Friedrich Engels: ANTI-DÜHRING

Páginas 206, 207, 208, 209, 210, 211, 212, 213, 214 y 215.

Al capítulo 2 VII. Índice. Al capítulo 2 IX.


[206]

VIII. CAPITAL Y PLUSVALÍA

(CONCLUSIÓN)

Según el señor Dühring, la plusvalía marxiana no será más que en lo que en la lengua común se llama beneficio del capital, o, simplemente, beneficio. Oigamos lo que dice el propio Marx. En la página 195 de El Capital, la plusvalía se ilustra por las palabras puestas entre paréntesis después de ésa: "interés, beneficio, renta".*45 En la página 210,*46 Marx da un ejemplo en el cual una plusvalía de 71 chelines aparece en sus diversas formas de distribución: diezmos, impuestos locales y estatales, 21 chelines; renta de la tierra, 28 chelines; beneficio e interés del arrendatario, 22 chelines; total de la plusvalía, 71 chelines. En la página 542, Marx califica como defecto principal de Ricardo el que éste "no expone la plusvalía en su pureza, es decir, independientemente de sus formas especiales, como beneficio, renta de la tierra, etc.", por lo que confunde inmediatamente las leyes de la tasa de plusvalía con las de la tasa de beneficio; frente a lo cual anuncia Marx: "Más tarde, en el libro tercero de este estudio, mostraré que una misma tasa de plusvalía puede expresarse en las más diversas tasas de beneficio, y que diversas tasas de plusvalía, en determinadas circunstancias pueden expresarse por la misma tasa de beneficio". En la página 587 se lee: "El capitalista que produce la plusvalía, es decir, que [207] toma directamente de los trabajadores el trabajo no pagado y lo fija en la mercancía, es ciertamente el primero en apropiárselo, pero en modo alguno el propietario último de esa plusvalía. Luego tiene que compartirla con capitalistas que cumplen otras funciones en el conjunto de la producción social, con los propietarios de la tierra, etc. Por eso la plusvalía se divide en diversas partes. Sus fragmentos corresponden a diversas categorías de personas y cobran diversas formas que son recíprocamente independientes, como el beneficio, el interés, la ganancia comercial, la renta de la tierra, etc. Hasta el tercer libro no podremos tratar estas formas modificadas de la plusvalía." Lo mismo leemos en muchos otros lugares.

Es imposible expresarse con más claridad. En toda ocasión llama Marx la atención sobre el hecho de que su plusvalía no debe confundirse con el beneficio, o ganancia del capital, y que este último es más bien una forma subordinada, y muy a menudo sólo una fracción, de la plusvalía. Y pues que el señor Dühring afirma a pesar de todo que la plusvalía marxiana es, "en la lengua común", el "beneficio del capital", y todo el libro de Marx gira en torno de este concepto, hay que concluir que no tenemos más que dos explicaciones posibles: o bien el señor Dühring lo ha entendido así, y entonces hace falta un impudor sin igual para criticar un libro cuyo contenido capital no conoce, o bien lo entiende mejor, y entonces comete una falsificación consciente.

Sigamos:

La bienintencionada pero teoréticamente errada formulación de Marx produce en éste un odio venenoso contra el negocio de explotación; la pasión, en sí misma moral, cobra a causa de la falsa "formulación teorética" una expresión inmoral, se manifiesta en innoble odio y en bajeza venenosa, mientras que la cientificidad última y rigurosísima del señor Dühring se manifiesta en una ética pasión de la correspondiente noble naturaleza, en una cólera que incluso por la forma es ética y cuantitativamente superior al odio venenoso, pues es una cólera más poderosa. Mientras el señor Dühring [208] experimenta esa satisfacción de sí mismo, veremos cuál es el origen de tal cólera más poderosa.

