Andrés Nin

Mitin en el Gran Price en honor de Joaquín Maurín


Escrito: Octubre de 1936.
Primera vez publicado: En La Batalla, 27 de Octubre 1936.
Digitalización: Martin Fahlgren, 2012.
Esta edición: Marxists Internet Archive, junio de 2012.



Intervención de Andreu Nin del dia 25 de Octubre de 1936.

Camaradas: el P.O.U.M. ha tenido de siempre una falsa reputación de ser un Partido de una disconformidad impenitente, destinado a desentonar sistemáticamente en las grandes corrientes de opinión. Siempre que se producía algún acontecimiento político de importancia, y los tópicos engañosos y confusionarios parecían imponerse entre la desorientación de las masas, salíamos nosotros a manifestar nuestra disconformidad con las pretendidas verdades que arrastraban a las incautas multitudes. Aparentemente, desarrollábamos un papel de eterno disconforme con lo que parecía ser el criterio general.

No teníamos ni tenemos ningún inconveniente en aceptar este papel de hombres y de Partido que dice su verdad, sea o no grata, sea o no compartida por la miopía del ambiente. Porque la verdadera po lítica revolucionaria no es ni puede ser nunca la política del menor esfuerzo ni la de dejarse arrastrar por la corriente, sino que es la que consiste en anticiparse al porvenir fijando previamente el proceso de los hechos futuros, adaptando la política obrera a estas hipótesis sentadas previamente y surgidas del fondo de los acontecimientos.

Siguiendo este camino nos ha correspondido arrostrar a veces la impopularidad. Pero, siempre los hechos que posteriormente se han sucedido han confirmado plenamente nuestra visión del panorama, siempre nos han dado la razón.

Todos recordareis perfectamente el incauto entusiasmo que despertó entre muchos partidos y aún entre un gran sector de la masa obrera, la constitución y la política del Frente Popular. Todos recordareis aquella apoteosis del 16 de febrero. Todo el mundo se sentía arrastrado por la política del Frente Popular, reiteradamente denunciada por nosotros, porque nosotros decíamos entonces como repetimos hoy que la lucha española está planteada no entre Fascismo y Democracia sino entre Fascismo y Socialismo, entre el proletariado y la burguesía. (Gran ovación). Decíamos también que el Frente Popular, que la política del Frente Popular no resolvería de ningún modo los problemas de nuestra Revolución, que aquella política nos conduciría exactamente donde hoy estamos. Pues bien: yo he de preguntaros; ¿teníamos o no teníamos razón? (Grandes aplausos. Voces de sí, sí.).

Decíamos, lo repito: la lucha está entablada no entre el fascismo y la democracia sino entre Socialismo y Capitalismo. Y ahora decimos: ¿Es que el proletariado en armas se bate por la República democrática...? (Grandes aplausos y voces de: No, no.). En esta lucha que tenemos planteada, se ventila algo más, algo de mayor enjundia; se ventila el destino político y social de todo el país, se ventila además el porvenir de la civilización europea.

La burguesía internacional así lo ha comprendido. Por esto prestan descaradamente todo su apoyo y toda su ayuda creyendo que así evitan que en Europa triunfa al fin la Revolución proletaria. (Ovación). Yo os aseguro que si las potencias fascistas supiesen que el fin de la lucha sería un retroceso a la República del señor Azaña, los acontecimientos españoles les interesarían mucho menos. El fascismo sabe que si vencemos lo que se impondrá en España será la Revolución Socialista. (Enorme ovación).

Hay un país, el único, en el que se ha manifestado, particularmente en las masas, el firme deseo de solidarizarse con nosotros, de prestar su ayuda y su concurso a nuestra Revolución. Es la U.R.S.S. En el mitin que celebramos anteriormente en este mismo local, combatimos enérgicamente la política dicha de neutralidad que entonces seguía propugnaba el Estado soviético. Lo que entonces hubimos de decir, lo mantenemos íntegramente. La política de neutralidad que seguía la U.R.S.S. era totalmente inaceptable, era un verdadero crimen político contra la causa del Socialismo. Una vez más los hechos nos han dado la razón. La U.R.S.S. está en trance de rectificar su política, que en su día calificamos como se merecía. Hoy está dispuesta a ayudar a la Revolución española. Pero esta ayuda debía haber venido, como decíamos nosotros, hace ya más de dos meses, y la situación actual sería muy diferente de la que es... (Enorme ovación).

