PROBLEMAS DE LA CONSTRUCCIÓN DEL EJÉRCITO

ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO ROJO

LA SITUACIÓN DEL EJÉRCITO ROJO

Respuestas a preguntas de un representante
de la prensa soviética

Me pregunta usted acerca de la situación general del Ejército Rojo. Como usted es representante de la prensa soviética, debo decirle de entrada que el tono con que los periódicos hablan actualmente del Ejército Rojo no me parece del todo justo. Indudablemente, el Ejército Rojo tiene ya grandes méritos. Pero todavía es demasiado pronto para hablar de él como si fuera invencible. Toda política revolucionaria debe ser profundamente realista. La política del bluff, de los efectos fáciles, de los amagos, de las mascaradas guerreras, nos es extraña y nos resulta dañina. Desde este punto de vista hay que confesar que el Ejército Rojo tiene todavía muchos defectos: aún tiene puntos débiles, y el suministro no ha alcanzado aún el nivel necesario. Dicho lo cual, no se puede negar que el Ejército Rojo ha efectuado enormes progresos en estos tres o cuatro últimos meses, un progreso que ha sido posibilitado por nuestro trabajo preliminar.
Hemos pasado sin transición del voluntariado a la movilización obligatoria de ciertas clases. Nos era indispensable una dirección militar local fuertemente estructurada y bien ubicada para llevar a cabo esa conscripción. Las estructuras ya existían. El mérito de su creación corresponde al antiguo Consejo Militar, que supo cumplir a maravilla con su tarea al organizar comisariatos militares de región, de provincia, de distrito y de cantón.
Desde el primer día de su existencia el Consejo Militar Superior basó su actividad en la justa reglamentación de las formaciones, y estableció las estructuras de éstas. Sin embargo, eran formaciones de difícil realización por falta de material humano, y su defecto mayor residía en su carencia de cuadros para la movilización.
Por eso las operaciones militares se resumían en el establecimiento de una débil línea de destacamentos, de dudosa fidelidad, sobre la frontera amenazada. De este lado de esa línea se efectuaba un trabajo intensivo destinado a poner en pie el aparato de movilización. No bien se terminaron los primeros bosquejos, intentamos una primera experiencia con la movilización en Moscú de los obreros de dos clases. Fue una experiencia que reveló ser completamente terminante. El mismo método se empleó en otras provincias y en todas partes donde ya hubiera estructuras más o menos válidas y una voluntad capaz de dirigirlas; la movilización se llevó a cabo a las mil maravillas.
El Consejo Militar Revolucionario de la República, creado en función de la situación militar internacional de la Rusia soviética, recibió en herencia del Consejo Militar Superior todas las premisas necesarias para la formación y el trabajo correcto. Pese a ello, y según se lo ha informado ya en tantas oportunidades a las autoridades competentes, con el mero aparato militar no habríamos podido obtener los resultados con que contamos hoy en día. El peligro mortal que pesaba sobre la Rusia soviética ubicó al departamento militar en el centro de la atención del poder soviético y de todos los servicios soviéticos, provocando así una poderosa afluencia de fuerzas soviéticas de primera calidad al departamento militar, sobre todo en los servicios y ejércitos de campaña.
Habría sido necesario seguir todo el proceso de saneamiento y educación de las jóvenes unidades inestables y de los ejércitos, en el frente para comprender el inmenso alcance, prácticamente decisivo, de la voluntad revolucionaria incorporada al aparato militar, a fin de obtener la victoria a cualquier precio; los funcionarios soviéticos, los viejos comunistas que se pusieron al servicio del ejército, poseían, Justamente, esa voluntad de hierro.
En honor a la verdad debo decir abiertamente que una parte de los funcionarios recientemente enviados al frente, no está a la altura de su tarea. Y es normal. Era imposible evitar que decenas y hasta centenas de, intrusos -a veces, inclusive, arrivistas envueltos en la bandera del comunismo- no lograran insinuarse ocasionalmente entre los millares de comisarios, organizadores y propagandistas. En el frente los intrusos deben someterse a una disciplina severa, engendrada por el estado de guerra y sostenida por la comprensión unánime de estar en el frente, no para divertirse, sino para llevar adelante un combate de vida o muerte. Portadores de falsos pasaportes de comunista, esos huéspedes de paso están evidentemente muy descontentos de ver el orden que reina en el frente, y a veces intentan compartir su estado de ánimo con quienes los rodean y hasta de hacerlo penetrar en la retaguardia.