Hemos visto por los pasos antes citados que Marx no afirma en modo alguno que el plusproducto sea siempre y por término medio vendido a su pleno valor por el capitalista industrial que es el primero en apropiárselo, como presupone aquí el señor Dühring. Marx dice explícitamente que también la ganancia del comercio constituye una parte de la plusvalía, y esto no es posible, en las condiciones presupuestas, más que si el fabricante vende su producto al comerciante por debajo del valor, cediéndole así una parte del botín. Tal como el señor Dühring la plantea, la cuestión no podía, efectivamente, ni plantcarse siquiera a Marx. Pero la pregunta, racionalmente formulada, dice así: ¿Cómo se transforma la plusvalía en sus formas subordinadas de beneficio, interés, ganancia comercial, renta de la tierra, etc.? Y Marx promete resolver esa cuestión en el libro tercero de su obra. Pero si el señor Dühring no podía esperar a que apareciera el segundo volumen de El Capital, tenía al menos que examinar más cuidadosamente el primero. Así habría podido leer, además de los pasos citados, en la página 323,*47 por ejemplo, que, según Marx, las leyes inmanentes de la producción capitalista se imponen como leyes constrictivas de la competencia en el movimiento externo de los capitales, y que en esta forma llegan a conciencia del capitalista individual como motivos impulsores; que, por tanto, el análisis científico de la competencia no es posible más que cuando se ha entendido la naturaleza interna del capital, del mismo modo que el movimiento aparente de los cuerpos celestes no es comprensible más que para aquel que conoce su movimiento real, pero no perceptible; tras de lo cual Marx muestra con un ejemplo cómo se presenta y ejerce su fuerza impulsora una determinada ley, la del valor, en un determinado [209] caso en el seno de la competencia. Ya de eso podía inferir el señor Dühring que la competencia desempeña un papel capital en la distribución de la plusvalía; con un poco de reflexión, bastan en efecto esas indicaciones del primer volumen de El Capital para comprender, al menos en sus líneas generales, la transformación de la plusvalía en sus formas subordinadas.

Pero para el señor Dühring la competencia es precisamente el obstáculo absoluto opuesto a toda comprensión. No consigue entender cómo los empresarios en competencia pueden infundir duraderamente al pleno producto del trabajo y, por tanto, al plusproducto, un valor tan superior al de los costos de producción. Aquí otra vez se ha expresado con su habitual "rigor", que es en realidad chapucería. Para Marx, el plusproducto como tal no tiene costes de producción, sino que es la parte del producto que no le cuesta nada al capitalista. Si, pues, los empresarios en competencia quisieran valorar el plusproducto según sus costes naturales de producción, tendrían que regalarlo. Pero no nos detengamos en estos "detalles micrológicos". ¿No valoran de hecho diariamente los empresarios en competencia el producto del trabajo por encima de los costes naturales de producción? Según el señor Dühring, los costes naturales de producción consisten en

así, pues, en la actual sociedad, consisten en los gastos efectivamente realizados en materia prima, medios de trabajo y salario del trabajo, a diferencia de la "tributación", el beneficio, el tributo impuesto con el puñal en la mano. Es empero sabido por todo el mundo que en la sociedad en que vivimos los empresarios en competencia no venden su mercancía por los costes naturalcs de producción, sino que añaden a eso el supuesto tributo, el beneficio, y lo perciben además por regla general. La cuestión que el señor Dühring, según cree, no necesita más que plantear para derribar el entero edificio de Marx como Josué, en otro tiempo, los muros de Jericó, existe también para la teoría económica del señor Dühring. Veamos qué respuesta le da:

Desgraciadamente, seguimos sin saber cómo los empresarios competidores consiguen valorar duraderamente el producto del trabajo por encima de sus costes naturales de producción. Es imposible que el señor Dühring desprecie tanto a su público como para pretender contentarle con la mera frase de que el beneficio del capital está por encima de la competencia, como en otro tiempo el rey de Prusia estaba por encima de la ley. Conocemos las maniobras por las cuales el rey de Prusia llegó a aquella posición de superioridad sobre la ley; pero las maniobras por las cuales el beneficio del capital llega a ser más fuerte que la competencia son precisamente lo que tiene que explicarnos el señor Dühring, aunque él se niega tenazmente a explicárnoslas. Pues tampoco resuelve nada el que, como él dice, los empresarios obren en este respecto como estamento, sosteniendo así al mismo tiempo cada cual su posición. Pues no es cosa de creerle sin más que basta con que cierto número de gente obre como estamento para que cada uno de ellos sostenga su posición. Los miembros de los gremios medievales y los nobles franceses en 1789 obraron, como es sabido, muy resueltamente en cuanto estamentos, pero a pesar de eso se hundieron completamente. También el ejército prusiano actuó en Jena como estamento, pero en vez de sostener su posición tuvo más bien que retirarse y hasta que capitular luego paso a paso. Tampoco puede tranquilizarnos y bastarnos la aseveración de que, una vez dominante el tipo de economía actual, resulta una necesidad que haya cierta magnitud de beneficio del capital, pues de lo que se trata es precisamente de mostrar por qué ocurre eso. Ni tampoco nos acercamos ni un paso al objetivo cuando el señor Dühring nos comunica:

