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León Trotsky

Un kerenskysmo al revés

Carta publicada en Contre le courant , 28 de enero de 1929



Escrito: 21 de octubre de 1928
Digitalización: J. López
Fuente: Archivo francés del MIA
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2001




Alma Ata, 21 de octubre de 1928

Queridos camaradas,

Os escribo antes del pleno de octubre [1], en todo caso antes de que los informes sobre éste me hayan llegado a Alma Ata. No es mi intención decir nada nuevo. Sólo quiero poner juntas algunas cosas que ya han sido dichas y ofrecer las primicias del análisis de este inminente pleno.

Según se cuenta, Zinoviev estima que Stalin venció en junio. Desde el punto de vista político esto es absurdo. El centrismo político se ha debilitado por su compromiso. Sólo los flancos izquierdo y derecho han recibido un nuevo impulso. Pero los órganos del aparato tienen su lógica, que hasta un cierto punto no concuerda con el desplazamiento general de las fuerzas en el partido (sin hablar de la clase obrera) e incluso marchan en sentido contrario.

Abandonando su posición política, Stalin ha provocado la escisión de los derechistas. De momento ha logrado arrebatarles a Kalinin y Vorochilov, afectos en cuerpo y alma a los nuevos amos y al "orden", pero que de momento tienen miedo de enfrentarse cara a cara con Rykov, Bujarin y Tomsky, que son de hecho "jefes".

La situación de los derechistas en el aparato y en la organización del partido es visiblemente bastante precaria. Tras haber cedido políticamente y asegurado su mayoría, Stalin ataca en el terreno de la organización. Baste con decir que la candidatura de Molotov al puesto de presiente de hecho de la Internacional comunista (en lugar de Bujarin) ya se aprecia como cosa seria. Sí, sí, antes nos mofábamos diciendo que Stalin instalaría a Mekhlis (2) como presidente de la Internacional comunista. La broma ha dado paso a la realidad. Se ha tenido que reemplazar a Ouglanov por Kaganovitch. Contra Ouglanov ya ha saltado un asunto en la comisión central de control (se le acusa de haber incitado a las Juventudes comunistas a volverse contra Stalin). Se puede juzgar la situación real de los derechistas por lo que se cuenta en Moscú de Bujarin, que corre clandestinamente a casa de Kamenev, por la "escalera de servicio", y le promete "entregarle" a Stalin y Molotov, reemplazándolos por Kamenev y Zinoviev. Textualmente. Ciertamente, Kamenev aceptaría de buen grado tal operación, pero comprende que la promesa política de Bujarin no vale más que sus diagnósticos económicos. Si la situación fuera favorable, el omnipotente "Bocazas" [Bujarin] no correría detrás de los que ayer fueron excluidos volviendo sobre sus pasos.

¿Cuál es el razonamiento de Stalin? No es difícil adivinarlo. Si solvento mis dificultades con medidas centristas acusaré a los derechistas de sembrar el pánico, de capituladores, y los desplazaré uno o dos escalones abajo en el aparato. Si, por el contrario, la situación empeora, giraré a la derecha, es decir desarmaré a la fracción de derecha tras haberla despojado políticamente, declararé que habían imaginado desacuerdos, que son escisionistas y... los enviaré un escalón más abajo. Si las medidas de derecha no dan resultado, haré recaer la responsabilidad sobre mis aliados de derecha, los perseguiré a puntapiés e intentaré un nuevo curso de izquierda, aflojando un poco el freno a Zinoviev y Kamenev, que esperan en posición de firmes, como hombres que están preparados. Como se trata de hombres vencidos, "domesticados", no intentarán aliarse al "Bocazas"... Y después ya veremos... Tal es el plan de Stalin. Su fuerza reside en el aparato. Su debilidad mortal es que no cuenta con los verdaderos señores, es decir, con las clases. Pero mientras las clases callan, el plan de Stalin funciona.

Si las aristas del plan de Stalin son visibles desde lejos, aún lo son más para los derechistas. Por eso no nacen más que murmurar. Y es que no quieren dejarse liquidar poco a poco. Pero sobre todo tienen miedo a moverse no sea que Stalin se los cargue de un solo golpe.

