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CAPITULO LI
RELACIONES DE DISTRIBUClON
Y RELACIONES DE PRODUCCION
El valor nuevo agregado por el trabajo nuevo agregado anualmente y por ende también la parte del producto anual en que se representa este valor y que puede ser extraída, separada del producido global se descompone, pues, en tres partes que asumen tres formas rediticias diferentes, en formas que expresan una parte de este valor como perteneciendo al poseedor de la fuerza de trabajo o recayendo en él, una parte como perteneciente o tocante al poseedor del capital y una tercera parte que pertenece o al poseedor de la propiedad de la tierra o recae en el mismo.
Son éstas, pues, relaciones o formas de distribución, pues expresan las relaciones en que el valor global nuevo generado se distribuye entre los poseedores de las diferentes fuerzas operantes en la producción.
Para la concepción habitual, estas relaciones de distribución se manifiestan como relaciones naturales, como relaciones que brotan sin más ni más de la naturaleza de toda producción social, de las leyes de la producción humana.
No puede negarse, por cierto que las sociedades precapitalistas muestran otros modos de distribución, pero se los interpreta como modos no desarrollados, imperfectos y disfrazados, desfigurados de una u otra manera, de aquellas relaciones naturales de distribución; como modos que no están reducidos a su más pura expresión ni a su más alta figura.
Lo único correcto de esta representación es lo siguiente:
una vez supuesta una producción social de cualquier tipo [1114] (por ejemplo la de las comunidades indias, naturales y espontáneas, o la del comunismo más artificialmente desarrollado de los peruanos), puede distinguirse siempre entre la parte del trabajo cuyo producto es consumido directa e individualmente por los productores y sus allegados, y prescindiendo de la parte que recae en el consumo productivo otra parte que siempre es plustrabajo, cuyo producto sirve siempre para satisfacer necesidades sociales generales, como quiera que se distribuya ese plusproducto y sea quien fuere el que haga las veces de represenante de esas necesidades sociales.
La identidad entre los distintos modos de distribución, pues, viene a parar en que son idénticos si abstraemos sus diferenciaciones y formas específicas y sólo retenemos la unidad que hay en ellos, por oposición a su diferencia.
No obstante, una conciencia más evolucionada, más crítica, conviene en el carácter históricamente desarrollado de las relaciones de distribución [1]a, pero en cambio se aferra con tanto mayor firmeza al carácter constante de las relaciones mismas de producción, emanadas de la naturaleza humana y por ende independientes de todo desarrollo histórico.
Pero el análisis científico del modo capitalista de producción demuestra, a la inversa, que es un modo de producción de índole particular, de una determinación histórica específica; que al igual que cualquier otro modo determinado de producción presupone, como condición histórica suya, una fase dada de las fuerzas productivas sociales y de sus formas de desarrollo, condición que a su vez es resultado y producto histórico de un proceso precedente y del cual parte el nuevo modo de producción como de su base dada; que las relaciones de producción correspondientes a ese modo de producción específico e históricamente determinado relaciones que los hombres contraen en el proceso de su vida social y en la generación de su vida social tienen un carácter específico, histórico y transitorio, y que, finalmente, las relaciones de distribución son esencialmente idénticas a esas relaciones de producción, un reverso de las mismas, de manera que [1115] ambas comparten el mismo carácter históricamente transitorio.
Al examinar las relaciones de distribución, se toma como punto de partida, ante todo, el presunto hecho de que el producto anual se distribuye como salario, ganancia y renta de la tierra.
Pero así enunciado, el hecho es falso.
El producto se distribuye por un lado en capital, y por el otro en réditos.
A su vez uno de esos réditos, el salario, asume siempre la forma de un rédito, del rédito del obrero, sólo después de haberse enfrentado previamente al mismo obrero en la forma de capital.
