BIBLIOTECA SOCIOLÓGICA LOS FUNDAMENTOS TEÓRICOS DhI. MARXISMO POR M. TUGAN-BARANOWSKY Protesor de la Universidad de Petrogrado TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN Y PRÓLOGO DE R. CARANDE THOVAR MADRID HIJaS DE RE OS, EDITORES Cañizares, 3 dupdo. 4945 - PRÓLOGO DEL TRADUCTOR Me proponía haber ampliado mi labor precediendo CS P5UPIL)AD D5 IO EISTORLS este libro de una introducción acerca de los problemas estudiados por Tugan-Baranowsky en la crítica de Marx que hoy presento en español. Causas diversas han detenido la obra emprendida, ocasionalmente, con este objeto, por lo que no está, todavía, en condiciones de publicidad, y su aparición tiene que ser aplazada. El tiempo que medie, hasta cuando salga á luz, servirá para poner mayores exigencias en el trabajo realizado y completar, en lo posible, las referencias que han de iluatrarle, sobre lo esencial de las controversias sostenidas entre los economistas más ó menos afines á Marx, con motivo del análisis y la crítica de su Sistema. No por tener pendiente este proyecto me juzgo dispensado de escribir unas lineas, á modo de prólogo, y lo hago movido: primero, por la conveniencia de juatihicar la elección de este libro, y, además, la de añadir unas breves indicaciones referentes á su autor, y al sentido de su crítica. fI5 d, iio, 3 dpdo. 3150510 VI i’OIILOGO PRIILOGO Vil Las palabras con que comienza el prólogo (le Tiigan — l3aranosvsky, necesitan entre nosotros algo más, sm duda, que una ateitaaeióii. En ningún otro pitelilo europeo, tal vez, parecerían más ociosos que cii el nueslio. La pobreza de la prodeicciíii cientifica española no puede verse desmentida, naturalmente, cuando se trata de los estadios ecoitónhlcos. No es sorprendente, por lo utisitio, que el nombre de Marx evoque, para muchos lectores espalto - les, narla niño que movinite nl os políticos y orga nicado n proletaria: la litlernacio; ial, á lo sittno. De Marx, cont lilósolo y economista, couio forjador de la ciencia social, sabido es que, en España, apenas se ha escrito (1); sni (1) De es trabajos dedicados al siarsismo, cii general, o 5 alguna de sus probleis5s teóricos, pocos pueden c(tarse, suri compra adiendo isdos loS existenies. Merece mención prelereute, por ser rl ósic 1 tratado español dedicado, esclusivatoenle, al exanren miel n,aesisroo co iod,m su amplitud: El social jx,rmo. Fn,sda,ns’nlos del sistema ,,,,mr.risfa. t ‘iilor y trabajo. (Mailrid, 1910), debido al Sr. Pérez Diaz. Es no torno de vastas proporciones, pitorreo de uno obra que no ha contim,uado poblicdndase, hasta la lectia. Su astur ha dedicado un pcrsevcrairte tr,ibaio exponer alguna de tas categorias tuirdanieniates ea el proceso de la producción capitalista. Sigue fietmenle, cuso esposición, et urden adnptodo por Marx en El C’apital, sin que haya rebosada, liarla ahora, tas dos prinseras secciones, de las siete que tiene el primer 101110. (Es decir, 139 paginas de las 739 de dicho volumen—Veo la 4.’ edicton alemana.) El astur transcribe algunos capilatos íntegros, sin privarse de añadir, a cunlinuaetóri, iris resumen de tos mismos. Otras veces dcsenvuet ve asuntos que en El Capital aparecen nada más que iniciados. Lss últimos capitulas tos dedica á ubtzoer otgunas conclusiones de lo expuesta. EstmsrliOs aresti del sor,ltdo general dci mo rsisroo . puedes citarse: un prólogo 5 t.i tr,rrtueeióo española de la .llisaui , 1,’ li filoso iii, dclii. da tos5 31cr,’ (Madrid, 1891), es el soe se atiende, priocipalsieOtc, 5 ls potúrsica cao Proudlmoa, ,isouto del lilrra; dos e ofercalcias del prole- sor D. t°rasctsco Bersis (Carlos .1! sr.v, Madrid, 1912), lis que no súla perjuicio de que, más de una vez, se haya proclíiinado, en periódicos y conferencias, como incuestionable, la bancarrota del tnarxismo. Eh cuanto al caudaloso venero de ita\‘e-atigaciones que ha brotado en muchos países, de la po- étnica habida entre marxistas ortodoxos y heterodoxos, rqllí lo Ira alimentado fruto original alguno, como es consigtmicitle, ti, lo que parece previo, hata llegado á ser bien cotiociitos los frtttoo ajenos. Sietido así no corre Tngan.-Baranowslcy el riesgo que time, de cansará sus lectores por lo debatido det asunto. De los modernos críticos de Marx, es ñste tino de los ints apreciados eta Alemania y fuera de alli por los más co- s,imioau prolilernas esenetates del sistema marxista, sino lan,bión la lii nr de sos ceiticos rids aulorizados; y, por óttimo, rl libro det profesor D. Adolfo Posada, Socialismo y reforma social (Madrid, 1901), contiene una serie de estudias breves dedicados ú anatizar algunas conceptos fondamci,tales del marxismo; aconipoñadus de nuoserusas notos trilrliograticas. Sobre ano cte lss problenias rapitates del marxismo: a interpretacisi,s ecasaoiica de tu historia, publicó el misnsu Sr. l’osaita, en 1098, un estadio preliminar en la iraducctbn española del libro de Setigman, muy docusrentada lambida. Algunos años anies, en 1905, et profesor D. Fótipe Sincliez Rsmán teyú un discarso sobre El materialismo histórico cmi re/ación con algunas de tas principales instituciones cintiles del d4’- racho ;,rivado, al ingresar en ta Academia de Ciencias Morales y Pottticas; en ta róptica hizo el Sr. Azcdrale algunas breves consideraciones, de interés, sobre la titstaria de la cuneepeióu n,alerialisia. No recuerdo alio- ea oiugón Irabajo más que estudie el marxismo rosas principios fundamentales y leóricas. Al estudiar of ros auiores el socialismo, eh stndie.iturno y ti llamada cueslión social, citan á Marx y hiabtao del socialismo ciestilico, del colectivismo, etc,, desde un punto de atila que noei el de esta obra, tiar toque se prescinde de cilarlos aqoi. No es esta ocasión oportaua de )uzgar los lrabaios enumerados, li.ibmia ea siso nata esparto para rIto, pero, para terminar ésta, he aqoi nos lista de las traducciones españolas exiltenies, de las abras leorican PRÓLOGO Viti PROLOGO nocidos economistas, sin distinción de escuelas Kautsky, el más autorizado intérprete de Marx, juzga que es Tugatt de los que más hondo han penetrado en estos problemas, y que su nombre se cuenta entre los que batí aportado algo positivo á la ciencia (1). Tugata-Baranowsky es profesor en la l niversidad de Petrogrado, y muy ventajosamente reputado en Alem,snia desde 1900, fecha en que publicó en alemán, á la vez que en ruso, uit notable estudio sobre las crisis coinerciales en Inglaterra (2). Ya entonces, partiendo de principios marxistas, llega á soluciones propias que le separan bastante del maestro. Aunque parezca extrai’io, dado lo abundante de la It— teratura marxista (3), es dificil encontrar una obra que, de Marx: De El Capital. aanque úniea,n ente del primer torno, hay tres. La más antigua, debida á O. Pablo Correa y Zatriíla (Madrid, 1886), está mutilada, te falta el cap. XIII, íntegro. Hay una rompida, ta única recomendable, del ilustrado social jsta argentino Juan 13. Justo (Madrid, 1898), y, por último, otra del famoso compendio de Destile, trecha por T. Alvarez (Madrid, Sempere); La Crítica de la Economía política. traducida por Bariiet (Barcelona, Granada); La Miseria de la filosofía, traducida por José Mesa, con ana breve carta de Engels (Madrid, 189t); del Ma,uifirsfo (‘omonista, colee otras. una moderna (Madrid, 1906), de 16. Garcla Ororaechea, precedida de la introducción que puso Andter 8 la traducción francesa. llay también traducciones del traba(o publicadO bajo el titulo: Precios, salarios y gariancios. y de tos arttculos sobre la revolución de 1848, lilatados, en español: Revotucij,u y contrarreraotocuán. por A. la,amtrez Tomó (Madrid. t903). (1) Nene Zeil; XX, 2, pág. 87. (2) Sterdies zar Thcorie ové Qeschiçht,’ der ¡fandelscrise,u ja England. Esta obra tsé tradocida ioorcdiatarocote at iogtés, y, tiace moy poca licmpo, se ha pubticado taintódo en Francia. (3) Werner Soiabart babta de 300 escritos solete htarx y ofrece una colección cronológica de elba co su .4rchic’ lic Sozialc.issenscliafí osé Sooiotpolitik (torno XXI). t’oslerioro,cole, 16. Slichets, en el mismo Ar dentr de tan reducido espacio, contenga un estudio tan inteligible de lodo el sistema, como la presente. La gran extensióti del excelente libro de Hnmmaciter (1) dtftculla la empresa de su versión, y, más aún, la tic su pttblicación eti nuestra lengua. Obras como ésta encuentran pocos lectores, cuando no han sido precediitas de algttnas que hayan presentadó el tema, facilitando si comprensión, 3’ ampliando así el circulo de los interesados en los problemas teóricos que investigan. Comise— gitido coto, su elección seria indiscutible. De las demás que utiettden, juntantente, á las doctrinos filosóficas y econótsiicas de Carlos Marx, como la de Wenckstern (2). Masaryk (3) y Biermann (4), ninguna ofrece, con tanta claridad como la de Tugan, una visión de conjunto de los problemas fundamentales; aunque no puede olvidarse cine, en algún momento, su crítica y su exposición, indebidamente unificadas, llegan á alterar el sentido de una interpteta— chivo (lomo XXVI), completa la serie con tu bibliografía marxista italiana. Teniendo presente qne lo más intensa de la crilicn del marxtsrno comienza despuós del año 1894. en el que terminó Engels tu publicación de El Capital, 6. aún más tarde, en 1899, cuando Bernslein, cnn sus Voraussetzungen den Sozialismas, inicia la polémica revisinnisla, y que la serie de Sombari, además de no ser completo, lieqe más de octio años de antigaedad, se comprenderá lo considerable de la producción cientifica dedicada á Marx, la que ha formado, sin dada, el punta ceo- leal de las polémicas teórico-económicas de nuestros días. (1) Die plmitosopltischokonomisclme Sislem des Mar.’ciamus, Leipzig, 1910. (2) Marx, Leipzig, 1896. (3) Dic philosopñisçlic,m mrd soziotogiscllen Grondlugers des ¡llarrism,as, 1859. De esta obra, que eslá traducida nl francis, hay una critico en la versión eupañala del libro de Labrisla: Del ,nateriatismo lijo tinco, Sempere, Madrid. (1) Di Wcltanschahsng des Marxismos, 1905. mx isói 060 PRÓLOGO xi ción auténtica, ó it prescindir de extreiiios esenciales, y esto explica los juicios severos formulados por algunos marxistas al criticar este libro. Comienza con nu estudio de la coiicepción niaterialista de la historia que absorbe niós de la mitad de la obra. En primer lugar presenta uii detenido aiialisis de los factores sociales que, cii dislinia medida inlorinami el curso de la historia. Sin abandonar la concepción causa- lista, considera decreciente la importancia del imioniento econónnco inconsciente en la determnimmaciiíu del proceso histórico, llegando it descubrim, it lo largo del umisnio, una emancIpación del hombi e frente mi las fuerzas economnicas como conquista del progreso, especialmente, cii cuanlo se expresa cii el aumento ile la productividad mIel trabajo, al nusnio tiempo que “la evolución social su aumentando el valor de los intereses económicos, como motivo consciente de tas acciones humanas,,. En esta doble relación desintegra Tugan, la influencia de la economnia en la tustoria. El estudio de cada uno de los factores que aporta y sus numerosas referencias doctrinales y de observación, son de gran interés; sin embargo, su mayor mérito resi de, tal vez, en la fijación del concepto de fuerza producuva, dificil de hallar de un modo preciso en los escritos de Marx, de Engels, ni de otros autores que han estudiado el problema. (Hainmacher lis rectificado este con— cepto) Su crítica de la interpretacióit materialista de la historia no ataca la posición que han defendido los Inarxistas niás signiticados. Como dice Bernsteiii, toda la discusióu de léautsky con los revisionistas gira sobre el sentido que ha de darse it la palabra determinismo empleada por tinos y otros. Sin pretender separaren del espíritu que informa la interpretación marxista, aceptándola plenamente, escribe el mismo Berustein: “El maicrialisimio filosófico ó naturalista es determinista; la iuterprelaciómm materialista de la historia no lo es, ella no atribuye it la base económica de la vida de loa pueblos una influencia incondicionada y determinante de su estructura. (1), y, después, añade: “La interpretación eco— nónmica de la historia no pretende decir que sólo deben ser reconocidas fuerzas económicas ó motivos económicos, sino, únicamente, que la economia forma la fuerza siempre decisiva de la historia, el eje de sus grandes movimientos. Las palabras interpretación materialista de la historia detienen todas las malas inteligencias que, en general, ha despertado el concepto del materialismo. (2). Ya se ve lo lejos que están estas conclusiones de las que Tugan defiende. Cuando del revisionismo ha partido el reconocimiento de que en ningún momento desconocieron Marx ni Engels la tnfluencia de factores no económicos en el curso de la historia, sino que siempre los tuvieron presentes, y que tau sólo se trata de medir el alcance que lis de atribuirse á las fuerzas ideológicas en la evolución de la historia, sorprende que Tugan, buen conocedor de Marx, pueda aceptar la cenaura fácil de los que afirman que Marx y Engels han partido de una concepción muy t) Vora,issetzungen des Secialismus, ptg. 14. (2) tmtcni. íd.. pmtg. 7. xu PRÓLOGO PRÓLOGO Xiii baja de la naturaleza humana y que “ignoraron, si no negaron, los más elevados impulsos de nuestras acciones,,. Censura doblemente injustificada si se tiene presente que Tugan sostiene que de la concepción materialista de la historia podría hacerse, sin dificultad, mediante su reconstrucción, una doctrina científica muy utilizable, y toda la modificación propuesta se reduce it ampliar el concepto de economía hasta comprender en ól todo trabajo liumano dirigido it vencer la resistencia de la naturaleza exterior; reforma, por otra parte, bien ociosa, puesto que Marx, como Tugan reconoce, ya habia elaborado este concepto (1). - Así corno Tugan acepla, con las reservas indicadas, l& interpretación económica de la historia, rechaza en cambio, terminantemente, la teoría del valor-trabajo de Marx como equivocada, y la de la plus-valia corno insuficiente para explicar la explotación capitalista. En cuanto ifa teoría del valor—trabaj o, que él llama absoluta —por entender que Marx acepta ese único elemento corno Constitutivo del trabajo y diferenciarla así de la relativa de Ricárdo—, la abandona, cediendo su puesto it la teoeia de la utilidad-lImite. Tugan considera ésta corno una de las conquistas definitivas de la ciencia económica é inconciliable con la teoría marxista del valor. En afirmar eata incompatibilidad coincide con Kautsky defensor, en toda su pureza, del criterio marxista. Para Bernstein, cuya posición frente al problema acredita su sagacidad y también su espirilu ecléctico, no (1) Váase Vorlduder, Kant una ,4farx, 1911. existe semejante incompatibilidad, sino que ambas teorías corresponden it distintos factores en la determiuación del valor; factores que, ni se excluyen, ni pueden ser confundidos: los costos y la utilidad; lo que podria llamarse la materia, ó contenido del valor, trabajo acumulado, según la terminología marxista, y la forma, ó sea la utilidad (valor en uso), segundo factor, que se determina en el mercado. Pero donde reside lo más personal de Bernstein es, seguramente, en proclamar que Marx “ha incluido siempre, reaueltamente, en el concepto del tiempo de trabajo social necesario, determinante del valor, el momnento de la necesidad (Bedarfsmoment). (1); y, únicamente, atendiendo á que esta relación permanece siempre indeterminada en la naturaleza de las mercancías, trace Marx abstracción de ella, en su determinación del valor como la suma de trabajo social necesario de que la sociedad dispone; pero en ningún caso desconoce aqueIfa relación. En lo que Tugan y Bernatein concuerdan es en discutir á la leona del valor el carácter de imprescindible para demostrar la explotación capitalista, que otroa marxistas le reconocen, Tugan, llegando mucho más lejos que Bernstein, afirma que la teorfa de la plus-valls es superflua como base explicativa de la explotación capitalista. De aquélla no acepta más que su contenido social; no su fundamentación económica. La ley de la plus-valía no explica por quésu totalidad cae en manos de los capita (1 Sa artteulo Arbettswent uder Nutzwert? (Zar Theorie und Cieschiclrte des Seeiatismss, Teti Iltí, que ratifiea y amplia las csnelasisres de las Voraussetzusgcn, es del ssayor ¡Hieres. XIV PRÚL060 listas. Marx mismo, dice Tugan. tiene que explicar este fenómeno en otra sección de El Capital, al tratar del proceso de la acumulación; y es que la distribución de la riqueza no está en relación de dependencia con ninguna leona del valor. Este es el punto de partida de uno de sus trabajos más recientes, donde pretende fijar la base social del provecho y del salario, distanciándose en igual medida de la escuela psicológica y de la marxista, respectivamente, en cada problema. Su estudio (1), ha sido muy en- lirado por los marxistas; principalmente, por prescindir del valor como factor determinante de la distribución (2). Precisamente, de lo inadecuado de la teoria del valor como clave de la economta capitalista parte Tugais cuando niega al marxismo el carácter de socialismo científico y defiende, cli su lugar, las anteriores concepciones socialistas llamadas utópicas (3). En la sección tercera y última de su libro, Tugan examina la teoría de la descomposición del capitalismo, y apoyándose en su propia teoría de las crisis, presenta puntos de vista señaladamente personales. Por lo pronto rechaza la concepción generalmente aceptada por los economiatas, sin distinción de escuelas, de la necesaria co rrespondencia entre la producción y el consumo de la riqueza, y dentro de ella, particularmente. la doctriiaa de la falta de salida para los productos capitalislas—incensante (1) Saa/aie [heceS’ d’ Veeteiioog, Bcrtn, 191 d. (2) Sirva de c(emiipto Ii de ttrrci,ariri, Ei,:e Ohonornie o/Irle lVen. Dic Neoe Zvit. (XXXII, Bil , 1). (31 Sobre et psrttco(.ir: La evo!acloR /ijsiórica dei ,oviaiismo rnader,,o, del nusros aoior, pendiente de traduccids ca,ietlan4. PRÓl_ono xv y anárquicamente lanzados al mercado—, doctrina que, como es sabido, representan no solauiente los marxistas. Timgan piensa que aquella correlación no es esencial (rara el capitalismo por ser éste un sistema económico antagónico, es decir, un sistema en el cual el sujeto económico—capitalista-—-, no coincide con el trabajador, y posee la fuerza de hacer de éste un simple medio económico. En su consecuencia, su objetivo, el destino de nss proetucfos, no es el consumo, sino la producción misma. Y, siendo así, no puede darae el anunciado conflicto por la filfa de mercado. El capitalismo obtiene, ante todo, medios de producción, y como el incremento de la producción no tiene otro limite que el de las fuerzas 1roduetivas, aún decreciendo el consumo social, puede aumentar la demanda social de mercancías, por muy ex— iralto que esto parezca. El hecho se explica porque la misma marcha ascendente de la producción capitalista crea un increado de medios productivos—material de ulteriores elaboraciones—, como ocurre con las industrias del hierro y del acero; todo á expensas de uiaa reduccióis de los productos dedicados al consumo, y de este modo todo riesgo de una superproducción resulta imaginario. La producción capitalista se crea un mercado propio —increado de productores—, el consumo no es más que uno de sus momentos y la acumulación capitalista, con independencia de las formas actuales del beneficio y del convminio, puede prolongarse hasta el infinito; el riesgo de una superproducción sólo puede aparecer como una rito— rilen tdrzea falta de proporcionalidad en las inversiones de capital puestas en curso. Este es, trazado á grandes ras- XVI PROLOGO PRÓLOGO XVII gos, el proceso que sigue y el porvenir libre de toda inquietud que, según Tegan, se presenta á la producción capitalista. Muchos de los elementos de que Tugan se sirve son puramente marxistas; personal es, en cambio, el empleo que hace de ellos, y, consiguientemente, las conclusio nes que obtiene. El incremento del capital constante (máclrms, medios de producción, etc.), á costa del variable salarios), es una expresión capitalista de la crecienli productividad del trabajo, tenómeno que se daria aún cii mayor escala, dentro de un orden socialista—armónico, según la terminologia de Tugan—descarlados allí sus presentes conflictos. Es una ley, la del constante desceaso de los medios de consumo, establecida por Marx como esencial, aunque á Tugan corresponde haberla Ile vado á extremos paradójicos. En Cuanto á la proporcionalidad que se da en los esquemas marxistas de la reproducción ampliada, presentados por Tngan, llega á tener lugar en un caso posible y único, según Kaulsky; pero Tugan cifra en dicha proporcionalidad la ley inmanente de la evolución capitalista. Mal se aviene, desde luego, esa normal proporcionalidad, que Tugan soatiene, con la aparición histórica de crisis de superproduccián que siguen in4efectiblemente á todo periodo de prosperidad industrial en los paises en que impera la gran industria; fenómeno que no ha llegado á eliminarse con la expansión del mercado capitalista en paises económicamente inferiores. Además, este mismo hecho, el haber inteusiticado las industrias capitalistas la elaboración de medios de producción, que se exportan á otroa paises, en lugar de los articuloa de consumo, sólo muestra que la órbits del capitalismo se ha ampliado, y que muchos de estos paises, aisles tributarios, producen hoy ya lo necesario para su consumo, y pronto su misma industria producirá los materiales que hoy compra y se irán cerrando sai Otros lautos mercados, haciéndose cada vez más dificil la realización del capital acumulado. De la confrontación de sus esquemas con la realidad, prescinde Tugan. De cate modo, aceptando como ilimnitado el proceso de acumulación del capital, desecha el supuesto de que el fin del capitalismo pueda estar determinado por motivos econónsicos. La economia capitaliata no lleva consigo elemento alguno que en un momento haga su vida imposible,, (pág. 258). Contra lo que pudiera pensarse no es esto profetizar para el capitalismo una vida ilimitada; más aún, el orden económico socialists tiene que sucederle necesariamente. Esta necesidad fatal la descubre Tugan iucra del Inundo de la economia; reside, en el antagonia— mo del orden económico reinante con concepciones juridico-mnorales cada dta más extendidas. Tugsn intenta dar una fundamentación ética al socialismo, empresa en que le acompañan prestigiosos socialistas que no han renunciado por eso al marxismo (1). La necesidad imperiosa de que el capitalismo termine nace de la contradicción del principio fundamental capitalista, que hace del hombre un simple medio económico, (t) Sabre el asunto vtase, en el ltbro ctlads de Vurhinder, abundante bililiogralta. xvsl pRoloGo 515010130 xlrl con la norma ética fundamental, según la cual, el hombre, como sér de razón, es siempre fin en si (Kant). Lo que no puede, seguramente, proclamarse, es el un tagonisino de esta norma con la doctrina de Marx. Aun cundo en los escritos (le Marx no llegue á formiilarse una cisne utación del aoci 1 ismo sobre xi (ci lOS éticos— pues su labor fui é por u u y (1 verso camino, se encueuu Iran en ellos pasajes que revelan su visión del pro blenna en términos clurísimos: La transforinacián del obrero en una bestia de trabajo es un método para precipitar la propia realización del capital: la producción de plus-valía; y íisunanizar al trabajador en el proceso de la producción es un derroche, siii fin y sin sentido,, dice en El capital—tomo III, pág. 61—. Algo más adelante: que ‘la producción capitalista, mucho más (luz ninguna otra, es una disipadora de hombres y de trabajo viviente; disipadora, no sólo de carne y de sangre, sino de nervios y cerebro. —tomo III, pág. 63—. Sobre tales afirmaciones, es aventurado asegurar que Marx haya juzgado demnasiudo favorablemente al capitalismo (1). Hay ulla serie de postulados éticos de los que no se puede prescindir al fundamentar el socialismo como aspiración ideal á un orden social más justo, ellos preparan su implantación, que sólo se realizará mediante conuiicio lle ecommómicas que determinen la desaparición del capitalismo. Y aquí termino, pues sólo me propuse con estas indicaciones, seitalar, por el sentido de este libro, principaluuremute, la peculiar posición de Tugan lrcrit al marxismo. coniparámidola con la propia de los marxistas puros y los revisiOllistas. Sólo me resta expresar mi gratitud al autor por las facilidades que ha dado. para la traducción, y mis deseos de que éta sea de utilidad para los lectores espafuoles. Madmi,t, Noviembre 5911. R. CARANDF. TIIOVAR. (1) í’asaies ciiadss par ‘oririsder: K,u,rt un,! .iJ,urc. tjru fibra de as marsisua, caasag,ado, es gr.ra parie, al prat vis,, de fa recasniuaccióa del suarsissua sabre u !hc 1 d’ ¡Crin . CC .11(1? uluijSr/ e Í-uob/e,r,,’, Sunnllgarn, Isla. Sri arruar, 51ra AnIfer, cor,sintLra CSij iCC aisinnrcLijnn 50 sóla pasible, sirIo orensana. PRÓIOGO La aparición de un nuevo libro consagrado la crítica del marxismo necesita tal vez una justificación. El público está al parecer causado de la lucha constante entablada entre “ortodoxos, y “revisionistasfl, en la que también han tornado viva paste varios economistas “burgueses,,. Con todo, la crítica del marxismo no puede terminar inientras esta contienda no quede definitivamente resuelta, porque no en vano está el marxismo en el punto Céntrico de las actuales investigcionea, gracias á su enorme trascendencia como doctrina cientifica y como movimiento social. Esto explica por qué “la literatura de polémica de nuestra época es por antonomasia la marxista,, como recienteinente dijo un teórico distinguido y vehemente enemigo de la misma. El presente escrilo persigue no sólo fines de polémica, que si en él se hace la Crítica de las doctrinas de Marx, es intentando poner, junto á la negativa, crítica positiva tsmbin y aspirando á valorar y desarrollar lo sano y exacto del marxismo. Adopté esta actitud en presencia de las écoriss críticas existentes, por lo mismo que quería servir ú las grandes y nobles causas que el mismo Marx tan bien 2 PRóLOGO ha defendido. Mis ataques polémicos no loe dirijo á Marx como socialista; por el contrario, cnaodo me pronuncio contra la fundamentación marxista del socialismo, ce sólo cori la intención de cooperar á una fundamentación óct socialismo mejor y más adecuada al moderno estado cte la ciencia. La selección que hago de las doctrinas de Marx, me trié dictada por Is siguiente consideración: en el sistema marxista, en tanto qae no ce an sisiema de politice social, hay que distinguir la leona abstracta, social y eeominuca, de la investigación histórica y de las tendencias ceolativas del capitalismo. Lo mismo Ira de decirse de la critiea; la de la parte abstracta del sistenma puede luirdanienlarse en consideraciones generales econónueas y SECCION PRIMERA sociológicas, nuentras qee el jaicio de tas eouslreceiones históricas de Marx, es inseparable de Oria investi— CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA gaemon de la historia concrela del capitalismo. En este esedto se trata solamente de lo primero: de la parte general del marxismo. EL AUTOR. 