El método de Stalin se nos hizo aún más evidente durante el VI Congreso. El número de horas de charlatanería bujariniana en el congreso estuvo en razón inversa a su influencia, que mengua cada día que pasa. En primer lugar, para los burócratas extranjeros, la política de derechas de la URSS significa la muerte, teniendo en cuenta el izquierdismo de las masas y la presión de la Oposición. En segundo lugar, el aparato está en manos de Stalin, y, en la Internacional comunista, la religión del aparato no está menos viva que en Partido comunista ruso. Durante el congreso, Stalin ausente ha ganado a Bujarin las tras cuartas partes, si no las nueve décimas, de los burócratas presentes. Stalin no necesitaba estar allí; no necesitaba decir esto ni aquello; el mecanismo automático del poder funcionaba para él.

De buen o mal grado, los derechistas se han visto obligados a echarse al agua, es decir intentar solucionar su querella con Stalin por encima del aparato. Así se explica la aparición del artículo de Bujarin "Observaciones de un economista". Se trata del coraje de la desesperación. Es posible que Rykov y Tomsky hayan empujado a Bujarin (será preciso volver a hablar de este artículo). Este escrito no es solamente un documento de impotencia teórica, es también un documento que denota un desconcierto político extremo. Su "intervención" sólo podrá empeorar las cosas para los derechistas. La "verdadera" ala derecha, decidida a solventar realmente su querellas tras la clausura del gallinero burocrático, hubiera debido gritar: "Nuevos propietarios, uníos, si no los socialistas os destrozarán". Fórmulas similares se han visto en la lucha contra la oposición, pero con un carácter débil y equívoco. Ahora bien, si los derechistas hubieran querido oponerse al centro seriamente, habrían tenido que gritar a pleno pulmón, es decir en un tono ultrarreaccionario, en un tono de Thermidor. Pero para eso, Bujarin aún no tiene estómago. Ha metido el pie en el agua fría, pero tiene miedo a zambullirse. Se ha quedado inmóvil y tiembla... de rabia. Detrás, Rykov y Tomsky observan, dispuestos en todo momento a hundirse entre las zarzas. Tal es la composición de los principales actores en la escena burocrática.

Se puede decir que, en el fondo, todo esto no tiene importancia. Pero no sería justo. Está claro que si las clases hablaran en alta voz, si el proletariado pasara a la ofensiva política, la disposición de los actores del aparato perdería nueve décimas partes de su importancia, e incluso sufriría modificaciones en un sentido u otro. Pero atravesamos una época, que aún no se ha acabado, de omnipotencia del aparato, y se va acentuando en el país la dualidad de poder. Y Stalin, y Rykov, y Bujarin, son el gobierno. Y el gobierno no juega un papel sin importancia. Se hace, pues, necesario considerar con atención la disposición de los actores burocráticos, no sólo desde el punto de vista del aparato, sino desde el de la clase.

¿Cómo puede realizarse "efectivamente" el peligro de derecha? Es esta una cuestión de gran importancia. La peculiaridad de la situación actual consiste en que las masas del ala derecha se encuentran fuera del partido. Aunque se encuentren en inferioridad frente a los centristas en el aparato, los derechistas, a diferencia de aquéllos, disponen de una sólida base en el país. Ahora bien, ¿cómo puede realizarse en la práctica la fuerza de este peligro de derecha? O dicho de otra manera, ¿cómo pueden llegar al poder los nuevos propietarios?

A primera vista puede tranquilizarnos el hecho de que los partidos políticos de las clases poseedoras han sido brutalmente aplastados, que los nuevos propietarios están desunidos políticamente, que el ala derecha en el interior del partido, por temor al núcleo proletario y ligada por un pasado reciente, no se decide a apoyarse abiertamente sobre los nuevos propietarios. Ciertamente se trata de ventajas que el pasado inmediato nos ha legado. Pero de ninguna manera se trata de garantías absolutas. El conjunto de condiciones necesario para que se produzca un Thermidor puede formarse en un plazo relativamente breve.

Varias veces hemos tenido que recordar que, en el pasado, la contrarrevolución victoriosa ha debido tomar la forma del fascismo o del bonapartismo, y no las formas democrático burguesas como sueñan los mencheviques. Hasta ahora Kamenev no lo ha entendido. En su última "conversación" con los camaradas de nuestra tendencia, describía la situación del país como si en algún tiempo "Kerensky habría de llamar a la puerta". Esto no son más que tonterías. Si se quiere recurrir a Kerensky, es más justo decir que ahora, precisamente bajo el régimen de derecha y centro, el país pasa por un "kerenskysmo" al revés.