¡Bienvenida sea, esta rectificación del Gobierno soviético! Los dirigentes actuales de la U.R.S.S. habrán podido darse cuenta por este motivo que la consigna de la edificación• del Socialismo en un sólo país es una utopía llena de peligros no sólo para el proletariado internacional, sino para la propia Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Al ayudarnos, la U.R.S.S. no hace más que ayudarse ella misma. (Grandes aplausos).

En una guerra hay siempre dificultades y reveses. Es inevitable. Lo que precisa en cada momento es saber hacia dónde vamos y por qué luchamos. El enemigo tiene los elementos bélicos y técnicos que le han facilitado sus patrocinadores fascistas. Nosotros contamos por encima de todo con el ardor, la combatividad y el sublime heroísmo de nuestros combatientes que evocaba con palabra emocionada el camarada Arquer. Y este heroísmo proletario es el que impedirá que las hordas mercenarias del fascismo pasen... (Enorme ovación).

El país atraviesa una situación grave y difícil. En esta situación hay que enfocar claramente los problemas para resolverlos. Es necesario, es indispensable que las masas tengan a su cabeza el organismo que las interprete y les merezca su plena confianza. Y hay que afirmar en este momento que el Gobierno de Madrid no es de ningún modo el Gobierno de la victoria, ni de la Revolución. (Grandes aplausos).

Un diputado que aún mantiene que es socialista, afirmaba recientemente un mitin celebrado en Valencia: "Ahora solamente hay que ganar la guerra. Cuando la gente regrese de los frentes de combate, entonces llegará el momento de que el pueblo exprese su voluntad". Ni la propia burguesía liberal plantea la cuestión en estos términos. Y contra la declaración de aquel diputado que aún se dice socialista, hay que sentar la afirmación de que el problema del régimen futuro lo están resolviendo ya los proletarios armados que luchan y dan su vida en los frentes de combate. (Enorme ovación)

No es posible ya hablar de consultas democráticas, en las cuales puedan manifestarse todos los sectores del país. La democracia burguesa en nuestro país ha pasado ya a la historia. La consulta habrá de ser solamente al pueblo trabajador, el único que ha de tener los derechos políticos del nuevo régimen para elegir los organismos de gobierno y de administración de la Revolución (Grandes aplausos).

Hay que afirmar y poner de relive que el ritmo que en Cataluña se ha dado a la Revolución no es de ningún modo el mismo que se le ha dado hoy en España. Esto de ningún modo puede significar que no creamos o que seamos escépticos en cuanto a la capacidad revolucionaria del proletariado español. Lo que sucede es que existen en España organizaciones obreras hegemónicas en las cuales aún está produciendo enormes estragos la ideología confusionista y democrática del Frente Popular, y estas organizaciones se esfuerzan desesperadamente en desviar el movimiento obrero de su carácter socialista.

En Cataluña sucedería lo mismo si entre el proletariado catalán hubiesen ejercido su autonomía los Partidos y las mismas organizaciones que la ejercen en España. Pero aquí el movimiento, desde su iniciación, ha tomado un carácter netamente proletario, porque las dos grandes organizaciones obreras de Cataluña —la C.N.T. y el P.O.U.M.—, no están intoxicadas por la política del Frente Popular. (Enorme ovación).

Aquí, en Cataluña, hay un Gobierno que sin ser totalmente obrero, mantiene unas orientaciones que hasta ahora consideramos acertadas. Las circunstancias peculiares del momento han hecho posible o inevitable la coalición con los partidos de la política pequeñoburguesa. Estudiando la situación revolucionaria en Cataluña. llegamos a la conclusión de que el nuevo Gobierno de la Generalidad representaba un factor progresivo con relación a la situación gobernante anterior. Y por esta razón convinimos en que no podíamos negarle ni regatearle nuestra colaboración. Siempre que el nuevo Gobierno cumpliese dos condiciones que estimábamos y estimamos esenciales. Primera: Que en el Gobierno hubiese una mayoría obrera. y Segunda: Que el gobierno declarase y manifestase orientaciones de tipo socialista.