5,,iin 3 Nov,cms,e 1354 CAPÍTULO FRIMERO LAS IDEAS FUNDAMENTALES DE lA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA • lrrorrirla rl, la fracrco productiva Distinción entre tau coatepeioncs coatertaliela O rdoalicta de la Icistoria—Faereas idaolbgrcas.—Cirnela.—Coccdicionca materralaa dci d arrollo ccciii. II. Factor ca rcalce dr la ccaaemca como ficcrcao pror! ,cct cta topado cecial y material de Iaaoorornla — Prodaecibcs y canicie. — Oialcicoorbr.— Pasea ec,rlccral:a de lo eeonamla.—f•a raza coma potencia cenndmiaa III. Ladcrlrc ‘la de lic locha declaren: La clase ro larnoción y clase raartlroida. El tondamenla lela apoalolda derlasnc.—Cnnoierela 5 mmmccc de cIesa—Lacha de clases. La concepción materialista de la hiatoria pertenece á aquellas construcciones cientificae cuyo juicio óebe colusnzar con la fijación óe su contenido. Ninguna otra explicación filoeótica óe la historia ha obtenido nos literatura critica más extensa, ni ha motivado mayores equivocaciones. Cada expositor ó cada critico ha dado so peculiar explicación de la célebre teoria, lo que es en parte dehióo á los defectos óe forma en qne incurrieron Marx y Engels coidánóoae poco de dar nna formulación precisa á sus ideas. Así se explica que loa criticos se vean precisados á bnecar, de cuenta propia, una mayor precisión que sirva de base tirme á su trabajo. EL MAJ1X1SMO EL MARXISMO Conocida es la importancia que el concepto de las tuerzas productivas tiene en la filosofía de la liisloria de Marx. La evolución social toda, con su couuiplieación iii- finita, descansa, según él, es el desarrollo de las fuerzas productivas ó mejor, como Marx repite, de las fuerzas productivas materiales. Pero no encontramos cii sus escritos—cofliO tampoco en los de Engels una definiciún exacta de este concepto; ni se puede siquiera discutir que Marx haya usado este término cii diversas y aun contradictorias acepciones. A veces comprende entre las fuerzas productivas los medios de producción y circulación, en otras ocasiones algo Inés indeterminadoy amplio. Ast,leemas en su escrito contra Proudluon que “de todos los instrumentos de producción, la mayor fuerza productiva es tui misma clase revolucionaria (1). Evidcnieintite llama el autor aqui fuerza productiva á todo aquello que favorece á la producción social; sólo en este senlido puede dcsignar como fuerza productiva á una de las clases de la sociedad. En este mismo sentido habla Marx á menudo de ‘la tuerza productiva del trabajo,, como equivalente á la productividad del mismo, Pero dilatado de tal modo el concepto de fuerza productiva, desaparece toda diferencia entre la concepción materialista de Marx y tas donsinantes explicaciones “ideológicas, ó idealistas de la historia. En este sentido, ¿á qué no puede llamarse tuerta productiva? Religión, moral, ciencia, constitución política, derecho, etc., ejercen una influencia indiscutible sobre la producctón social y son, por lo mismo, otras tantas fuerzas productivas. Si llamamos fuerzan productivas á los mismo grupos sociales, se convierte al materialismo histórico en una niera tautología, en la inocente afirmación de que la evolución social está determinada por la de los grupos sociales. Ciertamente que Marx quiso decir otra cosa cuando en su escrito contra Proudhon, estampó la siguiente frase: Con la adquisición de nuevas fuerzas productivas transforman los Isombres su manera de producir, y con esta variación en el modo de procurarse el sustento, cambian todas sus relaciones sociales. (1). Cometeríamos el mayor de los errores si quisiéramos dar al pensamiento de Marx tal significación, ó que la adquisición de nuevos conocinsientos, el progreso de la ciencia, formase el momento culminante de la evolución histórica. Con esto quedaría corlado todo el sentido del materialismo histórico, y la peculiar teoría marxista de la evolución social, convertida en su contraria, en la usual interpretación “ideológica de la historia,,.— AI cerebro—dice Engels—, á la evolución y actividad del entendimiento, se atribuyeron todos los méritos de una civilización progresiva; los hombres se acostumbraron con ello á explicar su vida por su pensamiento, en vez de hacerlo por sus necesidades—las que cierlamente en el cerebro llegan á hacerse conscientes—, y asi nació con el tiempo aquella concepción idealista que, desde el ocaso del mundo antiguo, ha ft ?utarx, Ls unisc,ia ile Li ji/ssuijl,i, trg. t LS. (1) Ol,ra cli,idu,, pag, 96. EL MAOXISMO EL MARXISMO 9 sido dominante (1). En el prólogo de su Crítica de la Economia Política,,, ha formulado Marx la idea fundamental de su filosofía de la historia, con sus conocidas palabras: UNO es la conciencia del hombre lo que determina su sér, 51110, por el contrario, su sér social lo que determina su conciencia,,. ¿Qué otra cosa sino una mala inteligencia significa la afirmación del más saliente representante del moderno niarxisnso, Carlos Kautsky, cuando dice: “el estado actual de las matemáticas pertenece tanto á las condiciones económicas de nuestra sociedad, como el de la técnica lic cáitica ó el del comercio mundial. (2). Con las mateiná ficas cuenta Kautsky la química y, sobre todo, la ciencia natural, entre las tuerzas económicas, por la sencilla razón de que tanto una como otra influyen en la ecoilomia. Con la misma justicia podría considerar al Derecho y también al Estado, y, en general, á todas las ideologías como “condiciones económicas de la sociedad existente por ser indiscutible la poderosa influencia que todas ellas ejercen sobre la economía,,. Y de este modo se consigue, como ya liemos dicho, suprimir toda distinción entre las concepciones materialista é idealista de la historia. El mismo Marx parece que no estaba libre de tales rectiiicaciones.”La Sagrada Familiadescansa ya en su nueva lilosofia de la historia,y, sin embargo, en este estudio encuéntrase el siguiente pasaje: “é0 cree la crítica haber comenzado siquiera á conocer la realidad histórica mientras excluya del movimiento histórico las relaciones teó(t ) Engets, Lo partieipociao del trabajo en la transio, ,,isrién d, 1 mouo. Nuera Tiempo, XIV, tomo, II. pSg. 551. (2) fCaulsky, Qué quiere y qué Consigne la concepciéli materia— lisIs de la historio. Nuevo Tiempo, XV, toras 1, ptg. 231. ricas y prácticas del hombre con la naturaleza, la ciencia natural y la industria?,, (1). Por consiguiente, la ciencia natural y la industria son lis tuercas motoras de la historia. Este dLtalismno mace recordar 2 Saiitt-Siinon que igualmente descubría en la ciencia y la industria las dos bases del orden social. Pero el ualcrialisrno tmistórico es una construcción monista y precisanmemmtc considera como decisiva la práctica de la vida, y rio el pensamiento teórico. Si es la ciencia natural ulla tuerza independiente, al lado de la industria, ¿por qué no ha de serlo lanibién la filosofía cuya historia tan unida está con la de la ciencia? Y en este caso, ¿qué subsiste de la frase marxista sobre la conciencia y el sér social? La ciencia natural, como el pensamiento teórico en general, considerados desde el punto de vista del materialismo Imistórico, son un producto más bien que una causa de la evolución histórica. Es, con todo, muy caractertsti ca esta vacilación que reina en derredor de las ideas fuit. danteutales de la concepción materialista de la lustoria. La vaguedad del concepto de fuerza productiva, pone á la mentada doctrina en peligro de perder su debida exactitud. Esta misma circunstancia ha prestado á algunos marxistas un servicio no pequeño, permitiéndoles designar todas las cosas del mundo como fuerzas productivas y explicar asi fácilmente todas la dificultades del materialismo histórico. Asi, por ejemplo, estas enigmáticas fuerzas productivas tienen ets los escritos de Plechatiow, el mismo papel (1) Coteeeiáa de tos metilos de Marx y Esgels, torno II, t902, p5- cia 239. 15 SL MARXISMO ELMRRKiSMO ti que las fuerzas vitales en la vieja psicologia. Todo se explica con ellas, pero callando siempre sobre lo que ellas scan y sus condiciones. Las fuerzas productivas son atitepocstas á la evolución social como su isoitietilo de— te rio i itante, y al mismo tiempo se las designa, con sor - pretideiste lógica, como fuerzas sociales ó históricas muda bies. En ‘El manifiesto comunista,, y otros escritos, hace cii tender Marx que las tuerzas productivas no son otra cosa que los medios de producción y circulacion Bien podría acsptarse esta fijación del concepto sitio fuera el uiás apropiado para causar nuevos errores. Por medios de producción se eistien de corrientemente los instro trienios tic isa- bajo, primeras materias y materias auxiliares; pero no las condicioites naturales de la producción, coitio duna, silmiación geográfica del país, etc. Y la naturaleza es, ciertamente, una fuerza productiva en sentido marxista, corno Engels lo reconoce (1). La identificación del concepto fuerzas productivas cori medios de producción y circulación, tropieza todavía con Otras dificultades. Así Engels llama “á la división del trabajo y á la cooperación de trabajadores en tina manufactura,, (2), nuevas fuerzas productivas puestas en mnovintiento por la burguesía. La adquisición de nnes’as tuerzas productivas no es idéntica it la introducción de nuevos imisfruimientos de trabajo, porque la manufactura en esta relación, se distingue muy poco del oficio. Ciertamente que el mismo Marx, con su modo de expreaarse, ha nrotivaóo una tal acepción del materialismo histórico, como (1) Casta de Engels á Siatkcsborg , Daco,se’,iss di socisinmo, 1902, tamO It, pág. 73. (2) Engels. Luis Fruerbaefl, 2.’ eSte., 1595, pig. 45. si él viese cts el descubrimiento y empleo en la producción de uit nuevo itsstrurneitlo de trabajo 1a única fuerza i sipnlxora del progreso histórico (1). Con su reconocinumento de la tnanufact ura como una nueva tuerza productiva, prseba, pites, Engels, que su acepción de la doctrina mro comresponde, en este punto, á su espíritu. Así lo con- litina Marx cuando dice: ‘También en una constante forsta ríe trabajo puede, el empleo simultáneo óe un número niayor de trabajadores causar utta revolucióis en laa condiciottcs reales del proceso del trabajo mismo, (2). Puede, por tanto, revolucionarse la producción sin que tos úiiles del trabajo cambien, ó, con otras palabras, es posible la evolución de las fuerzas productivas, auti sobre 1,1 liase ile u nos itusnios iitstrumeutoa. Es por lo demás manifiesto que el empleo de nuevos iissttrinrentos, en ningún caso deberá ser reconocido como fuerza dominante de la evolución social. Sólo en los tiettlpos más recieittes se suceden rápidamente las invenetoites técnicas, mientras que antes corrían los siglos sin Lisie SC iistcodisjesen modificaciones esenciales en los tus— lrutnentoa de producción, y no por esto se ha detenido la ttiarclma de la historia. El paso del oficio it la manufactura; la reuimión de los que antes eran pequeños productores independientes, ea un gran taller bajo la di— Ii) Ani dtcr, por efernplo, Kelles-Krasz, quela tomia de tu producción, contarme á la concepción maiertaltsla de la htsisria. está candidanada por ‘tos úiites de la prodmmccfón, por el equipo de instrumentos,.— f Véase Grirewiisçi, . Fi ,tcx,zrrol/o de iris ,ierr’sidridr s hr,mrr,r,rs. iSOS. t’e. t, EL MARXISMO SL MARXISMO 73 las más análogas al juego son las que ejercitan con mayor celo y con una persistencia incomprensible para nosotros. Entre ellas el baile, en primer tértitino Todos los pueblos salvajes bailan con locura hasta que, agoladas sus tuerzas, caen tos bailadores rendidos II). Apoyándose en un copioso material de techos y do cItttiCittos, llega Biicher á la conclusión de “que en los pri mero5 tic III O5 de la evolución liii itta ita el u eto y rl trabajo mo se rtistitmguiait,, (2). Esta diterettctactóit entre el trabajo ecottóttnco y el juego pertenece á ópocas postrriorcs. El salvaje juega tan serianoento como nosotros tíahajanios, y rodea atuenudo su trabajo de elcttteittos de distracción y juego. El cattto acompaña sI trabajo del itombre primitivo, que en tnuchos casos se cotifande con el baile. En estadios superiores, cuando trabajo y ¡ncgo est,iit perfectantettte separados, pierden su stgniticacióit las lottilas primitivas rIel juego. Solo rarantente se descubre Lii los pueblos cultos tIIt interés tan desarrollado por los juegos fisicos, qmte tnerezca la consideración de fuerza tnstrica influyente: tal lo fué en Roma y Bizancio dotmdc lis juegos del circo fueron acotitecitnieulos de tutu sigItific.i ción politica itmcomparable—. Pattesst et circeitses—; esta equtvalettcta eittre el alimento y el juego no puede sur mñs caractertsttca en la antigua Roma. Pero el juego es, sobre todo, importante allt donde ha llegado ti producir actividades del espiritu tan valiosas como el arte. Sobre esta relación del juego con la activiIt) Uiicticr, ‘1,-abajo y ritmo, 3.’ edie., ptig. té. (2) Idos, iii it., pig. 295. dad estética ha llamado la atención Schiller (1) desarrollasdo algitimas ideas capitales de la Crética del juicio, de Kant. El amor á lo bello es desinteresado y libre, y como allí” dottde se da una actividad pura y por el gusto de ejetcitarse, está el juego. (2), bien podemos considerar al ,Irlc cotmto oita forma del juego, A la misma conclusión, y por canmitto distittto que Schiller, ha llegado Spencer posteriOt ateste La miotalile iutvestigaciótt de Biiclter Ima mostrado que origimtariamtteitte la música y la poesia estaban estrechatiteitie ligadas con el trabajo económico. Hasta parece que el rilttto, (lite comistituye la ciencia de la música y de la pocSia, procede generalmente de los movimientos ritmi— cos del trabajo (3), Con el tiempo la música, que fué umia miera ayuda del trabajo económico, se Ita convertido eta utma de Lis bellas artes. Pero esto ha elevado muy poco su stgniticacióut como fuerza social. La música procura quizás el más puro lilacer estático, yen este sentido nunca puede ser bastante estimada; pero su influencia sobre las formas de tu vida social 110 es fácil de descubrir. Es, por ejemplo, imnposible determinar qué consecuencias desfavorables al desarrollo social de Inglaterra haya reportado la poca capacidad musical de su pueblo, 6 las ventajas que Italia ó los judíos hayan conseguido con su gran disposición. Si utias y otras fueran considerables, se podrtan fácilmente determimmar, mas no parece ser este el caso (4). (1) Véase Setititer, Sobre la educación estética de los hombres, cartas t5-26 y 27. (2) C. Graos, Los j,,egos de tos hombres, pág. 7. (3) Véase C. Büctser, Trabajoj’ sumo, rap. VII y otros. (4) Las investigaetsnes de Spencer para demostrar ta gran ulittdad social de u música me parecen Iotatntente equivocadas. Véase Spetmeer, O, ii’,,, y f,,,jcistn do’ la músico, Ensayss, vot. II, 1907. 71 II. ARSioSil EL MARXiSMO 75 l.o mismo puede decirse de las demás bellas artes, aunque cii menor grado, ya que la música es, entre ellas, la que está más lejos de los intereses prácticos de la vida. En lo q tic á la 1 teralura concie iii e, tic nc si u duda, u no considerable Itierza social, mas solo porque la literatura encierra en sil toruna arlistica uit cierto contenido ideal ideas que son coinuites, con la liiccatura, it olios campos del pensamiento social, como la filosutia y la ciencia. Sólo mediante csue contenido intelectual, y no ,i causa de su peculiar elemento estético—la forma - ha llegado ser la literatura una fuerza histórica tan grande. El dominio de la estética pura no ejerce tilia inllueimcia considerable sobre la vida práctica lo que es natural, ya que la esencia de lo bello consiste en se indepciidcncm.i de todos los intereses prácticos. Bello es, segun la cele bre de Ii nición de Kant, lo que gas la tesi ntercsaú a iii cate (1). Existe, en efecto, una cierta rclacion entre lo bello y lo bueno, porque el placer cstctico contiene algo cmimioblecedor, y por ser la vida estética, conio Kant y Scliiller han acentuado, el medio más elicaz para elevar á la tica al hombre sometido á la sensualidad. Podemos reconocer cott Schiller, en uit alma hermosa el más elevado ideal humano, sin que esto nos mueva a descubrir cii los eleinenios estéticos del arte una gran fuerza histórica. l.a realidad de la vida está ntuy alejada del ideal, y si el arte ejerce una acción moral eitnoblccedora, es poca su trascendencia considerada desde un punto de vista sociológico, como también la validez que en la sociedad moderna logran loa seutinmientos altruistas. La vida social se rcdu ce hasta hoy ante todo, á una lucha cruel por la existencia y por la fuerza, y junto á ellas el interés por lo bello tiene solamente un papel secundario. La vocación científica tiene de común con la necesidad estética el ser igualmente desinteresada, ó poderlo ser cuando menos. Se puede saber para uno mismo, sin pretensión alguna utilitaria, por complacerse ínliinamente sabiendo. “Lo mismo que itaturalezas poéticas y musicales, las hay también intelectuales, para las que la contradicción, oscuridad ó incoherencia, son tan dolorosas como una desafinación ó uti mal verao, (1). Hombres de tal naturaleza aspiran á la verdad porque la aman. La vocación cientilica ea, en efecto, mucho más débil originariamente; mmii después, la mayoría de los hombres sienten con más tuerza las necesidades estéticas. Las naturalezas intelectuales soii mucho más escasas que las musicales y poéticas. Nunca despertará un trabajo puramente científico tanto interés en el pueblo como una gran novela ó un trozo de música. Mas aun reconociendo que el amor al saber se da muy débilmente en la mayoría, no puede ser eliminado de las necepidades personales del espiritu. Seria, sin embargo, equivocado poner el nacimiento y evolución de la ciencia exclusivamente en el haber de esta necesidad. La ciencia no ha sido producida por inte reses teóricos, por el amor al conocimiento objetivo de la verdad, sino por intereses prácticos de atender á la vida material. Tanto puede decirse esto de las ciencias puras y abstractas, como de las disciplinas de aplicación y prácticas. Los inlereaes prácticos predominan en todos los campoe de la ciencia en sus primeros pasos. La historia (1) “1_a complacencia que deternuimi,, ci u ulcia Li lisio, ca roes U todo ,mierés, Kan, O-/tice, un fmi/cm, Ed. le t SCanI, Cmttina dela razó, prdciica, El. Renani., pág. 29. 170 EL MARXISMO EL MARXISMO 171 Como medios de disfrutar todos los bienes económicos son coinensurables, por muy distintos que puedan ser, y la moderna doctrina del valor no comete ninguna falta, al partir de la conmensurabilidad de los husmos. La aceptación general de la teoria de la utilida 1 limite por parte de los economistas, ha sido el caiiuio que han to - ¡nado sus represemitantes para ponerse frente á la teoria clásica del valor. En la teoria del valor del trabajo de Smith-Ricardo encuentra Wieser “uu de los más mitanifiestos errores de la ciencia,,. Esta leona est.í, cii su Opinión, “tan llena de contradicciones que un entendi miento no predispuesto é imparcial mio puede llegar á comprenderla,, (1). Los juicios de Bolim-Bisverk, yotrOs partidarios de la escuela austriaca, son parecidos por su dureza. Estos economistas juzgan á la vteja teoría como una red de despropósitos que no descansan sobre verdad alguna. Pero toda esta discusión de ¡os nuevos con los antiguos descansa, á nii juicio, ema ints ulala inteligencia. Los ataques polémicos de los austriacos á la teoria clásica del valor combaten propiamente, ¡mo la de Smith-Ricardo, sino la teoria absoluta de Rodbertus-Marx. Esta es en realidad inconciliable con la teoría de la utilidad limite, porque el valor no puede ser al mismo tieflipo trabajo cristalizado y utilidad limite; no así COn la teoría rel,óiva del valor del trabajo. La doctrina de la utilidad Ii - mite, no sólo no se encuentra en contradicción efectiva coii ella, Alilo que ambas teorías se apoyan mutua y lógicamenle. La una presupone la otra. El mismo Jevons, que quiere aparecer como el destructor de Ricardo, fis mostrado la plena armonía de am - has. “El valor de Un bien—dice,----depende exclusivamente de su utilidad límite. Pero, ¿cómo puede alterarse esta utilidad limite? Mediante el aumento ó la disminución de la olerla del mismo; y esto, ¿cómo puede conseguirse? Con el aumento ó disminución de la cantidad de trabajo emmipleado en la producción del bien de que se trata. Desde este punto de vista hay, por lo tanto, dos etapas entre valor y trabajo. El trabajo determina la olerla y la oferta determina la utilidad límite la cual fija el valor, ó la relación de cambio de los bienes,, (1). A Jevons le falta la conclusión de este silogismo, ergo: el trabajo determina el valor. Los Costos de producción de una mercsncia no influyen en su precio desde el momento en que la misma aparece en el mercado; pero la cantidad de mercancías que llegan al mismo, depende, principalmente, de los costos de producción. Si son los costos de producción de dos mercancías iguales, sus precios tienden también á serlo, pues si no fuese así alcanzaría la producción de una de ellas una ganancia más elevada que la otra, y en este caso se invertiría en aquélla un capital mayor, hasta que las ganancias y, en consecuencia, el precio fuera el mismo cmi las dos esferas de la producción. Es muy fácil demostrar, de modo distinto que Jevons en el pasaje copiado, cómo se llega desde la teoría de la utilidad limite á la del valor relativo del trabajo. Los costos de producción de los bienes son diferentes en las diferentes esferas productivas. El máximum de utilidad se consigne, dividiendo ¡a producción social de tal modo que en todas sus esferas, en la última unidad de tiempo, las (1) Wieser. Sobre el ou-tgen del valor, psg. tt9. It) Jcvoss, Teoría de la Economía política, paginas tos y 105. ¡72 EL )l \ilXlSMO El. MARXISMO 173 nasas de productos tengan una misma utilidad. Cuandu no se da este caso aparece ulla prOlluCcióll 1111)1105 prousdIosa y debe ser limitada lo cpie eleva la utilidad iimitr de sus productos — inienti as la otra produccióli debe exleiiderse hasta que la utIlidad de los prodedlos obtenidos cii la última anidad de tiempo llegue á ser igual cii Sil) bas esferas. Los costos de producción de los respectivos prodliv tos, ó, lo que es lo mismo, la cantidad de tos mismos ohtenidos en la llflAlliS Llilidlid ile tiempo, colilillúaml sicildil (liStilllOs. Su utilidad, COlfll) se liii dictlo, debe ser la Xlix lila; por collsiguicllte, tiene 11111) estar la iltilidlld de la iii lima unidad de cada producto — su utilidad limite co razón inversa con la nsasa de productos obtenida en ci llmisnmo licln po, ó, con otras palabras, la utilidad linmilc rl cada producto tiene que corresponder directamente á sss costos límites. Esta relación entre los gastos de trabajo para la pro ducelón de un bien y su valor apareció muy clara á Her mann Gossen, el autor de la teoría de la utilidad limite “Para obtener un máximo de satisfacción—escribe—tiene el hombre que distribuir su tiempo y sus fuerzas de tal ¡nodo cii la adquisición de los diferentes placeres que el valor del último átomo de la satisfacción obtenida corrcs ponda á la cantidad de molestia que le proporcionaría obtenerla en el último momento del desarrollo de sus fuel. zas, (1). La teoría de los costos de producción de Ricardo se sepaia en cierto modo de la teoría de la utilidad linntc; pero no la contradice. Aquélla atiende á momentos objetivos, dsla á subjetivos de la form ción del precio. Así como 1 allti)inspcccióu en la psicología no excluye la observa(inI obj.liva del proceso psicológico, sino que la comlela y robustece, también constituye la teoría objetiva ud s ator de Ricardo un complemento necesario de la teolía subjetiva de la utilidad límite. La llueva leona del valor no ha descubierto propialimite nilmgúmi factor objetivo del mismo. A otros méritos debe 5)1 lmlport-dildia. Es el primer ensayo cientílico heclmo emma explicar y demostrar el mnecauisnlo objetivo de la fui lnacióil del precio, hace ya mucho tiempo conocido, (01110 11115 serie mlccesaria de motivaciones humanas. Esta cxplicacion permite concebir la llamada ley de la oferta y (le la demanda como una verdadera ley causal, empresa ca la que todos los anteriores ensayos habíais fracasado. l.a teoría de la utilidad limite puede servir de teoría abstracta de la motivación económica, llenando así un vacio de la ciencia, y en calidad de tal es también imprescindi1)10 para la comprensión del mecanismo objetivo de la forniaciómm del precio. Pero si la teoría clásica del valor es compatible con la de la utilidad límite no puede, ciertamente, decirse lo mismo de la teoría absoluta del valor del trabajo de Marx.ldodbertus. Esta es con ambas inconciliable. Es un error grosero ver en la doctrina marxista del valor, una contilluaeión lógica de las doctrinas ricardianas. Las leonas absoluta y relativa del valor tienen, como se ha dicho, casi sólo el mlOumbre (le consún; sus respectivos contenidos se conlradicemm rolundansente. Si el trabajo es, como Ricardo ensefta, uno de los varios factores Objetivos del valor, no puede ser la sustancia del mismo. (1) Gossem,, Evoimuc jón cts’ (cm le’; dci 0111 civ ¿c,mfllanO, Nuev.s ecli (iAl .liClll,lll.i, 1559, p)g. 55. 