VII
Algunas semanas después de la Conferencia, llegaron a Londres los caballeros Albert Richard y Gaspard Blanc, los miembros más influyentes y más ardientes de la Alianza, encargados de reclutar, entre los refugiados franceses, auxiliares dispuestos a trabajar por la restauración del Imperio, único medio, según ellos, de desembarazarse de Thiers y de llenar el estómago. El Consejo General previno contra sus manejos bonapartistas a los interesados, entre otros, al Consejo federal de Bruselas.
En enero de 1872 se quitaron la careta, publicando el folleto «E l I m p e r i o y l a n u e v a F r a n c i a. Llamamiento del pueblo y de la juventud a la conciencia francesa», por Albert Richard y Gaspard Blanc. Bruselas, 1872.
Con la acostumbrada modestia de los charlatanes de la Alianza, espetan el reclamo siguiente:
[300]
«Nosotros, que habíamos formado el gran ejército del proletariado francés... nosotros, los jefes más influyentes de la Internacional en Francia [*], afortunadamente no hemos sido fusilados, y aquí estamos para enarbolar frente a ellos (los parlamentarios ambiciosos, los republicanos bien cebados, los sedicentes demócratas de toda especie), la bandera bajo cuyos pliegues combatimos y para lanzar a la Europa atónita, a pesar de las calumnias, a pesar de las amenazas, a pesar de los ataques de toda índole que nos esperan, este grito que emerge del fondo de nuestra conciencia y que resonará muy pronto en el corazón de todos los franceses: «¡Viva el emperador!»
«A Napoleón III, difamado y escarnecido, hay que rehabilitarlo con todo esplendor».
Y los señores Albert Richard y Gaspard Blanc, pagados con cargo a los fondos secretos de Invasión III, tienen el encargo especial de obtener esta rehabilitación.
Por lo demás, confiesan:
«El desarrollo normal de nuestras ideas nos ha hecho imperialistas».
He aquí una confesión que debe agradar a sus correligionarios de la Alianza. Como en los dichosos días de la "Solidarité", A. Richard y G. Blanc endilgan sus viejas frases sobre el «abstencionismo político» que, según les dicta su «desarrollo normal» no es un hecho sino bajo el despotismo más absoluto: cuando los trabajadores se abstienen de toda ingerencia política como el preso se abstiene de pasearse al sol.
«El tiempo de los revolucionarios» —dicen— «ha pasado... El comunismo ha sido desterrado a Alemania y a Inglaterra; sobre todo a Alemania. Es por cierto allí donde ha sido elaborado seriamente, desde hace tiempo, [301] para difundirse a continuación por toda la Internacional. Y este progreso inquietante de la influencia alemana en la Asociación ha contribuido no poco a paralizar su desarrollo, o más bien, a darle un nuevo curso en las secciones del centro y mediodía de Francia que no han aceptado jamás consignas de ningún alemán».
¿No parece oír al gran hierofante [*] que, como ruso, se atribuye desde la fundación de la Alianza la especial misión de representar a las razas latinas?, ¿o a los «verdaderos misioneros» de la "Révolution Sociale" (2 de noviembre de 1871), que denuncian
«la marcha atrás que tratan de imprimir a la Internacional los cerebros alemanes y bismarckianos»?
¡Pero, afortunadamente, la verdadera tradición no se ha perdido, los señores Albert Richard y Gaspard Blanc no han sido fusilados! Su «trabajo» personal consiste en «dar un nuevo curso» a la Internacional en el centro y mediodía de Francia, tratando de fundar secciones bonapartistas que, por razón de su tendencia, son esencialmente «autónomas».
En cuanto a la constitución del proletariado en partido político, recomendada por la Conferencia de Londres, «después de la restauración del Imperio, nosotros» (Richard y Blanc)
«acabaremos pronto, no sólo con las teorías socialistas, sino con ese comienzo de realización de ellas que se manifiesta en la organización revolucionaria de las masas». En una palabra, explotando el gran «principio de la autonomía de las secciones», que «constituye la verdadera fuerza de la Internacional... sobre todo en los países de raza latina»... ("Révolution Sociale" del 4 de enero),
esos señores cuentan con la anarquía en la Internacional.
La anarquía: he aquí el gran caballo de batalla de su maestro Bakunin, que, de los sistemas socialistas, no ha tomado más que las etiquetas. Todos los socialistas entienden por anarquía lo siguiente: una vez conseguido el objetivo de la clase obrera —la abolición de las clases—, el poder del Estado, que sirve para mantener a la gran mayoría productora bajo el yugo de una minoría explotadora poco numerosa, desaparece y las funciones de gobierno se transforman en simples funciones administrativas. La Alianza toma el rábano por las hojas. Proclama que la anarquía en las filas proletarias es el medio más infalible para romper la potente concentración de fuerzas sociales y políticas que los explotadores tienen en sus manos. Con este pretexto, pide a la Internacional, en el momento en que el viejo mundo trata de aplastarla, que substituya [302] su organización por la anarquía. La policía internacional no pide otra cosa para eternizar la república de Thiers, cubriéndola con el manto imperial [*].
Londres, 5 de marzo de 1872
33, Rathbone Place
Escrito por C. Marx y Se publica de acuerdo con el texto
F. Engels entre mediados de enero del folleto.
y el 5 de marzo de 1872.
Publicado en forma de folleto Traducido del francés.
en Ginebra, en 1872.
[*] Bajo el título «¡A la picota!», la "Egalité" (de Ginebra) del 15 de febrero de 1872, dice: «Aún no ha llegado la hora de contar la historia de la derrota del movimiento por la Comuna en el mediodía de Francia. Pero, la mayor parte de nosotros hemos sido testigos de la lamentable derrota de la insurrección del 30 de abril en Lyon y, desde ahora, podemos afirmar que el fracaso de esta insurrección se debe en parte a la cobardía, a la traición y al robo de G. Blanc que en todas partes se entrometía, ejecutando las órdenes de A. Richard, que se mantenía en la sombra.
Con sus maniobras intencionadas, estos miserables han conseguido comprometer a varias personas de las que tomaban parte en los trabajos preparatorios de los Comités insurreccionales.
Además, estos traidores han conseguido desacreditar a la Internacional en Lyon, hasta tal punto que, al estallar la revolución parisina, la Internacional inspiraba a los obreros lyoneses la mayor desconfianza. De ahí, la ausencia total de organización. De ahí, la derrota de la insurrección, derrota que necesariamente había de provocar la caída de la Comuna, aislada y abandonada a sus propias fuerzas. Sólo después de esta sangrienta lección, nuestra propaganda ha conseguido reagrupar a los obreros lyoneses bajo la bandera de la Internacional.
Albert Richard es el niño mimado, el profeta de Bakunin y consortes».
[*] M. Bakunin. (N. de la Edit.)
[*] En el informe sobre la ley Dufaure, el rural Sacase apunta, sobre todo, contra la «organización» de la Internacional. Esta organización es su pesadilla. Después de haber constatado «el ascenso de esta formidable Asociación», añade: «Esta Asociación rechaza las prácticas tenebrosas de las sectas que le han antecedido. Su organización se ha hecho y se ha modificado a la luz del día. Gracias a la potencia de esta organización... ha acrecentado progresivamente su esfera de acción y de influencia. Se abren las puertas de todos los territorios». Después describe «sumariamente» la organización y concluye: «Tal es, en su sabia unidad... el plan de esta amplia organización. Su fuerza reside en su concepción misma. Reside también en la masa de sus afiliados, ligados a una acción simultánea, y reside, por último, en el impulso invencible que puede ponerlos en movimiento».