Zija Xholi

 

La cultura nacional y su contenido

 


Publicación: La primera versión de la que tenemos conocimiento es el artículo de Z. Xholi, "National Culture and its Content", en Albania Today, No. 2 (63)/1982, p.p. 34-42. 
Traducción:  El texto del artículo "National Culture and its Content", fue traducido y publicado, con algunos cambios, por el gobierno de Albania en 1985 como folleto titulado Por una concepción más justa de la cultura nacional, en 1985. Una transcripción de aquél folleto, con un número de omisiones y errores de transcripción, se ha difundido en diversas páginas de internet. Para esta edición, se ha tomado aquella transcripción como base y se han hecho las enmiendas necesarias según el artículo "National Culture and its Content".
Esta edición electrónica: Marxists Internet Archive, enero de 2017.


 

En el VIII Congreso del Partido, el camarada Enver Hoxha señaló: «Nuestra vida socialista da a nuestra cultura, literatura y artes una mayor viveza, más dinamismo y frescura, las enriquece tanto en su contenido como en su forma.»[1] Nuestra vida socialista da a nuestra cultura, literatura y artes una mayor viveza, más dinamismo y frescura, las enriquece tanto en su contenido como en su forma.»

La cultura, como fenómeno social, constituye uno de los rasgos distintivos de la sociedad humana al estaar relacionada con toda la creación material y espiritual del ser humano en el proceso de producción y en el conjunto de su actividad social. En su nacimiento y desarrollo, la cultura se somete a las leyes generales de la sociedad. Como parte de la superestructura es reflejo de las condiciones materiales de la vida social y responde a sus exigencias, pero no de forma automática, ni como un producto pasivo. Por el contrario, desde su surgimiento pasa a ser un elemento muy activo, que acompaña a la vida de los hombres y a sus actividades de todo tipo, influyendo en ellas en un grado cada vez más alto. La cultura juega un gran papel social educativo, político e ideológico y se somete en especial a la ley de la lucha de clases.

En los regímenes explotadores, las clases dominantes reaccionarias, desde los esclavistas, los señores feudales hasta los burgueses, en franco antagonismo con las masas trabajadoras, se han esforzado en explotar el conjunto de la actividad y la creatividad cultural de la sociedad en favor de la realización de sus intereses de clase, a fin de que esta actividad justifique la opresión, la explotación y el antagonismo de clase.

Independientemente de estos objetivos y esfuerzos de las clases dominantes, no toda la cultura creada en cada país ha estado al servicio de aquéllos. Ello ha sido así porque, como en todas las demás esferas de la ideología, en la de la cultura han existido y existen dos tendencias opuestas fundamentales, que representan intereses diametralmente opuestos, los de las clases explotadoras y los de las masas trabajadoras. La primera tendencia es reaccionaria y la segunda es progresista, progresiva. Las clases explotadoras han podido explotar en su interés únicamente aquella parte de la cultura que corresponde a la tendencia reaccionaria, mientras se han esforzado en ignorar, relegar al olvido, menospreciar y hasta destruir a la otra parte de la cultura, precisamente a la progresista, que enlaza con las tradiciones positivas de cada nación.

La lucha que ha tenido lugar entre estas dos tendencias constituye la esencia de la lucha de clases que se ha desarrollado y se desarrolla en el terreno de la cultura, tanto ayer como hoy, en todos los países burgués-revisionistas.

La función reaccionaria de esa parte de la cultura que expresa los intereses de las clases explotadoras resulta particularmente sensible y obstaculiza de forma flagrante el desarrollo social, precisamente en los momentos cruciales de la sociedad, en los momentos en que maduran las condiciones para la destrucción ciel viejo orden social y el tránsito a un nuevo orden superior. Esta función obstaculizadora llega a ser tan flagrante que ha ocurrido que pensadores progresistas, queriendo desembarazarse de este obstáculo, han llegado a hacer llamamientos a rechazar todo el patrimonio cultural de la humanidad y a afirmar que el progreso cultural ha estado en razón inversa con el bien de la sociedad, que el desarrollo de la ciencia y del arte ha sido fatal para la sociedad y sólo ha traído consigo la degradación y la degeneración del ser humano. A tal paradoja llegó, por ejemplo, el eminente pensador francés del siglo XVIII, J. J. Rousseau.

Obviamente, no se debe buscar el mal exclusivamente en la cultura, corno pensaba Rousse.au, sino en otro factor más importante, en las relaciones económicas explotadoras y atrasadas, que en un momento determinado se transforman en obstáculo para el avance de la sociedad y son una fuente de opresión, de explotación y de todos los demás males del régimen explotador. Naturalmente, la cultura influye en la vida social y esta influencia depende de su carácter de clase. Ahora bien, quien ha ejercido una influencia negativa, degenerante y destructora para la humanidad no ha sido toda la cultura en general, sino únicamente una parte de ella, la reaccionaria, que ha sido creada y aprovechada en interés de las clases explotadoras y regresivas. Ea por eso que el problema se plantea de un modo diferente a como lo hacía Rousseau en su época. Así pues, en nombre del progreso social, se ha de renunciar no a toda la cultura anterior, sino únicamente a aquella parte que sirve a las clases dominantes reaccionarias, creando en su lugar una nueva cultura, progresista, que se coloque al servicio del progreso social y haga avanzar la sociedad. Esto lo comprendieron perfectamente los iluministas franceses del siglo XVIII, quienes criticaron y rechazaron con sus obras y su actividad al obscurantismo religioso, en tanto que ideología de la clase reaccionaria feudal, y crearon, simultáneamente, la nueva ideología burguesa que se convertiría en aquella época en el fundamento de una ciencia y un arte nuevos más progresistas, y que movilizaría e inspiraría al pueblo, a la «tercera capa», en la lucha contra el régimen feudal.

El gran papel de la cultura progresista en la liberación social y en el progreso de la sociedad fue comprendido cabalmente, asimismo, por los eminentes renacentistas albaneses, quienes con su actividad crearon y aportaron numerosos valores nuevos, progresistas y revolucionarios, a la cultura secular de nuestro pueblo. De este modo, enriquecida y sacada a la luz por nuestros renacentistas, expresada en la lengua albanesa y en un espíritu nacional, nuestra cultura nacional, en el período del Renacimiento Albanés, levantó a todo un pueblo e inspiró sus esfuerzos dirigidos a la realización de sus aspiraciones a la libertad, la independencia y la justicia social.

