Friedrich Engels: ANTI-DÜHRING

Páginas 223, 224, 225, 226, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 233, 234, 235, 236, 237, 238, 239, 240, 241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, 248, 249 y 250.

Al capítulo 2 IX. Índice. Al capítulo 3 I.


[223]

X. DE LA "HISTORIA CRÍTICA"

Echemos, por último, un vistazo a la Historia crítica de la economía nacional, esa "empresa" que, como dice el propio señor Dühring, "carece totalmente de predecesores". Tal vez acabemos por hallar aquí aquella cientificidad última y rigurosísima tantas veces prometida.

El señor Dühring rodea de grandes aspavientos el descubrimiento de que la "doctrina económica" es "un fenómeno enormemente moderno" (pág. 12).

Efectivamente, se lee en El Capital de Marx: "La economía política... como ciencia sustantiva, aparece en el período manufacturero".*50 Y en la Contribución a la crítica de la economía política, página 29, se lee que "la economía política clásica... empieza en Inglaterra con William Petty, en Francia con Boisguillebert, y termina en Inglaterra con Ricardo, y en Francia con Sismondi". El señor Dühring sigue esta vía que encuentra trazada, con la diferencia de que la economía superior empieza para él con las lamentables inmundicias que ha dado a luz la ciencia burguesa una vez extinguido su período clásico. Nuestro autor, en cambio, exclama triunfalmente, y con todo derecho, al final de su introducción:

Pues, efectivamente, el señor Dühring habría podido anunciar su "empresa (la expresión industrial no está mal elegida), tanto por su aspecto externo como por su aspecto interno, con el título: El Único y su propiedad.*51

Dado que la economía política, tal como ha aparecido históricamente, no es de hecho más que la comprensión científica de la economía del período de producción capitalista, en los escritores de la antigua sociedad griega, por ejemplo, no pueden encontrarse [224] proposiciones y teoremas al respecto más que en la medida en que son comunes a ambas sociedades algunos fenómenos, como la producción de mercancías, el comercio, el dinero, el capital que produce intereses, etc. Cada vez que los griegos hacen ocasionales excursiones por este terreno, muestran en él la misma genialidad y originalidad que les caracteriza en todos. Por eso sus concepciones constituyen históricamente los puntos de partida teoréticos de la ciencia moderna. Oigamos ahora al señor Dühring como historiador universal.

Y el señor Dühring aporta entonces ejemplos de una crítica que realmente está libre incluso de toda "apariencia de erudición".

La frase de Aristóteles según la cual

no sólo está, según el señor Dühring, "dicha muy trivial y pedantemente", sino que, además, los que descubren en ese texto una "distinción entre valor de uso y valor de cambio" cometen la "humorada" de olvidar que el valor de uso y el valor de cambio han cuajado en "tiempos recentísimos" y "en el marco del sistema más adelantado", que es, naturalmente, el del propio señor Dühring.

Esto se refiere probablemente al paso del capítulo XII, 5, de El Capital, página 369 de la tercera edición,*52 en el que, en realidad, se establece, por el contrario, que la visión de la división del trabajo propia de la Antigüedad clásica se encuentra "en la más radical contraposición" con la moderna. La exposición de la división del [225] trabajo por Platón, genial para su época, no merece del señor Dühring más que cejas fruncidas y nariz arrugada; Platón la expone como fundamento espontáneo de la ciudad (que para el griego era lo mismo que el Estado). La razón del desprecio es que Platón no cita —¡pero lo hace el griego Jenofonte, señor Dühring!—*53 la "frontera"

El "profesor" Roscher, tan despreciado también por el senor Dühring, ha trazado efectivamente esa "frontera" con la cual la idea de la división del trabajo se hace finalmente "científica", y por eso también ha considerado explícitamente a Adam Smith como descubridor de la ley de la división del trabajo. En una sociedad en la cual la producción de mercancías es la forma dominante de la producción, "el mercado" —por hablar esta vez según la manera del señor Dühring— ha sido una "frontera" muy conocida siempre por las "gentes de negocios". Pero hace falta más que "el saber y el instinto de la rutina" para comprender que no ha sido el mercado el que ha creado la división capitaiista del trabajo, sino que, a la inversa, la disolución de antiguas conexiones sociales y la subsiguiente división del trabajo son las que han creado el mercado capitalista. (Véase El Capital, I, capítulo XXIV, 5: El establecimiento del mercado interno para el capital industrial.)

Pero si "un" Aristóteles se permite a pesar de todo descubrir las dos diversas formas de circulación del dinero, aquella en la cual actúa como mero medio de circulación, y aquella en la cual actúa como capital dinero, *54

Y cuando "un" Aristóteles llega a la osadía de querer analizar el dinero en su "papel" de medida del valor,*55 y hasta llega a [226] formular efectivamente de un modo correcto este problema tan decisivo para la teoría del dinero, entonces "un" Dühring prefiere silenciar totalmente, y por muy sólidos, secretos motivos, tan condenable audacia.

Resultado final: en la imagen que proporciona la "indicación" dühringiana, la Antigüedad griega no presenta, efectivamente, más que "vulgarísimas ideas" (pág. 25), admitiendo que tales "tonterías" (pág. 19) tengan aún algo que ver con ideas, vulgares o no.

Por lo que hace al capítulo del señor Dühring sobre el mercantilismo vale más leerlo en el "original", es decir, en el Sistema nacional de F. List, capítulo 29, "El sistema industrial, erróneamente llamado mercantil por la escuela". Lo cuidadosamente que sabe evitar también aquí el señor Dühring toda "apariencia de erudición" puede verse, entre otras cosas, por lo siguiente:

En su capítulo 28, "Los economistas italianos", dice List:

y cita entonces como

El señor Dühring acepta satisfecho esa indicación y puede consiguientemente considerar el Breve trattato de Serra

A esta "charlatanería literaria" se reduce su consideración del Breve trattato. Desgraciadamente, en la realidad las cosas pasaron de otro modo, y en 1609, es decir, cuatro años antes del Breve trattato, publicó Thomas Mun A Discourse of Trade, etc. Este escrito tiene además ya en su primera edición la significación específica de orientarse contra el primitivo sisterna monetario, aún defendido entonces en Inglaterra como práctica estatal; ese trabajo representa, pues, la consciente autoseparación del sistema mercantilista respecto del que le engendró. Ya en su primera versión tuvo el libro varias ediciones y ejerció una influencia directa en la legislacion inglesa. En la edición de 1664, totalmente revisada por el autor y publicada después de su muerte con el título de Englands Treasure, etc., [227] el libro fue durante cien años más el evangelio mercantilista. Si, pues, el mercantilismo tiene alguna obra que haya hecho época y esté "como una especie de inscripción" en su puerta, se trata de la obra de Mun, y precisamente el libro ni siquiera existe en la "historia atentamente observadora de las relaciones de jerarquía" que profesa el señor Dühring.