Aun prescindiendo de su inexactitud histórica, esa afirmación no pasa de ser mera afirmación, y se limita a repetir con énfasis [211] precisamente lo que hay que explicar y probar. Por fuerza tenemos, pues, que concluir que el señor Dühring es incapaz de dar respuesta a su propia pregunta, a saber: ¿cómo pueden los empresarios competidores infundir duraderamente al producto del trabajo un valor superior a sus costes naturales de producción? Esto quiere decir que el señor Dühring es incapaz de explicar el origen del beneficio. Por eso no le queda más recurso que decretar que el beneficio del capital es producto del poder o la violencia, lo cual, por lo demás, coincide plenamente con el artículo 2 de la constitución social dühringiana: el poder distribuye. Lo cual está ciertamente muy bien dicho; pero entonces "surge la cuestión": el poder distribuye... ¿qué? Algo tiene que haber para distribuir, porque si no ni el más omnipotente poder conseguirá, con la mejor voluntad del mundo, distribuir nada. El beneficio que se meten en el bolsillo los empresarios competidores es una cosa muy sólida y tangible. El poder puede tomarlo, pero no producirlo. Y si ya el señor Dühring nos niega tenazmente la explicación de cómo el poder se apodera del beneficio empresarial, cuando se trata de saber de dónde saca ese beneficio, el silencio de nuestro autor es sepulcral. Donde no hay nada que distribuir, el emperador, como cualquier otro poder, pierde todo derecho. De la nada no se obtiene nada, y señaladamente no se obtiene beneficio. Si la propiedad del capital no tiene ningún sentido práctico y no es susceptible de valoración más que en la medida en que contiene en sí el poder directo sobre el material humano, entonces vuelve a surgir la pregunta triple: primero, ¿cómo consigue el patrimonio en capital ese poder? Esta cuestión no queda en absoluto resuelta con aquellas pocas afirmaciones históricas antes citadas. Segundo: ¿cómo se transforma en valoración del capital, en beneficio, aquel poder? Y, tercero, ¿de dónde toma ese beneficio?

Se tome por donde se tome, la economía dühringiana no permite dar un paso más. Para todas las desagradables cuestiones que tiene pendientes —beneficio, renta de la tierra, salarios de hambre, opresión del trabajo— tiene una sola palabra explicativa: el poder, la violencia, y otra vez el poder, y la "más poderosa cólera" del señor Dühring acaba por resolverse a su vez en cólera sobre el poder. Hemos visto, en primer lugar, que esa apelación al poder y la violencia es una torpe escapatoria, una remisión desde el terreno económico al terreno político, y que es incapaz de explicar un solo hecho económico, y segundo, que la apelación deja por explicar el origen del poder mismo, laguna, por lo demás, muy prudente, [212] pues para rellenarla tendría que llegar al resultado de que toda potencia social y todo poder político tienen su origen en condiciones económicas previas, en los modos de producción e intercambio históricamente dados de cada sociedad.

Intentemos a pesar de todo arrancar al inflexible "profundo fundamentador" de la economía alguna ulterior indicación sobre el beneficio. Tal vez lo consigamos estudiando su tratamiento del salario.

En ese contexto se lee en la página 158:

En la página 188 aprendemos que renta de la posesión es una expresión común para significar renta de la tierra y beneficio del capital. En la página 174 se lee:

Y en la página 183:

Por último, en la página 195:

El señor Dühring nos lleva de sorpresa en sorpresa. En la teoría del valor y en los capítulos siguientes, hasta la doctrina de la competencia, incluyendo ésta misma —lo que quiere decir: desde la página 1 hasta la página 155—, los precios de las mercancías, o valores, se dividían en: 1º, costes naturales de producción, o valor de producción, es decir, las inversiones en materia prima, medios de trabajo y salario, y 2º, gravamen o valor de distribución, tributación impuesta con el puñal en la mano en favor de la clase de los monopolistas; ese gravamen, como vimos, no podía en realidad modificar en nada la distribución de las riquezas, pues tiene que devolver con una mano lo que toma con la otra; por lo demás, a juzgar por la información que el senor Dühring nos da acerca de su origen y de su contenido, ese gravamen ha nacido de la nada y consiste en nada. En los dos capítulos siguientes, que tratan de las clases de ingresos y ocupan de la página 156 a la página 217, no se dice ya una palabra de aquel gravamen. El valor de todo producto del trabajo, de toda mercancía, se divide ahora en las dos partes siguientes: primero, los costes de producción, incluido el salario del trabajo pagado, y, segundo, "el producto neto conseguido mediante el aprovechamiento de la fuerza de trabajo", el cual constituye el ingreso del dueño del trabajo. Y este producto neto tiene una fisionomía muy conocida e imposible de ocultar por ningún tatuaje ni afeite. "Para aclararse definitivamente la situación que aquí impera" basta con que el lector se imagine los pasos del señor Dühring que acabamos de citar impresos al lado de los textos antes citados de Marx sobre el plustrabajo, el plusproducto y la plusvalía, y el lector hallará en seguida que el señor Dühring está transcribiendo directamente El Capital, aunque a su manera.

