Pedro Saad

 

La tragedia del campesinado en América Latina

 

 


Redactado: El 14 de noviembre de 1962.
Fuente del presente texto: Pedro Saad, Obras Escogidas. Tomo V. Comisión de Propaganda, Comité Central del Partido Comunista del Ecuador (eds.). EEICA, Guayaquil, 1977; págs. 9-18.
Versión digital:  Por Juan Fajardo, para el Marxists Internet Archive, enero de 2010.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2010.


 

Un clamor general se levanta en América Latina reclamando la realización de la reforma agraria. No solo lots obreros, los campesinos y sus organizaciones adoptan esta posición, sino que también lo hace la burguesía que habla de reforma agraria y afirma que va a realizarla.

El problema agrario es indudablemente uno de los más importantes en América Latina. Los países de este continente es cierto que no se encuentran en el mismo nivel de desarrollo. En algunos, como Brasil y Argentina, el desarrollo industrial ha alcanzado niveles superiores a los de otros, como Ecuador o Bolivia. Pero en todos ellos el problema agrario tiene importancia. En la Argentina, por ejemplo, aún cuando en la totalidad del país la población urbana sobrepasa a la rural, existen provincias en que el 80% de la población vive en el campó.

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En toda America Latina es una característica general la subsistencia de fuertes rezagos feudales, que constituyen una de las trabas mayores para el desarrollo naciontal y el progreso social. La exigencia de la reforma agraria se origina precisamente en la necesidad de destruir estas trabas para impulsar hacia adelante la economía y para mejorar la vida del pueblo.

Diversas formas adoptan estos rezagos. Para no caer en generalizaciones, consideramos preferible examinar esta importantísima cuestión en un país determinado, en el Ecuador, donde un aspecto fundamental en la subsistencia de rezagos feudales se manifiesta en la tenencia de la tierra. Doscientas cuarenta y una pertenencias agrícolas tienen en el Ecuador 1.600.000 hectáreas, o sea, tanta tierra como 329.000 pequeñas y medias pertenencias (de haste 50 hectáreas).

Este acaparamiento de tierras se agrava cada día. Terratenientes nacionales, empresas extranjeras, especuladores, etc., se apoderan de grandes extensiones de tierras baldias y de tierras de los campesinos (incluyendo porciones de las comunidades indígenas de la Sierra y de la Costa). Entre estos grandes propietarios se encuentra la alta jerarquía católica, comunidades religiosas, las orgarnizaciones financiadas por ellas, el Estado (paseedor de las tierras baldías), la Asistencia Pública (entidad de beneficencia) que tine entregadas sus tienras a "arrendatarios", que no son sino feroces tennatenientes feudales, algunas Universidades del pais, los Bancos que suman en la miseria sistemáticamente a sectores de mesas campesinas, mediante los ramates y desalojos de sus pequeñas prorpiedades, de las fincas, plantaciones y sembríos.

Este cuadro del acaparamiento de la terra en el Ecuador coincide con el de muchos otrots países latinoamericanos. En Perú, por ejemplo, el 73% de la terra está en manos de cerca de 2.000 personas, en Uruguay, 3.605 predios mayores de 1.000 hectáreas cada uno, o sea, el 4% del númera total de predios, poseen el él 56% del mapa de la República.

La primera consecuencia de este acaparamiento de tierras es que permite a los grandes latifundistas imponer las más monstruosas condiciones de existencia y de trabajo a las masas campesinas.

El ejemplo más claro de este estado de cosas lo dan los indios de Ecuador, Perú y Bolivia.

El indio de la seranía ecuatoriana, que fue dueño en el pasado de toda la tierra de su país, que vivió en comunidades, de las cuales aún subsisten algunos restos, the despojado inmisericordemente por el Conquistador español. Millones de seres humanos desaparecieron en la Conquista. La población autóctona se redujo a menos de la mitad y fue sometida a la situación de esclavos sin tierra.

El terrateniente feudal da al indio una parcela insignificante de tierra de mala calidad para que la cultive, sin entregarle la propiedad, y a cambio de ello caen sobre los herederos de dueños de este suelo un sinnúmero de cargas intolerables. A cambio de esta parcela, el indio tiene que trabajar cuatro días a la sermana en las tierras de señor feudal, por un solaria nominal de 75 centavos de Sucre al día, en jornadas agotadoras de diez y doce horas. Para comprender lo que significa este salario tenemos que decir que una libra de patatas vale 70 centavos de Sucre, un huevo, 120 centavos; un kilo de carne, 9 Sucres. Es decir, el salario del indio representa poco mas de la mitad de un huevo al día o 60 gramos de carne. En la mayor parte de los casos, ese salario no llega a manos del indio, porque el patrono con la complicidad de las autoridades no lo paga.