Del fundador de la moderna economía política, Petty, nos comunica el señor Dühring que

Es, pues, una condescendencia imposible de sobrestimar la que tiene el "más serio pensador" señor Dühring al consentir dar noticia de "un Petty". Y ¿cómo lo hace?

Las frases de Petty sobre "el trabajo, y hasta el tiempo de trabajo, como medida del valor, de lo que se encuentran en su obra... indicios imperfectos", no vuelven a citarse salvo en esa breve indicación. Indicios imperfectos. En su Treatise on Taxes and Contribution (primera edición, 1662), Petty da un análisis plenamente claro y correcto de la magnitud de valor de las mercancías. Al exponerla de un modo intuitivo basándose en la equivalencia de metales nobles y trigo que cuesten la misma cantidad de trabajo, Petty enuncia la primera y última palabra "teorética" sobre el valor de los metales nobles. Pero también dice en términos claros y generales que los valores de las mercancías se miden por el trabajo igual (equal labour). Luego aplica su descubrimiento a la solución de diversos problemas, algunos muy complicados, e infiere repetidamente, en diversas ocasiones y diversos escritos, importantes consecuencias de la proposición principal, incluso en ocasiones en que no vuelve a formularla. Ya en su primer trabajo dice:

Así, pues, Petty ve con la misma claridad la importancia de su descubrimiento y la dificultad de su aplicación en detalle. Por eso intenta también otro camino para ciertas finalidades de detalle.

Hasta esta falsa ruta es genial.

En cambio, el señor Dühring opone a la teoría del valor de Petty la siguiente aguda observación:

es decir, de los que "antes" no se ha dicho más que en esos "indicios" son "imperfectos". Este es un procedimiento muy característico del señor Dühring: "antes" alude a algo con una frase vacía, y "después" hace creer al lector que ya "antes" se le ha dado conocimiento de la cosa principal, por debajo de la cual se escurre en realidad, antes y después, nuestro autor.

En Adam Smith, ciertamente, se encuentran no sólo "indicios" de "concepciones contrapuestas" del valor, y no sólo dos, sino hasta tres, e incluso, tomando la cosa muy comineramente, hasta cuatro concepciones del valor crasamente contrapuestas, las cuales discurren pacíficamente juntas y una tras otra. Y lo que era natural en el fundador de la economía política, el cual se ve obligado a tantear, experimentar, a luchar con un caos de ideas que está sólo empezando a tomar forma, puede ya sorprender en un escritor que puede reunir y revisar investigaciones realizadas en más de siglo y medio, cuando sus resultados han pasado ya en parte de los libros a la consciencia general. O, por pasar de lo grande a lo pequeño: como hemos visto, el mismo señor Dühring nos ofrece también cinco especies diversas de valor, para que elijamos a nuestro gusto, y con ellas, naturalmente, otras tantas concepciones contrapuestas. Cierto: "si hubiera pensado más agudamente", no habría necesitado tanto trabajo para llevar al lector desde la concepción del valor de Petty, completamente clara, hasta la más completa confusión.

Un trabajo de Petty verdaderamente redondo, fundido en una pieza, es su Quantulumcunque concerning Money, publicado en 1682, diez años después de su Anatomy of Ireland (la cual apareció "por vez primera" en 1672, y no en 1691, como copia el señor Dühring de las "más accesibles compilaciones de manual"). Los [229] últimos rastros de concepciones mercantilistas que se encuentran en otros escritos suyos han desaparecido completamente en éste. Es por su contenido y por su forma una pequeña obra maestra, razón por la cual el señor Dühring no cita siquiera su título. Es muy normal que frente al investigador económico más genial y original, la mediocridad pedantemente hinchada no sepa sino gruñir su disgusto y su escándalo porque los luminosos chispazos teoréticos no se presentan orgullosamente en fila como "axiomas" ya listos, sino que surgen dispersamente por la profundización en "groseros" materiales prácticos, como los impuestos.

El señor Dühring procede con la fundación de la "aritmética política", vulgo estadística, de Petty igual que con sus trabajos propiamente económicos. El señor Dühring se encoge despectivamente de hombros ante la extravagancia de los métodos utilizados por Petty. Mas ante los grotescos métodos que el mismo Lavoisier empleó cien años después en ese campo, y teniendo en cuenta la gran distancia a que aún hoy se encuentra la estadística del objetivo que le señaló Petty con su poderoso y ambicioso esquema, la satisfecha pedantería del señor Dühring aparece ahora, doscientos años post festum, en toda su desnuda necedad.

Las principales ideas de Petty, de las que se recoge realmente poquísimo en la "empresa" del señor Dühring, son, según éste, meras ocurrencias sueltas, casualidades del pensamiento, manifestaciones ocasionales a las que en nuestro tiempo se ha atribuido una significación que en sí misma no tienen, citándolas con abstracción de su contexto; esas ideas no desempeñan, por tanto, ningún papel en la real historia de la economía política, sino sólo en libros modernos que se encuentran por debajo del nivel de la crítica radical y de la "historiografía de gran estilo" del señor Dühring. Este parece haber pensado, al empezar su "empresa", en un público lector dotado de la fe del carbonero y nunca dispuesto a exigir la prueba de las afirmaciones. Volveremos a hablar de esto (a propósito de Locke y de North), pero ahora tenemos que contemplar brevemente lo que ocurre con Boisguillebert y Law.

Por lo que hace al primero destacaremos el único descubrimiento propio del señor Dühring. Este ha descubierto una relación entre Boisguillebert y Law, desconocida hasta el momento. Boisguillebert afirma, en efecto, que los metales nobles podrían sustituirse por dinero crédito (un morceau de papier), o dinero fiduciario, en las normales funciones de dinero que desempeñan en el marco de la circulación de las mercancías.*57 Law, en cambio, [230] se imagina que un "aumento" cualquiera de esos "pedazos de papel" aumenta la riqueza de una nación. De esto infiere el señor Dühring que la "concepción" de Boisguillebert "contiene ya una nueva versión del mercantilismo", es decir, la de Law. Y lo demuestra con meridiana claridad:

Del mismo modo puede realizarse sin más la metamorfosis de un tío en una tía. Cierto que el señor Dühring añade para limitar la cosa: "Por lo demás, Boisguillebert no tenía esa intención."

Naturalmente, señor mío: ¿cómo iba a tener la intención de sustituir su concepción racionalista del papel de los metales nobles como dinero por la supersticiosa concepción de los mercantilistas, sin más razón que la sustituibilidad, por él afirmada, de los metales nobles en aquella función por el papel?

Y el señor Dühring continúa con su seria comicidad:

Respecto de Law, el señor Dühring consigue exclusivamente la siguiente "observación realmente acertada":

Pero, en realidad, las mariposas de papel, meros signos del dinero, debían revolotear por entre el público no para "extirpar" la base de metales nobles, sino para traspasarla de los bolsillos del público a las vacías arcas del estado.

Para volver a Petty y al papel poco glorioso que le hace desempeñar el señor Dühring en la historia de la economía, oiremos por de pronto lo que nos dice sobre los sucesores inmediatos de Petty, Locke y North. El mismo año de 1691 aparecieron las Considerations on Lowering of Interest and Raising of Money de Locke y los Discourses upon Trade de North.