El plustrabajo en cualquier forma, ya sea la de la esclavitud, la servidumbre o el trabajo asalariado, es, reconoce el señor Dühring, la fuente de ingresos de todas las clases dominantes que han existido: tomado del paso, ya varias veces citado, de El Capital, página 227,*48 donde se dice que el capital no ha inventado el plustrabajo, etc. Y el "producto neto" que constituye "el ingreso del dueño del trabajo", ¿qué es, sino el excedente del producto del trabajo sobre el salario, concebido éste también por el señor Dühring, pese a su superfluo disfraz de "soldada", como lo que tiene [214] que asegurar en general el sustento y la capacidad de reproducción del trabajador? ¿Cómo puede tener lugar la "apropiación de la parte principalísima del producto de la fuerza de trabajo" sino porque el capitalista, como dice Marx, arranca al trabajador más trabajo que el que es necesario para la reproducción de los alimentos consumidos por él, o sea porque el capitalista hace trabajar al obrero más tiempo del necesario para reponer el valor del salario pagado? Así, pues, bajo el "aprovechamiento de la fuerza de trabajo", de que habla el señor Dühring, se esconde simplemente la prolongación de la jornada de trabajo más allá del tiempo necesario para la reproducción de los medios de vida del trabajador, o sea el plustrabajo de Marx, y por lo que hace al "producto neto" que beneficia al dueño del trabajo, ¿en qué puede expresarse sino en el plusproducto y la plusvalía de Marx? ¿Y en qué se diferencia de la plusvalía de Marx la renta dühringiana de la posesión sino en su inexacta formulación? Por lo demás, el señor Dühring ha tomado de Rodbertus la expresión "renta de la posesión"; Rodbertus reunía la renta de la tierra y la del capital, o beneficio, bajo la común expresión renta, de tal modo que el señor Dühring no ha tenido más que añadir "de la posesión".1 Y para que no quede duda alguna sobre el plagio, el señor Dühring resume a su manera las leyes sobre el cambio de magnitudes del precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía, desarrolladas por Marx en el capítulo 15 de El Capital (páginas 539 y ss.), de tal modo que lo que se adjudica a la renta de la posesión se tiene que perder para el salario, y a la inversa, reduciendo así las diversas leyes marxianas, todas muy ricas de contenido concreto, a una tautología vacía: pues es obvio que, dada una magnitud que se divide en dos partes, la una no puede aumentar sin que la otra disminuya. Y así consigue el señor Dühring consumar la apropiación de las ideas de Marx de un modo en el cual se pierde del todo la "cientificidad extrema y rigurosísima en el sentido de las disciplinas exactas", que se encuentra, desde luego, en la exposición de Marx.

No tenemos, pues, más remedio que admitir que el llamativo escándalo suscitado por el señor Dühring sobre El Capital en la Historia crítica, y señaladamente toda la polvareda que levanta con la célebre cuestión que se plantea a propósito de la plusvalía —y que más le habría valido no plantear, puesto que él mismo no es [215] capaz de contestarla—, se reduce todo a astucias de guerra, astutas maniobras destinadas a disimular el grosero plagio de Marx cometido en el Curso. El señor Dühring tenía, efectivamente, buenos motivos para desaconsejar al lector el estudio "del lío al que el señor Marx llama El Capital", el estudio de las bastardas hijas de la fantasía histórica y lógica, de las nebulosas concepciones, confusiones y chácharas hegelianas, etc. La peligrosa Venus contra la cual este fiel campeón Eckart pone en guardia a la juventud alemana había sido ya sigilosamente raptada por él mismo, para su propio uso, de las marxianas moradas. Felicitémosle por el producto neto que ha conseguido con este aprovechamiento de la fuerza de trabajo de Marx, y por la peculiar luz que arroja su anexión de la plusvalía de Marx, bajo el nombre de renta de la posesión, sobre los motivos de su falsa afirmación, tenazmente repetida en dos ediciones, según la cual Marx entiende por plusvalía exclusivamente el beneficio o la ganancia del capital.

Y así tenemos que describir los logros del señor Dühring con sus mismas palabras, del modo siguiente:

Menos comprensible es, en cambio, cómo va a llegar el señor Dühring a su "cólera aún más poderosa".


NOTAS DEL AUTOR

1. Y ni siquiera esto, en realidad. Pues Rodbertus (Sociale Briefe <Cartas Sociales>, núm. 2, pág 59) dice también: "Renta es según esta [su] teoría todo ingreso sin trabajo propio, o sea meramente en base a una posesión".


NOTAS DEL TRADUCTOR

*45. OME 40, pág. 224, n. 22.

*46. OME 40, pág. 239.

*47. OME 40, pág. 341.

*48. OME 40, pág. 213.


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