y para el pensamiento teórico se planteó inmediatamente el problema del capitalismo en Rusia. Los populistas intentaron demostrar que esas cumbres eran casuales, que estaban desvinculadas de todo el régimen económico, que carecían de base y, por ello, de vigor; y al hablar así operaban con el concepto, demasiado estricto, de "capitalismo", olvidando que la esclavización del trabajo por el capital pasa por etapas, muy largas y muy distintas, desde el capital mercantil hasta la "forma inglesa". Los marxistas deben precisamente demostrar que esas cumbres no son sino el último paso en el desarrollo de la economía mercantil, hace mucho existente en Rusia, y que por doquier, en todas las ramas de la producción, engendra la subordinación del trabajo al capital.

La idea que el señor Struve tiene del capitalismo ruso como de algo futuro, y no presente, se aprecia con evidencia particular en el siguiente razonamiento suyo: "mientras exista la actual comunidad rural, refrendada y fortalecida por la ley, sobre su base se desarrollarán relaciones que no tienen nada que ver con el 'bienestar del pueblo'. [¿Se "desarrollarán"? ¿No se han desarrollado, acaso, hace tanto tiempo que toda la literatura populista, desde su surgimiento, hace más de cinco lustros, viene describiéndolas y protestando contra ellas?] En Occidente tenemos varios ejemplos de existencia de haciendas individuales al lado de la gran agricultura capitalista. Nuestra Polonia y nuestras regiones del suroeste constituyen un fenómeno idéntico. Puede decirse que en Rusia tanto las haciendas individuales como las comunidades rurales se aproximan a ese tipo, ya que los campesinos empobrecidos quedan en la tierra y las influencias niveladoras entre ellos están demostrando tener más fuerza que las diferenciadoras" (280). ¿Será posible que sólo se aproxime y que no sea ya, precisamente, de ese tipo? Para determinar los "tipos" no hay que tomar, claro está, las formas jurídicas, sino los rasgos económicos esenciales del orden vigente. Si examinamos esos rasgos esenciales de la economía del campo ruso, veremos la economía aislada de las familias campesinas en sus pequeños lotes, veremos una economía mercantil creciente, que va está desempeñando un papel dominante. Se trata precisamente de los rasgos que dan contenido al concepto de "pequeña explotación agrícola individual". Vemos, además, que los campesinos están también aquí endeudados con los usureros, y la misma expropiación que atestiguan los datos relativos a Occidente. La diferencia sólo consiste en las peculiaridades de nuestras normas jurídicas (la desigualdad civil de los campesinos; las formas de posesión de la tierra), que conservan con mayor plenitud las huellas del "antiguo régimen" debido a que en nuestro país el desarrollo del capitalismo es más débil. Pero esas peculiaridades no afectan en lo más mínimo la homogeneidad del tipo de sistema vigente en nuestro agro y en el de los países de Occidente.

El señor Struve pasa concretamente a la teoría de los mercados y observa que los señores V. V. y N.-on no pueden salir de un círculo vicioso: para el desarrollo del capitalismo es preciso que crezca el mercado, pero el capitalismo arruina a la población. El autor busca, muy desacertadamente, la salida del círculo vicioso recurriendo a su malthusianismo, y dice que la causa de la ruina de los campesinos no reside en el capitalismo, ¡¡sino en el "crecimiento de la población"!! El error de los mencionados autores es muy otro: el capitalismo no sólo arruina al campesinado sino que lo diferencia en burguesía y proletariado. Este proceso no reduce el mercado interno sino que lo crea: la economía mercantil se desarrolla en ambos polos del campesinado en proceso de diferenciación, tanto en el "proletario", obligado a vender "trabajo libre", como en el burgués, que eleva el nivel técnico de su hacienda (máquinas, aperos, abonos, etc., etc. Véase Tendencias progresistas en la explotación agrícola del señor V. V.) y hace crecer las necesidades. A pesar de que tal interpretación del proceso se basa directamente en la teoría de Marx ¡i cerca, de la relación entre el capitalismo industrial y el agrícola, el señor Struve la pasa por alto, quizá porque lo indujo al error en la "teoría de los mercados" del señor V. V. Este último, diciendo que se basaba en Marx, ofreció al público ruso una "teoría" que afirma que en una sociedad capitalista desarrollada es inevitable un "exceso de mercancías"; el mercado interno no puede bastar, hace falta el mercado exterior. "Esa teoría es cierta [?!]- declara el señor Struve-, por cuanto señala el hecho de que la plusvalía no puede ser realizada en el consumo, ni por los capitalistas, ni por los obreros, y presupone el consumo de terceros" (251). No podemos, de ningún modo, coincidir con esta afirmación. La "teoría" del señor V. V. (si se la puede llamar así) consiste simplemente en desconocer la diferencia entre el consumo personal y el productivo, entre los medios de producción y los artículos de consumo, sin la cual es imposible comprender la reproducción del capital social en su conjunto en la sociedad capitalista. Marx lo demostró con el mayor detalle en el tomo II de El capital (sección tercera: "La reproducción v la circulación del capital social en su conjunto") y lo señaló con fuerza en el tomo I, al criticar la tesis de la economía política clásica, según la cual la acumulación del capital sólo consiste en la conversión del sobrevalor en salario y en capital constante (medios de producción) más salarios. Para confirmar esta caracterización de la: teoría del señor V. V. nos limitaremos a reproducir dos pasajes de los artículos que menciona el señor Struve.

"Cada obrero-dice el señor V. V. en el artículo Exceso de mercancías en el mercado- produce más de lo que consume, y ese excedente se acumula en unas pocas manos; los poseedores de esos excedentes los consumen ellos mismos, para lo cual los cambian en el interior del país y en el extranjero por los más diversos artículos de necesidad y de bienestar; pero por más que coman, beban y dancen (sic!!), no pueden pastarse todo el sobrevalor" ( Otiéchestviennie Zarñski, núm. 5 de 1883, pág. 14). "Para mayor evidencia", el autor "enumera los principales gastos" del capitalista, sus comidas, viajes, etc., etc. Todo eso se ve con mayor relieve todavía en el artículo Militarismo y capitalismo: "El talón de Aquiles de la organización capitalista de la industria consiste en que los patronos no pueden consumir todos sus ingresos" (Rússkaia Misl, núm. 9 de 1889, pág. 80). "Rothschild no podría consumir todo el incremento de sus rentas [...] sencillamente porque ese [...] incremento representa una masa tan considerable de artículos de consumo, que Rothschild, que satisface todos sus caprichos ya sin eso, no sabría realmente qué hacer", etc., etc.

Como se ve, todos estos razonamientos se basan en la ingenua idea de que el capitalista tiene como objetivo el consumo personal y no la acumulación de plusvalía; se basan en la errónea idea de que el producto social se descompone en v + p (capital variable más plusvalía), tomo decían A. Smith y toda la economía política anterior a Marx, y no en c+v+p (capital constante, medios de producción y, luego ya, salario y plusvalía), como lo demostró Marx. Si se corrigen esos errores y se toma en consideración la circunstancia de que en la sociedad capitalista desempeñan un papel enorme y cada vez! más considerable los medios de producción (la parte de los productos sociales que no se destina al consumo personal, sino al de la producción, al del capital, y no- al de la gente) se viene abajo toda esa decantada "teoría". En el tomo II de El capital, Marx demostró que es perfectamente concebible la producción capitalista sin mercados exteriores, con una creciente acumulación de riquezas y sin ninguna clase de "terceros" que con tanto desacierto ha traído a colación el señor Struve. Los razonamientos del señor Struve a este respecto suscitan tanto mayor asombro cuanto que él mismo habla de la importancia primordial que tiene para Rusia el mercado interno, y ridiculiza al señor V. V. cuando éste habla de un "programa de desarrollo del capitalismo ruso" basado en un "fuerte campesinado". El proceso de formación de este campesinado "fuerte" (es decir, burgués), proceso que se opera hoy en día en nuestro agro, nos hace ver claramente el surgimiento del capital, la proletarización del productor y el crecimiento del mercado interior: "La difusión de aperos perfeccionados", por ejemplo, es, precisamente, acumulación de capital en concepto de medios de producción. En este problema, en vez de hablar de "posibilidades", sería particularmente necesario exponer y explicar ese proceso real consistente en la creación del mercado interior para el capitalismo ruso [124] .