[231] Con esto tiene que quedar completamente claro para el lector de esta "información" por qué el Lowering of Interest de Locke tuvo en la segunda mitad del siglo XVIII tan importante influencia en la economía política de Francia e Italia, y ello en diversas direcciones.

Locke, pues, tenía que meditar las ideas de tal o cual "hombre de negocios" de su época, o bien sorber mucho de lo que en su tiempo estaba "como en el aire", para poder teorizar y no tener que decir nada "inaudito" sobre la libertad de la tasa de interés. Pero el hecho es que ya en 1662, en su Treatise on Taxes and Contributions, Petty había contrapuesto el interés como renta del dinero, al que llamamos usura (rent of money which we call usure), a la renta de la tierra y el suelo (rent of land and houses), y había adoctrinado a los terratenientes —que querían refrenar legalmente no la renta de la tierra, pero sí la del dinero— sobre la vanidad y la esterilidad de dictar leyes civiles positivas contra la ley de la naturaleza (the vanity and fruitlessness of making civil positive law against the law of nature). Por eso declara en su Quantulumcungue (1682) que la regulación legal del interés es tan necia como una regulación de la exportación de los metales nobles o de la cotización de los títulos cambiarios. Y en el mismo escrito dice lo decisivo sobre el raising of money (el intento, por ejemplo, de dar a medio chelín el nombre de un chelín por el procedimiento de acuñar una onza de plata en el doble número de chelines).

Por lo que hace al último punto, Locke y North se limitan casi a copiarle. Mas, respecto del interés, Locke continúa el paralelo de Petty entre el interés del dinero y la renta de la tierra, mientras que North contrapone generalmente el interés como renta del capital (rent of stock) a la renta de la tierra, y los lores del stock a los lores de la tierra. Locke recoge con limitaciones la libertad del interés exigida por Petty; North la recoge en términos absolutos.

[232] El señor Dühring se supera a sí mismo cuando, actuando como mercantilista aún más impenitente, aunque en sentido "más sutil", liquida los Discourses upon Trade de Dudley North con la observación de que están escritos "con la tendencia al librecambio". Es como decir de Harvey que ha escrito "con la tendencia a la circulación de la sangre". El escrito de North, prescindiendo ahora de sus demás méritos, es una discusión clásica, consecuente y sin reservas, de la doctrina librecambista, tanto por lo que respecta al tráfico interior como por lo que hace al exterior. En el año 1691 la cosa era, desde luego, bastante "inaudita".

Aparte de eso, el señor Dühring informa a su lector de que North fue "un comerciante", y una mala persona, y que su escrito "no consiguió el aplauso de nadie". ¡Y sólo faltaba eso! ¡Que ese escrito hubiera conseguido "aplauso" en tiempos de la victoria definitiva del proteccionismo aduanero en Inglaterra, y con la gentuza entonces dominante! Pero ello no impidió que el libro tuviera efectos teoréticos inmediatos, comprobables en toda una serie de trabajos económicos aparecidos en Inglaterra inmediatamente después que el suyo, algunos aún en el siglo XVIII.

Locke y North nos han suministrado la prueba de cómo los primeros y audaces pasos que Petty dio en casi todas las esferas de la economía política fueron recogidos por sus sucesores ingleses y ulteriormente elaborados separadamente. Las huellas de este proceso durante el período que va desde 1691 hasta 1752 se imponen ya al observador más superficial por el hecho de que todos los escritos económicos de importancia pertenecientes al período enlazan con Petty de un modo positivo o negativo. Por eso este período, lleno de cabezas originales, es el más importante para el estudio de la progresiva gestación de la economía política. La "historiografía de gran estilo" que reprocha a Marx, como pecado imperdonable, el dar tanta importancia a Petty y a los escritores de aquel período, suprime el período mismo de la historia. Salta inmediatamente desde Locke, North, Boisguillebert y Law hasta los fisiócratas, y luego presenta en la entrada del templo auténtico de la economía política... a David Hume. Con permiso del señor Dühring restableceremos el orden cronológico y volveremos a poner, como es natural, a Hume antes que los fisiócratas.

Los Essays económicos de Hume aparecieron en 1752. En los ensayos Of Money, Of the balance of Trade, Of Commerce, que constituyen una unidad, Hume sigue paso a paso, y a menudo incluso en pequeñas manías, el Money answers all things de Jacob [233] Vanderlint Londres, 1734. Por desconocido que sea este Vanderlint para el señor Dühring, el hecho es que aún se le cita en escritos económicos ingleses hacia fines del siglo XVIII, es decir, ya en la época post-smithiana.

Al igual que Vanderlint, Hume trata el dinero como mero signo del valor; copia casi literalmente de Vanderlint (y esto es importante, porque habría podido tomar también de otros muchos escritos la teoría del signo del valor) el argumenta que explica por que la balanza comercial no puede estar constantemente contra o en favor de un país; enseña, como Vanderlint, el equilibrio de las balanzas, el cual se establecería de un modo natural, según las diversas posiciones económicas de los distintos países; predica el librecambio, también como Vanderlint, aunque menos audaz y consecuentemente; destaca con Vanderlint, aunque más opacamente, el papel de las necesidades como impulsoras de la producción; sigue a Vanderlint en el error de atribuir al dinero bancario y a todo papel valor público una determinada influencia en los precios de las mercancías; rechaza con Vanderlint el dinero fiduciario; piensa como Vanderlint, que los precios de las mercancías dependen del precio del trabajo, es decir, del salario; le copia incluso en la manía de que el atesoramiento mantiene los precios bajos, etc. El señor Dühring había ya gruñido mucho, en su sibilino estilo, sobre la incomprensión de la teoría del dinero de Hume por parte de otros, y señaladamente había aludido muy amenazadoramente a Marx, el cual, por si todo ello fuera poco, ha hablado en El Capital subversivamente, de las secretas conexiones de Hume con Vanderlint y con J. Massie, del que aún no hemos dicho nada.