La cultura progresista de cada pueblo adquiere un gran valor particularmente cuando se lleva a cabo la revolución socialista y a lo largo de todo el proceso de la construcción del socialismo. Su función en la edificación socialista es incluso mucho mayor que en el pasado. Unicamente en el régimen de dictadura del proletariado puede desarrollarse libremente y de forma acele rada la cultura de cada pueblo, y sus logros en todos los terrenos y sectores redundar en el bien de toda la sociedad, ser disfrutados por las amplias masas trabajadoras.

Al igual que en numerosas cuestiones fundamentales de la vida de la sociedad, también en la de la cultura y de su relación con la revolución, los ideólogos de la burguesía y los revisionistas han suscitado enorme confusión y difunden puntos de vista de lo más anticientíficos y reaccionarios. Hace varios decenios que, tanto los ideólogos de la burguesía como los revisionistas, en sus esfuerzos por negar la necesidad de la revolución socialista, invocan la revolución técnico-científica y de forma distorsionada y con evidentes fines contrarrevolucionaríos intentan argumentar que en las actuales circunstancias de rápido desarrollo de la ciencia y la técnica es innecesaria la revolución socialista; sus tareas pueden ser realizadas simplemente por medio de la revolución técnico-científica. Esta teorización es enteramente anticientífica y en abierta oposición con la propia realidad, que demuestra todo lo contrario. Es decir, que la revolución técnico-científica en los países burgués-revisionistas no ha remediado ninguno de los graves males de que adolece el sistema de opresión y explotación. Al contrario, como es del todo natural en las condiciones seialadas por el dominio de la propiedad privada, los ha agravado y profundizado aún más. Todo nuevo invento, toda aplicación de la ciencia y la técnica moderna en las empresas capitalistas no sólo no se lleva a cabo en favor de los obreros, sino que conduce, necesariamente, a intensificar su explotación, al desempleo masivo, al empeoramiento de la situación económica de las masas trabajadoras y al aumento de las ganancias de los capitalistas. El desarrollo de la ciencia y la técnica es incapaz de eliminar ni modificar las leyes objetivas del desarrollo social. Las leyes de la revolución y de la transformación revolucionaria de la sociedad actúan también hoy, igual que en la época en que fueron descubiertas por los clásicos del marxismo-leninismo, con una necesidad rigwrosa. La única via de liberación de las masas trabajadoras de la opresión y la explotación continúa siendo hoy el camino de la revolución socialista y de la instauración de la dictadura del proletariado. Sólo cuando se implanta la dictadura del proletariado y la sociedad entra firmemente en el camino del socialismo, como es el caso de Albania, sólo entonces las realizaciones en todos los campos de la cultura, incluyendo los logros de la revolución técnico-científica, redundan en favor de los trabajadores, sólo entonces la revolución técnico-científica llega a ser una condición necesaria y parte inseparable del progreso del país.

La «teoria» que absolutiza el papel de la revolución técnico-científica en la sociedad, que reemplaza la revolución socialista por los éxitos en el desarrollo de la ciencia y la técnica, forma parte del cúmulo de «teorías» burguesas reformistas que, en nombre de la perpetuación del régimen capitalista, pretendep que el verdadero progreso en la sociedad no se logra mediante la revolución politico-social, sino por medio de la cultura, el perfeccionamiento moral y el desarrollo cultural. Un «teórico» original de esta «teoria» contemporánea ha sido el filósofo germano-americano Herbert Marcuse. Este presenta la actual sociedad capitalista como una sociedad que ¡ha logrado superar sus contradicciones internas, atraerse al proletariadoyhacer prácticamente imposible, incluso innecesaria, la revolución socialista! En las condiciones actuales -concluye-, no queda más que poner acento en el factor subjetivo, en el desarrollo de la conciencia, en la creación de un nuevo sujeto. La sociedad del futuro, creada por este nuevo sujeto, será, según Marcuse, una sociedad donde el hombre estará libre del trabajo, donde el amor y los demás instintos no serán limitados por nada, donde la vida será fantasía y juego, donde el arte -criatura de la imaginación- jugará un papel primordial para el hombre y su liberación. Estos son razonamientos extravagantes y totalmente infundados, que pretenden dar una falsa idea de la actual sociedad capitalista y deformar por completo la perspectiva histórica de la lucha revolucionaria del proletariado y del resto de las masas trabajadoras.

Las «teorías» de Marcuse, al igual que las de sus colegas burgués-revisionistas, carecen de base y ninguna de ellas ha sido confirmada. La historia ha seguido y sigue no el camino establecido por Marcuse, sino el anunciado y argumentado por Marx. Tal como ha demostrado el camarada Enver Hoxha en su obra El Imperialismo y la Revolución con numerosos hechos y datos extraídos de la actual situación mundial, el proletariado ha sido y continúa siendo la fuerza decisiva de la subversión revolucionaria y de la transformación socialista, y la revolución socialista violenta - la principal via para el derrumbamiento del capitalismo y la construcción de la nueva sociedad.

A pesar de que la vida no ha confirmado las «teorías» de Marcuse, muchoa de sus seguidores intentan directa o indirectamente mantenerlas vivas. Penetrados por los cuatro costados por el reformismo burgués, continúan inventando argumentos y difundiendo nuevas «teorías» en defensa del capitalismo y para negar la necesidad de la revolución política. Este papel han asumido hoy los llamados «nuevos filósofos» en Francia. Todos ellos son participantes o testigos de los acontecimientos franceses de 1968. Pretenden ser quienes generalizan la experiencia histórica de las situaciones contemporáneas en el mundo y dan recetas para curar las heridas de la sociedad y salvar a la humanidad. Pero a pesar de su pretencioso aparato, no van más allá de las conocidas tesis antiproletarias y contrarrevolucionarias de los revisionistas y reformistas que les precedieron. Los «nuevos filósofos» no se toman la molestia de disimular la idea de la negación de la revolución socialista, idea que se desprende de todos sus razonamientos. Proclaman en alta voz que «jamás seremos los dirigentes y los iluminadores de los pueblos, jamás nos pondremos "al servicio de los insurrectos"».[2]