La función histórica del kerenskysmo consistía en que a sus espaldas el poder pasaba de la burguesía al proletariado. El papel histórico del estalinismo consiste en que a sus espaldas el poder se desplaza o resbala del proletariado a la burguesía. En resumidas cuentas, la dirección postleninista proyecta el film "Octubre" en sentido inverso. El estalinismo es un kerenskysmo de izquierda a derecha. En un país sacudido por un inmensa revolución, el orden burgués jamás podría adoptar la forma democrática. Para triunfar y para defender su victoria, la burguesía necesitaría de una concentración superior, puramente militar, de un poder que se elevara "por encima de las clases". En este caso, el punto de apoyo inmediato de este poder serían los nuevos propietarios que aparecen en Rusia, el "kulak". Eso es el bonapartismo. Thermidor no es más que una etapa en el camino del bonapartismo. Una etapa que no tiene por qué realizarse infaliblemente hasta el final. La contrarrevolución puede "saltarse" tal o cual escalón.

En el golpe de Estado thermidoriano y en el bonapartista, el ejército juega un muy importante papel (en el segundo caso, un papel decisivo). Desde esta perspectiva, pues, es preciso prestar una gran atención a los procesos que tienen lugar en su seno.

No olvidemos que, en su informe de julio a la asamblea de los militantes de Moscú, el triste jefe de la derecha [Rykov], refiriéndose a su amigo Klim [3], decía: «Si recurrís otra vez a las medidas extremas, el ejército responderá con la insurrección». Es una afirmación que dice mucho, mitad predicción, mitad amenaza. Puede que la amenaza constituya las tres cuartas partes de su contenido. Ahora bien, ¿quién amenaza? Los nuevos propietarios, por medio del aparato dirigente del ejército. Aparato que dirigen por medio de Klim. Aquí tenemos, pues, un candidato al papel de Bonaparte Klim. Sería pueril objetar que el Bonaparte en cuestión sería demasiado mediocre. Recordemos que ha habido Bonapartes de diferente calibre, no sólo ha existido el primero, sino también el tercero, personaje absolutamente oscuro. Cuando las clases poseedoras lo necesitan, hacen «príncipes con el lodo», expresión del propio Stalin. Los acontecimientos pueden evolucionar de forma que Klim (o uno de los numerosos Klim) se convirtiera en "príncipe" Bonaparte de tercera, lo cual no le impediría estrangular la revolución. Es verdad que Klim ha pasado de una posición de derechas a su posición actual de centro y que apoya al "jefe" [Stalin]. Pero las combinaciones que se operan en las altas esferas son del género de las que se hacen y deshacen en veinticuatro horas bajo el efecto de las presiones externas. No se trata ya de Klim. Si no es Klim, puede que sea Boudieny. No faltarán Bonapartes. El "jefe" dice: «No se pueden disolver estos cuadros más que por la guerra civil. Y Klim añade: «Si vosotros, obreros, os mostráis demasiado agitados, recordad que tengo tras de mí una importante fuerza». En ambos casos bonapartismo. En el primer caso es el aparato de Estado y del partido el que lleva la voz cantante y se sitúa por encima de todos, incluido el ejército. En el segundo caso, es el aparato del ejército el que tiene la palabra y, mañana, puede que necesite poner «a los civiles en su lugar».

La victoria, sin derramamiento de sangre, del aparato del partido sobre la derecha, no haría desaparecer la perspectiva bonapartista, sólo la modificaría y retardaría. La victoria personal de los centristas - sin la Oposición, sin las masas -, no puede lograrse más que por una presión ulterior, por una reafirmación de las bases del centrismo entre las masas, por una conjunción de la fracción centrista con los aparatos de represión gubernamentales, es decir, con los mandos del ejército, en el que hace tiempo que se extinguió la vida del partido, aunque de forma general no se autoricen otras opiniones que las que se ordena a Boubnov difundir. Esto, desde una perspectiva de clase, no tiene mayor importancia.

De manera que hemos de llegar a la conclusión de que la "victoria" de la derecha conduciría directamente al thermidor bonapartista y la de los centristas con un rodeo. ¿Hay alguna diferencia, pues? En lo que respecta a la historia no hay ninguna. El centrismo, después de todo, no es más que una variedad de tendencia conciliadora (en este caso con los propietarios, con la sociedad burguesa que se esfuerza por renacer). Pero esto no es más que en última instancia. En la etapa actual, los centristas reflejan en gran medida las amplias capas de "arribistas" de la clase obrera, mientras que las raíces de la derecha están en la nueva propiedad rural. Sería un error imperdonable ignorar la lucha que hay entablada entre ellos.

