Friedrich Engels: ANTI-DÜHRING

Páginas 197, 198, 199, 200, 201, 202, 203, 204 y 205.

Al capítulo 2 VI. Índice. Al capítulo 2 VIII.


[197]

VII. CAPITAL Y PLUSVALÍA

y así sigue despotricando por toda una página, declamando que

Así, pues, según Marx, el capital ha nacido del dinero a principios del siglo XVI. Lo que es como decir que el dinero metálico ha nacido, hace sus buenos tres mil años, de las cabezas de ganado, porque en otros tiempos, y entre otras cosas, también las cabezas de ganado han desempeñado funciones de dinero. Sólo el señor Dühring es capaz de un modo de expresión tan grosero y desplazado. En la doctrina de Marx, el dinero aparece como forma última en el análisis de las formas económicas en cuyo seno tiene lugar el proceso de la circulación de mercancías. "Este último producto de la circulación de mercancías es la primera forma de manifestación del capital. Históricamente, el capital empieza en todas partes por enfrentarse con la propiedad de la tierra en la forma de dinero, como riqueza en dinero, capital mercantil y capital usurario... La misma historia se desarrolla cotidianamente ante nosotros. Todo nuevo capital aparece en primera instancia en escena [198] —esto es, en el mercado, de mercancías, de trabajo o de dinero— en forma de dinero, dinero que por determinados procesos, se convertirá en capital."*38 Se trata también aquí de un hecho, y Marx lo registra. Incapaz de discutirlo, el señor Dühring lo falsea: lo afirmado sería que el capital nace del dinero.

Luego Marx estudia los procesos por los cuales el dinero se transforma en capital, y halla por de pronto que la forma en la cual el dinero circula como capital es la inversión de la forma en la cual circula como equivalente general de las mercancías. El simple propietario de mercancías vende para comprar; vende lo que no necesita, y compra lo que necesita con el dinero conseguido con la venta. El capitalista en cierne compra desde el principio algo que no necesita él mismo; compra para vender, y precisamente para vender más caro, para recuperar el valor en dinero puesto inicialmente en el negocio de compra, aumentado por nuevo dinero. Y a ese aumento llama Marx plusvalía.

¿De dónde procede esa plusvalía? No puede deberse a que el comprador compre las mercancías por debajo de su valor, ni a que el vendedor las venda por encima de él. Pues en ambos casos se igualan las ganancias y pérdidas de los individuos, en la que cada uno de ellos es alternativamente comprador y vendedor. Tampoco puede proceder de extorsiones, pues la extorsión, aunque puede sin duda enriquecer a uno a costa de otro, no puede aumentar la suma total poseída por ambos, ni tampoco, por tanto, la suma de los valores en circulación. "La totalidad de la clase capitalista de un país no puede perjudicarse a sí misma."*39

Y, sin embargo, vemos que la totalidad de la clase capitalista de cada país se enriquece constantemente, vendiendo más caro que lo que compró, apropiándose plusvalía. Estamos, pues, como al principio: ¿de dónde procede esa plusvalía? Hay que resolver esta cuestión, y por vía puramente económica, excluyendo toda extorsión, toda inmixtión de cualquier poder. La cuestión es: ¿cómo es posible vender constantemente más caro de lo que se ha comprado, incluso admitiendo que siempre se cambien valores iguales por valores iguales?

La solución de esta cuestión es el mérito de la obra de Marx que más decisivamente ha abierto una época. Esa solución arroja una luz meridiana sobre terrenos económicos en los que antes los socialistas, igual que los economistas burgueses, tanteaban a ciegas [199] en la mayor oscuridad. De esa solución data, y en torno de ella se articula, el socialismo científico.