Damos por terminado, con esto, nuestro análisis de la parte teórica del libro del señor Struve, y podemos intentar ahora una caracterización general, resumida, por decirlo así, de sus principales métodos de argumentación y abordar después la solución de los problemas planteados al comienzo: "qué hay en el libro de marxista, cuáles tesis de la doctrina (marxista) rechaza, completa o corrige el autor, y qué resulta en estos casos".

El rasgo principal de los razonamientos del autor, señalado ya desde el comienzo, es su estrecho objetivismo, que se limita a demostrar la inevitabilidad y la necesidad del proceso, y no hace ningún esfuerzo por descubrir en cada fase concreta de este proceso la forma de contradicción de clases que le es inherente; objetivismo que caracteriza el proceso en general pero no, por separado, las clases antagónicas de cuya lucha nace el proceso en cuestión.

Comprendemos perfectamente que el autor tenía sus razones para limitar sus "notas" al aspecto "objetivo" y, por añadidura, al más general: en primer lugar, movida por el deseo de oponer a los populistas los fundamentos de concepciones contrarias, expuso sólo principia [125] , y dejó su desarrollo y explicación más concreta para polémicas posteriores; en segunda lugar, en el capítulo I tratamos de demostrar que toda la diferencia entre el populismo y el marxismo consiste en el carácter de la crítica del capitalismo ruso, en la diferente explicación que de él se da, de donde surge de modo natural que los marxistas se limiten a veces a exponer tesis " objetivas" generales y hagan hincapié exclusivamente en lo que diferencia nuestra interpretación (de hechos notorios) y la de los populistas.

Pero nos parece que el señor Struve ha ido demasiado lejos en este sentido. Lo abstracto de la exposición originó muchas tesis que no pueden dejar de provocar equívocos; la forma en que fue planteado el problema no se distinguió de esos métodos habituales, imperantes en nuestra literatura, de teorizar desde las alturas, acerca de los caminos y el destino de la patria, en vez de hablar de clases concretas que marchan por tal o cual camino; cuanto más concretos eran los argumentos del autor, tanto más imposible resultaba explicar los principia del marxismo permaneciendo en las alturas de tesis abstractas de carácter general, y tanto más necesario se hacía señalar de modo concreto la situación determinada de clases de la sociedad rusa y la relación que las distintas formas de Plusmacherei tienen con los intereses de los productores.

Por ello no nos pareció del todo inoportuno hacer lo posible para completar y aclarar las tesis del autor, y seguir paso a paso su exposición con el objeto de señalar la necesidad de una forma distinta de plantear los problemas, la necesidad de una aplicación más consecuente de la teoría de las contradicciones de clase.

En cuanto a la franca desviación del señor Struve respecto del marxismo en las cuestiones del Estado, la superpoblación y el mercado interno, de ello ya hemos hablado lo suficiente.

 

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VI

Además de la crítica del contenido teórico del populismo, el libro del señor Struve encierra, entre otras cosas, algunas observaciones a la economía política populista. Aunque aparecen esparcidas en la obra y no han sido desarrolladas por el autor, no podemos, sin embargo, dejar de referirnos a ellas para eliminar los posibles equívocos.

En dichas observaciones se habla de la "racionalidad", del carácter progresista y de la "sagacidad", etc., etc., de la política liberal, es decir, burguesa, en comparación con la política populista. [126]

Por lo visto, el autor quiso comparar dos políticas basadas ¿n las relaciones existentes, y en ese sentido señaló con toda razón que es "sagaz" la política que desarrolla el capitalismo y no la que lo frena; "sagaz", naturalmente, no porque favorece a la burguesía subordinando al productor a ella cada vez con más fuerza [como tratan de demostrarlo algunos "ingenuos" o "malabaristas"], sino porque, al agudizar y depurar las relaciones capitalistas, despeja la mente de aquellos de quienes depende precisamente el cambio y desata sus manos.

Debemos decir, sin embargo, que esta tesis muy acertada, es desafortunadamente expresada por el señor Struve debido al carácter abstracto de su exposición, y por ello se siente a veces el deseo de decirle: deje que los muertos entierren a sus muertos. En Rusia siempre hubo de sobra gente entregada en cuerpo y alma a la elaboración de teorías y programas que expresan los intereses de nuestra burguesía, que expresan toda esa "urgente necesidad" de que el fuerte y gran capital aplaste al pequeño y destruya sus primitivos y patriarcales métodos de, explotación.

Si el autor se hubiera atenido rigurosamente también aquí a las exigencias de la "doctrina" marxista, que exige que la exposición se reduzca a la formulación del proceso real y que las contradicciones de clase tras cada forma de la política "sagaz", "racional" y progresista se pongan al desnudo, habría expresado el mismo pensamiento de modo distinto, habría planteado de otra forma el problema. Habría comparado las teorías y programas del liberalismo, es decir, de la burguesía, que brotaron como hongos después de la lluvia en el período que siguió a la gran, Reforma, con los datos reales del desarrollo del capitalismo en Rusia. Habría mostrado, de proceder así, tomando como ejemplo a Rusia, la relación entre las ideas sociales y el desarrollo económico, relación que quiso demostrar en los primeros capítulos y que sólo puede ser demostrada irrefutablemente haciendo un análisis materialista de los hechos de la vida en Rusia. En segundo lugar, habría mostrado también lo ingenuos que son los populistas, que en su literatura combaten las teorías burguesas como si éstas sólo fueran razonamientos erróneos y no la expresión de los intereses de una clase poderosa a la que es tonto amonestar, y que sólo puede ser "persuadida" por la fuerza, imponente, de otra clase. En tercer lugar, habría mostrado qué clase determina en realidad "las urgentes necesidades" y el "progreso" en este país, y cuan ridículos son los populistas en sus disquisiciones acerca de cuál es el " camino" que hay que "elegir".

Los señores populistas han esgrimido con singular placer estas frases del señor Struve, gozándose del hecho de que su desafortunada formulación haya permitido a algunos economistas burgueses (como el señor lanzhul) y a algunos campeones del feudalismo (como el señor Golovín) aferrarse a algunas frases separadas del contexto. Ya hemos visto cuáles son las insuficiencias del libro del señor Struve, que han puesto esa arma en manos de sus enemigos.

El intento de criticar el populismo simplemente como una teoría que señala en forma desacertada el camino de la patria [127] hizo que el autor formulara sin claridad su actitud hacia la " política económica" del populismo. Ello, quizá pueda considerarse como la negación absoluta de toda esa política, y no sólo de parte de ella. Es, por lo tanto, necesario detenerse en este punto.

Filosofar en torno de la posibilidad de "otros caminos para la patria" es sólo la envoltura externa del populismo. Su contenido es que representa los intereses y los puntos de vista del pequeño productor ruso, del pequeño burgués. Por ello el populista es en teoría algo así como Jano, que con una cara mira al pasado y con la otra al porvenir, como lo es en la vida real el pequeño productor, que con una cara mira al pasado, movido por el deseo de fortalecer su pequeña hacienda-sin saber ni querer saber nada del sistema económico general, ni de la necesidad de tener en cuenta a la clase que lo gobierna-, y con la otra mira el porvenir, adoptando una actitud hostil hacia el capitalismo, que lo arruina.

