Índice


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LA GUERRA CIVIL EN FRANCIA

MANIFIESTO DEL CONSEJO GENERAL DE LA

ASOCIACION INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES

A TODOS LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACION EN EUROPA

Y LOS ESTADOS UNIDOS

I

El 4 de septiembre de 1870, cuando los obreros de París proclamaron la república, casi instantáneamente aclamada de un extremo de otro de Francia sin una sola voz disidente, una cuadrilla de abogados arribistas, con Thiers como estadista y Trochu como general, se posesionaron del Hôtel de Ville. Por aquel entonces estaban imbuidos de una fe tan fanática en la misión de París para representar a Francia en todas las épocas de crisis históricas que, para legitimar sus títulos usurpados de gobernantes de Francia, consideraban suficiente exhibir sus actas ya caducas de diputados por París. En nuestro segundo manifiesto sobre la pasada guerra, cinco días después del encumbramiento de estos hombres, os decíamos ya quiénes eran [*]. Sin embargo, en la confusión provocada por la sorpresa, con los verdaderos jefes de la clase obrera encerrados todavía en las prisiones bonapartistas y los prusianos avanzando a toda marcha sobre París, la capital toleró que asumieran el poder bajo la expresa condición de que su solo objetivo sería la defensa nacional. Ahora bien, París no podía ser defendido sin armar a su clase obrera, organizándola como una fuerza efectiva y adiestrando a sus hombres en la guerra misma. Pero París en armas era la revolución en armas. El triunfo de París sobre el agresor prusiano hubiera [215] sido el triunfo del obrero francés sobre el capitalista francés y sus parásitos dentro del Estado. En este conflicto entre el deber nacional y el interés de clase, el gobierno de la defensa nacional no vaciló un instante en convertirse en un gobierno de la traición nacional.

Su primer paso consistió en enviar a Thiers a deambular por todas las Cortes de Europa para implorar su mediación, ofreciendo el trueque de la república por un rey. A los cuatro meses de comenzar el asedio de la capital, cuando se creyó llegado el momento oportuno para empezar a hablar de capitulación, Trochu, en presencia de Julio Favre y de otros colegas de ministerio, habló en los siguientes términos a los alcaldes de París reunidos:

«La primera cuestión que mis colegas me plantearon, la misma noche del 4 de septiembre, fue ésta: ¿Puede París resistir con alguna probabilidad de éxito un asedio de las tropas prusianas? No vacilé en contestar negativamente. Algunos de mis colegas, aquí presentes, certificarán la verdad de mis palabras y la persistencia de mi opinión. Les dije —en estos mismos términos— que, con el actual estado de cosas, el intento de París de afrontar un asedio del ejército prusiano, sería una locura. Una locura heroica —añadía—, sin duda alguna; pero nada más... Los hechos» (dirigidos por él mismo) «no han dado un mentís a mis previsiones».

Este precioso y breve discurso de Trochu fue publicado más tarde por el señor Corbon, uno de los alcaldes allí presentes.

Así, pues, en la misma noche del día en que fue proclamada la república, los colegas de Trochu sabían ya que su «plan» era la capitulación de París. Si la defensa nacional hubiera sido algo más que un pretexto para el gobierno personal de Thiers, Favre y Cía., los advenedizos del 4 de septiembre habrían abdicado el 5, habrían puesto al corriente al pueblo de París sobre el «plan» de Trochu y le habrían invitado a rendirse sin más o a tomar su destino en sus propias manos. En vez de hacerlo así, aquellos infames impostores optaron por curar la locura heroica de París con un tratamiento de hambre y de cabezas rotas, y engañarle mientras tanto con manifiestos grandilocuentes, en los que se decía, por ejemplo, que Trochu, «el gobernador de París, jamás capitularía» y que Julio Favre, ministro de Negocios Extranjeros, «no cedería ni una pulgada de nuestro territorio ni una piedra de nuestras fortalezas». En una carta a Gambetta, este mismo Julio Favre confiesa que contra lo que ellos se «defendían» no era contra los soldados prusianos, sino contra los obreros de París. Durante todo el sitio, los matones bonapartistas a quienes Trochu, muy previsoramente, había confiado el mando del ejército de París, no cesaban de hacer chistes desvergonzados, en sus cartas íntimas, sobre la bien conocida burla de la defensa (véase, por ejemplo, [216] la correspondencia de Alfonso Simón Guiod, comandante en jefe de la artillería del ejército de París y Gran Cruz de la Legión de Honor, con Susane, general de división de artillería, correspondencia publicada en el "Journal Officiel" [36] de la Comuna). Por fin, el 28 de enero de 1871 [37], los impostores se quitaron la careta. Con el verdadero heroísmo de la máxima abyección, el Gobierno de la Defensa Nacional, al capitular, se convirtió en el gobierno de Francia integrado por prisioneros de Bismarck, papel tan bajo, que el propio Luis Bonaparte, en Sedán [38], se arredró ante él. Después de los acontecimiento del 18 de marzo, en su precipitada huida a Versalles, los capitulards [39] dejaron en las manos de París las pruebas documentales de su traición, para destruir las cuales, como dice la Comuna en su proclama a las provincias,