El enfrentamiento de las condiciones de trabajo producidas y en general de los productos del trabajo, como capital, con el productor directo, implica desde un primer momento un carácter social determinado de las condiciones materiales de trabajo con respecto a los obreros y, por lo tanto, determinada relación que éstos, en la producción misma, establecen con los poseedores de las condiciones de trabajo y entre sí.
Por su lado, la transformación de estas condiciones de trabajo en capital implica, asimismo, que se expropie la tierra a los productores directos y, por lo tanto, determinada forma de la propiedad de la tierra.
Si una parte del producto no se transformase en capital, la otra no asumiría las formas de salario, ganancia y renta.
Por otro lado, si el modo capitalista de producción presupone esa determinada figura social de las condiciones de producción, reproduce constantemente la misma.
No sólo produce los productos materiales, sino que reproduce constantemente las relaciones de producción en que aquéllos son producidos y también, por lo tanto, las relaciones de distribución correspondientes.
Puede decirse, por cierto, que el capital (y la propiedad de la ierra, a la que incluye como su antítesis) ya presupone, a su vez, una distribución:
la expropiación a los obreros de las condiciones de trabajo, la concentración de estas condiciones en manos de una minoría de individuos, la propiedad exclusiva de la tierra por otros individuos y, para abreviar, todas las relaciones que se examinaron en la sección sobre la acumulación originaria (libro I, capitulo XXIV).
Pero esta distribución es absolutamente diferente de lo que se entiende por relaciones de distribución cuando se reivindica para éstas, por oposición a las relaciones de producción, un carácter histórico.
[1116] Con ella se alude a los diferentes títulos a la parte del producto que recae en el consumo individual.
En cambio esas relaciones de distribución son las bases de funciones sociales particulares que dentro de la relación misma de producción recaen en determinados agentes de la misma, por oposición a los productores directos.
Ellas confieren una cualidad social específica a las condiciones mismas de producción y a sus representantes.
Determinan el carácter total y el movimiento total de la producción.
Hay dos rasgos característicos que distinguen desde un primer momento al modo capitalista de producción.
Primero, produce sus productos como mercancías.
Producir mercancías no lo distingue de otros modos de producción, pero sí el hecho de que ser mercancía es el carácter dominante y determinante de su producto.
Esto implica, por lo pronto, que el obrero mismo sólo aparezca como vendedor de mercancías y, por ende, como asalariado libre, o sea que el trabajo aparezca en general como trabajo asalariado.
Según el desarrollo hecho hasta aquí, resulta superfluo comprobar nuevamente de qué modo la relación entre capital y trabajo asalariado determina el carácter total del modo de producción.
Los principales agentes de este modo mismo de producción, el capitalista y el asalariado, sólo son, en cuanto tales, encarnaciones, personificaciones de capital y trabajo asalariado, determinados caracteres sociales que e proceso social de producción estampa en los individuos; productos de esas determinadas relaciones sociales de producción.
El carácter, 1) del producto como mercancía, y, 2) de la mercancía como producto del capital implica ya el conjunto de las relaciones de circulación, vale decir, determinado proceso social que los productos deben recorrer y en el cual asumen determinados caracteres sociales; asimismo, implica determinadas relaciones entre los agentes de la producción que determinan la valorización de su producto y la reconversión de éste, ora en medios de subsistencia, ora en medios de producción.
Pero incluso prescindiendo de esto, toda la determinación del valor y la regulación de la producción global por el valor, derivan de los dos caracteres arriba mencionados:
del producto como mercancía o de la mercancía como mercancía producida de manera capitalista.
En esta forma totalmente específica del valor el trabajo, por un lado, sólo cuenta [1117] como trabajo social; por el otro, la distribución de este trabajo social y la mutua complementación, el metabolismo de sus productos, la subordinación al engranaje social y la inserción en el mismo, quedan librados a las acciones casuales, y que se anulan recíprocamente, de los productores capitalistas individuales.