Por ello cae de su peso que sería absolutamente erróneo desechar todo el programa! de los populistas sin analizarlo. En él hay que diferenciar en forma rigurosa sus aspectos reaccionarios y progresistas. El populismo es reaccionario en cuanto propone medidas que sujetan al campesino a la tierra y a los viejos modos de producción, como la inalienabilidad de los nadiel, etc., etc. [128] ; en cuanto quiere frenar el desarrollo de la economía monetaria; y en cuanto espera de la "sociedad" y de la acción de los representantes de la burocracia, no mejoras parciales, sino un cambio de caminos (ejemplo: el señor luzhakov, quien en Rússkote Bogatstvo, núm. 7 de 1894, perora acerca del laboreo en común proyectado por un jefe de zemstvo y se entretiene en introducir enmiendas en esos proyectos). Contra tales puntos del programa de los populistas hay que luchar, claro está, implacablemente. Pero tienen otros puntos relativos a la autoadministración, al libre y amplio acceso del "pueblo" a los conocimientos, a la "elevación" de la economía "popular" (es decir, pequeña) mediante créditos baratos, mejoras técnicas, regulación de la venta, etc., etc., etc. Que estas medidas democráticas de carácter general son progresistas, también lo reconoce, por supuesto, el señor Struve. Esas medidas no frenarían, sino que acelerarían el desarrollo económico de Rusia por la vía capitalista, acelerarían la creación del mercado interior y el desarrollo de la técnica y de la industria mecanizada, y al mejorar la situación de los trabajadores y elevar el nivel de sus necesidades, acelerarían y facilitarían la evolución de su pensamiento independiente y de su acción.

Aquí quizá sólo pueda surgir una pregunta: ¿quién expresa más fielmente y mejor esas medidas tan deseables, los populistas o los autores como Skvortsov, quien también se desgañita propugnando el progreso técnico y goza de las mayores simpatías del señor Struve? A mi entender, desde el punto de vista marxista no cabe duda de que en este sentido debe darse absoluta preferencia a los populistas. Las medidas que proponen los señores Skvortsov son afines a los intereses de toda la clase de los pequeños productores, de la pequeña burguesía, en la misma medida en que el programa de Moskóvski? Viédomosti es afín a los intereses de la gran burguesía. No persiguen el fin de favorecer a todos [129] , sino a unos cuantos elegidos, merecedores de la atención de las autoridades. Además, son monstruosamente brutales, pues presuponen la injerencia de la policía en la actividad económica de los campesinos. Tomadas en si', conjunto, esas medidas no ofrecen garantías serias ni encierran probabilidades de "progreso de la producción de la economía campesina".

Los populistas comprenden y representan infinitamente mejor, en este sentido, los intereses de los pequeños productores, y los marxistas, al rechazar todos los aspectos reaccionarios de su programa, no sólo deben hacer suyos los puntos democráticos de carácter general, sino desarrollarlos más, con mayor precisión y profundidad. Cuanto más radicales sean esas reformas en Rusia, cuanto más eleven el nivel de vida de las masas trabajadoras, tanto más tajante y nítido aparecerá el antagonismo social más importante y principal (ya hoy) de la vida rusa. Los marxistas no sólo no "rompen el hilo democrático", o la tendencia democrática, corno dice, calumniándolos, el señor V. V., sino que, por el contrario, quieren que esa tendencia se fortaleza y desarrolle, quieren que se acerque a la vida, quieren recoger ese "hilo", que han dejado caer la "sociedad" y los "intelectuales". [130]

Esa exigencia de no soltar el "hilo", sino de fortalecerlo, no es el resultado casual del estado de ánimo personal de tales o cuales "marxistas", sino que es necesariamente determinada por la situación y los intereses de la clase a la que quieren servir, es necesaria e incondicionalmente dictada por los requerimientos cardinales de su "doctrina". No puedo, por causas bien comprensibles, detenerme a analizar aquí la primera parte de esta exposición, a trazar una caracterización de la "situación" y los "intereses"; además, según creo, huelgan las explicaciones. Me referiré tan sólo a la segunda parte, es decir, a la relación de la doctrina marxista con los problemas que expresan el "hilo roto".

Los marxistas deben plantear esos problemas de modo distinto a como lo han hecho y lo hacen los señores populistas. Estos últimos los plantean desde el punto de vista de "la ciencia contemporánea y de las ideas morales de hoy en día"; las cosas se presentan como si en las propias relaciones de producción no radicaran causas profundas que impiden la realización de dichas reformas, como si los únicos obstáculos consistieran en el escaso refinamiento espiritual: en las insuficientes "luces", etc., etc., como si Rusia fuera una tabula rusa en la que no hubiera más que trazar caminos acertados. Al plantear así el problema se aseguraba, claro está, esa "pureza" de que se jacta el señor V. V. y que en realidad es la de los sueños de una colegiala, del tipo que hace que los razonamientos de los populistas sean tan aptos para las pláticas de salón.

Los marxistas deben necesariamente formular estos problemas de modo distinto [131] . Tienen el deber de buscar las raíces de los fenómenos sociales en las relaciones de producción, y de vincularlas con los intereses de clases determinadas; deben formular esos desíderata como los "deseos" de determinados elementos sociales que tropiezan con la oposición de otros determinados elementos y clases. Tal planteamiento descartará toda posibilidad de que sus "teorías" sean utilizadas para teorizar por encima de las clases, para proyectos e informes que prometen "brillantes éxitos" [132] . Esto sólo es, naturalmente, un mérito indirecto del cambio de punto de vista, a que nos hemos referido, pero es muy grande si se considera por qué pendiente tan abrupta rueda el populismo contemporáneo hacia la charca del oportunismo. Pero no se trata sólo de este mérito indirecto. Si se plantean las mismas cuestiones conforme a la teoría del antagonismo de clases [para lo cual es necesario, por supuesto, proceder a una "revisión de hechos" de la historia y la realidad rusas], las respuestas a ellas serán la formulación de los intereses vitales de clases determinadas, tendrán por objetivo su utilización [133] práctica por las clases interesadas y sólo por ellas, y saldrán impetuosas, según la magnífica expresión de un marxista, del "estrecho gabinete del intelectual" hacia los propios participantes de las relaciones de producción, en su forma más desarrollada y pura; hacia quienes más afectados han sido por la "ruptura del hilo" y "necesitan" "ideales", porque sin ellos las pasan muy mal. Ese enfoque insuflará nuevos y vivificantes aires a todos esos viejos problemas de los impuestos, los pasaportes, las migraciones, las administraciones de distrito, etc., por los que nuestra "sociedad" empieza a perder el interés después de haberlos discutido y analizado, rumiado y resuelto una y otra vez.

Así, pues, independientemente de que enfoquemos el problema de un modo o de otro, lo mismo si analizamos el contenido del sistema de relaciones económicas imperantes en Rusia y sus distintas formas en su ligazón histórica y en su relación con los intereses de los trabajadores, que si estudiamos la cuestión de la "ruptura del hilo" y sus causas, en ambos casos llegaremos a una misma conclusión, a la conclusión de la enorme importancia del objetivo histórico del "trabajo diferenciado de la vida", que la época actual nos plantea, a la conclusión de que las ideas de esta clase tienen una importancia universal. ●

 

 

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[1] Lenin escribió este trabajo en Petersburgo, a fines de 1894 y comienzos de 1895. Fue su primera obra editada en una imprenta legal; continúa en ella la crítica de las ideas populistas, iniciada en obras anteriores; analiza detalladamente los conceptos erróneos de los "marxistas legales", cuyo fondo liberal burgués fue el primero en denunciar. Ya en su trabajo El llamado problema de los mercados, aparecido en 1893, a la vez que había desenmascarado las concepciones de los populistas liberales, había criticado las del incipiente "marxismo legal".

En el otoño de 1894 leyó en el círculo marxista de Petersburgo un trabajo en el que polemizaba con Struve y otros "marxistas legales", y que más tarde sirvió de base al Contenido económico del populismo, etc. En 1907 Lenin escribió lo siguiente a propósito de su disertación en el círculo marxista de Petersburgo: "En este círculo leí un trabajo titulado: Reflejo del marxismo en la literatura burguesa. Como se ve por el título, la polémica con Struve fue entonces incomparablemente más áspera y definida (en cuanto a las conclusiones socialdemócratas), que en el artículo publicado en la primavera de 1895. El tono más suave de este último se debió en parte a la necesidad de tener en cuenta la censura y en parte a la 'alianza' con el marxismo legal para la lucha conjunta contra el populismo. Que el 'impulso hacia la izquierda' dado entonces al señor Struve por los socialdemócratas de Petersburgo no fue del todo inútil, lo demuestra claramente el artículo del señor Struve de la recopilación que fue quemada (1895), y algunos de sus artículos en Novóte Slovo (1897)". (Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XIII, "Prólogo a la recopilación En doce años".)