Se ha calculado el ingreso total anual de lo que recibe el indio sometido a ese sístema, que lleva el nombre de "huasipungo". Ese cálculo ha dado como ingreso total al año para toda la familia del indio, incluyendo lo que produce en su parcela, 940 Sucres. Tal cosa significa que el indio tiene que vivir con toda su familia con una suma inferior a tres Sucres diarios, en un país en que el Estado fija como gasto diario para mantener a un caballo del Ejército la suma de tres Sucres.

Pero esto no es todo. El indio tiene que prestar además servicios domésticos por un mes al año en casa del patrono en forma gratuita. Allí sus mujeres e hijas son víctimas de la grosería y de la lujuria del terrateniiente y dee sus familiares. Tiene que hacer regalos de gallinas, pequeños animales al patrono en una fecha del año, porque de otro mado es arrojado de su parcela. Los castigos corporales son frecuentes y se ha dada el caso extremo de terratenientes que han marcado con hierros al rojo vivo a los indios como si fueran ganado. El niño indio tiene que prestar servicios como pastor de ovejas del señor desde suss primeros años, durmiendo en las cumbres de las montañas sin ningún abrigo, sufriendo las mas espantosaS condiciones.

Esta descripción con variantes de lugar, corresponde a la situación de los indios de Perú y de otros países latinoamericanos en que existen los hombres autóctonos de América.

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Pero no sólo los indios padecen el yugo feudal. Las reminiscencias medioevales oprimen también a otros grupos de la pablación agrícola. El sístema denominado de "aparcería", o sea la entrega de la tierra al trabajador agrícola para que la cultive con la obligación de entregar al terrateniente no menos de la mitad de la cosecha, en forma que tiene gran importancia en el Perú, Venezuela y otros países. El arrendamiento de tierrae es forma general en América Latina para la explatación del trabajador agrario. Esos arrendamientos alcanzan niveles muy altos y arrebatan al campesinado toda o casi toda la ganancia qua puede obtener de su trabajo.

Se llega en el Ecuador al extremo de que poblaciones de importancia de más de quince mil habitantes en algunos casos están construidas en el corazón de los grandes latifundios feudales. Allí los pobladores no son dueños ni del solar en que han edificado su casa, y se ha dado el caso de terratenientes que cercan con alambre de púas esas poblaciones para impedir el tráfico.

El agrícola ecuatoriano no tiene la protección de la legislación del trabajo, carece de seguro social, está falto de toda garantía. No tiene derecho al libre comercio: a la hacienda no puede entrar el comerciante libremente, y el peón tiene que comprar en la tienda del señor, donde le imponen los precios.

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Pese a todo, en el campo latinoamericano está en marcha el desarrollo capitalista. Pero este desarrollo se hace entroncado profundamente con formas feudales, con la gran propiedad latifundista. En la medida que se han desarrollado las explotaciones capitalistas, lo ha sido por el camino del aplastamiento de las masas campesinas y subsidiariamente por la formación de capas de campesinos ricos. Por eso aún en países en el que el desarrollo capitalista en la agricultura ha sido más notable, como en la Argentina, lo predominante en el campo sigue siendo el latifundio y su secuela: la existencia de formas semifeudales de explotación.

La penetración de los monopolios imperialistas en la agricultura latinoamericana va adquiriendo en los últimos tiempos amplia escala. Esta penetración tiene características muy graves, de multiples aspectos. En primer lugar, es la posesión directa de la tierra. Son millones de hectáreas que están en manos de las grandes empresas monopolistas norteamericanas. Alli está la United Fruit, alli está la Astral, allí está la Guayacanes, Plantaciones Ecuatorianas, el Grupo Aleman... La United Fruit es dueña en Honduras de 165.000 hectáreas por lo menos de las mejores tierras. No se conoce con exactitud lo que esa empresa tiene en Costa Rica, pero en ningún caso es inferior a 100.000 hectáreas. En Guatemala, la United Fruit fue expropiada en el período de la revolución, en una extensión de 84.000 hectáreas, que no eran el total de sus pertenencias. En Cuba la misma empresa yanqui era dueña de centenares de miles de hectáreas. En los últimos tiempos, aprovechando la situatión de crisis en la Argentina, grandes consorcios capitalistas estadounidenses han comprado en la Provincia de Mendoza, en el sur de Santa Fe, en el norte de Buenos Aires y en otras partes, enormes extensiones de tierras a precios irrisorios. Todo ello determina la expulsión de decenas de miles de familias campesinas de los campos que trabajan.