Los centristas no quieren romper abiertamente con los obreros, tienen mucho más miedo que los derechistas, que no quieren ofender a los propietarios. Por liados que estén los asuntos en el partido, y cualesquiera que sean las "complicaciones" que añaden al panorama las cuestiones personales (Stalin, Bujarin, Rykov, Tomsky), es precisamente esta relación entre las capas superiores de la clase obrera y los nuevos propietarios lo que se encuentra en la base de los agrupamientos del aparato. Es importante distinguirlas para seguir las etapas de su lucha, comprender su sentido y sus límites. Su disputa no tiene una importancia en sí, pero, precisamente por darse, rebasa el círculo burocrático, saca a la luz lo que es secreto, obliga a las masas a pensar y ensancha el campo de su actividad.

El plenum de julio ha constituido la principal etapa del desplazamiento de los centristas. Pero sería absurdo creer que se trata de la última etapa de la disputa, que los centristas han capitulado definitivamente y que en adelante empieza el "monolitismo" de derecha. No, la lucha resurgirá necesariamente bajo la presión de las contradicciones y jugará un papel importante en la historia del partido y de la revolución.

Sin embargo, de ninguna manera se deriva de ello que los centristas se apoyarán en la Oposición en su querella contra los derechistas. Sobre los tránsfugas de la Oposición, sí, sobre la Oposición, jamás. Los centristas tienen más miedo a la Oposición que la derecha. Los centristas combaten contra la derecha, le roban su programa (como se queja "Bocazas" por todos lados). Pero decir que el bloque con tal o cual fracción de los centristas es ya imposible para siempre no importa bajo qué condiciones, sería un doctrinarismo ridículo. Muchos centristas actuales evolucionarán hacia la izquierda. Si en 1924 nos hubieran dicho que formaríamos un bloque con los zinovievistas, pocos elementos de juicio podrían habernos permitido creerlo. Tales zigzag no están excluidos ni para los actuales dirigentes centristas si el régimen de clase les obliga a separarse abierta y formalmente de la derecha, y si los acontecimientos, como debe ser, los pillan por la garganta. No se pueden excluir tales posibilidades históricas. Pueden ser una etapa en la vía del desarrollo posterior y el reforzamiento de la línea bolchevique, como lo ha sido nuestro bloque con los zinovievistas. Pero sería preciso haber perdido completamente la cabeza para orientarse hacia el bloque con los centristas actuales, tal y como son hoy en día, en lugar de oponer sistemáticamente, irreductiblemente, acerbamente, el núcleo proletario del partido a los centristas. En definitiva, se reducen a estas dos tendencias los desacuerdos entre la aplastante mayoría de la Oposición y su pequeña minoría, que "sueña" que estaría bien si se formara un bloque con los centristas que han cambiado de opinión, y si nos ahorrásemos las sacudidas y los peligros de la evolución del partido y el Estado... Pero la rica experiencia del pasado demuestra que nos costaría más caro optar por esta vía aparentemente económica y que los que la demandan derivan hacia el centrismo. No se puede utilizar la pequeña querella burocrática de los centristas con la derecha como punto de partida para una reforma radical del partido más que mediante la intervención de las masas. Sólo la Oposición puede organizar esta intervención en el espíritu bolchevique, pues sólo ella se mantiene completamente independiente tanto de la derecha como de los centristas y, gracias a su independencia, puede aprovechar todas las etapas de la lucha que se disputen.

También tenemos algo que decir a propósito de las reflexiones y consejos de nuestro "nuevo" amigo Kamenev (en la conversación antes mencionada). Piensa Kamenev que «LD [4] debería redactar ahora un documento en el que reclamara: 'Si nos llamáis podremos trabajar juntos...' Pero LD es un hombre obstinado...», y cosas por el estilo... Kamenev no es nada ingenuo a este respecto, ni él mismo se cree lo que dice. El sabe perfectamente que tal declaración no cambiaría para nada la situación jurídica de la Oposición y sólo le supondría un revés político que la haría descender al nivel de los zinovievistas. A estos les ha sido otorgada una medio amnistía despreciable, que los condena al vacío político, únicamente por haber roto con nosotros. Kamenev es perfectamente consciente de ello. Sus proposiciones y maniobras tienen como único objetivo asustar a Stalin, que trata a sus futuros "aliados" con demasiado desprecio.