«esos hombres no vacilarían en convertir a París en un montón de escombros bañado por un mar de sangre».

Además, algunos de los dirigentes del gobierno de la defensa tenían razones personales especialísimas para buscar ardientemente este desenlace.

Poco tiempo después de sellado el armisticio, el señor Millière, uno de los diputados por París en la Asamblea Nacional, fusilado más tarde por orden expresa de Julio Favre, publicó una serie de documentos judiciales auténticos demostrando que Favre, que vivía en concubinato con la mujer de un borracho residente en Argel, había logrado, por medio de las más descaradas falsificaciones cometidas a lo largo de muchos años, atrapar en nombre de los hijos de su adulterio una cuantiosa herencia, con la que se hizo rico; y que en un pleito entablado por los legítimos herederos, sólo pudo conseguir salvarse del escándalo gracias a la connivencia de los tribunales bonapartistas. Como estos escuetos documentos judiciales no podían descartarse fácilmente, por mucha energía retórica que se desplegase, Julio Favre, por primera vez en su vida, dejó la lengua quieta, aguardando en silencio a que estallase la guerra civil, para denunciar frenéticamente al pueblo de París como a una banda de criminales evadidos de presidio y amotinados abiertamente contra la familia, la religión, el orden y la propiedad. Y este mismo falsario, inmediatamente después del 4 de septiembre, apenas llegado al Poder, puso en libertad, por simpatía, a Pic y Taillefer, condenados por estafa bajo el propio Imperio, en el escandaloso asunto del periódico "L'Étendard" [40]. Uno de estos caballeros, Taillefer, que tuvo la osadía de volver a París bajo la Comuna, fue reintegrado inmediatamente a la prisión. Y entonces Julio Favre, desde la tribuna de la Asamblea Nacional, exclamó que París estaba poniendo en libertad a todos los presidiarios.

[217]

Ernesto Picard, el Joe Miller [*] del gobierno de la defensa nacional, que se nombró a sí mismo ministro de Hacienda de la república después de haberse esforzado en vano por ser ministro del Interior del Imperio, es hermano de un tal Arturo Picard, individuo expulsado de la Bolsa de París por tramposo (véase el informe de la Prefectura de Policía del 13 de julio de 1867) y convicto y confeso de un robo de 300.000 francos, cometido siendo gerente de una de las sucursales de la "Société Générale" [41], rue Palestro, núm. 5 (véase el informe de la Prefectura de Policía del 11 de diciembre de 1868). Este Arturo Picard fue nombrado por Ernesto Picard redactor jefe de su periódico "L'Électeur Libre" [42]. Mientras los especuladores vulgares eran despistados por las mentiras oficiales de esta hoja financiera ministerial, Arturo Picard andaba en un constante ir y venir del Ministerio de Hacienda a la Bolsa, para negociar en ésta con los desastres del ejército francés. Toda la correspondencia financiera cruzada entre este par de dignísimos hermanitos cayó en manos de la Comuna.

Julio Ferry, que antes del 4 de septiembre era un abogado sin pleitos, consiguió, como alcalde de París durante el sitio, hacer una fortuna, amasada a costa del hambre de los demás. El día en que tenga que dar cuenta de sus malversaciones, será también el día de su sentencia.