Como éstos sólo se enfrentan en cuanto poseedores de mercancías y cada uno procura vender lo más caro posible su mercancía (incluso, aparentemente, sólo lo guía su arbitrariedad en la regulación de la producción misma), la ley interna sólo se impone por intermedio de su competencia, de la presión recíproca de unos sobre otros, gracias a lo cual se anulan mutuamente las divergencias.
La ley del valor sólo opera aquí, frente a los agentes individuales, como ley interna, como ciega ley natural, e impone el equilibrio social de la producción en medio de las fluctuaciones casuales de la misma.
Por lo demás, en la mercancía, y más aún en la mercancía como producto del capital, están implícitas ya la cosificación de las determinaciones sociales de la producción y la subjetivización de las bases materiales de la producción, que caacterizan a todo el modo capitalista de producción [2].
El segundo rasgo que caracteriza especialmente al modo capitalista de producción es la producción del plusvalor como objetivo directo y motivo determinante de la producción.
El capital produce esencialmente capital, y sólo lo hace en la medida en que produce plusvalor.
Cuando examinamos el plusvalor relativo, y luego al considerar la transformación del plusvalor en ganancia, vimos cómo se funda en esto un modo de producción peculiar del período capitalista:
una forma particular del desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo, pero como fuerzas del capital autonomizadas frente al obrero y, por ende, en directa antítesis con su propio desarrollo, con el del obrero.
La producción para el valor y el plusvalor, tal cual se mostró en el desarrollo ulterior, implica la tendencia, siempre operante, a reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción de una mercancía, esto es, su valor, por debajo del promedio social existente en cada ocasión.
El deseo acuciante de reducir el precio de costo a su mínimo se convierte en la más fuerte palanca para la intensificación de la fuerza productiva social del [1118 ] trabajo, que aquí, empero, solo se presenta como intensificación constante de la fuerza productiva del capital.
La autoridad que asume el capitalista como personificación del capital en el proceso directo de producción la función social que reviste como director y dominador de la producción, es esencialmente diferente de la autoridad que se funda en la producción con esclavos, siervos, etcétera.
Mientras que, sobre la base de la producción capitalista, a la masa de los productores directos se les contrapone el carácter social de su producción bajo la forma de una autoridad rigurosamente reguladora y de un mecanismo social del proceso laboral articulado como jerarquía completa autoridad que, sin embargo, sólo recae en sus portadores en cuanto personificación de las condiciones de trabajo frente al trabajo, y no, como en anteriores formas de producción, en cuanto dominadores políticos oteocráticos , entre los portadores de esa autoridad, los capitalistas mismos, que sólo se enfrentan en cuanto poseedores de mercancías, reina la más completa anarquía, dentro de la cual la conexión social de la producción sólo se impone como irresistible ley natural a la arbitrariedad individual.
Sólo porque el trabajo esta presupuesto en la forma de trabajo asalariado y los medios de producción en la forma de capital o sea sólo debido a esta específica figura social de esas dos esenciales fuerzas operantes de la producción , una parte del valor (del producto) se presenta como plusvalor, y este plusvalor como ganancia (renta), como ganancia del capitalista, como riqueza adicional disponible que le pertenece.
Pero sólo porque se presenta así como su ganancia, los medios adicionales de producción, destinados a la ampliación de la reproducción y que forman una parte de la ganancia, se presentan como nuevo capital adicional y la ampliación del proceso de reproducción en general como proceso capitalista de acumulación.
Aunque la forma del trabajo como trabajo asalariado sea decisiva para la figura del proceso total y para el modo específico de la producción misma, el trabajo asalariado no es determinante de valor.
En la determinación del valor se trata del tiempo social de trabajo en general, de la cantidad de trabajo que tiene a su disposición la sociedad en general y cuya absorción relativa por los [1119] diferentes productos determina, en cierta medida, el respectivo peso social de éstos.