Colocan en un mismo plano el estado y la cultura y reconocen a los dos el mismo papel; el de la opresión y la reacción. Foucault, uno de los «nuevos filósofos», pone de relieve este estrecho vínculo de la cultura con el estado, este papel reaccionario común a ambos, con estas palabras: «El poder del Estado está invariablemente ligado al conocimiento e, inversamente, el conocimiento al poder del Estado: no cabe decir que el poder del Estado requiere de tal ó cual descubrimiento, de este ó aquel conocimiento. Es el ejercicio del poder el que crea el material primario para el conocimiento que reune y utiliza información.»[3] Consecuentes con la idea del papel común del Estado y la cultura como factores de opresión, los «nuevos filósofos» extraen la conclusión, en su esencia oportunista, de que, del mismo modo que se debe renegar de todo Estado, se debe renegar de toda cultura, haciendo tabla rasa de toda la existente. El llamamiento a la «revolución cultural» es ya algo habitual en las obras de los «nuevos filósofos».

Los ideólogos y políticos burgueses y revisionistas juegan frecuentemente con las palabras, a menudo tienen presentes realidades enteramente diferentes de los que expresan con las palabras y terminos que utilizan. Los revisionistas chinos, por ejemplo, hablaban de «revolución cultural» y tras estas palabras se ocultaba otra realidad, relacionada con una violenta lucha política entre diferentes clanes revisionistas para lograr la supremacía en el poder en China.

A su vez, también los «nuevos filósofos» en Francia hablan de «revolución cultural», pero esta consigna tiene en sus labios un sentido y un objetivo enteramente diferente, incluso opuesto al que tiene en la teoría y la práctica revolucionaria del proletariado. Con la consigna de la «revolución cultural», los «nuevos filósofos» desplazan el centro de gravedad de la lucha por el progreso del terreno de la política al de la cultura, haciendo del progreso social una cuestión meramente cultural. Además, imaginan la «revolución cultural» como un resultado de la completa destrucción de la vieja cultura, de toda la cultura creada por la humanidad, y del comienzo de todo el proceso desde cero. De hecho, con su llamamiento a la «revolución cultural» en las condiciones en que se mantiene el régimen capitalista, pretenden apartar al proletariado y al resto de las masas trabajadoras del único camino de liberación y salvación, evitar el desmantelamiento del poder burgués y la instauración de la dictadura del proletariado que sólo se logra por medio de la revolución política. Además, tachando toda la cultura creada hasta hoy, suprimen una gran realización del pensamiento humano, el marxismo-leninismo, pretenden privar al proletariado de una ciencia que le inspira en su difícil lucha, que le muestra el camino de la victoria segura.

Los «nuevos filósofos» conciben erróneamente también el pr oceso mismo de creación de la nueva cultura. La nueva cultura o la «anticultura», como ellos la llaman, que guiará a la humanidad hacia el progreso, no se crea borrando toda la cultura, obra de la humanidad. La nueva y verdadera cultura, tal como señalaba Lenin, es continuación y asimilación crítica de los mejores logros alcanzados por la humanidad durante su desarrollo milenario.

En lo que respecta al nombre de «nuevos filósofos», con el que se denominan o con el que se hacen llamar una serie de escritores y publicistas en Francia, no es difícil distinguir, por las ideas y por las posiciones que defienden y argumentan en sus obras, que estos «filósofos» no son en absoluto nuevos. Por el contrario, sus puntos de vista sobre la creación de la nueva cultura o de la «anticultura» no difieren mucho de los puntos de vista de los adeptos de la «cultura proletaria» en la Rusia Soviética, que buscaban una cultura enteramente nueva, pura, sin ningún vinculo con la cultura anterior creada por la humanidad y por lo que fueron criticados por Lenin como antimarxistas y contrarrevolucionarios. Si el problema se enfoca en un plano más amplio, con su estrepitosa afirmación de que «Marx murió»[4], con su pretensión de desmentir el marxismo, son todavía más viejos y tan destinados a fracasar como todos los ideólogos de la burguesía y los revisionistas, que, desde el momento mismo en que apareció el marxismo, se han esforzado en vano por oponerse a él y desmentirlo.

La instauración de la dictadura del proletariado, la introducción de la sociedad en el camino de la construcción del socialismo y del comunismo plantea de un modo nuevo y con gran fuerza todos los problemas relativos a la cultura y su función en la sociedad. Como en todos los terrenos de la vida social, también en el de la cultura, la revolución socialista marca un viraje radical, que se opera en varias direcciones: a) en el contenido de la cultura y en sus ritmos de desarrollo; b) en su asimilación; c) en su función. Por lo que concierne al contenido, la cultura en las nuevas condiciones marcadas por la dictadura del proletariado y la construcción socialista se inspira en su conjunto en los intereses del proletariado, que son los de todas las masas trabajadoras. Con el tránsito al socialismo la cultura se enriquece y se desarrolla con ritmos mucho más rápidos que nunca y reviste íntegramente un neto contenido socialista conservando y desarrollando su propio carácter nacional. En cuanto a la creación y la asimilación, ahora la cultura se torna masiva, popular, es creada por las amplias masas trabajadoras y es en su totalidad propiedad y patrimonio de ellas. En lo que respecta, por último, a su función social, ya no está al servicio de los intereses de las clases explotadoras, como lo estuvo una parte de la cultura anterior que justificabs la opresión y la explotación del pueblo, sino quei sirve de poderoso medio para el incesante progreso de la sociedad hacia el socialismo y el co.. munismo. En la sociedad socialista la cultura conquista todo su valor, se ajusta a su verdadero destino, transformándose en terreno de expresión de las capacidades creadoras del hombre, además de jugar un notable papel en la educación ideológica de los trabajadores, en la formación de su conciencia socialista, de su nueva actitud frente al trabajo, la propiedad y la sociedad. Hace más hermosa y agradable la vida de los trabajadores, y les inspira y moviliza para emprender grandes obras al servicio del socialismo.

Las tres direcciones, en que se traduce y se opera el viraje radical en la nueva cultura de la sociedad socialista, tienen sus propias características y también sus propios problemas. En nuestro análisis abordaremos sólo una cuestión, la del estrecho vínculo existente entre el contenido socialista y la forma nacional de la nueva cultura, y, en este marco, trataremos la actitud de la nueva cultura socialista frente a la cultura del pasado.