La solución es como sigue. El aumento en valor del dinero que va a convertirse en capital no puede tener lugar en ese dinero, ni tampoco deberse a la compra, pues en ésta el dinero realiza simplemente el precio de la mercancía y, puesto que suponemos que se intercambian valores iguales, ese precio no es diverso del valor de la mercancía. Pero, por la misma razón, el aumento en valor no puede tampoco proceder de la venta de la mercancía. La transformación tiene, pues, que ocurrir con la mercancía que se compra, pero no con su valor, pues suponemos que se compra y se vende a su valor, sino con su valor de uso como tal, o sea: la modificación del valor tiene que proceder del uso de la mercancía. "Para extraer valor del uso de una mercancía, nuestro poseedor de dinero habría de tener la suerte de encontrar... en el mercado una mercancía cuyo valor de uso poseyera la peculiar constitución de ser fuente de valor, y cuyo uso real fuera, pues, objetivación de trabajo, por tanto, creación de valor. Y el propietario de dinero encuentra efectivamente en el mercado una tal mercancía específica: es la capacidad de trabajo, o fuerza de trabajo".*40 Si, como vimos, el trabajo como tal no puede tener ningún valor, éste no es en modo alguno el caso de la fuerza de trabajo. Ésta cobra un valor en cuanto que se convierte en mercancía, cosa que es hoy efectivamente, y este valor se determina "igual que el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo necesario para la producción, —o sea, también para la reproducción— de ese artículo concreto",*41 es decir, por el tiempo de trabajo que es necesario para la producción de los alimentos que necesita el trabajador para sostenerse en una situación de aptitud para el trabajo y para la reproducción de su especie. Supongamos que esos alimentos y medios de vida representen, un día por otro, un tiempo de trabajo de seis horas. Nuestro naciente capitalista, que compra fuerza de trabajo para tener en marcha su negocio, es decir, que contrata un obrero, paga a éste el pleno valor diario de su fuerza de trabajo al darle una suma de dinero que represente esas mismas seis horas de trabajo. En cuanto que el trabajador ha trabajado seis horas al servicio de nuestro incipiente capitalista, ha suministrado a éste el pleno contravalor de su gasto, del pago del valor diario de la fuerza de trabajo. Pero con esto el dinero no se habría convertido en capital, no habría producido ninguna plusvalía. Por eso el comprador de fuerza de trabajo tiene una idea muy distinta de la naturaleza del contrato [200] concertado. El que basten seis horas de trabajo para mantener al trabajador en vida durante veinticuatro, no le impide en absoluto a éste trabajar doce de las veinticuatro horas del día. El valor de la fuerza de trabajo y su utilización en el proceso del trabajo son dos magnitudes diversas. El propietario de dinero ha pagado el valor diario de la fuerza de trabajo; por tanto, le pertenece también su uso durante el día, el trabajo diario. Y el hecho de que el valor que crea su uso durante un día sea el doble de su propio valor diario es una suerte particular del comprador, pero, según las leyes del intercambio de mercancías, no es en absoluto una injusticia contra el vendedor. Según nuestro supuesto, el trabajador cuesta, pues, diariamente al propietario de dinero el producto valor de seis horas de trabajo, pero le suministra diariamente el producto valor de doce horas de trabajo. Diferencia en favor del propietario de dinero: seis horas de plustrabajo no pagado, un plusproducto no pagado en el que está incorporado el trabajo de seis horas. Se consumó el juego de manos. Se ha creado plusvalía y el dinero se ha convertido en capital.

Al mostrar de ese modo cómo surge la plusvalía y cómo no puede producirse sino bajo el dominio de las leyes qué regulan el intercambio de mercancías, Marx puso al descubierto el mecanismo del actual modo de producción capitalista y del modo de apropiación basado en él: desveló el núcleo cristalino en torno del cual se ha depositado todo el orden social de hoy.

Esta producción de capital tiene empero un presupuesto esencial: "Para la transformación de dinero en capital, el propietario de dinero tiene que encontrar en el mercado de mercancías al trabajador libre, libre en el doble sentido de disponer, como persona libre, de su esfuerzo de trabajo como de mercancía propia, y de no tener otras mercancías que vender: en el sentido, pues, también de estar libre, desprovisto y ajeno de todas las cosas necesarias para realizar su fuerza de trabajo."*42 Pero esta relación entre propietario de dinero o mercancías, por un lado, y propietarios de nada, salvo la propia fuerza de trabajo, por otro lado, no es una relación histórico natural, ni es una relación común a todos los períodos históricos, sino que "es evidentemente ella misma resultado de una anterior evolución histórica, producto... de la desaparición de toda una serie de anteriores formaciones de la producción social".*43 Y, de hecho, este trabajador libre se nos aparece de un modo masivo por vez primera en la historia a fines del siglo XV y principios del XVI, a consecuencia de la disgregación del modo de producción [201] feudal. Con esto, y con la constitución del comercio mundial y del mercado mundial, que datan de la misma época, estaba dado el fundamento sobre el cual la masa de riqueza móvil existente podía transformarse progresivamente en capital, y en dominante más o menos exclusivamente el modo de producción capitalista, orientado a la producción de plusvalía.

Hasta aquí hemos venido repasando las "groseras concepciones" de Marx, esas "bastardas de fantasía histórica y lógica" en las que "se arruina la capacidad de distinción del entendimiento, junto con todo honesto uso de los conceptos". Comparemos ahora esas "ligerezas" con las "profundas verdades lógicas" y la "cientificidad última y más rigurosa en el sentido de las disciplinas exactas", tal como nos las ofrece el señor Dühring.

Así pues, Marx "no tiene del capital el concepto económico general, según el cual se trata de un medio de producción producido"; dice más bien que una suma de valores se convierte en capital cuando se ufiliza formando plusvalía. Y ¿qué dice el señor Dühring?