Lo de la incomprensión es como sigue. Por lo que hace a la real teoría del dinero de Hume, según la cual el dinero es mero signo del valor y, por tanto, si no cambian las demás circunstancias, los prccios de las mercancías suben en la misma proporción en que aumenta la masa de dinero en circulación, y bajan en la misma proporción en que esa masa disminuye,*58 el señor Dühring tiene que limitarse, incluso con la mejor voluntad, a repetir lo que han dicho sus equivocados predecesores, aunque lo haga con el luminoso estilo que le es propio. Hume, en cambio, una vez establecida dicha teoría, se objeta a sí mismo (como ya antes había hecho Montesquieu, partiendo de los mismos presupuestos),

Hume explica el fenómeno diciendo que

Al final de la discusión, Hume nos dice también por qué ocurre eso, aunque su explicación es mucho más unilateral que las de varios de sus predecesores y contemporáneos:

Dicho de otro modo: Hume está describiendo el efecto de una revolución en el valor de los metales nobles, y precisamente una depreciación, o, lo que equivale a lo mismo, una revolución en el criterio de medida del valor de los metales nobles. Hume establece correctamente que, en el paulatino curso de compensación de los valores de las mercancías, esa depreciación no "aumenta el precio del trabajo", vulgo salario, sino en última instancia, o sea que aumenta el beneficio de los comerciantes e industriales, "estimula la aplicación", a costa de los trabajadores (cosa que le parece muy oportuna). Pero Hume no se plantea siquiera la cuestión propiamente científica a saber: si un aumento de los metales nobles, mantenidos al mismo valor, influye sobre los precios de las mercancías, y, en caso afirmativo, en qué medida influye , y confunde todo "aumento de los metales nobles" con su depreciación. Hume hace, pues, exactamente lo que Marx dice que hace (en la Contribución a la crítica, etc., pág. 173). Aún volveremos a tocar de paso este punto, pero ahora vamos a atender al essay de Hume sobre el "interest".

Toda la argumentación explícitamente dirigida por Hume contra Locke y según la cual el interés no está regulado por la masa del dinero presente, sino por la tasa de beneficio, y todas sus demás explicaciones sobre las causas que determinan que la tasa de interés sea alta o baja, se encuentran, mucho más exacta y menos elegantemente, en un escrito aparecido en 1750, dos años antes del essay [235] de Hume: An Essay on the Governing Causes of the Natural Rate of Interest, wherein the sentiments of Sir W. Petty and Mr. Locke, on that head, are considered. Su autor es J. Massie, un escritor activo en diversos campos y, como resulta de la literatura inglesa de la época, también muy leído. La explicación de la tasa de interés por Adam Smith se parece más a la de Massie que a la de Hume. Ambos, Massie y Hume, lo ignoran todo y no dicen nada de la naturaleza del "beneficio" que en ambos desempeña cierta función.

Es cierto que el propio señor Dühring nos da más de un ejemplo característico de este "método".

Así, por ejemplo, el ensayo de Hume sobre el interés empieza con las siguientes palabras:

Ya en su primera frase, pues, aduce Hume la opinión de que una tasa de interés baja es la señal más segura de la floreciente situación de una nación, presentándola como un lugar común que ya en su tiempo era trivial. Y, efectivamente, esta "idea" había tenido sus buenos cien años para llegar a ser corriente y callejera. En cambio

¿Quién es el "preso en prejuicios" que así habla? El señor Dühring.

Esto, por cierto, provoca en nuestro crítico historiador un ingenuo asombro: que, al descubrir una determinada idea afortunada, Hume "no se presente siquiera como descubridor de la misma". Ello, desde luego, no le habría ocurrido al señor Dühring.

Hemos visto que Hume identifica todo aumento de los metales nobles con el aumento de los mismos acompañado de su depreciación, de una revolución en su propio valor, es decir, en la medida del valor de las mercancías. Esta confusión era inevitable para [236] Hume, que carecía de toda comprensión de la función de los metales nobles como medida del valor. Y no podía tener esa comprensión porque tampoco sabía una palabra del valor mismo. El término "valor" aparece quizá una sola vez en sus escritos, y ello precisamente para estropear el error de Locke, según el cual los metales nobles sólo tienen "un valor imaginario", diciendo que dichos metales tienen "principalmente un valor ficticio".

En este punto anda Hume muy por debajo no sólo de Petty, sino también de varios de sus contemporáneos ingleses. El mismo "atraso" manifiesta cuando celebra, aún al modo antiguo, al "comerciante" como motor principal de la producción, cosa que ya había superado cumplidamente Petty. Y por lo que hace a la categórica afirmación del señor Dühring, según la cual Hume se ha ocupado de "las relaciones económicas fundamentales", basta traer a colación el escrito de Cantillon citado por Adam Smith (y aparecido, como los ensayos de Hume, en 1752,*59 pero muchos años después de la muerte de su autor), para asombrarse de la estrechez de horizonte de los trabajos económicos de Hume. Como se ha dicho,*60 Hume es respetable también en el terreno de la economía política —y a pesar de la patente que le extiende el señor Dühring—, pero no es en él en ningún modo un investigador original, ni menos un autor que haya hecho época. La influencia de sus ensayos de economía en los círculos cultivados de su tiempo se debió no sólo a la excelente exposición, sino también, y aún mucho más, a que eran una magnificación progresista y optimista de la industria y el comercio entonces florecientes en Inglaterra, o sea de la socicdad capitalista que entonces se imponía rápidamente: en ella tenían por fuerza que encontrar "aplauso". Baste sobre esto una fugaz indicación. Es sabido que, precisamente en tiempos de Hume, la masa del pueblo inglés combatió apasionadamente el sistema de impuestos indirectos utilizado sistemáticamcnte por el malfamado Robert Walpole para beneficiar a los terratenientes y a los ricos en general. En el ensayo sobre los impuestos (Of Taxes), en el que, sin nombrarle, Hume polemiza con su hombre de confianza y siempre presente, Vanderlint, que era el mayor enemigo de los impuestos indirectos y el más resuelto abanderado de la imposición de la tierra, podemos leer:

[237] Da la impresión de estar oyendo al propio Robert Walpole, sobre todo si se añade a eso el paso del ensayo sobre el "crédito público" en el cual, refiriéndose a la dificultad de una imposición de los acreedores del Estado, Hume dice:

Como no podía menos de ocurrir en un escocés, la admiración de Hume por la actividad económica burguesa era todo lo contrario que platónica. Pobre de nacimiento, Hume llegó a contar con unos ingresos anuales de un redondo, redondísimo millar de libras. Y como no se trata de Petty, el señor Dühring lo expresa profundamente diciendo

Y por lo que hace a la ulterior afirmación del señor Dühring, que Hume "no hizo nunca la menor concesión a la influencia de los partidos, de los príncipes o de las universidades", es sin duda cierto que no tenemos la menor prueba de que Hume se haya asociado literariamente nunca con un "Wagener",*62 pero sí sabemos que fue un inflexible partidario de la oligarquía whig, que glorificó la "Iglesia y el Estado" y que, como pago de ese servicio, consiguió primero el cargo de secretario de embajada en París y luego el cargo, mucho más importante y rentable, de subsecretario de Estado.

Pero ¿por qué se concede a Hume en la Historia crítica un lugar tan exagerado? Simplemente, porque este "serio y sutil pensador" [238] tiene el honor de representar el Dühring del siglo XVIII. Pues al modo como Hume sirve de prueba de que

así el antecedente de Hume da la mejor garantía de que toda esa rama de la ciencia va a encontrar su culminación visible por ahora en este hombre fenomenal que ha subvertido la filosofía simplemente "más ilustrada" para hacer de ella la filosofía de la realidad, cuya luminosidad es absoluta, y en el cual, como en Hume, cosa, por cierto,

Y así encontramos a Hume, que, en definitiva, resulta respetable también como economista, hinchado hasta presentarse como estrella económica de primera magnitud, cuya importancia ha sido ignorada hasta ahora por aquella misma envidia que también está silenciando tenazmente los logros "que hacen época" del señor Dühring.