La tendenciosidad proletaria de clase, el contenido socialista y la plena compenetración con la ideología marxista-leninista, fue el prímer requisito fundamental planteado por el Partido en  el terreno del desarrollo de la cultura socialista ante cada trabajador de este campo. Toda creación literaria y artística, todo elemento cultural debe inspirarse en los intereses de la clase obrera y contribuir a la realización de estos intereses. Es fácil deducir que en estas circunstancias la nueva cultura creada en la sociedad socialista difiere de aquella parte de la cultura anterior que estaba al servicio de las clases explotadoras y reaccionarias y es incluso antagónica en relación con ella. Por eso en su creación niega esa parte negativa, reaccionaria de la cultura anterior. Sólo que en este nacimiento, quizás más clara y visiblemente que en cualquier otro fenómeno social, actúa la dialéctica materialista, se materializa su exigencia de que lo nuevo que noce no es la completa negación de lo viejo que es negado, no pasa por alto todo su desarrollo anterior, sino que niega únicamente los aspectos y los elementos que obstaculizan el proceso de desarrollo y conserva y asimila los aspectos y elementos positivos y progresivos que contenía lo viejo y que ayudan a seguir adelante. Por esta dialéctica se ha guiado el Partido del Trabajo de Albania en su política y su práctica de muchos años para la creación de la cultura nueva, socialista. El Partido y el camarada Enver Hoxha han recomendado y argumentado que por muy nueva y revolucionaria que sea la cultura de la sociedad socialista, debe apoyarse en los elementos más sanos y progresistas de la cultura anterior, creada durante siglos por nuestro pueblo. «En los esfuerzos por la difusión de la cultura entre las masas», ha señalado el camarada Enver Hoxha, «se incorporaron todas las tradiciones y valores espirituaies sarcs, progresistas y democráticos que nuestro pueblo había creado durante siglos. . . Pero la herencia cultural del pasado no podía, por sí sola, satisfacer las exigencias de los constructores de la sociedad socialista. Fue preciso completarla y elevarla a un nivel superior con el desarrollo de la nueva cultura popular».[5]  El estrecho vínculo entre el contenido socialista revolucionario, el espíritu popular y la forma nacional constituye el rasgo fundamental de la cultura nueva, socialista, la piedra angular de su desarrollo.

La necesidad de apoyar el desarrollo de la cultura nueva, socialista, en la sana herencia cultural del pasado, así como de imprimirle una clara fisonomía nacional no emana de ningún sentimentalismo enfermizo ante lo viejo o de deseo alguno de exclusivismo, de encerrarse en el propio cascarón. Todo lo contrario, esta necesidad obedece a numerosas, profundas e importantes razones de carácter cultural, y sobre todo de carácter ideológico y político. Acentuando que «la burguesía imperialista siempre se ha esforzado por denigrar o hacer desaparecer las tradiciones culturales de los pueblos pequeños, el espíritu nacional de su arte y su cultura»[6], y que testo es uno de los caminos para realizar su agresión cultural y lograr someter a los pueblos», el camarada Enver Hoxha plantea la tarea de que «en estas condiciones resulta para nosotros aún más imperativa la lucha por la defensa de la fisonomía nacional del arte, del patrimonio cultural del pueblo».[7]

La importancia decisiva del patrimonio y la tradición nacional para la cultura socialista se relaciona con el hecho de que esta cultura puede progresar y desarrollarse únicamente apoyándose en la lengua nacional de cada pueblo. La lengua nacional es uno de los primordiales elementos que impr ime a la cultura socialista su forma distintiva nacional. Pero no es únicamente la lengua quien lo hace. Contribuyen a ello la mentalidad, la formación psíquica, las tradiciones, lai costumbres, las características peculiares de cada pueblo creadas y elaboradas durante siglos. De este modo el carácter nacional, como rasgo esencial de la cultura, está indisolublemente ligado a su propio contenido socialista, formando con él un todo único.

Una obra literaria y artística se ajusta a las exigencias del PTA y del pueblo cuando las gentes y los acontecimientos que se producen en su seno son apreciados y analizados desde el punto de vista de la ideología proletaria marxista-leninista y, además, cuando durante este análisis se tienen presentes la mentalidad y el patriotismo del albanés, formados durante siglos de vida y de esfuerzos en aras de la libertad, la existencia independiente y la justicia social. El camarada Enver ha dicno : «Nuestro arte de contenido socialista y revolucionario lleva el sello nacional, expresa la conciencia de nuestro pueblo en los grandes momentos históricos que hemos atravesado y atravesamos. Este arte gusta a las masas y es para ellas un alimento espiritual».[8] Por eso tiene importancia que los artistas, los escritores, las gentes de la cultura, estén formados con la ideología marxista-leninista, que conozcan, además, profundamente al pueblo, su historia, su lucha y tengan una clara comprensión de la tradición cultural nacional.

Lo nacional en el arte y en la cultura es un fenómeno complejo en el que influyen todos los procesos sociales, todas las relaciones de clase que han conducido al surgimiento y la consolidación de la nación. Como es sabido, la nación no apareció repentinamente en el vacío. Es la continuación y la consolidación de la etnia y más tarde de la nacionalidad, existente ya en las con, diciones del feudalismo. Los procesos que aceleraron y condicionaron la formación de la nación fueron los del desarrollo capitalista, por eso las clases colocadas en su cimiento fueron las que salieron de este proceso: la burguesía y el proletariado junto con el campesinado y el resto de las masas trabajadoras. Como hemos señalado más arriba, en la formación espiritual de la nación, en su cultura, dado que existen todavía las clases antagónicas y la explotación del hombre por el hombre, siempre existirán dos tendencias opuestas y antagónicas, la tendencia progresista y la reaccionaria. La tendencia progresista ha sido y es siempre intérprete de los intereses de las amplias masas trabajadoras, mientras que la tendencia reaccionaria ha expresado y expresa los intereses de las clases explotadoras, reaccionarias. Lenin tenía en cuenta este antagonismo cuando decía que en el régimen burgués hay en cada cultura nacional dos culturas, en cada tradición dos tradiciones: una que conrcierne a las clases dominantes reaccionarias terratenientes y burguesas y otra a la clase obrera y al resto de las masas trabajadoras explotadas.