Por sibilino y torturado que ello esté dicho, una cosa es segura: el tronco de medios de poder económicos puede dedicarse a continuar la producción por toda la eternidad, pero, según las palabras del mismo señor Dühring, no se convertirá en capital mientras no consiga "partes de los frutos de la fuerza de trabajo general", es decir, plusvalía o por lo menos plusproducto. El pecado que el señor Dühring reprocha a Marx, a saber, el no abrigar el concepto económico general del capital, es pecado suyo, y el además comete otro, a saber, un torpe plagio de Marx "mal disimulado" por su grandilocuente estilo.

En la página 262 se desarrolla esto más:

[202] Si consideramos que Marx precisamente ha sido el primero que ha destacado la "función social" gracias a la cual una suma de valores se convierte en capital, tiene por fuerza que "quedar pronto claro para todo observador atento de este objeto que con la caracterización marxiana del concepto de capital no se puede conseguir sino confusión" aunque no, como dice el señor Dühring, en la doctrina económica rigurosa, sino, como muestra el ejemplo, exclusivamente en la cabeza del señor Dühring, el cual ha olvidado ya en la Historia crítica lo mucho que ha asimilado de dicho concepto de capital en su Curso.

Pero el señor Dühring no se contenta con tomar de Marx, aunque en forma "depurada", su definición del capital. También tiene que seguirle en el "juego de metamorfosis de los conceptos y de la historia"; y ello a pesar de saber muy bien que de ese juego no pueden nacer más que "groseras concepciones", "ligerezas", "fragilidad de los fundamentos", etc. ¿De dónde procede esa "función social" del capital que le capacita para apropiarse los frutos del trabajo ajeno y que le diferencia propiamente del mero medio de producción?

Así, pues, se ha originado históricamente, y el señor Dühring se limita a repetirnos en la página 262 lo que ya le hemos oído diez veces al explicar la génesis histórica de esa capacidad mediante la vieja aventura de los dos hombres, uno de los cuales transforma desde el comienzo de la historia sus medios de producción en capital, violentando al otro. Pero no contento con atribuir un comienzo histórico a la función social por la cual una suma de valores se convierte en capital, el señor Dühring le profetiza también un final histórico. Ella "es precisamente lo que tiene que desaparecer". En la lengua cotidiana común suele llamarse "fase histórica" a un fenómeno que aparece históricamente y desaparece del mismo modo. Así, pues, el capital es una fase histórica no sólo en Marx, sino también en el señor Dühring, lo cual nos obliga a inferir que este último opera con las categorías de los jesuitas: dos hacen lo mismo, pero no es lo mismo. Cuando Marx dice que el capital es una fase histórica, se trata de una grosera concepción, bastarda de fantasía y lógica, con la que sucumbe la capacidad de distinción junto con todo uso honesto de los conceptos. Cuando el señor Dühring presenta a su vez el capital como una fase histórica, [203] ello prueba la agudeza del análisis económico y el carácter científico extremo y rigurosísimo en el sentido de las disciplinas exactas.

Mas ¿en qué se diferencia de la marxiana la idea dühringiana de capital?

"El capital —dice Marx— no ha inventado el plustrabajo. Siempre que una parte de la sociedad posee el monopolio de los medios de producción, el trabajador, libre o siervo, tiene que añadir al tiempo de trabajo necesario para su sustento otro tiempo de trabajo suplementario, para producir los medios de vida del propietario de los medios de producción."*44 Así, pues, el plustrabajo, el trabajo realizado en añadido al tiempo necesario para el sustento del trabajador, y la apropiación de ese plustrabajo por otros, o sea la explotación del trabajo, es común a todas las formas de sociedad que han existido, en la medida en que se movieran en contraposiciones de clase. Pero el medio de producción no cobra, según Marx, el carácter específico de capital más que cuando el producto de ese plustrabajo asume la forma de plusvalía, cuando el propietario de los medios de producción se enfrenta con el trabajador libre —libre de ataduras sociales y exento de posesión propia— como objeto de la explotación, y le explota con el fin de producir mercancías. Y esto no ha ocurrido en grande sino desde fines del siglo XV y comienzos del XVI.

El señor Dühring, en cambio, declara capital toda suma de medios de producción que "constituya participaciones en los frutos de la fuerza de trabajo general", es decir, toda suma de medios de producción que consigan de un modo u otro plustrabajo. Con otras palabras: el señor Dühring se anexiona el plustrabajo descubierto por Marx, con objeto de liquidar la plusvalía, también descubierta por Marx, pero que evidentemente no gusta al señor Dühring. Según éste, pues, es capital sin distinción no sólo el patrimonio mueble e inmueble de los ciudadanos corintios o atenienses que producían con esclavos, sino también el del gran terrateniente romano de la época imperial, y no menos lo era el de los barones feudales de la Edad Media, en la medida en que sirvieron de un modo u otro a la producción.