El presente trabajo se publicó (con la firma K. Tulin) en la recopilación Materiales para la caracterización de nuestro desarrollo económico, editada en abril de 1895, con una tirada de 2.000 ejemplares. El gobierno zarista prohibió su difusión y luego de mantener esa medida durante un año, la confiscó e hizo quemar. Sólo fue posible salvar 100 ejemplares, que se difundieron clandestinamente entre los socialdemócratas de Petersburgo y otras ciudades.

El artículo de Lenin fue el más combativo y el más agudo políticamente de la recopilación. El censor lo mencionó con especial detalle en su informe. Al destacar que los autores de la recopilación sostenían la doctrina de Marx sobre la marcha inexorable del proceso capitalista, el censor observaba que el artículo de K. Tulin contenía el programa . más completo y franco de los marxistas.

A fines de 1907, Lenin incluyó su trabajo en el primer tomo de la recopilación En doce años, con el subtítulo Reflejo del marxismo en la literatura burguesa. Este primer tomo fue publicado por la editorial "Siernó" "(La simiente") a mediados de noviembre de 1907 (en la portada figura 1908). De los tres tomos proyectados, sólo se consiguió publicar el primero y k primera parte del segundo. Además del trabajo mencionado integraban el primer tomo los siguientes escritos de Lenin: Tareas de los socialdemócratas rusos, Los perseguidores de los Zemstvos y los Aníbales del liberalismo, ¿Qué hacer?, Un paso adelante, dos pasos atrás, La campaña de los Zemstvos y el plan de "Iskra" y Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. El primer tomo de la recopilación fue confiscado al poco tiempo de aparecer, pero se logró salvar gran parte de la edición y el libro circuló en forma clandestina. (Ed.)

[2] En francés en el original. (Ed.)

[3] Año 1879, Sovremiénnoie Obozrenie, núm. 2, págs. 125-152.

[4] Deseos, exigencias. (Ed.)

[5] En francés en el original. (Ed.)

[6] ¿Amenazante para qué? ¿Para los procesos digestivos? El capitalismo, lejos de "amenazarlos", les promete delicados y suculentos manjares.

[7] K. T. (K. Tulin): V. I. Lenin. (Ed.)

[8] Locución inglesa con la que se denomina el sistema de pagar los salarios de los obreros con mercaderías y comestibles de las proveedurías de los patronos. Este sistema constituía un medio adicional de explotar a los obreros, y estaba difundido en Rusia, particularmente en las regiones con desarrollo de las industrias artesanales. (Ed.)

[9] Observe el lector. Cuando el populista dice que en Rusia "la clase media ordena al pueblo ir a trabajar", dice una verdad. Pero cuando el marxista dice que en el país impera el modo capitalista de producción, entonces el señor V. V. grita que aquél quiere "sustituir el régimen democrático [sic!] por el capitalista".

[10] Viest ("Noticia"): periódico reaccionario publicado en Petersburgo de 1863 a 1870. (Ed.)

[11] Lenin toma estas palabras de la fábula El lobo y los pastores, de I. Krilov. (Ed.)

[12] ¡Qué vagos son en este pasaje los rasgos distintivos de los "amigos pasivos"! Entre ellos hay también, seguramente, personas "íntegras" que sin duda "aman al pueblo" "sinceramente". De la comparación precedente surge con toda evidencia que hay que oponer al pasivo el que participa en la lucha de las fuerzas sociales "opuestas la una a la otra". Hier liegt der Hund begraben. [Equivale en español a: "Esa es la madre del borrego". (Ed.)]

[13] G. luzhakov en el núm. 7 de Rússkoie Bogatstvo de 1894.

[14] Expresión del señor Krivenko (Rússkoie Bogatstvo, núm. 10, 1894) respondiendo a las palabras del señor Struve acerca de la "dura lucha de las clases sociales".

[15] Algunos ingenuos populistas que en su simplicidad no comprenden que escriben en contra de sí mismos, hasta se jactan de ello: "Nuestros intelectuales en general, y los literatos en particular-escribe el señor V. V. contra el señor Struve-, inclusive los representantes de las tendencias más burguesas, tienen, por decirlo así, un carácter populista" (Nedíelía . núm. 47, 1894, pág. 1506). Así como en la vida real el pequeño productor se fusiona con la burguesía mediante una serie de pasos imperceptibles, así en la literatura los piadosos deseos de los populistas se convierten en "pasaporte liberal", para los recipientes de los procesos digestivos, para los desnatadores, etc., etc. [Esta es una expresión satírica de Saltikov-Schedrín para denominar a quienes deliberan sobre todos los problemas, sin solucionar ninguno. (Ed.)]

[16] En francés en el original. (Ed.)

[17]36 Dictadura del corazón: expresión irónica empleada para designar la política de coqueteo con los liberales que aplicó durante un breve período el funcionario zarista Lorís-Mélikov. En 1880 fue designado director^de la "Comisión Suprema de Control" destinada a combatir la "sedición", y más tarde ministro del Interior. Lorís-Mélikov intentó basar su política en promesas de "concesiones" a los liberales y en una cruel persecución de los revolucionarios. Esta política de maniobras, consecuencia de la situación revolucionaria que se produjo en 1879-1880, tendía a debilitar el movimiento revolucionario y atraer a la burguesía liberal opositora. Una vez aplacada la marea revolucionaria de ese período, el gobierno zarista abandonó la política de la "dictadura del corazón" y se apresuró a publicar un manifiesto sobre la "inviolabilidad" de la autocracia. En abril de 1881 Lorís-Mélikov tuvo que dimitir. 370.

[18] ¿Qué quiere decir "ha llegado a su término"? ¿"Qué ya se le ve el fin, que se reúne ya una nueva fuerza? En ese caso también llega a su término en nuestro país. ¿O que allí ha dejado de surgir ya el tercer estado? Esto último sería erróneo, pues allí quedan aún pequeños productores que engendran puñados de burgueses y masas de proletariado.

[19] Pequeño burgués. (Ed.)

[20] El señor N. Mijailovski, en la obra del señor Struve, pág. 8: "Las personas vivientes, con todas sus ideas y sentimientos, se convierten en agente de la historia, por su cuenta y riesgo. Ellas y no cualquier fuerza mística, marcan los objetivos en lu historia e impulsan hacia ellos los acontecimientos a través de una cadena de obstáculos que levantan ante ellas las fuerzas espontáneas cíe la naturaleza y las condiciones históricas".

[21] El señor Mijailovski, en el núm. 10 de Rúsíkoie Bogatstvo de 1894.

[22] Eso se está llevando a cabo perfectamente sin abolir la comunidad rural, que no evita en absoluto la diferenciación de los campesinos, como lo demuestran las estadísticas de los zernstvos.

[23] Habría que añadir: de administradores y burócratas. De lo contrario, la descripción del "Cuartel General" sería por demás incompleta, sobre todo si se tienen en cuenta las condiciones de Rusia.

[24] Y no sólo "a menudo", como en Francia, sino por regla general, con la particularidad de que los gastos superan a los ingrese" no sólo en decenas, sino en cientos por ciento.

[25] Caza de ganancias, de beneficios. (Ed.)

[26] Expresión del señor V. V. (Véase Nuestras tendencias y Nedieiia, núms. 47-49 de 1894.) (Ed.)

[27] Por eso los teóricos del marxismo, en su lucha contra los populistas, hacen hincapié en la explicación, en la comprensión y en el aspecto objetivo.

[28] Además de silenciar y no comprender el carácter capitalista del rescate, los señores populistas pasan modestamente por alto el hecho de que junto a la "escasez de tierra" que experimentan los campesinos hay muy buenos lotecitos de tierra en poder de los representantes de la capa "de la antigua nobleza".