174 El. iiAOXISSsO El defecto de la leona de la utilidad limite se encuentra en la excesiva acentuación con que afirma el elemento puramente natural en la formación del precio 3 Cii des atender, en cambio, ci nonietito social ile la iitisina. “El valor de los bienes es iilcpeiidieiiie dice Cailos Mcii ger —de la ec0110mia liinnaiia y de sus factores sociales como la u hii3 ti del orden jurídico y de la ex iv ten cia de It Sociedad,, (1). Es tina doctiina anliliistóric,i, COil aliiL ¿ ini versal parli lodos los períodos y aisle sia 5 ecoito iii co No se puede llegar, en efecto, que en la esliai.ición del valor económico hay factores de validez geucral, porque toda ecoitomia descansa sobre la estimación dci valoi indepcndienlentcnte de sus formas históricas, lilas, junio O estos fa dores universa les, Ii ay la iii Liián otros cii la lot - nación del valor y fcl precio económicos, de eacócter social 3 hislórico que no pueden ser ignorados. Es un mérito que corresponde á Bdimrn-Bawerk priticipalniente, haber titado las leyes ile la formación dci precio, desde el palito de vista de la nueva doctrina del valor. Este notable investigador, desarrolla la leona de la fortnacióii ufel precio en la economia moderna con el ejemplo de la vemata de unos caballos, en la que da por sentado que ci vendedor está dispuesto á conservar los caballos siempre que el precio propuesto por el comprador sea demasiado bajo (2). Maniliesto es lo crudamente que esta abstención contradice á la realidad capitalista que produce las mnercanelas para el mercado, y no para el uso ó consumo del productor. Pero lo erróneo del ejemplo de BOlim-Bawerk no tiene aqui tan grandes consecuencias como podria crcersc. En otros escritos de los teorizantes de la utilidad límite se corrige este defecto, reconociendo el precio del mercado dependiente, no de las estimaciones del valor del compra ilor y vendedor, sitio exclusivamente de las del primero (1), concesión que no perjudica lo ruán minimo 8 la nueva doctrina del valor. En su consecuencia, se deterluna el precio del mercado del siguiente modo: Los consuundores tiene la libertad de comprar esta ó aquella mercaricia; cuando el precio exigido por una de ellas es tan elevado que caso de comprarla habria que renunciar á la adquisición de otra que proporcionase una mayor satisfacción, entonces aquélla no llega á venderse. Esto obliga al vendedor 8 bajar el precio hasta el punto en que el consumidor no estime en menos la utilidad límite del produeto comprado por ese precio, que la de cualquier otro que pueda adquirir por el mismo. El dinero tiene en todo este proceso sólo un papel de intermediario, y no tiene influencia alguna sobre la relativa altura de los precios de las diversas mercancías. Así nace, sobre la base de las estimaciones subjetivas de los consumidores y la calitidad de productos en venta, el precio del mercado; con lo que la influencia reguladora de los costos de producciáis sobre el precio del mercado sólo se puede reconocer en cuanto determinan ¡a cantidad de productos ofrecidos (2). (1) Vóase et arttcuta de Zuckeníandl, Prectu, en el Diccionario de Conrad. (2) Pnede tormutarse, como regla general, qae cuanto más breve seo el tiempo considerado por nosotros, mayor es so significación st niedirse en el valor de las nmercanctas en la demanda; y cuanla mayor sea, la duración dé aquel tiempo, más Ita de tenerse en cuento para rl s’alor de tos costos de producción. A. Marshali, Principios de Econemlo. 1898, edición inglesa, pág. 429. El. MARXISSIO 175 (1) Menger. Prj,icip ion de Eco,io,nla polines, 1871, pág. 80. (2) Bóton-Bao’erk, T.rorlm positio’a del Capital, 1902, pág. 211. ir ‘rssxrssro Li. 1.iEsXtStiO 177 Mucho más importante es otro defecto riel ejemplo (te Biihrtr—Uawetk de la venta de los caballos. El cah,rlIo no es, ciertamente, una ti pica mercaucia ca pi tal la. Sin e tu bargo hti,trm-Baw ciii frisia sus rnoti Vos para desairo! lar su t coria de la lorm ación del precio sobre una ve ita tau poco corticute. El caballo aparece en ci tucierdo cururo rin bien indivisible, del que no se puede, naírri alureute, eurirprar tu mitad ó un cuarto, por ejemplo. Con cito surge sus glail dilícultad que entorpece el camino de la Icaria dr la utilidad limite. Cori razón Iran dicho Kourtuizyuslii (1) SIoleirraim (2), que la utilidad limite de una misma suma de bienes es distinta según e! tarrrailo del producto que tiene que ser objeto de estimación como unid ud indivisible. Cuanto mayor sea esta unidad, tanto irás elevarla es su utilidad limite, el valor de todas las cxitenCtas, por cclisiguiente. Seúúrr la opinrin (te l3itrmir—liars cris, corno de sitios delerrsoies ile la teoria, ci valor ile los hierres de pende, cscttisivaiueflte, de las relaciones cutre la necesidad y su satisfacción, la escasez de los hierres y su utrli dad (3). Vemos, pues, que con ellas no quedan agotados los elementos determinantes del precio; falta tirio muy importante. á saber, el taimiatio de la rondad, (lite según las coisdicioties objetivas del increado tiene que ser trwdamcrrto de las cstiruacioncs del comprador. La importancia de este elemento en la formación del (1) Komorzynskt, El valor ea la eco,,o,nio aislada, 1555, pagtna 53. (2) “Csntor,nc Sea 11133 or ó frenar a cantidad de un huir toritaS’ corito urcid,id, se rnodrtica t.i uflhid.id Unirte y ¡ isbiór si vil ir de ¡ dav tus cxisutiiicS cus c,rit,i r,rrtd,rt dci altillo.,, Sial Johann, lcr crin ¿ni, ti aoci it es ha icorco,,ifa 1 itt ir, IbhVn, trae’. 255. (3) ttttimn-Basscrk, Teoría posirira del Laprt cr1, pig. ¡65. precio cori ningún otro ejemplo aparece tan clara como cr1 el salario. Parece eslar hoy generalmente reconocido que los obreros organizados cii sindicatos obtienen en salario más elevado de los capitalistas, que los no organizados. ¿Dónde está, pues, la induencia de la organización sobre el pieeio riel trabajo? Sin duda, en que los trabajadores organizados aparecen como un todo indivisible frente á los capitalistas, mientras que los que carecen de orgariizaeián tierren que negociar individual y aisladamente cori ellos. En el primer caso aparece sri el mercado del trabajo urr número mayor ó menor de obreros como uit bien económico indivisible; en el segundo entra como tal rin solo obrero. De no convemnirae en el primer caso en las corrdiciorres del trabajo, se ve el capitalista, no raramenle, obligarlo á interrumpir su industria, mientras que cii el scgirrrdo mro nace ninguna perturbación. La estimaciori de la mci caricia trabajo por parte del capitalista en el pri. mar caso es mucho más elevada que cts el segundo, en proporción con las dimensiones de la unidad del bien objeto de la estimación. El hecho de que las organizaciones obreras infltiyarr tau poderosamente en eh precio de la mercancía trabajo independientemente de cualquiera otra circunstancia del increado, muestra con claridad la enorme trascendcircia de las relaciones de poder y dependencia social ama la torniación de los precios. Con la minina oterta de brazos ú ini variable demanda suben los salarios cuando la tuerza de los obreros aumenta gracias á su organización, y bajan en el caso contrario. El rnommupohista es capaz de subir el precio de la mercancía monopolizada, no sólo mediante la reducción de las mercancías era venta, sino tambidu negándose á ven— 175 EL MAI1XISCIO EL MARXISMO 179 der la mercancía á menor precio, lo que obliga al comprador á pagar por ella el mayor precio posible. “Así, la altura del precio del mercado—dice Bihm Bacs’erk -se de termina en aquel la zona en la que la ole ría y la denia ida lo eq ni libran cuairtiíati vamente ,, (1) Esta zona, dentro d e la que oscila el prccio, puede ser más ó cienos amplia; las relaciones de luerza y de dependencia social deciden el pu lito, ile utro de esta zona, donde liii cte ti a rse el precio. Así pueden la olería y la demanda en relación a la rnercaecía trabajo, por ejemplo, expresarse cii muy (tistiiitus precios. El obrero aspira, rratnralirrente, á conseguir el mayor salario; pero por cincho qne descienda el salario, el obrero no puede negarse á vender so mercancía por depender cte ello su vida. Tairiliién el capitalista pretiero pagar al trabajador lo menos posible, peio por iiruy ele vado que sea el salario efectivo, excepto en ci caso de que le consuela todo su provecho, ha de preferir el capitalista pagar este salario antes qtie tener paralizado su capital. En este caso, la fórmula de BOlrrn-Bawerk apenas tiene validez, pites la zona de precios fijada es demasiado amplia: sólo quedan determinados con ella los limites extremos é impracticables de las oscilaciones del salario. Qué punto de esta zona expresa el salario lo lijará cxciiisivamente 1cm fuerza relativa, económica y social de los contraía irles. La doctrina del valor de la escuela psicológica es demnasiado abstracta y racionalista. Parte del supuesto de que el hombre mide exactamente sus deseos y prefiere siempre el mayor al merror, cuando cii realidad, á menudo duda sobre la gradación de los imrisrrros. Pero, en todo caso, rio necesita de rina previa irnensura de sus deseos para decidir50 por erro. La rutina y las Costumbres deternirnan Ir vida de la mayoría de los frorrrbres. El consumi dor alqsierc una iniercancía por UI] determinado precio, no por estar coinvenciclo cte que coir rl dinero gastado iririgurma S.itrstaccion inrayor podría obteiner, sirio simple_ riente por seguir el ejemplo de otros y por estar acostumbrado á coiirprar esa mercancía por ese ¡cierno precio. De aqsi qne los precios al detall —de tos cuales dependen t.mmniic,ón los al por mayor sean tan estables. La costumbre es, pues, ¡rina fuerza que deterinnina efectivamente el i’roceso colcctrvo, y era parte inconsciente, de la formacidri del precio. Cierto c nc fas es ti caer or]es i ndi vicisa les forinani el Innd,rimieuto del precio de las mercancías’ pero 1am pronto corno el precio aparece su influencia es recíproca. Así nace la apareinte tr]dependencia del precio de las n]ercaln cias de estimaciones individuales, la sustantivactón del precio, el fetichismo de las mercancías. Los defectos de la teoría de la utilidad límite son los de la ecormormua politnca individualista y racionalista, de la que es el freto más sazonado esta doctrinra. Da una solnr ción .fortuirada al problema del valor en su forma abstracta, mo histórica; para poder explicar nnar]ifestaciones cori- cretas rIel precio dentro (le un] sistema económico histórico tiene qrne ser completada mediante factores Sociales Iristóricos, El precio de las mercancías es, como la moral y el derecho, un resultado colectivo del proceso social en parte inconsciente en el que se expresan las relaciones de poder y dependencia de los grupos sociales. II t 2 0,1,, pos,(icm di ,,,,ji,ri. pig. 225. CAPITULO VII PLUS-VA LÍA 1. Lcr crearen/a de/ pece’, loo. El Irabsio coleo fuente axe coiva del provecho.— lv Ir jiviodeoleid de lo, provechos de los capitalistas a/olidos de la cornpoc e/Sn do coro y dependencia de la 00004 general del prOveotro de la composoeiórr del cajel. 1,1 ocr 1.—li. L acerolo gor oriol del ¡,ree’ceho y la coeopoaoeceoo del eeprlal ceo/rol ir (eco ,tcJcrnbtreora,000a ele leo ¡rrodoeeido: Ea follo de armonio entre la corola general Id pecereeheeleeliva y la mioma contada ene/en la plas.vslis.—lll. LoO 0000lac/oro’o dr la eco/o pectoral del preveeha: La ley maeorsta dol provecho deereocente. So lorororirleoeia. Alteraciones do laconIa del proveeho halo la iotluereia: 1°, de la clic. reirresirje, y 2.0, del alomeelo de la prodaelicidod del lrahalo. IV. Pireo vatio y ocre. rriiIie: la ioorlepeodeeeia de la cuota general del proveeloo de lacernjrooieidlt del ea’ pi/al scejal.—L j000rsistenoja de la dio/inclán del espilal aro eenstdrole y vsei,,hle. La doctrina de la plus-valía de Marx descansa sobre su teoria del valor. Aunque la teoría del valor constituye el antecedente lógico de la doctrina de la plus-vallar hay que considerar ésta como ¡a parte capital de toda la construcción teorética á la que aquélla sirve de fundamento. El fin exclusivo que esta construcción persigue es demostrar que el beneficio capitalisla proviene de la explota— cióti de la clase obrera (1). (1) Los igooal dad de los ltoresbres es el fleo del enar.sioeoso, Wcos’ ckelern, 1896. pág. 137. 182 1:1 ‘1 \I.\isti() EL MARXISMO 183 La teorta marxista del provecho tiene que lijar objctivamc’itte la preexistencia de esta explotaeión. Et coiieeplo del valor absoluto del trabajo constituye ta base de esta teoría. Paitiesdo ile este concepto, llega Marx con seeuentemetite ci la co net usióii de q as el pi uveeho de tos capitalistas, Como en general todo beneficio que no es ckbtdo at trabajo, pi oc cdc de la a propicie ciii de tía bajo nc jiagado ci los obreros ocupados en la pi od ser i 6 u, Ile vact .1 ci cabo por los cctpilalistas y otros pii)pictcliios. la teori,i marxista de la plus—cali tille es, al misuio tiempo, 55 ter— ría del provecho, C5 tiiia consecuencia necesaria cte ss leona del valor. La fuente única del provecho capitalista tiene que ser el trabajo de aquellos obreros. Y como sólo tina parte del capital se destina al de los trabajado res y la Otra ci medios de produccion, el nuevo valot ema- do eit el proceso productivo que aparece coitro provecho del capitalista procede exclusivaiiic’ntc dc a primera parte del capital, mientras que la segunda tiene uit papel pasis o y no produce ningún aumento de valor. D5 aquí que llame MarX capital variable ci la primera parte y capital constante ci la segunda. En la alirmación de que ct capital constante no participa en la creación de valores, radica la esencia de la leona marxista del provecho; lo que está en la contradicción más inconciliable con todas aquellas teorias que no separan en la formación del provecho, el capital empleado en salarios del dedicado ci los medios de producción. Es un hecho cotiocido qae en lo visibte del tiittndo capitalista no se observa distinción alguna entre capital constante y variable, en relación con la obtención del pro- vectio. Las industrias en las que el capital variable predoanua no smrojan mayores rendimientos que aquellas otras en las que predomina el constante. Este hecho no lo dma- cute Marx, sino que busca armonizarlo con su teorta del siguiente modo: “A consecuencia de la diversa cornposiciómI cte los capitales empleados en las distintas ramas de Li producción ea tamnbión muy diverso el importe de la plus-valía producido por ellos. Conforme con esto las cuotas del provecho que reinan en las rafias de la producción, son originariamente muy desiguales; pero rse— diante la concurrencia llegan ci nivelarse en una cuota general del provecho que equivale al túrmmno medio de los que se obtieuen. Los capitalistas aislados “no sacan la lilia-Aralia, y, por tanto, el provecho producido en su esfera, si no tanta plus-valía, 6 provecho, como del valor 6 beneticio total, lis sido obtenido eh un periodo determinado por el capital total de la Sociedad, tomadas en conjunto todas las esferas de la producción, y que corresponde en itna distribución igual ci cada parte alícuota del niismo. Por 100 obtiene cada capital invertido en uit alio, ó correspondiente periodo, siempre el provecho equivalente ci lautas partes cuantas tenga. Los diferentes capitalistas se conducen, en cuanto al provecho se refiere, como nuevos accionistas de una sociedad anónima en la que la participación en el producto se distribuye conforme ci su tanto por cientos (1). A estas consideraciones ha de contestarse, por lo pronto, que el proceso de nivelación expuesto por Marx, y que ci causa de la diferente composición de los capitales, por la diversa cuota originaria del provecho, presenta ti) Marx, Et Capital, ismo III, páginas 136 y 137. 184 EL MARXISMO EL MARXISMO como ad doc, es imaginario y no corresponde en nada á la realidad. En la realidad capitalista no se presenta ocasión IliliglIna para este proceso, como tampoco se ven alteradas las cuotas “originarias,, del provecho por la composición de los capitales. La formación del precio y del provecho, por consiguiente, se lleva á cabo, no sobre la base del costo absoluto del trabajo, sino de tos costos de la producción capitalista. Está fuera de toda duda que en lo que á Ulla empresa aislada se refiere no puede ohsci varse en la formación del provecho diferencia alguna entre el capital constante y el variable. “El capitalista—dice Marx—cuya visión es limitada, cree, con razón, que su provecho no procede sólo del trabajo empleado por él, ó en su empresa. En cuanto á su provecho medio se refiere tiene raeóll Ahorro de trabajo—no sólo del trabajo necesario para obtener un producto dado, suso en el sélocro de obreros empleados—y un mayor empleo de trabajo muerto (capital constante), le parecen operaciones económicamente muy justificadas y que en modo alguno reducen la cuota general del provecho, ni al provecho medio mismo. ¿Cómo habla de ser, por consiguiente, el trabajo humano la fuente exclusiva del provecho, cuando la disminución de la cantidad de trabajo necesaria 110 sólo no reduce el provecho, sino que más bien, en determinadas circunstancias, aparenta ser la fuente inmediata del aumento del mismo?, (1). La opinión de que el trabajo humano no ea la “fuente exclusiva del provecho,, depende de la limitada visión de loa capitalistas que se dirige sobre lo particular y no sobre el conjunto. Pero mientras que los provechos de los capitalistas aislados dependen tanto del capital constante como del variable, los de toda la clase capitalista están producidos, exclusivamente, por el capital variable. La ley de- la plus-valía rige el conjunto de la distribución social, y, especialmente, de los ingresos sociales de las diferentes clases. Lo que concierne á la posterior distribuCión de los ingresos dentro de una misma clase, depende de otras leyes. Tomando las ramas de la producción en conjunto, la suma de los precios de las mercancias equivale al valor de su trabajo; los provechos de algunas empresas aisladas que no coinciden con la plus-valls no son capaces de anular la ley general de la plus-valia, pues todo “se reduce á que lo que va en una mercancía de más de plus-valia, quede en otra de menos, y que, por consiguiente, también las alteraciones de valor, representadas en los precios de producción de las mercancías, se compensan mutuamente, (1). De aquí que estón las cuotas generales del provecho, en oposición á las de cada rama productora, determinadas por la composición del capital social, á saber: l.0, mediante la orgánica composición del capital - (valor) en las distintas esferas de la producción; 2.°, mediante la distribución del conjunto capital social en las diferentes esferas (2). JI La teoría de la plus-valía puede ser refutada tan sólo probando que tampoco la distribución de los ingresos sociales entre las distintas clases sigue la ley de la plus-va (1 Marx, El Capital, pág. 140 (2) Ide-la íd.. pág. 1-It. (1) Marx, El capias!, lomo III, pág. lis. 156 ci si ssoissiO EL 5IARX[SA50 187 social. obreros: pitalistas: Ita, y que la cuota general del provecho, en su situación estática, como en sus alteraciones, es también independiente de la composición del capital social. A continuación ha de inteutarse esta prueba. La composición del capital es muy distinta no sólo cii las empresas aisladas, sino en grupos completos de la pro. ducción social. Podemos aceptar que ci capital constante constituye la parte principal en la proditccion de medios productivos, pero la menor en la de articulos de consumo de las clases dominantes (artículos de lujo especualmen te. El esquema siguiente pone á la vista de qué manera, partiendo de esto, se reproduce y distribuye el ingreso Reproducción y distribuCión de los ingresos sociales expresados en sus precios en dinero (1). Prodticci dii de medios prod u ch vos: lbOm f—bOa+(501-- 300. II. Producción de artículos de consumo para los 80 ¡u ± 80 a ± 40 r 200. III. Producción de artículos de consumo para los ca40 1n+60S-1--25T 125. Con m, s, r designará respectivamente los medios de producción (capital constante), salarios (capital variable) (1) En la consirs,cción de este esquema se presupone que la sacie. dad carisma de das únicas clases, captialisias y obreros. l.a diferencia entre el periodo de circulación (U,nschlagsperiodi’) tel capital 5jo y el circutanie os se sesalu. acepiaisdo qar tanta ano caniO otro hacen aquel rccorrtsto. La partición de la prodocctáfl social rs en el cquelisa propür. cisoal; la demanda de lados los prodocios es igaai á 50 Otitd. No se da ucuojulacióli capitalista alguna. y renta (plus-valía). Las cifras están elegidas á capricho y expresan en millones de marcos los precios (precios de producción) del capital invertido, rentas y productos anualinciate obtenidos en el grupo correspondiente de la pro. dLicción. La composición del capital es, conforme al supuesto sentado, diferente en cada grupo, predominando el capital constatite en el primero, el variable en el terceto y equiparándose en el segundo. Las cuotas del pro s’echo, conforme á las leyes generales te igualdad de las mismas, lo son también y corresponden á umi 25 por 100. El esquema expresa en sus precios todas las relacio. ites de producción y distribución. Ahora bien, detrás de las mercancías están los hombres, y detrás de los precios el valor de trabajo, que no coincide con éstos. En el esquema que sigue, el precio se sustituye con el valor del trabajo correspondiente. Yo parto de la hipótesis que la duración de la jornada y los salarios efectivos y la cuota de la plus-valía, por consiguiente (relación ile la plusvalía con el capital variable), son iguales en todos los grupos de la producción. Queda igualmente aceptado que en el primer grupo citado están anualmente ocupados 150.000 trabajadores. Con la ayuda de los medios de pro. ducción, cuyo precio equivale á 180 millones de marcos, obtienen una suma de productos cuyo precio es de 300 millones. Si el valor del trabajo de esta masa de valores lo llamamos X, el de loa medios productivos gastados cii la producción será igual á —— X. De aqul se obtiene la siguiente equivalencia: 18(1 X.