Adueñados del mercado de exportación de nuestros países, controlando las monedas y las transacciones internacionales a través de su agencia el Fondo Monetario Internacional, los monopolios norteamericanos consiguen convertirnos en países de monocultivo, cuya economía depende exclusivamente de uno o dos productos.

La exportación bananera del Ecuador caído en las garras de la United Fruit representa más del 60% de las fuentes de ingreso de divisas extranjeras. El Brasil continúa siendo un país en que el café ocupa un elevadísimo porcentaje de la exportación, controlando los monopolios yanquis el precio de ese producto. América Central depende del banano que es la principal producción de Costa Rica y Honduras. En una palabra, nuestra economía agrícola está deformada por la penetración imperialista.

Este dominio de los monopolios sobre el mercado de exportación latinoamericano les permite jugar con los precios de nuestros productos e imponer cotizaciones ruinosas para nosotros. En el mercaclo norteamericano se ha producido sistematicamente una baja de los precios de los artículos de exportación latinoamericanos, agrícolas en su mayor parte, y un alza de los precios de los articulos manufacturados que nosotros compramos a los Estados Unidos. Se ha calculado que por esta baja de los precios, Argentina ha perdido en los últimos cinco años cerca de dos mil millones de dólares. El Banco Central del Ecuador afirma que lo que el país ha perdido por esta razón es una cantidad mayor que la que ha recibido como empréstitos.

A los monopolios yanquis les gusta hablar de "ayuda" a la agricultura latinoamericana. Pero esa "ayuda" se da solo limitadamente a los productos que interesan a los monopolios norteamericanos y se la da para desarrollar aquellas líneas en que se encuentran favorecidos los explotadores yanquis. Jamás se hace "ayuda" a la producción de materias primas para la industria nacional, tales corno el algodón, las semillas oleaginosas, etc.

La "ayuda" yanqui tiene una agencia: es el denominado Servicio Cooperativo Interamericano de Agricultura Este servicio, como todos sus similares de educación, salubridad, etc., no es otra cosa que una agencia de propaganda de la política yanqui y un instrumento que contribuye a desorientar la producción nacional, trazando planes alejados de las necesidades del respectivo país.

Lo mismo ocurre con la llamada "Alianza para el Progreso". Los autores de este programa, hablan en forma vaga de una reorma agraria que mediante la "comercialización" de productos de ia tierra "cónstituya una base de estabilidad económica" para el hombre; pero no se señala lo que significa el latifundismo y el semifeudalismo para América Latina.

Finalmente, para ver con claridad lo que significa la "ayuda" norteamericana nos bastará recordar la famosa negociación de los excedentes agrícolas. Esa negociación tiende a obligar a nuestros países, con la engañifa de que constituye una ayuda, a adquirir sobrantes de la produttión agrícola norteamericana, aunque sea igual a la que producimos nosotros en nuestro suelo. Se da el caso de que se quiso vender a Ecuador en ésta forma maíz, cuando la producción nacional alcanza para el consumo. Eso hubiera significado la ruina de los sembríos de maíz.

Las subsistencias feudales en la agricultura, la dominación imperialista en el campo latinoamericarxo mantienen niveles técnicos sumamente atrasados en la producción. El empleo de la maquinaria agrícola es muy limitado en muchos países latinoamericanos, y en algunos de ellos el tractor es prácticamente un desconocido. La razón es sencilla: es más barato para el terrateniente feudal emplear la mano de obra india o servil que utilizar maquinaria. Con esas relaciones semifeudales en el campo, con la miseria espantosa que impera, el desarrollo industrial se ve detenido: no existe un amplio mercado interno capaz de servir de base a una gran industria.

Los bajos niveles técnicos de productividad encarecen costo de los productos y en consecuencia la vida de todas las masas.