Kamenev busca revalorizarse para, cuando llegue el momento, traicionarnos de nuevo, pero esta vez en condiciones más favorables para él. Sólo unos imbéciles sin remedio podrían aceptar su oferta.

A este respecto no habrá diferencias de opinión en nuestra filas. Lo que hay de particularmente interesante son las quejas de Kamenev respecto a mis ataques, "ásperos" y "frecuentes", contra su espíritu capitulador. "Tenemos que trabajar juntos". "Que se muerda la lengua quien quiera recordar el pasado..." "Es lamentable que se produjera la ruptura. La vida ha confirmado todas las tesis de la Oposición".

Kamenev tiene mucha labia. Sus valientes entonaciones, sin temor a Yaroslavsky, muestran cómo se han distendido los círculos del aparato y han aumentado las expectativas de la Oposición. Lo que tenemos que anotar en nuestro haber. Pero sólo se puede sacar una conclusión: es preciso golpear a los capituladores con ánimo redoblado, triplicado, decuplicado.

La intervención de las masas en la disputa es ante todo una cuestión de movilización de los obreros en torno a todas las cuestiones de la actividad interior y exterior, comenzando por las más simples y urgentes.

Y sucede que algunas cartas de los nuestros apuntan a una pretendida inexistencia de plataforma sobre la "cuestión obrera".

¿Qué significa esto? ¿Qué nuestra plataforma ha envejecido? Precisamente la parte "obrera" de nuestra plataforma ha sido elaborada de la forma más detallada y concreta. Parece que muchos camaradas han olvidado la plataforma y no la consultan, no buscan orientación en ella. Por ello reclaman nuevos documentos. Es preciso recuperar la continuidad: cada intervención que haga un bolchevique-leninista debe estar basada en la plataforma; en la medida de lo posible deberá apoyarse en una cita precisa sobre el asunto en cuestión. Las tesis sobre cualquier cuestión de actualidad, importante o nimia, deberán encabezarse con una cita de la plataforma. Este documento se basa sobre una gran experiencia colectiva. Por otra parte, todas las definiciones han sido ampliamente consideradas y profundizadas. Una campaña, sobre cualquier cuestión, que se sitúe en el terreno de la plataforma, tendrá una gran influencia desde el punto de vista de la disciplina, sobre todo en lo que concierne a los jóvenes.

No es preciso decir que la plataforma puede tener lagunas, tesis caducadas, o errores de detalle, que requieren modificaciones, rectificaciones y ampliaciones. Pero clara y exactamente hemos de basarnos en la plataforma y formular las ampliaciones o rectificaciones que se le hagan.

La aplicación de la plataforma en cada momento y para cada cuestión concreta, como, por ejemplo, la campaña por la renovación de los convenios colectivos, tiene sus propias dificultades que no pueden ser resultas más que con las aportaciones de nuestros camaradas de tendencia que trabajan en las fábricas. Nuestra directiva principal, el criterio determinante a este respecto, debe ser el incremento de los salarios. En cuanto a la magnitud de este aumento, debemos discutirlo con los camaradas que dirigen las empresas afectadas, con los órganos soviéticos y con las organizaciones del partido y de los sindicatos. La huelga, como establece la resolución del XI Congreso del partido, es un medio extremo, pero no es ni ilícita, ni antisoviética ni está dirigida contra el partido. Participar en una huelga, o dirigirla, puede ser un deber para un bolchevique leninista. Si se ha recurrido a todas las otras posibilidades para conseguir las legítimas, es decir realizables, aspiraciones de las masas. Se puede determinar el grado de posibilidades de éxito, como ya hemos dicho, mediante conversaciones en las que los obreros escuchen todas las explicaciones y examinen seriamente los libros de cuentas. ¿Quiénes deben llevar las negociaciones? Eso dependerá del grado de descontento de las masas y de su presión. Cuando sea posible, los bolcheviques-leninistas podrán proponer la elección de comisiones especiales, delegaciones, etc., para entablar negociaciones con el comité provincial del soviet y el del partido, para relacionarse con las redacciones de los periódicos. El estado de ánimo de los obreros es tal que exige de nosotros una gran resolución y la mayor actividad. Pues sólo nosotros podemos canalizar, en la órbita de los soviets y del partido, el descontento que se acumula. La pasividad actual de las masas, resultado de diferentes factores, indica, sobre todo, una fase de dudas e indecisiones de las mismas masas, en un período en el que son muchos los que ya no creen en los viejos métodos pero aún no han encontrado nuevos.