Como se ve, estos hombres soló podían encontrar "tickets-of-leave"[*]* entre las ruinas de París. Hombres así eran precisamente los que Bismarck necesitaba. Hubo un barajar de naipes y Thiers, hasta entonces inspirador secreto del gobierno, apareció ahora como su presidente, teniendo por ministros a "ticket-of-leave-men".

Thiers, ese enano monstruoso, tuvo fascinada durante casi medio siglo a la burguesía francesa por ser la expresión intelectual más acabada de su propia corrupción como clase. Ya antes de hacerse estadista había revelado su talento para la mentira como historiador. La crónica de su vida pública es la historia de las desdichas de Francia. Unido a los republicanos antes de 1830, cazó una cartera bajo Luis Felipe, traicionando a Laffitte, su protector. Se congració con el rey a fuerza de atizar motines del populacho contra el clero —durante los cuales fueron saqueados la iglesia de Saint Germain L'Auxerrois y el palacio del arzobispo— [218] y actuando, como lo hizo contra la duquesa de Berry [43], a la par de espía ministerial y de partero carcelario. La matanza de republicanos en la rue Transnonain y las leyes infames de septiembre contra la prensa y el derecho de asociación que la siguieron, fueron obra suya [44]. Al reaparecer como jefe del gobierno en marzo de 1840, asombró a Francia con su plan de fortificar a París [45]. A los republicanos, que denunciaron este plan como un complot siniestro contra la libertad de París, les replicó desde la tribuna de la Cámara de Diputados:

«¡Cómo! ¿Suponéis que puede haber fortificaciones que sean una amenaza contra la libertad? En primer lugar, es calumniar a cualquier Gobierno, sea el que fuere, creyendo que puede tratar algún día de mantenerse en el Poder bombardeando la capital... Semejante Gobierno sería, después de su victoria, cien veces más imposible que antes».

En realidad, ningún gobierno se habría atrevido a bombardear París desde los fuertes más que el gobierno que antes había entregado estos mismos fuertes a los prusianos.

Cuando el rey Bomba[*], en enero de 1848 , probó sus fuerzas contra Palermo, Thiers, que entonces llevaba largo tiempo sin cartera, volvió a levantarse en la Cámara de los Diputados:

«Todos vosotros sabéis, señores diputados, lo que está pasando en Palermo. Todos vosotros os estremecéis de horror» (en el sentido parlamentario de la palabra) «al oír que una gran ciudad ha sido bombardeada durante cuarenta y ocho horas. ¿Y por quién? ¿Acaso por un enemigo exterior, que pone en práctica las leyes de la guerra? No, señores diputados, por su propio gobierno. ¿Y por qué? Porque esta ciudad infortunada exigía sus derechos. Y por exigir sus derechos, ha sufrido cuarenta y ocho horas de bombardeo.... Permitidme apelar a la opinión pública de Europa. Levantarse aquí y hacer resonar, desde la que tal vez es la tribuna más alta de Europa, algunas palabras» (sí, cierto, palabras) «de indignación contra actos tales, es prestar un servicio a la humanidad... Cuando el regente Espartero, que había prestado servicios a su país» (lo que nunca hizo Thiers), «intentó bombardear Barcelona para sofocar su insurrección, de todas partes del mundo se levantó un clamor general de indignación».

Diez y ocho meses más tarde, el señor Thiers se contaba entre los más furibundos defensores del bombardeo de Roma por un ejército francés [46]. La falta del rey Bomba debió consistir, por lo visto, en no haber hecho durar el bombardeo más que cuarenta y ocho horas.

Pocos días antes de la revolución de Febrero, irritado por el largo destierro de cargos y pitanza a que le había condenado Guizot, y venteando la inminencia de una conmoción popular, Thiers, en aquel estilo seudoheroico que le ha valido el apodo de «Mirabeau-mouche» [*]*, declaraba ante el parlamento:

[219]

«Pertenezco al partido de la revolución, no sólo en Francia, sino en Europa. Yo querría que el gobierno de la revolución no saliese de las manos de hombres moderados..., pero aunque el gobierno caiga en manos de espíritus exaltados, incluso en las de los radicales, no por ello abandonaré mi causa. Perteneceré siempre al partido de la revolución».