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La vida politica de nuestros países se ve determinada por el predominio de lods grupos latifundistas, aliados al imperialismo, que establecen regímenes atidemocráticos, terroristas en muchos casos, para mantener su dominación e impedir ascenso del pueblo. Por eso todo movimiento de liberación nacional latinoamericano ha colocado como uno de sus objetivos fundamentales la destrucción del dominio feudal en el campo y ha señalado la necesidad de realizar una profunda reforma agraria radical. La lucha contra el imperialismo y su dominio en América Latina no puede separarse de la lucha contra las subsistencias feudales y por la reforma agraria. L

a Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, reunida en México en Marzo de 1961, proclamó la necesidad de implantar "una réforma agraria integral que destruya todas las formas latifundistas de producción agrícola e implantar sístemas que tengan la tierra en posesión efectiva de quienes la trabajan, evitando todas las formas de concentración de la propiedad agraria".

Este es el origen de la lucha por la reforma agraria que surge como un imperativo en la acción por alcanzar el progreso social, la liberación nacional y la democracia de nuestro continente. Una autentica reforma agraria tiene que destruir el latifundio entregar la tierra gratuitamente a los campesinos, destruir todos los sistemas semifeudales como el de la aparcería, arrendamientos, etc.; dar al trabajador del campo la ayuda técnica, los créditos; las herramientas, semillas, viviendaS, instrucción que les son necesarias.

La realización de estos postulados básicos plantea el problema de cuales son las fuerzas que deben impulsar y encabezar la transformación revolucionaria del campo latinoamericano.

¿Podrá la burguesía nacional acaudillar un movimiento de auténtica reforma agraria? Tal cosa no puede ocurrir. La burguesía, si bien tiene interés en destruir el régimen feudal para ampliar así su base de acción, no puede, por sus intereses mismos, proponerse la liberación definitiva de la masa campesina. Lo que la burguesía pretende es sustituir el latifundio feudal con la hacienda capitalista, lo que significa que no desaparece el sistema de explotación, sino que cambia de forma.

En América Latina el ejemplo de Venezuela lo ha confirmado. El Gobierno die Betancourt tranquilamente declara que se necesitará un periíodo de no menos de 25 años para realizar la reforma agraria. Lo que se oculta detrás de esta llamada "reforma agratria" de la burguesía venezolana no es sino un negociado de venta de los latifundios privados al Estado con lo cual los terratenientes hacen grandes negocios y el país se endeuda.

Para que la reforma agraria alcance su objeitivo forzosamente tiene que ser dirigida y aplicada por fuerzas de clase que tengan auténtico interés en la destrucción del dominio feudal e imperialista. Esas dos fuerzas no son otras que las del campesinado y de la clase obrera. Solo una poderosa alianza obrero-campesina, come núcleo de un gran frente de liberación nacional, quo incluya a los sectores de las capas medias radicalizadas y que marche en unidad de acción, en luchas concretas con los sectores de la burguesía antiimperialista y antifeudal, puede llevar hasta su fin la reforma agraria.

Los ejemplos históricos en este terreno son conocidos. Es el caso de los países sacialistas de Europa y Asia. Y es en nuestro Conttinente el caso glorioso de la Revolución Cubana, que no sólo destruyó de raíz el feudalismo en el campo cubano, sino que lleva la transformación hacia adelante, hacia la creación, de una agricultura socialista. Los resultados están a la vista: Cuba ha emprendido una accelerada marcha per la senda del progreso señalando a toda América Latina la solución del problema agrario. Esta es una de las causas porque los imperialistas yanquis tienen odio a la Revolución Cubana y porque consiguen hasta cierto grado movilizar contra ella a los medios gobernantes de varios países latinoamericanos.

Los campesinos del Brasil que toman las tierras, los explotados del campo chileno que combaten y forman su Federación Campesina, los indios de Perú y Ecuador que insurgen contra la explotación, los campesinos colombianos que luchan hasta con las armas en la mano contra el terror y la opresión, los campesinos venezolanos movilizados en todo el país, los explotados de la United Fruit en Centro Amrica, que se levantan en largas y valerosas huelgas contra el monopolio: todos ellos testimonian la decisión de combate por la tierra.

Sí; la reforma agraria es un imperativo ineludible, actual de hoy.

 

Guayaquil, 14 de noviembre de 1962