[29] ¡De modo que el fracaso del proyecto de supresión de la comunidad rural significa la victoria sobre quienes están interesados en "la instauración del orden burgués"! El populista hace de la "comunidad" una utopía pequeñoburguesa y luego llega a tan olímpico desprecio por la realidad que en el proyecto contra la comunidad no ve nada menos que la instauración del orden burgués, cuan, do ese proyecto no es más que una simple treta política sobre la base del sistema burgués, ya plenamente "instaurado". Para el populista el argumento más contundente contra el marxista consiste en la siguiente pregunta, que hace con aire triunfal: pero dígame ¿quiere usted suprimir la comunidad o no? ¿Sí o no? Para él todo el problema reside en la "instauración". No quiere en absoluto comprender que, desde el punto de vista marxista, la "instauración" es un hecho indiscutible desde hace tiempo, un hecho al que no puede afectar ni la destrucción de la comunidad ni su fortalecimiento, así como es idéntica la dominación del capital, tanto en la aldea comunal como en la aldea compuesta por familias campesinas independientes. El populista trata de presentar como apología do la "instauración" la más profunda protesta contra ella. Como suele decirse, quien se está ahogando se agarra de una paja.

[30] Esto no sólo se refiere a las "escuelas técnicas y otras", a las mejoras técnicas en beneficio de los campesinos y kustares, sino también a la "ampliación de la posesión, de la tierra por los campesinos", al "crédito", etc.

[31] Véase el presente tomo, pág. 40. (Ed.)

[32] Campesinos con derecho a la posesión hereditaria de la tierra a perpetuidad, y que debían pagar una renta fija, por lo general invariable. En la Rusia zarista este sistema se aplicaba sobre todo en Polonia, Bielorrusia, Lituania y en el litoral de Ucrania. (Ed.)

[33] A lo que podría añadirse las compras con ayuda del banco campesino, las "tendencias progresistas en la agricultura"-las mejoras técnicas y del cultivo, el empleo de aperos más perfectos, las pasturas artificiales, etc.-, el desarrollo del pequeño crédito, la organización de un mercado para los kustares, etc., etc.

[34] No se trata, claro está, del dinero que sólo sirve para adquirir los artículos de consumo necesarios, sino del dinero sobrante, que puede ser ahorrado para comprar medios de producción.

[35] "La masa seguirá [...] trabajando para otros" (artículo que analizamos, pág. 135); si no fuera "libre" (de jacto, pues de jure puede inclusive "tener su nadiel"), eso, claro está, no podría ser.

[36] Véase Uspenski. (Lenin se refiere a los cuentos y ensayos de Uspenski: IMS días de la aldea, La libreta de cheques, Cartas de un viajero, Vínculos indestructibles, Cifras auténticas, etc. Ed.)

[37] En francés en el original. A toda costa. (Ed.)

[38] Para evitar malentendidos, aclararé que por "base" del capitalismo entiendo la relación social que, en distintas formas, reina en la sociedad capitalista y que Marx expresó con la fórmula: dinero-mercancía-dinero con un excedente. Las medidas que proponían los populistas no afectan esa relación y no afectan ni la producción, da mercancías, que pone en manos de personas privadas el dinero = producto del trabajo social, ni la división del "pueblo" en poseedores de ese dinero y pobres. El marxista toma esta relación en su forma más desarrollada, que es la quintaesencia de las demás formas, y señala al productor la tarea y el objetivo: destruir esa relación y sustituirla por otra.

[39] No es exacto. El pequeño burgués se distingue del grande precisamente porque trabaja él mismo, como lo hacen todas las categorías enumeradas por el autor. Hay, claro está, explotación del trabajo, pero no exclusivamente. Otra pequeña observación: el objetivo de la vida de quienes no se resignan a compartir la suerte del campesino del montón es adquirir capital. Así hablan (en sus momentos de lucidez) los populistas. La tendencia del campesino ruso no es hacia el régimen comunal, sino hacia el sistema pequeñoburgués. Así habla el marxista. ¿Qué diferencia hay entre estas tesis? ¿No será sólo que la primera constituye una observación empírica de la vida mientras la última generaliza los hechos observados (que expresan las "ideas y sentimientos" de verdaderas "personas vivientes") y deduce de ellos una ley de economía política?

[40] Arcadia: región montañosa, situada en el centro del Peloponeso (Grecia); en la antigüedad, sus habitantes eran principalmente pastores. La literatura antigua y clásica describía a Arcadia como la mansión de la inocencia y la felicidad. (Ed.)

[41] Expresión empleada por luzhakov.

[42] Término usado en la bibliografía de fines del siglo xix para indicar el capital y los capitalistas. La empleó por primera vez el escritor Gleb Uspenski en su ensayo Los pecados capitales y poco después se convirtió en expresión corriente. (Ed.)

[43] Jamelgo: expresión metafórica empleada por Saltikov-Schedrín en un cuento satírico, refiriéndose al campesino pobre, oprimido y extenuado por el exceso de trabajo. (Ed.)

[44] En francés en el original. (Ed.)

[45] Es un vocablo excesivamente estrecho. Debería haberse empleado un término más exacto y preciso: burguesía.

[46] ¡Sigan, sigan! (Ed.)

[47] Pág. 151: "... ¿no desprecian ya ellos [póngase atención en ese "ya"] a quien pueda despreciarlos?".

[48] En francés en el original. (Ed.)

[49]Regirungsrat prusiano "(Consejero del Estado"): se trata del economista alemán barón A. Haxthausen, quien visitó a Rusia en la década del 40 del siglo XIX. Describió detalladamente la comunidad rural rusa, en la que veía un medio para consolidar el feudalismo, en su libro Estudio de las relaciones internas de la vida popular y particularmente de las instituciones rurales de Rusia. Cantó loas a la Rusia del zar Nicolás I, considerándola superior a Europa occidental, porque no padecía de la "úlcera del proletariado". Marx y Engels señalaron el carácter reaccionario de las conclusiones de Haxthausen, y sus opiniones también fueron severamente criticadas por A. Herzen y N. Chernishevski. 408.

[50] Véase V. V., Ensayos de economía teórica. San Petersburgo, 1895, págs. 257-258[52].

[51] No hablo, claro está, del origen (histórico del marxismo, sino de su contenido actual.

[52] Debido a la censura Lenin no podía hacer referencias directas a las obras marxistas, publicadas por el grupo "Emancipación del Trabajo". Remite al lector a la obra de V. V. (Vorontsov) Ensayos de economía teórica, en cuyas páginas 257-258 se cita un extenso pasaje del artículo de Plejánov "Reseña del interior", publicado en Sotsial-Demokrat. 411.

[53] Por supuesto, la expresión "ideales totalmente definidos" no debe entenderse al pie de la letra, es decir, en el sentido de que los populistas sabían de modo "totalmente definido" qué querían. Eso sería un gran error. Por "ideales totalmente definidos" hay que entender aquí tan sólo la ideología de los productores directos, aunque es por demás confusa.

[54] Al decir viejos populistas no me refiero a los que actuaban en Otíéchestoimnie Zapiski, sino a los que "iban al pueblo".

[55] Véase V. I. Lenin, ob. cit., "Biografías", tomo complementario 1. (Ed.}

[56] En adelante señalaremos, en cada caso concreto, ejemplos de aplicación a medias del materialismo por el señor Struve, y de su falta de consecuencia en lo que respecta a la teoría de la lucha de clases.

[57]Moskovskie Viédomosti "(Anales de Moscú"): decano de la prensa rusa, cuya publicación fue iniciada como pequeña hoja en 1756 por la Universidad de Moscú. A partir de 1863, fecha en que pasó a ser propiedad de M. Katkov siguió una línea monarco-nadonalista, convirtiéndose en vocero de los terratenientes y el clero más reaccionarioi y del gobierno zarista. Por eso Lenin se refería con frecuencia a los artículos de kovskte Viédomosti para hacer denuncias de tipo político y lo calificaba de "colaborador insustituible de la agitación revolucionaria". Desde 19<)5 fue uno de los principales órganos periodísticos de las Centurias Negras. Siguió apareciendo hasta la Revolución de Octubre de 1917. 419.