Vino la revolución de Febrero. Pero, en vez de desplazar al ministerio Guizot para poner en su lugar un ministerio Thiers, como este hombrecillo había soñado, la revolución sustituyó a Luis Felipe por la república. Durante los primeros días del triunfo popular se mantuvo cuidadosamente oculto, sin darse cuenta de que el desprecio de los obreros le resguardaba de su odio. Sin embargo, con su proverbial valor, permaneció alejado de la escena pública, hasta que las matanzas de Junio [47] le dejaron el camino expedito para su peculiar actuación. Entonces, Thiers se convirtió en la mente inspiradora del partido del orden [48] y de su república parlamentaria, ese interregno anónimo en que todas las fracciones rivales de la clase dominante conspiraban juntas para aplastar al pueblo y las unas contra las otras en el empeño de restaurar cada cual su propia monarquía. Entonces como ahora, Thiers denunció a los republicanos como el único obstáculo para la consolidación de la república; entonces, como ahora, habló a la república como el verdugo a Don Carlos: «Tengo que asesinarte, pero es por tu bien». Ahora, como entonces, tendrá que exclamar al día siguiente de su triunfo: L'Empire est fait, el Imperio está hecho. Pese a sus prédicas hipócritas sobre las libertades necesarias y a su rencor personal contra Luis Bonaparte, que se sirvió de él como instrumento, dando una patada al parlamento (fuera de cuya atmósfera artificial nuestro hombrecillo queda, como él sabe muy bien, reducido a la nada), encontramos su mano en todas las infamias del Segundo Imperio: desde la ocupación de Roma por las tropas francesas hasta la guerra con Prusia, que él atizó arremetiendo ferozmente contra la unidad alemana, no por considerarla como un disfraz del despotismo prusiano, sino como una usurpación contra el derecho conferido a Francia de mantener desunida a Alemania. Aficionado a blandir a la faz de Europa, con sus brazos enanos, la espada del primer Napoleón, cuyo limpiabotas histórico era, su política exterior culminó siempre en las mayores humillaciones de Francia, desde el tratado de Londres de 1840 [49] hasta la capitulación de París en 1871 y la actual guerra civil, en la que lanza contra París, con permiso especial de Bismarck, a los prisioneros de Sedán y Metz [50]. A pesar de la versatilidad de su talento y de la variabilidad de sus propósitos, este hombre ha estado toda su vida encadenado a la rutina más fósil. Se comprende que las corrientes subterráneas más profundas de la sociedad moderna [220] permanecieran siempre ignoradas para él; pero hasta los cambios más palpables operados en su superficie repugnaban a aquel cerebro, cuya energía había ido a concentrarse toda en la lengua. Por eso, no se cansó nunca de denunciar como un sacrilegio toda desviación del viejo sistema proteccionista francés. Siendo ministro de Luis Felipe, se mofaba de los ferrocarriles como de una loca quimera; y desde la oposición, bajo Luis Bonaparte estigmatizaba como una profanación todo intento de reformar el podrido sistema militar de Francia. Jamás en su larga carrera política, tuvo que acusarse de la más insignificante medida de carácter práctico. Thiers sólo era consecuente en su codicia de riqueza y en su odio contra los hombres que la producen. Cogió su primera cartera, bajo Luis Felipe, más pobre que una rata y la dejó siendo millonario. Su último ministerio, bajo el mismo rey (el de 1 de marzo de 1840), le acarreó en la Cámara de los Diputados una acusación pública de malversación a la que se limitó a replicar con lágrimas, mercancía que maneja con tanta prodigalidad como Julio Favre u otro cocodrilo cualquiera. En Burdeos, su primera medida para salvar a Francia de la catástrofe financiera que la amenazaba fue asignarse a sí mismo un sueldo de tres millones al año, primera y última palabra de aquella «república ahorrativa», cuyas perspectivas había pintado a sus electores de París en 1869. El señor Beslay, uno de sus antiguos colegas del Parlamento de 1830, que, a pesar de ser un capitalista, fue un miembro abnegado de la Comuna de París, se dirigió últimamente a Thiers en un cartel mural:

«La esclavización del trabajo por el capital ha sido siempre la piedra angular de su política y, desde el día en que vio la República del Trabajo instalada en el Hôtel de Ville, no ha cesado un momento de gritar a Francia: ¡Esos son unos criminales!».