Las secciones políticas de los ejércitos y los frentes, colocadas bajo la dirección de camaradas experimentados y seguros, aíslan y eliminan sin descanso de las filas de funcionarios-comunistas a esos elementos indeseables. En las unidades del Ejército Rojo se han formado células comunistas, y su papel educativo es esencial. Es cierto que ha habido y que aún hay errores y desinteligencias. Algunos soldados han podido imaginar que el título de comunista va ligado a privilegios, y en las células se ha asistido a una afluencia de buscadores de éstos. Las células comunistas formadas de manera prematura han llegado a veces a manifestar cierta tendencia a competir con los comandantes y los comisarios y a tomar ellas mismas la dirección de la unidad. Y ha habido igualmente comunistas que se aprovecharon de ello para sustraerse a las obligaciones primeras de todo soldado del Ejército Rojo.
Hablo con tanta franqueza de tales hechos por lo mismo que son excepcionales y provocan en el frente una enérgica respuesta de la aplastante mayoría de los funcionarios más conscientes. Las autoridades militares y del partido han explicado con toda claridad que dentro del Ejército Rojo el comunista no tiene más derechos que el soldado, cualquiera que sea éste, y sí, en cambio, tiene más deberes.
Como usted sabe, el problema de las relaciones con los especialistas militares es asimismo candente. Durante cierto tiempo amplios círculos del partido se han alarmado por ello. Hoy, cuando centenas de funcionarios del partido que son autoridad han trabajado en el frente y se han dado cuenta de la situación real, el "problema" de los especialistas militares ya no se plantea siquiera. A este respecto no hay ni puede haber problema alguno de, principio. Es asunto de experiencia y de estimación personal, de relación de fuerzas, de integración de los individuos decentes, de eliminación de los incapaces, de persecución de los traidores y de sostén total a los trabajadores honrados, concienzudos y capaces.
Todos saben que entre nosotros el comandante en jefe es el especialista militar. Espero que nadie entre los camaradas que están al corriente de la importante actividad del camarada Vatzetis tenga la idea de acusar al poder soviético por haber reclutado a este especialista militar. Hay especialistas militares en la dirección de los frentes: son oficiales del antiguo ejército que han recibido una formación militar superior. A la cabeza de los ejércitos hay tantos especialistas militares como jóvenes comandantes soviéticos que han pasado por la escuela de guerra de los guerrilleros. Y en adelante siempre habrá más comandantes soviéticos para asumir la dirección de grandes unidades, pues en nuestros días la experiencia y el papel de algunos de ellos aumentan rápidamente.
¿Que hay casos de traición? Sin duda alguna. Es inevitable que los haya a raíz de una guerra civil. Además de las traiciones de los especialistas militares están también las revueltas de los movilizados. Pero a nadie se le ocurre rechazar la conscripción. El problema hay que plantearlo de otra manera: hay que comprender que en la situación actual los casos aislados de traición de los especialistas no pueden en modo alguno conmover nuestro frente, y aun menos asestamos un golpe decisivo. Ya era evidente en el caso de Muraviev, cuando nuestro ejército era incomparablemente más débil que hoy y se distinguía por una estabilidad sumamente relativa.
Repito: adoptar una línea de conducta pro o contra los oficiales no es un problema de principio. Es un equívoco, una niñería. Hay que tomar los buenos trabajadores doquiera se los encuentre, ponerlos en el lugar que mejor les convenga y coordinar la experiencia y la voluntad revolucionaria para obtener los resultados indispensables.
Hace unos meses creamos la Dirección Central de Suministro y designamos a su frente a antiguos profesionales. No ha andado, aun cuando hayamos nombrado adjunto a los especialistas militares comisarios que eran viejos camaradas del partido. Unos no tenían voluntad ni verdadero deseo de obtener resultados, y otros carecían de la necesaria comprensión de las exigencias internas de ese sector. Pero en el curso de trece meses de régimen soviético se han educado nuevos especialistas en el sitio mismo, gracias a una formación militar regional o provincial.