[58] El autor no sabe, por lo visto-como buen pequeño burgués-, que los trabajadores de Europa occidental han dejado atrás hace ya mucho la fase del desarrollo en k que exigían el "derecho al trabajo" y que ahora exigen el " derecho al ocio", el derecho a descansar de un trabajo excesivo que los mutila y oprime.

[59] Obras, t III, pág. 155: "La sociología debe partir de una utopía".

[60] "La práctica la hace disminuir ["a la posibilidad de un nuevo camino histórico"] implacablemente"; "esta posibilidad disminuye, por decirlo así, cada día" (palabras de Mijailovski, que P. Struve cita en la página 16). Lo que disminuye no es, claro está, la "posibilidad", que no ha existido nunca; lo que disminuye son las ilusiones. Y está muy bien que disminuyan.

[61] C. Marx: Der achtzehnte Brumaire, S. 98 u. s. w. (C. Marx: El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, pág. 98 y siguientes. Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pág. 216 y sigs. Ed.)

[62] Claroscuro, velo: (Ed.)

[63] En su libro Herm E. Dilhrings Umwalzung der Wissenschaft [La subversión de la ciencia por el señor E. Dühring. (Anti-Dühring) Ed.] Engels observa con admirable tino que confrontar el concepto, no con el hecho que refleja, sino con otro concepto, copia de otro hecho, es método psicológico anticuado.

[64] Das Kapital, I. B. 2-te Aufl, S. 62, Anm. 38 [El capital, t. I, 2 ed. rusa, pág. 62, nota 38. Véase C. Marx, ob. cit., t. I, pág. 72, nota 2. Ed.]

[65] Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. (Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pág. 626. Ed.)

[66] Nauoraría: pequeño distrito territorial en la antigua República de Atenas. Las naucrarias estaban unidas en filias. El cuerpo colegiado formado por los jefes de las naucrarias dirigía las finanzas del Estado ateniense. Cada naucraria debía construir, equipar y dotar una nave de guerra y proporcionar dos soldados de caballería para cubrir las necesidades militares del Estado. 436.

[67]Ob. cit., pág. 624. (Ed.)

[68] Véase K. Marx: "Bürgerkrieg in Frankreich", S. 23 (Ipz. 1876) [Carlos Marx: La guerra civil en Francia, pág. 23. Leiozig. 1876. Ed.] y "Der achtzehnte Erumaire", S. 45-46 (Hmb. 1885) [El Dieciocho Brumario, págs. 45-46. Hamburgo, 1885. Ed.]: "El interés material de la burguesía francesa está entretejido del modo más íntimo con la conservación de aquella extensa y calificadísima maquinaria del Estado [se trata de la burocracia]. Coloca aquí a su población excedente y completa en forma de sueldos del Estado lo que no puede embolsarse en forma de beneficios, intereses, rentas y honorarios".

[69] F. Engels, Anti-Dühring. (Ed.)

[70] El carácter pequeñoburgués de la inmensa mayoría de los anhelos de los populistas ha sido señalado en el capítulo I. Los anhelos que no caben en esta caracterización (como el de "socialización del trabajo") ocupan ya en el populismo contemporáneo un lugar insignificante. Tanto Rússkoie Bogatstvo (núm. 11-12 de 1893, artículo de luzhakov Problemas del desarrollo económico de Rusia) como el señor V. V. (Ensayos de economía teórica, San Petersburgo, 1895) protestan contra el señor N.-on, que habla "con dureza" (expresión de luzhakov) de la remanida panacea de los créditos, la ampliación de la posesión de la tierra, las migraciones, etc., etc.

[71] De la relación entre el objetivismo y el materialismo habla, entre otras cosas, Marx en el prefacio de su obra "Der achtzehnte Brumaire des Louis Bonaparte". Marx, luego de decir que Proudhon escribió sobre este mismo acontecimiento histórico (en su Coup d'état) , dice lo siguiente a propósito de cómo el punto de vista proudhonista es opuesto al suyo: "Por su parte, Proudhon intenta presentar el golpe de Estado [del 2 de diciembre] como resultado de un desarrollo histórico anterior. Pero en sus manos la construcción histórica del golpe de Estado se convierte en una apología histórica de su héroe. Cae con ello en el error de nuestros pretendidos historiadores objetivos. Yo, por el contrario, demuestro de qué manera la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a un individuo mediocre y ridículo representar el papel de héroe" (Vonoort [Prefacio]). (Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pág. 157. La alusión a Proudhon se refiere a su libro La revolución social demostrada por el golpe de Estado. Ed.)

[72] No puede decirse siquiera que ha cesado en forma definitiva. Por una parte, tenemos el pago del rescate (y es sabido que lo constituye no sólo el precio de la tierra sino el rescate de la servidumbre); por otro lado, tenemos un pago en trabajo de los campesinos por los "recortes", vestigio directo del modo feudal de producción.

[73] "Todo el proceso se manifiesta en que la pequeña producción (el artesanado) se aproxima por algunos de sus elementos al 'capitalismo' y por otros al trabajo asalariado, privado de medios de producción" (pág. 104).

[74]Se comprende que se trata del aislamiento económico. La posesión comunal de la tierra no lo elimina en absoluto. Aun con la redistribución más "igualitaria" de la tierra, el campesino trabaja aisladamente su campo y, por lo tanto, es un productor aislado.

[75] Contra principia negantem disputari non potest [con quien niega los principios no se puede discutir. Ed.], dice el autor refiriéndose a la discusión con los populistas. Eso depende de cómo se formule esos principios, como tesis general y como referencia, o como una comprensión distinta de tales y cuales hechos de la historia y la realidad rusas.

[76]Das Kapital, II. Band (1885), S. 93 (El capital, t. II (1885), pág. 93. Ed.). Hay que hacer la reserva de que en el pasaje indicado Marx no hace, ni mucho menos, una definición del capitalismo. En general, no se dedicaba a hacer definiciones. Aquí sólo se refiere a la relación entre la producción de mercancías y la, capitalista, punto que trata el texto.

[77] Los populistas siempre presentan las cosas como si el obrero sin tierra fuera una condición necesaria del capitalismo en general, y no tan sólo de la industria mecanizada.

[78] Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., págs. 22-27. (Ed.)

[79] Compárese con el artículo de Otiéchestviennie Zapiski antes citado.

[80] Se me puede objetar que me adelanto, pues el autor ha dicho que piensa pasar paulatinamente de los aspectos generales a los concretos, que analiza en el capítulo VI. Pero la cuestión es que el carácter abstracto de la crítica que hace el señor Struve imprime su sello a todo el libro, comprendidos el capítulo VI y hasta las conclusiones. Lo que más requiere ser enmendado en la obra es precisamente el enfoque de los problemas.

[81] Véase: C. Marx y F. Engels, ob. cít., págs. 451-477. (Ed.)

[82]Programa de Gotha: se refiere al programa del partido socialdemócrata alemán, aprobado en 1875 en el Congreso de Gotha, donde se estableció la unidad de los dos partidos socialistas que hasta entonces habían existido separadamente: los Eisenachianos (dirigidos por Bebel y Liebknecht e influidos ideológicamente por Marx y Engels) y los Lassalleanos. El programa adolecía de eclecticismo y era oportunista, ya que los Eisenachianos hicieron concesiones a los Lassalleanos y aceptaron sus formulaciones en los problemas de mayor importancia. Marx y Engels criticaron en forma demoledora el proyecto del programa de Gotha, porque lo juzgaba un considerable retroceso, aun comparado con el programa de Eisenach de 1869.459.

[83] El análisis del aspecto económico debe ser completado, naturalmente, con el de las superestructuras sociales, jurídicas, políticas e ideológicas. La incomprensión de la relación que guardan el capitalismo y la "producción popular" dio origen entre los populistas a la idea de que la reforma campesina, el poder estatal, la intelectualidad, etc., etc., no tenían carácter de clase. El análisis materialista, al reducir todos estos fenómenos a k lucha de clases, debe mostrar concretamente que nuestro "progreso social" ruso posterior a la Reforma sólo fue una consecuencia del "progreso económico" capitalista.