-j— 150.000 años de trabalo (1) = (t)La unidad de trabaja que se toma es un asn por obrero, puesto q,s. estio a,ioalmenie ocupadas, como se ha dtct,o. 180 i. M 511515510 CI. MARXNMI) 189 y de aquí resulta X = 375.000 años de trabajo. El valor del lrabajo de los medios (le COlisUHIO de los trabajadores puede uijarse seinejanteniente. El valor del trabajo de los medios de producción coiisuinidos aqut es 375 >< años de trabajo, por consiguiente, 100.000 años de ha bajo. El número de tos trabajadores ocupados en este grupo de la producción corresponde á los del primer grupo Como es, por consi”uiente, de 150.000 15) 1,0 200.000. El total valor del trabajo de los productos dci se gundo grupo importa 100.000 ± 200.000 300.000 años de trabajo. En ci tercero, el valor del trabajo de los iiicdios de pi o ducció es 375 — 50000 años cte trabajo. 1:1 nú lucr de trabajadores ocupados es igual quc cii ci primero, y el valor del trabaj o de los productos ohtc i j idos um port.i 50.000 —— 130.000 200.000 años de trabajo. La cuota de 201) Ide ptus.vatO soclail la plus-valls social es igual aOOldcc.,pttal ‘ociO sariabi) — 66,6 por 100, laquees igualmente valedera para cada grupo, cuyas cuotas de plus-valta, coutorune O la hipótesis sentada, son iguales. Y asi llegamos al segundo esquema de la Reprociocción y distribución de los ingresos sociales expresados en valores de Ira bujo. 1. Producción de medios productivos: 225 su —j— 90s ± 60 r —375. II. Producción de medios de consumo de loa traba lii Producción de medios de consumo de los capi— lulistas: 50 ni ± 90s+60r=200. Las cifras expresan en miles años de trabajo; el valor del trabajo de los productos obtenidos, y constituyen, por decirlo asi, una traducción del primer esquema, po— ¡siendo valor de trabajo en lugar del precio. La compara - cidu de ambos muestra que todas las relaciones cts la distribución son otras, según que se expresen en una ó en otra forma. Asi en el primer esquema constitula el capi - 250 tal social variable un —- 32 por 100 del precio del producto total social, mientras que como valor del trabajo coustituye un —34 por 100 del mismo. La cuota del provecho, estimada en el precio, equivale á un 25 por 100, y en el valor del trabajo alcanza , es decir, casi uu 30 por 100. Vemos, pues, que las cuotas del provecho general 3 social, se deducen del precio de las mercsncias ó el valor ile su trabajo. Mas, ¿cuál de ambas cuotas tiene validez real? Evidentemente la deducida de los precios, ya que la fornaacióu del provecho se realiza, electivamente, sobre la base del precio de las mercancías. Queda, pues, comprobado que tampoco en relación al provecho total social y 8 la cuota general del mismo corresponde mayor validez que 8 los provechos y cuotas de capitalistas aislados en ramas de la producción aisladas tansbiúms. La cuota general del provecho tendria que ser completamente distinta de lo que es, en realidad, si estiaviese determinada por la plus-valía. Y es esto natural, ya que los precios relativos del capital variable, constante y jadores: 100 ,u—f-- l2Os ÷ 80r 300. 190 FLMA5XI5SIO EL MARXISMO 191 provecho no coinciden en los grupos respectivos de la producción social con el valor del trabajo relativo á causa de la diferente coinposicióii de los capitales. La afirma Cf dii (le Marx (le q Lic “las a It eraciones del valor (dci Ira - bajo) q tic se reflejan en el precio de prod uccidn de las mercancias se compensan mutuamente,, es equivocada, pues esto sólo tiene validez en el total del producto social, pero no ems sos divisiones en el capital y provecho social, inedia tite las q nc se del orini iia la al 1(1ra de la cuota social (id provecho. III EJe este nodo queda demostrado que la cuota general del provecho mio corresponde .i la relación de la plus.va— la con el capital social. Queda por iii ves ligar qn i oil a cii— cia ejercen sobre la cuota general del provecho las nmodificaciones en la composición del capiial social. El capitalista aislado cree, coin o Marx al it ala ni e ute observa, que la sustitución, cii su cmnprcs,i de trabajo humano por ni,i— quinas, 110 disminuye sus provechos, sino que los auinenla, y ve Cii ello la prueba de que “el trabajo humano no es la fuente exclusiva del provecho,,. Y precisamente en este punto tiene que celebrar su mayor victoria la teoria de la plus-valta. Se ha conseguido, parttendo de sus premisas, descubrir la ley más importante en el desarrollo de la economia capitalista: la ley de la tendencia decreciente de la cnota del provecho, que Marx designa de “misterio en torno, de cuya solución gira toda la economía polílies desde Adanm Sniitlm,, II). (1) itt “ui’its(. lauto III. p.g. 193. La ley es en si muy elemental y parece derivarse con necesidad lógica de la teoría absoluta del valor del trabajo. El provecho nace tan sólo del capital variable; si aumenta el capital constante social, debido al empleo de medios de producción supletorios, más rápidamente que el capital social variable, continuando inalterables las otras condiciones, tienen que bajar las cuotas del provecho, ya que la masa del capital social total, por lo que tiene que dividirse la nsasa de los provechos para determinar su cuota, cosforine á la tnpótcsis sentada, aumenta nmás de pilsa que los provechos (cuya cantidad sólo está condi,-ioisada por la parte variable del capital). Esta marcha relativamente creciente del aumento de los niedios de producción empleados en el capital es considerada por Marx con toda justicia como ley fundamental del desarrollo capitalista. La tendencia decreciente de l.i cuota del provecho está también, en consecuencia, ínhm mente ligada con este desarrollo. Esta ley de la cuota decreciente del provecho parece ser, commio se ha dicho, una consecuencia lógica de la teoita absoluta del valor del trabajo, Mas esta apariencia es vimgaitosa; dicha ley no se desprende de esta teorta. Creo haberlo demostrado ya en mi libro Estudios para una teoría ¿historia de las crisis comerciales ea Inglaterra. Aquí lic de presentar otra fase del problema intentando al mis- no tiempo obtener la verdadera ley del movimiento de la cuota del provecho. Por lo pronto, la posición del tenis de Marx es falsa. No puede decirue qué influencia ha de tener sobre la cuota del provecho la disminución del capital variable (salarios), pues aquélla tiene que ser diversa según las cansas de csta disminución. Puede acontecer por dos nmo 192 EL MARXISMO EL MARXISJSIO ¡93 tivos, á saber: 1 .‘, por la disminución de la produclivi dad del trabajo social, y 2°, por su aumento. Ambos casos deben ser especialmente examinados para obtener resultados utilizables. Marx obtiene su ley por Un camino muy llano. Establece que el capital constaste Silbe mientras el variable permanece inalterable y la cuota del I oveclio tiene que bajar. Lo que no dice es de qué 1110(10 se lleva á cabo el aumento del capital constamite, como si este aLlmLiIto del capital cayese del cielo. Nosotros hemos de analizar CII todas SS fases, desde el comienzo hasta el tiIIIl,este proceso. Su comienzo está, desde luego, en la obtención del capilal suplementario; su final CII la producción social sobre nuevas bases técnicas y nuevas condiciones de va- lora cióu - El esquema siguiente se refiere al primer caso de la dismiunciómi del capital variable (cuota de salarios); cuando esta disminución se debe á la disminución de la pro - ductividad del trabajo, lo que equivale al aumento relativo del valor del capital real. Yo parto de la suposición, por ejemplo, de que á consecuencia del agotamiento de tilia niina y del suelo, los costos de trabajo para la obten. ción de inineral de hierro, carbón, granos ó primeras materias suben considerablemente, lo que conduce á un aumento del valor del trabajo de la unidad de productos en UI’ 25 por 100. Esto obliga á los capitalistas á emplear ulla parte de au provecho para cubrir los costos de producción con un creciente capital variable y constante. Y para acercarnos más 8 la realidad capitalista supongo también que el aumento del valor del trabajo de cada unidad de productos (también, por consiguiente, de los medios de col,sun,o de los trabajadores) COIIdIIcC á liOd 11Cr- ma del jornal efectivo del trabajador (esto es, de la ¡nasa de medios de consumo de que los trabajadores disponen) en un 10 por 100. El número de trabajadores continúa sIelIdo inalterable conforme con la hipótesis primera. No ¡melle lllgar ninguna acumulación capitalista aparte de la luotlvada por el aumento del valor de los medios de proIluccióll y del salario. Reproducción del capital social cima filio la productividad del trabajo social disminuye. PRIMERA CASE 1. Producción de medios productivos: 250 m + 125 s + 125 r 500. 11. Producción de articulos de consumo de los traba 11 /, m + 56 ‘1, s + 56 ‘/, r 225. adores: III. Producción de artículos de consumo de los capitalistas: 37 ‘/, m + 18 /, s + 18 ‘/ r 75. SEGUNDA FASE 1. Producción de medios productivos: 277,8 m + 125 s + 97,2 r = 500. II. Producción de articulas de consumo de los Ira- 125 m + 56,3 a + 43,7 r 225. bajadores: III. Producción de artículos de consumo de los capitalistas: 97,2 #i + 43,7 s + 34,1 r 175. mi 191 RL MARXISMO EL MARXTSMO 195 Todas estas cifras indican el valor del trabajo de la respectiva producción. La partición de los productos sociales es proporcional, todas las inercancias ohleiijdas encuentran salida. La disminución de la productividad del trabajo tiene lugar en la primera fase. En cOIIscCIleilcisI, se ven obligados los capitalistas de las 200 unidades de valor de trabajo q nc co Ita remos Como ot OS lautos iii11011CR de marcos de su proseelio total (125 + —F 18 ) á destinar sólo á su propio cOjisumo 75 nlilloues de marcos. Los restantes 125 IllillOlieS serrín I’IfljSlea(ffls cli capital. El allmellto de los costos de trabajo de los medios cje prOdiICcióII CII III 25 por lOO, eXIge 1111 capital SllptctOrio para la oblellciull de sil capital real de 100 Illillolies (en la prridu cción de la prilIl era tase se i uve rItan CII capit al consiallte 250 + 112 —t— 37 4C0 mItones de mar cos) y el aullicIlto por cielito equivalente del valor de los artículos de consunso del trabajador aconspattado de la baja del salario electivo cii 10 por 100, conduce al auinelilo del capital variable cii 25 iiiillones. (El capital variable de la primera fase es de 125 + 56 ‘/, —j— 18 -_ 200 mi llones de marcos; si los trabajadores siguiesen rectbieii— do despuás del aumento del valor del trabajo de los artículos de consliflio la misma cantidad de él, el capital variable hubiese ascendido hasta 250 millones de marcos; pero como los salarios han bajado en cia 10 por 100, según rinestra suposición, el capital variable en la segunda fase tan sólo asciende it 225 millones de marcos.) La segiiitda fase representa la producción social según la disniinimcióu de la prodactividad del trabajo que lIs tenido lugar. El valor de los productos sociales obtenidos cii la segunda fase tiene qstc exceder en 100 inilloiics de marcos sobre los de la primera, ya que si el número de los tiabatadores Ocupados en la segunda fase es igual al de la prilliera, el valor de los medios de producción empleados cii aquélla ha aumentado cii 100 millones de marcos. (Eme valor, conforme con la teorta del valor del Ira bajo, tiene (lic aparecer mllalterable en el valor de tos pro lIitOr, obtenidos) El valor total de los productos de li segunda fase Importa, por tanto, 900 millones de marcos 600 del valor de tos productos de la primera fase, más 100 del aumento del valor (le los medios de producción de li scgummmsls). El valor del capital total de la misma es (277,8 -( ¡25 + 92,2) --500 nmillones de marcos, capital constante y 125 + 56,3 F 43,7) —225 iiiillommes capital SaI tulc, lolal: 725 millones. El provecho de la segunda tase es 900 - 725 — 175 millones de marcos l.a cuota del provecho en la primera fase era de - .13,3 por 100, la de la segunda es — - — 24,1 por 100. Ile modo que a pesar cte la disminución de los sítlarios, ha bajad o Collsiderablemente Con rslo teimc’mos ante nosotros el caso investigado por Marx de la disminución de la cuota del provecho el-te conseguido acaso con lo dicho robustecer la ley marxista en vez de rectificarla? No se puede discutir que en determinadas circmtimatan cias el aumento de la composición del capital social está acompañado de la baja en la cuota del provecho. Pero, ccutles soia estas condiciones? El tema investigado se refiere al caso de la disminución de la cuota de salarios del capital social, debida it la nsengua de la productividad del tiabmjo; la subida de la composjcjóis del capital social puede ser debida it Otras causas, it saber, al mnisnio as- 196 LL SASXISMO EL MARXISMO 197 mento de la prolnctiviclad. Los progresos de la técnica conducen al aumento del capital fijo (máquinas, herramientas, etc.) empleado en la producción; y puesto qn la elevación de la productividad del trabajo se expresa cii el a u mvii fo cte la ca iitidad de pi ini eras materias obtenidas, sobre esle base crecerá el ca Intel culaiií e Cii relación con el variable (de salarios), que se reducirá á la inés pequeña parte del capital social. También este segunito caso del aumento de la com— posición del capital social he de aiialiearlo coii ayuda rL mis esquemas. El proceso comienza inanilisslamente coii la obtención de los medios de producción supletorios. Su segunda tase (la cual sólo tcóiicamente puede separalse de la tercera, pues cii realidad coincide con ella) radica cii el consumo productivo de ellos. Ln la tercera concluye el proceso: la cantidad excedente de prductos obtenidos ha penetrado en la producción y el consumo sociales, cd valor de los productos ha decrecido cii correspondencia con las nuevas condiciones de la producción, y ésta se adepta ¿ una nueva base técnica. En el esquema inmediato he aceptado que los capitalistas emplean una vez la juitad de su provecho en la obtención de los nuevos medios de producción supletorios, y después, ite nUevo, su total provecho en un consumo improductivo. El número de trabajadores continúa siendo el mismo. Se parte de la hipótesis de que la introducción de nuevos métodos de producción eleva la productivi. dad del trabajo en un 25 por lOO (y en la misma proporción aumenta la cantidad de productos sociales). A la vez supongo, para no aparecer comO partidario de la le)’ del bronce del salario, que de la productividad del trabajo se benefician también los obreros, y que sus aalarios electivos aumentan en un 10 por 100. En su fundamentación de la ley de la cuota decreciente del provecho, parte Marx de la invariabilidad de los salarios reales. Mi poSidón llene que dar aún más agudo reslce á la ley iiiarxista. Reproducción del capital social cuando (lene lugar un aunzenlo de la productividad del trabajo social. PRIMERA FASE 1. Producción de medios productivos: 250 ni ± 125 s ± 125 r —500. II. Producción de artículos de consumo para los 100 ni -- SOs ÷ SOr 200. obreros: III. Producción de artículos de consumo para los ca- 50m +25s+25r= 100. SEGUNDA PASE pitahislas: 1. Producción de medios productivos: 222,2 ni -t-- 88,9 s ± 88,9 r = 400. 11. Producción de arttculos de consumo para los 97,8m—j--39,1 s+39,1 r= 176. obreros: III. Producción de artículos de conaumo para los capitalistas: 180 n+72s-d—72r..324 198 Li. MSRXISMO EL MARXISMO 199 TERC5A iASS 1. Produccin (te medios productivos: 177.8 rn —— 78,2 a --- 144v 400. 11. Producción de articulos de consumo para los 0 b re ros 78,2 nr + 34,4 a -— 63,4s 170. III. Producción de articulos de colisuino para los ca pital istas: 144m—t—63,4s+116,6r 324. La partición de la producción social es proporcional en las tres tases. La primera termina con la oblención de medios de producción supletorios por importe de 100 ¡smiI I oir es de nra reos. (Es decir, la irritad riel pi od rielo total de esta fase, que importa 125 -+- ó0—j—25 200 millones (le marcos.) En la segunda fase se dedica á la producción la su iii a ohteiiid a por valor de lOO mi lloires de ma reos cii medios de producción; y en la tercera fase se modilicaur la relación de valores del capital permanente y variable y del provecho, cii conformidad con las nuevas condiciones de la producción. La cantidad de los medios de producción obtenidos al final de la primera fase permanece inalterable durante la segunda y tercera fase—ya que este suplemento de provecho, debido á la elevación de la productividad del trabajo, no llega á ser acumulado, sitio que se emplea en los fondos de consumo de la sociedad —; el valor de esta cantidad en la segunda fase es igual rl 500 inilloimes dv nuarcos. Ahora bien, este valor en la lercera tase, á cousecuencia de la baja del valor del trabajo de una unidad cii ‘1, (lo que equivale al aumento de la productividad del trabajo cii l,j, tiene que bajar rl 400 millones de marcos. El valor del capital de salarios en la primera fase era igual á 200 millones. En la tercera el número de trabajadores ha permanecido inalterable. Si ellos disponen de 19 misma cantidad de articulos de consumo, tiene que disnmmnuir el valor de rlstos (el capital de salarios, en su conseemiencia) en 1 y reducirse, por tanto, rl 160 millones de pesetas. Pero como los salarios suben cts la tercera fase urs 10 por 100, el capital de salarios importa en la tercera fase 160 >< 176 millones de marcos. El valor de todo el producto social de la tercera fase tiene que superar en 100 millones de marcos al de la primera, pues estos 100 millones representan el valor de los iuiedios de producción supletorios, y ha de cxpresarae consiguientemente en 900 millones de marcos. El capital de la tercera fase es de 400 (capital permanente) ± 176 (capital de salarios) = 576 millones de Immarcos; obtendremos el provecho de los capitalistas si separamos del valor del producto total al del capital. En su consecuencia, equivaldrá rl 900— 576 = 324 millones de marcos. La cuota del provecho antes de la introduccióis de nuevos métodos de produccipn era de 33 ‘/ por 100 200 324 ahora es de 56 por 100 (-); por lo tanto, rl pesar de la subida del salario real del obrero, ha subido considerablemente (1). (11 Se puede calcular la variación de la casta del provecho á rausa ite las n,oditicaclsnrs de la cossposieión del capital social también ints breve y sencillamente. Este cálculo descansa sobre srm proccdioucm,lo que, es,mq,,e nmclodológieamente, está plenansenle jasttficada puede ocasionar «luidas a lss lectores qae no estén acostumbrados 8 las abstracciones cien- 200 EL MARXISMO EL MARXISMO 201 Vemos que la baja de la cuota de salarios del capital social, podrá estar acompañada de una alteración de la cuota del provecho en sentido inverso, segt)n la causa de aquella baja. Cuando decrece el valor del capital ilicorporado en los medios de producción á consecuencia de la disminución de la productividad del trabajo social, decrece también la cuota del provecho; pero asciettde cuasItiticas. Designamos con a la masa dci producto social, con lo que abstraemos par completo la diterencia material que los infarma (ya que esta diferenciación en nsda se relaciono con el problema económico qoc se investigo). Si todas tas relacioses de cantidad de tos respectivos productos han de aceptarse como e,jIlv,dtentes sos relaciones de valor, los medios de producción en el ejemplo que investigamos, antes de la introducción de nuevos métodos productivos, son también, según su cantidad, igual y los medios de producción supletorios igual á 4 a. Si dcspos de la introducción de nuevos asedios de prodaecióa no hubiese tenido lagar ninguna elevación de la prsductividad del trabajo, la cantidad de productos sociales irabría aumentado lambión ea 40 y c005iguieulemenle imporlarla .2.. Mas habiendo, contorme tu hipótesis sentada, aonioslado la prodaclividad en 4, la sama del producto sacial seria igual 4 a>< 4 = - a. La cantidad de medios de producción (cantando os nuevamente apartados) Importo 4 a. La sarna de los medios de corno- mo de los obreros era, antes de las alteraciones llevadas d cabo, 4 a; después de ellas, conforme 8 lo establecido, ha aumentada en — , ó im porta por consIguiente, 4 a x — —- a. El capital total (constante y variable) es, según esto, 4 a ± -— a = a. El provecho de los ca pitalista loobtendremos nuslrayendoelcapital del producto social; es, por 45 5 55 St 5 lo tanto, -—a— -‘ a- — a, yla cauta del provecho.-- a —-a, aproximadamente igual á un 56 por 100. Sabre este cálculo podemos establecer Ion valores de trabajo detini— do el autnenlo relativo del capital constante, á costa del variable, sea motivo para el ascenso de la tuerza productiva del trabajo. Es, por lo demás, bien claro que seria cotitrario á todas las leyes de la economía que semejanles fenómenos antagónicos, como el descenso ó aumento de la produclividad del trabajo, ejerciesen un mismo dcclo sobre la cuota del provecho. ¿Qué caso querla Marx investigar, el del descenso ó el del aumeitio de la productividad del trabajo? Evidentivos de los productos después de la elevación de la prodaelividud siel mismo. La terccra tase de nuestro esquema no expresa realmente estos valores definitivos. Yo acepio que ci valor de los productos sociales de esta tase imporsa 900 unidades de valor de trabajo (millones de marcos), ya que en su obtención, además de 800 unidades de trabalo (valor del producto de la primera fase), se emplean 100 unidades de trabato sople- rucias (valor de los medios de producción supletorios). Pero como este últinso gaslo de trabajo sólo oria vez acontece, sin que llegue 8 repettrse, el valor de trabajo del producto asi contado tiene que decrecer en cada periodo de reproducción; el valor del traboio delinilivo puede ser determinado por los valores siguientes. El número de trabajadores ocupados, contorme á la hipótesis establecido, no experimento variación alguno. Segón la teoría de la plus-volta, el valar del capital variable, y la plus- vatio en la suma del valor nuevamente creado par los trabajadores, tic’ sen que ser iguales. Si este valor importa antes de las alteraciones mentadas 400 unidades de trabato(millones de marcos),después de ellas tiene que continuar siendo el mismo. El capital variable se relaciana,según so cantidad, con el plus de producto, coma -- con -- , y es. por lo tanto, según so valor, 140,8 millones de pius-valia. igual 8 259.2 millones de marcas. El capital constante se relaciono, según su cantidad, con el variable, como 4 con —u.. yen, por consiguiente, igual 8 320 millones de marcos. El valar del trabajo del producto social es, por consiguiente, 320 m -f- 140,8 a ÷ 259,2 r — 720. La cuota del provecho es aproximadamente, igual 8 un 56 por 100. Véase, además, sobre este problema mi .Esfudio para la teorlaa d lrisIo,-ia de las crisia comerciales en Inglaterra. 1900, cap. Vil. 202 EL EIARCInMO teniente ci segundo, que es el úuico que corresponde á la realidad capitalista. Así dice que la relativa disminución del capital variable, en relación con el constante, “es tan sólo otra expresión del desafrollo progresivo dc la prodnctis ¡dad social del trabajo, lo que nincsti a como mediante un empleo ci eciente de niaquiiiai ja y capital fijo, sobie todo de primeras materias y auxiliares, por ci mismo uú— mrro de trabajadores y en el mismo tiempo, esto es, con menor trabajo, son convertidas en productos,, (1). Marx quena determinar la influencia de este u omento sobre la cuota riel provecho; mas se ha encontrado con un portentoso quid pro quo. En vez de la subida de la productividad del trabajo, ha investigado el caso contrario el del descenso de la misma—, y de este modo ha llegado á sim ley de la cuola descendiente del provecho. Lo aqnt ex— puesto prueba no sólo que esta ley no es verdadera, sino que lo contrario precisamente es lo cierto; “el progresivo desarrollo de is fuerza productiva social del trabajo,, produce la tendencia no decreciente sino ascendiente, de la cuota del provecho. Esta última ley es como tendencia un momento indiscutible y muy importante del desarrollo capitalista. Pero tan sólo como tendencia, cuya acción se ve á veces entorpecida y compensada por otras contrarias. Entre estas tendencias opuestas pueden ser especial— mente sefialadas las siguientes: 1.’ La prolongación del proceso ó recorrido (Umschfagszeit) del capital social. Toda sustitución de trabajo manual por mecánico tiende á aumentar la cuota del capital fijo á costa del circulante y, por consiguiente, á hacer ji> Marx, El capital, masis itt, pág. t 92, edición alemas u. re MARXisMO 203 sm3s lento el proceso de conversión del capital. Por otra parte, la utilización intensiva de capital fijo, la mayor rapIdez de los transportes, y las mejoras de la técnica que acortan el lienmpo de trabajo, tienden á abreviam este misuno pioccso de capital social. Tenemos ante nosotros, pues, dos distintos mmmomnenlos que modifican en sentido If’ammieiralmente opuesto el proceso de conversión del ca— pilal. Parece, sin embargo, que al primero corresponde mna elicacla ntayor, y que, por lo general, este proceso mas bien sr prolonga, lo que hay que considerar como un momento contrario ii aumento de la cuota del pro— y cc tu o 2. La reducción de la jornada de trabajo. 3.- La subida del salario efectivo de los obreros oculiados en la industria capitalista. Ya liemos visto que esta subida tiene que ser muy considerable para compensar la lendemmcia á ascender de la cuota del provecho. Es, con todo, probable que la subida de loa salarios ocupados en las grandes empresas capitalistas (donde la variación de la composición del capital se manifiesta más agudamen— le), en los últimos tiempos ha sido bastante poderosa para poder reaccionar eficazmente contra la tendencia ascendente de la cuota del provecho. 4.’ El aumento de otras formas de la renta á costa del provecho; asl, por ejemplo, el extraordinario mere— nmcnto de la renta de grandes propiedades urbanas. 5.’ El aumento de la cuota que el Estado toma del provecho capitalista mediante el impuesto, para atender á sus necesidades. Todas estas tendencias, contrarias á la del ascenso de la cuota del provecho á consecuencia del aumento de la productividad del trabajo, llegan á compensar ésta, en 201 EL MARXISMO EL MARXISMO 205 todo ó en parte. Pero la tendencia misma tiene que sub sistir, pues no SS 01ra cosa que una expresión específicanente capitalista dci aumento del plus-producto de que la sociedad dispone (1). lv Está, por consiguiente, probado qne la chota general del provecho, lo mismo que las parciales, dcpcniten de la composición del capital social. La sustitución de trabajo humano por nsedios de producción materiales no es capae, por st sola, para hacer bajar la cuota del provecho; ésta sube ó baja con las alteraciones de la productividad dci trabajo, pero no está en relación con fa partición del capital social en constante y variable. Aceptemos que el número de obreros ocupados en la producción dismiisuya á causa de su sustitución mediante máquinas y otros medios de producción materiales, lo que conducirá ciertamente á la disminución del valor del trabajo del provecho; ahora bien, como en mi libro sobre crisis expuesto queda, tal sustitución tiene como consecuelicia un des— (1) Recientemente he sabida que el conocido sociSlogo italiano Benedello Croce ha hecho al misma tiempo que ya una crilira análoga de la ley niarxlsla de la costa decreciente del provecho. El referido Ira- bato de Cruce se publicó en las Atíi dellA cademia Po,ifea,sia,,a en Mayo de 1899. y mi estudio en ruso sabre el mismo problema apareció igualmente en Mayo de 1859, en la Revista científica. Croce, culos yo, llega la conclusión de que la alteracióu de la composición del capilal soci,il produce nos tendencia ascendente y no decreciente de la cuota del peoveclio. Ahora que tas pruebas aporladas por Croce no pie parecen convincentes. Véase su estudio ,híateriulisosv econó,nicn y economía marxista, 1900, páginas 200-221. censo aún mayor del valor de trabajo del capital, y de este nodo la expulsión de obreros por las máquinas, sean cualquiera las dimetsstones que alcance, no produce una tendencia de disminución, sino de aumento de la cuota del proveclto. Desde luego que la colnposición del capital social determina el valor de trabajo del provecho, pero en thimlgún caso la cuota del mismo. Va se ha insistido anLriormente en que la cuota del provecho real y general á causa de las diferencias en la cimtsoposiciómi del capital social, en algunas ramas de la 1roditcción, no coincide con la calculada según la ley de la plus-vatta. Altoia vemos cómo la modiltcación de la coota general del provecho tiene lugar independientemiente de la qtie afecta á la composición del capital social. Cois todo, la esencia de la teoria de la plus-calla, en ensillo debe explicar los hechos reales de la formacióms mIel provcclso, cola diferencia entre los medios de producciómt nsateriales y el trabajo humano en relación con aquélla, consiste en el reconocimiento del capital variable como única fuente del provecho. Pero ya quedó establecido que cts lo que á la cuota del provecho concierne sso inedia isinguna diferencia entre los medios de producción materiales y el trabajo humano: la relativa sustitución de itito por otros no ocasiona ninguna tendencia decreciente de aquella cuota. Coto ello se demuestra que la leona de la plus-valía como ley de la formación y modificaciones de la cuota del provecho es, en parte erróliea, y en parte sin contenido. Marx reconocía lo limitado de la visión capitalista en su convicción de que la cuota del provecho es totalmente independiente de la composición del capital. Nosotros ltemoa demostrado que Marx, sólo mediante una serie de errores lógicos, ha obtenido su ley de la 206 ÉL /iaRXiSSiO cuota decreciente del provecho. Partiendo (le la teoría ile la plus-valía, hemos llegado á la conclusión de que It opirión de los capitalistas, en relación á la cuota geiicial del provecho, era accrtada. La diferencia le capital (‘srmble y constante, en cuanto se refiere á la forti ación (tel proveclio (y sólo en tal relación es válida), carece de fundz CAPITULO \‘llI metilo; la parle del Capital llamada por Marx ConstatiL, es, en el mismo grado que la variable, fuente del prove -- elio. Así se descompone coinplelainente la teoría del pro teL pLuS-TísABAJo Y EL BENEFIcIo DEL CAPITALISTA vecho de Marx; la “Economía vulgar,,, que eonsiitei al capital total como fuente del provecho, tenía razón. 1 tIeO, i,,sbojo Si tilo otón tuiS! dei noomo,—I o ViO!iu,tte,,mo fond,imeoio do? plit..ioholo it ¡‘ooao,,,cnoo socio! ,iC( beneficio di! cojolo!ioto Todo boneholo da! i(,ii,ili,t,dc,,.t000oO una tupiottt(bu touiiti.—Cn qué ceutiote (o uxpiotuuion uuciol Citó,’ ot ‘unto de ciSfo Cetas dife,enteS ttu,iaS dii pruvoutlO?—Hi, Cnosos ttctcrrni— 0,050 5,/o ,‘l,’cuoió,t dei beneficio de! capttot(,fn C,ltiea do (o teO,ía d, (o pendo,UbiCad.— Li copit.,t corno neCio de Suite,to del ob,ero yeonto ntu,iiu de psuit,icetøu. a itUtid.a dei iu,aujo y it p.teitOtpaeui,t do (et odpii.tiistot en ti peoduuiu CC t,,,sai,000toejo,o duuu,rnin,outs dita titula d,i p,OOuet;u, Como teoría del provecho hay que rechazar, terminanteinente la teoría de la plus-valia. Pero así como la teoría absoluta del valor del trabajo, 8 pesar de todos sus defectos, contiene un principio social sano, también en principio es aceptable la leona de la plus-valía. “Que la teoría marxista del valor, sea ó no cierta acentúa atinadamente Bernstein—, es conmpletamnerrte indiferente para la validez de la plus-valía,, (1). El concepio de la plus-valía es tan útil é indispensable para li (1) Bernsteiri, Los supuestos del soeialiu,no, 1899, págtna 12. 208 LL MARXISMO EL MARXISMO 209 ciencia social canso el concepto de los costos del trabajo. Es un hecho indiscutible que en la sociedad capitalista, cuino en la de esclavos, ó en ti feudal, itita parte de ella trabajaba por ta otra sin recibir ulla prestación correspondiente. Los trabajadores desposeídos estas obligarlos a prestar 8 las clases dominantes nido trabajo de lo que reciben de ellas en forma de salario. Este hecho es demasiado evidenle para necesitar lini demostración. Su validez para la coisiprcnsii-iii de las re laciones sociales dci sistema ecoitósnico teinaitie no es, sin eta ha rgo, de indiscutible clarmd ad. A si 13 ls ni -lfuwerk, por ejemplo, 110 OC manifiesta couforme con la afirmación de Beriistetn sobre el hecho de la plus valia. “Notoria mente se podría afirmar con esle ni mino procediniten to—dice que también tos tisióci atas han probado sin superarles nadie que toda la lfurnauidad vive de la explotación de las clases agricultoras; pues, finalmente, es im1 dudable que con los productos del suelo que cxtraeim los trabajadores agrícolas se sustentail otras niuchas gentes que 110 cultivan la tierra (1). Un economista ruso, Frank, observa, con razón aparente, que ‘cuando una parte de la Sociedad da á las otras más trabajo de lo que recibe, también le dan á ella más capital y más suelo en cambio; y con la misma razón podensos afirmar que los trabajadores se apropian el plus-capital ó el plus-suelo de aquellas clases que se apropiaron su plus-trabajo (2). Pata la producción son tos factores materiales—suelo y capital—tan imprescindibles corno el trabajo. Cada uno (t) Bütnn.Bawert, Historia y criiica Setas leo, ias dc’t ¡rOerás del capital, 1900, 2.” edición alsiasaisa, pág. 530. (21 Frank, Teorta ,sar.sista art valor. cdtciún rosa, 1909, ptg. 151. de ellos pertenece á una distinta clase social. Parece, por lo tanto, muy natural que cada clase reciba una parte de los productos sociales; y el concepto del plus -trabajo, aunque forniatmnente exacto, resulta tan inútil y vacio como, por ejemplo, los de plus-capital ó plus-suelo. Mas, cts ni opinión, este punto de vista descansa cts uit dcsconorimiento completo de la esencia del probleisis. Cieno que el capital y el suelo son tau imprescindibles pati la profuccióim como el trabajo, itias no puede decirse otro tanto de los propietarios y capitalistas. También en poder de tos trabajadores conservarían el capital y el suelo sus virtudes productoras. El capitalista da á el trabajador su capital, una cosa externa que no forma parte integrante de su persona, mielatias que el trabajador da á el capitalista su trabajo, es decir, su misma persona. Trabajo y capital ó suelo, son iiiconmparables entre sí, puesto queel trabajador es un sujeto de derectlo, una persona humamia, un fiia en st, por constguielile, mientras que el capital y el suelo, meros objetos, constituyen medios económicos. El hecho de la apropiación del plus-trabajo necesita la violencia social, la dependencia de unas clases sociales de otras; tan sólo viéndose obligado puede emplearel hombre su fuerza vital en la elevación del bienestar económico de las personas pertenecientes 8 otras clases sociales. La apropiación del plus-trabajo prueba, por consiguiente, que la igualdad de todos tos ciudadanos, reconocida por las modernas concepciones jurtdicas, se ve malograda de hecho por el sistema económico reinante. 210 Ci. MARXISMO EL MARXISMO 21 II El beneficio del capitalista y la apropiaCióll del plus- trabajo por las clases ociosas, son un mismo fenómeno social apreciado en dos diferentes aspectos. Mediante su teoria de la plus-valía ha intentado dar Marx una explicsción teórica del hecho del beneficio del capitalista. El intento fracasó, en su mayor parte, porque la posición del problema era equivocada. Marx se propuso el tema de demostrar, mediante ulla determinada doctrina del valor, que el beneficio del capitalista descansa sobre la explotación de la clase trabajadora. Ahora que, el concepto del valor no es apropiado para descubrir el contenido social de un sistema ecOnóinico deterniinado. Lo característico del concepto econoinico del valor consiste precisamente en que el interior de todos los momentos sociales está oculto bajo una máscara objetiva. El fetichismo de las mercancías está adherido nocesariarnente á este concepto. Cierto que en la relación de precio se expresan relaciones sociales, pero tan sólo en la forma de relaciones de mercancías. En cuanto se suprime la forma de mercancia, desaparece también el valor en cambio á cuya esencia corresponde esta forma. Para esclarecer el contenido social del beneficio del capitalista, no se necesita, como punto de partida, de ningima teoría del valor. La opinión tan generalizada de que la crítica socialista del orden social existente debe tener como supuesto necesario la teoría absoluta del valor del trabajo, descansa en una equIvocación (1). (ti La iesrta del salol—dice U. Adier—es el ponio de partida vaiarat del socialismo cieniilico, (Adler, Los fusdisicntO$ de la c,lOca Los fundadores del llamado socialismo científico — Proudtion, Rodbertus, Marx—han partido ciertamente de ulla teoria del valor semejante. Pero esto es, en realidad, lo aiilicicimliíico y equivocado del lluevo socialismo. El imiligLio, llamado utópico, era, en este punto, mucho más cicnhifico al no querer dar á sus pretensiones ético-sociales una fundanientación objetiva impoaible. Para probar que el beneficio del capitalista descansa sobre la violencia, basta constatar los hechos y ver que el trabajador mo trabaja por amor á los capitalistas, ó por afición á la actividad misma, sino obligado por la necesidad. Ninguna teoría del provecho ha sido capaz de anular csle fundamento social de todo beneficio del capitalista, auimquc muchos han intentado conseguirlo. Entre ellos J. B. Say, el fundador de la teoría llamada por Bóhm— ílasverk de la productividad, la cual ve en el salario el iitlcrés, y en la renta de la tierra la indemnización de los servicios productivos del trabajo, del capital y del suelo, y con ello justifica el beneficio del capitalista. Pero la cuestión de la productividad del capital ó del suelo, nada tiene de común con el problema sobre el carácter social del beneficio del capitalista, ó del propietario del suelo. Si fuese el incremento de valor que constituye el interés del capital un producto tau natural del mismo como la manzana del árbol, quedaria la obtención de intereses dependiente de la posesión del capital. Se trata de averiguar por qué el capital y el interés, por tanto, deben pertemmecer á los ,n,irjsta, edición alemana, 1888, pág. 28). Con mucha más razón observa It. llertiner que ‘la discostón sobre la ley del valor tiene ssna sigaili_ cación meladológica y económica, pero para la parte propiamenie cm monista en el marxtslo posee relativamente menos alcance, (Flerkner, Los Css esi iones obreras, 2. edición alemana, 1907, pág. 302. - 212 EL MAI1XISMO El M 1IIXISMO 213 capitalistas iio trabajadores, y 110 ci los pioclcictores ijile trabajan. También desde el punto de vista de la teocia de a prod actividad es ci provecho 1111 be nc ticio de tos q ce no trabajan, ó con Otras palabras, descansa Cn li apropiachin del plus-trabajo de los obreros por los capitalistas ci propietarios. La teoría de la renta de la tierra de Pierdo ve en las diferencias naturales de la productividad (tel surto la raeSa de aq u cilla. Ricardo de luce la re ita de la ti cr ra , CO 1110 “precio pagado por el aprovecliainento originario ci iii agotable del suelo,,. Coci ello ha justificarlo tau escasa— ciente ci la reiita de la tierra como fuente de ingresos que, precisamente, partiendo de Ricardo ha llegado It. (icor— ci rechazar la propiedad privada del suelo. Es, pues, nietodológicainecite falso ver cci la teoría de la prodnetividad 1111 argumento costra la teoría de la exl lOtación. La explotación radica, desde el punto de vista de una leona de la productividad bien cocnpreuidida, no en que el capital y el suelo produzcan un incremento de valor, sino en que se prive de él ci los trabajadores para transmitírselo ci los que no trabajan. El más reciente y distinguido representante de la teoría de la productividad, Federico von Wieser, parece que lo ha visto así. “La atribución de los reisdiinientos del suelo, capital y trabajo—dice——, cii la medida de su contribución productiva, es un progreso natural de la ciencia valedero para toda forma ecotiómica, la actual como la comunista. Puede ser quizás una exigencia de la justicia que el rendimiento total de loa trabajadores pase ci ser sic personal beu ficto; en todo caso, y también cuando esto acoctíece, es una exigencia de la ecotiomia atribnír los productos á la fuente de su rendimiento, en la medida de la colaboración pesiada, y crearles una medida para el empleo ulterior cte los medios de producción, (1). liii Otro pasaje insiste von Wieser en que “el probleu.u de la dis’isión de los rendimientos tiene que estar conupletanic’ucte separsdo de la divtsión de los beneficios,, (2), parte, en su imivestigación de la regla natuial del reparto de la contribución productiva, de la hipótesis de un Estado cociiuolst,i en el que todo el producto pertenece ci la cociusnitad trabajadora, El problema sobre las ceglas para la atritinemón del rendtmienlo ci los factores de la pro— duccuoci 10 tiene nada común con la cucstíón rIel origen social y sentido del beneficio de los capitalislas, El suelo y el capital pueden ser considerados ci no conto productivos, los bncficios de los capitalistas y propietarios contiiiúaim descansando, sin embargo, sobre la explotación social, De tan escasa eficacia, para probar como no existente ci caractc’r explotador de este bemcelicjo, es la teoría del agio de Bcilim Bawertc. Pero Bbhm.Bawerk ci diferencia de von Wieser, no lo comprende asi. Hasta cree haber demostrado que ‘no radica en la escueta del interés lo que aparece en él como inicuo ci injusto,, (3). Esto puede ser, si separamos el problernadel interés de la personaque lo percibe. Bshm—Bawerk habla, como Wieser, de los intereses cmi el Estado socialista; pero quiere también fundamentar la justicia del beneficio de los capitalistas ci iii— curre comm ello cmi contradicción con su propia teoría. Asi (1) Vease Wucser, El nato, salaraS, edtctóa atemnamia, 1989, pcigiuuc, 93. 121 Idem íd., pág. 77. (3) Brctcnu-Baweck Trocla posil,’va del capital, 2.” cdtriCn ciernarua, 1802, pág. 38.i. 214 SL MAiXISMO El. MARXISMO 215 pregunta: “éQuiénes SOIS los capitalistas?, y contesta: “son comerciantes que venden las mercancías presentes, 5011 afortunados propietarios de bienes que no necesitan para sus momentáneas necesidades personales,, (1). Y, ¿quiénes son tos trabajadores? Son gentes que ‘ante la imposibilidad de obtener ventaja alguna trabajando por su cuenta propia, están inclinados y dispuestos á vender conjuntamente, el producto futuro de su trabajo por una cantidad considerablemente menor de bienes presen - tes,, (2). Por consiguiente, los capitalistas son propietarios y los trabajadores no. Pero después de haber probado Biilim-flawerk cómo el beneficio de los capitalistas descansa cii su posesión, y, por consiguiente, en la violencia, llega de un modo extraño á la conclusión de que la concurrencia de los capitalistas “110 deja espacio alguno para que una explotación de los desposeidos tenga lugar,, (3). La conclusión es bien sorprendente, pues la concurrencia en los capitalistas no llega á hacerles perder su posesión, y en tanto que haya gentes que posean y otras que no posean, habrá injusticia social, y, por tanto, explotación. Los tra bajadores hubiesen preferido seguramente “vender las mercancías presentes,, y hallarse en la situación feliz de los poseedores; y lo que se opone á que los trabajadores la consigan, no está, ciertamente, en sus cualidades personales, como tampoco en las de los capitalistas; sino que se ha de buscar en las relaciones de poder y dependencia sociales. (t) Bsiia,-nawcrk, Teoría positiva del capital, 2.” edictóa atemana, t902, pig. 352. (2) ¡deis íd., ptg. 350. (3) Idem íd., pig. 355. Tampoco la teorta de la abstención llega á traer más luz á los problemas del provecho. No niega que el provedio es un ingreso de loa que poseen, y que la elevación del piovecho depende de la del capital. La misma “abstención, se expresa en muy diferentes sumas de dinero, como el beneficio de las respectivas personas, según la elevación del capital de que disponen. Las relaciones de posesión, por lo tanto, de poder y dependencia social continúan siendo para esta teoria el fundamento del beneficio capitalista. Sólo la teoria del provecho, titulada por BOhm— Bawerk, teoría del trabajo, la cual ve en el provecho el salario de los capitalistas, se apoya en Otro fundamento, y sólo ella niega la preexiatencia en el sistema económico capitalista del beneficio del capitalista. Ahora que esta teoría queda refutada con el hecho observado de la cuota del provecho, ya que mediante él, contando el provecho á prorrata sobre el capital, depende de la cuantía del mismo. El salario de los capitalistas no está, por lo tanto, determinado por su trabajo, sino por su posesión (1). Y con estíz volvemos á reconocer el beneficio del capitalista comotq’ que es realmente: como un beneficio de la posesión, y en su consecuencia, de la explotación. La explotación, como fundamento de todos los beneftcios de posesión, es tan cierta, como el hecho de que no todos los beneficios dependen del trabajo. fi) ‘Tas inditerenle como es el interés del capital ante lado gasto de trabato del capitalIsta, ciii, por el contrario, en relación exacta con el liceOs de la pssestón y la eaantla de la misma; el interés del eapttal na es as beneficis del iraba)s, sIno de la posesión.. Bólim-Bawerk, Hiatocia y crítica de las teorías del interés del capitat, 2.’ edición alemana, 1000, pdg. 373. 216 la. MARXISMO 11 MARXISMO 217 III La leona de la productividad ha ensayado explicar el provecho capital sta ¡ucd laste la producli u idad tócni ca del capital. Esta explicación parece muy plausible, ya que de huclio una di stiiiciúu cii líe el trabajador y sus lierrani ie itas no puede establecerse desde el punto de vista ile! proceso técnico de la producción. Esto se manifiesta con toda claridad en las máquinas que llevan ¿ cabo las mismas operaciones ejecutadas antes por la mano del houibre. En lauto que el hombre parlicipa en el proceso de la producción, como una fuerza mecánica, se le puede equiparar con plena jmmslicia ¿ todas las demás. La introducción de herramientas más perfectas tiene como consecuencia un aumento del rendimiento de la producción, y parece natural considerar este mayor produc’o como resultado de los ¡suevos medios tácuico-producli - vos. De esta manera llega la teoría de la productividad á la conclusión de que el mayor producto que los capitalistas se atribuyen (su provecho), ha sido producido por su mismo capital. Esta teoría es hasta hoy la reinante entre aquellos economistas que rechazan la de la explotación. Bohm-Bawerk la ha criticado severamente, pero su crilica ha sido poco afortunada, pues no alcanza, ni podía alcanzar, al corazón del problema; porque el critico sobre esta misma teoría, constituye la base de toda su doctrina del capital. Designa como capital, su autor, Ula suma de los productos, intermedios que nacen en las diversas etapas del circuito recorrido. (1). Lo que, no obstante su forma incompreusi I ) Teoría positiva del capital, pág. 21. ble para muchos, no es más que un desarrollo de la definiciáis corriente del capital como “medios de producción producidos,,. Adeinás,considera Bóhm.Bawerk “como ulla de las condiciones más importantes, fundamentales de toda la leona de la prodmicción, que la trama del recorrido de la producción [el uso, por consiguiente, de medios de producción] conduzca á mayores resultados,, (1). ó. cosi otras palabras, que “cada prolongación [naturalmeule, bicis elegida] del recorrido de la producción nos lles e á la obtención de un mayor rendinsiento,, (2). Partiendo de estas frases llega Biihm Bawerk á su teoría del provecho. ‘El hombre—dice—puede obtener los arliculos desatisfacciósiapetecidos,inmediatanaeilteó con la mediación de otros productos que constituyen los bie— sus del capital. El último método exige un sacrificio de tiempo, pero significa tilia ventaja en la cantidad de pro nudos, que depende, aunque también cii cantidad deerecicisle, de la prolongación del recorrido de la producción,, (3). Este mayor producto de la producción capitalista forma, según Béhm-Bawerk, el provecho de los capitalistas. Es evidente que para Bdhm—Bawerk, como para von Wieser, Marschall, Menger y otros modernos representantes de la teoría de la productividad (4), la productividad técnica del capital constituye la base natural del provecho capitalista. (1) Teoría positiva del capital. pág. 18. (2) Idem td.. pág. 91. (3) Idem Id., pág. 97. (ml La que, en mt opinión, no puede dtsitngutrse en prtncipto de la llamada por Bühm-Bawerk de la ulilidad. Ambas tienen nn misma pensamiento fnndamentsl. 