En estos momentos, por ejemplo, al frente de la Dirección Central de Suministro se encuentra un militante del partido que tiene tras de sí una seria práctica de organizador.
Además hay que destacar que en el curso del trabajo común una serie de especialistas militares se han acercado al poder soviético y hasta al partido.
La suerte de los oficiales que en Ucrania o en el frente del Don han huido tampoco puede animarlos a romper con nuestro poder o a traicionarlo. Sobre el Don y bajo Denikin, los oficiales, rodeados por el odio de la población trabajadora, remplazan a los soldados en compañías y batallones enteros; saben muy bien que no habrá cuartel para ellos. En Ucrania los oficiales se han deshonrado al ponerse al servicio de Skoropadsky y de Guillermo; ya no tienen el menor sostén, y si la ayuda anglofrancesa no llega a tiempo están condenados a muerte.
Entretanto, los oficiales que desde un primer momento se han puesto al servicio de las autoridades de la Rusia soviética han tenido completa libertad para coadyuvar al fortalecimiento del poder militar del país. No es, pues, asombroso que se haya producido un giro en la conciencia de los oficiales que eran, bajo la influencia de la calumnia y debido a la falta de información, hostiles al poder soviético. Se han convencido de que la única fuerza por oponer durante este período tanto al imperialismo alemán como al imperialismo inglés era y sigue siendo el poder soviético.
Sé con certeza que un giro similar se ha producido asimismo en buen número de oficiales que se encuentran en Ucrania. Muchos de ellos desean regresar a Rusia, pero temen pesadas sanciones. La política del poder soviético no es una política de venganza con cargo al pasado; está dictada por la eficacia revolucionaria.
Plenamente de acuerdo con las instancias rectoras de nuestro partido, considero que es cabalmente posible dejar que vuelvan a Rusia aquellos antiguos oficiales que se presenten por sí solos para dar prueba de fidelidad y declarar que están dispuestos a servir en el puesto que se les indique.
Algunos camaradas se inquietan ante el pensamiento de que entre nosotros pueda desarrollarse el bonapartismo con motivo de la guerra revolucionaria. Esa es una aprensión que en verdad a nadie debería provocar insomnio. Acaso haya entre nosotros algunos cabos ambiciosos que veneren la historia de Napoleón. No obstante, el conjunto de la situación política, las relaciones de clases, la estructura del ejército y la situación internacional excluyen toda posibilidad de bonapartismo. En primer término, esta eventualidad queda desechada por el poder mismo de nuestro partido comunista: él es quien dirige toda la vida del país, él quien concierta la paz, conduce la guerra y controla a los comandantes, pequeños o grandes. Toda tentativa, en los medios militares o en otros, de oponerse al partido y de utilizar el ejército con fines extraños a la revolución comunista se verá sin falta condenada a un lamentable fiasco. La idea de semejante tentativa no podría, por lo demás, germinar en ningún espíritu sano.
Por lo que atañe a la posterior evolución de los acontecimientos militares, nada puedo decir por el momento. En general, la situación nos es favorable: en el este, donde continúa la lucha entre los socialistas revolucionarios y las bandas de Kolchak, y en el sur, donde las tropas de Petliura se inclinan hacia el poder soviético, los comunistas son más fuertes cada día. En el oeste seguimos avanzando, lo cual quiere decir que, en la medida en que combates decisivos de una superior dimensión nos opongan a las fuerzas del imperialismo anglofrancés, la línea de nuestros futuros enfrentamientos se alejará cada vez más de Moscú. El Consejo de Defensa consagra toda su energía a la movilización de la totalidad de las fuerzas y los medios del país. La productividad de las fábricas de guerra aumenta; en algunas empresas ha alcanzado un nivel sumamente alto. Somos, sin duda alguna, mucho más ricos en abastecimiento que lo que algunos se imaginan Debemos movilizar nuestras riquezas. Debemos, en particular, recuperar las armas de poco calibre que aún se hallan en manos de la población. Lo estamos haciendo. En la retaguardia estamos poniendo en pie importantes formaciones, que serán enviadas al frente en el momento decisivo. Los defectos son muchos e inmensas las tareas; pero tenemos sobrada razón para considerar confiados el porvenir.
Es cuanto puedo decirle.


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