[84] La "revisión de los hechos" de la realidad económica rusa, sobre todo de aquellos de los que los populistas sacan material para sus sueños, propios de una colegiala, es decir, la economía campesina y de los kustares, debe demostrar que la causa de la opresión del productor no reside en la distribución "(el mujik es pobre y el mayorista rico"), sino en las mismas relaciones de producción, en la propia organización social de la actual economía campesina y kustar. Ello aclarará que también en la producción "popular" "el problema de la organización de la producción es más importante que el de la distribución".

[85] No podemos dejar de señalar que el señor Mijailovski descubre en la respuesta de Struve que Engels revela "auto-admiración" cuando dice que el hecho dominante y fundamental de la actualidad, que hace que ésta sea mejor que cualquier otra época y que justifica la historia de su origen, es el movimiento obrero de Occidente.

Este reproche a Engels es más que indignante, y caracteriza perfectamente al populismo ruso contemporáneo.

Esos señores hablan hasta por los codos de la "verdad popular", saben cómo hablar a nuestra "sociedad", reprochándole haber elegido mal el camino de la patria; saben cantar dulcemente eso de "ahora o nunca" y lo cantan "diez, veinte, treinta y más años", pero son en todo sentido incapaces de comprender qué importancia tan universal tiene la actividad independiente de aquellos en cuyo nombre se cantan esas empalagosas canciones.

[86] Lo mismo que los populistas rusos. Ellos no niegan que en Rusia existan clases antagónicas al productor, pero se adormecen diciéndose que esas "aves de rapiña" son insignificantes ante el "pueblo" y no quieren hacer una investigación profunda de la situación y los intereses de cada clase determinada, no quieren analizar si los intereses de determinada categoría de productores están o no entrelazados con los de las "aves de rapiña", y por ello debilitan la resistencia de los primeros frente a los últimos.

[87] Para los populistas rusos, la culpa la tienen los malvados marxistas, por implantar artificialmente el capitalismo y sus antagonismos de clase en el terreno donde florecen en forma tan opulenta las flores de la "adaptación social mutua" y de la "actividad solidaria" (señor V. V., cita de Struve, pág. 161).

[88] Carlos Marx: El dieciocho Brumario, etc., pág. 39. (Véase: C. Marx y F. Engels, ab. cit.t pág. 180. Ed.)

[89] En rigor, ese mecanismo sólo podía estar al servicio de la burguesía, como ya dijimos antes, tanto por su composición como por su origen histórico.

[90] En realidad habría que decir: se concedió a parte de los campesinos el derecho a rescatar de los terratenientes parte, de sus propias tierras de nadiel pagando por ellas el doble del precio debido. Ni siquiera sirve la palabra "concedió" ya que, si se negaba, a que se le "asegurase un nadiel", el campesino corría el peligro de ser azotado en la administración del distrito.

[91] Así habla el señor Struve en su artículo publicado en Sozialpolitisches Centralblatt (1893, núm. 1, del 2 de octubre). Añade que no considera "malthusiana" tal concepción.

[92] Véase C. Marx, ob. cit., t. I, pág. 508. (Ed.)

[93] ¿En qué pueden consistir esas "investigaciones de carácter general"? Si pasan por alto las distintas formaciones económicas de la sociedad humana, serán tan sólo trivialidades. Y es evidente que si abarcan varías formaciones deben ir precedidas por el estudio de cada una de ellas por separado.

[94] Por cierto, ¿de dónde salen esos "campesinos solos y sin tierra"? Quizá, opina Lange, no se trata de una supervivencia del régimen feudal, ni de un producto de la dominación, del capital, sino el resultado de que "en la moral del pueblo no ha echado raíces la tendencia al control voluntario de la natalidad" (pág. 157).

[95] Es decir, este razonamiento no sirve en absoluto para explicar la ruina de los campesinos, ni la superpoblación, aunque el hecho mismo de la "escasez" es indiscutible, igual que su agravación debido al aumento de la población. No hay que registrar los hechos, sino explicar su origen.

[96] Es un hecho notorio el desarrollo de nuestras industrias de kustares y el surgimiento de muchas nuevas después de la Reforma. También es conocida la explicación teórica que da Marx a este hecho, lo mismo que a la capitalización de otras industrias campesinas, cuando habla de la "creación del mercado interior para el capital industrial" (Das KapHal, 2. Aufl., S. 776 u. ff.) \El capital, 2* ed., págs. 776 y siguientes. Véase C. Marx, ob. cit., t. I, págs. 597 y sigs. Ed.]

[97] Diremos de paso que la observación de este hecho fue, probablemente, lo que dio pie a Lange para hacer su enmienda a la teoría de Marx, que no acabó de comprender. En vez de tomar como punto de partida, al analizar este hecho, el modo dudo (capitalista) de producción social e investigar su aparición en la agricultura, inventó distintas particularidades sobre los "hábitos populares".

[98] Véase C. Marx, ob. cít., t. I, pág. 517. (Ed.)

[99] Véase, por ejemplo. Kárishev (Balances de las estadísticas de Ion zemstvos, t. II, pág. 266), los datos de su recopilación referentes al distrito de Rostov del Don, que demuestran la disminución constante de la parte de los campesinos en la skópschina. [229] Véase la misma obra, capítulo V, § 9, sobre el pago en trabajo por los campesinos aparceros.

[229] Skópschina: nombre dado en las regiones meridionales de Rusia a un tipo de arriendo en especie, con características propias de la servidumbre. El arrendatario entregaba al terrateniente la mitad, y a veces más, de la cosecha, tasada "por gavilla"; además, solía completar el pago realizando diversos trabajos. 482.

[100] De él se habla más adelante con mayor detalle, tomando por separado a los campesinos y a los terratenientes.

[101] Iuzhakov en Rússkoie Bogatstvo.

[102] "El principal defecto de los razonamientos del señor Golubiov en sus excelentes artículos consiste precisamente en que no puede desprenderse de esta ficción" (203).

[103] "En todo caso es deseable y necesario", añade el señor N.-on.

[104]El capital, t. I, páig. 780, nota 237. (Véase C. Marx, ob. di., t. I, pág. 600, nota 58. Ed.)

[105] Véase en particular § 4, cap. XXIV: Génesis de los agricultores capitalistas, pags. 773-776. (Véase C. Marx, ob. ctí., t. I, págs. 595 y sigs. Ed.)

[106] Los señores populistas disponen de otro y muy ingenioso procedimiento para ocultar las raíces de nuestro capitalismo industrial en la " producción popular", es decir, en la usura y el kulakismo "populares". El kulak lleva sus "ahorros" al Banco del Estado; sus depósitos permiten al banco, apoyándose en el aumento de la riqueza del pueblo, de los ahorros del pueblo, de la iniciativa del pueblo, de la solvencia del pueblo, pedir dinero prestado a los ingleses. Ese dinero la destina el Estado a la ayuda...-¡Qué política más miope! ¡Qué triste desconocimiento de la "ciencia contemporánea" y de las "ideas morales de hoy día"!-... o los capitalistas. Ahora surge la pregunta: ¿no está claro, acaso, que si el Estado invirtiera el dinero (de los capitalistas), no en el capitalismo, sino en la "producción popular", en Rusia no habría capitalismo, sino "producción popular"?

[107] En nuestra literatura suele presentárselo como a un marxista. Para ello hay tan poco fundamento como para considerar marxista al señor N.-on. Skvortsov tampoco conoce la teoría de la lucha de clases y del carácter de clase del Estado. Las medidas prácticas que propone en Estudios económicos en nada se distinguen de las burguesas corrientes. Si bien considera la realidad rusa con mucho mayor lucidez que los señores populistas, entonces, basándose en ese solo hecho se podría también incluir entre los marxistas al señor B. Chicherin y á muchos otros.