Esta encrucijada crea una situación esencialmente inestable. En ciertas condiciones pueden producirse nuevos reagrupamientos en las masas. ¿Sobre qué eje? ¿Alrededor del burocrático? De ninguna manera. Si no nos convertimos en el polo de esta cristalización, serán los mencheviques, los social-revolucionarios o los anarquistas, quienes ocuparán este centro, y ello significaría que la revolución de Octubre se dirige irremediablemente hacia el abismo. Sólo los bolcheviques-leninistas pueden preservar la revolución, colocándose valientemente a la cabeza de las masas, derribando, por doquiera encontraran, las barreras dispuesta por los burócratas.

Pero colocarse a la cabeza de las masas no significa encabezar algunos movimientos desordenados como hacen los "decistas" [5], que o bien se romperán el cuello con su política aventurista, lo que sería relativamente lamentable, o bien ayudarán involuntariamente al enemigo a estrangular la revolución, lo cual sería mucho más grave. La política de estos últimos cinco años ha hecho renacer y ha engendrado de nuevo el espíritu de propiedad, de forma en parte amorfa y singular, entre las masas obreras.

Es preciso poner en movimiento a las masas, de forma y manera que esta diferenciación que tiene lugar se opere en una dirección de clase. Debemos reaccionar con mucha más atención y vigor que el aparato ante las propuestas antisoviéticas particularmente claras, intencionadas y malévolas. A cada nueva explosión de descontento debemos ser los primeros en desenmascarar a mencheviques, social-revolucionarios y anarquistas, que pretenderán cerrarnos el paso. Contra las tentativas de los agentes de la burguesía, podemos y debemos reaccionar con manifiestos directamente dirigidos a los obreros.

Podemos estar seguros de que a medida que se incremente la actividad de las masas y crezca nuestra influencia, se harán más y más frecuentes las tentativas de aquéllos elementos que nos son socialmente hostiles por pegarse a nuestro costado, o incluso adoptar nuestra etiqueta. Es preciso estar atentos y desenmascarar a estos elementos, cuando sea posible, pública y abiertamente. Es preciso que nuestros flancos y retaguardia estén claramente delimitados por una línea clara, para que las masas sepan dónde estamos y dónde no estamos.

Esto concierne sobre todo a los "decistas". Recordaréis que entre nosotros hay ciertos camaradas que abordaban la cuestión del "decismo" desde un punto de vista sentimental. Algunos, incluso, se negaban a reconocer diferencias entre las dos líneas políticas.

Es interesante hacer notar que precisamente los camaradas que recién ayer proponían una fusión completa con los "decistas", hoy se inclinan hacia el flanco conciliador y disparan toda su artillería contra el "decismo" en nuestras propias filas; frecuentemente sucede que por "decismo" se entiende... nuestra propia línea de principios.

Es lamentable que tengamos que perder el tiempo en cuestiones secundarias, pero no podemos dejar de ocuparnos de los "decistas", aunque sólo sea para poner de manifiesto el espíritu de "club" y el carácter parasitario y aventurerismo que comporta su política. Como los "jefes" de los "decistas", que de tiempo en tiempo hemos dejado librados a sí mismos (y teníamos razón), han parloteado todo lo que han querido, nos han proporcionado muchas armas contra ellos. Podremos arrebatarles a sus mejores militantes utilizando sus propios documentos, sobre todo las cartas de V. Smirnov. No podemos descuidar la más pequeña llaga, pues la gangrena amenazaría a todo el organismo. Atraeremos a sus obreros con una política valiente y resuelta en torno a las cuestiones esenciales y con una campaña de explicaciones.

Todos los materiales que hemos recibido demuestran que la consigna de voto secreto en el partido y en los sindicatos puede y debe ser llevada a la práctica. La autocrítica ha degenerado en amplia medida en comedia y provocación, y todo el mundo se ha dado cuenta de ello. Mediante una consigna de transición y, por así decirlo "parcial", es preciso dar expresión a las tendencias de los obreros y, mientras tanto, a los por el momento tímidos intentos de desembarazarse de la mordaza: -¿ Por qué no has votado en contra? - Si el voto hubiera sido secreto, hubiera sido otra cosa... La consigna está en el aire.