*

Como es sabido, la escuela fisiocrática nos ha legado, con el cuadro o Tableau économique de Quesnay, un enigma que ha resultado demasiado duro de roer para todos los críticos e historiadores de la economía hasta el presente. Este Tableau, que se proponía visualizar la representación fisiocrática de la producción y la circulación de la riqueza total de un país, ha sido en realidad una cosa bastante oscura para la posteridad de los economistas. El señor Dühring va a encender también a su propósito la luz definitiva.

[239] El señor Dühring va a terminar para siempre con esa "frívola información" tradicional. Y a continuación se burla cumplidamente de su lector durante sus buenas cinco páginas, cinco páginas en las cuales hinchados giros de todas clases, constantes repeticiones y calculados desórdenes sirven para disimular el hecho decisivo de que el señor Dühring no sabe comunicar acerca de los "conceptos que dirigen la concepción de Quesnay" sino apenas lo que contienen las "más corrientes compilaciones de manual" contra las cuales pone en guardia tan incansablemente. "Uno de los aspectos más discutibles" de esta introducción es que ya en ella se alude ocasionalmente a curiosos detalles del Tableau, hasta el momento desconocido sino es en cuanto al nombre, para desviarse luego en "reflexiones" heterogéneas, como, por ejemplo, "la distinción entre gastos y resultados". Aunque esta distinción "no se encuentra, ciertamente, ya explícita en la idea de Quesnay", el señor Dühring nos dará un fulminante ejemplo de ella, en cuanto pase de su extenso e introductorio "gasto" a su "resultado", tan asombrosamente pobre, que es la aclaración del Tableau mismo. Vamos a reproducir ahora textualmente todo lo que el señor Dühring considera oportuno comunicarnos acerca del Tableau de Quesnay.

En el "gasto" nos dice el señor Dühring:

Con esto sabemos tres cosas: que Quesnay en el Tableau opera con los "valores en dinero" de los "productos agrícolas", incluyendo en ellos el "producto neto" o "rendimiento limpio". Sigamos el texto:

[240] Así, por cuarta y quinta vez, se nos informa de que en el "Tableau" no hay más que valores en dinero.

Seguimos por el momento en el mismo sitio. Pero ahora viene algo nuevo:

Parece, más bien, y en general, que toda circulación de mercancías padece de esa "confusión" que consiste en que las mercancías entran en dicha circulación a la vez como "objetos naturales" y como valores en dinero". Pero aún estamos girando en el círculo de los valores en dinero", pues "Quesnay quiere evitar un doble asiento del producto económico".

Con permiso del señor Dühring: en la parte inferior del "Análisis" del Tableau por Quesnay figuran las diversas clases de productos como "objetos naturales", y arriba en el Tableau figuran sus valores en dinero. Más tarde, Quesnay ha encargado incluso a su ayudante, el abate Baudeau, que introdujera en el "Tableau" mismo los objetos naturales junto a sus valores en dinero.

Luego de tanto "gasto", llegamos finalmente al "resultado" Oígase con asombro:

"Pero la inconsecuencia [respecto del papel atribuido por Quesnay a los propietarios de la tierra] queda clara en seguida, en cuanto que se pregunta qué ocurre en el circuito económico con el producto neto apropiado como renta. En este punto, las concepciones de los fisiócratas y el Tableau económico no han sido posibles sino por una confusión y una arbitrariedad llevadas ya hasta el misticismo."

El final lo redime todo. El señor Dühring, en resolución, no sabe "qué ocurre en el circuito económico", representado por el Tableau, "con el producto neto apropiado como renta". El Tableau es para él la "cuadratura del círculo". Esto equivale a la confesión [241] de no entender el abecé de la fisiocracia. Luego de todos los rodeos, la encendida fraseología, el corte de cabellos en el aire, los saltos de frente y a través, las arlequinadas, los episodios, las diversiones, las repeticiones y las mezclas de todos los temas para poner perplejo al lector, todo lo cual tenía que prepararnos para una poderosa aclaración de lo "que pretende significar el Tableau en Quesnay mismo", luego de todo eso, tenemos al final la púdica confesión del señor Dühring de que él mismo no lo sabe.

Una vez sacudido el doloroso secreto, la horaciana negra cura que llevó a cuestas durante su cabalgata por las praderas fisiocráticas, nuestro "más serio y sutil pensador" se pone a soplar la trompeta del modo que sigue:

Como, a pesar de toda su sencillez, esas líneas son incomprensibles para el señor Dühring según su propia confesión, éste no puede evitar, según su corriente estilo, considerarlas sospechosas. Y así puede por fin dar con final satisfacción el golpe de gracia al fatal Tableau:

El "aspecto más discutible del producto neto" es, según esto, la obligada confesión de que el señor Dühring no entiende una palabra del Tableau économique ni del "papel" que desempeña en él el producto neto. ¡Qué picaresco humor!

Pero para que nuestros lectores no se queden en la misma cruel ignorancia del Tableau de Quesnay con la que por fuerza tienen que aguantarse los que se queden en la sabiduría económica "de primera mano" que les ofrece el señor Dühring, indicaremos brevemente lo que sigue:

Como es sabido, la sociedad se divide, según los fisiócratas, en tres clases: 1ª, la clase productora, es decir, la clase realmente activa en la agricultura: arrendatarios y trabajadores agrícolas; se la llama productora porque su trabajo crea un excedente: la renta. 2ª, la clase que se apropia ese excedente, la cual comprende los propietarios de la tierra y sus dependientes, el príncipe y, en general, los [242] funcionarios pagados por el Estado, así como, finalmente, la Iglesia en su especial condición de sujeto que se apropia el diezmo. Por brevedad designaremos en lo que sigue a la primera clase por la expresión "los arrendatarios", y la segunda por "los terratenientes". 3ª, la clase artesano industrial, o estéril, así llamada porque, según los fisiócratas, no añade a las materias primas que le suministra la clase productora más que el mismo valor que consume en forma de alimentos y medios de vida que le suministra la misma clase productora. El Tableau de Quesnay se propone visualizar cómo circula entre las tres clases y cómo sirve para la reproducción anual el producto total anual de un país (Francia, en realidad).

El primer presupuesto del Tableau es que esté introducido como régimen general el sistema de arriendos, y con él la agricultura en grande y sistemática explotación, tal como se concibe en la época de Quesnay, el cual tiene presente como modelos en este punto la situación de Normandía, la Île-de-France, la Picardía y algunas otras provincias francesas. El arrendatario aparece por eso mismo como el verdadero director de la agricultura, representa en el Tableau toda la clase productora (agricultora) y paga a los terratenientes una renta en dinero. Se atribuye a la totalidad de los arrendatarios un capital de inversión, o inventario, de diez mil millones de libras, una quinta parte del cual —dos mil millones— constituyen un capital de explotación que hay que reponer anualmente; el modelo inspirador de esta estimación fueron también las explotaciones en arriendo mejor cultivadas de las citadas provincias francesas.