218 iL ‘4 (RXISMO Ya se ha dicho antes que esta teoría no es capaz dc justificar el beneficio del capitalista. Ella puede ser ciert. y tiene que tolerar, al mismo tiempo, la validez de la teons de la explotación. Sin embargo, á mi juicio no es ciei la, ya que no consigue dar una explicación sattsfactori (tel beneficio del capitalista. El defecto principal de la teoria de la productividad igual que la del agio, de B(ihniBawerk) consiste en poner cii relación la obtención del provecho con el uso de medios de producción más lucra tivos. El capital que reporta intereses aparece siempre, á los teóricos de la productividad en la forma de herramientas ó máquinas, cuyo uso hace ascender los rendimientos de la producción. Mas es el caso que el origen del provecho capitalista ó, generalizando, el beneficio del mismo no tiene nada común con la introducción de herramientas más perfeclas. Cierto que todo beneficio del capitalista es consecuencia de su posesión, pero su fundamento está, ¡so tanto en la posesión de herramientas de trabajo, como en la de artículos de consumo de los obreros. Así lo presintió Jevons, al definir el capital como ‘la suma de bienes que se emplean en el sostenimiento de loa obreros ocupados en la producción. (1). Asi como el trabajador constituye un factor de la producción más originario é importante que su lierramiemita, es, también, el capital en la forma de medios de sustento del obrero, anterior y más importante que no en la forma de medios de producción producidos, los que, igualmente, según la definición, son producido por el trabajador. Por lo tanto, El. MARXISMO 219 toda teorta que pretenda explicar científicamente el beneficio del capitalista, debe investigar el mismo en una forma fundamental y auténtica, es decir, en la forma de un beneficio que descansa en la posesión de los medios de subsistencia del obrero. Puesto ast el problema resulta muy claro que la llamada productividad del capital no puede explicar en lo más mínimo, el nacimiento del beneficio del capitalista. Es, pues, absurdo considerar los medios de sustento del obrero como un factor independiente y particular de la producción, frente á loa obreros mismos. Desde luego que el obrero sin ellos no puede existir, negándose á trabajar; pero la fuerza productiva de los medios de subsisteiscia llega á manifestarse en el esfuerzo productivo del obrero, y seria contar dos veces una misma cosa, pretender habfar separadamente de la productividad de los medios de subsistencia del trabajador, y del trabajador mismo. Si tenemos, por consiguiente, derecho á hablar del trabajador como una fuerza productiva, no nos asiste el mismo para atribuir también esta cualidad ¡1 sus medios de subsistencia. El pan y la carne no sois por st factores de ls producción; pero lo es, en cambio, el obrero que los consume. Además, la disposición de medios de sustento es una condición previa, necesaria para todo trabajo y para toda producción, en consecuencia. El trabajador que no posee sus medios de sustento, tiene que caer, necesariamente, bajo la dependencia económica de la persona que los poses, y ésta recibe con ello el poder de reservarse usma parte, mayor ó menor, del rendimiento de la produccion. Lo mismo puede decirse de los medios de producción; también sois indispensables para la misma,ytambién (t) Jevoss, Teorla de ¡a &ono,nía política, 3. edtción tisgiesa. 1sb2, pág. 222. 221) SL SiARXiS’iO EL MEsXisMO 221 su posesión, caso de que el trabajador esté privado de ella, da al que los posee el poder de apropiares una Irte del producto. Rodbertus ha dado al problema del origen del bciieii - mo capitalista una solución definitiva. “La renta -dice este notable pensador —descansa sobre dos ieqiiisitos inconciliables. Pri ni ero, lo es posible re u ta a ¡pu iia e ea nito con el trabajo no se obtiene ints de lo necesario, por tu menos, para la continniLión del trabajo por el obreio, pues es imposible que, sin iii plus semejante, nadie, sin trabajar por st mismo, pueda obtener regularmente su beneficio .Segundo: tampoco es posible una renta sin tu existencia de instituciones que priven de este plus, ó marte de él, dIos trabajadores y se lo concedan á otros que no ti a bajan, porque los trabajadores están siempre, por natura leza, en primer término, tu posesión de su producto. Qne el trabajo proporciona este plus, descansa sobre los fundamentos económicos que elevan tu productividad del mismo. Que todo este plus, ó una parte de él, se retira á los trabajadores adjudicándosclo á otros, se funda en el derecho positivo, el que coaligado de antemano con el poder, lleva á cabo esta sustracción mediante una continuada vfolencia (1). El beneficio cte los capitalistas se divide, por lo pronto, en renta de la tierra y provecho, Esta división se apoya en las dos clases de medios existentes indispensables para la producción y para la existencia, unos que no son productos del hombre y dependen del suelo, y otros producidos por aquél. Los propietarios agricolas son los poseedores de los primeros; los capitalistas, de los segundos medios de subsistencia y producción. Ahora bicis, los rendimientos de una misma cantidad de trabajo empleado sobre diversas superficies de la misma extensión, son muy distintos á causa de la varia productividad naturut dct suelo - Ef propietario de una extensión de tierra muy productiva está en condiciones de hacer pagar un mayor canon por el aprovechamiento de la misma. De este nmodo llaca la renta de la tierra diferencial, cuyas leyes fueron establecidas por Ricardo, De esta renta diferencial hay que distinguir la absoluta, que se determina por la tierra de peor calidad, y que es moma niera consecuencia de la propiedad. “La propiedad cuino ltmite subsiste aán alli donde la renta, como diferencial, desaparece, (1). El monopolio de la propiedad, pero no las diferencias de la feracidad del suelo, produce la renta en este caso. El beneficio de los capitalistas, como provecho, está determinado por otro momento. El capital no es, cierta- maule, un producto natural, -sino reproducido por el trabajo del hombre. Puesto que la disposicidn sobre el capital es un requisito necesario de la producción, los capitalistas llevan anejo el poder de apropiaras una pacte del rendimiento obtenido. La cuantia de la cuota del provecho social depende, en primer término, de dos momentos: de la productividad social, mayor ó menor, del trabajo (de la cantidad del rendimiento de la producción social, por lo tanto) y de la repartición de este rendimiento (excluida la parte que se reservan las otras clases no trabajadoras), entre capitalistas y trabajadores, esto es, (1) Rsdbertns, Para itushaejón de la cucaren sm-dm!, t575, página 33. (1) Marx, El Capital, edición alemana. tama IV, pág. 283. 222 Ei MARXISMO de la cuota relativa que cada clase social tenga en el mismo. Cuanto más productivo sea el trabajo, tanto mayor es el plus-producto, es decir, aquella parte del rendimiento (te la producción que queda sobrante después de haberse cubierto todo cuanto es necesario parata continuación de la producción misma. (Es decir, et necesario sustento de los obreros empleados en la producción, y la reposición de los medios de producción consumidos.) El plus-producto se reparte entre las diferentes clases de la sociedad. Cada clase aspira á apropiarse una parl lo más grande posibte del producto social; sólo la lucha puede determinar la cuantía de la participación de cada clase. La cuota de los capitalistas es tanto mayor, cuanto más poderosos aparezcan frente á los obreros y á las restantes clases. ComiSo ya se Isa dicho (en el cap. VI) no hay una regla fija que determine la cuaimtia del salario, cuyo limite mínimo está formado por lo necesario para la existencia del trabajador y, el máximo, por la totalidad del producto del trabajo, descontados los medios de producción gastados. Entre ambos extremos oscila el salario, y como el poder social y económico de la clase capitalista predomina realmente en todas partes, está más cerca del primero que del segundo límite. Los salarios con el desarrollo de la productividad del trabajo llevan una marcha ascendente; sin embargo, es de creer que con el régimen económico capitalista nunca lleguen á rebasar un nivel bastante bajo, pues el monopolio de los nsedioa de existencia y de producción tiene muy arraigada la aupretnacía social de la clase capitalista También se deduce de lo dicho anteriormente que la cuota del provecho tanto puede noverse paralelatnentc, EL MARXISMO 223 conto en sentido Contrario al aalario. Entre el ealario (segén su valor) y la cuota del provecho, son posibles las siguientes conclusiones: salarios altos y provecho bajo, salarios y provecho altos, salarios bajos y provechos altos, y salarios y provecho bajos. Fundátidose en lo expLmesto, ea bieti fácil distinguir lo verdadero y lo falso en ambas contendientes teorías: la de la productividad y la marxista de la plus-valia. Las dos poseen un principio verdadero, pero en sus particularidad s son f,dsas. Por lo que á la primera teoría concierne, es en un todo cierto que existe una fuente (tel aumento del provecho que no es la dismninuciómt del salario, á saber: amimnemilo de fa productividad, mediante la inlroducción de medmos y métodos de producción perfeccionados. El progreso técnico, la sustitución del trabajo manual por el mecánico producen, como se ha visto en el capitulo ami- tenor, una tendencia ascendente de la cuota del provecho, la que también ea compatible con un aumento del salario; no sólo del real, sino del percibido en dinero. Lo erróneo de la teoria de ¡a productividad consiste, por lo pronto, en reconocer en el capital un tercer factor independiente, como el trabajo y la Naturaleza. El capital, por el contrario, es sólo ‘un producto intermedio entre fa Naturaleza y el trabajo, y nada más. Su propio nacimiento, su existencia y su acción sucesiva, no son más que etapas de la acción no interrumpida de los verdaderos elementos Naturaleza y trabajo. Estos doe solos aportan, desde el comienzo al fin, todo lo que produce los bienes económicos,, (1). Pero la Naturaleza no constitmmye, como se ha dicho, un elememsfo de los costos absolu (t Bdtrnm-Bawerk, Teor1 poaitivR del capitat, pág. t112. 221 rL MARXISMO EL MARXISMO 225 tos. Como tal, cuenta sólo el trabajo tiuntano. Esto nos da derecho á considerar todo el producto social cotiso produeto exclusivo del trabajo (1). Producto, tu sólo de los trabajadores empleados en la prodnccióii, sino de lodo el trabajo social que colabora á la prosperidad económica; por o taitto, cii no menor escala, del itabajo intelectual, aplicado .í todas ljs ramas de It cultura, que del trabajo eeoliótnicis inmediato. Los trabajadores tabriles dirigen la aurelia de las ltl.iqllisas; lilas para la creacioll de éstas es necesario algo superior al esfuerzo muscular. Sin la ciencia, sin el trabajo creador del entendiunento humano, el trabajo económico seda tan ial— potente como un pájaro sin alas. La clase obrera cttemmta, cutre los representantes del trabajo creador, eti tan escasa medida cotno la capitalista. 1_as grammdcs ilivcnciot:cs y dscubrinmientos, eolito las ideas inmortales, y cuanto comprendemos bajo el concepto de cultura intelectual, no son la creación de una clase social determinada, Simio Peculio de toda la sociedad. Es, ciertamente, equivocado considerar á los capitalistas como los promotores riel progreso industrial. El capi lalista se apropia sus tintos, pero mio los produce. Muy pocos grandes t tse oto res se e ti ri imecie ron c oit sus i nvr titos. Y si los millones de tui Arksvright ó uit Watt, fmteromm (1) Et suelo ó Naturaleza Y el eapiiat como lanares de la piador- clin, no estás en el mismo plano que el trabajo, sino obsotolamenle sutuardinados á él. El trabajo es el único factor activo de la prodacción; la Natoraleza otrece sála malcría para el ejercicio del trabajo ó tuerzas libres originarias sólo ulilizables mediante aqoól - El capilal, es so aparición ob diva cunmo elemento en los medias ouxiliares ya producidos, no puede ser un lictor prius ario de la prodocción. poeslo q le es ya su ¡sr docto. - Lesis, articulo Producción, ea el Dkcia,i lria de Cje,,cias sociales, de Conrad, 1 . c,tic. , loto o \‘, p ig. 2,1. creados por su genio, evidentemente rio puede decirse lo mismo de los itsnutnerables fabricantes que desde enton— ceó han sisado las máquinas de hilar y de vapor. Es ugaalmiietmte inexacto conaiderar á los trabajadores ocupados en la producción, como los únicos impulsores del progreso itmdustrial. La sociedad toda, como una uiaiLtd cultural, produce el plus-producto que hmati de spro - piarse los poderosos. Eate plus-producto ea en la ¡nitros it cdi da, creutcuóll del trabajo ge mmial de la i umteligetmcia y del luab,tjo lluecánico de sus inmediatos productores (1). Los caputattstus enditan, cii este trabajo creador, todsvta mallos que cmi uit segundo trabajo: el de utilizar tus frutos e oiito dotaes espontáneos de la Naturaleza, sin aportar el Illenor cSiuerzo. Mientras la teoría de la productividad ignora la’depeintetmcia del provecho de la cuammtta del salario, es tau muuitlatcrat y extraviada como su opuEsta, la de la plus- ‘calta de Marx, la cual no atiende á los adelantos de la táetttca como fuente tructifera de aumento del provecho. Cada aumeitio de la productividad del trabajo produce la teititencia de elevar tanto la cuota del provecho, como el salario. Una teoría exacta del provecho debe reconocer igaalnsente la influencia de ambos momentos, el ecomtórnico (nivel de la productividad del trabajo), y el social (la ulistributcjón de los rendimientos de lá produccidur entre capitalistas y obreros). La teoría del provecho aquí desarrollada coincide, por sim comitenido social, en los puntos esenciales, con la teoría de la explotación de RodbertusMarx, Su fundamento ecomlómnico es, sin embargo, otro; se ve libre de toda re (1 Vóase t{utisctmcr, Heoésm,-ja del desu,-,-olIo del i,ute,-és del cupilal, .4sso,-ua de Eco. Pal.9 Esladlarica, de Conrad, 3.’ serie, jsiig. 25. 226 EL. ‘LARXLSSIO lacióri con la teoría absoluta del valor del trabajo, punto de partida de la teoria del provecho de estos tos grandes socialistas mentados. Con lo que se piueba que esta teoría del valor, contraria á los fenómenos reales del mismo, es totalmente superflua como base de la lc(,uia de la explolacióu. Sólo puede servir de extravio, como hemos visto en el ejemplo de la teoría marxista de la plus-valia, la que hay que rechazar corno teoría del provecho. Además, una leona exacta de la distribución del be neficio social, nunca puede ser mera conseueuucia de la teoría del valor. Asilo ha visto Ricardo cuando escribe, en una de sus cartas á Mac-Culloch, la importante regla mdtodológica que sigue: ‘finalmente, todos los grandes pro- SECCIÓN TERCERA blernss sobre renta de la tierra, salario y puou’ciuo, tiesen que ser explicadas por las proporcionrc es tice se disíri buye el producto total entre propietaruos, capitalistas y LA DESCOMPOSICIÓN trabajadores, las que no están cii relación u,cesaria con DEL ORDEN ECONOMICO CAPITALISTA la doctrina del valor,, (1). El entusiasmo de muchos socialistas por Is teoria del valor del trabajo descansa en una mala uit igencia; las justas pretensiones de la clase obrera no necesitan tundarse en esta leona. Como teoría del valor es equivocada y debe ceder puesto á la teoría de la utilidad límite; corno teoría de la productividad exclusiva del trabajo humano ha de ser sustituida por la teoría de los costos absolutos del trabajo, desarrollada aquí. La explotación contiuuua siendo para las nuevas doctrinas el fundamento del bene ficio del capitalista, y cois esto se mantiene la crítica socialista del orden económico reinante. (1) Carias de L). Re irdo ti J. Rama uy 1 ¡ae-C,utloelu, cd. tuglesa, 1895, ptg 72. CAPITULO IX LA DESCOMPOSICIÓN DEL ORDEN ECONÓMICO CAPITALISTA nl elturón económica yclsocjalmarrso.—l. Toaría de lo/olla de mercado para la jo- rl sirio eopiroiislo: Manjfratacjocer de Engels y liare sobre el problema—El pasnis Ile vista do los modernos matojaras y de la ncosicmia’burgiroaa.—Claajlicaoión lo loo alaternos económjoos, — Economia antagónica yceonomia armónica.— La paradoja frlrirjainoctrj da la 000nomja eapiialjsla y de jodas las antagónjoas—ji. Cono jdrrooiours finales: La descomposición del oopjtaljsmo no 05 linO cecesjdad 0000ómjca.— l.a cviorad,lsión del capitalismo non la concepción reinante del dceaohO—Laneoesjdad dat oriLla soejal 000ialiOia. Según la concepción materialista de la historia toda la evolución social está determinada por la evolución econónlica. No es la conciencia humana la que despierta revoluciones sociales, Sino los obstáculos de la vida material, los conflictos entre las fuerzas sociales productivas y las relaciones de la producción. Para mostrar la necesidad de la descomposición de la economía capitalista y lo inevitable de su transformación en una socialista, es. ante lodo, preciso una prueba concluyente de la imposibilidad económica de que el capitalismo persista después de un moinento delerminado. Una vez probada esta imposibilidad, lo eslá también la necesidad de la transformación del capitaliamo en su contrario y, con ello, el socialismo sale 230 hL S1SRX1SMO del reino de la utopia para ascender feliz al de la ciencia. Tal era el proceso del pensamiento de Marx y Engels, al pretender fundamentar, sobre sus concepciones filosófico-históricas, sus convicciones socialistas. Lo principal era para ellos poner en claro la pura imposibilidad económies de la perilisneilcia del capitalismo. Es natural, por consiguiente, que Marx y Engels luciesen muchos eiasayos para coaseguirlo. Desgranando ci germen teórico de los numerosos estudios de Marx y Engels sobre el asunto, llegan á encontrarse, no una, cilio dos construcciones que están en cierta dependencia inulua, y que poseen, también, elementos personales, que no pueden ser considerados como pertenecientes á un lodo imasu parable. Lima de estas construcciones podriamnos llamarla teoría de la falta de mercado para la producción capitalista y, la otra, teoría de la cuota decreciente del provecho. La primera fui ya claramente expuesta y fundamentada por Engels en alguna de sus primeras publicaciones, especialmente en uno de sus discursos de Elberfeld (1845), publicado en el Anuario Renano, y también en su escrito “La ley inglesa de las diez horas,, (iVueva Revista Renana, 1850). En el discurso de Elberfeld se propone Engels el tema “para probar que el comunismo, si no es para Alemania una necesidad lustórica, lo es económnica,. La prueba está ilesarrollada de este ¡nodo. Alemania tiene que elegir entre libre cambio y proteccionismo. Si prefiere el primero la industria alemana será arruinada por la inglesa, y las EL MARXISMO 231 masas de obreros sin trabajo provocarán la revolución social. Si se decide, en cambio, por el proteccionismo, el rápido desarrollo de la industria alemana será la consecuenda; en tal medida, que el mercado interior será pronto insutictente para la ascendente suma de productos industriales y Alemania se verá obligada á buscar ¡an mercado exterior para su industria, lo que conducirá á una lucha ávida ó muerte entre la industria alemana y la inglesa. “Cada industria tiene que progresar, para no quedar pospuesta y perecer; tiene que conquistar nuevos mercados y aumentarlos, continuamente, mediante nuevos es— tablcciinientos, para poder predominar. Pero, como desde la apertura de China ningún nuevo mercado puede conquistarse, sino solamente explotar mejor los existentes, de aqul que, por consiguiente, la expansión de la industria en lo tuturo tenga que ser más lenta que hasta ahora, é Inglaterra tolerará aún menos que nunca una concurrencia. Esta lucha á muerte de las industrias alemana é inglesa puede sólo tener una conclusión, la ruina del concurrente más débil. Mas si el capitslismo llega á desplomarse en un psis, el proletariado de los restantes obtendrá con ello un considerable retuerzo. La argumentación toda le parece á Engels, en alto grado, concluyente. “Con la seguridad—atiade-—, que de premisas matemáticas dadas puede desarrollarae una derivada; con la misma se puede deducir de las relaciones económicas existentes, y de los principios de la economuía, el advenimiento de una revolución social, (1). (ti Escritos completos de Marx y Engels. tania II, 1902, páginas 393-99- 232 EL MARXISMO EL MARXISMO 233 Tales afirmaciones fueron desarrolladas por Engels, también cii SLIS escritos posteriores (del ailo 1850), aplicándolas entonces á Inglaterra. Forma la esencia de su argumentación el principio de que ‘la industria, en su evolución actual, debido al incremento de las fuerzas productivas, puede alimentar sus mercancias incomparablemente más de prisa que sus mercados,,. Así llega Engels á la conclusión de que ‘la industria inglesa, cuyos medios de producción poseen una fuerza de expansión muy superior á sus salidas, se encontrará, con paso muy rápido, en el momento en que sus medios auxiliares se agoten,, en el que se haga crónica su seperproduccióu, y “toda la sociedad moderna, aisle la superabundancia de fuerzas vitales inaplicables por un lado, y de completa extenuación en otro, vea llegada su ruina,, (1), si no fuese la revolución social la fuerza que sacase á la Humanidad del laberinto capitalista. La misma teoría de la falta de mercado para los pi oductos de la industria capitalista, tan expansiva, forma la base teórica de las manifestaciones sobre la necesidad de la descomposición del orden económico capitalista en otros escritos de Engels y Marx, como el Manifiesto comes isla, y en la polémica de Engels contra Diihring. En el Manifiesto comunista se lee que “las relaciones burguesas han llegado á ser insuficientes para contener toda la riqueza social producidas por ellas. ¿Cómo vence la burguesía sus crisis? De un lado mediante la forzoaa anulación de una buena parte de fuerzas productivas; después, con la conquista de nuevos mercados, é intensificando la explotación de los existentes. ¿A qué se reducen estos medios? A preparar crisis más generales y poderosas, y st disminuir los medios que las previeneu. Las armas con que la burguesía dominó al feudalismo, se dirigemi ahora contra la burguesía misma. (1). En su escrito contra Dühring alude Engels á la necesidad de “extenderse, de la industria capitalista, que se burla de toda presión. La presión la forman el consumo, la venta, los mercados, en los productos de la gran industria. Pero la capacidad de expansión de los niercados, extensiva como intensiva, está dominada, desde luego, por otras varias leyes de una eficacia mucho menos enérgica. La extensión de los mercados no puede marchar á la par con la de la producción. La colisión se hace inevitable, y puesto que ella no aporta solución alguna, mientras subsista la producción capitalista, se repetirá periódicamente,, (2). El recorrido de la industria capitalista es una espiral que va cerrándose y que tiene que terminar con la superproducción crónica y la imposibilidad de un ulterior desarrollo de la industria capitalista, esto es, con la revolución social. En el tomo III de El Capital, expone Marx que, con la producción inmediata, sólo se lleva á cabo el primer acto del proceso económico capitalista. Falta el segundo y niás difícil, la realización, la valoración del producto obtenido. Las leyes de la producción capitalista y las de la realización no sólo no son idénticas, sino que están en antagonismo. La producción capitalista está limitada por la fuerza productiva de la sociedad; la realización, por “la (1) Eugenio Dsihring 5 la revolución de la ciescia, 3.’ edición alemana, 1854, pág. 296. (2) Idem, id., td. (1) Escritos comp/ef os de Marxy Engels, ismo III, páginas 389-94. 