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F. Engels


A Nikolai Frantsevich Danielson



Londres, 24 de febrero de 1893


Parece que estamos de acuerdo en todo, excepto en un punto, que usted trata en sus dos cartas, del 3 de octubre y del 27 de enero, aunque desde distintos puntos de vista en cada una.

En la primera usted pregunta: la transformación económica que después de 1854 se había tornado inevitable, ¿fue de naturaleza tal que, en lugar de desarrollar las instituciones históricas de Rusia debía, por el contrario, atacarlas de raíz? En otras palabras, ¿no podía tomarse la comuna rural como base del nuevo desarrollo económico?.

Y el 27 de enero usted expresa la misma idea en esta forma: la gran industria se había vuelto una necesidad para Rusia, pero ¿era inevitable que se desarrollase en forma capitalista?.

Bien, en o cerca de 1854, Rusia tenía por un lado la comuna, y por otro la necesidad de la gran industria. Si usted tiene en cuenta todo el estado de su país tal como era entonces, ¿ve usted alguna posibilidad de que la gran industria se injertase en la comuna campesina en forma tal que, por una parte, hiciera posible el desarrollo de esta última; y por otra elevara a la comuna primitiva al rango de una institución social superior a todo lo que conoce el mundo? ¿Y eso mientras todo el Occidente seguía viviendo bajo el régimen capitalista? Me parece que una tal evolución, que habría sobrepasado a todo lo conocido en la historia, requería condiciones económicas, políticas y culturales diferentes de las que existían en Rusia en aquella época.

No hay duda de que la comuna, y en cierta medida el artel, contenían gérmenes que en ciertas condiciones podrían haberse desarrollado salvando a Rusia de pasar por los tormentos del régimen capitalista. Suscribo por entero la carta de vuestro autor sobre Zhukovsky*. Pero, en opinión de su autor, así como en la mía, la primera condición que se requería para llevar esto a cabo era el impulso de afuera, el cambio de sistema económico en el occidente de Europa, la destrucción del sistema capitalista en sus países de origen. Nuestro autor, en cierto prefacio a cierto viejo manifiesto, decía en enero de 1882, replicando a la cuestión de si la comuna rusa no podría ser el punto de partida de un desarrollo social superior: si el cambio del sistema económico en Rusia coincide con una transformación del mismo en el Occidente, de manera que ambos se complementasen, entonces el sistema de la propiedad de la tierra actualmente vigente en Rusia podría volverse al punto de partida de un nuevo desarrollo social.

Si en Occidente hubiésemos sido más rápidos en nuestro desenvolvimiento económico, si hubiésemos podido derrocar el régimen capitalista diez o veinte años atrás, Rusia hubiera tenido tiempo de interrumpir la tendencia de su propia evolución hacia el capitalismo. Desgraciadamente somos demasiado lentos, y recién estamos desarrollando, en los diversos países que nos rodean, aquellas consecuencias económicas del sistema capitalista que deben llevarlo al punto crítico: mientras que Inglaterra está perdiendo rápidamente su monopolio industrial, Francia y Alemania se acercan al nivel industrial inglés, y Norteamérica promete desalojarlos a todos del mercado mundial, tanto en lo que se refiere a los productos industriales como a los agrícolas. La implantación en Norteamérica de una política por lo menos relativamente librecambista habrá de completar con seguridad la ruina del monopolio industrial ejercido por Inglaterra, destruyendo, al mismo tiempo, el comercio de exportación industrial de Alemania y Francia; entonces deberá venir la crisis y tout ce qu’il a de plus fin de siècle [todo lo más moderno que hay]. Pero, entretanto, entre ustedes, la comuna va desapareciendo, y sólo podemos esperar que la transformación a un sistema mejor, entre nosotros, venga a tiempo para salvar, al menos en algunas de las partes más remotas de vuestro país, instituciones que, en esas circunstancias, pueden ser llamadas a tener un gran porvenir. Pero los hechos son los hechos, y no debemos olvidar que esas posibilidades disminuyen año a año.

Por lo demás, le concedo que la circunstancia de que Rusia sea el último país conquistado por la gran industria capitalista, y al mismo tiempo el país de mayor población campesina, es tal que la revolución provocada por este cambio económico sea más aguda de lo que ha sido en cualquier otra parte. El proceso de remplazar unos 500,000 pomeshiki [terratenientes] y unos ochenta millones de campesinos por una nueva clase de propietarios burgueses de tierras, no puede llevarse a cabo si no es en medio de terribles sufrimientos y convulsiones. Pero la historia es casi la más cruel de las diosas, y conduce su carro triunfal por encima de montones de cadáveres, no sólo en la guerra sino también en el desarrollo económico "pacífico". Y los hombres y las mujeres somos desgraciadamente tan estúpidos que nunca podemos cobrar valor para realizar un progreso real a menos que seamos urgidos a hacerlo por sufrimientos que parecen casi desproporcionados.



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NOTAS


* La Carta al director de Otiechéstvennie Zapiski de fines de 1877.





Fuente: Karl Marx & Friedrich Engels Correspondencia. Tomo III. Seleccionada por el Instituto Marx-Engels-Lenin (Leningrado, 1ª edición alemana 1934).
Digitalización: Simón Royo Hernández, para el Marxists Internet Archive, mayo de 2001.