La forma determinada bajo la cual el tiempo social de trabajo se impone como determinante en el valor de las mercancías está vinculada, por cierto, a la forma del trabajo como trabajo asalariado y a la forma correspondiente de los medios de producción como capital, en la medida en que sólo sobre esta base la producción mercantil se convierte en la forma general de la producción.
Examinemos, por lo demás, las llamadas relaciones de distribución mismas.
El salario supone el trabajo asalariado; la ganancia, el capital.
Estas formas determinadas de distribución, pues, suponen determinados caacteres sociales de las condiciones de producción y determinadas relaciones sociales entre los agentes de la producción.
O sea que la relación determinada de distribución no es otra cosa que expresión de la relación de producción históricamente determinada.
Y ahora, consideremos la ganancia.
Esta forma determinada del plusvalor es la condición previa para que la nueva formación de los medios de producción se opere en la forma de la producción capitalista; es, pues, una relación que domina la reproducción, aunque al capitalista individual le parezca que él puede, en realidad, engullir como rédito la ganancia íntegra.
Pero si intentara hacerlo, encontraría barreras que ya se le oponen en la forma de fondos de emergencia y de reserva, ley de la competencia, etc., y que le prueban en la práctica que la ganancia no es una mera categoría de distribución del producto individualmente consumible.
Todo el proceso de producción capitalista, además, está regulado por los precios de los productos.
Pero a su vez los precios de producción reguladores están regulados por la nivelación de la tasa de ganancia y la distribución del capital, correspondiente a ella, en las diferentes esferas de la producción social.
La ganancia se manifiesta aquí, por ende, como factor principal, no de la distribución de los productos, sino de su producción misma; como factor de distribución de los capitales y del trabajo mismo en las diferentes esferas de la producción.
La escisión de la ganancia en ganancia empresarial e interés se manifiesta como distribución del mismo rédito.
Pero ese desdoblamiento dimana, ante todo, del desarrollo del capital como valor que se valoriza a sí [1120] mismo y genera plusvalor; surge de esa figura social determinada del proceso dominante de producción.
Desarrolla el crédito y las instituciones crediticias a partir de sí misma, y con ello la figura de la producción.
En el interés, etc., las presuntas formas de distribución entran en el precio como determinantes de producción.
De la renta de la tierra podría pensrse que es mera forma de distribución, porque la propiedad de la tierra en cuanto tal no desempeña ninguna función o, al menos, ninguna función normal en el proceso mismo de producción.
Pero la circunstancia de que, 1) la renta se restrinja al excedente sobre la ganancia media y, 2) el terrateniente se vea despojado de su papel como director y dominador del proceso de producción y de todo el proceso de la vida social y reducido a mero arrendador de tierras usurero de suelos y mero perceptor de rentas, es un resultado histórico específico del modo capitalista de producción.
Que el suelo haya conservado la forma de propiedad de la tierra es un supuesto histórico del mismo.
Que la propiedad de la tierra conserve formas que admiten el modo capitalista de explotación de la agricultura es un producto del carácter específico de este modo de producción.
En otras formas de sociedad también se puede denominar renta a la entrada del terrateniente.
Pero ésa es esencialmente diferente de la renta tal cual aparece en este modo de producción.
Las denominadas relaciones de distribución corresponden a formas específicamente sociales e históricamente determinadas del proceso de producción y de las relaciones que los hombres contraen entre sí en el proceso de reproducción de su vida humana y derivan de esas formas.
El carácter histórico de estas relaciones de distribución es el carácter histórico de las relaciones de producción, de las que aquéllas sólo expresan una faceta.
La distribución capitalista es diferente de las formas de distribución que surgen de otros modos de producción, y cada forma de distribución desaparece con la forma determinada de producción de la que procede y a la que corresponde.
La concepción que sólo considera históricas las relaciones de distribución, pero no las de producción, por un lado sólo es la concepción de la crítica incipiente, pero aún apocada, de la economía burguesa.