234 AL MARXISMO EL MARXISMO 235 proporcionalidad de las diferentes ramas de la produc -ción y por la fuerza consumidora de la sociedad. Esta última, no está deteriniiiada por la fuerza productiva absoluta; ni tampoco por la fuerza absoluta de consumo, si no mediante la fuerza de consumo, fundada en las relaciones antagónicas de la distribución, que lijan el consumo de ¡a gran masa popular en Un mínimum, alterable tan sólo dentro de límites reducidos. Además, se ve limitado por la tendencma á la acumulación y al aumento del capital,, - El interior antagonismo, nacido de este modo, “busca compensarse con la expansión del Campo externo de la producción. Cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, mayor es el conflicto que se produce con la estrecha base que sustenta las relaciones del consumo,,. Como resultado final del análisis marxista de las coniciones de la realización del producto capitalista, afirma su autor que “los verdaderos limites de la producción capitalista los forma el mismo capitsl,,, esto es, “que la producción es sólo producción para el capital, y no á la inversa; y los medios de producción son precisamente medios dedicados á una continua ampliación de la estructura del proceso vital para la sociedad de los productores,,. Los límites de la producción capitalista (la limitada fuerza expansiva del mercado para la industria capitalista) están constantemente en pugna con la necesidad de expansión del capital. «El medio —desarrollo incondicio - nado de las fuerzas productivas sociales —, está en per— ¡nauente conflicto con el limitado fin, la valoración del capital existente (1). La teoría que informa todas estas afirmaciones, puede resumirse de este modo. La esfera del mercado para la producción capitalista está determida por la capacidad del consumo social; si aumenta la masa de productos más rápidamente que el consumo social, una parte de los pro-. ductos obtenidos no puede enajenarse, y una pamte del capital queda sin valoración. La superproducción comien za y el capital permanece inactivo. El desarrollo de la prostucciómm capitalista hace que esta situación sea cada vez más duradera, puesto que el consumo social, frente á aquel desarrollo, sólo experimenta un aumento muy reducido, mmiieiitras crece la rapidez con que la producción asciende. Tiene que llegar, pues, un dia en que la superproducción se liaqa crónica, y el orden económico capitatista,en sir tud de la imposibilidad de ulla valorscióms continuada del capital, acumulado siempre Simm cesar, llegará á su ruina. Estas ideas son hasta hoy las reinantes en el pensamiento socialista. Carlos Kautsky, está tan firmemente convencido como su maestro, de que la economía capitalista camilla hacia una superproducción crónica que él titula “situación de fuerza, que cuando llegue, inevita— blemnente, traerá consigo el socialismo,,. —“A tals itusción se llegará—añade Kautsky—-, de continuar la evolución económica en el mismo sentido que hasta aqul, pues el mercado interior, como el exterior, tienen sus lt mnites, mientras que la expansión de la producción es de hecho ilimitada Ls producción Capitalista se hace imposible, en el momento histórico en que se establece que el umercado no puede ampliarse á Compás de la producción; esto es, tan pronto commio la superprodmmcción se haga crónica. Y este nmornento no lis de hacerse esperar. La superproducctóms crónica, incurable. formlma “el Cii— It) El CApitAl, maRiA IV, páginas 225-32. 236 EL MSSX1OMO EL MARXISMO 237 timo limite en la capacidad vital de nuestra actual sociedad,, (1). Tambióri Cnnow cree en lo inevitable de la ruina capitalista á consecuencia de la falta de mercados ile venta. Para él, es sólo cuestionable, “cuánto ha de durar todavii la producción capitalista en cada pais, y en qué circitustanelas Isa de tener lagar la descomposición..... Ahora aquí, allí después, verá IIIIa industria reducirse Su expor tación, de la que depende su existencia, hasta que probablemente comience un estarlo general ele decadencia económica, semej a irte al q ile con mii cli a inciso r fu crea lii entrado en algunas ramas de nuesira agricultura, el que sólo puede tone r rin final: la ilesa pan ci ón del sisi iiiJ Cci— liórnico existente (2). Por lo demás, es muy natural la fidelidad con que Kautsky y Cunow conservan las doctrinas ile sus nlaes tros. Más interesante es que el notable teórico de los “revisionistas,, —K. Schmidt— crea, tan firmemente como Kautsky, en la posibilidad de tiria superproducción crónica, motivada por la poca capacidad expansiva del mercado capitalista. En su articulo sobre ini libro Las cr(sis comerciales en 1ng1aerra, dice Schmidt, entre otras cosas, la siguiente: Si la opinión, representada por Tugan-Bara - nowsky de que toda superpruducción, exclusivamente, proviene de las desproporcionadas inversiones del nuevo capital puesto en curso, fuese cierta, no podría tampoco prescindirse de ver por qué el capilalismo, mediante su evolución, como Marx y los marxistas aceptan, se cuya su propia fosa. Si la miseria de las crisis procediese sólo (ti &rosteiny dpregro,na socialista, págtoas 142-45. (2) Curioso, ‘La leona de Ja caiástrote, .\uer o Ti, ,opo, XV ti, turno 1, ptgtnas 127 y 428. de la falta de proporcionalidad, no se agudizarían progresivanrente cori el incremento del capitalismo, hasta conmover toda la base del sistema económico reinante. Otra coa .uconlece cu indo la extensión de la producción en- cuentes un limite, siquiera sea elástico, en la cap.icidid del consumo. Este es el pitnto de vista que muestra iiiás palpable y sencilla la concepción, segáis la cual el des-. arrollo económico camina con inevitable necesidad hacia una calástrofe económica general, (1). Cierto que Schmidt considera tal dirección cts el desarrollo del capitalisnio, sólo como tiria tendencia que se cruza coii otras opuestas. Mas con todo, co bien claro que Sclmmnidt cii cole punto, se apoya sobre la misma liase teórica que Kautsky. Los “revisionistas,, y los “ortodoxos,, están de acuerdo en este tema. Tanibiéii algunos economistas “burgueses,, aceptan la seoria de que la esfera de la producción social está limitada por la del consumo, y que la producción social no es capaz de extenderse más rápidamente que el colssumo. Junto á esto, la escuela de Ricardo-Say, no reconoce la posibilidad de ursa superproduccióis general, cuando piensa que la acuinutacióis del capital ito reduce el consumo social, pues lodo el capital invertido se coisvierte en salarios y pasa, de este modo, al consumo de los trabajado. res. El consumo de éstos aumenta, por lo tanto, precisamente, cii la misma medida en que el consumo de los capitalistas se reduce, é consecuencia de la acumulación. l.a escuela Malthus-Sismondi reconoce, por el contrario, la posibilidad de una superproducción general 8 coilse (t “Sobre la teoría de tas cristo comerciales y de la superproduc. rilo.. Rcriuia qu,ruceoal Sociaiiuta, de Berasleis, 1901, píg. 675. 238 El. MARXISMO EL MARXISMO 23 cuenda de la demasiado rápida acumnlaciárr del capital, la cual conduce á un excedente de mercancías producidas, en comparación con la demanda efectiva. Ambas escuelas aceptan como evidente que la esfera de la prodncciórr social está deteruririada por la del corrsnmo y se irueve paralelamente COil ésta. Entre los rnod cr1105 eeoirorrris las qa e Ira rr d iscs tufo el problema de la acu 111111 a cid n ile! capital e 011 III ayor dele. rr nr CII lo, sobresale 13,11 sr-Ha werlc , cuya teol la del capital CA CO lIS 1 iterada por 11111 ClIn , clcb ido á lo pr ofirirt o te sir análisis, COIflO liria obra maestra. Y de ltcctro ocipa ROIr rn -Bawerk , por lo pe nc Ira Irte y origi ral cte Il peIrSíl irliento, lIrIO cte los prime ros puestos entre los rrrodcrnos teóricos de la Economía. Ha llegido este perrsador, despirés de una laboriosa investigación de las condiciones de la acumulación del ca pit.il, 3 la coir cIa sión de que ingreso ile sin puelrlo, á la arga, es idéntico Con los rendiIrlientos cte su producciólr,,; y. de acuerdo cora esto, Otro tratadiata, Lexis, afirma que la suma anual del C01155 no, la de la producción y la de los ingresos primarios, Iran de ser consideradas como cantidades que cuantivamente tienen casi que coincidir» (1). Parece, por consiguiente, que la necesaria conformidad entre la producción y consumo sociales, pertenece á aquellas afirmaciones aceptadas como generales en la ciencia económica contemporánea. Se discute que el capitalismo conduzca á la limitación del consumo general, pero, parece indiscutible que, cuando este caso llega, la producción social no puede ya extenderse sin provocar ulla superproduccián. Teniendo presente la calidad y el número de las autoridades económicas favorables á la mentada teoría, es, tal vez, una empresa arriesgada, pretender demostrar que esta teoría es fundamentalmente falsa. No otro ha de ser, sin embargo, el tema de cuanto sigue. No es dificil comprender qué es lo que ha movido, á ccolrOlnistas pertenecientes á distinta y aun oprlesta dirección, al unánime reconocimIento de la teoría que critiCAllAOS. El asunto parece demasiado sencillo para que pudiera dar lagar á discusióli. La actividad económiCa no puede tener otro fin que la satisfacción de las necesidales Irlirnanas. La producción social es una actividad ecorór iiea, y nada vale, cuando no sirve p Ira cubrir, con medios de ColisUmO, las necesidades económicas- El consu- - rilo, fin de la producción, aun necesitando pars ser logrado cte gran roteo, es, en todo caso, el único lin posible de la produccióll. “No es toda necesidad de producción, por su naturaleza, relativa; esto es, no cuenta en ella el capitalista con vender las mercanctaa obtenidas mediante los medios do produccióls; mientras que la demanda de consumo aparece como definitiva y absoluta, ya que en ella, como el nombre lo indica, el consumidor no piensa en venta alguna ulterior de las mercancías compradas?» «Sólo sobre esta base, y en Estrecha relación con esta demanda delinitiva, puede desarrollarse la relativa, de medios de producción. La demanda de nmedioa de producción es, por lo pronto, demanda de primeras materias y auxiliares y máquinas, en las ramas que producen los artículos que han de satisfacer el consumo,. Por lo tanto, parece indudable que ‘la demanda de consumo ó detiniva, es la fuerza motriz que, corriendo todas las esferas de la (1) ltohrn-Bawerk, Icaria positiva del capital, pág. t23. 219 EL M AJIXISMO EL MARXISMO 241 CCOiIomia, pollo en marcha el inincliso mecanismo de la producción,, (1). Esto asegura Scliinidt. Los argumentos de Kautsky no parecen indios convincentes. “La producción es y seol, para el consumo humano,. Cierto que la división del tra bajo ha conseguido dar autoiiontia á la producción de inslrnmentos para el trabajo, dando lugar al naciuuelito de talleres para la producción exclusiva de herramientas, primeras materias, etc., pero, sili embargo, “lodos ellos sólo airven al último tin, la producción ile medios para el consumo liumnaimo, y se paralizan tan pronto como este último fin no basta para coilservar su actividad,,. “Produ— cir—termiiia diciendo —, es aportar artículos de consumo para uso del hombre. Este fenómeno puede velarlo la división del trabajo, pero n Ii uita rIo ni 5 uprimnirlo ,, (2). Sería altamente absurdo pensar que el capital acumulado pudiera ser utilizado itu ra míe u ma disini uuciólm absoluta ó relstiva del consumo social, el asutilo no requiere ningún detenido examen, pues el concepto lógico de la producción lo resuelve de nodo definitivo. Ahora que á mi rio me parece concluyente esta arguineutación. Por lo pronto, tengo que protestar decididamente contra la concepción antitiistórica de la economta, como una categorta no histórica, aíllo lógica. Es muy equivocado hablar de la economía en general, como si fuese la misma en todas sus modalidades históricas. Hay economía y economia; desde el punto de vista que nos interesa debemos distinguir dos grupos de sistemas eco( II Scl, mdi, ‘ Tesíta de la superprsctucciós , , Rs vista quincenal Socialista, ile Berm,slctmm. 1901, pig. 573. (2) Kastsky, Teortas de crisis,, 4, Nne-co Ficmpe, 1502, páginas 117-It, nómicos. El primero, cuya característica es la coincidencia en tina misma persona, del aujeto de la economía y el trabajador ecommóinico; lo que llamaré econoinia armónica. Entre los distintos sistemas económicos que comprende este grupo, estáis: 1.” La propia producción, para el consumo del productor mismo. 2.” La economía de cambio entre pequeños productores independientes que descansa en la división social del trabajo; y 3.” La producción socialista del porvenir en la que la dirección de la producción pertenecerá á la totalidad de los productores. Es esencial en todos estos sistemas económicos que los miminediatos productores disponen de los medios de producción y regulan la marcha de la misma; esto es, la clase de artículos que han de producirse. Llamo armófleos estos sistemas, porque no presuponen como necesaria una oposición de intereses entre las personas que la integran, lo que en el segundo grupo es inevitable. A este segundo grupo le llamo de economías antagónicas. Su rasgo característico consiste en que en estos sistemas económicos el sujeto económico y el trabajador no coinciden en una persona. El trabajador está incluido en una economía extraña á él, cuyo sujeto ea otra persona que no participa en el trabajo económico; los medios de producción no pertenecen al trabajador, sino al sujeto económico, que determina y dirige la marcha de la pro— utucción. Dentro del grupo están: 1.” La economía de esclavos; 2.” la feudal, y 3.” el sistema económico capitalista. LS 2(2 u 51555(51(0 Son antagónicas, por formar su esencia la oposición de intereses. Todas ellas prcsupolieii la picexisteiicia (le dos grupos sociales dislintos, por lo (((ellos, mio de los cuales posee fa fuerza de hacer del otro UlI simple medio económico. Pero como este ultimo es tanihien fis cii si mismo, la oposición de intereses cstalla oes ilablciiielilc. Es claro que la actividad económica, cii la cc000ulia armónica, no puede servir á oIl O fis q Lic san sfacc i las necesidades de la sociedad. No asi en la econosii,i anlagóaiea. En el proceso econollsico tosiami parle, lo menos, ilos personis cuya función ccoiiduiici es muy lislisia. La una es sujeto ccontmiiico y drtcrunnia li 111 eeuu objetiva del proceso todo. Se encuentra en lii ummsmiia posciáis que toda persona en la econosna arnióllica. Pero, además de esta persona—el sefior de los celavos, el feudal, como fos capitalistas—, paiticipa tamimbien cii f.m econonsia, como simple medio de producción, cI trabajador que aporta su trabajo. Su papel es bien dmHsio al del primero. Es ulla pieza del mecanismo econániico que no sirve á su fin, sino al cíe oh a persona. En una palabra, el trabajador no es el sujeto, sino el objeto de esta ecoiso mia, como los asiumales, las herraniientas y las primeras mo atarlas Esto, por ejemplo, ocurre cuando de los enclaeon se trata. Si el esclavo continúa siendo fin cii si ulisni o, no ejercita, sin esnbargo, influencia alguna en la dirección objetiva del proceso económico, determinado exclusivainente por su señor. Para el señor—y, por consiguiente, para la economía de esclavos—, no hay distinción entre el consunmo de los esclavos y el llamado consumo productivo— ci de medios de produccióil— dentro del proceso ute la misma. La economía de esclavos depende tan sólo del consunio de los mismos, en cuanto miste es un momento necesario de la producción. El señor tiene que aliineniar sus esclavosy, siendo previsor, ha ile mantenerlos bien, conso á bestias de carga, por la razón conocida de que la buena alimentación aumenta la fuerza de trabajo del hombre, corno de la bestia. La cualidad económica de los esclavos, como simples medios económicos, se manifiesta terminantemente, obscrvammufo que el esclavo puede ser sestituído POC 01ro meuIi,u ile protección, sin que el fin superior de estaccommoniía smi tra al lcracióii algs lis. El primitivo arad,) peruano no era uiás (lila ulla viga con un reborde en el extremo míertor, viga que arrastraban sobre el campo, de seis á ocho hombres, (1). Elduefiode losesclavospuede un dia pensar que los caballos cumphtrian esta misión con mayor eftcacia y aquel día sustituirla cori caballos sus esclavos. Después, en una parte de sus campos cultivará, en vez de centemmo, avena para dar de comer á los caballos. Ello más que empobrecer al señor le enriquecerá, pues el cultivo de sus campos dará mayor rendimiento y los provechos sobrantes que estén á su disposición constituirán una mayor cantidad de medios de consumo. Obtendrá, por consiguiente, un aumento de su consumo propio y, al mismo tiempo, una disminución del de los hombres que le sirven de medios de producción. Esta última disminución, puede ser tan considerable que la suma total del consumo humano de esta economia—esto es, el consumo del señor y de los esclavos, juntamente—experimente una absoluta mnengua. La ec0110mia Cumplirá su fin objetivo—sa- Ci 111’ SXiSSio 243 (1) Ltppert, Histeria de la civtlizecó,s, 1885, isulo 1, pig. 52. 241 Ci. MOsCisMO LE MAEXISMO 245 tisfacción de las necesidades de su sujeto, el señor—, tan bien ó mejor, con l.i ayuda de otro u edi o de producció 1 que la fuerza humana. La cantidad del producto obtenido aumentará; la parte correspondiente al capital CII l,i economia capitalista, será productivamente consumida, simm dejar restos (en otra bruta; por caballos, en lugar de hombres) y la cantidad de plus-producto crecerá, igualmente. Sólo el COII5U1IIO de los hombres, cii su totalidad, itisnsiiiuirá, lo que en ningún modo perturbará el equilibrio de la economía de esclavos. Pasemos ahora á la economnia capitalista. Kautsky 10 licite nada que replicar contra mis esquemas sobre la acu niulación del capital (que, además, fueron construidos so bre Marx) incluidos en mi trabajo acerca de las crisis; pci o ellos prueban, según mi critico, algo totalmente distinto de lo que yo deduzco de ellos. “Los esqueumas de Tu gan —dice—muestran tan sólo un’ caso en que puede damse, sin crisis, un descenso en el consumo: en el paso de la producción sencilla á la comnplicamla. De este único caso hace Tugais el tipo de la realidad capitalista—cuando. por el contrario, es uno que en la realidad no se da casi nunca (1),,. En mi opinión, sin embargo, esto que Kautsky llama caso único y extraño á la realidad, forma una ley inmanente de la evolución capitalista. Examinaré el caso más des lavorable para mi teorta, á saber: la acumulación del capi tal acompañada de un permanente y considerable deseen so de los salarios ysin aumento alguno del consumo de los capitalistas. En el siguiente esquema establezco que el sa lario disminuye su valor cada año en un 23 por 100, y el valor del commsulno de los capitalistas, á pesar del aumento del provecho, conserva tina cuantía inalterable. Según ini lmipotcsis,—-- del provecho total, será acumulado por los capitalistas en el primer año (esto es, empleado en un aumento de la producción), los restantes -- serán consumidas improductivamente; en los años siguientes ¡so experimnentará el consenso improductivo de los capitalistas ningún canibio en su valor absoluto—de manera que se acumulará cada vez una parte mayor del provecho. Reproducción del capital social en su mayor escala acocil - pañada de un descenso de los salarios d inmovilidad del canso /1W improductivo de los capitalislas (1). EL PRIMER AÑO 1. Producción de medios productivos. 1.632 mp+544s±544p = 2.720. fi) Para el primer año se supone, que en todos las grupos de la proilsectó,s social el capital fifo—inedios de prodscciún (mp)—, es, por os valor, irtple que el capital de salarios—suma de los mismos (a)—, y el provecho (p), es igual al capital de salarios. En el segunda aso varian todas estas relaciones debido á que lo invertidu en salarios bata en En 25 par 150y el provecho aamenia, en correspondencia. Ast venrus que en el segundo alio, el capttal de salarios en la producción de arlleulos para los caj,ilalisias, cuyo valor istal no se ha alterado, no trnporia t25 (como en el primer año), sino 90 lun sólo (ha batuda, pues, un 30 unidades, 6 sea cuan 25 par 100); el provecho, en cambio, ha aunren. tado oir número igual de unidades y asciende asi it 150. El valor del capii,Il t,jo ca la prodoectón de medtos de consumo para los capitalismos perirloncce inalterable. En el tercer año, el salario ha bajado de t,ocvo, ca el icrecr gropo de la producción social, en un 25 por tIJO, es decir, 22,5 ,,atdades; tas mismas que la ganado el provecho; el valor del capt_ ial lijo coniinda iralter0ble. (1) Teeriau de los criois, 4, Nuevo Tiempo, 1901, p5g. t16. 216 EL sisaxis so EL. MARXISMO 247 II. Producción de ai ticulos de consuelo para los de que, á pesar del descenso del consumo social y la obreros, más rápida expansión de la producción social, no quede 408 ¡np —1-- 136 s —-- l36p — 080. fliligúlI producio excedente ó sin vender. El provecho obtenido n el primer año importa 800 millones de mar III Prodiiccióu de artículos de COHSUnIO de los capi- cos (544 —1-136 —1-- 120). Un 25 por 100 de este provecho talistas. lis de ser capitalizado, conforme con la hipótesis sentada. 360 !1ZP + 120 e + 120/) 000. Por consiguiente, quedan sobrantes para el consumo del capitalista, en el segundo año, 600 millones de marcos. La S000NI)O AÑO misma suma importa el consumo de los capitalistas en el 1. Producción de medios produ.tíios. alto siguiente. Al final del primer año se obtendrán 2.720 sillones de l.987,4ínp —1— 496,8 e -f- 828,1 p - 3.312,3. marcos, en medios de producción. Los mismos que serán II. Producción deariiculos de consuelo de los obreros. consumidos en el segundo año mediante la ampliación de 372,6 ¡np — 93,2 e + 155,2p — 621. la producción, porque exige, en medios de producción, la suma de (1.987,4 + 372,6 ± 360) 2.720 millones. Los 111. Producción de ,irticulos de consumo de los capl- aiticulos de consumo para obreros, obtenidos en el pri1 alistas. mer alto, importarán 680 millones; de la misma cuantta 360 mp + 90 e + lSOp = 600. es el capital de salarios (ea decir, la demanda por los tra— bajadores de medios de consumo) en el segundo alio TERCER AÑO (496,8 ± 93,2 ± 90). Los medios de consumo de los ca l Producción de medios productivos. pitalistas producidos en el primer año, 600 millones de marcos, serán consumidos en el segundo. De modo que 2.285,4 ¡np ± 131,6 S -1 l.2.39p 4.301). la suma del producto social del primer año, será consumi II Produccióndearticulos deconsumodelosobreros. do, sin dejar residuo, por la producción y el consumo del segundo. 366,9 mp ± 68,9 e ± 175,5 p -=611,3. El capital de salarios del primer año es de (544 + 136 III. Producción de articulos de consumo de los capi- + 120) 800 millones de marcos; el del segundo, de talistas. 680 millones. El consumo de los trabajadores ha deseen. 360 mp -1-- 67,5 s -— 172,5 i 600. dido, por consecuencia, en 120 millones, ó sea un 15 por 100; el de los capitslistas continúa inalterable. El produc Est esquema debe poner de niilltieslo de que ma lo social total del primer año es de (2.720 + 680 —1-600) lera tiene que repaiilrae la prodnccióu social, á un -1.000 millones, el del segundo de (3.312,3 + 621 —l 600) 248 EL MARXISMO 4.533,3 millones. El valor del producto obtenido la aumentado, por consecuencia, en un 13 por 100. El aumento de la producción social corresponde al descenso del consumo social; la oferta y la demanda de productos contlitúatt, sin embargo, CII perfecto cqsitibrío (1). En el terceraito decrece el capital de satal ios á (-184,6 ± 68,9 + 67,5) 621 millones, en el cuarto 611,3 millones, etc., mientras que el valor del consumo de los capi E MARXISMO 240 talistas permanece tnalterable y el valor del producto social total aumenta cada vez más veloz. El descenso constante del consumo social, junto á la expansión permanente de la producción social no es capaz de provocar la más ligera perturbación en el proceso de valoración del capital. Por consiguiente, á pesar del considerable descenso de tos salarios presupuesto, que nunca tiette tanto alcance en la realidad; á pesar de la disminución absoluta del consumo social, el capital no encuentra dificultad alguna para valorar una suma de producto cada vez mayor. La ampliación de la producción, es decir, el consumo productivo de medios de producción, entra en el lugar del consumo humallo y todo continúa igual, como si la economía no sirviese á los hombres, sino el hombre 8 la economia. Esta es precisamente la paradoja fundamental de la economía capitalista (como en general de todas las antagónicas): puesto que una parte de la sociedad constituye el sujeto económico, mientras que la otra, mucho mayor, es objeto de la misma; se hace posible dar á la economía social una dirección, que hace del medio de satisfacción de las necesidades humanas un medio de expansión de la producción 8 costa de aquéllas, con lo que se frustra el fila justo de toda economía. Esto no es mi “osada paradoja,,, como Kautsky lo llama, sino una ley económica fundada en la esencia de la economla capitalista. Vemos, pues, que ni junto 8 un descenso absoluto tan considerable del consumo social se descompone la econolnía capitalista. La ruina necesaria del orden económico capitalista debido 8 la falta de mercado, firme creencia no sólo de loa marxistaa “ortodoxos,, sino, al parecer, de algunos “revisionistas, también, queda demostrado, con (1) Puede parecer que et equilibrio enlre olerlo y demanda no se logra en mi esquema. En el primer año se oblieoen 2.721) millones de olarcos dc medios de producción, y paco a prodoccion ,le los ciSmeS en el segonilo, es necesaria la suma de .9)7,4 nrilluncs. De lIAdo que ea ci cooll,iu con los densós productos de los grupos It y III qoeda,.i la diterencio, ósea: 2.720 1.9)7,1 732,1) nlillones. Siolollá,Ieameule, en el segundo aso, en el mismo primer grupo de la producçió,m social, aumentará la demanda dr prudactos de los gropos It y III 5901,9 millo. nes de mareos (495,5 sillones de arliculos de consumo de los lrabajado_ res det primer grupo y 408 millsnes de articutos de consumo de tos capitalistas es el mismo, puesto qmr Oslos, según noesl,a Isipotesis, consumen ‘/, dr so pruvecho del primer aso [544 millones de pesetasl). De manera que en tos capilalistas y trabajadores del primer grupo, la compra excederá á la venta en 172,2 millones (904,5—732,5 = 172,2). ¿Cómn ha de cubriese, paes, este dóticit? La dificultad es tan sólo aparente. El descenso de los salarios y el estacionamiento del consumo de tos capitalistas tienes coma eonseeueocia, que tus capitales invertidos en la prodacción de los dos úllimos grupos sufre una disminución que pasa al primer grupo, que aumenta considerablemente. Asi, en el segundn aso, el capital tito y de salarios del segunda grapo es 78,2 millones menor que en el primer uña, y el del tercer grapo, en el segundo año, menor en 30 millones; además los capitalistas del II y III grapo colorarán el provecho capitalizado del primer año, cuyo fmpnrte asciende en el segundo grupo á 34 millones y á 30 millones en el tercero, en el primer grapo de la producción social. La suma (78,2 + 30 + 34—1-30) da un total igual á 172,2, esta es, rl dófidl aparente del primer grupo queda cubierta cus los capitales que ingresas de tos otros dos. 250 LL t.iAiiXl5OiO EL MARXISMO 251 el precedente análisis, que es una quimera. La envoltura capitalista de la sociedad moderna no se descompone, ni en las condiciones actuales que lacen imposible todo liii racional de la misma. Para niostrar la total inconsistencia de la doctrin marxista lic analizado el caso qc Pece más tavor.itjl lira ella. Con esto no pretendo decir, naturalmente, qu la condición establecida por mt, el descenso de los sala ríos, corresponda á la realidad capitalista. Más bien soy de los que creen que la más reciente fase de la evolución capitalista está caracterizada por una subida considerable te los mismos. Pudiera, por lo dicho, pensarse que ini análisis ha refutado la teoría marxista, pero sin contribuir gran cosa á la comprensión de la realidad capitalista. Sin embargo, no es asi. La disminución relativa del co imsim no social, á pesar del as sien Lo absoluto de los so larios, constituye la ley fundamental de la evolución capitalista. 