Las clases dominantes reaccionarias presentan la tendencia reaccionaria de la cultura como la única cultura nacional, tratan de difundir la creencia en una cultura nacional al margen de las clases. Se esfuerzan por todos los medios por que esta cultura continúe siendo cultura dominante en la sociedad. Hacia la tendencia progresista, que de hecho constituye la auténtica cultura nacional de cada pueblo, mantienen una actitud de menosprecio, de -restricción y, cuando está dirigida abiertamente contra el régimen explotador existente e inspira a las masas para derrocarlo, entonces intentan destruirla. Los reaccionarios rusos, por ejemplo, en el período del zarismo, consideraban como tradición de la nación rusa, de su carácter y de su formación psíquica nacional la lealtad al zarismo, la fe en el dios y en la Iglesia. Los reaccionarios y los nazis alemanes consideraban como tradición distintiva de toda la nación alemana, de su carácter y su formación psíquica la «pureza de la sangre aria», la exclusividad de la nación alemana, su superioridad respecto a las demás naciones. Representantes del campo de la reacción en Albania como Koliqi y Fishta consideraban como rasgos distintivos de la nación albanesa el patriarcalismo y la fidelidad a todo lo viejo y retrógrado.

Aunque las clases explotadoras reaccionarias, y sobre todo la burguesía imperialista se han esforzado por dejar en la sombra y dar como superada, extemparánea, la tendencia progresista de la cultura de los pueblos, especialmente de los pueblos pequeñ.os y coloniales, no han logrado suprimir esta tendencia, que corstituye el verdadero cimiento nacion.al de la cultura de cada pueblo. Las masas trabajadoras de cada país, como creadoras y portadoras de esta cultura progresista, lucharon y luchan por mantenerla viva, preservarla y desarrollarla, porque saben que sin esca cultura desaparece toda posibilidad de existencia como nación independiente. Precisamente por estas elevadas motivaciones, decisivas para su existencia, se ha guiado nuestro pueblo durante toda su historia secular. Ha tenido que defender, mantener viva y desarrollar su cultura progresista nacional en las difíciles circunstancias de la ocupación romana, bizantina, eslava, otomana, hasta llegar a la ocupación fascista italo-alemana. Hoy, el pueblo albanés de Kosova y de las demás regiones albanesas en el territorio de Yugoslavia, está sosteniendo una resuelta lucha en defensa de su cultura y de sus tradiciones nacionales sanas y progresistas, en peligro de ser suprimidas por los chovinistas gran-serbios.

El PTA defendió, desarrolló, enriqueció, imprimIó un nuevo contenido socialista y puso al servicio de la edificación socialista del país precisamente esta cultura progresista secular del pueblo albanés.

Es interesante señalar que los valores no progresistas y los elementos reaccionarios son escasos en la cultura nacional del pueblo albanés, no sólo en la folklórica, creada directamente por él, sino también en la creada por diversas personalidades, artistas y escritores. Se trata de fenómenos caracteristicos de la cultura nacional de nuestro pueblo, que la distingue de las de muchos otros, en los que la influencia del obscurantismo eclesiástico y medieval es acentuada. El camarada Enver Hoxha pone de relieve estos fenómenos característicos y originales de nuestra cultura nacional y descubre su causa más profunda, que reside en el hecho de que nuestra cultura del pasado ha estado estrechamente ligada al pueblo, ruien «durante siglos se ha guiado siempre por las ideas progresistas de su liberación -su defensa, por la idea de la guerra justa contra los opresores, contra las rapaces ideologias imperialistas de los extranjeros».[9] Durante toda su historia los albaneses no han oprimido ni explotado a otro pueblo. Jamás han atacado ni desmembrado territorios ajenos. En tales circunstancias históricas, en los corazones y los pensamientos del pueblo sólo podían nacer ideas patrióticas hacia su país e ideas de amistad y fraternidad hacia los otros pueblos. Las obras artísticas y filosóficas de los grandes escritores albaneses del pasado desde Barleti hasta Naim y Sami Frashëri, Çajupi y Asdreni, Noli y Migjeni, junto a las creaciones de nuestro pueblo, atestiguan esta originalidad de la cultura nacional albanesa y de la formación psíquica del pueblo albanés en el pasado. Estos destacados escritores enriquecieron la cultura nacional albanesa con tantos valores progresistas, porque se ¡hicieron eco en sus creaciones de los pesares y las preocupaciones del pueblo, trataron los temas fundamentales que concernían a la vida de la nación y a su porvenir, y los enfocaron no con la óptica de los terratenientes y los beyes, sino con la del pueblo, de su lucha justa, de sus aspiraciones emancipadoras y revolucionarias.

Un problema que se plantea en el análisis de las características de la cultura y de la tradición cultural, de gran importancia no sólo teflrica sino también práctica, es el vínculo y la interacción existente entre el carácter, la forma nacional de la cultura y su espíritu popular. La forma nacional y el espíritu popular son dos rasgos característicos de la cultura, estrechamente ligados entre sí. Cuanto más espíritu popular posea la cultura, cuanto más acentuado sea su carácter democrático, es decir, cuanto más elevada sea la participación de las amplias masas populares en la creación y el desarrollo de la cultura, tanto más tendrá ésta fisonomía nacional, porque de este modo expresa los intereses, la conciencia y el estado espiritual de la mayoría de la nación.

A pesar de que la ligázón entre estas dos características de la cultura es estrecha y evidente, en los regímenes explotadores, en general, se oponen numerosos obstáculos a su plena realización. Esto sucede a causa de la ideología reaccionaria de la clase dominante, de la burguesía imperialista, cuyos intereses, por estar en contradicción con los de las masas trabajadoras, no pueden permitir un desarrollo amplio y masivo de la cultura a cargo de las propias masas. Por el contrario, esta clase suministra a las masas una cultura prefabricada y estandarizada opuesta a sus aspiraciones y tendente a mantenerlas bajo el yugo del capital. Es ésta la razón por la que hoy las masas trabajadoras de los países burguésrevisionistas están boicoteando y abandonando cada vez más los cines y los teatros, las exposiciones y las librerías, incluso las pantallas de televisión, donde predominan un pseudoarte y una pseudocultura, en los cuales es difícil distinguir no sólo el espíritu popular, sino tampoco las características nacionales.

