Andreu Nin

 

La Revolución de Octubre

 


Escrito: Probablemente en 1936 o enero de 1937.
Primera vez publicado: La Batalla, 24 de enero de 1937.
Fuente/Edición digital: La Bataille Socialiste.
Esta edición:
Marxists Internet Archive, agosto de 2010.


 

 

Por sus orígenes y características, la revolución rusa tiene muchos puntos de coincidencia con la revolución española. Como España, Rusia era un país esencialmente agrario, semifeudal, que, por el carácter incipiente y retrasado de su economía capitalista, no había realizado aún la revolución democráticoburguesa. Por esta circunstancia, los mencheviques y los socialistas revolucionarios afirmaban que puesto que esta revolución no había sido realizada, la clase obrera no podía tornar el poder, sino que debía contribuir a la instauración y consolidación de una república burguesa parlamentaria. Cuando, en febrero de 1917, bajo el impulso arrollador y espontáneo de las masas trabajadoras, se desmoronó todo el edificio de la monarquía zarista, la burguesía consiguió, en el primer momento, encauzar la revolución encuadrándola en el marco de la república democrática.

En esa ocasión, la clase capitalista, que había temblado por sus privilegios, halló un auxiliar precioso en los reformistas, los cuales secundaron directa y activamente sus propósitos.

Cuando Lenin llegó a Petrogrado, en abril, se vivía en plena euforia democrática. El contagio habíase extendido incluso a los sectores dirigentes del partido bolchevique y al órgano de prensa Pravda, el cual, bajo la dirección de Stalin, preconizaba una política de compromiso y apoyo con respecto al gobierno provisional. Lenin se volvió resueltamente contra esta política y, en sus famosas ”tesis de abril”, preconizó la conquista del poder y la constitución de un gobierno obrero y campesino, basado en los soviets. El gran jefe revolucionario tuvo que vencer no pocas resistencias, pero ganó rápidamente al partido a sus posiciones, lo cual permitió conquistar, a la vez, a la mayoría de la clase obrera y tornar el poder en octubre. Los reformistas de toda laya, apoyados por la burguesía, calificaron a Lenin de agente provocador, de insensato, de ”extremista irresponsable”, le acusaron de estar al servicio del imperialismo alemán, pero Lenin continuó impertérrito por la senda que se había trazado y que condujo al proletariado ruso a una gloriosa victoria. Cuáles fueron las premisas necesarias de esta victoria?

Primero. La ruptura completa y total con el reformismo. En este aspecto, Lenin era de una intransigencia feroz. Transigir con el reformismo era transigir con la burguesía y, por tanto, frustrar la revolución.

Segundo. Romper con todas las ilusiones democráticas. La república parlamentaria era la dictadura disimulada de la burguesía, la guerra y la esclavitud. Los postulados de la revolución democrática (solución de los problemas de la tierra, de la iglesia, del ejército, de las nacionalidades) no los podía realizar más que la dictadura del proletariado, que era una forma de democracia muy superior a la democracia burguesa.

Tercero. Destruir el antiguo mecanismo estatal, sustituyéndolo por los nuevos órganos creados por la revolución misma. De aquí la consigna, ”¡Todo el poder a los soviets!”

Cuarto. Descomponer el antiguo ejército, precipitar la paz, por el odio a la guerra, esa guerra que, a pesar de su disfraz democrático, era una guerra imperialista.

Quinto. Asegurar la alianza con los campesinos, con la promesa, inmediatamente cumplida, de que obtendrían la tierra que la democracia burguesa no había sabido darle.

Sexto. Una política revolucionaria intransigente, completamente clara para las masas.

¡Qué sorprendente analogía con el momento histórico que estamos viviendo en nuestro país!

Como en 1917 en Rusia, no faltan aquí mencheviques y socialistas revolucionarios que pretenden contener el curso de la revolución, desviarla en beneficio de la burguesía; como allí, los que sostienen la posición revolucionaria y plantean claramente a las masas el problema del poder, son acusados de agentes provocadores. La historia se repite, y en España, como en Rusia en 1917, para que la revolución proletaria triunfe, para que el fascismo no vuelva jamás a levantar la cabeza, es preciso romper radicalmente con el reformismo y el socialpatriotismo – que cubre su averiada mercancía con el nombre de Lenin –, no permitir ni un paso atrás, forjar un potente ejército rojo, no dejarse yugular por la república burguesa, crear una fuerza armada al servicio de la clase obrera, disolver el parlamento e instituir un gobierno obrero y campesino, apoyado en los comités de fábrica, las organizaciones campesinas y los combatientes.

Este es, a grandes rasgos, el programa del POUM, que desempeña, actualmente, en nuestro país, el mismo papel que desempeñara en Rusia el partido bolchevique. Afortunadamente, no hay duda ni vacilaciones en nuestro partido sobre el carácter de la actual revolución y la misión de la clase trabajadora. Aleccionados por la experiencia positiva de la revolución rusa y por la experiencia negativa del reformismo, trabajaremos incansablemente para salvar a nuestro proletariado del peligro reformista, que le amenaza con la derrota, y conducirlo por la senda de la revolución socialista a la instauración de un gobierno obrero y campesino, que será el gobierno de la victoria definitiva sobre el fascismo y sobre la burguesía.

Y al obrar así, permaneceremos fieles a la doctrina y el ejemplo de Lenin, el revolucionario genial, cuya muerte conmemoramos hoy, y de quien hemos heredado el odio al capitalismo y la fe indestructuble en los destinos de la clase obrera.