1-fasta aquí he prescindido del nioinenlo niás ini- portante de la acumulación capitalista, tal y como se efectLma en realidad; esto es, de la relativa sustitución de las fuerzas humanas por los medios de producción. El progreso técnico consiste, precisamente, en la entrada en la producción de herramientas muertas, niáquinas y otros medios de producción, en el lugar que ocupaba el trabajador. Cierto que crece el número absoluto de obreros, pero en mucho mayor grado aumenta la sunma y el valor de los medios de producción puestos en movimiento y elaborados por el trabajador. La composición del capital social — para hablar con la teriiuiiologta cte Marx—es cada vez más elevada. La consecuencia de ello es que cada vez corresponda al consumo social una cuota nienoi del producto. El producto que no se consume aocialmen te—hierro carbón, máquinas, etc.—, crece más rápidamente que los arttculos de consumo—alimentos, vestidos, etc—Tiene lugar, por consiguiente, una disminución relativa del consumo social; el valor de los medios de coimsuino disminuye en relación con los de producción (a umi creciendo a bsol utam ente). Tamimbién se manifiesta el progreso técnico de la econonmía armónica, en el relativo incremento de la importan- cia de los medios de producción en el proceso productivo. Pero la diferencia consiste en que en la econoinia armóinca los medios de producción no pueden concurrir nunca con el hombre; el consumo de hierro, carbón, etc., nunca puede tener lugar á costa de pan, carne, etc. En la econoinia capitalista maneja la clase capitalista, en medios de producción, una parte mucho más consideroble ile la que seria posible en la economía armónica. Es la economía socialista el consumo social tiene que ser el nimico fin posible de la producción, con lo que la expan. sión productiva á costa del consumo, es absolutamente irrealizable. Pero en la economía capitalista los progresos de la técnica de la producción tienen la tendencia de sus tiiuir, relativamente, el consumo humano por el consumo de medios productivos. ¿No puede esto conducir á la formación de un producto sobrante que no pueda venderse? No creo que, después de todo lo dicho, pueda presentarse esta pregunta. Es evidente que ninguna dificultad ofrecerla construir un isuevo esquema, unido al anterior, para demostrar que la mn.íxiimia sustitución imaginable de obreros, por medios de p. uducciómm, rio es capaz de dejar sobrante, mmi una sola unidad de valor de los últimos. Si desapareciesen todos los obreros menos uno, éste solo pondría en movimiento la CL MA5X1SMO inmensa cantidad de máquinas y con su ayuda claboraria nuevas máquinas y artículos de consumo para los capitalistas. La desaparición de la clase obrera no perturbaría lo más mínimo, el proceso de valoración del capital. Los capitalistas no verian reducida la cantidad de sus arliculos de consumo, y el producto total obtenido en un año seria utilizado y consumido en el siguiente por la producción y consumo de los capitalistas mismos. Tampoco constituiría dificultad alguna que los capitalistas quisieran reducir su propio consumo; en este caso, la producción de sus medios de consumo se limitaría, obteniéndose en cambio una parte aún mayor de medios de produccion, que servirian para una extensión cada vez mayor de la nsiama. Así, por ejemplo, se producirla hierro y carbón que sirvirian para aumentar, más cada vez,laproducción de carbón y de hierro. La producción de este modo ampliada de carbóis y de hierro consumiría la suma creciente de productos obtenidos en el alto anterior, y así hasta el inlinito, es decir, hasta que se agotasen las existencias de los minerales He- cesa nos. Todo esto parece muy extrat5o y hasta se juzgará uit inmenso contrasentido. Tal vez; pero la verdad no es siempre fácil de comprender, sin que deje de ser verdad por eso. No designo como verdad, naturalmente, la hipótesis, arbitraria y completamente ajena á la realidad, de que la sustitución del trabajo manual por la maquinaria conduzca á una forzosa disminución absoluta del ncnnero de trabajadores (esta hipótesis sólo ¡ile ha servido para mostrar que, aun llevada hasta el absurdo, mi teoría no se alteraba), aíllo la afirmación de que en una distribución proporcional de la producción, ningán descenso dci consumo social es capaz de hacer que aparezca un sobrante El. MARXIsMO 253 de productos (1). Llamo ley fundamental de la evolución capitalista á la disminución continua que experimenta, dentro d la producción social, la cuota del consumo, sin leser un limite determinado. El descenso relativo de la demanda de medios de consumo no perturba el proceso de s’aloración del capital, y en ningún caso puede deter. millar la descomposición del orden económico capitalista y su transformación en un mutado socialista. La teoría aqui desarrollada del proceso de valoración (tel capital coincide con los resultados de las investigaciones estadisticas de Werner Sombart, sobre la importancia del mercado interior para la industria capitalista. Es creencia firme, no tan sólo de los marxistas, sino de otros muchos economistas, que la industria capitalista necesita cada vez más del mercado exterior para la valoración de la suma siempre creciente de sua productos, porque el increado interior no es capaz de utilizarla. Sotnbart, ha demostrado brillantemente que en un país tan seltalada. neute capitalista como Alemania, es cierto, precisamente, lo contrario. Se exporta una cuota cada vez menor de productos de una industria, tan rápidamente expansiva, como la alemana, mientras que en el interior del país encuentra mercado provechoso una parte créciente de los mismos. Deade este punto de vista, ea muy instructivo observar que el proceso de desarrollo de las diferentes industrias en su adaptación al mercado interior es muy desigual. Así, la exportación de artículos de hierro en el periodo de 1880-1900, á pesar de la extraordinaria expansión de la industria alemana del hierro, ha descendido de (t) St se caustgue. yen qué nmedtda, la proporcianattdad de la proriacción sadat medtante et capltattsms, es Otro problema que he totenlaja resaber en mt ltbro sobre las crtsts. 251 C( MAaXISIO LIII 29,3 ini 7,8 por 100, de la producción total respecti - va alemana; la Ile carbóll mineral, (le un II á un 7,3 por 100(1). Menos considerable es la disminucidn de la cuota (le exportación en la industria textil. Según esto, el increado interior alemán se exliende (025 rápidamente CII relación al tnerro y al carbón, que ((O en artículos de tejidos. ¿Por qué? Porque el desarrollo capitalista produce ((((a mayor demanda de medios de producción, pero no taIL considerable de medios de consumo. Por lo demás, es un hecho generalmente conocilto. que la evolución capitalista más reciente está caracteriza - da por (((15 exte IlsiÓn ni uy rápid a de aquellas ranas It’ la producción, como la industria del Inerro, de articulos quinilcos, niaqUillariaS, etc., cuyos l)rOduetos no se des — li((aI( al COI(5UfliO humano; mientras perinanece casi estacionadas la agricultura y la iudI(stria textil, que sirven, inmediatamente, pare el consumo del t(omhre. Si LIII día tsé la industria del algodón. hoy es la del hierro, la imperante en el inundo capitalista. lCantsky, entre otros, en su escrito contra Bernstcin, lo aduce también. Pero Kautsky no comprende a caesi de la enorme expansión de la industria del tuerro en mes 1ro tiempo, y exprea la creencia de que pronto esta iiiduslria ha de quedar en la situación actual de la industria textil, que no lleva á cabo casi ningún progreso y, entonces, vertamos acabar el capitalismo. Lo aqui expuesto prueba que ninguna superproducción amenaza á la industria del hierro, y que, en la fntiiraevolución delaeconomia capitalista, ha de corresponderla siempre la supremacia. Conrado Sctnnldt, distingue dos suertes de demanda: absoluta y relativa. La distinción es exacta, pero equivo - ca la spliceción que Schnridtliace de ella. Cierto que la demanda capitabsta de medios de consinno, para uso indivi dual, tiene otro carácter económico que la de carbón para las (náquilmas de vapor; la diferencia consiste en que el colmsumo improductivo cte los capitalistan es, sencillamente, una anulación de valores que constituye ej momento ternlillaiite de la realización del capital, mientras que el COlLoimillo productivo del carbón no destruye su valor, y forIllo LIII Inolnento intermedio de este proceso. De aqul luz odaImIos designar la primera demanda comno definitiva y absoluta, y la segullda como relativa, puesto que la primera representa el fin objetivo de aquella econoinia, mientras qI(e la segunda es, tan sólo, un medio para este fin. ¿Dentro de cuál de ellas tenemos que contar la delnanda del asalariado de objetos para su consumo? Según Schmnidt, esta es una demanda absoluta; pero, es bien claro que, ni el consumo del trabajador, ni la combustión del carbón, en el horno de una máquina de vapor, en ningún caso llevan á cabo la realización del capital. Como el obrero su sustento, sai consume la máquina el carbóis Si designamos la demanda de carbón como relativa, ha de ocurrir lo mismo con la de alimentos por parte del obrero, ya que el consumo de éate es un medio para la realización del capital, pero no su fin objetivo. El aparente Carácter absoluto de la demanda del obrero de medios para su consumo, es debido á que éstos son comprados por el trabajador mismo, mientras que los medios de producción los compra el capitalista. Desde zI pillito de vista de la realización del capital, resulta indifrente conocer quién—si el obrero ó el capitalista —apare. Fi MARXISMO 255 (1) SOI,Ib,,rL, ¿CI C’eO,Ie,,(h, ,ICLCiOthIt rIlC,tIa,Ia en e/siglo XI.5, 1503, ptgtnas 13s y 31. Hay (no nueva edición de es/e libri del aso mese. 255 EL MARXISMO EL MARXISMO 257 cc corno comprador cii ci mercado. El dinero gastaio por el obrero lo recibe éste de los capitalistas. Dentro del salariado natural o en especie, desaparece también aquella analogia, pues el trabajador, como el ganado, es sustentado á costa del e ipitalista. No es comprensible, pore ue liemos de considerar ci centello que el agricultor ca— pilalista da á sus obreros como tui objeto de demanda sibsoluta, y la cebada que pone á sus caballos corno oir objeto de demanda relativa. Kautsky nos asegura, que “producir es obtener artículos de comisuino para uso del hombre,,. En cierto sentido esto es exacto. La cuestión est.k sólo en saber si cada hombre, en todo sistema ecourónuico, consunie como tal, es decir, como lin de la cconoiiit.u. Va lic indicado ante riormente que esto tan sólo acontece en los sistemas eco nómicos que lic llamado armnónicos, pero no en los inarmónicos. En una economía socialista es imposible que la economía social vaya dirigida hacia la disminución, y mio al aumento de la masa de objetos del consumo humano. Ello es por el contrario posible, y, bajo ciertas condicio¡u s, necesario, dentro de la economía capitalista, pues en ella el sujeto del sistema es el propietario del capital, no siendo el trabajador, hombre desposeido, más que un simple medio de esta economía, una forma del capital social; capital variable, según la terminologia marxista. Marx, censuró siempre á los economistas burgueses que considerasen á la economia capitalista una economía absoluta. Él ha caldo, preciaamente, en la misma falta. La economia absoluta no puede peraeguir ningún otro liii que la satisfacción de las necesidades humanas. La economía capitalista es incompatible, hasta un cierto grado, con este fin. Marx lo comprendió sai y de ello de- dujo la consecuencia, que la economía capitalista oculta nil contrasentido ecormónmico irremediable, incompatible con las nmlsmas leyes de rcalizactón del capital, lo que imposibilita su existencia, como sistema económico histórico, después de un cierto período. Ahora bien, este coritrasentido económico del Capitalismo lo encontró Marx, por haber atribuido al sistema económico capitalista—que pertenece al grupo de loe antagónicos—... los fines de la ccomuombr armónica, que es la considerada como economía, en absoluto. Una vez conocido el carácter aulagói lieo de la ccouomnia capitalista en todas sus manifestaciones, desaparece este contrasentido descubierto por Marx, pues mmo dirigiéndose la producción capitalista al aumento del consumo humano, sino al de capital (lo que corresponde con una disminución relativa del consumo humano), 110 puede encontrarse en contradicción alguna con sus principios, ni con dificultades para la realización de sus productos. II La tendencia decreciente de la cuota del provecho constituye, según Marx, otro limite de la producción capitalista. Sobre su baae acontecen trastornos numerosos de la economia capitalista. Si no rumenta el número de los trabajadores ocupados en las empreaas capitalistas, ó 110 son capaces los capitalistas mismoa de elevar el grado de la explotación, el aumento del capital no puede ir aconipaSado del de la masa del provecho. En estas condiciolles mio queda hueco alguno en la producción para nuevos capitales. Pero comola acumulación capitalista no puede ir 258 EL MARXISMO terminar, la existencia de nuevos capitales conduce, ante la imposibilidad de elevar la masa dci provecho social, á la paralización de los capitales colocados ya en la pro— ducción y á la supcrproducción absoluta del capital. La cuota decreciente del provecho pone, por lo tanto, un límite si la producción capitalista; ‘esta particular lindera atestigua la limitación y el carácter histórico y pasajero de la producción capitalista; atestigua que no es uisa forma absoluta de producción de riqueza, sino que más bien está en conflicto con toda ulterior duración, en cierto momento de su desarrollo. (1). En la primera variante de la teoría de la necesaria descomposición del orden económico capitalista, se pone toda la fuerza en el antagonismo existente, entre la producción capitalista y el consumo social; pero aqui se acentúa la falta de relación entre la producción capitalista y la formación del provecho. Ya sabemos hasta qué punto es equivocada la primera explicación; otro tanto puede decirse, como ya se ha probado antes (cap. VII), de la segunda. La teoría de la descomposición capitalista tiene que ser completamente abandonada. La economía capitalista no lleva consigo elemento alguno que en un momento dado haga su vida imposible. Engels pensaba,hacia el aso 40 del siglo pasado, que la evolución capitalista había casi llegado á su limite, debido á la carencia de nuevos mercados, y que la producción capitalista, en lo futuro, tendría que aninorar su marcha. Evidentemente fué esta profecía muy desafortunada. La producción capitalista ha conseguido desde entonces una extraordinaria expansión EL MARXISMO 259 y no ha encontrado, por esto, ninguna nueva dificultad en la realización del capital. La misma industria capitalista se ha cresdo mercado para la masa cada día más enorme de sus productos. Sin embargo, nuevamente vuelve á asegurarnos, el teórico hoy más conocido de la escuela marxista, que nos encontramos cerca del último límite de expansión de la producción capitalista y que pronto ha de seria imposible valorar su capital. ¿Puede ofrecer la menor duda, que la profecía de Kauiaky no disfrutará de mayor fortuna que la de Engels? Una teoría económica cierta, sólo puede presagiar, y con absoluta seguridad: que el capitalismo no llegará á su ruina por carencia de mercados. Esto, en ningún caso quiere decir que haya de tener el capitalismo una vida ilimitada. El orden económico socialista oms parece que ha de ser el legítimo heredero del capitalista. Considero, sin embargo, irrealizable la hipótesis de una situación de violencia en la economia que haga saltar al cspitalismo, para hacer hueco á un nuevo sistema económico; aunque reconozco la preexistencia en el sistema económico capitalista, de un antagonismo interno, insoluble, que le hace llevar aparejado, con necesidad fatal (aunque no económica), su propia ruina. Este antagonismo radica en que la economia capitalista hace del hombre-trabajador un simple medio económico, y conduce, a1 mismo tiempo, á la difusión de la concepción juridica que ve en toda persona humana el fin supremo en si. Esto es, pues, la contradicción del principio fundamental económico, con la norma ética fundamental, la cual dice: ‘El hombre, y, en general, todo sér racional existe como fin en sí mismo, no meramente como medio al servicio de esta ó aquella voluntad, sino que debe ser (1) Marx, El Capital, 10:501V, p2g. 223. 21(1 Xl MARXISMO El. MARXISMO 261 - considerado en todas sus acciones, dirigidas tanto it si mismo, comO it otros seres racionales, siempre corno liii (1),,. Lo anteriormente expuesto ha mostrado que el capitalismo, segúII su verdadera naturaleza, está en conflicto con esta suprema norma étlca. La escuela narxisla juzgó al capitalismo demasiado favorablemente; ereia qmle 1am- bién la economía capitalista se vería obligada á considerar al hombre trabajador y su consumo, corno jImIO de sus bies; ile no hacerlo se descompondría á causa de la inmposibllidad de valorar el capital. Esta concepción descansa CII un completo desconocimiento de las verdaderas leyes de la realización del capital. El descenso del consumo social, ,icoinpaúado de un simultáneo aumento de la prolucción capitalisla, desde el punto de vista capitalisia no es 11111— gé II contrasentido económ co, Ya q iic la eco mommj a ca pi talisla no aspira á cubrir illnlediatalimelmte la necesidad social, sino á valorar el capital, para lo cual 110 necesita del consunlo liumamio. El capital no ve en el hombre el único lbs racional de la economia, sino el medio económico más importante. La más poderosa de las armas ecomiómicas empleadas por el hombre en su lucha con la naturaleza-— el capital—, se vuelve ast contra el hombre mismo. La evolución económica dilunde, entre las más extensas capas sociales, la conciencia de esta situación, y crea mnedios para su eleminación. El nuevo ideal social deviene Ulla fuerza social cada día más considerable. “La Idea se desacredita, siempre que se la diferencia del interés—ha dicho una vez Marx—. Ello es cierto; pero también lo ha expreaado de otro modo: “Sólo en nombre del derecho general de la sociedad puede atribuirse una clase la soberanía sobre todas las otras se refería con ello al papel emancipador del proletariado, en la futura transformación social. Tan exacto es lo segundo como lo prinmero. VII ideal social puede vencer únicamente cuando corresponda, al mismo tiempo, it los immtereses de los gruPOS sociales más poderosos y it la concepción ética de la generalidad. En este caso tiene que vencer. El ideal socialista posee ambas cualidades: corresponde it los intereses de las clases obreras—la inmensa mayoría de la población—, y constituye también la exigenci-1 fundamental del derecho natural. “El derecho innato es uno sólo—ha di- elio el pensador más grande de la época moderna—y ‘la libertad (independencia de otro poder compelente), en tanto que se armmmomliza con la libertad de todos, según una ley general, es este único, originario, derecho que corresponde it todo hombre, debido it su personalidad lsumamis,, (1). El capitalismo es incompatible con este derecho originario de los hombres, de aquí que tenga que dejar su puesto it un orden social mejor y más justo. Pero la Humanidad nunca recibirá el socialismo corno un regalo de las fuerzas económicas, ciegas y elementales, sino que tiene que conquistar con su trabajo el msuevo orden social. (II Kant, Metafisica de las costumbres. lid. Kirclmmann, 1870, pág. lO. (1) Kant, Fundamesto de la metal Isica de (as cosia,sbres. Ed. Kirclmmann, 1897, pág. 52. ÍNDICE DE OBRAS Y AUTORES CITADOS Adler (fi): LIje Grundiagen de, Marxchen Kritik, 1888. — 153 y 210. Alfred: Tite History of tite Jactory Movement, 1857—137. Ammon: Dic Ursprung de, sozialen Triebe, 1901.—61. Barth: Philosopizie de, Geschichte als Soziologie.—19 y 106. Bauer (B.).—40. Bernntein: LIje Voraussetzungen des Socialismus, 1899. —207. 208 y 250. BoIimBawerk: Positive Tkeo,ie des Kapitals, 1902; Geschichte und Kritik de, KapitalzinsTheorien, 1900—164. 170, 174, 176, 178, 208. 211, 213, 214, 216Í218, 223 y238. Bücher: LIte Eastehung des Volieswirtscflaft; A rbeif und Rythmus, 1902. Hay traduccIón espaflola.—12, 71 873, 90 y 91. Bockle: Hlstory of civilisation ¡o England. 1857.—18, 107, 124 y 130. Canlyle.—64. Comte,—62 y 124. Croze: Materialismo storjco cd Economia Marxistica, 1900.— 204. Cunow: Neue Zejt, XVII, Bd. 1.— 58 y 236. Dietzel: Tizeoretische Sozialiikonomik, 1895—92 y 145. 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IV.—Economfa y vida docial 85 1.—Concepto de la economia - 87 11.—La economia como fundamento de ludas las demás aclividades 92 111.—La econonsta como ocupación principal de la mayada de la población IV.—El momento real de la ecanoniia 104 V.— Conciencia y sór social 112 Paginas. Cap. V.—Las clases sociales y la lucha de clases. 117 1.—Los motivos de la lucha social 118 11.—El punta de vista de clase en los diferentes dominios de la actividad espiritual 127 Itt-—La lucha de clases y los movimientos sociales de nuestro tiempo 133 SECCIÓN SEGUNDA VALOn Y PLUS-VAI.lA CSnp. Vi—Valor y coslos 115 1.—La doctrina marxista del valor 118 11.—La doctrina de los costos absolutas y relativos 155 111.—La doclrina del valor 167 Cap. VII—Plus-valía 181 1.—La teoría marxista del provecho 182 11.—La cuota general del provectso y la composición del - capital social en los distintos ramos de la produc ció 185 111.—Las oscilaciones de la cuota general del provecho 188 IV.—Ptos-vatia y provecho 204 Cap. Viii—El plus-trabajo y el beneficio del capitalista 207 1.—El plus-trabajo 207 11.—Fundamento social del beneficio del capitalista 210 III.—Caasas determinantes de la elevación del beneficio del capitalisla 216 SECCIÓN TERCERA tPs flISSCO5IPO5SCtóN DEI. OOptSN EcoNóMIco CAPITALISTA Cap. IX.—La descomposición del orden económica capitalista. 228 1.—Teorla de la falta de mercado para la indaslrla capi talist 230 Il.—Cnnclasinnen 237 Lndlce de obras y autores 263