El encauzamiento de un pueblo por el ca de vida y organización social socialista, trae consigo cambios cualitativos en su cultura. Con la supresión del poder político de la burguesía y de la propiedad privada, con la liquidación de las clases explotadoras y de la explotación del hombre por el hombre, se crean en la sociedad socialista nuevas premisas extraordinariamente favorables para un desarrollo cualitativo general, en amplitud y profundidad, de la cultura. Ahora la cultura nacional es depurada y desaparece de ella la tendencia reaccionaria que expresaba los intereses de las clases explotadoras. La otra parte de la cultura, la progresiva, la que ha expresado siempre los intereses, los sentimientos y los anhelos del pueblo sencillo, es conservada, enriquecida y desarrollada aún más, se enlaza estrechamente con la nueva cultura que se crea durante el período de la construcción socialista, se pone al servicio de la causa del socialismo.

De este modo, en la sociedad socialista, donde han desaparecido las clases explotadoras y es la clase obrera en alianza con el campesinado trabajador quien está en el poder, la creatividad cultural, todo el tesoro cultural se crea y se coloca al servicio de la totalidad de las masas trabajadoras. El propio pueblo es el creador y el «propietario» exclusivo de toda esta riqueza cultural. Así, la cultura en su conjunto, teniendo contenido proletario, se convierte al mismo tiempo en popular, y todo este contenido proletario socialista y este espíritu popular se realiza en una forma plenamente nacional.

Este nexo orgánico entre el contenido socialista, la fisonomía nacional y el espíritu popular de la nueva cultura, en la sociedad socialista es creado por la puesta en práctica de la justa linea del partido marxista-leninista.

En relación con lo que señalamos más arriba, veamos someramente un nuevo aspecto. ¿Qué recibe la nueva cultura socialista de la cultura nacional anterior y cómo lo hace?

Cuando se dice que la cultura socialista debe apoyarse en la cultura nacional anterior, se trata únicamente de la parte progresista de esta última, en la que se han expresado los sentimientos, las aspiraciones y los intereses más íntimos del pueblo.

Las obras del camarada Enver Hoxha arrojan una nueva luz no sólo sobre la necesidad de que la cultura socialista se apoye en la cultura nacional progresista del pasado, sino también sobre la valoración del patrimonio cultural y de las características de la cultura de nuestra nación, creadas durante siglos. En oposición a las actitudes nihilistas y denigrantes de los enemigos internos y externos del pueblo albanés frente a su cultura nacional progresista, el camarada Enver Hoxha señala que el pueblo albanés posee un rico patrimonio cultural, que con el tránsito al socialismo aumentó y se enriqueció aún más, que su nueva cultura socialista nació y creció, no como un regalo traído del exterior, sino como una continuación natural de la gran riqueza espiritual del pueblo albanés formada durante siglos y trasmitida de generación en generación. El camarada Enver Hoxha ha dicho: «Cuán justa ha sido la línea de nuestro Partido de salvaguardia del gran patrimonio del pueblo y de la patria, de esa gran riqueza espiritual que ha mantenido viva a nuestra nación, ante tormentas y tempestades. Cuán justa lucha han librado el Partido y los trabajadores de nuestro arte y de nuestra cultura popular para erradicar la malas hierbas que asfixiaban este jardín tan florecido, sacándolo a la luz, y sobre su base, siguiendo la tradición positiva, creando su continuación natural, la cultura de un país socialista, apoyada firmemente en el cimiento y el manantial nacionales, conservando sus bellas formas y aumentando la belleza de su contenido, imprimiéndole un contenido socialista revolucionario. Desarrollaron este contenido revolucionario, porque éste no nos cayó del cielo, ni nos lo trajeron en maleta del exterior, sino que lo heredamos de nuestros antepasados».[10]

Son testimonio del sano patrimonio de la cultura nacional albanesa, de sus valores patrióticos y populares las obras de los escritores y pensadores del pueblo albanés, especialmente las de destacadas personalidades del Renacimiento Nacional y de la Independencia Nacional. Pero la cultura progresista nacional del pasado, la tradición popular, no se circunscribe únicamente a las obras artísticas y a la literatura cultiv ada. Es mucho más amplia y rica. Se incluyen en ella, como parte constitutiva e importante del arte, las canciones y danzas, todo el folklore de nuestro pueblo. El camarada Enver Hoxha, hablando del folklore como parte de la cultura nacional, nos enseña que no debe ser reducido a unas cuantas canciones y danzas, sino debe ser visto en toda su variedad. «El folklore», ha dicho el camarada Enver Hoxha, «es muy amplio, tal como es amplia la vida del pueblo. El folklore es la canción, la lahuta, la flauta, el tambor, las canciones de Labëria, de Muzeqe, de Devoll, de Dibra, de Shkodra, etc. Por otro lado, no pueden ser disociados del folklore ni el cuarteto popular improvisado, la poesía y las fábulas populares, ni las bodas, los lutos, las alegrías, las amarguras, ni los trajes policromos, los diversos cortes y costuras, ni la artesamía popular con sus gustos nacionales, ni tampoco las costumbres, las leyes escritas y no escritas, etc., etc.»[11]

La riqueza, la fuerza artística, la originalidad del folklore del pueblo albanés tiene sus propias razones, que emanan, obviamente, de las circunstancias de su vida, de las condiciones históricas en las que está obligado a vivir, trabajar y luchar. Las circunstancias enormemente difíciles de la ocupación romana, bizantina y sobre todo otomana, cuando nuestro pueblo era objeto de una terrible campaña de asimilación, islamización y supresión de la identidad nacional, dificultaban extremadamente la creación y el funcionamiento de verdaderas escuelas o instituciones culturales en albanés. Además, el propio desarrollo y ejercicio de la lengua albanesa escrita fue obstaculizado por el ocupante con todos los medios de que disponía. Pero estas difíciles circunstancias no helaron el corazón ni reprimieron el pensamiento al albanés. Continuó sintiendo, pensando y creando, incluso con uxia fuerza inigualable, en consonancia con los difíciles acontecimientos por los que atravesaba y se desarrollaba su vida nacional. Lo que no podía hacer por escrito lo hacía oralmente en las canciones, las improvisaciones poéticas, los cuentos populares, los refranes, que transmitiéndose de boca en boca se convertían en patrimonio del pueblo, que expresaba su talento artístico en las danzas, en los trajes, en la artesanía. A través de una creación así, original, folklórica, el pueblo albanés ha logrado mantener vivas durante siglos sus tradiciones combativas y culturales, mostrar su capacidad y afirmarse en el terreno de la creación artística e intelectual con una autoridad tan grande que el camarada Enver Hoxha califica la creación artística de nuestro pueblo de «algo grandioso, que sólo el genio del pueblo lo realiza en el arte a la perfección».