Otros presupuestos son: 1.º, que se tienen, por simplificación, precios constantes y reproducción simple; 2.º, que se excluye toda circulación que tenga totalmente lugar en el seno de una sola clase, y no se considera más que la circulación entre clase y clase; 3.º: que todas las compras o ventas que tienen lugar entre una clase y otra en el curso del ejercicio o año económico se resumen en una única suma total. Por último, hay que recordar que en la Francia de Quesnay, como ocurría más o menos en toda Europa, la propia industria doméstica de las familias campesinas les facilitaba la parte más considerable de las satisfacciones de necesidades no pertenecientes a la clase de los alimentos y que, por tanto, esos medios de satisfacer necesidades no alimenticias se computan en el Tableau, como cosa evidente, como instrumental o medios de la agricultura misma.

El punto de partida del Tableau es la cosecha total, el producto [243] bruto de los productos anuales del suelo, o "reproducción total" del país —en este caso Francia—, el cual figura por eso mismo en cabeza del Tableau. El valor de ese producto bruto se estima según los precios medios de los produetos de la tierra en las naciones comerciantes. Importa cinco mil millones de libras, suma que expresa aproximadamente el valor en dinero del producto agrícola bruto de Francia, en base a las estimaciones estadísticas posibles en la época. Esta es precisamente la razón por la cual Quesnay "opera con algunos miles de millones" en el Tableau, exactamente con cinco mil, y no con cinco libras de Tours.

Todo ese producto bruto, que vale cinco mil millones, se encuentra, pues, en las manos de la clase productora, o sea de los arrendatarios que lo han producido gastando un capital anual de explotación de dos mil millones, el cual corresponde a un capital total de inversión, con instalación, de diez mil millones. Los productos agrícolas, como alimentos y materias primas, etc., necesarios para la reposición del capital de explotación —lo que quiere decir tambien para el sustento de todas las personas inmediatamente activas en la agricultura— se toman in natura de la cosecha total*65 y se gastan para la nueva producción agrícola. Y puesto que, como queda dicho, se han supuesto precios constantes y reproducción simple en base a los criterios cuantitativos fijados, el valor en dinero de esa parte del producto bruto que se retira anticipadamente es igual a dos mil millones de libras. Esta parte no entra, pues, en la circulación general. Pues, como ya se ha indicado, queda excluida del cuadro la circulación que se produce sólo en el seno de eada clase particular, y no entre las diversas clases.

Una vez repuesto el capital de explotación, tomándolo así del producto bruto, queda un excedente de tres mil millones, uno de ellos en materias primas y dos en productos alimenticios. La renta que los arrendatarios tienen que pagar a los terratenientes no constituye, empero, sino dos tercios de ese excedente, o sea dos mil millones. Pronto se verá por qué sólo esos dos mil millones figuran bajo la rúbrica "producto neto" o "ingresos limpios".

Además de la "reproducción total" agrícola, que vale cinco mil millones, tres mil de los cuales entran en la circulación general, existe aún, antes de que empiece el movimiento representado en el Tableau, todo el "pécule" de la nación, dos mil millones en dinero líquido, que están en las manos de los arrendatarios. La situación es como sigue:

Pues que su punto de partida es la cosecha total, el Tableau [244] constituye al mismo tiempo el punto final de un ano económico, por ejemplo, del año 1758, tras el cual empieza un nuevo año económico. Durante este nuevo año de 1759, la parte del producto bruto destinada a la circulación se divide entre las otras dos clases por medio de cierto número de pagos, compras y ventas particulares. Estos movimientos sucesivos y dispersos, que cubren todo un año, se resumen —como necesariamente tenía que ocurrir en el Tableau— en pocos actos que recogen en una sola cifra todo un año. Así, a fines del año 1758 ha vuelto a afluir a la clase de los arrendatarios el dinero que pagó a los terratenientes como renta del año 1757 (y el propio Tableau mostrará cómo ocurre eso), a saber, la suma de dos mil millones, de tal modo que en 1759 puede volver a lanzarlos a la circulación. Mas puesto que aquella suma, como observa Quesnay, es mucho mayor que la necesaria para la circulación total del país (Francia) en la realidad pues en la realidad los pagos se repiten constante y fragmentariamente , los dos mil millones de libras en manos de los arrendatarios constituyen la suma total del dinero circulante en la nación.

La clase de los terratenientes perceptores de la renta aparece por de pronto, como aún ocurre hoy día (notable casualidad), en el papel de perceptores de pagos. Según los presupuestos de Quesnay, los terratenientes propiamente dichos perciben sólo cuatro séptimos de la renta de dos mil millones; dos séptimos van al gobierno, y un séptimo a los beneficiarios del diezmo. En tiempos de Quesnay, la Iglesia era la mayor terrateniente de Francia y percibía además el diezmo de todas las restantes propiedades inmobiliarias.

El capital de explotación (avances annuelles) gastado por la "clase estéril" durante todo un año consiste en materias primas por valor de mil millones: sólo materias primas, porque las herramientas, las máquinas, etc., se computan con los productos de esa clase. Y las muy diversas funciones que desempeñan esos productos en la producción de las industrias de esa clase no importan en absoluto al Tableau, del mismo modo que no le interesa la circulación de mercancías o dinero que se produce exclusivamente en el seno de esa clase. El salario del trabajo por el cual la clase estéril transforma la materia prima en mercancías manufacturadas es igual al valor de los productos alimenticios que recibe esa clase directamente, en parte, de la clase productora, y en parte indirectamente a través de los terratenientes. Aunque la clase estéril se divide a su vez en capitalistas y asalariados, en la concepción básica [245] de Quesnay se presenta como una clase única, a sueldo de la clase productora y de los terratenientes. También se recoge en una sola totalidad la producción total de la industria y, por tanto, también su circulación total, repartida en realidad a lo largo de todo el año que sigue a la cosecha. Por eso se presupone que al comenzar el movimiento representado en el Tableau toda la producción anual de mercancías de la clase estéril se encuentra en sus propias manos, o sea que todo su capital de explotación, o materia prima, con un valor de mil millones, ha sido transformado en mercancías que valen dos mil millones, representando la mitad de esa suma el precio de los productos alimenticios consumidos durante la transformación de la materia prima. En este punto podría objetarse: pero la clase estéril consume también productos industriales para sus necesidades domésticas; ¿dónde figuran éstos, si toda su producción pasa por la circulación a las demás clases? A esto se nos da la siguiente respuesta: la clase estéril no sólo consume una parte de sus propias mercancías, sino que intenta además quedarse con la mayor cantidad posible de ellas. Por eso vende por encima de su valor real las mercancías que pone en circulación; y tiene que hacerlo, puesto que computamos esas mercancías como si fueran el valor total de la producción de dicha clase. Pero esto no altera en nada las afirmaciones del Tableau, pues las otras dos clases reciben las mercancías manufacturadas por el valor de su producción total.

