F. ENGELS

CARTA A PHILLIPP VAN PATTEN



Primera edición: La colección de la correspondencia de Marx y Engels se publicó por vez primera en alemán en 1934 a cargo del Instituto Marx-Engels-Lenin de Leningrado. La segunda edición, ampliada, se realizó en inglés en 1936.
Fuente  de la versión castellana de la presente carta: C. Marx & F. Engels, Correspondencia, Ediciones Política, La Habana, s.f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2011.


 

 

[Londres], 18 de abril de 1883

DESDE 1848, Marx y yo hemos sostenido la opinión de que uno de los resultados finales de la futura revolución proletaria será la disolución gradual de la organización política conocida con el nombre de Estado. El objetivo primordial de esta organización ha sido siempre el de asegurar, por la fuerza armada, la opresión económica de la mayoría trabajadora por la minoría que posee, ella sola, la riqueza. Con la desaparición de una minoría que posee la riqueza en forma exclusiva, desaparece también la necesidad del poder de la opresión armada, o poder del Estado. Pero, al mismo tiempo, siempre fuimos de la opinión de que para alcanzar este y los demás objetivos, mucho más importantes, de la futura revolución social, la clase obrera debe entrar primero en posesión del poder político organizado del Estado y aplastar con su ayuda la resistencia de la clase capitalista y reorganizar la sociedad. Esto se encuentra ya en el Manifiesto Comunista de 1847, cap. II, conclusión.

Los anarquistas ponen la cosa patas arriba. Declaran que la revolución proletaria debe empezar por terminar con la organización política del Estado. Pero, una vez obtenida su victoria, la única organización que el proletariado encuentra en existencia es precisamente el Estado. Este Estado podrá requerir modificaciones muy considerables antes de poder cumplir sus nuevas funciones. Pero destruirlo en un momento como ese sería destruir el único organismo por el cual el proletariado victorioso puede afirmar el poder que acaba de conquistar, paralizar a sus adversarios capitalistas y llevar a cabo esa revolución económica de la sociedad sin la cual toda la victoria termina inevitablemente en un nuevo fracaso y en una carnicería en masa de los obreros, similar a la que tuvo lugar después de la Comuna de París.

¿Es precisa mi seguridad expresa de que Marx se opuso a este disparate anarquista desde el día mismo en que fue propuesto en su forma actual por Bakunin? Toda la historia interna de la Asociación Internacional de Trabajadores es una prueba de ello. A partir de 1867 los anarquistas intentaron, con los métodos más infames, apoderarse de la dirección de la Internacional; el principal obstáculo en su camino fue Marx. La lucha de cinco años terminó en el Congreso de La Haya, de setiembre de 1872, con la expulsión de los anarquistas de la Internacional; y el hombre que más hizo para lograr esa expulsión fue Marx. Nuestro viejo amigo F. A. Sorge, de Hoboken, quien estaba presente como delegado, podrá darle a usted más detalles si lo desea.

Y pasemos ahora a Johann Most. Si cualquiera afirma que Most, desde que se convirtió al anarquismo, ha tenido relación alguna con Marx o ha recibido de este ayuda de cualquier clase, o bien ha sido engañado o bien miente deliberadamente. Después de la publicación del primer número del Freiheit londinense, Most no nos visitó a Marx o a mí más que una o a lo sumo dos veces. Igualmente poco lo visitamos nosotros a él; ni siquiera lo encontramos por casualidad en parte alguna ni en ninguna época. Al final ya ni siquiera nos suscribíamos a su periódico, porque en él “no había realmente nada”. Teníamos el mismo desprecio por su anarquismo y por su táctica anarquista que por las personas de quienes él había aprendido ambas cosas.

Estando todavía en Alemania, Most publicó una exposición “popular” de El capital de Marx. Se le pidió a Marx que la revisase para una segunda edición. Yo hice este trabajo junto con Marx. Hallamos que era imposible hacer más que expulgar los disparates más garrafales de Most, a menos que reescribiésemos todo el asunto del principio al fin. Marx permitió también que fuesen incluidas sus correcciones únicamente con la expresa condición de que nunca se mencionaría su nombre a este propósito, ni aún siquiera en relación con esta edición corregida de la compilación de Johann Most.