La cultura nacional del pasado, expresada en las obras de los artistas y escritores, así como en el folklore, con sus valores progresistas, patrióticas y populares, ha sido de una gran importancia en el momento histórico en que fue creada. Gracias al cuidadoso trabajo del PTA para mantener vivos estos valores y para enriquecerlos cada vez más, conserva su importancia educativa patriótica y militante también hoy día, es la querida compañera de la vida y la lucha de la generación actual, que construye el socialismo. Las mejores obras de nuestros escritores del pasado conservan todavía hoy su valor educativo, además de constituir una fuente de conocimientos. Por su parte las canciones, las danzas, los trajes folklóricos, etc. continúan despertando interés y proporcionando gozo artístico y orgullo nacional a las gentes de nuestra sociedad socialista.

La cultura nacional progresista del pasado, la creación artística popular conserva valores incalculables para el presente también en otro aspecto: es una fuente de inspiración, por su contenido y forma, para los artistas y escritores del realismo socialista. Eâcritores y artistas destacados del realismo socialista en Albania han alcanzado éxitos no sólo por haber coiocado en el centro de su creatividad los grandes temas de la vida del pueblo, no sólo por haberlos tratado desde el punto de vista del realismo socialista, sino porque sus creaciones tienen una clara fisonomía nacional, han conservado todo lo que de hermoso y valioso ha aportado el pueblo albanés a la literatura y el arte. El contenido socialista, estrechamente vinculado a la forma nacional y al espíritu popular, ha permitido que nuestra cultura socialista haya ganado la originalidad que permite al lector, al espectador o al estudioso albanés o extranjero distinguirla fácilmente de las culturas de los dernás pueblos. Este rasgo original, los valores nue anorta a la cultura progresista mundial y su elevado nivel de presentación han hecho posible que nuestra cultura socialista rebase las fronteras de nuestra patria, suscite interés y resulte próxima a numerosos lectores y oyentes extranjeros. En relación con el gran valor de nuentro patrimonio nacional y la importancia que reviste el que los escritores y artistas se inspiren «en la creatividad, el trabajo y las aspiraciones de este pueblo» para producir obras originales, el camarada Enver Hoxha ha puesto de relieve: «Si te alejas de este cimiento, no sirves a tu pueblo, ni los otros pueblos tienen por qué valorarte, porque no aportas nada nuevo al acervo común de la cultura y el arte progresistas mundiales».[12]

La justa actitud hacia la cultura nacional del pasado y hacia la sana tradición popular, los esfuerzos por imprimir al arte y a la literatura del realismo socialista una clara fisonomía nacional, trascienden el marco de un problema meramente creador para convertirse en un agudo problema político. Conservando y desarrollando todos los elementos sanos y progresistas de la cultura nacional del pasado y de la tradición popular, los artistas y escritores de la sociedad socialista crean el arte que necesita el pueblo, alimentan y enaltecen el orgullo nacional por sus valores y su contribución singular a la cultura y al arte, ayudan al Partido en la educación comunista de las masas, en su preparación para hacer frente a la agresión ideológica imperialista-revisionista.

Los mejores rasgos progresistas de la cultura nacional, al igual que la lengua nacional, pueden considerarne como la tarjeta de identidad de una nación. Están ligados a su existencia misma. Por eso la clase obrera y el resto de las masas trabajadoras, junto con sus propios representantes revolucionarios se esfuerzan por preservar a toda costa y desarrollar aún más sus mejores tradiciones nacionales. Pero esto lo saben bien los agresores, los imperialistas y los revisionistas, los chovinistas de todo color. Es una verdad sabida que la resistencia de los pueblos es vencida más fácil y rápidamente cuando éstos ven quebrantada su confianza en las propias fuerzas y valores, que los pueblos pueden ser vencidos no sólo por la fuerza de las armas, sino también por la de la cultura, mediante la degeneración del contenido progresista y revolucionario de su sana cultura y la suntitución de ésta por la cultura y la ideología regresiva imperialista. Las consignas de la internacionalización del arte y la cultura, de la libre circulación de ideas y culturas, las acusaciones que lanzan los imperialistas, los revisionistas y los chovinistas a diestro y siniestro a propósito del supuesto «provincialismo», «nacionalismo» y «estrechez» de quienes conservan la cultura popular y la sana tradición nacional persiguen el único objetivo de borrar todo lo que de bueno y de valioso han aportado los pueblos por medio de su cultura y su arte y de imponerles el arte y la cultura decadentes y antipopulares.

En sus esfuerzos por realizar su política gran-rusa en detrimento de los otros pueblos y poblaciones que habitan en la Unión Soviética, los revisionistas soviéticos han erigido en principio la negación de la tradición y de la cultura nacional de las diversas repúblicas de la Unión Soviética. Declaran sin tapujos que «el desarrollo de la cultura de los pueblos de nuestro país no se lleva a cabo por medio de la «conservación» de estos o aquellos elementos de una cultura dada so pretexto de conservar su originalidad. Esto conducir ía a la estrechez nacional, al "provincionalismo nacional"».[13] Un objetivo en esencia idéntico persiguen los chovinistas servios en Yugoslavia, quienes pretenden calificar de «nacionalismo romántico caduco y de chovinismo condenable» las aspiraciones y los esfuerzos de la población albanesa de Kosova y de las otras comarcas por conservar, cultivar y desarrollar el acervo de la nación, la lengua materna, la cultura nacional, las tradiciones patrióticas.