Ahora conocemos ya la posición económica de las tres clases al comenzar el movimiento representado por el Tableau.

Tras sustituir in natura su capital de explotación, la clase productora dispone aún de tres mil millones de producto bruto agrícola, y de dos mil millones en dinero. La clase de los terratenientes figura por de pronto con su pretensión de renta de dos mil millones, dirigida contra la clase productora. La clase estéril dispone de dos mil millones de mercancías manufacturadas. Los fisiócratas llaman circulación imperfecta a una que tenga lugar entre sólo dos de las tres clases, y circulación perfecta a la que se produce entre las tres.

Vamos, pues, al Tableau económico.

Primera circulación (imperfecta): Los arrendatarios pagan a los terratenientes, sin contraprestación, la renta que les corresponde, con dos mil millones en dinero. Con mil millones de los recibidos, los terratenientes compran productos alimenticios a los arrendatarios, a los cuales refluye así una mitad del dinero gastado para pagar la renta. [246]

En su Analyse du tableau économique, Quesnay no habla ya más del estado, que recibe dos séptimos de la renta de la tierra, ni de la Iglesia, que recibe un séptimo de ella, pues la función social de estas instituciones es conocida y no necesita más aclaración. Mas por lo que hace a los terratenientes*66 propiamente dichos, Quesnay dice que sus gastos, entre los cuales figuran todos los de sus servidores, son en su mayor parte gastos estériles, con la excepción de la pequeña fracción de los mismos destinada a "la conservación y mejora de sus bienes y al perfeccionamiento de sus cultivos". Pero, según el "derecho natural", la función propia de estas personas consiste precisamente en "curar de la buena administración y de los gastos para el mantenimiento de su herencia", o, como se precisa más adelante, en las avances foncières, es decir, en gastos para preparar el suelo y dotar a los arrendamientos con todos los adminículos correspondientes que permiten al arrendatario dedicar todo su capital exclusivamente al negocio agrícola propiamente dicho.

Segunda circulación (perfecta): Con los otros mil millones en dinero que aún se encuentran en sus manos, los terratenientes compran mercancías manufacturadas a la clase estéril, y ésta, a su vez, con el dinero así recibido, compra productos alimenticios por la misma suma a los arrendatarios.

Tercera circulación (imperfecta): Los arrendatarios compran a la clase estéril, por mil millones en dinero, mercancías manufacturadas; una gran parte de esas mercancías son herramientas agrícolas y otros medios de producción necesarios para la agricultura. La clase estéril devuelve a los arrendatarios ese mismo dinero, al comprar con él mil millones de materias primas, en reposición de su propio capital de explotación. Con esto han refluido a los arrendatarios los dos mil millones en dinero gastados por ellos en pago de la renta, y el movimiento*67 está concluido. Y con esto también queda resuelto el gran enigma de "qué ocurre en el circuito económico con el producto neto apropiado como renta".

Al comenzar el proceso teníamos en las manos de la clase productora un excedente de tres mil millones. Dos mil de ellos se pagaban como renta a los terratenientes, como producto neto. Los otros mil millones del excedente constituyen el interés del capital total invertido por los arrendatarios, o sea, siendo este capital de diez mil millones, el diez por ciento. Hay que observar que los arrendatarios no reciben ese interés a través de la circulación; el interés se encuentra in natura en sus manos, y no lo [247] realizan por la circulación sino al gastarlo en mercancías manufacturadas del mismo valor.

Sin ese interés, el arrendatario, agente capital de la agricultura, no adelantaría a ésta el capital de inversión. Ya por esto la apropiación por el arrendatario de la parte de plusrendimiento agrícola que representa el interés es para los fisiócratas una condición de la reproducción, tan necesaria como la clase misma de los arrendatarios; y por eso también ese elemento no puede incluirse en la categoría del "producto neto" o "ingreso limpio" nacional, pues el último se caracteriza precisamente por ser consumido sin consideración alguna de las inmediatas necesidades de la reproducción nacional. Ese fondo de mil millones sirve, según Quesnay, sobre todo para las reparaciones y parciales renovaciones del capital de inversión que se hacen necesarias durante el año, como fondo de reserva contra accidentes y, por último, cuando es posible, para el enriquecimiento del capital de inversión y explotación, la mejora del suelo y la extensión de los cultivos.

El proceso en su conjunto es, ciertamente, "bastante sencillo". Han sido lanzados a la circulación: por los arrendatarios, dos mil millones en dinero para pagar la renta, y tres mil millones en productos, dos terceras partes de los cuales son productos alimenticios, y una tercera parte materias primas; por la clase estéril, mercancías manufacturadas por dos mil millones. De los productos alimenticios, que importan dos mil millones, los terratenientes, con su apéndice doméstico, consumen la mitad; la clase estéril consume la otra mitad en pago de su trabajo; las materias primas, por valor de mil millones, reponen el capital de explotación de dicha clase estéril. La mitad de las mercancías manufacturadas en circulación por un importe de dos mil millones va a los terratenientes, y la otra mitad a los arrendatarios, para los cuales no es más que una forma modificada de interés de su capital de inversión, obtenido primero de la reproducción agrícola. En cuanto al dinero que el arrendatario ha puesto en circulación al pagar la renta, refluye a él mediante la venta de sus productos, y así esa misma circulación económica puede volver a empezar al año siguiente.

Y ahora admírese la exposición del señor Dühring, tan "realmente crítica", tan infinitamente superior a la "tradicional y frívola información". Luego de habernos subrayado cinco veces con gran misterio lo discutible que es el que en el Tableau Quesnay opere con meros valores en dinero, lo cual es, por lo demás, falso, el señor Dühring llega al resultado de que en cuanto pregunta

Hemos visto que el Tableau —exposición, tan sencilla como genial para su tiempo, del proceso anual de reproducción tal como este es mediado por la circulación— contesta muy precisamente a la pregunta de qué ocurre con aquel producto neto en el circuito económico nacional, con lo que el "misticismo" y la "confusión" y la "arbitrariedad" son también en este caso exclusivos del señor Dühring, "aspecto sumamente discutible" y único "producto neto" de sus estudios fisiocráticos. Y el señor Dühring domina la importancia histórica de los fisiócratas exactamente igual que su teoría.

Y para "un Dühring" no cuentan los hechos de que Mirabeau es en sus opiniones económicas un fisiócrata en lo esencial, de que en la Asamblea Constituyente de 1789 Mirabeau es la primera autoridad económica, de que esta Asamblea llevó a la práctica, con sus reformas económicas, gran parte de las proposiciones de la teoría fisiocrática, y, señaladamente, gravó con un importante impuesto el producto neto apropiado "sin contraprestación" por los terratenientes, es decir, la renta.