Maestro en pequeñas granujadas gubernamentales, virtuoso del perjurio y de la traición, ducho en todas esas mezquinas estratagemas, maniobras arteras y bajas perfidias de la guerra parlamentaria de partidos; siempre sin escrúpulos para atizar una revolución cuando no está en el Poder y para ahogarla en sangre cuando empuña el timón del gobierno; lleno de prejuicios de clase en lugar de ideas y de vanidad en lugar de corazón; con una vida privada tan infame como odiosa en su vida pública, incluso hoy, en que representa el papel de un Sila francés, no puede por menos de subrayar lo abominable de sus actos con lo ridículo de su jactancia.

La capitulación de París, entregando a Prusia no sólo París, sino toda Francia, vino a cerrar la larga cadena de intrigas traidoras [221] con el enemigo que los usurpadores del 4 de septiembre habían empezado aquel mismo día, según dice el propio Trochu. De otra parte, esta capitulación inició la guerra civil, que ahora tenían que hacer con la ayuda de Prusia, contra la república y contra París. Ya en los mismos términos de la capitulación se contenía la encerrona. En aquel momento, más de una tercera parte del territorio estaba en manos del enemigo; la capital se hallaba aislada de las provincias y todas las comunicaciones desorganizadas. En estas circunstancias era imposible elegir una representación auténtica de Francia, a menos que se dispusiese de mucho tiempo para preparar las elecciones. He aquí por qué el pacto de capitulación estipulaba que habría de elegirse una Asamblea Nacional en el término de 8 días; así fue cómo la noticia de las elecciones que iban a celebrarse no llegó a muchos sitios de Francia hasta la víspera de éstas. Además, según una cláusula expresa del pacto de capitulación, esta Asamblea había de elegirse con el único objeto de votar por la paz o por la guerra, y para concluir en su caso un tratado de paz. La población no podía dejar de sentir que los términos del armisticio hacían imposible la continuación de la guerra y de que, para sancionar la paz impuesta por Bismarck, los peores hombres de Francia eran los mejores. Pero, no contento con estas precauciones, Thiers, ya antes de que el secreto del armisticio fuera comunicado a los parisinos, se puso en camino para una gira electoral por provincias, con objeto de galvanizar y resucitar el partido legitimista, que ahora, unido a los orleanistas, habría de ocupar la vacante de los bonapartistas, inaceptables por el momento. Thiers no tenía miedo a los legitimistas. Imposibilitados para gobernar a la moderna Francia y, por tanto, desdeñables como rivales, ¿qué partido podía servir mejor como instrumento de la contrarrevolución que aquel partido cuya actuación, para decirlo con palabras del mismo Thiers (Cámara de Diputados, 5 de enero de 1833),

«había estado siempre circunscrita a tres recursos: la invasión extranjera, la guerra civil y la anarquía»?

Ellos, por su parte, creían firmemente en el advenimiento de su reino milenario retrospectivo, tanto tiempo anhelado. Ahí estaban las botas de una invasión extranjera pisoteando a Francia; ahí estaban un Imperio caído y un Bonaparte prisionero; y ahí estaban ellos otra vez. Evidentemente, la rueda de la historia había marchado hacia atrás, hasta detenerse en la Chambre introuvable de 1816 [51]. En las asambleas de la república, de 1848 a 1851, estos elementos habían estado representados por sus cultos y entrenados campeones parlamentarios; ahora irrumpían [222] en escena los soldados de filas del partido, todos los Pourceaugnacs [*] de Francia.

En cuanto esta asamblea de «rurales» [52] se congregó en Burdeos, Thiers expuso con claridad a sus componentes, que había que aprobar inmediatamente los preliminares de paz, sin concederles siquiera los honores de un debate parlamentario, única condición bajo la cual Prusia les permitiría iniciar la guerra contra la república y contra París, su baluarte. En realidad, la contrarrevolución no tenía tiempo que perder. El Segundo Imperio había elevado a más del doble la deuda nacional y había sumido a todas las ciudades importantes en deudas municipales gravosísimas. La guerra había aumentado espantosamente las cargas de la nación y había devastado implacablemente sus recursos. Y para completar la ruina, allí estaba el Shylock [*] prusiano, con su factura por el sustento de medio millón de soldados suyos en suelo francés y con su indemnización de cinco mil millones [53], más el 5 por ciento de interés por los pagos aplazados. ¿Quién iba a pagar esta cuenta? Sólo derribando violentamente la república podían los monopolizadores de la riqueza confiar en echar sobre los hombros de los productores de ésta las costas de una guerra que ellos, los monopolizadores, habían desencadenado. Y así, la incalculable ruina de Francia estimulaba a estos patrióticos representantes de la tierra y del capital a empalmar, ante los mismos ojos del invasor y bajo su alta tutela, la guerra exterior con una guerra civil, con una rebelión de los esclavistas.