¿Se llegará a imponer el voto secreto? ¿O se resolverán estas contradicciones insoportables "saltando" alguna etapa? Es un problema distinto. Pero, para el período actual, la consigna de voto secreto en el partido y en los sindicatos es viable, pues pone de manifiesto la realidad de la presión burocrática, es decir, de hecho la presión de clase sobre los obreros por medio del aparato. En la presente etapa la consigna de escrutinio secreto expresa, mejor que cualquier otra, la incipiente lucha contra la dualidad de poder. El escrutinio público fue instituido para que los enemigos no pudieran votar contra la dictadura del proletariado. La dualidad de poder en el país ha conducido a que los obreros no se atrevan a votar por la dictadura por miedo a la presión de la burguesía, una presión que refleja el aparato. Ahí está el quid de la cuestión. El hombre del aparato está en la tribuna y determina a los votantes; o bien la mujer aconseja al marido no votar. En estas condiciones, decir que el voto secreto favorece la pasividad y la indecisión, no es más que caer en un doctrinarismo idealista. Quien plantea así la cuestión, opone la consigna de voto secreto no a la verdadera situación actual, a la cual aún es preciso encontrarle una salida, sino a una cierta situación ideal en la que todos los obreros, firme y valientemente, votan según su conciencia.

Si esta tesis fuera llevada hasta sus últimas consecuencias, sería preciso retirar la consigna de voto secreto en la sociedad capitalista, para desarrollar "la actividad de las masas y el coraje". En China se puede, evidentemente, invitar al héroe obrero al escrutinio público, pero al día siguiente le cortarán la cabeza. Por ello la consigna de voto secreto (en todas las elecciones) puede adquirir en China una importancia "vital", en tanto que consigna dictada por la relación de fuerzas entre las clases. Aunque entre nosotros el régimen social sea profundamente diferente, su base no está menos pasablemente cubierta de inmundicias.

Es falso pretender que el carácter actual de nuestra elecciones y escrutinios está únicamente determinado por el grado de coraje y resolución de los obreros. No, en gran medida está determinado por una relación dinámica entre fuerzas de clase. Esta evolución encuentra expresión objetiva en el aparato de poder, en todo su mecanismo. No en vano Stalin dice que "a estos cuadros sólo pude disolvérselos mediante la guerra civil". Claro que hay una parte de fanfarronada burocrática en sus palabras. Ante una oleada seria de las bases, el hombre del aparato de pondría a cubierto y no tensaría las cosas hasta la guerra civil. De todas formas debemos intentar comprometernos hasta el fondo en la vía de las reformas que provocarán una vigorosa presión de las masas. En el momento actual, la consigna de voto secreto saca a las masas de la pasividad. En toda reunión donde se haga autocrítica, donde se hable de la democracia en el partido, etc., los bolcheviques-leninistas pueden y deben decir: "Para que exista autocrítica es preciso acabar con la mordaza; dejadnos votar según nuestras convicciones, sin que se nos pueda despedir, es decir con voto secreto". En ese momento todos los burócratas perderán maniobrabilidad.

Es preciso comenzar por el partido y terminar por los sindicatos. En cuanto a los soviets, en los que diferentes clases participan en las elecciones, será preciso plantear la cuestión más adelante, cuando ya se hayan acumulado experiencias.

En lo tocante a las perspectivas generales de la lucha, interior y exterior, me limitaré, por necesidad, a consideraciones más generales, reservándome el derecho a volver sobre ello próximamente, para examinar la cuestión de forma más concreta para cada uno de los principales países, como ya se ha hecho parcialmente con China ("La cuestión china tras el VI congreso"). Una gran parte de los trabajos enviados al congreso estuvo dedicada a la aclaración del lazo indestructible que existe entre nuestro combate interno y la lucha internacional. Los teóricos del "decismo" no comprenden para nada este vínculo, carecen de línea en las cuestiones internacionales; marchan al azar, en un bloque puramente "aventurerista" con gentes que han roto completamente con el marxismo como Korsch y compañía. En sus últimos trabajos, V. Smirnov parece simplemente una caricatura de izquierda de Stalin.