Del mismo modo que el férreo paréntesis que encierra los años 1691-1752 eliminó a todos los predecesores de Hume, así también otro paréntesis no menos impenetrable elimina a sir James Steuart, situado entre Hume y Adam Smith. En la "empresa" del senor Dühring no se encuentra ni una sílaba de la gran obra de Steuart, que, independientemente de su importancia histórica, ha enriquecido duraderamente el ámbito de la economía política. A falta de información, el señor Dühring lanza contra Steuart el peor insulto de que dispone en su léxico, y dice que fue un profesor de la época de Adam Smith. La grave acusación es infundada. Steuart fue, en realidad, un terrateniente escocés, desterrado de la Gran Bretaña por su supuesta participación en la conspiración estuardiana, y que se familiarizó con la situación económica de diversos países por su larga estancia y sus viajes en el continente.

En resolución: según la Historia crítica, todos los anteriores [249] economistas tienen como único valor el haber sido "conatos" de la más profunda y "decisiva" fundamentación ofrecida por el señor Dühring, o bien el de dar más brillo a ésta por el contraste de su condenabilidad. A pesar de lo cual hay en la economía algunos héroes que no sólo constituyen "conatos" de la "fundamentación más profunda", sino que incluso han formulado "proposiciones con las cuales la fundamentación más profunda se "compone directamentc, más que "desarrollarse" a partir de ella, como quedó prescrito en la filosofía de la naturaleza: ahí está la "grandeza incomparable" de List, el cual, para provecho y edificación de los fabricantes alemanes, hinchó en "poderosas" palabras las "sutilísimas" doctrinas mercantilistas de un Ferrier y otros, o Carey, que descubrió en la siguiente frase el auténtico núcleo de su sabiduría:

y, luego de esos dos, el Confucio de la city londinense, Macleod.

Las personas que en el presente y en el inmediato futuro quieran estudiar la historia de la economía política andarán, pues, bastante más seguras si conocen los "aguados productos", las "trivialidades" y las "insípidas sopas bobas" de las "más accesibles compilaciones de manual" que si se fían de la "historiografía de gran estilo" del señor Dühring.

*

¿Cuál es, pues, el resultado final de nuestro análisis del sistema dühringiano, "personalmente creado", de la economía política? Simplemente el hecho de que con todas las sonoras palabras y aún más ruidosas promesas hemos sido burlados exactamente igual que en la Filosofía. La teoría del valor, esa "piedra de toque de la madurez de los sistemas económicos", nos llevó a comprobar que el señor Dühring entiende por "valor" cinco cosas totalmente diversas y directamente contradictorias unas con otras, lo que quiere decir, en el mejor de los casos, que ni siquiera sabe lo que quiere. Las "leyes naturales de toda economía", enunciadas con tanta pompa resultaron trivialidades redondas, conocidas por todo el mundo y muchas veces ni siquiera enunciadas de un modo correcto. La única explicación de los hechos económicos que sabe darnos el [250] sistema personalmente creado por el señor Dühring es que dichos hechos son resultado del "poder" o "violencia", frase con la cual los filisteos de todas las naciones se consuelan desde hace milenios de todas las desgracias que les ocurren, y con la cual, por otra parte, quedamos tan a oscuras como antes de que nos la digan. Mas en vez de estudiar ese poder en cuanto a su origen y a sus efectos, el señor Dühring nos conmina a tranquilizarnos con gratitud por la mera palabra "poder", aceptándola como causa última y explicación definitiva de todos los fenómenos económicos. Cuando se ve obligado a dar más concretas explicaciones sobre la explotación capitalista del trabajo, la presenta en términos generales como basada en el gravamen o el recargo, apropiándose en esto la "exacción previa" (prélèvement) proudhoniana; y luego, en particular, la explica por medio de la teoría marxiana del plustrabajo, el plusproducto y la plusvalía. Así consigue reconciliar felizmente dos concepciones que se contradicen sin apelación, y lo consigue por el elemental procedimiento de escribirlas una detrás de otra. Y al modo como en la filosofía no encontraba insultos suficientemente groseros contra aquel Hegel al que estaba saqueando sin cesar —y estropeándolo—, así también en economía, en la Historia crítica, la ilimitada serie de insultos a Marx sirve simplemente para encubrir el hecho de que todo lo relativamente racional sobre el capital y el trabajo que se encuentra en el Curso es también plagio y deteriorización de Marx. La ignorancia que, en el Curso, se permite colocar al "gran terrateniente" al comienzo de la historia de los pueblos de cultura, sin saber una palabra de la propiedad colectiva de las comunidades tribales o aldeanas de la que arranca realmente toda historia, esa ignorancia hoy día casi incomprensible resulta casi superada por la que en la Historia crítica se pavonea como "amplitud universal de la mirada histórica", y de la que nos hemos limitado a dar unos pocos ejemplos para infundir saludable temor al incauto. En una palabra: primero se tiene el colosal "gasto" de autoelogio, de trompeteos de mercado, de promesas en pirámide sin fin, y luego el "rendimiento" igual a cero.


NOTAS DEL TRADUCTOR

*50. OME 40, pág. 392.

*51. El libro de Stirner, 1845.

*52. OME 40, págs. 393-394.

*53. En la Ciropedia, VIII, 2.

*54. En la Política, I, 8-10.

*55. En la Ética Nicomaquea, I, 8.

*56. La cursiva es de Marx.

*57. Ésta es la expresión que se encuentra en el manuscrito dado por Marx a Engels para este capítulo (Randnoten zu Dührings Kritische Geschischte der Nationalökonomie). Engels transcribió erróneamente "producción de las mercancías". Los editores de MEW han restituido el texto del manuscrito.

*58. La traducción corrige un descuido del texto (señalado por los editores de MEW) por el que se trastocan los términos "suben" y "bajan".

*59. En El Capital da Marx correctamente la fecha, aquí equivocada, de la aparición del Essai sur la nature du commerce en général: 1755.

*60. Esta alusión se refiere al paso que comienza por "Pero, ¿por qué..." y termina por el asterisco. Ese paso era en las ediciones 1.ª y 2.ª del Anti-Dühring anterior al recién leído.

*61. La cursiva es de Marx.

*62. Wagener se llamaba el funcionario de Bismarck que pidió a Dühring, y obtuvo de él, un informe sobre la cuestión obrera.

*63. F. C. Schlosser, autor de una extensa Historia universal (Weltgeschichte für das deutsche Volk). Marx cita el vol. XVII, Frankfurt am Main, 1855).

*64. William Cobbett, A history of the protestant "reformation" in England and Ireland..., London, 1824, §§ 149, 116, 130.

*65. En la traducción se corrige un error de tipografía o de lectura (señalado por los editores de MEW) que presenta la 3.ª ed. del Anti-Dühring respecto del manuscrito de Marx. Éste escribió Ernte (cosecha) y no Rente (renta).

*66. Se corrige el error (señalado por los editores de MEW) Grundeigentum (propiedad inmobiliaria) por Grundeigentümer (terratenientes), que es lo que trae el manuscrito de Marx.

*67. Se corrige el error (señalado por los editores de MEW) Berechnung (cálculo, cuenta) por Bewegung (movimiento).


Al capítulo 2 IX. Índice. Al capítulo 3 I.