En el camino de esta conspiración se alzaba un gran obstáculo: París. El desarme de París era la primera condición para el éxito. Por eso, Thiers le conminó a que entregase las armas. París estaba, además, exasperado por las frenéticas manifestaciones antirrepublicanas de la Asamblea de los «rurales» y por las declaraciones equívocas del propio Thiers sobre el fundamento legal de la república; por la amenaza de decapitar y descapitalizar a París; por el nombramiento de embajadores orleanistas; por las leyes de Dufaure sobre las letras y los alquileres vencidos [54], que suponían la ruina para el comercio y la industria de París; por el impuesto de dos céntimos creado por Pouyer-Quertier sobre cada ejemplar de todas las publicaciones imaginables; por las sentencias de muerte contra Blanqui y Flourens; por la supresión de los periódicos republicanos; por el traslado de la Asamblea Nacional a Versalles; por la prórroga del estado de sitio proclamado por Palikao y al que puso fin el 4 de septiembre; por el nombramiento de Vinoy, el décembriseur [55], para gobernador de París, de Valentin, el gendarme bonapartista, para prefecto de policía y de d'Aurelle de Paladines, el general jesuita, para comandante en jefe de la Guardia Nacional parisina.

[223]

Y ahora vamos a hacer una pregunta al señor Thiers y a los caballeros de la defensa nacional, recaderos suyos. Es sabido que, por mediación de el señor Pouyer-Quertier, su ministro de Hacienda, Thiers contrató un empréstito de dos mil millones. Ahora bien, ¿es verdad o no:

1. que el negocio se estipuló asegurando una comisión de varios cientos de millones para los bolsillos particulares de Thiers, Julio Favre, Ernesto Picard, Pouyer-Quertier y Julio Simon y

2. que no habría que hacer ningún pago hasta después de la «pacificación» de París [56]?

En todo caso, debía haber algo muy urgente en el asunto, pues Thiers y Julio Favre pidieron sin el menor pudor, en nombre de la mayoría de la Asamblea de Burdeos, la inmediata ocupación de París por las tropas prusianas. Pero esto no encajaba en el juego de Bismarck, como, a su regreso a Alemania, lo declaró éste, irónicamente y sin tapujos, ante los asombrados filisteos de Francfort.


NOTAS

[*] Ver en "Obras Escogidas", Ed. Cartago, Bs. As., 1957, págs. 337-341. (N. de la Edit.)

[36] 145. El "Journal Officiel de la Repúblique Française" («Diario oficial de la República Francesa») se publicó en París desde el 20 de marzo hasta el 24 de mayo de 1871 y era el órgano oficial de la Comuna de París, manteniendo el nombre del diario oficial del Gobierno de la República Francesa, que se publicaba en París desde el 5 de septiembre de 1870 (durante la Comuna de París se publicó con el mismo nombre en Versalles el periódico del Gobierno de Thiers). El número del 30 de marzo salió con el título "Journal Officiel de la Commune de Paris". La carta de Simon Guiod apareció en el periódico el 25 de abril de 1871.- 216

[37] 146. El 28 de enero de 1871, Bismarck y Favre, representante del Gobierno de la Defensa Nacional, suscribieron la «Convención de armisticio y capitulación de París». La vergonzosa capitulación significaba la traición a los intereses nacionales de Francia. Al firmar la Convención, Favre aceptó las humillantes exigencias prusianas de pagar en dos semanas una contribución de 200 millones de francos y entregar la mayor parte de los fortines de París, la artillería de campaña y las municiones del ejército de París.- 216