[108] El señor Skvortsov señala que por países de agricultura extensiva se entiende habitualmente los poco poblados (pág. 439, nota). Considera esta definición desacertada y señala los siguientes rasgos para la agricultura extensiva: 1) grandes oscilaciones en las cosechas; 2) uniformidad de cultivos y 3) ausencia de mercados interiores, es decir, de grandes ciudades en las que se concentra la industria manufacturera.

[109] "Para tal país (con una gran densidad de población por el nivel dado de eficiencia económica) debemos suponer que los pequeños excedentes, por una parte, y por otra el bajo nivel cultural de la población, hacen que al cambiar las condiciones muchas haciendas tengan que desaparecer" (442).

[110] Son rasgos de este sistema: 1) se ara toda la tierra; 2) el barbecho se excluye, siempre que sea posible; 3) los cultivos se alternan regularmente en la rotación; 4) el laboreo debe ser lo más esmerado posible; 5) el ganado se guarda en establos,

[111] El señor Struve no menciona este rasgo, que se manifiesta en el empleo de trabajo asalariado, que desempeña un papel no pequeño en las haciendas de los campesinos florecientes, y en las operaciones del capital usurario y del capital comercial, concentrados en sus manos y que arrebatan por igual el sobrevalor al productor. Sin mencionar este rasgo no se puede hablar del "capital".

[112] Que trabajan para el terrateniente. De este aspecto se hace abstracción para dar una idea más clara del paso de la economía natural a la mercantil. Ya dijimos que los vestigios de las relaciones típicas de la "antigua nobleza" empeoran la situación del productor y hacen que el proceso de su ruina sea particularmente penoso.

[113] Aquí tenemos a la vista todos los rasgos distintivos: la economía mercantil como base, la monopolización del producto del trabajo social en forma de dinero como resultado, y la conversión de este dinero en capital. No olvido, en absoluto, que estas formas primarias del capital se daban en algunos lugares, aun antes de la instauración del régimen capitalista. Pero lo importante es que en la economía campesina de la Rusia actual no se habla de casos aislados, sino como regla, del sistema de relaciones dominante. Están ya vinculadas (por medio de las operaciones comerciales y de los bancos) N-on el gran capitalismo industrial mecanizado, y ya han puesto de manifiesto su tendencia,; han demostrado que los representantes de ese " sojuzgamiento" no son sino toldados de fila del ejército, único e indivisible, de la burguesía.

[114] ¿Con qué fundamento-se preguntará tal vez el lector-se dice que eso se debe exclusivamente a que el señor Struve se ha entusiasmado en exceso? Con el fundamento siguiente: el autor admite, sin dejar lugar a dudas, que el capitalismo es el fondo principal, sobre el que se producen los fenómenos descritos. Señala con toda claridad el rápido desarrollo de la economía mercantil, la diferenciación del campesinado, la "difusión de los aperos perfeccionados" (245), etc., etc., por una parte, y por otra que "los campesinos son despojados de la tierra", la "creación del proletariado rural" (238). Por último, él mismo caracteriza todo eso como la creación de una fuerza nueva, del capital, y señala el papel decisivo de la aparición del capitalista entre productor y el consumidor.

[115] Los populistas lo decían con toda franqueza, pero el señor N.-on, ese "marxista indudable", nos ofrece el mismo disparate envuelto en nebulosas frases acerca del "régimen popular" y de la "producción popular", salpicadas de citas de Marx.

[116] Es decir, de comenzar por el carácter pequeñoburgués del "campesino agricultor" para demostrar "la inevitabilidad y la legitimidad" del gran capitalismo.

[117] "La racionalización de la agricultura, por una parte, que hace que por primera vez, ésta pueda operar en una escala social, y el hecho de llevar al absurdo la propiedad privada de la tierra por la otra, son los grandes méritos del modo de producción capitalista. Como todos sus demás progresos históricos, el capitalismo también logró éste a costa de la depauperación absoluta del productor directo." (Das Kafittal, III, B., 2 Th., S. 157.) (El capital, t. III, parte II, pág. 157. Véase C. Marx, ob. cit., págs. 635-636. Ed.)

[118] Me limito exclusivamente al aspecto económico del problema.

[119] Por ello, referirse a la "dotación de tierra" feudal para demostrar el "carácter secular" de la pertenencia de los medios de producción al productor es una falsedad absoluta.

[120]Dárstvenniki (derivado de "dar", que en ruso significa dádiva): sector de campesinos, antiguos siervos de terratenientes que después de la Reforma de 1861 recibieron gratuitamente un lote minúsculo (sin pagar el rescate), equivalente a una cuarta parte del nadiel "oficial", fijado por ley. Ello ocurría cuando los campesinos concertaban un "acuerdo" especial con el terrateniente, que se quedaba con el resto de las tierras de nadiel, y de este modo mantenía a sus campesinos en la esclavitud económica aun después de abolido el régimen de servidumbre. 508.

[121] No se ve por qué rasgo distingue el autor estos conceptos. Si por capitalismo en el sentido estricto entiende sólo la industria mecanizada, no se comprende por qué no habla aparte de la manufactura. Si por capitalismo en el sentido amplio entiende sólo la economía mercantil, allí no hay capitalismo.

[122] En sentido estricto. (Ed.)

[123] Con ello. (Ed.)

[124] Como es esta una cuestión muy importante y compleja, pensamos dedicarle un artículo especial. [Lenin analizó el tema en forma extensa en su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia (1899). Ed.]

[125] Principios. (Ed.)

[126] Un botón de muestra de esas observaciones: "Si el Estado [...] no desea fortalecer la gran propiedad agraria, sino la pequeña, dadas las actuales condiciones económicas podría lograr ese objetivo, no corriendo en pos de una irrealizable igualdad económica entre los campesinos, sino, únicamente, apoyando a los elementos capaces, creando con ellos un campesinado económicamente fuerte" (240). "No puedo dejar de ver que la política orientada a la creación de tal campesinado [concretamente: "del económicamente fuerte, adaptado a la producción mercantil"] sería la única política sensata y progresista" (281). "Rusia, que es un país capitalista pobre, debe convertirse en un país capitalista rico" (250), etc., etc., hasta llegar a la frase final: "aprendamos del capitalismo".

[127] El autor de Natas críticas señala la base económica del populismo (págs. 166-167), pero lo que dice nos parece insuficiente.

[128] El señor Struve dice con mucha razón que esas medidas sólo podrían "realizar los ardientes deseos de algunos terratenientes de Europa occidental y de Rusia, que sueñan con peones amarrados a la tierra" (279),

[129] Es decir, naturalmente, a todos aquellos a quienes es accesible el progreso técnico.

[130] El señor V. V. dice en Nedielia, núm, 47 de 1894: "En el período de nuestra historia posterior a la reforma, las relaciones sociales se aproximaron, en algunos aspectos, a las imperantes en Europa occidental, con la actividad de los elementos democráticos en la época de la lucha política y la indiferencia de la sociedad en los años siguientes". En el capítulo I tratamos de demostrar que esa "indiferencia" no fue una casualidad, sino una consecuencia inevitable de la situación y los intereses de la clase de la que salen los representantes de la "sociedad", clase que, paralelamente a las desventajas de las relaciones hoy imperantes, obtienen de ellas ventajas muy considerables.

[131] Si aplican de modo consecuente su teoría. Ya hemos hablado mucho de que las deficiencias de la exposición del señor Struve se produjeron precisamente porque no se atuvo en, forma rigurosa a esta teoría.

[132] Expresión del señor luzhakov.

[133] Por supuesto, para esa utilización se necesita una enorme labor de preparación; por otra parte, una labor nada espectacular por su propia esencia. Antes de esa utilización puede trascurrir un período más o menos considerable, durante el cual diremos abiertamente-en oposición al "optimismo dulzón" de los señores populistas, quienes aseguran que fuerzas hay y que sólo se requiere aconsejarles "abandonar el mal camino"-que no existe todavía una fuerza social capaz de ofrecer mejores caminos para la patria.