Antonio Labriola

 

FILOSOFIA Y SOCIALISMO

(1899)

 

 

Nota del Traductor

 

Lo que hay que destacar principalmente en esta obra de Labriola es su aspecto destructor. Evidentemente que es forzoso "destruir" primero para construir luego — y véase en esto un momento del proceso dialéctico.

Lo que el autor desmenuza despiadadamente y con profundidad de conocimiento filosófico — había salido de la escuela hegeliana — , es toda concepción metafísica trascendente del mundo, que representa un residuo de la influencia teológica en el espíritu de los hombres pensantes desde la disolución de la escolástica histórica, y que naciera con Platón.

Aniquilar la metafísica absoluta como una traba al desarrollo del pensamiento científico es, en el aspecto filosófico de esta obra, la tarea principal de Labriola. Bien que en otros aspectos de la concepción crítica del miundo el autor se presenta como el más fiel intérprete del marxismo, es, a nuestro parecer, aquel respecto el que hay que tener presente.

Para los que han bebido en la cultura tradicional es difícil desprenderse — a pesar de lo avanzado de la ciencia — de la idea de lo absoluto; siempre creen en la necesidad de un Dios, sea teológico o intelectual: "cosa en sí". Idea, etc., para la explicación del mundo. ¿No ha sido la impotencia para llegar a una explicación adecuada del mundo la que ha hecho que los hombres pensaran en algo supranatural? Explicarse el mundo ha sido el imperativo de la inquietud filosófica desde que el individualismo griego hizo surgir el espíritu; el problema del ser fué el centro enderredor al cual giró la primera filosofía. El hombre — desde que entró en el estadio de la cultura — es metafísico. Pues metafísica es toda preocupación del ser, y el marxismo no escapa a este problema. Está implícito en la concepción materialista de la naturaleza. Lo que hay que distinguir son dos aspectos en la metafísica: la trascendente y la inmanente. El marxismo hace metafísica en tanto busca el ser en la naturaleza.

Cuando el materialismo griego no pudo satisfacer, dado tos balbuceos de la ciencia de entonces, una explicación a las relaciones de la materia y del espíritu, se separa a éste de aquel y surge la metafísica trascendente, que nada explica científicamente, pero que acalla la ansiedad del saber del ser. Es desde entonces que la mente humana, no satisfecha con la interpretación del precedente, construye esas admirables concepciones, esos geniales sistemas que no podemos menos de admirar como estupendas obras de estética, y que se han sucedido desde Platón a Hégel.

La metafísica, en tanto que método que aplica el principio de identidad y excluye el de contradicción, dándole a aquél una validez absoluta, es decir, que considera las cosas y sus reflejos intelectuales, las "nociones" , como objetos aislados para el análisis", como "objetos inmutables, fijos, inmóviles, dados de una vez por todas", "que piensa por antítesis", "que habla con sí y con no", y la metafísica como concepción trascendente del mundo, es lo que el marxismo rechaza.

Este último aspecto de la metafísica nos da un conocimiento del mundo "a priori" de la ciencia y que la ciencia y sólo ella ha de confirmar o desechar; esto es, nos da un conocimiento del mundo basado en la intuición y no en la experiencia. Ha reemplazado la voluntad de saber hasta el saber positivo de la ciencia, con teorías que son espléndidas lucubraciones geniales. La ciencia desplaza la metafísica trascendente, así como toda concepción religiosa del mundo.

Pero la filosofía no ha de desaparecer en cuanto se la entienda por estos dos conceptos: como crítica de la razón, por cuanto la ciencia necesita la crítica que sólo esa filosofía puede dar, y como reguladora de la vida de la sociedad.

Estos han sido los conceptos fundamentales de la filosofía clásica alemana y que, según Engels, heredará el proletariado.

"Los hombres — dice Labriola refiriéndose a los del futuro — no tendrán necesidad de buscar una interpretación trascendente a los problemas de la vida."

 

Luis Roberts.

 

 

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