[38] 106. El 2 de setiembre de 1870, el ejército francés fue derrotado en Sedán, quedando prisioneras las tropas, con el mismo emperador. Del 5 de setiembre de 1870 al 19 de marzo de 1871, Napoleón III y el mando se hallaban en Wilhelmshöle (cerca de Kassel), castillo de los reyes de Prusia. La catástrofe de Sedán precipitó la caída del Segundo Imperio y desembocó el 4 de setiembre de 1870 en la proclamación de la república en Francia. Se formó un Gobierno nuevo, el llamado «Gobierno de la Defensa Nacional».- 175, 192, 206, 216, 273

[39] 147. Capitulards (capituladores), apodo que se daba a los partidarios de la capitulación de París durante el asedio de 1870-1871. Posteriormente, la palabra entró en el idioma francés para designar a todos los capituladores.- 216

[40] 148. "L'Étendard" («El Estandarte»), periódico francés de tendencia bonapartista, que se publicó en París desde 1866 hasta 1868. Dejó de aparecer al descubrirse las estafas que le servían de fuentes de ingresos.- 216

[*] En lugar de Joe Miller, la edición alemana dice Karl Vogt, y la edición francesa, Falstaff. Joe Miller: conocido actor inglés del siglo XVIII. Karl Vogt: demócrata burgués alemán, que se convirtió en agente de Napoleón III. Falstaff: personaje fanfarrón y aventurero de las obras dramáticas de Shakespeare. (N. de la Edit.)

[41] 149. Trátase de la "Société Générale du Crédit Mobilier", gran banco francés (sociedad anónima), fundado en 1852. "Crédit Mobilier" estaba estrechamente ligado a los medios gubernamentales del Segundo Imperio. En 1867, la Sociedad quedró, liquidándose en 1871.- 217

[42] 150. "L'Électeur Libre" («El Elector Libre»), periódico francés, órgano de los republicanos de derecha, se publicó en París de 1868 a 1871; en 1870-1871 estuvo ligado al Ministerio de Finanzas del Gobierno de la Defensa Nacional.- 217

[**] En Inglaterra, suele darse a los delincuentes comunes, después de cumplir la mayor parte de la condena, unas licencias con las que se les pone en libertad y bajo la vigilancia de la policía. Estas licencias se llaman tickets-of-leave, y a sus portadores se les conoce con el nombre de ticket-of-leavemen. (Nota a la edición alemana de 1871.)

[43] 151. El 14 y el 15 de febrero de 1831, protestando contra una manifestación legitimista en la misa en memoria del duque de Berry, en París, una multitud destrozó la iglesia de Saint Germain l'Auxerrois y el palacio del arzobispo de Quelen. Thiers, que presenció el ataque a la iglesia y al palacio del arzobispo, les estuvo convenciendo a los soldados de la Guardia Nacional que dejaron a la multitud hacer lo que quería.

En 1832, por disposición de Thiers, a la sazón ministro del Interior, fue detenida la duquesa de Berry, madre del duque de Chambord, pretendiente al trono francés, y sometida a un humillante examen médico, con el fin de hacer público su matrimonio clandestino y comprometerla políticamente.- 218

[44] 152. Marx se refiere al bochornoso papel de Thiers (a la sazón ministro del Interior) en el aplastamiento de la insurrección de las masas populares de París contra el régimen de la monarquía de Julio el 13 y el 14 de abril de 1834. La estrangulación del movimiento fue acompañada de atrocidades por parte de los militares, los cuales dieron muerte, en particular, a todos los moradores de una casa de la calle Transnonain.

Las leyes de setiembre, leyes reaccionarias contra la prensa, fueron promulgadas por el Gobierno francés en setiembre de 1835. Con arreglo a las mismas se castigaban con reclusión en la cárcel o con grandes multas en metálico los actos contra la propiedad y el régimen político vigente.- 218

[45] 153. En enero de 1841, Thiers propuso en la Cámara de los diputados un proyecto de construcción de fortificaciones en torno a París. En los medios democráticos revolucionarios se acogió ese proyecto como una medida preparatoria para aplastar los movimientos populares. En el proyecto de Thiers se preveía la construcción de poderosos fortines en las cercanías de los barrios obreros.- 218

[*] Apodo de Fernando II, rey de las Dos Sicilias. (N. de la Edit.)