La primera condición, todos lo sabéis, quedó fielmente cumplida. El cuanto a la segunda, lo está virtualmente por cuanto el Gobierno de la Generalidad en su declaración política hizo ya manifestaciones de su tendencia socialista. Pero esta segunda condición estará cumplida de hecho con la próxima publicación del Decreto de colectivización y socialización de la industria, que el Gobierno tiene ya ultimado.

Pero hemos de afirmar nosotros, que estamos en el Gobierno con toda nuestra personalidad, con todo nuestro programa, con toda nuestra bandera, para servir al proletariado. Pero declaramos que el día en que el Gobierno se desviase del curso revolucionario de los acontecimientos, que el día en que se inclinase consciente o inconscientemente hacia la política y la ideología pequeñoburguesa, llegado el caso nos retiraríamos inmediatamente de su seno, dejaríamos de formar parte de él. (Grandes aplausos).

Hay actualmente planteados diversos problemas concretos que es necesario estudiar para resolver. El primero es el que se refiere al curso de la acción militar planteada contra el fascismo. Hemos creado en estos meses una fuerza popular de un formidable heroísmo y de una maravillosa combatividad. Pero, camaradas, la guerra es la guerra. La guerra, que se presume larga, tiene duras exigencias y duras necesidades. Hay que establecer, para ganarla, un mando único, y una disciplina, una dirección y una cohesión entre los combatientes. Hay que castigar implacablemente los que desertan y los que huyen. En todo esto estamos de acuerdo. Pero la cuestión, tal como la plantean algunos, entraña un grave peligro que es preciso denunciar. La unidad y la dirección militar únicas, son precisas en estos momentos. Pero, alerta, camaradas. No hemos de tolerar ni permitir de ningún modo que con este pretexto se quiera hacernos retroceder al Ejército permanente tal como existía antes, ejército que está totalmente muerto y enterrado. (Gran ovación).

Otro gran problema de este momento es el de la socialización o colectivización. En estos últimos tres meses hemos asistido a un vasto movimiento de incautación y colectivización de industrias y propiedades. No seremos ciertamente nosotros quienes critiquemos aquel movimiento, por la razón de que no nos hemos quedado atrás en el curso del mismo. (Ovación).

Este movimiento espontáneo de colectivismo ha probado claramente el sentido socialista de las masas. Pero es preciso salir al paso de desviaciones que se producen y manifiestan en el mismo. Hemos tenido ocasión de ver cómo en determinados sectores obreros, el colectivizar una fábrica o una industria consiste solamente en apropiársela sin preocuparse de las necesidades de la guerra y del conjunto general de la producción, ni de si las materias primas de su pertenencia eran precisas para otros ramos de la producción. Ha habido sindicatos que han creído que la colectivización consistía en apropiarse la propiedad privada de una empresa. Y esto es un grave error, que es preciso denunciar y poner de relieve. La incautación o socialización de una industria no ha de ser realizada jamás en provecho de una industria no ha de ser realizada jamás en provecho de un sindicato ni de un sector obrero, sino en provecho de todo el proletariado. (Enorme ovación).

Otro gran problema de la Revolución: el problema de la tierra, piedra de toque de la Revolución proletaria.. El proletariado- revolucionario sólo puede triunfar con la firme alianza con los campesinos; pero en este punto hay que tener muy en cuenta la distinta psicología del obrero y del campesino, uto de las distintas condiciones de vida y de trabajo en que uno y otro se encuentran.

Nosotros aspiramos a socializar la tierra, al igual que todos los instrumentos de producción; pero entendemos que una socialización inmediata y general en el campo no sería actualmente beneficiosa. Lo que sí procede es iniciar en el campo la realización colectivista estableciendo explotaciones colectivas en las grandes propiedades y latifundios que deben ser expropiados; pero respetando totalmente el trabajo del pequeño productor, que ha de ser ganado a la causa colectivista de una manera paulatina y al darse cuenta de las ventajas de la socialización. Actuando de esta forma se sellará la unión revolucionaria de los campesinos y del proletariado, para llevar a esta el fín de la revolución socialista. (Grandes aplausos).

Hay que examinar también atentamente la cuestión del terror revolucionario. Nosotros, los marxistas, somos decididos partidarios del terror revolucionario, que estimamos indispensable para el triunfo de la Revolución. No compartimos el estado de ánimo pequeñoburgués que se escandaliza ante determinados excesos que se han producido. La Historia nos enseña que no hay, que no puede haber Revolución sin excesos. Pero se puede hacer notar que los excesos que puedan haberse producido en nuestra Revolución con incomparablemente de menor importancia que los producidos, pongamos por caso, en la gran Revolución burguesa desarrollada en Francia.