Europa atraviesa actualmente por un período relativamente animado de huelgas. En cierto sentido esta oleada, desde el punto de vista económico, "va con retraso", pues coincide con una situación económica manifiestamente agravada. El atraso de la ola de huelgas ha sido provocado por las graves derrotas precedentes, que han aplastado al proletariado, por el desarrollo de la influencia de la socialdemocracia y la política burocrática pasiva de la internacional comunista. El empeoramiento de la situación económica provocará que la lucha económica se deslice al terreno político, acentuando el giro a la izquierda del proletariado. Este movimiento seguirá un ritmo diferente para cada país. Pero no se puede excluir que en breve plazo se produzca un agravamiento de la situación política en los países europeos. Ello dependerá en gran medida de la profundidad, duración e intensidad de la crisis que se avecina, no sólo en Europa sino también en los Estados Unidos. América superará su crisis a expensas de Europa y su presión puede llevar a ciertos países, en primer lugar a Alemania, a una situación imposible.

Esta perspectiva pone de manifiesto la contradicción fundamental que existe entre los problemas de la época y el grado de madurez de los partidos comunistas. No hay que descartar el peligro, que no ha disminuido, de dejar pasar situaciones revolucionarias. La aventura de Thaelmann no ha sido una casualidad. El régimen actual es la cantera de los asuntos de Smolensk en el plano internacional. ¡Y son los señores de Smolensk y de Hamburg los que nos condenan y nos excluyen! Su función es la de cubrir de vergüenza la bandera del comunismo y llevar a la ruina a la Internacional comunista. Cuanto más lejos se llegue, más gigantesca será la misión de la Oposición en el plano internacional. Es necesario tensar todas las fuerzas para que, mediante la experiencia de la lucha contra el aparato oficial, se formen cuadros verdaderamente bolcheviques, se eduquen y maduren. En esto consistirá de diferencia fundamental de los próximos cinco años de la internacional comunista en comparación con los cinco últimos. Han sido necesarios seis años para sacar de los sótanos burocráticos a la escena pública mundial las cuestiones esenciales y los desacuerdos. Esto ha sido una conquista. Ninguna fuerza en el mundo podrá ocultar ya los problemas que se han planteado, los que se han opuesto y las tendencias contrarias. Los cuadros revolucionarios de los partidos extranjeros no pueden desarrollarse más que sobre la base de su propia experiencia. No pretendemos, como el ejecutivo de la Internacional comunista, ordenar a la Oposición internacional. Es preciso empezar por un largo y justo intercambio de experiencia teórica, una colaboración en los análisis marxistas de los procesos que tienen lugar y la elaboración de las consignas de acción. Los primeros pasos en serio se han dado con ocasión del VI Congreso. Queda desarrollarlos, ampliarlos y profundizarlos.

El resultado de nuestra lucha está indisolublemente ligado a los procesos mundiales. Pero únicamente los simples de espíritu podrían sacar la conclusión de que en este caso poco importa para la suerte de la revolución de Octubre la política interior y, en particular, la política de la Oposición en las cuestiones interiores. Nosotros no prometemos construir el socialismo en un solo país. Esto ya es sabido. No hemos dicho, y no decimos, que tengamos ninguna receta milagrosa para hacer desaparecer todas las contradicciones del desarrollo socialista en un entorno capitalista. Lo que tenemos es una buena orientación, una visión justa y una justa línea de clase. El eje de nuestra política interior consiste en mantener realmente el poder en manos del proletariado, o, más exactamente, en devolverle ese poder que le ha usurpado el aparato y reafirmar la dictadura del proletariado sobre la base de una mejora sistemática de las condiciones de existencia materiales de la clase obrera. No hay otras recetas, y tampoco se necesitan.

La Oposición tiene una línea justa. El trabajo consiste en hacer de ella la línea de la vanguardia proletaria. Para ello hemos de ser conscientes de la inmensa misión histórica que nos incumbe y ponernos en marcha con un coraje verdaderamente bolchevique.

* * *

[1] Se trata del plenum de julio de 1928 que ya había sido analizado por Trotsky en su carta "El plenum de julio y el peligro de derecha".

[2] Mekhlis: antiguo secretario personal de Stalin.

[3] Klim era el diminutivo de Vorochilov (Klement).

[4] Lev Davidovitch: Trotsky.

[5] Con el nombre de "decistas", Trotsky designa a los partidarios del centralismo democrático. Este grupo, formado en 1919, y cuyos militantes más conocidos son Sapranov y V. Smirnov, asimilaba el gobierno soviético a un gobierno burgués.


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