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Jorge Enea Spilimbergo

 

 

Sobre la derrota de Menem y ascenso de Kirchner

 

 


Escrito: Fines de junio o inicios de julio de 2003.
Primera publicación: Lista de discusión en internet "Reconquista-Popular", 3 de julio de 2003; periódico Patria y Pueblo, Argentina, 5 de julio de 2003.
Digitalización: Néstor Miguel Gorojovsky, julio de 2003.


 

 

 

El país ha celebrado con alivio el colapso, acaso definitivo, del infausto Carlos Menem y "su alternativa represiva, sangrienta, apátrida y entreguista de sumisión carnal a la pandilla de la Casa blanca, el Pentágono y el FMI", tal cual dijéramos en nuestra declaración sobre el incumplido balotaje presidencial.

La asunción de Kirchner fue saludada en toda América Latina, y la presencia de Fidel Castro. Hugo Chávez y Lula da Silva enmarcando el entusiasmo de los festejos tiene el más alto contenido simbólico. Nuestra presencia se vivía como necesaria entre los pueblos hermanos. El perfil de los grandes invitados marcaba, o pareció marcar, la divisoria de aguas entre dos épocas.

Las primeras medidas apuntaban en igual sentido, entre ellas la remoción de Brinzoni y la restante cúpula castrense , el principio de depuración en la Federal, el viaje inaugural a Brasilia y los compromisos sobre el Mercosur, la embestida sobre la Corte Suprema y el PAMI, la apertura hacia las Madres, el compañero Moyano y el propio De Gennaro son algunos ejemplos. Agreguemos el planteo de no aceptar "ajustes" que comprometan la reactivación, reiterado ante Colín Powell y Horst Köhler, suerte de barrera defensiva que no avanza, sin embargo, sobre el problema central de una deuda externa ilegal e ilegítima y las feroces privatizaciones.

Peor aún, no plantea la inmediata suba salarial, base del mercado interno, sin la cual no hay reactivación y el resto se queda en palabras.

Puede decirse que hasta ahora, al menos, Kirchner ha avanzado sobre sectores importantes aunque periféricos y que consolidar estos avances exigirá tarde o temprano ir al fondo de la cuestión, como acabamos de señalar.

Por lo demás, imaginar que aún en lo mínimo pueda contarse con la benevolencia del Imperio es pura fantasía, ya que éste actúa con voracidad infinita e insaciable, empujado por su propia crisis interna, que es estructural e irreversible. Si esta ofensiva puede obligar a definiciones de fondo, lo juzgamos acaso improbable pero no imposible, tal es lo que Hegel llamó "la astucia de la Historia". Como alguien dijo, "hay que confiar en Anita Kruger, hay que confiar en el imperialismo".

De todos modos y en definitiva, el curso de los hechos se encuentra en nuestras manos, en lo que construyamos desde los trabajadores y las mayorías explotadas y oprimidas, donde se gestan las soluciones perdurables.