Los nuevos Tribunales Populares tienen un carácter revolucionario de clase. Nosotros no creemos en el concepto de la Justicia abstracta que ha sido siempre una justicia de clase. Y consecuentes con este punto de vista hemos ido a la creación de esos Tribunales, con exclusión casi absoluta de los profesionales de la Justicia burguesa, y en los cuales el proletariado ha de confiar plenamente. Con la existencia de estos Tribunales no se puede permitir ni tolerar la existencia de criminales irresponsables. (Gran ovación).

El factor fundamental de nuestro triunfo es la unidad de acción obrera. Por esto traicionan a la Revolución aquellos que intentan destruir esta unidad, atacándonos cobardemente por la espalda, mientras nuestros camaradas luchan en primera línea en todos los frentes. Queremos, pues, dejar de lado determinados hechos que se han producido contra nosotros, porque en definitiva será el proletariado el que conocerá y juzgará a sus autores. Porque por encima de las diferencias que nos separan, hemos de permanecer todos unidos en la lucha contra el fascismo que si triunfase nos destruiría a todos por un igual; y esta aspiración de unidad proletaria, es más apremiante en-los anhelos que siente el proletariado de que prontamente se vaya a la constitución de una sola gran central sindical. (Enorme ovación).

Me unía a Maurín una vieja ámistad. Fué en Madrid, en el año 1919, donde yo me encontraba como delegado de la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña, para asistir al Segundo Congreso de la C.N.T. Una tarde, en el café donde me hallaba con Salvador Seguí y otros camaradas, me fué presentado un joven que vestía uniforme por estar prestando el servicio militar, y que me dijeron simpatizaba con la causa del proletariado. Aquel joven era Maurín.

En el año 1920 tuve el segundo contacto con nuestro gran camarada, que entonces ejercía el cargo de secretario de la Federación Provincial de Sindicatos de Lérida.

Después asistimos Maurín y yo, en Moscú, a la primera reunión de la Internacional Sindical Roja, sintiendo ambos una igual y absoluta compenetración con la Revolución rusa.

Maurín regresa a Cataluña y funda el semanario La Batalla. Y es posteriormente cuando se produce la ruptura entre él y yo. De amigos entrañables que éramos, llegamos hasta no saludarnos. Y esta actitud la señalo en elogio a Maurín. Nuestra amistad estaba basada en coincidencia ideológicas. Eramos comunistas. Al distanciarnos y romper políticamente, nos distanciamos y rompimos idénticamente en el terreno personal, durante un espacio de tiempo de unos dos o tres arios. Las exigencias de la lucha obrera nos unieron nuevamente, hasta el punto de que la compenetración entre ambos, en los momentos anteriores a su muerte, era absoluta.

Del elogio que yo quisiera hacer de nuestro gran Maurín, pondré especialmente de relieve algunas cualidades básicas de su espíritu. Aquella su voluntad de hierro al servicio de la causa socialista. Maurín era un revolucionario que había dedicado a la Revolución la integridad de toda su vida. Fuera de la Revolución no había nada para él.

La muerte de Maurín ha sido digna de él. Maurín no podía morir en el lecho. Tenía que morir como mueren los héroes. Y así ha muerto.

De su espíritu destacaban, entre otras, como más relevantes cualidades, su honradez intachable y su firmeza de alma, que le hacía elevar el ideal por encima de todo y de todos. El Socialismo era el objetivo supremo de su vida.

Pero además de estas cualidades, había otras más calladas y oscuras, pero no menos ejemplares. Todos conocéis al Maurín escritor, al Maurín orador, al Maurín hombre de masas. Pero al lado de este Maurín, había también el Maurín del trabajo cotidiano del Partido y de la organización. Y para este trabajo, lleno de sinsabores y disgustos, se precisa también el heroísmo y la abnegación que Maurín poseía.

Maurín ha sido asesinado en Galicia por los criminales fascistas. Era la encarnación de la fe y la voluntad de vencer. Al morir nos ha legado el P.O.U.M. que era su obra. Que todos los militantes sean dignos del gran creador de nuestro Partido.

(El público puesto en pie aplaude entusiásticamente las últimas palabras de orador).