Estas pretensiones de los chovinistas y los revisionistas actuales están en contradicción flagrante con las enseñanzas marxistas de Lenin y Stalin acerca de la cuestión nacional. El Partido del Trabajo de Albania ha desenmascarado y rechazado las tergiversaciones revisionistas y ha seguido el camino marxista-leninista en toda la teoría y la práctica de la creación y del desarrollo del arte y la literatura socialista en nuestro país. «La ideología burguesa y revisionista», escribe el camarada Enver Hoxha, «nos ataca por los cuatro costados. Los enemigos de nuestro país y del marxismo-leninismo quisieran que nos dedicáramos a pesar las cosas en «balanza de precisión», que nos metiéramos en discusiones académicas y dejáramos que el lobo se introdujera en nuestro redil. Cerremos la puerta al lobo y matémoslo de un balazo. Poco nos importa que nos califiquen de salvajes porque en nuestros escenarios se toque nuestros antiguos instrumentos, la gaita y el tambor, o porque hayamos concedido un lugar de honor a las danzas con trajes populares. Lo importante para nosotros es únicamente defender la Patria, el pueblo, el marxismoleninismo y el socialismo. Y éstos son defendidos cuando se defiende todo lo que es nacional por la forma y socialista por el contenido».[14]

También en la lucha ideológica, al igual que eß todos los demás terrenos de la lucha de clases, el frente exterior actúa conjuntamente con el frente interior conformando un frente único. Con el fin de elaborar una correcta política marxistaleninista en relación con la actitud de la nueva cultura socialista hacia la cultura nacional del pasado y de materializarla en la práctica de nuestra revolución ideológica y cultural, nuestro Partido ha tenido que sostener, asimismo, una violenta lucha ideológica contra los revisionistas y los enemigos del Partido dentro del país. Todos los desviacionistas y traidores han despneciado la cultura nacional progresista del pasado y las sanas tradiciones de nuestro pueblo, han intentado separar por completo la rueva cultura socialista de la cultura anterior de nuestro pueblo, para lograr que éste aceptara una cultura degenerada y decadente burgués-revisionista. Esta posición antisocialista y antinacional se observó con particular claridad en los puntos de vista y las posturas de los enemigos del Partido Fadil Paçrami y Todi Lubonja. Poniendo al descubierto desenmascarando toda su actividad antipartido en el terreno de la cultura el camarada Enver Hoxha escribía: «Estos elementos se han opuesto al brillante pasado de nuesiro pueblo, a su ardiente patriotismo en cada período de la historia; negaban y odiaban la antigua cultura de nuestro pueblo, las maravillosas usanzas y costumbres progresistas, negaban y odiaban sus canciones, su música y su folklore, que llamaban «gangrena» de la música que pretend an restaurar en nuestra patria socialista. Ellos eran cosmopolitas de los más degenerados».[15]

Los 40 años de edificación socialista en Albania han sido años de un enorme y perseverante trabajo del Partido por crear una cultura nueva, socialista, por la educación y la foxrrnación cultural e ideológica socialista de la juventud y de todas las masas trabajadoras. Se trata de un proceso que ha marchado paralelo al descubrimiento, valoración, revaloración y enriquecimiento de todos los valores progresistas de nuestra cultura naclonal del pasado, de las tradiciones y los hábitos progresistas de nuestro pueblo. Los acontecimientos más importantes de la !historia del pueblo albanés, las más ilustres perso;znlidades de su historia y su cultura, la secular vida espiritual expresada en la lengua, las canciones, las danzas, los refranes, las costumbres se han ecnvertido en objeto de estudio e investigación, han entrado en el fondo áureo de nuestra cultura socialista actual y del patrimonio espiritual de nuestro pueblo. Han penetrado no de forma pasiva, como un simple testimonio del pasado, sino de manera activa, como una creación que proporciona placer estético a los oyentes y lectores de nuestros días, ayuda a su educación y formación patriótica, cultural y artística, así como inspira a los proprios creadores, artistas y escritores en la compusición y la redacción ele sus nuevas obras.

La práctica de la revolución cultural en nuestro país demuestra que la cultura socialista no puede avanzar ni desarrollarse correctamente sin apoyxrse en los elementos más sanos y progresistas ole la cultura nacional del pasado, en la tradición popular, sin valorarlos y asimilarlos de manera crítica. Por otra parte, esta tradición se valoriza, se conserva y adquiere una nueva vida en las condiciones de la revolución cultural socialista.

Si nuestra cultura socialista ha conocido su actual florecimiento, si ha superado con sus valores las fronteras de la patria y ha hallado resonancia y buena acogida entre los pueblos de los demás países, ello se debe al hecho de que nuestros trabajadores de la cultura, los artistas y escritores, inspirndos y dirigidos por las orientaciones ideológico-estéticas marxista-leninistas de nuestro Partido y por las eseñanzas del camarada Enver Hoxha, han colocado siempre los grandes e importantes tomas de la viola del pueblo en el centro de la creación, la ejecución y la interpretación de sus obras, se han atenido en su tratamiento a la tradición nacional y al espíritu popular, manteniendo siempre puro y sano el contenido socialista. Siguiendo este camiao, nuestra cultura socialista conocerá un florecimiento aún mayor, se enriquecerá con obras aún más bellas y mas vigorosas.

 

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NOTAS

[1] Enver Hoxha, Report to the 8th Congress of the PLA, p. 135, ed. en inglés. [Ver: E. Hoxha, Informe ante el VIII Congreso del Partido del Trabajo de Albania, México, Grupo de Amistad México-Albania, 1981, p. 154]

[2] H. Bernard Lévy, Le barbarie au visage humain, p. 211.

[3] Foucault, Microphysique du pouvoir, p. 38

[4] El «nuevo filósofo» Jean-Maríe Benoist publicó, con este título, un libro repleto de razonamientos antirrevolucionarios en 1970. (Nota del autor)

[5] Enver Hoxha, Sobre la literatura y el arte, p. 309, ed. albanesa.

[6] Enver Hoxha, Ibid., p.p. 391-392.

[7] Enver Hoxha, Ibid., p. 392.

[8] Enver Hoxha, Ibid., p. 384.

[9] Enver Hoxha, Ibid., p. 131.

[10] Enver Hoxha, Ibid., p. 466.

[11] Enver Hoxha, Ibid., p. 217.

[12] Enver Hoxha, Ibid., p. 495.

[13] Voprosi filozofi, No. 8, 1976, p. 19.

[14] Enver Hoxha, Sobre la literatura y el arte, p. 230, ed. albanesa.

[15] Enver Hoxha, Ibid., pp. 465-466.