Es, por tanto, el señor Dühring el que no tiene "del capital el concepto universalmente válido según el cual es medio de producción producido", sino más bien un concepto radicalmente contrapuesto que incluye incluso el medio de producción no producido, la tierra y sus fuentes de riqueza naturales. Por otra parte, la idea [204] de que el capital es simplemente "medio de producción producido" no es universalmente válida sino en la economía vulgar. Fuera de ella, tan cara al señor Dühring, el "medio de producción producido" o una suma de valores en general no se convierte en capital más que por producir beneficio o interés, es decir, por apropiarse el plusproducto de trabajo no pagado en la forma dc plusvalía, y ello precisamente en esas dos formas subordinadas de la plusvalía. En este punto es del todo irrelevante el hecho de que toda la economía burguesa está presa en la idea de que la propiedad de producir beneficio o interés compete naturalmente a toda suma de valores que se utilice en condiciones normales en la producción o en el intercambio. Capital y beneficio, o capital e interés, son tan inseparables en la economía clásica, se encuentran en la misma interacción que la causa y el efecto, el padre y el hijo, el ayer y el hoy. Pero la palabra "capital", en su significación económica moderna, aparece propiamente en la época en que se presenta la cosa misma, en la que la riqueza mobiliaria va asumiendo cada vez más la función de capital, explotando el plustrabajo de trabajadores libres para producir mercancías, y el término es introducido por la primera nación de capitalistas que ha habido en la historia, los italianos de los siglos XV y XVI. Al analizar hasta el fondo el modo de apropiación característico del moderno capital, al poner el concepto de capital en armonía con los hechos históricos de los que ha sido, en última instancia, abstraído, y a los que debe su existencia, al liberar ese concepto de las representaciones oscuras y vacilantes que aún le recubrían en la economía clásica burguesa y en los socialistas anteriores, Marx precisamente ha sido el que ha procedido de ese modo científico "último y rigurosísimo" que siempre tiene en los labios el señor Dühring, y que tan sensiblemente echamos a faltar en él.

El señor Dühring, efectivamente, procede de muy otro modo. El no se contenta con condenar la exposición del capital como fase histórica por ser una "bastarda de fantasía histórica y lógica", para exponerlo a continuación él mismo como fase histórica. Además de eso, declara globalmente capital todos los medios de poder económicos, todos los medios de producción que "apropian participaciones en los frutos de la fuerza de trabajo general", o sea también la propiedad de la tierra en todas las sociedades de clase; lo cual no le impide, en el posterior curso de su exposición, separar del acostumbrado modo el capital y el beneficio de la propiedad y la renta de la tierra, ni caracterizar como capital sólo a aquellos [205] medios de producción que consiguen beneficio o interés, como puede verse por extenso en las páginas 156 y siguientes del Curso. Lo mismo habría podido el señor Dühring incluir primero bajo el nombre "locomotora" también a los caballos, bueyes, asnos y perros, pues también con ellos es posible mover carruajes, y reprochar luego a los ingenieros actuales que al limitar el nombre "locomotora" a las modernas máquinas de vapor convierten todo en una fase histórica, caen en groseras concepciones, bastardas de fantasía histórica y lógica, etc.; tras de lo cual podría finalmente declarar que los caballos, los asnos, los bueyes y los perros quedan excluidos de la denominación "locomotora", la cual vale sólo para las máquinas de vapor. Todo lo cual nos obliga de nuevo a decir que precisamente con la concepción dühringiana del concepto de capital se pierde toda la agudeza del análisis y sucumbe toda capacidad de distinción, junto con el uso honesto de los conceptos, y que las concepciones groseras, la confusión, las ligerezas presentadas como profundas verdades lógicas y la fragilidad de los fundamentos florecen precisamente en su obra.

Pero todo eso no quiere decir nada. Queda, a pesar de todo, para el señor Dühring la gloria de haber descubierto el punto de apoyo en torno al cual se mueve toda la economía pasada, toda la política y todo el derecho, en una palabra: la historia entera. Helo aquí:

En esa proposición yace la constitución entera del mundo económico que ha existido hasta hoy. Esa constitución es sumamente corta, y dice:

Artículo primero: el trabajo produce.

Artículo segundo: la violencia distribuye.

Y con esto termina también, "dicho humanamente y a la alemana", toda la sabiduría económica del señor Dühring.


NOTAS DEL TRADUCTOR

*38. OME 40, pág. 161. Cursiva de Engels.

*39. OME 40, pág. 178.

*40. OME 40, pág. 182.

*41. OME 40, pág. 185.

*42. OME 40, pág. 184. Cursiva de Engels.

*43. Ibid.

*44. OME 40, pág. 256.


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