[46] 154. En abril de 1849, Francia aliada de Austria y Nápoles, organizó la intervención contra la República de Roma, con el fin de aplastarla y restaurar el poder seglar del papa. Las fuerzas francesas bombardearon cruelmente la ciudad de Roma. Pese a su heroica resistencia, la República fue derrocada, y Roma fue ocupada por las tropas francesas.- 218

[**] Mirabeau-mosca. (N. de la Edit.)

[47] 19. La insurrección de Junio, heroica insurrección de los obreros de París el 23-26 de junio de 1848, reprimida con inaudita crueldad por la burguesía francesa, fue la primera gran guerra civil entre el proletariado y la burguesía.- 25, 172, 190, 212, 219, 331

[48] 155. El partido del orden, partido de la gran burguesía conservadora, surgió en 1848 y era una coalición de dos minorías monárquicas de Francia: los legitimistas y los orleanistas (véase la nota 125); desde 1849 hasta el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 tenía una situación dirigente en la Asamblea Legislativa de la Segunda República.- 219, 253

[49] 156. El 15 de julio de 1840, Inglaterra, Rusia, Prusia, Austria y Turquía suscribieron en Londres, sin la participación de Francia, una convención de ayuda al sultán turco contra el gobernante egipcio Mohamed Alí, al que apoyaba Francia. La firma de esta convención creó un peligro de guerra entre Francia y la coalición de las potencias europeas. Sin embargo, el rey Luis Felipe no se atrevió a emprenderla y renunció a la ayuda a Mohamed Alí.- 219

[50] 157. Movido por el deseo de reforzar el ejército versallés para aplastar el movimiento revolucionario de París, Thiers se dirigió a Bismarck pidiéndole permiso para aumentar el contingente de tropas a cuenta de los prisioneros de guerra, principalmente de los ejércitos que habían capitulado en Sedán y Metz.- 219

[51] 158. La «Chambre introuvable» («Cámara inefable»), Cámara de los Diputados de Francia en los años 1815-1816 (los primeros años de la Restauración), constaba de extremistas reaccionarios.- 221

[*] Personaje de una comedia de Moliére, que encarna al tipo del pequeño terrateniente obtuso y limitado. (Nota de la Ed.)

[52] 159. «Asamblea de los rurales» o «parlamento de terratenientes», apodo dado a la Asamblea Nacional de 1871, reunida en Burdeos y constituida en su mayor parte por reaccionarios monárquicos: terratenientes de provincia, funcionarios, rentistas y comerciantes elegidos en las circunscripciones rurales. Sobre un total de 630 diputados a la Asamblea, alrededor de 430 eran monárquicos.- 222, 264

[*] Shylock: tipo de usurero del drama de Shakespeare «El mercader de Venecia». (Nota de la Ed.)

[53] 128. Se alude al tratado preliminar de paz entre Francia y Alemania firmado en Versalles el 26 de febrero de 1871 por Thiers y J. Favre, de una parte, y Bismarck, de otra. Según las condiciones del tratado, Francia cedía a Alemania el territorio de Alsacia y la parte oriental de Lorena y le pagaba una contribución de guerra de 5 mil millones de francos. El tratado definitivo de paz fue firmado en Francfort del Meno el 10 de mayo de 1871.- 193, 222, 314, 371

[54] 160. El 10 de marzo de 1871, la Asamblea Nacional adoptó una ley prorrogando los pagos de las deudas contraídas entre el 13 de agosto y el 12 de noviembre de 1870. Dicha ley no se extendía a las deudas contraídas después del 12 de noviembre. Eso asestó un duro golpe a los obreros y las capas modestas de la población y suscitó la quiebra de muchos industriales y comerciantes pequeños.- 222

[55] 161. Se llamaba décembriseur (decembrista) a todo participante en el golpe de Estado emprendido por Luis Bonaparte el 2 de diciembre de 1851 y partidario de las acciones en el espíritu de dicho golpe.- 222

[56] 162. Según informaban los periódicos, del empréstito interior emitido por el Gobierno de Thiers, el propio Thiers y otros miembros de su Gobierno debían recibir más de 300 millones de francos en concepto de retribución de «corretaje». El 20 de junio de 1871, después de aplastada la Comuna de París, la ley del empréstito fue aprobada.- 223


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