Por el otro, sin embargo, se funda en una confusión e identificación del [1121] proceso de producción social con el proceso simple de trabajo, tal cual debiera ejecutarlo también un hombre anormalmente aislado, sin ningún auxilio social.
En la medida en que el proceso de trabajo sólo es un mero poceso entre el hombre y la naturaleza, sus elementos simples siguen siendo comunes a todas las formas sociales de desarrollo del mismo.
Pero cada forma histórica determinada de este proceso desarrolla ulteriormente las bases materiales y las formas sociales de aquél.
Una vez que ha llegado a cierto grado de madurez, se remueve la forma histórica determinada, la cual deja su lugar a una superior.
Que ha llegado el momento de tal crisis es algo que se advierte no bien la contradicción y antagonismo entre las relaciones de distribución, y por ende también entre la figura histórica determinada de las relaciones de producción que les corresponden, por un lado, y las fuerzas productivas, la capacidad de producción y el desarrollo de sus fuerzas operantes, por el otro, ganan amplitud y profundidad.
Entonces se verifica un conflicto entre el desarrollo material de la producción y su forma social [3] [4].
[1]
56a John Stuart Mill, "Some Unsettled Questions of Political Economy", Londres, 1844.
[2] La traducción de este párrafo en Rubel muestra las libertades que con los textos de Marx se permiten algunos intérpretes:
"En outre, il est de la nature de la marchandiese et, plus encore, de la marchandise en tant que produit du capital que les caractères sociaux de la production se fixent dans des choses et que ses fondaments matériels s'incarnent en personnes:
voilà ce qui caractérise le système de production capitaliste".
Rubel agrega una nota para justificar esta vulgarización del pensamiento marxiano:
"Marx emplea aquí los términos Verdinglichung y Versubjektivierung, que en lenguaje o en jerga filosófico se podrían [!] traducir por «reificación» y «subjetivización».
Como sabemos que Marx había roto definitivamente con todo tipo de especulación filosófica, no damos a estas palabras otro sentido que el que nos parece ajustarse a todo el análisis crítico, sustancia esencialmente ética, de su "Economía"." (R 1479/1).
Esto es, "como sabemos que Marx había roto definitivamente con todo tipo de especulación filosófica", eliminamos de los textos de Marx las huellas que parecían probar que Marx no había roto tan definitivamente que digamos, etc, etc.
Cabe preguntarse, además, si la ruptura definitiva de Marx "con toda especulación filosófica" comenzó a producirse poco antes de la página 1479 de la edición Rubel, más precisamente en la 1438, ya que allí se traduce Verdinglichung por lo que personas suspicaces podrían considerar un término perteneciente al lenguaje (o jerga) filosófico:
réification...
Sólo que Rubel, en dicho lugar, pasa a Marx la tarea ingrata de explicar esa palabra oscura:
donde el autor se refería simplemente a la Verdinglichung der gesellschaftlichen Verhältnisseain ("cosificación de las relaciones sociales"), el editor francés lo hace hablar de "reificación metamorfosis de las condiciones sociales materiales en cosas ".
Líneas más abajo, al parecer ya consumada la ruptura definitiva, Rubel sustituye una Versachlichung (sinónimo de Verdinglichung, esto es, cosificación o rificación) por una "transformation [...] en choses".
Sin dejar de reconocer los méritos de Rubel como editor de Marx, parece necesario recordar aquí que un traductor debe tratar de reducir sus errores a los involuntarios (inevitables, hasta cierto punto, en toda versión a una lengua extranjera), y en ningún caso presentar intencionalmente sus personalísimas interpretaciones del texto como si fueran del autor de éste.
1117.
[3] 57 Véase el escrito sobre "Competition and Co-operation" (¿1832?) {257}.
[4] (W) Marx se refiere probablemente a la obra "A Prize Essay on the Comparative Merits of Competition and Cooperation", Londres, 1834.
1121.